Hablaba ayer Jesús Martínez Gordo de una Iglesia humilde. Ojalá que la gran ruta emprendida por Francisco en el lanzamiento del proceso sinodal 2021-2023 llegue a enfrentarla con la verdad y reconocer lo que es y lo que no es. En eso consiste la humildad. Y para reflexionar de nuevo sobre lo que es humildad de verdad y lo que es pose, doy la palabra a uno que no tenía nada de clerical. Sobre A. Grothendieck se ha abierto una nueva web que se podrá investigar con fruto: https://agrothendieck.github.io . Sugiero ir a 1987 y abrir allí el PDF.es con el libro donde está este texto: página 475. AD.
(18 y 20 de septiembre, 1987) La verdadera humildad es el estado del alma que le permite acoger sin resistencia un conocimiento sobre sí misma, sobre la psique, sobre su pasado, sobre su destino, que el “yo”, por su propia naturaleza o por poderosos mecanismos adquiridos, tendría tendencia a rechazar, a menudo con vehemencia y como un ultraje intolerable. Por eso tal conocimiento, y en la medida en que el “yo” es fuerte y poderoso en la escena, es sentido casi siempre como doloroso.
La humildad también es la fuerza por excelencia que nos permite asumir sufrimiento y dolor. Inversamente, el sufrimiento y el dolor, en la medida en que (aunque sea a base de desgaste…) borren las resistencias en su contra, hacen eclosionar la humildad, como una lluvia bienhechora que empapa un terreno árido hace eclosionar la semilla enterrada. La humildad es una verdadera fuerza espiritual, o un estado de “potencia espiritual”, que permite al alma conocer lo que le estaba oculto, realizar espontáneamente el acto justo, el acto creativo, allí donde sin ella el conocimiento y el acto justo están excluidos.
La humildad es de esencia muy distinta de la que le asignan los clichés corrientes, que la confunden con una especie de propósito deliberado (por no decir, de pose) que consiste en ponerse siempre (o en fingir que se pone) por debajo de los demás, dándoles si fuera necesario cualidades imaginarias, o cargándose a sí mismo con defectos no menos imaginarios (y que a menudo no engañan a nadie, comenzando por el mismo interesado). Tales juegos son más la afectación de una vanidad que se complace en jugar a ser “la humilde” (y llegando a veces hasta enorgullecerse ingenuamente de su propia “humildad”), que signos o medios de una verdadera humildad.
En nota: La verdadera humildad surge espontáneamente de la sed de verdad, es uno de los aspectos esenciales del alma en estado de verdad. No puede “alcanzarse” u “obtenerse”, como una “virtud” que se quisiera cultivar, o un “deber” que se quisiera cumplir, para estar a la altura de una vocación religiosa por ejemplo, o de una imagen, de un modelo que se supone que la encarna y al que nos esforzamos en parecernos. Igual que los “juegos de humildad” antes señalados (y que son una de sus expresiones más comunes), tales esfuerzos tienen tendencia a interferir con la presencia silenciosa de un estado de verdad, de humildad. Por el mismo esfuerzo de conformarse a esto o aquello, nos distraemos de lo esencial, que es tomar conocimiento de lo que realmente es, tal como es.
La idea fija tan fuertemente implantada en la tradición espiritual cristiana (hasta el punto de hacerse asfixiante), de que “hay que ser humilde”, y los consiguientes clichés sentimentales sobre la “humildad” que se ha de conseguir a cualquier precio, seguramente también han constituido y constituyen aún un handicap muy pesado muchos espirituales – para todos los que no han alcanzado la indispensable autonomía espiritual (¡que tiene gran riesgo de ser tachada de orgullo, si no de herejía!) para superarlos de una vez por todas.
En ningún caso la humildad se manifiesta por una resistencia en contra de un conocimiento. No se opone a la percepción y el conocimiento de una grandeza o una belleza en uno mismo, o en una obra de la que se es autor – no más que si se tratase de la persona o de la obra de otro. Más en general, no se opone a una percepción o un conocimiento incluso cuando éstos puedan ser sentidos por el yo como causa de satisfacción, de gratificación. Pero la presencia de la humildad no deja que el placer del yo (percibido por el alma como tal) se extienda y contamine el alma con un aliento de suficiencia, ni que el conocimiento vivo de lo que hay de valioso en ella misma, en sus obras o en lo que ella custodia (y especialmente el cuerpo en su fuerza propia y en su belleza, o la psique…) la incite a ponerse por encima de nadie. Bien al contrario, sentir vivamente lo que es valioso en nosotros mismos nos vuelve aptos, cuando estamos en estado de humildad, para percibir también lo que es valioso en otro y, aunque aún permanezca oculto o en estado potencial, no pide más que desplegarse y realizarse.
M.Luisa: Ya tenía preparado una larga respuesta a tu comentario, pero no lo voy a utilizar. La duda continua sobre si estaba defendiendo unas ideas teóricas sobre un tema, o me estaba defendiendo de un “pellizco de monja” mal disimulado, continuamente me aparecía en la mente.
