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Por qué me importa si Dios existe, 2

Por qué me importa, como deísta, la existencia de Dios

         Ahora me corresponde argumentar por qué he convertido el hecho de haber nacido católico en un “deísmo racionalmente consistente”.

         Lo he convertido porque entiendo que lo que digo cuando digo “Dios” es la unidad de regularidad y sorpresa o permanente novedad que se transparenta y es perceptible a partir de las pruebas o evidencias científicas que se vienen alcanzando en la astrofísica contemporánea estos últimos tiempos[1]. Y con la astrofísica, también en la protobiología o biología moderna, así como en la antropología ocupada en fijar las diferencias existentes entre el ser humano por comparación con el animal. Pero no me es posible hablar de estos dos últimos saberes científico-positivos sin pasarme de las páginas asignadas.

         Por tanto, me limito a reseñar dos constataciones, referidas a la astrofísica, en las que es perceptible esta conjunción de permanente sorpresa o novedad y, a la vez, de regularidad o legiformidad; por cierto, unión o conjunción a la que los deístas también nos referimos cuando decimos “misterio” o “Dios” o, si se prefiere, el “misterio de Dios”; por más que el concepto de misterio, en cuanto tal, no gustara nada a Baruch Spinoza (1632-1677), el padre del deísmo moderno. Supongo que porque, en aquel tiempo, era el refugio de la irracionalidad, de la vagancia intelectual y de muchos fundamentalismos, no el concepto que permitía reconocer la existencia, racionalmente consistente, de una sorprendente conjunción de novedad y regularidad.

         Son muchas las pruebas astrofísicas que se hacen cargo, en primer lugar, de la existencia de una permanente novedad y sorpresa, perceptible en un cosmos que se encuentra, desde el Big Bang, en constante e imparable expansión.

         Pero tampoco faltan, en segundo lugar, las que comprueban la existencia de regularidad o legiformidad. Por ejemplo, los espectroscopios permiten detectar fotones emitidos por átomos de hierro provenientes de una galaxia lejana. A éstos, los podemos llamar fotones “viejos”. Son perceptibles en nuestros días porque llevan viajando, por decirlo de alguna manera, desde hace 15.000 millones de años, es decir, desde el momento en que se produjo el Big Bang. Pero, por otro lado, en un laboratorio podemos comprobar las propiedades de los fotones que emite un arco eléctrico con electrodos de hierro. A estos los podemos llamar “jóvenes”. Pues bien, comparando las propiedades de los fotones “viejos” y las de los “jóvenes” se constata que su fuerza electromagnética no ha cambiado en el tiempo que media entre la aparición de ambas clases de partículas. Además, analizando sus núcleos, se comprueba igualmente que “la fuerza de gravedad y la fuerza débil no han sufrido modificación alguna desde el período en que el universo estaba a diez mil millones de grados, es decir, hace quince mil millones de años”.

         Cuando, como deísta que soy, digo “Dios” me refiero a la existencia de lo que se transparenta en esta conjunción de permanente sorpresa y regularidad; una unidad, cuya existencia constato en las pruebas o evidencias de la astrofísica y, a la vez, cuya racionalidad se me escapa (porque no soy capaz de verterla en discurso lógico-matemático con comprobación empírica). Pero está ahí, existiendo como “Algo” o como “Alguien”.

         Pero no solo eso. Cuando digo “Dios” también me refiero a lo que, según diferentes hipótesis, explicaría la existencia misma del cosmos a partir del Big Bang (y, por tanto, su no eternidad o su no autocontención o su no infinitud). En concreto, a lo que explica la existencia, según diferentes hipótesis, de “un caldo de materia informe” a una temperatura de miles de millones de grados que, una vez explotado (o, mejor, explosionado), comenzó a expandirse en todas las direcciones, alejándose sus puntos, unos de otros, de manera uniforme. O, de una “crema espesa de partículas elementales” o, quizá, de una “espuma caótica de espacio-tiempo” con “una densidad energéticamente alta” u otras caracterizaciones. Eso que está en el origen de estas hipótesis es lo que, con un lenguaje, más racional y filosófico, se explica como la existencia de una Causa incausada y eficiente, esto es, lo que, como deísta, digo cuando digo Dios.

