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Jalear la guerra

Primero como reportera de guerra en Afganistán, Irak y Palestina, y después como analista confundadora de elDiario.es, siempre nos ha parecido la de Olga Rodríguez una palabra a tener en cuenta. También hoy hay que leer este artículo suyo, actualizado esta misma mañana, porque nos pone en guardia contra un belicismo mediático incluso a quienes condenamos la invasión de Putin a Ucrania. Olga repite mucho de lo dicho por Chomsky sobre cómo primó después del 1991 el cerco de OTAN a Rusia en vez de las políticas de distensión, desarme y diálogo con Occidente. E insiste en que el jalear la guerra puede aumentar la rusofobia, el número de víctimas y la duración de esta nueba terrible guerra en territorio europeo. AD. 

Artículo publicado en el.diario.es el 8 de marzo, actualizado a las 8:22 del día 9.

  • Cuanto más dura un conflicto bélico, más muertes, más división, más dolor. Ucrania tiene derecho a defenderse. Pero jalear la guerra sin mencionar los riesgos de la misma sería ocultar parte de la realidad. El peligro de que se perpetúe es enorme

Detrás de las justificaciones altruistas que se exponen habitualmente en torno a las relaciones internacionales se esconden intereses económicos, políticos y geoestratégicos de potencias regionales e internacionales. La geopolítica está impregnada de hipocresía y las explicaciones oficiales que se nos ofrecen suelen esconder algunas de las causas clave por las que se adoptan posiciones en el tablero global.

Ningún país invade otro o arma a un grupo determinado solo porque cree en los unicornios azules, en la justicia y en la paz mundial. En un mundo idílico las relaciones internacionales podrían guiarse por esos principios. Pero no estamos en un mundo idílico. Rusia ha invadido Ucrania porque quiere mantener y extender su órbita de influencia más allá de sus fronteras actuales, porque el sistema autoritario de Putin se rige aún por un imperialismo que añora la extensión territorial de la federación de repúblicas durante la URSS, porque quiere marcar límites a la expansión de la OTAN y mostrar contundencia ante su propio pueblo.

Una crónica anunciada

La invasión rusa de Ucrania ha sido en realidad una crónica anunciada a lo largo de los años, pero no por ello evitada. Tanto personalidades estadounidenses que ocuparon importantes puestos institucionales como analistas de calado han sabido -y así lo expresaron públicamente- que una expansión de la OTAN hasta las fronteras rusas significaría un desafío al que Moscú terminaría contestando. Y, sin embargo, dicha expansión no se evitó. ¿Justifica esto la invasión ilegal y los ataques indiscriminados de Rusia? En absoluto. El Gobierno de Putin, impulsor en su propio país de la persecución del pensamiento crítico, de movimientos feministas, LGTBI, socialistas o comunistas, cercano a organizaciones de extrema derecha europea, hace un alarde de fuerza para marcar sus límites, no tiene reparos en arrasar edificios en Ucrania y pretende proteger su imagen pública a base de censuras mediáticas.

Ahora bien, ¿debe por ello la Unión Europea aplicar también censuras, descendiendo hacia cánones impropios de las democracias? En un clima como el actual conviene crear espacio para la reflexión sosegada y preguntarnos quién gana y quién pierde con la normalización del cierre de medios, por muy prorrusos que sean.

Dobles raseros

Es preciso reflexionar también sobre los dobles raseros. Como periodista que ha cubierto conflictos en Afganistán, Irak o los Territorios Ocupados Palestinos, me veo obligada a recordar cuán diferentes a la actual fueron o son las reacciones mediáticas y políticas ante la invasión ilegal de Irak o ante ataques israelíes contra palestinos.

Estados Unidos está impulsando la investigación de crímenes de guerra rusos, lo cual está muy bien, teniendo en cuenta los destructivos bombardeos rusos sobre barrios residenciales. Pero conviene recordar, para entender las dinámicas, que Washington nunca ha suscrito el Estatuto de Roma -que sentó las bases para la Corte Penal Internacional- y que el anterior Gobierno estadounidense dictó sanciones contra dicho tribunal internacional cuando este intentó investigar los crímenes de guerra de EEUU en Afganistán.

La invasión rusa de Ucrania ha sido en realidad una crónica anunciada a lo largo de los años, pero no por ello evitada.