Hay una frase muy buena de Russell Lynes, que dice: “La única forma cortés de aceptar un insulto es pasarlo por alto; si no puedes pasarlo por alto, reírte de él; y si no puedes reírte de él, probablemente es que te lo mereces”.
Así que tengo cuatro alternativas: O considero que he sido muy susceptible, o me hago el tonto, o me río de Janeiro, o reconozco que me lo merezco. Debería poder hacer las cuatro al mismo tiempo. Por mi parte asunto liquidado del todo absolutamente.
Solo y para terminar esta relación, quiero apostillar una cosa. Justo en el párrafo de marras, dices sobre un comentario mío: “…y entonces se habla de la humildad como aquello que se alcanza por vía de maduración, algo que está a cien millas de lo que en su escrito nos da a entender el autor”.
No se si ha quedado claro en los siete años que llevo aquí, que yo pienso por mi cuenta. A mí, los artículos y comentarios de los demás, me sirven para aprender cosas que no sabía, pero sobre todo como percha, para sobre ellos, reflexionar sobre lo que opino yo.
Y por eso, lo normal es que yo diga cosas distintas de las que dice el autor del comentario o artículo.
Yo no gloso, yo pienso, (mejor o peor). Incluso en las citas, ya he explicado muchas veces, que yo las citas las uso, porque expresan mi pensamiento, y las copio, por pereza y/o incapacidad de expresar algo que ya está bien dicho, y para no atribuirme el mérito de ese pensamiento.
(Y soy consciente de que alguno pensará que presumo de erudición, pero no me importa: ya cuento con ello.
Y perdóname un exabrupto, yo no necesito presumir de erudición con citas, mis muchos escritos hablan por mí. No hace falta más que mirar el histórico de Atrio, y eso es algo que siempre agradeceré a Atrio).
Yo hago mía, letra a letra, la confesión de Alfredo Fierro, que ya he puesto alguna que otra vez:
“Que otros se gloríen en lo que han vivido, han viajado, han hecho; que se ufanen por las personalidades que han conocido, con quienes se han codeado; que se complazcan en los amores felices que gozaron o en los infelices que sufrieron.
Yo me gloriaré en aquello que aprendí, lo que he aprendido año a año, a veces daño a daño.
Ni siquiera me gloriaré por ello; lo declararé con sencillez, desde la alcanzada veteranía -no presumiré de sabiduría-, por si a algún lector cómplice le vale de algo”.
Solo una cosita, Isidoro, por si lo del pellizco de monja va por mí, si es así te equivocas de medio a medio… pues soy, como te diría yo…? Su reverso. Ya de pequeña en el colegio no tenía reparo alguno en desobedecerlas si sus castigos eran injustos o infundados y no veas las represalias y las visitas que hacía al despacho de la superiora! La madre Eloísa recuerdo que se llamaba, no, no nada de monja, las respeto eso sí, pero como suelo hacer con todo el mundo.
Eres una maestra en escurrir el bulto y salirte por la tangente. Pero se te nota mucho. Adiós.
Queeeé?????????? me dejas atónita… ¿Crees que es eso lo que pretendo? Ni te imaginas las horas que he dedicado para que confiando en tu buena voluntad acabaras comprendiéndome y ahora me sales con estas?
(Perdonadme el exceso, que hago, aprovechando el mayor tiempo libre del fin de semana).
Este tema de la humildad, y sus convecinos, es un tema apasionante, (digno de escribir sobre él un librote de 500 páginas), porque una vez superada la simple y falsa dicotomía de la humildad real – impostada, se encuentra uno con una especie de clúster de características personales, muy relacionadas entre sí:
En ese clúster entran: el autoconocimiento de sí mismo, la humildad propiamente dicha, la autenticidad, que es como su otra cara de la moneda, la autoestima, la soberbia o hibris, el egocentrismo y el narcisismo, bueno y malo.
Todo esto está ligado, aunque no lo parezca, con el ansia de perfeccionamiento social y del mundo en general.
Luis Racionero, dice de Bertrand Russell que “dijo con mayor claridad que casi todos, la mayor cantidad de cosas útiles para la cultura contemporánea”. Pero lo hizo porque “era un ególatra que se tomaba como cuestión personal todos los problemas del mundo”.
En verdad es ridícula la idea del “vivo para hacer un favor al mundo”, pero este paranoico mecanismo ha sido fuente de grandes creaciones, siendo uno más de los muchos y paradójicos casos de “profecía autocumplida”.
Quizás por ello, Blake decía: “Aquel cuyo rostro no da luz, nunca será una estrella”.
Lleva mucha razón La Rochefoucauld, cuando nos dice: “Generalmente lo que nos encumbra por encima de los demás, más que la cuna, las dignidades o el mismo mérito, es un valor que imperceptiblemente nos damos a nosotros mismos”.
Pero también es verdad que según T. S. Eliot: La mayor parte de los problemas del mundo, se deben a la gente que quiere ser importante.