         Con la astrofísica pasa algo parecido a lo que sucede entre el artista y su obra: que en esta última se transparenta la existencia de su autor, sin llegar a confundirse con ella, y, por tanto, sabiendo algo del creador, aunque no todo. Nosotros conocemos la existencia de A. Gaudí gracias a la Sagrada familia o de la de W. Shakespeare en Hamlet porque entre el autor y la obra existe una unidad que, en el caso, de la astrofísica, se transparenta y constata como conjunción de novedad, sorpresa, salto cualitativo y, a la vez, de regularidad, universalidad o legiformidad.

         A esto me refiero cuando digo “Dios existe”: ese “Algo” o “Alguien” que, transparentándose en la realidad cósmica, biológica, antropológica e histórica, es perceptible como Unidad, Inteligencia, Poder, Orden o Amor sin confundirse ni reducirse a materia o aleatoriedad. Y se hace perceptible como existente por sí mismo, independientemente de su obra. Esto es lo que digo cuando digo “Dios”. Conocemos su existencia, pero nunca podríamos demostrarla como si fuera un objeto más, como si fuera una fruta, una barra de pan, un animal, una isla, un continente o un fotón. La obra no es el autor.

         Y a esto también me refiero cuando hablo -como he indicado- de la existencia de Dios como un misterio: constatación, desmarcándome de B. Spinoza, de la existencia de tales conjunciones y articulaciones, tan sorprendentes como provocadoras; no como el refugio de los intelectuales vagos y ociosos.

         A mí, esto no me deja indiferente: puedo percibir, de manera racionalmente consistente, la existencia de lo que digo cuando digo “Dios” como sorprendente Unidad en sus transparencias, señales, murmullos o anticipaciones, en este caso, astrofísicas. Y disfrutar de ellas.

         Pero, como he adelantado, otro tanto se puede decir de la protobiología cuando constata la existencia de “saltos cualitativos” de la materia a la vida y de la vida elemental a la vegetal y animal y de ésta a la humana, en términos de vida teleológica, autoconsciente y reproductiva. Y lo mismo de una antropología atenta, entre otros datos, a la singularidad “ex -céntrica” del ser humano por relación a la condición instintual de los animales.

NOTA:

[1] Cf. J. MARTINEZ GORDO, “Ateos y creyentes, Qué decimos cuando decimos “Dios”, Madrid, PPC, 2019

15 comentarios

  • Román Díaz Ayala

    Jesús Martínez Gordo no ha llegado a ser “deísta” por medio de las ciencias. Aborda el mencionar algunas de esas ciencias que más ponen en juego el análisis de una causa “incausada”, porque le importa, como deísta, la existencia de Dios. Hace de su deísmo algo racionalmente consistente y él lo señala como la existencia de una permanente novedad y sorpresa. Me hace recordar al Padre Manuel María Carrera, doctor en astrofísica, recientemente fallecido. Sus análisis son coincidentes.

    Interpreto, entonces, que el teólogo cristiano no se siente incómodo ante la presencia del misterio, como no debería tampoco sentirse incómodo un científico, pues en ningún momento se están invadiendo sus competencias.

    Pero entiendo que hay realidades que a veces resultan incómodas. Sin ir más lejos en Cuba ya en el año 1961 con la proclamación del socialismo marxista leninista, ésto implicó  el establecimiento del ateísmo “científico” y del Estado Confesional Ateo. Las coyunturas políticas de la década de 1980 obligaron al IV Congreso del Partido Comunista Cubano en 1991 a modificar su Constitución en el sentido de admitir el hecho religioso y permitir el ejercicio de la religión sin algunas de las coacciones y restricciones a que estaban sometidas las iglesias.

    Con lo anterior lo que quiero resaltar es que el ateísmo, como ideología, es anterior a la ciencia y con esa deriva estaremos siempre contaminando nuestras reflexiones. Una manifestación de religiosidad no es un ejercicio de poder, ni de primacía alguna.

  • M.Luisa

     

     

    Quisiera para evitar gratuitas interpretaciones poner de manifiesto que el esfuerzo para mí es algo muy positivo pues sin él es banal pretender o conseguir algo a menos que nos conformemos  permanecer en un estado en que la  simplicidad  nos dé razón de todo pues no todo es sencillo y simple y menos aún     que sea la mera curiosidad la que lo colme.

