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Tiempo de muletas y tiempo de caminar (E. Carpenter y M. Légaut)

 Hace dos años comuniqué en ATRIO el descubrimiento que había hecho de este genial matemático francés que, a partir de los 49 años, se dedicó a buscar el sentido de su vida hasta descubrir que Dios estaba más cerca de su vida que lo que pensaba. Publicamos algún texto suyo como este Dios habla en voz muy baja. Tras acercarse al budismo, él descubrió como maestro espiritual (solo por la lectura de sus libros) a Marcel Légaut. Y en su concepción evolutiva de la humanidad, él lo puso entre los tres mutantes que más habían contribuido al progreso de la conciencia humana, junto a Freud y Darwin. Y se pregunta en este artículo: ¿cómo pudo conseguir ese nivel de libertad espiritual creadora sin salirse de la Iglesia católica y sin dejar de tener como maestro a un judío del siglo primero? En este artículo se responde a sí mismo, comparando a Légaut con otros mutantes de la espiritualidad que le precedieron. El texto es largo, pero he preferido resaltar párrafos que suprimir algunos. AD.

(13 y 17 de noviembre 1987) El hecho de que los hombres que vamos a considerar, y probablemente otros más de los que no tengo noticia, hayan alcanzado esa “rara autonomía interior, junto con una auténtica experiencia religiosa”, no disminuye en nada el alcance del avance logrado por Marcel Légaut – el alcance no sólo para él personalmente, sino para la vida religiosa en general. Lo que diferencia sobre todo la experiencia y la misión de Légaut de las de sus grandes predecesores, es que la experiencia (que califico de “religiosa”) de Whitman, Bucke y Carpenter se sitúa fuera de todo marco de una religión establecida y de las prácticas religiosas que ésta establece – y por eso mismo se sustrae de entrada a la presión de esa losa plúmbea que pesa sobre los “fieles”, el peso de siglos y milenios de una tradición inmutable, aceptada por todos como una autoridad intangible, absoluta.

Es cierto que Carpenter fue sacerdote entre los 25 y 30 años. Su padre también fue sacerdote, pero era un hombre abierto y de ideas liberales, que le “enseñó a pensar por sí mismo”. Edward decidió ordenarse con la idea (muy cercana a la de Légaut dos o tres generaciones después de él) de que había que “cambiar la Iglesia desde dentro”. Pero una vez a pie de obra, no tardó en percatarse de que “haría falta un buen montón de tiempo”, seguramente más de lo que le sería dado vivir. Así “una ruptura total” con el medio y la Institución religiosa le pareció finalmente una “necesidad absoluta” Así, en circunstancias muy similares, la fidelidad de ese hombre a lo que era en profundidad, a una misión que sólo se le revelaría a lo largo de su vida, le llevó a dejar el regazo protector de la Iglesia (sin duda la primera gran ruptura en su vida, a la edad de treinta años), allí donde un Marcel Légaut comprendió que debía permanecer en la Iglesia: “llevar la Iglesia”, como él dice – aunque sea como una pesada Cruz. Mientras que la meditación central en la existencia de Carpenter trataría sobre las cuestiones sociales y las cuestiones fundamentales que plantea al hombre de nuestro tiempo la sociedad que lo incluye y lo modela, la de Légaut iba a llevarle hacia los fundamentos de su Iglesia y de su religión.

La elección de Légaut de “permanecer fiel a la Iglesia” claramente no tiene la naturaleza de una simple “elección táctica”, ni siquiera (como él mismo ha podido dar la impresión alguna vez) la de un “imperativo moral”, que tendría validez universal para todos los creyentes miembros de una Iglesia que (tal como la viven) les paraliza y les pesa. Su elección, seguramente, procede de una fuerza más profunda que un oportunismo táctico o un imperativo “moral”. En él, como en Carpenter al hacer la “elección” de una vía aparentemente opuesta que le llama con una fuerza igual de imperiosa, tales elecciones que comprometen toda la existencia se siguen espontáneamente, sin tergiversación y sin violencia, de la fidelidad del hombre a sí mismo y a su misión. Tal hombre es fiel al rechazar un peso que le aplasta y no es “el suyo”, mientras que otro peso, el suyo, le espera. Tal otro lo es al reconocer como “suyo” ese mismo peso, llevándolo hasta el final y, de paso, transformándolo – para él mismo y para todos.

Creo que durante toda su vida adulta, y en todo caso desde su “salida” del medio universitario hacia una vida campesina a la edad de cuarenta años, Légaut ha querido ser un “discípulo de Jesús”. Habiendo partido primero por el camino de otros discípulos del mismo Maestro, a lo largo de los años se vio conducido a dar a esa relación de “discípulo” un sentido renovado – un sentido que tuvo que descubrir y crear durante una vida. Maestro amado y ciertamente venerado, Jesús ya no es objeto de una obediencia ciega, de una sumisión sin reservas, igual que no lo es la Iglesia surgida de su Misión y que reclama su autoridad; Iglesia de la que se siente un miembro responsable y profundamente involucrado. Su razón, en acuerdo pleno con su fe, le señala a Jesús como uno de esos seres benditos entre todos que, hombre entre los hombres y compartiendo los riesgos y hasta los desfallecimientos inherentes a la condición de hombre, ha llegado a ser por su vida, creada día a día en la fidelidad a sí mismo y a su Misión, un “Grande entre los grandes”. El que se funde íntimamente con la voluntad de Dios que actúa en él y a través de él, hasta el punto de que uno y Otro a veces parecen ser sólo uno. Más que un Maestro, ese hombre es para él fuente y aguijón, iluminando un camino que a menudo parece hundirse y perderse en la noche, y estimulándole sin descanso a despejarlo y a proseguir pacientemente, obstinadamente el incierto camino, no imitando, sino inspirándose en el espíritu de aquél que, hace dos mil años, le precedió.