Cuando las brujas de Hécate, quisieron perder a Macbeth, desconfiaban de poder hacerlo, la diosa malvada les dijo: ¡Oh, inútiles! Lo que tenéis que hacer es fomentar su confianza hasta límites infinitos, de tal forma que, con esta confianza desmesurada, él solo buscará su perdición“.
Lo que caracteriza a esta época según H. G. Barnés, es la llamada “triada oscura”, compuesta por:
– El “maquiavelismo”, (frecuente manipulación de los demás, absoluta despreocupación por la moralidad y la persecución imparable de su propio interés).
– el narcisismo, (caracterizado por el egocentrismo, el orgullo y la falta de empatía),
-y la psicopatía, (definida por la impulsividad, egoísmo, comportamiento asocial, y falta de remordimiento).
Y para complicarlo todo, no basta con simplemente cultivar las virtudes y rechazar los vicios, que nos diría la moralidad clásica. Porque tanto el maquiavelismo, el narcisismo, como la psicopatía, son elementos psicológicos, que todos tenemos y necesitamos para nuestra vida social en la tribu.
El maquiavelismo, tiene su expresión “civilizada” y humana, en la asertividad, en la negociación de conflictos, en el diálogo entre pensamientos plurales.
El narcisismo “civilizado”, es el mantenimiento de una autoestima personal, mínima para sobrevivir, y especialmente cuando se pretenden logros personales.
El narcisista no es una persona que se quiera mucho a sí misma, sino un arreglo pulsional de emergencia para protegerse de la falta de amor, de cuidado o de interés por nuestros primeros cuidadores. El narcisismo primario nos viene de serie. (Francisco Traver).
Y si esas carencias emocionales no las negocias y controlas, (nunca se superan del todo), se produce un deslizamiento hacia el narcisismo malo.
Por eso el narcisista sufre de no amarse: solo ama a su representación. (Clement Rosset).
Y por eso esas consignas moralinistas clásicas de lucha frontal contra el ego, muchas veces a lo que conducen es a ese narcisismo patológico. Hay que quererse un muchito.
“Con el tiempo acabas comprendiendo que los egos inflados son el resultado de autoestimas de mierda. Quererte un poquito, también contribuye a que no te ofenda absolutamente todo”. (Fernando Reina, un experto en el tema).
El narcisismo y sus derivados, el egocentrismo, la grandiosidad y el absolutismo, son la antítesis de la empatía, la capacidad de participar genuinamente y con afecto de la realidad ajena. (Luis Rojas Marcos).
Las personas narcisistas tienen un gran miedo al fracaso, al rechazo, y a no ser considerados lo suficientemente buenos en alguna tarea.
Y ¡ojo!, que también hay una creencia narcisista en la grandeza del grupo al que pertenecemos, un narcisismo colectivo, que compensa nuestros complejos de inferioridad frente a los demás, y es especialmente efectiva cuando se sostiene un largo plazo en el tiempo”. (Aleksandra Cichocka).
(Este es el caso de los nacionalismos, verdadera muleta o prótesis de muchos complejos e inseguridades personales).
Y la psicopatía “civilizada”, o individualismo, se expresa en la autenticidad personal, en no ser víctimas de las críticas que siempre, hagas lo que hagas, te van a venir.
Siempre va a haber gente que esperaba otra cosa de ti, no puedes gustar a todo el mundo, y eso no te puede parar. No puedes abandonar, ni frenar tu proyecto vital personal, por las críticas.
Porque lo que caracteriza a los individualistas es el de ser valientes y arrojados, y no suelen tener sensaciones de miedo o de ansiedad en situaciones que implican cierto riesgo de fracaso.
Lo que pasa es que claro, todo en su justo término. Quizás la autenticidad, como su otra cara de la moneda, la humildad, son enemigos de la ascética personal, y no venga de esforzarse, sino de dejarse ir, dejarse fluir.
Y sigue diciendo Fernando Reina: “Si tuvieras verdadero respeto por ti mismo, no te molestaría tanto que otros te lo faltaran. ¿Te imaginas qué maravillosa sería tu vida si cada vez que alguien malinterpretara lo que dices, a ti te importara una mierda?”.
“La paradoja del egocéntrico, es que toda su vida acaba girando en torno a lo que piensen los demás de él”.
Ese es el caldo de cultivo social en el que luego cada uno de nosotros, los individuos, tenemos que navegar, y construir y desarrollar nuestro proceso de maduración personal, que incluye por supuesto, aprovechar al máximo nuestras capacidades personales, de creatividad, y de tratar nada menos que de ser felices.
Y si vas avanzando en ese proceso de maduración y creatividad, es fácil que nuestra autoestima —nuestra fuerza secreta, como la llamó Rojas Marcos— se convierte entonces en soberbia, al contemplar nuestros logros, o en depresión y ansiedad, si estos logros no se producen.
Señala Ramón González Férriz, que es muy difícil calcular la cantidad de ego necesaria para hacer lo que ambicionas. En la vida no hay nada más útil que un poco de ego, pero nada más peligroso que un exceso de él.
Y esto se produce para cualquier logro, incluído la “santidad” religiosa o la perfección humana y espiritual. Porque si eso es lo único que te obsesiona y preocupa te conviertes en un maníaco.