    De ahí que agradezca a estos autores  la posibilidad que nos dan  de adentrarnos a todas estas cuestiones  tan costosas a nivel individual  y que al compartirlas se aligeran abriéndonos a una mejor comprensión a ese actual   paradigma  de permanente novedad.

    Mi preferencia como dije ayer hubiera sido que el enfoque se  llevara  a cabo mediante una antropología a partir de estos mismos hallazgos  científicos, pero mi intención estaba lejos  de querer pasar por alto la perspectiva desde la cual parte el autor… Así pues  mi agradecimiento y ¡Bienvenido sea todo  esfuerzo!

    • Carmen

      Te aseguro que nada más lejos de mi intención que molestarte. No ha sido de manera gratuita. Ha sido con toda mi alma. Será porque hay muchas cosas que no entiendo y me toca luego tratar de entender por mi cuenta. Lo que sucede es que el calor me quita mucha vitalidad. Creí que te sucedía algo parecido. Si no es así. Sorry.

  • Santiago

    Como dice arriba Jesús Martínez Gordo “la obra no es el autor…Lo que percibimos con los sentidos corporales son las huellas del Creador ya que la Causa  i n c r e a d a  precede a TODAS las demás que la tienen en la “primera”

    Por eso Dios es unidad de “sorpresa, regularidad y permanente novedad” que “se transparenta” con fuerza en los fenómenos que concierne a la astrofísica como que la masa y temperatura eran virtualmente infinitas al instante inicial de la Creación. Para la explosión del Big-Bang se requirió una fuerza prácticamente infinita que no podía ser medida con instrumentos puesto que escapaba las dimensiones “humanas”trascendiendo toda regla y cálculo limitado. Tampoco estaba presente la Ley de la Conservación de la Materia pues todavía no existía “materia”.

    Es por eso que Dios se hace presente como huella en la realidad “cósmica, biológica, antropológica e histórica” de la Creación sin confundirse con ella. Corresponde a Dios los atributos de Ser Unidad que posee la existencia “en Sí mismo” ya que no la recibió de “otro”. Y es infinito puesto que no puede recibir más perfecciones y no puede depender de nada, ni de nadie. Por tanto, en grado infinito están todos sus atributos incluyendo la inteligencia y el amor.

    Misterio asequible e inmanente a la Creación pero imposible de abarcar con nuestro intelecto. El Cosmos en Su reflejo transparente.

    Saludos cordiales

    Santiago Hernández

    • Carmen

      Desde luego no es mi intención tratar de entender todos los secretos que guarda el universo. Y me gustaría un montonazo. Pero, imposible. Aunque estoy segura de que dentro de los miles de años que haga falta, suponiendo que nuestra especie siga existiendo, llegará alguien que dirá: que no, que no…todo es mucho más sencillo. El camino que hemos elegido para encontrar explicaciones es de una complejidad que no tiene sentido.
      Y nos dejará muertos. Bueno, muertos ya estaremos.
      El problema que veo está en el lenguaje de la ciencia. Muy muy complejo. Por supuesto que acierta a veces y por supuesto se han encontrado respuestas y resultados, pero tiene que haber un camino más corto, este es demasiado largo y tortuoso , como dice la canción de los Beatles.

      Y al final de todo, para ustedes estará Dios creador organizándolo todo y para personas como yo sencillamente nos maravillaremos y pensaremos. Cómo es posible? Qué eres?

      Y así son y serán las cosas por los tiempos de los tiempos. Porque Ello tiene eso, que no hay quien sepa de qué va. Al menos para muchas personas. Otras os creéis que sí, pero no.
      Cuídese mucho.

  • Carmen

    Nada, es inútil. Con este calor no puedo pensar. No ya por el calor que procuro combatirlo cómo puedo, es esa pereza que me envuelve en verano.

    He intentado entender de qué va exactamente el panteísmo, el panenteismo, el deísmo, la inmanencia, la trascendencia… Imposible. Todo me suena a lo de siempre pero dicho de una manera muy complicada. Y es que esto de la filosofía y de la teología nunca ha sido lo mío.

    Es que cada persona tiene un tipo de cabeza, María Luisa dice que tiene que hacer un esfuerzo para seguir el principio del artículo, y a mí me resulta imposible seguir los argumentos filosóficos. A la tercera línea me he perdido.