Explicar no es justificar

Escribía hace cinco días George Beebe, exresponsable de la CIA sobre Rusia y exasesor de Dick Cheney, que EEUU eligió la guerra en Ucrania en vez de resolver el conflicto diplomáticamente:

“La elección que enfrentamos en Ucrania era si Rusia ejercía veto a la entrada de Ucrania en la OTAN en la mesa de negociación o en el campo de batalla” y “elegimos asegurarnos de que el veto fuera ejercido en el campo de batalla, confiando en que Putin se detuviese o que la operación militar fallara”.

Su punto de vista no es algo aislado entre sectores que en el pasado destacaron en el establishment estadounidense o entre analistas actuales. Jack Matlock, embajador estadounidense en Moscú entre 1987 y 1991, escribía recientemente un artículo en el que sostenía que esta invasión era previsible y a la vez evitable. Bajo el título “Yo estuve allí: la OTAN y los orígenes de la crisis de Ucrania”, indicaba que en 1997, cuando empezó a plantearse la expansión de la OTAN hacia las fronteras rusas, “afirmé al Senado [de EEUU] que esa expansión de la OTAN nos llevaría a donde estamos hoy”.

El actual director de la CIA de Biden, William Burns, escribió desde Moscú en 1995 que “la hostilidad hacia la expansión temprana de la OTAN se siente casi universalmente en todo el espectro político interno aquí”, y que la medida era “prematura en el mejor de los casos e innecesariamente provocativa en el peor”. El mismo Burns informó a la administración Bush en 2008 que “la entrada de Ucrania en la OTAN es la más destacada de todas las líneas rojas para la élite rusa (no solo para Putin)”. En 2020 el mismo Burns escribió sobre cómo “los rusos se atormentaban en su agravio y sentido de desventaja”.

En 2014 Henry Kissinger, la personificación de lo más duro de la política exterior estadounidense, argumentó: “Occidente debe entender que, para Rusia, Ucrania nunca puede ser solo un país extranjero”. Si “Ucrania quiere sobrevivir y prosperar no debe ser un puesto de avanzadilla de ninguno de los lados contra el otro, debe funcionar como un puente entre ellos”. En lugar de unirse a la OTAN, Ucrania “debería adoptar una postura comparable a la de Finlandia” en la que “coopere con Occidente en la mayoría de los campos pero evite cuidadosamente la hostilidad institucional hacia Rusia”.

Stephen Walt, profesor de Relaciones Internacionales en Harvard y columnista de Foreign Policy ha lamentado “la visión en blanco y negro de la situación en Ucrania” y el profesor de Políticas de la Universidad de Chicago John Mearsheimer considera que “todo el problema empezó realmente en 2008 cuando Bush anunció sus intenciones sobre Ucrania y Georgia, a pesar de que Moscú había dejado claro que esas intenciones eran percibidas como un amenaza”.

Katrina vanden Heuvel, editora e integrante del Council on Internacional Relations en EEUU, escribía recientemente en The Washington Post que “la OTAN ahora existe principalmente para gestionar los riesgos creados por su existencia” y el experto en Ucrania del Kings College Anatol Lieven proponía hace unos días una Ucrania neutral y una moratoria en su entrada a la Alianza Atlántica para poner fin a la guerra.

Según ha contado la exanalista de inteligencia Fiona Hill -de la Brookings Institution– los servicios secretos de EEUU se opusieron a la idea de integrar Ucrania y Georgia en la OTAN en 2008, pero el entonces presidente George W. Bush ignoró sus advertencias, en un movimiento percibido hoy por la mayoría de expertos como un punto de inflexión clave en las relaciones entre Washington y Moscú. Otras voces del establishment de EEUU, como Thomas Friedman, Zbigniew Brzezinski o Daniel Patrick Moynihan, todos ellos conocedores por su propia edad de los límites del unilateralismo, también plantearon críticas en su momento.

Samuel Charap, experto en Ucrania de la Corporación RAND (grupo de expertos alineado con el Pentágono), considera que la crisis de Ucrania es “un síntoma del éxito desbocado [de Washington]” tras la Guerra Fría, y afirma que “Rusia está destinada a chocar nuevamente con Estados Unidos y sus aliados por el estatus de estas antiguas repúblicas soviéticas a menos que todas las partes puedan llegar a un acuerdo mutuamente aceptable para el orden regional”.

