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Espiritualidad y lucha de clases

A raíz de una reciente charla en Pamplona sobre “Espiritualidad y liberación política”, un amigo me escribe: “Me gustaría que nos compartieras tu visión sobre espiritualidad y lucha de clases“. Buen reto en este 2021, año y tiempo de tantas pandemias, muchas más que la COVID 19 con toda su virulencia. He aquí unos apuntes fundamentales, con más preguntas que certezas.

  1. Hace justamente 50 años que Giulio Girardi, sacerdote salesiano, profesor universitario, pionero del diálogo entre marxismo y cristiano, invitado del Concilio Vaticano, publicó su breve e inspirado “Amor cristiano y lucha de clases” (1971), auténtico best seller. Eran tiempos cargados de promesas en el mundo y en las iglesias cristianas. Tiempo de revoluciones, descolonizaciones, procesos liberadores. De ecos de mayo 68 y del Concilio Vaticano II, del surgimiento de innumerables y dinámicas comunidades eclesiales de base en América Latina, de pujante teología de la liberación en América, Africa y Asia. De incontables militantes, profetas y mártires (Luther King, Camilo Torres, Ché Guevara…). La lucha de clases era indiscutible y la liberación de los oprimidos parecía posible. El libro mantiene hoy en el fondo toda su actualidad, porque, 50 años después, salta a la vista que el mundo no ha ido a mejor, sino a peor.
  2. Al mismo tiempo, todo se ha vuelto también más incierto y confuso, hasta el término mismo “lucha de clases”. En sentido estrictamente marxiano, la expresión significa el enfrentamiento económico entre la clase propietaria de los medios de producción industrial y la clase obrera explotada. Pero, de acuerdo justamente con muchos marxistas críticos de hoy, difícilmente se puede sostener que sea ésa la única “lucha de clases”, ni necesariamente la primera y la primordial en todos los casos, por decisivo que sea siempre. Ni se puede afirmar que las relaciones económicas sean el primer y último factor determinante de la historia.
  3. “Al principio” era la economía, ciertamente, pero no solo la economía, ni solo la producción de bienes de consumo (ni siquiera la recolección y la caza), ni solo la lucha de clases, ni solo la lucha sin más. “Al principio” era todo: el aire que respiramos, la luz que nos recibió, el calor que nos cobijó, el cuerpo del que nacimos, el pecho que nos amamantó, la tierra que nos sostuvo, la noche estrellada. Al principio era la materia que es matriz animada de toda vida, la materia que es pura energía, que no sabemos qué es ni de dónde ni por qué, y el Misterio envolvente en todo. Al principio de nuestra historia era el miedo y la esperanza, la angustia y la alegría de vivir, el amor y el odio, la ambición y la generosidad en pugna. Al principio era todo y todo estaba en relación, y toda causa era también efecto, y nada fue “antes” de nada, sino junto con todo. Y así sigue siendo todo. Nada es reductible a nada, porque todo interactúa, y es preciso pensarlo todo a la vez, sabiendo que el pensamiento nunca es lo primero ni lo último. Y, en medio de todas las brumas, el Aliento vital profundo nos invita a abrir los ojos y reconocer que la tensión de la paz es el principio del que todo nace.
  4. Desde hace solo dos décadas nos hallamos en una cuarta revolución industrial que está dibujando un mundo muy distinto al que conoció Marx en la Alemania, Bélgica, Francia e Inglaterra industriales del siglo XIX. La diversificación y la digitalización del trabajo, la complejización y la globalización de todas las relaciones productivas y comerciales, la financiarización progresiva de la economía, la subordinación cada vez mayor tanto de los “empresarios” como de los propios Gobiernos a unas pocas entidades de carácter financiero especulativo, la inteligencia artificial, el Internet de todas las cosas, la robotización creciente de la producción e incluso de las decisiones, etc… nos están situando en otro mundo muy distinto al que hemos conocido. Pronto desaparecerán todas las fábricas, ¿y cómo será el mundo entonces? Ya vivimos en un mundo en que los límites entre lo físico, lo biológico, lo político, lo informático e incluso lo “espiritual”, y el límite entre la especie humana y los grandes simios y los pequeños simios y todas las especies vivientes es apenas definible. Un mundo en el que el ser humano no es el centro y el sentido de la tierra, la vida, el cosmos. Y un mundo global planetario más desigual e inhumano, más amenazado que nunca, eso es lo terrible…