    De todas maneras se ha despertado mi curiosidad y allá para octubre intentaré despacito aclararme con estas cosas.

    Ruego me perdonen todos y todas porque me meto a opinar en todo. Eso sí que no se me va ni con el calor. En mi tierra se llama no atrancar. Lo único que quiero expresar es lo que pienso y lo que creo que piensa mucha gente de a pie, porque escucho, eso sí me gusta. Es muy interesante. Te das cuenta de que en el fondo del fondo todos tenemos problemas muy parecidos y nos planteamos las mismas cosas. Te metes como dentro de las personas que hablan. Este tema de Dios sale en momentos muy puntuales, ya se pueden imaginar, cuando hay una muerte de alguien cercano a alguien, en ese momento suele salir y se oyen todo tipo de opiniones. Que en realidad todo da vueltas alrededor de la misma idea: ojalá pudiera creer que es cierto, pero… imposible.

    Me encantaría que llegase a las personas normales como grupo al que pertenezco, la idea de que sí es posible creer en algo, porque no se opone al razonamiento lógico de a pie. No es necesario hablar de física cuántica, entre otras cosas porque habría que saber muchas cosas y no sé yo si viene al caso. Algo sencillo, no sé, ustedes saben.

    Por fa. Inténtelo.

     

     

  • M.Luisa

    He de hacer un gran esfuerzo para traducir esa conversión de la que el autor nos habla en el  “deísmo” a través de la  astrofísica contemporánea, en lo que para mí sería más fácil hacerla precisamente desde esa antropología que menciona, pero que no puede entrar, dice,  por el problema del espacio, pero creo  que sería desde ahí  y    partiendo  de esas pruebas o evidencias científicas como quedaría  contrastada la diferencia existente entre la sensibilidad animal y la humana algo que no se ha hecho jamás desde los inicios de la filosofía y pienso que es ahí donde radica el quid de la cuestión si se quiere abordar el tema desde su vertiente más comprensible, ya que el deísmo o la deidad sin hacer referencia a ninguna divinidad siendo  esto  muy positivo  y como el ser humano tiene que hacer ineludiblemente su vida con las cosas de su entorno  son ellas las que si no se objetivan emanan poder… es lo propio del panenteísmo…

  • Carmen

    Es que te lían, te lían, te lían …

    A ver si logro explicar lo que pienso.

    Leo este artículo y parece razonable. Pero claro, es que nuestra teølogia aceptada por la iglesia dice que todo un dios, ese Dios de las estrellas, del principio de incertidumbre, de la teoría cuántica va y se hace hombre. O sea. Hombre. Porque no nos vamos a quedar en que existe Dios. En absoluto. Vamos a acabar diciendo que todo, desde el principio está programado , entre otras cosas, para que aparezca el ser humano y el mismo Dios se hace como nosotros. Y vamos y lo matamos. Seres horribles, eso es lo que somos.

    Además ese Dios es trino. Es decir, tres, pero uno.

    Sabemos qué le gusta y qué lo le gusta.

     

    Vamos a ver. No me vuelvan loca. Aparece un libro muy importante, el de los seis Teølogos y es que todavía no he leído un apoyo incondicional, salvo el de los autores. Ese libro viene a decir que el Dios del cristianismo ha envejecido con el tiempo. Tal y como lo hace la ciencia. Envejece. Actuèmoslo , dicen. Es más, dejemos libertad para que cada uno crea en lo que le diga ese trocito de Dios que todos llevamos dentro. Pero no perdamos como Referente al gran maestro de Nazaret. Me gusta esa expresión.

    Y ahora leo este artículo.

    Y pienso. Qué quier decir con que al autor le importa saber si existe o no Dios? Nos importa a todos, a todas . El problema es en qué Dios. No lo pude demos saber, porque si lo supiéramos no sería Dios, pero sí se puede intuir. Entonces, mi intuición tiene que ser la suya? Y si lo fuera, tengo que llegar a las conclusiones a las que llega la teología católica vigente? Pues va a ser que no. Y precisamente por el razonamiento que hace el autor.