El profesor de Relaciones Internacionales Rajan Menon o el ex integrante del departamento de Seguridad Nacional Thomas Graham han instado a evitar la guerra “acomodando algunas de las principales preocupaciones de seguridad de Rusia” y formalizando “una moratoria declarada sobre la adhesión de Ucrania o cualquier otra república ex soviética” a la OTAN durante 25 años.

Podría ocupar decenas de páginas nombrando a más analistas nada sospechosos de ser prorrusos y que defienden salidas diplomáticas. También en España hemos escuchado estos últimos días a expertos señalando los riesgos de perpetuar el conflicto y apuntando que el mismo podría haberse evitado.

El elevado precio de incluir a Ucrania en la OTAN

Ante una invasión ilegal como la rusa, terrible en sus ataques, es preciso buscar soluciones con madurez y cordura, sin dejarse llevar por la satisfacción visceral de imaginar a un Putin derrotado mañana. Seamos realistas. Es probable que ese objetivo solo sea realizable a costa de un enorme sacrificio, de decenas o cientos de miles de vidas, de dolor y ruptura en Ucrania y quizá, a lo peor, extensión del conflicto a toda Europa, con la entrada de más ejércitos e incluso el uso de armamento nuclear. ¿Tan importante es la entrada de Ucrania en la OTAN? ¿Para quién?

La Alianza Atlántica no termina de asumir el nuevo escenario internacional. El unilateralismo ha dado paso a un multilateralismo con otras reglas y a nuevos actores emergentes capaces de tener sus propios márgenes de poder e influencia regional. En esta nueva realidad la OTAN, capitaneada por Washington, ha sido usada como un instrumento de presión contra Rusia, privilegiando los intereses estadounidenses por encima de los europeos y usando a Ucrania como escenario de enfrentamiento, pero sin comprometerse con ella en su defensa directa. Es la externalización del conflicto, un modelo tantas veces repetido por EEUU en las últimas dos décadas.

Ucrania es escenario de un pulso entre Washington y Moscú, en el que se disputan poder, órbita de influencia regional, clientela en el mercado del gas… 

Ucrania tiene derecho a defenderse. Pero jalear la guerra sin mencionar los riesgos de la misma sería ocultar parte de la realidad. El plan de armar a grupos en contra del invasor debe estudiarse en profundidad. Según los expertos militares, solo armamento pesado y la intervención directa de potencias occidentales podría mover la balanza hacia un posible triunfo de Ucrania sobre Rusia. Washington y sus aliados no están dispuestos por el momento a enfrentarse directamente con Rusia para defender a Ucrania, pero sí a exponer a Ucrania a una guerra de desgaste con Moscú para seguir marcando su órbita de influencia. De ese modo depositan la defensa de sus intereses en las espaldas de los hombres ucranianos de más de 18 años -obligados a ir al frente de guerra- y de los grupos de combatientes locales armados con dinero estadounidense para luchar contra Rusia.

En este escenario conviene analizar cuál es el rol de la Unión Europea en la OTAN, una alianza militar en la que EEUU lleva años exigiéndonos más gasto en Defensa y estrategias que están provocando ya aumento de precios de alimentos básicos y de la energía (Rusia es el primer proveedor de gas en Europa), así como crecimiento de una tensión regional que nadie sabe cómo terminará. Cabe plantearse al servicio de qué y de quién está la Alianza Atlántica, qué actores salen ganando y perdiendo en este conflicto. Como se recordaba esta semana en la revistaTime, Europa depende mucho más de Rusia que EEUU. Si la guerra no se detiene, eso tendrá consecuencias a nivel comercial, en los precios y también en el turismo.

Cuanto más dura una guerra…

Ucrania se ha convertido en escenario de un enorme pulso entre Washington y Moscú, en el que se disputan poder, órbita de influencia regional, clientela en el mercado del gas y en el que intentan limitar los avances del adversario. En ese sentido el riesgo de la perpetuación de la guerra como herramienta de desgaste del contrario es gigantesco. Cuanto más dura un conflicto bélico, más heridas difíciles de cerrar, más muertes, más divisiones, más dolor.

La Historia, las hemerotecas, nos recuerdan la locura colectiva que generan los climas bélicos, enemigos del pensamiento sosegado. La tolerancia es entender que nadie merece ser deshumanizado -y menos aún cuando avanzan tanto los discursos de odio- ni tergiversado ni estigmatizado por creer en la paz. Es urgente desplegar un enorme escudo frente al ambiente de gresca y defender el paraguas del respeto y de las vías pacíficas.