  5. En este mundo de hoy, conceptos como “producción”, “propiedad de los medios de producción”, “clase social”, “clase obrera”, “lucha de clases”, “capitalista”, “proletario”… difícilmente pueden ser entendidos simplemente como hace 150 años. ¿Es propiamente capitalista el especulador que hace caer empresas, partidos y gobiernos? ¿Es capitalista el pequeño emprendedor que procura compartir decisiones y beneficios de la plusvalía con los trabajadores de su empresa? ¿Son propiamente proletarios los trabajadores de pingües sueldos que para sí quisieran muchos pequeños empresarios? Un equipo de fútbol es una empresa para ganar dinero, ¿pero son proletarios los futbolistas de primera división del estado español con un salario anual medio de 4 millones de euros, mientras que las futbolistas de primera reciben un salario anual medio de 17.000 euros? ¿No es más proletaria que nadie la mujer trabajadora sin salario que cuida de los hijos, la casa, los padres…, y quién es el capitalista que la oprime? ¿Qué son los y las funcionarias públicas? ¿Qué son los trabajadores de una empresa cooperativa que pugnan por competir para poder sobrevivir? ¿Qué son los autónomos? ¿Y qué son el 98% (es un decir) de los habitantes de África, que no cuentan para nada, que no son nadie y que “nadie” explota?
  6. Los conceptos se enmarañan, pero una cosa es cierta: las clases existen, son muchas más que la “capitalista” y la “proletaria”, y las desigualdades son más grandes que nunca, porque la riqueza y el poder se concentran cada vez más en cada vez menos manos. Existen la clase opresora y la clase oprimida, y la lucha entre unos y otros es más real y mortal que nunca, pero también cada vez más desigual y difusa, pues los poderes –muy reales pero invisibles– que tienen en sus manos los resortes de la economía y de la política global están logrando que la lucha entre opresores y oprimidos se convierta cada vez más en lucha entre oprimidos. Yo me reconozco opresor y oprimido.
  7. El capitalismo neoliberal que desde los años 80 se extiende y se impone por doquier es la máxima institucionalización de los impulsos más inhumanos: la codicia de la riqueza, la ambición del poder y, en el fondo, el miedo irracional a poder menos o a tener menos que otros. Es un sistema económico inicuo, raíz de los peores conflictos bélicos y más mortífero que todas las guerras juntas. Destruye los cuerpos, las relaciones, la igualdad, la democracia, la familia, los pueblos, el planeta, la Vida.
  8. He ahí nuestro mundo. ¿No es un panorama demasiado desolador? Lo es, pero por eso mismo no podemos permitirnos perder la esperanza, que no consiste en aguardar, sino en caminar con espíritu y respiro, en dar pasos, pasitos, en la dirección de un mundo necesario y posible, un mundo más libre y fraterno, más justo y en paz, más humano y ecológico, más solidario y feliz. En caminar, aunque nunca lleguemos. Y en seguir dando un pasito cada vez que fracasemos, y aunque siempre fracasemos, movidos por el aliento profundo que nos habita y que somos, el aliento profundo que nos hace más humildes y fuertes, más rebeldes y pacíficos. El Aliento de la vida gime en la Tierra que gime en dolores de parto. Vivir movidos por ese aliento profundo: eso es la espiritualidad, ya se exprese en forma religiosa o totalmente laica, y siempre es política, comprometida y liberadora.
  9. No quiero decir que todas las personas movidas por la espiritualidad tengan que implicarse en la “lucha de clases” de la misma manera ni con las mismas ideas y análisis de la realidad ni en los mismos proyectos socio-políticos concretos. Pero, en la medida en que el Espíritu de la vida que todo lo transforma las mueve, allí donde están y en la manera en que pueden –en la contienda política, en los movimientos sociales, en la refriega de las empresas y de las calles, en el espacio doméstico o incluso en el silencio de un monasterio–, se comprometen con la misma pureza de corazón, la misma generosidad y la misma esperanza por la misma liberación. La espiritualidad no es opio, sino liberación. ¿Es opio la religión? Puedo serlo, pero también es, en palabras del mismo Marx, grito liberador de la criatura oprimida.