    Es el problema de siempre. No escuchan los gritos del silencio. Nos vamos de las iglesias, no podemos creer en lo que nos dicen. Entonces la solución es decir: sois unos sindios. Ateos. Os voy a demostrar que Dios sí existe.

    Vale.

    Pero qué Dios?  El de la teología vigente? O quizás el que plantean los seis Teølogos y Teólogas en ese libro tan importante?

    Quítense de la cabeza que no nos importa la trascendencia. Te ayuda a sobrevivir. Cuando unos padres pierden a un hijo, una hermana a otra, cuando muere un amigo…nos da igual que haya o no algo después? No nos da igual. Por favor, cómo pueden pensar eso? Lo que muchísimas personas no tienen es a dónde agarrarse para hacer un mínimo razonamiento consolador. Porque lo que nos dicen no nos sirve. Mucha gente no puede creer que un dios bueno está esperando a su hijo con los brazos abiertos abiertos, un dios padre y poderoso cuando piensas, por qué eres tan cruel que te lo llevas? Te lo he pedido de todas las maneras que sé. Por qué lo has hecho?

    Muchos ven que los caminos de Dios no hay quien los entienda, pero el lo hace por nuestro bien. Ya está en el cielo.

    Otros, con el alma rota nos alejamos de ESE Dios. Importamos? Diría que no.

    En fin.

    Cosas del calor.

    Ya me callo.

     

  • Carmen

    Pues tiene usted mucha suerte. A mí cuando a lo largo de una conversación me preguntan, pero vamos a ver, eres totalmente crítica con La Iglesia, tú crees en Dios o no crees?

    Es que me quedo sin respuesta. No lo sé. Ni idea de lo que es . Intuyo que algo existe, pero no te sé decir qué es ni como es.

    Me alegro mucho por usted.

    También le digo una cosa. Olvídese de eso que llaman ciencia para demostrar que existe Dios. Como mucho podrá llegar a un acuerdo con ella, que eso que llaman Dios sea compatible con el momento actual de la ciencia. Pero jamás se podrá demostrar su existencia. Eso es cosa de Fe. No sé exactamente Fe en qué, pero va por ese lado. No por el científico.

    Al menos eso pienso.

    Buen día.

    • Pero es que la ciencia, Carmen, no puede ofrecer otra cosa respecto a a cualquier asunto que trate de estudiar.
      cada paso que da la ciencia hacia el conocimiento real de las cosas, lo que descubre es que:
      a) Lo que “sabíamos hasta ese momento no es cierto”
      b) El horizonte para encontrar el conocimiento está aún más lejos que antes.
      Le pongo un ejemplo:
      – Con Newton, creíamos que sabíamos porqué las cosas son como son en el universo
      – Llegó D. Alberto Einstein y descubrió que eso del tiempo y el espacio es relativo y que a grandes distancias y velocidades las cosas ya son de otra manera
      – Llegó su amigo Plank y en especial Neils Böhr y descubrimos que no solo Einstaien estaba equivocado sino que además, Dios sí juega a los dados y cuando reducimos distancias y tamaños, las cosas pasan a ser completamente distintas y no se pueden explicar con las ecuaciones de Einstein (ni con la intuición humana)
      – pero luego llegó su amigo Heisemberg y nos dice , Eeeeh que lo que pasa es que no podemos saber realmente lo que ocurre en el mundo.
      cada vez que medimos determinamos las cosas.
      Y así año a año, lustro a lustro hasta llegar hoy en día a teorías que para explicar “El todo” recurren a 10 dimensiones en un espacio de Kaluza-Klein de las cuales 6 no pueden ser observables…
      Es decir que ¡¡No se puede observar!! es decir, la ciencia no puede conocerlo.
      Lo que es lo mismo acabamos recurriendo a la fe. Fe en las matemáticas y en el conocimiento de sesud@s teólog@s (matemátic@s) que son capaces de calcular algo que por desgracia no saben describir.
      Es decir que la ciencia, para ser ciencia tiene que ser “falsable” es decir, tiene que existir un método que permita observarla para poder demostrar si es correcta o no y nunca sabremos si estamos ante el conocimeinto definitivo, o de hecho sabemos que nunca llegaremos a él.
      La ciencia por lo tanto, lo único que podemos decir de cualquier cosa es: “En este momento, eso es compatible con el conocimiento científico actual”
      por lo tanto, si sometiéramos a Dios a ese mismo análisis sería mucho más fácil convivir con el dilema de su existencia o no.