Es preciso comprender lo básico en la resolución de conflictos: que en la guerra, como en el amor, para acabar es necesario verse de cerca

Es preciso comprender lo básico en la resolución de conflictos: que en la guerra, como en el amor, para acabar es necesario verse de cerca. Que la guerra es la salida cobarde a los problemas de la paz, como escribió Thomas Mann. Que cada guerra es una destrucción del espíritu humano. Que, como señaló Martin Luther King, una nación que gasta más dinero en armamento militar que en programas sociales se acerca a la muerte espiritual.

Nunca ganan los pueblos las guerras. Las ganan los magnates que se enriquecen con ellas, las empresas armamentísticas, los políticos que pretenden hacer carrera a costa de vidas ajenas. Y lo hacen a través, entre otras vías, de lo que Susan Sontag llamó “la lujuria de la opinión pública por los bombardeos en masa”.

En uno de los alegatos más famosos de Hollywood, al inicio del film Lo que el viento se llevó, varios hombres celebran los tambores de guerra, ante la mirada atónita de Scarlett O’Hara. Posteriormente el único que muestra dudas -signo de debilidad aún hoy en este contexto testosterónico- reflexiona así: “Las mayores desgracias las traen las guerras. Y cuando estas terminan ya nadie recuerda lo que las provocó”.

¿Nos acordamos hoy de qué provocó la guerra en Kosovo, en Libia o en Irak, de quiénes las jalearon, con qué intereses? ¿Sabemos quién se benefició? ¿Quién sufre ahora y posiblemente siga haciéndolo durante generaciones? ¿Recordaremos en el futuro qué se hizo y qué no para evitar males mayores a Ucrania y a toda Europa?

 

9 comentarios

  • Mi cosmovisión de la situación por la que están pasando Rusia y Ucrania es muy dificil de predecir porque porque tanto EE.UU. y  Rusia mientras mas se comuniquen con armas, mas lejos estamos de frenar este desatre humano. Es simplemente una escalada que nadie quiere permitir perder por el prestigio que eso conlleva. Lo mejor es en principio salvar, dentro del tiempo que tenemos de encriptar toda cosecha lista para producir en silos antiatómicos para resguardar un poco de comida en caso de una guerra atómica y crear una metodología que permita a los sobrevivientes tener las instrucciones para poder usar esa comida. Y seguir los pasos de Jose en la biblia y fundamentalmente acompañar todo esta actividad con oración que es la expresión más clara con la que puede ayudar la o las Iglesias para dar el mensaje a toda la población en nombre del Espíritu Santo. Hacerlo en cada lugar del planeta con todos aquellos que no crean que no crean que el hombre puede solucionar esto. HECTOR JOSE/ARTISTA/MUSICO/CREYENTE EN EL AMOR COMO INSTRUMENTO DE PAZ Y COMUNICACION/PRIORIZAR EL DEJAR HABLAR Y ESCUCHAR SIN VIOLENCIA. ENTRE LOS SERES HUMANOS ESTA LA SOLUCION Y LA VIDA: VALORÉMOSLA

  • Juan A. Vinagre

    Me uno a la sensata reflexión-información de Olga. La comparto, así como también algunas de las reflexiones de los comentaristas que siguen. Pienso que más, mucho más que por ampliar (o sostener) la “Alianza Atlántica”, debemos esforzarnos por ampliar la  Unión (semi-europea, de momento) a todos los países, de modo que hagamos una UNIÓN de todos los pueblos de la tierra, que regida por valores humanos más humanizadores y solidarios, supere egoísmos, tribus, etnias, mitos y falsificaciones históricas, que tanto daño han hecho y siguen haciendo. Ojalá que un día (no lejano, si al fin maduramos más y entramos en razón  -¿es mucho pedir?-), seamos y nos veamos de veras como un solo pueblo, y nos rija un gobierno común con mejor visión de lo que es el ser hamano, y por ello se comporte con más ética.