El espíritu del Predecesor actúa en el discípulo que se inspira en él, por el movimiento mismo con el que el discípulo se esfuerza en alcanzar una comprensión del que fue Jesús, el Desconocido, el Enigmático – lejano en el tiempo, oculto por las Escrituras aún más que lo revelan, y sin embargo cercano como un gran Hermano mayor, hermano amoroso, riguroso, paciente y apasionado; sondear, a través de las brumas que lo rodean, aún más densas y espesas por la tradición y por el tiempo, y a la luz de la experiencia de su propia vida, cuál fue su camino; como abordó y reconoció los escollos en su ruta, y reconoció los signos, tan humildes y tan imperceptibles muchas veces, que debían iluminar sus pasos y hacerle descubrir y abrir un camino que nadie antes que él había pisado, que jamás ni él mismo ni nadie había osado soñar…

Así es cómo para el discípulo, el descubrimiento de sí mismo, de su propia aventura y de su propia misión, y también de los pesos que entorpecen sus pasos a veces casi hasta el punto de inmovilizarlo… – esa profundización de sí mismo progresa con ese mismo movimiento que le hace penetrar en una comprensión de aquél que, enfrentado a una tarea más “imposible” aún que la suya, y más solitario aún que él, fue por delante.

Vivir ese “otro” enfoque de su religión, y testimoniar esa vivencia y sus frutos, tal ha sido la misión de Marcel Légaut. No le conozco predecesores, en esa forma de vivir su religión como tal relación de “discípulo” con el hombre que la fundó. Este enfoque pretende de algún modo ser “común”, es el de un “creyente”, que se sitúa en el marco de una religión instituida y profesa una veneración privilegiada y única a su Fundador. Pero a la vez se separa de manera decisiva y profunda de las actitudes religiosas tradicionales, por la ausencia rigurosa de toda tendencia a la idolatría. La veneración profesada a un hombre, reconocido como tal y no como un “Dios hecho hombre”, es “religiosa” por la percepción aguda (pudiendo a veces llegar a la adoración…) de la Acción de Dios en ese hombre; pero es religiosa sin ser por eso ciega, sin abdicar en nada del pleno uso de la razón y de las propias “facultades” – igual que ese mismo hombre dio ejemplo de ello. Si fue grande, no lo fue renegando de ninguna de sus facultades de conocimiento y de juicio ante una tradición todopoderosa. Él confió en ellas igual que confió en Aquél que se las había dado para que las usara plenamente, libremente – a su discreción, ¡y por su cuenta y riesgo! Y como pocos seres antes o después que él, fue fiel (y hasta en su muerte plenamente aceptada…) a lo que ellas le enseñaron, y a la vía que le ayudaron a aprehender y a desentrañar.

Es la veneración de un hombre elegido como ejemplo vivo, no como un modelo a imitar ni como objeto de culto. Sabe distinguir en él la parte de las limitaciones inherentes a la condición humana, de la de su creatividad propia que transciende los límites fijados por un tiempo y un lugar, llevada y nutrida por una fidelidad total a su ser profundo y a la Misión que él crea y sigue al mismo tiempo; y en fin, en interacción tan estrecha con esta creatividad humana que al hombre no le es dado poder distinguirlos claramente, el discípulo reconoce el Acto de Dios en ese hombre, cercano y amado de Dios entre todos. Dejar madurar en sí tal conocimiento de otro, en que la más viva luz roza y abraza sin cesar la penumbra y la espesa sombra que envuelven, ocultan y nutren el profundo misterio del otro – ése también es un trabajo creativo, un trabajo en que todo el hombre está comprometido, y al que seguramente Dios mismo no es ajeno. Con ese trabajo, al ritmo de ese conocimiento de uno más grande que él, el ser mismo madura, se conoce y crece…