Por eso las objetivos totalitarios, que colonizan una vida entera, son peligrosísimos, o de hibris, si se progresa, o de frustración personal, si no se obtienen los logros esperados, lo que nos lleva a una vida amargada, llena de odio, rencor y resentimiento, que caracteriza a muchos “activistas” obsesivos.
Como dice Francisco Traver, nuestra corriente narcisista, siempre presupone que somos inocentes. Y para ello necesitamos echarle la culpa a algo externo antes que a algo interno, y somos más eficaces a la hora de atribuir culpas a los demás, que a nosotros mismos.
El victimismo es muy cómodo, siempre hay un culpable, y todo se resuelve odiándole y luchando contra él.
Aquí el discernimiento del autoconocimiento es fundamental. Y en este discernimiento es clave la voz interior que nos aconseje, evitando pulsiones y sesgos emocionales (filias, fobias, resentimientos, heridas infantiles…).
Total que vivir bien, ser un buen humano, es muy complicado, y por eso no me extraña que haya tanto lío y tanta confusión con el tema: porque es terreno fácil para los vendedores de soluciones rápidas, y crecepelos morales, con sus ideologías de catecismo y programa electoral.
Amiga M.Luisa: Me dices personalmente: “No solo se ha de ser humilde, Isidoro, sino también parecerlo de hecho”. Y me imagino que lo dices porque lo sientes y percibes así. Y muy posiblemente con cierta razón.
Pero, te diré que creo que estás anclada en el concepto clásico y clerical de “humildad”, muy ligado a evitar caer en el exceso de autoestima.
Pero ese concepto, es limitado y tiene el efecto negativo de que limita y hasta muchas veces anula la creatividad y la auto realización personal. Como en todo, “la virtud está en el medio”, o como decían los griegos “de nada, demasiado”.
El nuevo concepto de Grotendieck, de la humildad, que hago mío en su totalidad, (dirás que porque llevo el agua a mi molino, ¿y tú no lo haces?), lo que pone en primer plano es el concepto de la “autenticidad”, que es una característica humana positiva, mientras que la humildad clásica es una virtud” negativa: no debes hacer esto o lo otro.
La humildad clásica es una virtud endemoniada: no puedes cultivarla mucho, sin caer en lo contrario, en presumir de humildad.
No se puede “ser” humilde, porque para ser humilde hay que ser previamente un buen humano. Por eso decía Golda Meir: “No seas tan humilde, no eres tan bueno”.
La humildad conlleva una evaluación honesta de uno mismo, lo de convertirse en un felpudo humano es puro masoquismo moralista. (Fernando Reina).
Por eso tampoco conviene mucho esforzarse por parecerlo de hecho, como dices. Te convierte en esclavo de lo que piensen los demás de ti, que si en una mente tribal, tiene un cierto sentido e interés por cohesionarse con el grupo, en este mundo en que buscamos auto realizarnos y madurar humanamente, es algo muy secundario.
Si caes bien, mucho mejor, pero si no, ¡qué le vamos a hacer!. La razón de que un perro tenga tantos amigos, es que mueve la cola y no la lengua.
Fontenelle, escritor y filósofo del XVII y XVIII, le preguntaron a qué se debía que tuviera tantos amigos, y ningún enemigo, y contestó: “Porque sigo a rajatabla estos dos axiomas: “Todo es posible, y todo el mundo tiene razón”.
A los abrazafarolas Unamuno les dedica uno de sus poemas conceptuales:
“Este es el hombre corriente,
el del sentido común,
el de conforme y según,
a quien lleva la corriente
que se arrastra en lecho llano,
hombre del término medio
sin esquinas; ¿qué remedio?,
nada más que un hombre sano”.
Cada uno elige su camino, o mejor dicho no lo elige, su camino viene ya elegido, en función de su carácter heredado biográfica y genéticamente.
Y hay gente que elige la autenticidad, ser un mismo, lo cual también si te pasas de rosca tampoco es bueno, como todo.
Gracián, como buen jesuita, después de la caña que daba, se hacía el inocente: “Disentir se considera un agravio, porque es condenar el juicio ajeno. El cuerdo huye tanto de ser contra-dicho como de contradecir: rápido en la censura, es lento para publicarla”.
Claro que también dice: “Al hombre sabio le son más útiles sus enemigos, que al necio sus amigos. A muchos, sus enemigos les fabricaron su grandeza”.
Y en este mismo sentido Goethe señala como “nuestros amigos nos enseñan lo que podemos hacer, pero nuestros enemigos, nos enseñan lo que debemos hacer”.
Y acabo con unas frases de Santa Teresa: (Vida, 13, 2): “Conviene mucho no apocar los deseos, sino creer de Dios, que si nos esforzamos poco a poco, aunque no sea luego, podemos llegar a lo que muchos santos con su favor.
Quiere su Majestad y es amigo de ánimas animosas, y no he visto a ninguna de estas, que quede baja en este camino, ni ninguna alma cobarde, con amparo de humildad, que en muchos años, ande, lo que estotras en muy pocos.