    Las guerras son un sígno claro de nuestro retraso evolutivo… De modo que las “racionalizamos”, e incluso “justificamos” las barbaries… El modo de pensar y de prever  (hablo en general)  del hombre es tan cortito y/o débil que los esquemas tradicionales o los míseros intereses de grupo se le imponen. Por eso avanzamos tan lentamente.  Si miramos bien la historia,  ¿nuestros patrones de comportamiento social y político difieren mucho de los antiguos sumerios…?  El ego y/o la tribu se nos imponen… Se imponen sin apenas darnos cuenta de que las guerras son evitables y de que declararlas es una aberracón, que nos degrada como humanos. Frecuentemente el hombre más que racional es un ser visceral. El paleocórtex se impone al neocórtex, que para algunos temas parece que lo usamos muy poco aún. El homo sapiens todavía deja mucho que desear; se encuentra en una etapa aún muy inmadura.  (¿Una tercera guerra mundial…? ¡Por favor!)   En fin, es necesario sustituir la Unión y la Alianza atlántica por una Unión y Alianza global, mundial, pero unión con ética y sentido más solidario.  Es preciso hacer una tierra nueva y una sociedad nueva, sin privilegios… (Y una-s Iglesia-s, religiones nuevas, que sirvan de fermento que active esa transformación…)         Algunos dirán, y con razón: ¡Qué largo nos lo fías…!  Mientras el hombre se  comporte en algunos aspectos, en que nos va la vida, como pre-sapiens, y siga cometiendo salvajadas (que algunos llaman gestas), más que elevarlo, cabe compadecerlo. Y reeducarlo con la esperanza, de que, pese a todo, madurará.

    Reflexionando sobre estas barbaridades de Ucrania (y las de Siria etc. etc.) acabé componiendo este poema-elegía, que tal vez resume  muchas reflexiones comunes, y que comparto:

    Cuando veo en la tele la matanza / de jóvenes y ancianos, el dolor / de madres que protegen con amor / a niños indefensos…, la venganza / que destruye ciudades sin templanza, / con el fin de extender más el terror…, / me pregunto si cabe más horror / que pueda desterrar toda esperanza. /

    Las guerras nos derrotan como humanos, / son la radiografía del aliento / que espira la demencia de tiranos, /que quieren encumbrar solo su nombre, / aunque sea causando sufrimiento… / ¿Qué pensar? ¡Que también esto es el hombre!

     

     

  • Señores politólogos y politólogas, yo opino como cualquier parroquiano de a   pie: que ya basta de exhibir vuestra sapiencia de análisis de esta guerra, que ya no es hora de hacer apologias o censuras a los protagonistas de esta guerra: El grito desesperado del pueblo es ¡Cómo paramos esta matanza, esta escabechina demoníaca de Putin en Ucrania!!…por lo ocurrido hasta este momento, todo parece indicar que la  única vía de parar esta guerra, o por lo menos un alto al fuego prolongado, es la diplomacia, la negociación. Lograr, cuando menos un mínimo entendimiento entre las partes. Para ello pienso  que debe darse estos pasos:
    Primero.- Que el presidente de Ucrania Volodimir Zelenski debe ceder en algo y buscar por todos los medios posibles una negociación con Putin. Pero, si el presidente Zelenski sigue pidiendo a gritos que los paises de la Unión Europea y la OTAN y Estados Unidos vayan en defensa de Ucrania, eso es como echar gasolina al fuego, puesto que ya dijeron desde Kremlin que eso sería la tercera guerra mundial y esa guerra sería nuclear.
    Segundo,.  Que Estados Unidos utilice su hegemonía mundial política para conversar con los paises amigos de Rusia como China India, Iran, etc, y formar una comisión y lograr conversar con el Presidente de Rusia Vladimir Putin para dar solucion a esta guerra.
    Tercero.- Que el Papa Francisco logre reunirse con el Patriarca  Kiril y otras autoridades de la iglesia ortodoxa Rusa para lograr la entrevista con Putin y  ver algún camino que pueda poner fin a esta maldita guerra.

    • ¿Has leido las declaraciones de Kiril?

      No se puede ser más imbécil.

      • Acepto su embestida con calificativos de imbecil…supongo que viene de un sabio super erudito en estos asuntos…Pero a cambio le invoco que plantee alguna solución, alguna forma de terminar con esta maldita guerra en Ucrania. Cómo se puede lograr el diálogo la negociación entre  Putin y Zelenski para termionar esta guerra…O ya no hay ninguna solución…entonces, ¿para qué estamos aquí, en Atrio escribiendo todo esto?