He aquí al menos lo que he creído sentir en el enfoque de Légaut de la vida espiritual, y cómo se me presenta su misión. Sin embargo ése no puede ser mi enfoque, pues mi camino, que va fuera de todo marco de una religión establecida, ha sido muy distinto. Jamás me he sentido discípulo, jamás he sido “creyente”. Incluso hoy y menos que nunca, no “creo” en Dios. Un día supe que existía un Creador. Eso no tenía nada que ver con una creencia. Desde hace un año sé (porque Él ha tenido a bien hacérmelo saber) que ese mismo “Dios” vive y actúa en mí, igual que vive y actúa en cada ser – un Dios que no ha cesado de crear en cada lugar del Universo y en cada instante desde (¡al menos!) la creación del Mundo; un Dios que sabe reír y que sabe llorar, que ama todo lo que ha creado, que conoce y comparte toda alegría y todo sufrimiento, toda grandeza y toda ruina, sin turbarse jamás y sin dejar de apiadarse. Dios es muy cercano. Incluso cuando, demasiado liado con mis tareas (“a su Servicio”, ¡por supuesto!), parece que se ha alejado, bien sé que Él está muy presente, y que soy yo, no Él, el que se aleja. Todo eso lo sé, es un conocimiento, que no sabría decir bien cómo me ha venido. No es una “creencia”, en algo que un día alguien (aunque ese alguien no sea otro que yo mismo) me hubiera dicho y asegurado. Si alguien me lo ha dicho, es Dios mismo, y yo le “creo” o mejor dicho, tengo fe en lo que Él me dice – como tengo fe en mi capacidad de distinguir Su voz de toda otra voz. Voces a menudo más fuertes, eso es un hecho, y más fáciles de escuchar, ¡pero no por eso necesariamente fiables!

El hecho es que tengo el sentimiento irrecusable (que tal vez parezca blasfemo, ¡o tonto!) de conocer a Dios, por más incognoscible que sea, mucho mejor y más íntimamente que a cualquier otro ser del mundo – aunque Él sea un misterio infinitamente más vasto que todo ser de carne jamás creado; y de que Él está infinitamente más cerca de mí que ningún otro ser que yo haya conocido, padre ni madre ni esposa ni amante. Con más intimidad y perfección de lo que estuvieron ellos y de lo que podrían haber estado, Él es mi Padre y es mi Madre, y es la Amante y el Amante – y además, Él o Ella es un niño con su mano pequeña y ligera en la mía, que camina a mi lado, y yo tan fuerte ¡como si fuera el padre! Pero incluso, como ocurre a menudo, cuando Él o Ella parece que se esconde y parece que estoy sólo entre estos viejos muros arqueados, viejo pájaro bobo que habla a sus gatos cuando no consigo mismo – aún entonces es Su compañía la que me complace por encima de todo, la que ningún otro, ¡ni siquiera de lejos! podrá igualar jamás.

Es una situación que antes jamás hubiera soñado, ¡yo casi ateo! Y en estas condiciones, buscar la meditación de otro, aunque sea la de Jesús (que, dicen, está ahí justo para eso…), y sus buenos oficios cerca de Aquél o Aquella que me es mil veces más cercano que él, ¡verdaderamente eso sería buscarle una quinta rueda a una espléndida carroza que nunca ha rodado tan bien!

Todo esto no impide que entre el enfoque de Légaut de la vida religiosa y el mío haya puntos de contacto muy fuertes, un parentesco sorprendente. Seguramente por eso mi encuentro con su pensamiento ha sido tan excepcionalmente fecundo para mí – en un sentido, tal vez, ¡que de ningún modo había sido previsto ni deseado por él! Pero, haciendo abstracción de ese impacto sobre mi propia persona, creo que su misión está destinada en primerísimo lugar a iluminar a hombres que, como él mismo, han sido educados en la práctica de una religión. Iluminarles, e inspirarles a transformar su relación con “su” religión mediante una creación espiritual incesantemente retomada, en la vía abierta, descubierta por él. Una vía pues que, integrando el ejercicio de la sana razón en la vida de la fe, pueda conducirlos fuera del callejón sin salida de una práctica religiosa solidificada en formas que ya son huecas, ciegamente sumisa a la autoridad religiosa (celosa garante de las formas), arrancada de la tierra y de las verdaderas fuentes de la vida espiritual.

No dudo que, la gran Mutación mediante, tal relación de autonomía interior y de libertad creativa de los “creyentes” con sus religiones y con sus respectivas Iglesias, termine por ser general. Siendo optimista, sin duda todavía faltan siglos – ¡en un abrir y cerrar de ojos para el Obrero! Pero falten siglos o milenios, es ahí, estoy convencido, donde debe llevar la vía abierta por el avance logrado por Légaut.

Una vez llegados a esa etapa colectiva que vemos apuntar aún muy lejos en el horizonte, las religiones-instituciones sin duda están llamadas a desaparecer. Su Misión conjunta, tal y como les fue confiada por los grandes “Iluminadores” del pasado, y que ellas llevaron a través de muchos errores, complacencias y traiciones (antes de que sean lavadas bajo las grandes Aguas del ¿Chaparrón?…) – esa Misión entonces estará cumplida: la de acompañar al hombre, desde su estado infantil de dependencia gregaria y de ignorancia espiritual, hasta su estado adulto: el de una existencia creativa plenamente autónoma, libremente asumida.

Me había preguntado por qué cabezonería, contraria en apariencia a esa sana razón de la que no quiso abdicar, un Marcel Légaut se obstina en permanecer fiel a una Iglesia decrépita y esclerótica, cargándose por ella con un peso tan aplastante y (me parecía al principio) tan estéril. La respuesta que ahora me viene es ésta: es para hacer posible y apresurar la llegada del lejano tiempo en que las Iglesias, esas muletas del hombre cojo, puedan al fin ser tiradas y desaparecer; cuando el hombre, saliendo de su estado de parálisis infantil, sin apoyarse más sobre nadie, ¡haya aprendido al fin a caminar!