Espántame lo mucho que hace en este camino, animarse a grandes cosas. Aunque luego no tenga fuerzas el alma, da un vuelo y llega a mucho, aunque, como avecita que tiene pelo malo, cansa y queda”.
Es el duro camino de acertar.
Ante todo Isidoro gracias por tu atención. Pero solo aludiré a unas pocas cosas de las cuantas que dices, porque si lo expresado sobre la humildad en mi anterior comentario lo interpretas tal cual no vale la pena que me esfuerce mucho.
No entiendo, si en mi comentario me muestro favorable al trato que de la humildad hace el autor cómo puedes hacer una interpretación tan a la inversa?
¡Si precisamente él trata el tema de la humildad desde el punto de vista de la no dualidad en la que consiste la realidad humana y a la que también yo misma no me canso en repetir!
De ahí que, tanto para el tema de la no dualidad como el del no- teísmo la necesidad de introducir en los conceptos elementos traídos de las ciencias para evitar cualquier connotación anacrónica que contengan.
Además él habla no de autenticidad (tal palabra no aparece) sino de verdad, de verdadera humildad y en este sentido es por lo que hay que tomar a la persona por entero en su no-dualidad pues la verdad lo es siempre de la realidad y en este caso de la realidad humana en cuanto humilde.
Contrariamente la autenticidad con respecto a la humildad cae del lado de la idea que nosotros nos hagamos de ella independientemente de lo que sea en realidad, es la diferencia entre la verdad de una afirmación y la verdad real de la cual es de la que se ocupa el autor y con él mi afinidad.
Me llaman para la comida …si hubiera que aclarar algo ya seguiré cuando pueda.
Amiga M. Luisa: eres única en la logomaquia, el hablar de las palabras y las definiciones. Pero cuando tengas tiempo, cuéntame, por qué es tan importante para tí, parecer humilde de hecho. Y no te me enrolles con dualismos y noteismos, que no vienen a cuento de nada, mas que para obscurecer y embrollar el tema.
Y por favor, que lo puedan entender el lector medio de Atrio. A ver si lo consigues.
Ya te digo: concéntrate en “No solo se ha de ser humilde, sino también parecerlo de hecho”.
(Ya has visto que yo te he negado las dos partes de la oración).
¡Hombre Isidoro! ¿No encuentras que es mucho pedir decirme que no me enrolle cuando tú eres el primero de reconocer que sí lo haces? En cualquier caso para lo que me pides no es preciso mucha concentración pues puedes entenderlo con la simplicidad que proporcionan las citas evangélicas tan a mano aquí, por ejemplo la que dice (…) por los hechos los conoceréis.
Pero deja antes de que me explique decirte que tú con eso de los rollos buscas la directa en las cosas, el camino fácil, pero en cierto modo te contradices pues la profundidad de las citas que nos compartes de autores diversos dan mucho que pensar si no nos detenemos solo en la superficie. Muchas veces yo misma, en mis ratos libres, me he entretenido a buscar el por qué de eso que dicen, de eso que se lee en las frases y a menudo encuentro sus razones en mi propia línea de pensamiento, es decir, sin ir muy lejos, lo cual es muy satisfactorio para seguir avanzando.
Sin embargo, esto amigo Isidoro no se consigue convirtiendo lo complejo en simple y por tanto si bien me pides que por favor lo puedan entender el lector medio de Atrio, por mi parte también pediría que se haga el correspondiente esfuerzo.
De todas maneras me sorprende que tú teniendo más o menos claro cómo opera nuestra mente te sean extrañas algunas de sus dinámicas.
En cualquier caso, vamos allá pues. Decía ayer que el parecer de algo lo es siempre de lo real, ahora bien si tomamos la humildad solo por lo que aparenta ser es cuando mediante un juicio nuestro se le otorga autenticidad. No hay duda que en esta precipitación aparece en nuestra mente la humildad como auténtica, ahí prevalece la idea que nosotros nos hacemos de la humildad (las consecuencias las explica muy bien el autor del artículo)
En cambio, como digo, si el parecer de algo lo es siempre de lo real y a falta de precipitación tomamos distancia, entonces lo que se prioriza no es la verdad de una afirmación en forma de autenticidad, sino la verdad real en el hecho mismo de la humildad, es decir en el hecho de ejercerla, de realizarla, de hacerla presente…
A cada paradigma sus conceptos de ahí la importancia de tenerlos en cuenta en cada uno de ellos.
Ah, se me olvidaba remito lo que me dices de la logomaquia al dicho tan típico de coger el rábano por las hojas, pues yo atiendo y me fijo en las palabras no para quedarme en ellas, sino para ver hacia dónde me llevan.
Con el deseo de que mi rollo haya sido bien comprendido recibe ¡un saludo amigo!