        Se que el patriarca Kiril apoya toda la actuación de Putin contra Ucrania…Pero yo hablaba del Papa Francisco, que pudiera hacer todo lo posible para convencer al patriarca Kiril para ofrecer ambos su mediación entre Putin y Zelenski y ver la forma de terminar esta guerra

  • Recuerdo con gran placer el sketch de Les Luthiers llamado “La Comisión”.

    Si es necesario habrá quien culpe de la guerra a… Noruega, por ejemplo.

    Los esfuerzos por determinadas personas de adaptar la realidad a la ideología son ciertamente impresionante.

    Pero siempre dejan de lado ciertas cosas.

    yo no soy geoestratega, ni politólogo (profesión muy de moda ahora mismo y que en mis tiempos auguraba solo una temporada importante en el paro), ni entiendo de política internacional.

    Lo que dijera Kissinger (recordemos lo que Nixon decía de Kissinger: “Sí. Es un hijo de puta, pero es NUESTRO hijo de puta”) me trae sin cuidado, incluso aunque puede llevar razón en lo geneérico.

     

    porque lo que yo veo son lo 80.000 refugiados huídos de las bombas, el hospital materno infantil arrasado en Mariupol, las bombas de racimo y termobáricas (armas prohibidas por la convención de Ginebra) cayendo en edificios civiles de Kiev o Jartov, los corredores humanitarios violados por las tropas, y ¿sabéis que tienen esas cosas en común? Que son innecesarias 8incluso para ganar la guerra) y solo una parte del conflicto las está empleando: Rusia.

    En este sentido, me trae sin cuidado si ha sido un error de cálculo de la OTAN, si Ucrania debe aceptar o no que le den otro mordisco a su territorio (sería el segundo ya), si la OTAN debe quedarse donde está o si tiene o no sentido su existencia.

    Lo que veo es un hijo de puta, que al igual que Kissinger es SU hijo de puta (en este caso de los otros) pero que a diferencia de Kissinger, tiene el botón nuclear en sus manos, el desahogo suficiente como para despreciar vidas humanas inocentes como si fueran muñecos de ajedrez y que dispone de 200.000 millones de dólares y a su novia ocultos en Suiza tranquilos y sin riesgos (el mismo y a diferencia del presidente de Ukrainia está escondido en el búnker del Kremilin no sea que a los USA les de por mandarle un pepinazo a la cabeza).

    Por eso estos análisis fríos, académicos, expertos, pero que olvidan la parte humana me traen sin cuidado y mi “análisis” será caliente, profano y amateur pero me conmueven  aquellos patriotas ucranianos (conozco personalmente a alguno) que dejan su comodidad y estabilidad lejos de su país para ir a defender con su vida (que es lo más grande que tienen, y lo único algunos) a su tierra y a su gente de un loco dictador, megalómano y asesino.

    Y lo demás son cuentos chinos de niños en la Universidad jugando a tratar de entender el mundo.

    un saludo

    • Oajalá fuera u  ejercicio académico. Es un vulgar panfleto podemita, capaz de darle la vuelta a la realidad para que el enemigo sea la derecha. Es tener una idea fija, vestirla con palabrería seudoinformada, diluir la realidad, para luego envolverla en tinta de calamar.

      No quise interveni, si no hubiera sido por la atención que le ha prestado el anterior comentarista. Ayer veíamos carros, que diría Pitarch, tanques para el vulgo, con la bandera comunista, la de la hoz y el martillo, avanzando contra Kiev. Y la periodista esta dice que Putin es antisocialista y comunista. No se aleja del comunista De Santiago culpando a Vox en las Cortes Generales de una supuesta amista de Abascal con Putin. Es, como los podemitas, un soviético tour court. ¿Qué es ser soviético? Matar enfermos y niños recién nacids, 18 centros sanitarios acaba de informar, porque me da la real gana, porque yo dispongo de la vida ajena como me apetece, porque igual espío –La vida de los otros– que acallo su voz con amenazas de muerte, que lisa y llanamente acabo con su vida.

      Bueno, Puti y el ministro de exteriores soviético acaba de hablar de desnazificación. Y bien pensado así es: la mejor manera de erradicar el gen del nazismo es acabar con los embriones que pudieran portarlo. Lo que pasa es que somos occidentales y no entendemos la ciencia subyacente bajo ese experimento. No somos soviéticos.