 

19 comentarios

  • Isidoro

    Dices José Ignacio: “Creo que en las iglesias subsisten algunos espacios y prácticas de la tradición samaritana de Jesús que hace algo más fácil no perder su corriente de vida y persona, la fraternidad alternativa a que nos convoca; y creo que en esas experiencias comunitarias de base hay oportunidades de su alternativa espiritual y práctica que podrían debilitarse y hasta perderse en la cultura de otro modo”.

    Imagínate José Ignacio, la práctica samaritana, la fraternidad alternativa, y las oportunidades espirituales, de que habría dispuesto Edward Carpenter, en las Iglesias de hace 150 años, con su condición natural homosexual, y su convivencia con su pareja sentimental, desde los 54 años en adelante. Convivencia plena, que hoy en día, casi todos reconocemos como un derecho humano.

    Y no es un caso específico de homosexualidad. Todos tenemos nuestra condición humana personal, y todos tenemos nuestra vocación personal, que necesitamos espacio y libertad para desarrollar. “El agua mejor es la más nueva. El vino mejor es el más viejo”.

     

    De todas formas no tienes que justificar tu preferencia por la integración en una organización espiritual, el “estilo Legaut”. Es tu derecho, y punto.

    Todos somos hijos de nuestras circunstancias, y todos necesitamos cargar con mucho peso, en nuestra travesía del desierto personal, para llegar más o menos de una pieza, hasta el final.

    Carpenter, como otros muchos auto realizados, (en mayor o menor medida), como Walt Whitman, (que también era homosexual), y tantos anónimos, fueron hombres que se adelantaron a su época, y escandalizaron por ello.

    Y todos tenían sus luces y sus sombras. Pero siguieron su camino, su propio camino, (con todas las circunstancias que se quieran). Para mí, personalmente, el caso más paradigmático, es el del trapense Thomas Merton, con todas sus muchas luces y su alguna “sombra”.

    Siendo como es una decisión procelosa, subjetiva y muy peligrosa de errar, ¿qué es mejor, seguir tu propio camino espiritual-“trascendental”, (del tipo de la trascendencia expresada por Manuel Fraijó, en la cita del hilo del amigo Andrés), siguiendo tu propia intuición, suficientemente meditada y estudiada,

    O seguir el camino espiritual diseñado para sí mismos por otros, (que no tiene que ser el idóneo para todos)?.

    ¿Para qué te crees que se te han dado cien talentos?. ¿Para colocarlos en un fondo de inversión administrado por otros, que ni siquiera conoces de verdad, aun dando por sentado su buena voluntad?.

     

    (Pero esto solo es mi opinión personal. Es un tema muy íntimo, y cada uno hace lo que puede. Lo que pasa es que todos, creemos poder elegir, cuando no podemos hacer más que lo que nos hacen hacer).

    (“¡Padre perdónalos, porque no saben lo que hacen!”. Ese es nuestro salvoconducto universal).

     

    • José Ignacio Calleja

      Amigo Isidoro, yo hablaba del presente, como me gusta, desde el testimonio personal reflejo y autocrítico; me atrae ese estilo de reflexión que me implica; tomaba pie en la doble propuesta de Carpenter y Légaut, y resolvía mi preferencia para el presente y mío; no decido por ellos, sé que lo sabes; ni valoro qué hizo cada uno y si lo hecho hoy, valía ayer, o al contrario, lo hecho ayer valía hoy. Mira, esto me sirve para decir que cuestiono mucho a los que dicen, “yo siempre he pensado y dicho lo mismo”. Pues yo no lo veo tan meritorio, porque si cambian las circunstancias en serio, puedo modular mi visión y decisión sobre algo; no es fácil, pero sucede. Por ejemplo, me voy a atrever con un mito eclesial. El Vaticano II aparece como el principio y el secreto de todo, hoy y para muchos, y, sin embargo, muchas “cosas” de él fueron muy logradas en ese momento y hoy están muy superadas en sus claves teológicas y culturales. Pero esto suena a heterodoxia absoluta en la academia.

      Y no me justifico, no lo deseaba, sino explicar por qué tiene sentido hoy el mismo propósito espiritual y liberador de Carpenter y Légaut, y resuelto desde dentro de una iglesia, por si a otros les parece razonable-atractivo el camino. Si no es así, escucho y sopeso sus (vuestras) razones. Ya he dicho que todo esto lo vivo sin zozobra, pero con muchas sospechas sobre los autoengaños del pensar. Las ideologías, y su efecto sobre nuestras cosmovisiones, son como la sombra de nuestro cuerpo en días de sol; nadie se la salta de todo. Y así, por ejemplo, “El agua mejor es la más nueva; y el vino mejor el más viejo”; sí y no; el agua más nueva viene revuelta y embarrada, según y dónde en origen, antes de calmarse el regato o de posarse las impurezas en el fondo del botijo; y el vino más viejo es el mejor, siempre que se trate como “medicinas” a menudo y se trasiegue de depósito cada poco, porque si no se “pica” y se “enturbia”. Mi padre lo hacía a diario en la pequeña bodega familiar. Lo aprendí desde niño. Me decía, “No muevas mucho el garrafón que los posos del agua o del vino se vienen arriba”. Sé que la frase que nos dices no está pensada para esta casuística y la tomo en serio, de verdad, pero me sirve para tirar siempre de la duda sin caer en el escepticismo.