Según se trate el contenido de este artículo, el de la humildad, favorecería mucho a esos cambios conceptuales tan necesarios que reclama este nuevo paradigma, si es que de verdad, se quiere entrar en los recovecos trazados por el no-teísmo. Comprendo que haya resistencia a desprenderse de lo que sobre la humildad en cuanto a virtud ha significado, así me lo da a entender esa insistencia de situar la humildad en la línea no de una “realidad abierta” como es la de la persona, sino en la de situarla en la línea de la “suficiencia del ser” y entonces se habla de la humildad como aquello que se alcanza por vía de maduración algo que está a cien millas de lo que en su escrito nos da a entender el autor.
No solo se ha de ser humilde, Isidoro, sino también parecerlo de hecho.
No conocía nada de A. Grothendieck, y las reflexiones de este autor sobre la humildad me parecen interesantes. Las comparto en gran medida. El tema sobre la humildad desde hace tiempo me viene interesando mucho, porque creo que la humildad es una parte esencial de la madurez psíquica de una persona. Donde hay humildad hay más capacidad de objetividad (no desfigura las verdades que sean adversas), y también de relaciones auténticas -que van más allá del interés o de la simpatía o antipatía-; donde hay humildad hay capacidad de empatía, de escusa, de perdón y de convivencia social solidaria. Donde hay humildad, el mando no cae en la tentación del poder y así concibe-convierte el mando en servicio… (Por falta de humildad la Iglesia jerárquica cayó en la tentación del poder, y eliminó o restrigió el sentido evangélico de servicio… Por falta de humildad hubo tantos enfrentamientos y disidencias…) En suma, donde hay humildad hay una persona fiable, porque no la domina el ego…, que tiende a sobreponerse y a acomodar la realidad a los deseos del ego… En suma, donde hay humildad, hay capacidad de amor auténtico. Creo que no es posible hablar y aspirar a un amor auténtico sin humildad. Digo esto, porque me parece que el hontanar del amor es-tiene que ser- la humildad. Por eso me parece que la humildad forma parte esencial de la madurez psíquica. Lo que no es nada fácil. Esto lo comprobamos todos en la vida de cada día… La humildad sana, auténtica, bien entendida y encarnada en uno, que constituya como un modo de ser personal, es un lujo…, lujo que muy pocas personas son-han sido capaces de vivir y experienciar. Por eso creo que la humildad no es una virtud sino más bien un modo de ser. Modo de ser que compagina autoconcepto objetivo -en lo posible- con autocrítica objetiva -también en lo posible- con autoestima sana y coherencia de vida solidaria, sin exclusiones… Conocerse bien y aceptar las propias limitaciones no es fácil. Puede ser muy difícil.
Quizá por eso, Teresa de Ávila dijo: Tengo en más un día de conocimiento propio (por ahí empieza la humildad) que muchos de oración muy subida.
(Y enhorabuena a J. Pelaez por ese padre tan maduro, que tuvo. Enhorabuena.)
Gracias
Voy a exponerme a que el amigo Isidoro, frente a otra de mis observaciones, de nuevo reaccione sin ver en ello que mi intención no es otra que la de ofrecer humildemente en mis disensiones alguna que otra novedad que bien pudiera pasar como desapercibida. No es para llevar la contraria, aunque reconozco que esta vez si digo que su argumentación me parece ser una clara muestra de querer con ella llevarse el agua a su molino quizás sí en esta ocasión le suene un poco injusto.
Pero me explico. He sacado esta conclusión tras leerle esta frase; “La humildad, es una faceta del ansia de “conocerse a sí mismo”, que caracteriza el proceso de maduración humano”
Parece que extrae de una frase del autor aquella parte que cuadra mejor con su exposición
Mi tesis es que la humildad es un carácter esencial de la realidad humana dado no potencialmente por maduración sino por capacidad en despliegue. Son cosas distintas. Es lo que entiendo cuando el autor dice que:
La verdadera humildad surge espontáneamente de la sed de verdad, es uno de los aspectos esenciales del alma en estado de verdad. No puede “alcanzarse” u “obtenerse”, como una “virtud” que se quisiera cultivar, o un “deber” que se quisiera cumplir, para estar a la altura de una vocación religiosa por ejemplo, o de una imagen, de un modelo que se supone que la encarna y al que nos esforzamos en parecernos(…)
Esto es lo que yo entiendo por maduración, concepto recurrente desde el punto de vista psicológico …tienes que madurar… Tienes que ser más humilde, por ejemplo.
Pero no creo que se trate de maduración, sino de capacitación, es decir, del dar de sí de la propia realidad humana. Téngase en cuenta que Alexander Grothendieck fue un científico y como tal estudioso de la realidad misma y por tanto también de la realidad humana en su faceta de humilde.
Es desde ahí que él estudia el fenómeno de la humildad y no meramente desde el punto de vista psicológico. La humildad no es una propiedad que se haya de predicar de un sujeto, no es algo que el sujeto tenga o haya de lograr sino que tal como nos lo hace ver el autor y más si consideramos esta frase tan repetida “conócete a ti mismo” Entonces resulta claro que la humildad no es algo que se tenga, sino una cualidad que se es en ella, de ahí su trato esencial.
¡Con total cordialidad!