  10. La espiritualidad –hondura de la vida y su cultivo– es, pues, por definición, activa, política y liberadora. La espiritualidad es paz integral de la interioridad y exterioridad que somos, y la paz integral solo puede darse en la justicia. Conlleva, por lo tanto, la confrontación con los poderes que dictan las leyes del mercado, que oprimen personas, colectivos y pueblos. La espiritualidad no solamente no es ajena a la lucha de las clases dominadas contra toda forma de dominio, sino que la exige y conlleva. La espiritualidad se manifiesta necesariamente en enfrentamiento con quienes se apoderan de la tierra, acaparan los bienes, impiden respirar, niegan la vida. No solo no teme el conflicto necesario, sino que lo provoca. “He venido a traer fuego a la tierra –dijo Jesús de Nazaret– y ¡cómo quisiera que ya estuviese ardiendo!” (Lc 12,49).
  11. ¿Hasta tomar las armas y matar por la justicia? Espinosa cuestión. No puedo decir que una persona espiritual no lo pueda o incluso deba hacerlo nunca por nada (matamos cada día seres vivos para comer…). Pero me remito a las condiciones exigidas por la tradición más sabia –incluido Girardi– para que la opción por la violencia armada pueda ser considerada como inspirada por el Aliento de la paz y de la vida: 1) Que la causa sea justa y vital; 2) Que el objetivo justo no pueda lograrse por ningún otro medio; 3) Que haya una seguridad suficiente de que, a través de la lucha violenta, se logrará el objetivo; 4) Que existan garantías suficientes de que el bien conseguido va a ser mayor que el daño provocado; 5) Que la acción violenta sea movida por el amor del bien común y por el amor del opresor, que deja de ser enemigo. La espiritualidad se empeña en humanizar al máximo el conflicto y la lucha.
  12. Movida por el fuego del amor a la paz verdadera, la espiritualidad se compromete por un cambio estructural radical del modelo capitalista neoliberal asesino y ecocida. Pero no podemos volver al pasado, ni repetir su visión del mundo, su filosofía de la vida y sus programas políticos. La historia de los últimos 100 años ha demostrado que el “socialismo real” ha defraudado los anhelos de libertad y bienestar de las personas, de los pueblos y de la naturaleza. Y que la “socialdemocracia” ha traicionado tanto el socialismo como la democracia, tanto la igualdad como la libertad, pues ha sucumbido a los intereses de la clase dominante y ha establecido el “estado del bienestar” sobre el expolio del Tercer Mundo y la destrucción de la naturaleza. ¿Hay alternativa? No veo otra que un ecosocialismo feminista y global, ni veo mejor modo de plasmarlo que un modelo cooperativo y ecológico de decisión, de producción y de consumo a nivel planetario.
  13. ¿Pero es posible? Solo será posible el día en que la humanidad lo quiera de verdad y se ponga de acuerdo, el día en que haya una voluntad personal y política global para esa transformación planetaria. O el día en que los poderosos que asfixian la vida vean y se convenzan de que asfixiando a otros se asfixian a sí mismos, que el futuro solo puede ser común, que no puede haber liberación si no es para todos, empezando por los últimos. Para que lo posible se vuelva realidad, será necesario que la humanidad, esta especie humana tan poderosa y frágil, tan inestable y contradictoria, transforme su manera de querer y su gusto, y su modo de ser feliz. Será necesario que implante un sistema económico mundial igualitario y democrático. Y un sistema educativo que eduque la sensibilidad, transmita humanidad, comunique sabiduría vital, más allá de meros conocimientos y habilidades técnicas. Y será necesario que las ciencias –las neurociencias y biociencias, por ejemplo–, apliquen con garantía sus tecnologías para corregir las disfunciones genéticas y neurológicas – da miedo decirlo, pero hay que decirlo– que hacen que esta especie humana sea presa tan fácil de tantos miedos y deseos destructores, que nos impiden sentir y querer lo ajeno como propio, y ser más felices con menos, y ser más ricos compartiendo lo que tenemos.
  14. La espiritualidad –la conciencia y el ejercicio de nuestro ser profundo, el querer libre del bien, el gusto y la dicha de la bondad, la confianza en la Vida a pesar de todo– es fruto y fuente a la vez de esa política ecosocialista global, feminista, igualitaria, liberadora, sabia. Inspirada por el aliento profundo de cuanto es y por la sabiduría vital más antigua y reciente de las personas y de los pueblos, la espiritualidad inspira a su vez el sueño, la utopía, la esperanza activa. Alienta la acción y la marcha –aunque nunca lleguemos del todo– hacia un mundo en que las opresiones y las clases serán eliminadas y en que las luchas y las guerras podrán desaparecer.