      Y sí, solo entiendo la administración de mis talentos como talentos a discernir también desde otros, con otros y para otros. Nadie está solo en ninguna búsqueda y respuesta radical al sentido de su existencia. Creo que te refieres a que estar en la Iglesia es entregar a otros tus talentos para que den las respuestas de la vida hechas. Pero hay mucha gente en la Iglesia que es libre, a la medida humana, ¡a la medida humana!, con otros hermanos que no le imponen nada; comparten en libertad un camino que toma por norte algo así: “ninguna vida vivida y explicada con la mayor dignidad posible es en solitario, sino con los demás; y especialmente, al abrigo de que las víctimas tengan su oportunidad igual y propia; entre tanto, la respuesta personal apenas crece si no asume hacerlo en justicia y responsabilidad con la vida de todos, y con la vida en cuanto tal. (Lo que he dicho de la iglesia, lo digo del mejor magisterio de los filósofos o poetas o maestros espirituales que nos ayudan a mirar, pero no ven por nosotros y menos eligen un hacer bueno desde ese ver. Hay muchas iglesias no religiosas de las que liberarse en el mundo intelectual. Pienso).

      Me he puesto grandilocuente, disculpa. Ya te dije otra vez que te leía con mucho provecho intelectual. Sucede con muchas colaboraciones de Atrio. Todas buenas, pero muchas nos dejan un punto de luz y madurez muy interesante.

  • José Ignacio Calleja

            “Si alguien me lo ha dicho, es Dios mismo, y yo le “creo” o mejor dicho, tengo fe en lo que Él me dice – como tengo fe en mi capacidad de distinguir Su voz de toda otra voz”. He aquí la confianza-certeza que me parece nuclear en esta lectura y, a la vez, la más incierta. Para mí. Y con esa incertidumbre, la prefiero; la presiento más próxima a mi condición humana y los límites de mi inteligencia espiritual y moral. No puedo alcanzar la otra, la certeza tan cierta, sin sospechar de mi pretensión metahumana. La mía, no me produce, con todo, frustración ni desafecto de nada ni nadie, ni según y cómo me vaya la vida, sino asumir la dimensión limitada de la creatura que soy, un ser humano. Haciéndose siempre, pero en proporción a su condición. Soy un clásico.
     
     
            Y sobre la doble respuesta de por qué seguir esta senda desde dentro de la Iglesia, la de Legaut, o desde fuera, con evidente coherencia, la de Carpenter, entiendo las dos perfectamente, pero creo que puede elegirse, y elijo la de Legaut; mas no por un propósito antropológico-espiritual tan grandioso como el suyo, sino por otro, también en este tema, más modesto: creo que en las iglesias subsisten algunos espacios y prácticas de la tradición samaritana de Jesús que hace algo más fácil no perder su corriente de vida y persona, la fraternidad alternativa a que nos convoca; y creo que en esas experiencias comunitarias de base hay oportunidades de su alternativa espiritual y práctica que podrían debilitarse y hasta perderse en la cultura de otro modo. Creo esto y lo acojo.
     
    También esto lo hago con dudas y revisiones sobre qué parte debo en mi opción al autoengaño; por un lado, ante la coherencia de Carpenter, y de otro, ante la contestación espiritual pensada, vivida y reclamada de M. Legaut. La casi silenciosa marginalidad eclesial de lo que veo no es de recibo.
     
    Lo dejo aquí, como suma de apuntes a esta reflexión. Paz y bien.

  • Iñaki SS

    Para entrar en un post tan denso como este, tengo que escaparme de la realidad de mi  día a día familiar y social. Una especie de desdoble de la personalidad(dos caras) que, de algún modo, chirria con lo que tendría que ser la unicidad de mi persona. Mi entorno lo sabe y me disculpa benévolamente.

    Aquí me presentaría como un cojo y analfabeto que enfrentado a su propia realidad, con naturalidad y sin acritud, ha ido desprendiéndose de determinadas muletas. Y ahí vamos, poquito a poco, completando mi relativamente privilegiado ciclo vital, al encuentro del misterio. Curiosamente resulta que voy caminando con confianza, sin ningún tipo de angustia especial y con la sensación de no estar solo en esta última aventura.

    Vamos a ver si allí, donde sea,  acabo de descubrir, por ejemplo, el sentido que tienen, desde el punto de vista de la evolución de la naturaleza humana, el que prácticamente en mis narices, estén muriendo infinidad de personas a las que la realidad les ha privado de la posibilidad de una mínima maduración.

    Termino agradeciendo a todos, en general, y quizá  a Isidoro, en particular tal como  se lo está currando, por las interesantes aportaciones.

    Un saludo a Antonio por haber dado pie al debate.