      Tenía en la facultad de filosofía un compañero que preparaba su tesina, al tiempo que yo preparaba la mía. En mi caso sobre la doctrina pitagórica. No recuerdo bien el tema que él escogió, algo relacionado con el antiimperialismo. Me comntó que había decidido empezar la misma con la frase “el hijoputismo universal se llama hoy Estados Unidos”. Todo muy elaborado, como se ve. (Hoy es un reputado periodista de El País). Nos dirigía la tesina respectiva Emilio Lledó, que, aunque nada sospechoso de pacatismo, dudo que le aceptara tamaña simpleza.

      Son los malditos tópicos, las tóxicas frases hechas, los mantras de los partidos que acaban teniendo carta de ciudadanía, aunque con ellos tenga que correr sangre.

      No están los eclesiásticos libres de esa inclinación dañina. Si es preciso con retorcimiento de la doctrina. Hablaba aquí hace poco un jesuita con juegos de esgrima sobre norma y ley para acabar aceptando la moral de situación. Menudo viaje para llegar a ese puerto. Por supuesto, excusándose de su discrepancia con los podemitas.

      Uno ha vivido muchos años, a Dios gracias. Muchas veces pienso que es mejor no hacerse mala sangre, y recordar cómo nos reíamos en la facultad de ciencias biológicas cuando los pasquines antifanquistas iban firmados por las iniciales m-l (marxistaleninista). Mis compañeros de ciencias leían eme menos uno y no lo entendían.

      Pero cuando ves una embarazada sangrante, hospitales bombardeados, masas huyendo, y te hablan de que la culpa la tiene quien no la tiene y les compras la mercancía la indignación y el desprecio te encienden la sangre. No digamos si participas de la infamia.

       

      • No quise ser tan directo, José María y créeme que yo no estoy de pensar en algunas cosas, políticas, como la gente de izquierda.

        Pero estoy harto de poner la tele y encontrarme en cada cadena con el politólogo de turno y el “espelto” en estrategia internacional que hablan de la muerte de las personas inocentes como si fueran estadísticas, que usan la desgracia de la gente para apuntalar su ideología política y que piensan que, como buenos “espeltos” que son, el resto de los mortales no entendemos los profundos e inaccesibles pensamientos que les ocupan (me pasa lo mismo con muchos teólogos).

        Mira yo soy un hereje modernista. Creo en la moral de situación y en que ninguna religión posee la verdad completa. Dios es demasiado grande para que unos pocos lo abarquemos solo nosotros.

        Pero ante una mujer sujetando el cadáver de su hijo muerto, un nieto llorando porque no sabe si su abuelo sigue vivo y la residencia donde estaba ha sido bombardeada, una familia que ve como su vivienda donde iban a desarrollar una familia, cristiana o no ¿Qué mas da?, o una ciudad entera viviendo  sin comida y sin mantas, tirados en la estación del metro de Kvyv porque no saben donde caerá la próxima bomba termobárica de racimo; todos esos politólogos “espeltos” estrategas me dan nauseas, y solo consiguen que vomite más que por mi operación de reducción de estómago.

        Contra Hitler no hubo politólogos. O más bien cuando entraron los politólogos ya se había anexionado Austria, Chequia y Polonia y siguieron diciendo las mismas tonterías que dicen ahora.

        Entiendo y respeto el pacifismo (el ecologismo mucho menos porque es la moderna religión sin fundamento real. Una cosa es la conservación del planeta y otra el ecologismo radical de la niña sueca que viaja en catamaran de lujo).

        Es bueno ser pacifista. Es bueno luchar por la paz. Pero cuando un psicópata entra en el jardín de tu casa, viola a tu mujer y tus hijas, mata a tu perro y se mea en tus padres, yo será poco cristiano pero me entra la misma rabia que a cristo en el atrio del templo con los mercaderes.

        Si quieren seguir cantando el Imagine, háganlo, no seré yo quien gaste un solo minuto en decirles lo inútil y estúpido que es.

        Pero por favor, recuerden que el undécimo mandamiento es no estorbar. Háganlo donde no estorben. Dejen que quien ha decidido jugarse la vida contra el tirano lo haga. No insulten nuestra inteligencia.

        No somos politólogos “espeltos” pero sabemos leer y sumar dos y dos.

  • Julián Díaz Lucio

    Me parece un maravilloso artículo. Es importantísimo que las iglesias cristianas lo comprendan y se comprometan a fondo para tratar de ayudar a reflexionar y ver las consecuencias terribles que acarrea esta y todas las guerras.