Aizarna, 2 de mayo de 2021

 

8 comentarios

  • Carmen

    Pues no he visto el vídeo, pero sé que está. Lo veré.

    Y he vuelto a releer el artículo.

    Y cada vez discrepo más.

    Qué es eso de que para que una persona desarrolle su espiritualidad tiene que comprometerse socialmente? No he entendido nada de lo que es la espiritualidad. El compromiso social no va de espiritualidad, va de justicia social, puede haber algo más humano, terrenal que eso? Que no, que no. Que nos vuelven a liar.

    Y espérate a que entre en la discusión la famosa dualidad alma espíritu. Que si si, que si no porque somos una sola realidad. Por favor, estamos en las mismas.

    Y lo de las condiciones para poder o no participar en una guerra, eso también va de espiritualidad? Mira, no entiendo nada.

    Es más de lo mismo.

    A mí desde luego no me enganchan .

    Voy a ver que dice la RAE

  • Carmen

    Es que esto me suena a que la espiritualidad sea una especie de religión universal, pero sin ritos y cosas raras. Pero eso traería consigo aceptar que las personas a las que eso de la espiritualidad no vaya con ellos, no puedan ser tan buenos gestores del planeta como los que tienen la espiritualidad como algo fundamental en su vida. Y eso no es así. Al menos no para mí. Puede haber personas que no cultiven para nada esa parte de la persona y sin embargo lo hagan genial gestionando las necesidades de nuestra Casa. Lo que usted dice respecto a esa cuestión no es únicamente que lo comparta, es que llevo bastante tiempo diciéndolo a quien me quiera escuchar, que es entre pocas personas y ninguna. Pero no me importa. Es algo tan lógico que ya saldrán personas importantes diciéndolo.

    No sé si me explico.  Cada época histórica tiene unas necesidades vitales. Y en esta que estamos viviendo nuestras necesidad básica es salir del jaleo en el que nos hemos metido con la esquilmación de los recursos del planeta y con esta economía global desastrosa. Pero nos han hablado tanto de un dios extraño que muchísimas personas no quieren ni oír la palabra Dios. No digo todas, digo muchas. Y la palabra espiritualidad suena a espíritu, que a su vez suena a dios. Y la imagen que tiene mucha gente joven de Dios es sencillamente la imagen de la iglesia. Y no les gusta un pelo. Y de ahí va a costar trabajo salir.

    Así que me parece poco oportuno mezclar gestión del planeta con religiosidad.  Puedo estar absolutamente equivocada. O acertar. No sé.