  • ana rodrigo

    La verdad es que desde que hace unos dos millones años los homínidos comenzaron a utilizar lo que su cerebro les iba abriendo camino, hasta lo que se dice en en este enrevesado (para mí) artículo, más los ríos y océanos de palabras y letras que se han escrito y dicho sobre Dios, la religión, Jesús y otros fundadores de religiones, produce un gran asombro de lo que el cerebro humano es capaz de imaginar o crear. ¡Encaje bolillos! como se dice vulgarmente.

    Y, como el cerebro humano no para de abrir y de cerrar caminos, no sabemos, nosotr@s no veremos,  hasta dónde puede llegar o en qué momento se puede parar en estas elucubraciones religiosas, de trascendencias inasequibles a la razón, para profundizar más en una ética universal sin las muletas de las religiones.

    Sin menospreciar a quienes dichas muletas le ayuden a caminar en sus anhelos vitales.

    Mi comentario es pura elucubración, visto el lentísimo (cada vez manos) y fructífero desarrollo de la mente humana. Quién le diría a los primero “homos”, que cientos de miles de años, los seres humanos podían ir a la luna y hacer llegar artefactos a Marte, entre otros millones de cosas inimaginables para aquellos primeros seres humanos.

  • Gonzalo Haya

     
    Las interpretaciones son muchas y variadas porque son explicaciones, parciales y subjetivas, de una vivencia indecible; pero son necesarias para para transmitir esa vivencia y para estimularla en uno mismo y en otros. El lenguaje es necesario para comunicarnos, y las explicaciones racionalizadas son necesarias para ponernos de acuerdo en la organización de nuestra vida en común. En los artículos y comentarios de Atrio leemos diversas explicaciones, con las que coincidimos más o menos, pero que van conformando el humus necesario para que germine y se desarrolle la semilla de la vivencia.
     

     

  • M.Luisa

     

    La facilidad con la que la  imaginación  trabaja  no puede de ninguna manera congeniar con lo que de facto muestran al intelecto las ciencias matemáticas, y en este sentido no es casual   que en su ejercicio estos dos seres  se fueran  encontrando.

    El otro día no recuerdo en qué hilo osé hablar de lo que ahora al leer   lo que el autor   dice sobre este camino que intuye de vía abierta como horizonte de futuro, decía yo entonces  que como tal ese horizonte  nos viene en forma de metafísica naturalista cuyo distintivo es constituirse con los éxitos obtenidos de las ciencias, todo lo contrario de las anteriores construidas mediante apriorismos.

    Con los apriorismos metafísicos la imaginación se recrea en su suficiencia, hundiendo al ser en ese  gregarismo anómalo a él, y a la vez   anulándolo para  esa espiritualidad a la que está llamado. Se cree suficiente, pero resulta ser  un verdadero obstáculo que las religiones se aprovechan.

    Precisamente como estudioso de la topología el matemático ha de tocar de pies al suelo   y tener en cuenta la llamada álgebra sensitiva.

    ¿Por qué  hemos de fijar nuestra atención en la psicología de Jesús  cuando la prioridad  estaba   en el mismo  hacer suyo “nuestro” al enfrentarse con la realidad de su día a día? Son los hechos los que dan forma a la psique humana y no al revés intentando imitarlo   dentro de los supuestos  parámetros psicológicos de su tiempo y su cultura. Pienso, como siempre recuerdo, de  que no se trata de maduración psicológica entendida a modo como de una elevación  gradual, sino de capacidad real, es decir, de esa unicidad formal que nos constituye y en su despliegue nos realizamos. Creo que tanto el autor como M. Lègaut, vivieron esa misma experiencia

    • Isidoro

      Amiga M.Luisa: Yo lo que vengo a decir es que es importantísimo, la idea que nos hemos forjado sobre el mundo, pero sobre todo sobre nosotros, sobre la naturaleza humana.

      Porque según tengamos una idea u otra, nuestros hechos serán muy diferentes. De ahí, que hubiera sido muy importante conocer la cosmovisión del humano Jesús, porque sus actos, son fruto de ella, y podríamos así valorar en nuestra “Imitación”, lo que es válido para los tiempos actuales, y lo que no lo es.

      Santa Teresa, en Las Moradas, (1ª, 2.9), escribe: “Que importa mucho y todo, que nos conozcamos, que sepamos quien somos, que de ‘ser (una cosa) a ser (otra), va mucho’. No sé si ha quedado claro, porqué es cosa tan importante este conocernos”. (Mío: hoy diría: de creer ser una cosa, a creer ser otra…).

      Que no se trata de “andar con el entendimiento amontonando pecados para ver que no lo merece” (LV 15.6); que los guías que así orientan, no son en verdad maestros, pues dejan al sapo atrapado en el pantano, enseñan a ser “sapo contento en sólo cazar lagartijas” (LV 13.3), mientras que la Majestad “espera a que vuele el sapo por sí mesmo”. (LV 22:13)
      (http://cetr.net/quiere_el_que_vuele_el_sapo_por_si_m/?lang=es),

      Si creemos que somos sapo, nos conformamos con comer lagartijas, y eso haremos, pero si creemos ser “sapos voladores”, volaríamos, como dice Teresa, espera de nosotros “la Majestad”.