Con estos parámetros anteriores, la verdadera humildad, está muy alejada del igualitarismo general imperante: no somos todos iguales en estos aspectos.
Objetivamente, hay personas que están más cercanas a la maduración que otras. Y subjetivamente, si hablamos de mérito personal, hay personas que en función de las circunstancias de las que han dispuesto, han realizado un logro relativo mayor que otros, que habiendo tenido mejores circunstancias, no han tenido logros en proporción a las oportunidades dispuestas.
De eso tratan las parábolas jesuánicas, de los talentos. Hay que aceptar la desigualdad original en el reparto de circunstancias. Y de ahí la frase del Evangelio de Tomás: “Se elegirán uno entre mil, y dos, entre dos mil”. Pero hay que pensar en el humano, o como individuo, sino como representante de la humanidad global.
Todos nos beneficiamos de sus logros y méritos. Si mi ojo ve muy bien, todo mi cuerpo lo aprovechará y disfrutará. Esa es otra razón del absurdo de la salvación” individual. O nos salvamos todos o nos condenamos todos: incluídos Hitler y Stalin, (lo siento Alberto: te fastidias).
La humildad nunca puede ser moralista, sino cognitiva. Uno no es humilde porque se proponga ser así: esa es la humildad ficticia, forzada, voluntarista y por ello muchas veces falsa.
La humildad se consigue vía conocimientos, conociéndose bien, y juzgando no solo los logros conseguidos, sino las oportunidades biográficas y psicológicas de cada uno.
Uno no quiere ser humilde, uno es humilde, de natural, porque los conocimientos de la realidad, así te lo muestran. Estamos de nuevo en el equívoco de colocar el carro delante de los bueyes.
Señala Héctor García Barnés, que las emociones de “la vergüenza, el bochorno y la culpa, son los tres sentimientos que más nos ayudan a tener conciencia de nosotros mismos, ya que por lo general nos devuelven una imagen negativa de nosotros mismos, (tan difícil de aceptar cognitivamente por nosotros).
En primer lugar, nos hacen sentir desgraciados o ridículos. Somos conscientes de que hemos hecho algo mal: salvo en el caso de la vergüenza ajena.
La vergüenza es una sensación dolorosa que nos advierte que debemos tener más cuidado la próxima vez, o nos volverá a causar una aflicción semejante. Nos obliga a examinar qué hemos hecho para sentirnos así y no volver a repetirlo.
Es una herramienta tanto de autoconocimiento como de engrasamiento social, ya que nos alerta sobre nuestros errores hacia los demás.
Como ha mostrado el profesor Dacher Kletner de la Universidad de California en sus investigaciones, las personas que muestran su vergüenza o bochorno en público, suelen ganarse el cariño de los demás, aunque lo hagan de forma inconsciente: sonrojarse es otra forma de decir “lo he hecho mal, lo siento”.
Concretando, que una fuente imprescindible de conocimiento de sí mismo, que es el origen a su vez de la auténtica humildad, es la práctica de la autocrítica.
Si no hay un mínimo de autocrítica, el círculo infernal del narcisismo exagerado, y de la visión delirante hiperlaudatoria de nosotros, se pone en marcha indefectiblemente.
Autocrítica, que como toda virtud, hay que realizar en su justa medida y sin pasarse. ¡Qué difícil es todo, y encontrar el punto justo!.
Tb estoy de acuerdo salvo lo de Hitler y Stalin que se me atraganta…. aunque yo en los novísimos tengo un carajal en la cabeza…Que te conteste Alberto…Ja,ja,ja
La humildad, es una faceta del ansia de “conocerse a sí mismo”, que caracteriza el proceso de maduración humano. “La verdadera humildad surge espontáneamente de la sed de verdad. Es tomar conocimiento de lo que realmente es, tal como es”.
El que se conoce a sí mismo, no tiene peligro de no ser modesto. Sabe que por mucho que haya conseguido, le queda mucho más por conseguir.
Y es consciente de que las circunstancias favorables, han sido la auténtica causa de sus logros, aunque le hayan costado grandes esfuerzos.
Esfuerzos, que no se hubieran dado, si no hubiéramos tenido una predisposición hacia ellos.
Por eso la humildad, está muy relacionada con una nueva comprensión del “mérito”, y de (la mega publicitada en la Modernidad, laica y religiosa), “fuerza de voluntad”, (conceptos anticuados y en vías de extinción).
Por eso curiosamente, la humildad no proviene de nuestro instinto arquetípico de “Bondad”, sino del de “Verdad”. Y por ello la humildad y la autenticidad, son dos caras de una misma moneda.
Ser humilde es conocerse auténticamente, intentar que la careta, (persona), que nos imaginamos que somos, sea lo más parecida a la realidad: conocerse y aceptarse a sí mismo.
Y por ello la humildad está muy relacionada con el tema de la autocrítica y con el de nuestra autoestima, y con el del narcisismo natural o excesivo que podamos tener.
La autoestima es como nuestra columna vertebral: debe ser lo suficiente fuerte para sostenernos, pero no demasiado, para que nos pese mucho, y nos dificulte el proceso de maduración.