    En cuanto a lo que dice de las clases sociales no puedo estar más de acuerdo. Hace un par de tardes , hablando con mi hijo mayor que decía, Marx se equivocó, no sé dio cuenta de que en cuanto la clase obrera tuviese la oportunidad de acceder a los beneficios de la producción en cadena, las cosas iban a cambiar. Ya, le dije. Pero además es que no existen los profetas. Lo que no podía imaginar es la evolución bestial que iba a experimentar la tecnología. Eso sí lo vieron los escritores de ciencia ficción. Casi todo está intuido por julio Verne, E. G. Wells, Ray Bradbury, C. Clark,, Asimov,  Huxley y demás amigos. Pero la gente seria no los lee. La gente seria aparca la imaginación, analiza la realidad, pero la realidad es cambiante, no es estática. Por eso hace falta otro Contrato Social. Otro Smith, otro Marx…lo antiguo ya no vale porque la realidad es otra.

    Eso pienso. Eso opino.

    Y creo que en este momento , la espiritualidad no se debe de mezclar con la política. Ya hemos visto qué sucede cuando se mezcla religión y política. Vamos a repetir errores?

    Con todo mi respeto. Con toda mi admiración.

    carmen.

     

    • Carmen

      Perdón.
      Y dice mi hijo , sin embargo Jesucristo…y no le dejé terminar, ahí me equivoqué, lo tendría que haber dejado que lo díjese él. No hace falta otro Jesucristo, no hace falta otro Jesús de Nazaret, su idea vale para cualquier otra idea. Va de por libre, le dije.
      Muchas veces he pensado con tristeza , y hasta las lágrimas , que he sido incapaz de transmitir a mis hijos nada respecto de Dios, porque siempre he estado hecha un lío cuando ellos eran pequeños y adolescentes. Sin embargo ahora me alegro porque no sé ni cómo, son capaces de diferenciar la figura de Jesús como pensador de ese Jesús hijo de Dios. No soportan ninguno de los dos la iglesia. Es superior a ellos. Y sin embargo respetan mucho a eso que se viene llamando el Jesús humano. Aunque lo ven como una persona idealista y que cree en una utopía.Y doy gracias a la vida por ello. Porque, qué era Jesús de Nazaret en realidad? Han llegado a la misma conclusión que su madre, pero no han tenido que luchar contra nada, porque nada se les ha metido en la cabeza.

      Por favor. No mezclen. Tenemos muy pocos referentes del pasado que aún les vale a la gente joven. Porque la figura de Jesús es tan tan grande, tiene tantísima razón , que ha sido capaz de vencer a la propia Iglesia.
      La espiritualidad es básica para el ser humano, pero cada cual tiene que encontrar la suya. Y muchas veces las personas que dicen no creer en nada tienen una parte humana que no les hace ninguna falta. Al menos no les hace falta considerarse a sí mismo como personas con un cierto grado de espiritualidad.
      Y vuelvo a la pregunta de ayer. Qué es la espiritualidad.?
      Por favor. No la lien otra vez. Por favor.

  • Gerardo Márquez

    Desde Montevideo, Uruguay, más que feliz y agradecido por acceder a este material.

  • Carmen

    Cuando tenga un ratito escriba un artículo, por favor, en el que explique qué es la espiritualidad .

    A ver si vamos a cambiarlo todo para que todo siga igual.

    No sé

    • Isabel

      En el vídeo dice Arregui qué entiende por espiritualidad:

      Espiritualidad
      La hondura de la vida
      O la cualidad humana profunda
      La vida inspirada, anhelada, alentada
      O el alma
      O la motivación originaria de la vida
      O el profundo centro de nuestro ser
      El impulso fundamental que desde ahí nos mueve a querer a hacer y a vivir
      La fuerza vital, o el aire, o el espíritu que nos guía a nuestra verdad y realidad profunda
      La paz, el respiro, la luz en la comunión con todo
      Y espiritualidad puede designar también en todo su conjunto prácticas que nutren toda esa fuente de nuestro ser
      Y la espiritualidad está en los ciervos, los árboles, el agua, el aire…

      Modos de ver.
      El mío coincide con el de Carlos Barberá.

  • Gonzalo Haya

    Estoy de acuerdo y agradezco este artículo sobre un tema tan espinoso, tratado con realismo pero manteniendo la utopía que aporta la espiritualidad.