      • M.Luisa

        Claro Isidoro que es importantísimo que los humanos  llevemos a cabo, como he leído  en algún comentario, no recuerdo ahora mismo si en alguno de los tuyos o en algún otro, llevar a cabo, digo,  nuestra propia pedagogía, es decir, los humanos  dotados de inteligencia  poder llegar a conocer nuestra propia naturaleza tal como tú mismo  dices, o sea tener conocimiento de  quienes somos,   en fin, realizarnos como seres humanos.

        No obstante pienso que para ello  habrá que enfocar bien las cosas  porque así de entrada me pregunto ¿es verdad que la  primera función de la inteligencia  es forjar ideas? ¿Forjarnos una idea sobre el mundo y consecuentemente   forjarnos otra idea sobre nosotros? El platonismo queda ya muy lejos ¿no te parece?

        Pues bien, las ideas no son lo primario de la inteligencia sino más bien consecuencia del carácter proyectivo de la mente humana y por tanto siendo un carácter de la propia estructura humana  no será más fácil entonces, en lugar de inquirir en  la psicología de Jesús pensar que él ya disponía de esa estructura  y que como tal su eficacia la fue descubriendo  a través, precisamente  de su actividad haciendo frente a la realidad de las cosas de su tiempo?

        Bien que es un planteamiento inverso al tuyo   porque más que  decir como dices  que nos hubiera sido necesario  conocer la cosmovisión-idea sobre la cual pensaba Jesús, creo  que de lo que se trata  es que a ella nos lleven  sus propios hechos, su actividad, su actitud frente a las cosas. Recuerda que la religión ya tomó ese camino de atajo que ofrecen las ideas para extraer  cuál era la de Jesús. Y de ello se ha venido hablando hasta la saciedad. Ahora se ha de hacer el camino a la inversa.   

        Las ideas  no son datos primarios de la inteligencia, es el lenguaje que las imprime en ella. Las lenguas modulan el pensamiento de forma que el modo como pensamos depende de la lengua que tengamos, algo que ya fue apuntado por el lingüista  W. Humboldt y que ha constituido uno de los rasgos definitorios de la lingüística moderna. Luego vinieron Saussure  y otros …

        Ahora, para terminar déjame que te imite un poco. Decía este autor W. Humboldt:   
        “Considerando que el lenguaje cuando nombra, de hecho, crea y deja su marca en el pensamiento, el espíritu se introduce, apoyado por la actuación de muchos, por nuevos caminos en la esencia de las cosas”.

        • Iñaki SS

          Hola M.Luisa
          Es de agradecer que te hayas enganchado al post. La verdad es que le leo muy a gusto a Isidoro, pero cuando llegan tus puntualizaciones el placer es sumo. Por supuesto, siempre dentro de mis limitadas capacidades de comprensión en determinados temas. Por ejemplo, estoy contigo en que al conocimento de la cosmovisión del humano Jesús, nos han de llevar sus propios hechos, su actividad, su actitud frente a las cosas , es decir, sus propios actos que son fruto de ella, como dice el propio Isidoro.
          De ahí la importancia en profundizar en el conocimiento del Jesús histórico, sin pasarse dejando volar la imaginación, a golpe de apriorismos metafísicos, en el constructo del Cristo de la fe.
          Gracias una vez más por vuestros diálogos que, para mí, son como un resumen de los muchos libros que no he leído.

          • M.Luisa

             

            Sí, Iñaki, a mí también me gusta leer a Isidoro, pero también me disgusta que sobre las citas de autores  que nos señala no se pueda establecer un mínimo denominador común  de pensamiento entre todos ellos  pues seguro que lo hay      como en esa unanimidad  encontrada entre  estos dos grandes pensadores.

            A Lègaut lo leí con verdadera fruición,  dedicándole mucho tiempo, hará como unos veinte años,  y  tengo ahora delante el libro titulado “ El hombre en busca de su humanidad”  que de él cita algunos párrafos el propio autor del artículo. Yo que tengo pánico a las ideologías, Légaut en ese libro las define  como fruto de la imaginación de ahí que en él también hable constantemente de profundización, ahondamiento  y esfuerzo personal. Todo ello,  bien podría dar razón del porqué en mi primer comentario hablé si  no  peyorativamente sí secundariamente  del poder imaginativo  de la mente,  sobre todo respecto al poder facultativo de la inteligencia que lo posee formalmente. Léase si no esta frase del propio articulo que  transcribo refiriéndose a Lègaut.  

            “Si fue grande, no lo fue renegando de ninguna de sus facultades de conocimiento y de juicio ante una tradición todopoderosa”.

            ¿Lo hubiera logrado haciendo uso tan solo de la imaginación un matemático de piedra picada?

            ¡Gracias por tu amabilidad, un abrazo!

  • Isidoro

    Señala el amigo Santiago, que la vía espiritual del desarrollo personal, que indudablemente es para minorías, (por ahora), entraña un grave peligro.

    Dice: “El peligro es creer que todos debemos alcanzar ese atajo y es que algunos no llegarán a pesar de todo el esfuerzo…”.

    Lo primero, es que no es un cómodo atajo, sino que es un proceso lento, proceloso, que dura toda la vida, y es verdad, que con el resultado limitado e incierto.