Este análisis tan sutil y lúcido de Grothendieck, me hace reflexionar, en que los tres grandes valores universales, que marcan esta naturaleza humana madura, la Verdad, la Bondad y la Belleza-Alegría de vivir, en realidad, no son más que tres facetas o perspectivas distintas, de una sola directriz que el Universo, (o “Dios”, para el que lo prefiera), nos ha dotado a los humanos, y está grabada a fuego en nuestra naturaleza.
En el siglo XIX, decía Bismarck que “la tarea del estadista consiste en escuchar los pasos de Dios marchando a través de la historia, y en intentar no perder el contacto con sus faldones mientras avanza”.
En el fondo todos dentro de nuestra mente subconsciente, en los arquetipos sapienciales que iluminan nuestra naturaleza, tenemos una especie de “faldones”, a los que nos podemos agarrar, para marcarnos el camino que el Universo, nos ha marcado seguir.
Somos como niños pequeñitos agarrados a las faldas de su madre, que mientras las sujetan, marchan felices, pero cual se sueltan y no la encuentran, lloramos y nos desconcertamos y alienamos.
Los faldones de “nuestra madre naturaleza”, nos llevan, (nos impulsan), hacia el conocimiento de la realidad: la Verdad.
Y ese conocimiento de la realidad, nos hace primero buenos humanos, y como consecuencia humanos buenos. Y esa sensación de estar en la Verdad y de ser buenos humanos, nos hace descubrir y disfrutar de la Belleza del Universo, nos genera una creatividad artística y cognitiva, lo que a su vez nos causa una gran Alegría de vivir.
Todo está relacionado, solo hay que ir agarrados a los faldones del Cosmos, que nos dirige.
La humildad, como explica Grothendieck, es el inicio de todo, y la actitud general en el proceso de maduración:
Cuanto más sabemos, más sabemos que no sabemos infinidad de cosas, y por otra parte, comprendemos que el que consigue acercarse a la meta de la maduración, lo hace porque ha tenido la fortuna de contar con unas circunstancias favorables, de las que la inmensa mayoría de personas, no ha dispuesto.
Eso es la verdadera humildad, y no una autodestrucción de nuestra autoestima, que necesitamos para sostenernos y poder seguir el proceso de maduración.
Estoy bastante de acuerdo
Aplicado al tema que nos ocupa la pedofilia en la iglesia quién sabe si la humildad de la iglesia (por ejemplo el reconocimiento de esta aberración sistémica y el pedir perdón y el acompañar a las víctimas) le evitará tener que ser generosa en las indemnizaciones….Difícil porque algunas víctimas parecen justamente rebotadas con la iglesia…A lo mejor tiene razón el Eclesiástico….libro que , según leo,los protestantes no lo tienen por canónico…. Claro que eso es en Francia porque aquí en España no sabemos la verdad como dice Gordo….Bonita frase:”Hijo mío procede con humildad y te querrán más que el hombre generoso”.
En la primera un cierto masoquismo…
Estoy de acuerdo que hay una cierta de masoquismo cristiano que puede hacer destruir la autoestima….en este terreno de la humildad.Tú lees algunos textos de santos y como se fustigan y uno no sabe como no.caían en depresión…si es que entonces la depresión estaba catalogada(siempre se habló de melancolía antes de hablarse de depresión).Como yo tuve un buen maestro en la humildad que fue mi padre(no porque fuera un hombre más o menos importante en mundo jurídico,sino porque para mí fue importante en tantas cosas) tomo una cita de un homenaje que le hicieron en Galicia y en que un cariñoso preámbulo de un compañero suyo dice que nunca conoció un hombre tan sinceramente humilde…No es amor filial sino que yo fui testigo y modesto aprendiz de su humildad….Dice el Eclesiástico:”Hijo mío procede con humildad y te querrán más que al hombre generoso”. La verdadera humildad no es un valor muy apreciado en nuestra sociedad en determinados círculos….Mejor apartarse de esos círculos….Yo no me pongo por encima de nadie….Pero la verdadera humildad no es un buen negocio…Es una impresión….O sea que lo del Eclesiástico no sé si tomármelo como una realidad terrenal(te querrán aquí y ahora) o te recordarán….La humildad debe ser algo natural …. Satisfacción por algunas cosas que hacemos bien tb la hay que duda cabe y tb el convencimiento de que no las podemos hacer de otra forma…. Aquí en general yo creo que “pecamos por omisión”(por hablar de pecado) aunque reconocerlo tb es una forma de humildad….En cuanto a ponerse por encima de los demás por lo que uno es o hace,es básicamente una ordinariez en la que incurrimos muchas veces claro….No sólo en nuestro comportamiento individual sino cuando nos creemos cosas absurdas como la teoría de la sociedad meritocrática y otras zarandajas…Yo que he tenido muchas oportunidades en mi vida a veces soy consciente de los muchos talentos que desaproveché….( a mis 58 años a veces por pura pereza…)….Ya desde muy joven conocí que no todos partimos desde el mismo punto de partida (eso lo pongo en mi haber,no en el debe….).