      • Carmen

        Totalmente de acuerdo con lo que dice de la ciencia. Así es, gracias a Dios porque eso permite avanzar.

        Digo que en cuanto a Dios la teología lo único que puede hacer si es que lo quiere hacer, es procurar no entrar en conflicto con ella, pero jamás podrá demostrar su existencia. Precisamente por lo que usted ha dicho. Está en continua revisión. Cosa que no está la teología, al menos lo poco que sé del tema. Es que a todos nos importa creer en Dios, pero esta teølogia absurda que tenemos,nos aleja de Ello. Y no voy a nombrar a la Iglesia.

        Pienso que lo único que podemos hacer es intentar no volvernos locos con en tema de Dios. Porque llegará alguien o ålguienes que cambien el concepto del universo, y también de las partículas subatómicas. Habrá teorías nuevas en cien años, o al menos grandes modificaciones de las actuales.

        Dios es otra historia. No se puede atrapar con una ecuación, porque entre otras cosas, las matemáticas, la física y tal , también son constructos humanos. Y a Dios jamás se le atrapará porque el día que se le atrape, dejará de ser Dios, como el mago de Oz.

        Al menos al mío jamás se le va a atrapar. Ahora, no me digan por qué creo que existe algo que llamo Dios, o Ello, o It, no tengo respuesta. Deseo, intuición, percepción…desde luego nada científico.

        Lo que sí sé es lo que no puede ser Dios, y es todo aquello que me rompe la cabeza por estar en contra de las leyes de la naturaleza. Es imposible que las incumpla. Al menos el mío. Por supuesto que sí viviese dentro de quinientos años, la idea de lo que pudiese tener o no tener acerca de Dios, cambiaría. Le estoy diciendo lo que pienso hoy. Por eso mi dios no es el de Jesús. Porque mi idea de padre y la suya no coinciden.

        No lo sé explicar mejor.

        Lo único que digo es que, y me hace gracia a mí misma lo que voy a decir, si piensas que puede existir eso que llamamos Dios, es cuestión de fe. Fe en qué? Pues eso, fe en que existe algo que no sé decir que es, pero está. A veces sé que está.

        No creo que me haya entendido ni una sola palabra. No se preocupe, tampoco me entiendo a mí misma. Y con este calor, o sea,mi ramillete de neuronas está algo mustio.

        Gracias por su atención.
        Cuídese mucho.

        • En mi modesta opinión (yo tampoco soy teólogo o filósofo sino un humilde ingeniero) este debate lo aclaró hace muchos años (siglos) Erasmo de Roterdam al postular que había demasiada teología.
          Que había que sentar bases muy pequeñas y muy básicas y dejar después a cada quién, que interactúe con Dios y descubra a Dios como pueda o sepa.
          Es esa la manera en que, si bien corremos el riesgo de hacer un Dios a nuestra medida, cada uno, seamos totalmente coherentes con el Dios que sale a nuestro encuentro.
          Ciertamente muchos de nosotros somos católicos o protestantes o lo que sea que seamos por tradición, historia o circunstancia de haber nacido donde uno ha nacido, pero si despojamos a la religión de los ropajes de la teología, eso dará igual, porque el ser católico o cualquier otra cosa no es más que el idioma, que siendo importante, no es lo importante de verdad cuando se emplea, lo importante es el mensaje.

  • ana rodrigo

    Qué difícil es es creer en Dios! Con lo bien que “entiende” la gente sencilla, sin conocimientos ni de física ni de astrofísica u otras ciencias, la simplicidad y, en ocasiones, las simplezas de una homilía dominical. Algo pasa entre una explicación científica y una aseveración rotunda y sin lugar para la duda en una catequesis popular. Qué difícil nos lo pone Dios.

    • Más bien, pienso, qué difícil lo ponen ciertos seres humanos. todo un proceso de individuación o madurez con sus diferentes niveles de consciencia como vivió el Maestro de Nazaret: el día a día y una actitud abierta a los demás, sabiendo que su hondón no era su ego sino su auténtica identidad. Eso sí para la gente que busca y desea una salud integral. Qué difícil lo ponemos los seres humanos.