    Por ello todos necesitamos una guía, alguien a quien seguir sus pasos. Pero claro, el ideal sería tener al lado, un Azarías-Rafael, el ángel que acompañó a Tobías.

    Pero a cambio, todos tenemos dentro de nosotros un “bot” neurológico, (una especie de “Alexia”), con mucha sabiduría existencial, acumulada filogenéticamente a lo largo de la historia de la humanidad.

    Este “bot” neurológico, es lo que unos llaman “Espíritu Santo”, otros, el ángel de la guarda, otros, el “Cristo interior”, otros el “atman”, Jung, el “Self”, otros el maestro interno, etc.

    ¿Es la voz de Dios?. No lo sabemos, solo que “algo” lo ha puesto ahí. Posiblemente es fruto de la evolución emergente, de las Leyes del Universo, y tirando del hilo… quizás esté el titiritero.

    Pero la cosa no es fácil. Esa voz, nos habla en un lenguaje arquetípico, semicifrado, que nosotros, primero debemos oír, luego debemos entender bien, y luego debemos interpretar adecuadamente.

    Porque la “Voz” nos habla en el lenguaje del Universo, y para interpretarlo bien, nosotros debemos estudiar y aprender bien, ese lenguaje del Universo, (“el lenguaje de los pájaros”). 

    (En “El lenguaje de los pájaros”, del sufí  Din Attar, treinta mil pájaros se encaminan en busca del Gran Pájaro- “Dios”, atravesando siete valles.

    Durante el viaje uno por uno los pájaros van abandonando cada uno con una excusa, incapaz de continuar el viaje; cada una de estas aves simboliza la mala conducta, de la gran cantidad de aves que empezaron el viaje únicamente llegan a su final treinta).

     

    Y el lenguaje del Universo, lo primero exige conocer lo mas perfectamente el funcionamiento del mismo Universo, y eso en toda su extraordinaria complejidad. (“Lo improbable asombra a todo el mundo, lo cotidiano sólo al sabio”, Jorge Wasemberg).

    Y eso no se consigue nunca completamente, y hay que eliminar muchos errores adquiridos, y hay que

    Es muy difícil entender bien la “Voz”. San Juan de la Cruz decía en el Prólogo a “Subida del Monte Carmelo”: «Ni basta ciencia humana para lo saber entender, ni experiencia para lo saber decir; porque sólo el que por ello pasa, lo sabrá sentir, mas no decir».

    La interpretación correcta es la clave. Todos integramos y traducimos nuestros inputs recibidos, en función de nuestra cosmovisión personal.

    Y si esta contiene errores cognitivos o una perspectiva no la mas adecuada y oportuna, la visión será borrosa, y la interpretación errónea.

    De ahí la endémica diversidad en las interpretaciones humanas de la voz del Espíritu, y esa sensación de que el Espíritu dice a cada uno lo que quiere escuchar.

     

    Esa labor de escucha, e interpretación de esa “Voz” interior, constituye toda una aventura existencial, una apuesta vital, un éxtasis de creatividad… muy peligroso e inseguro. No es apto para el tímido y apocado. ¿Pero tenemos algo mejor en que gastar nuestra poca vida?.

     

    Por último y como detalle curioso, apuntaba yo ayer, que Grothendieck, posiblemente no sabía concretar fisiológicamente, el sistema con el que funciona en el interior de nuestra mente, esa “Voz” de Dios”. (La existencia de esos clusters neuronales conteniendo esos arquetipos de sabiduría existencial).

    Y quería recordar sobre este tema, un logión del evangelio de Tomás, (el auténtico aunque rechazado 5º evangelio), que dice:

          -“El que la carne haya llegado a ser, gracias al espíritu es un prodigio; pero el que el espíritu haya llegado a ser, gracias al cuerpo, (la materia), es prodigio de prodigios”. 

    • Isidoro

      En mi comentario anterior, dejé, por descuido, una frase a medias. Decía: (El aprendizaje de ese lenguaje del Universo), no se consigue nunca completamente, y hay que eliminar muchos errores adquiridos, y hay que…

      Debería continuar así: …y hay que hacerlo todo esto sin obsesionarse en obtener resultados, es un buscar sin buscar, el “wu wei” taoísta.

      Dice Ellen Luke, terapeuta junguiana que “todos nosotros tenemos que vivir primero el fortalecimiento del ego, el desarrollo de su capacidad de discriminación, de elección, de meterse en problemas y de salir de ellos, etc. Y después se llega a un punto en el que hay que sacrificar al héroe”.

      Como señala Henry Corbin: “La pedagogía que conduce a la conciencia plena de la realidad, no es obra de un maestro humano exterior, sino que es la iluminación de la Inteligencia agente, pero ésta no ilumina al filósofo más que a condición de que se despoje de todas las ambiciones profanas y mundanas, y viva, en medio mismo del mundo, la vida del solitario”.

    • mª pilar

      Gracias de nuevo Isidoro.
      A pesar de…mi gran ignorancia…me ha producido mucho gozo leerle en estas sus aclaraciones.

      Gracias de corazón.

  • Antonio Duato

    En tus dos comentarios, Isidoro, demuestras has entendido muy este texto de Gothendieck que yo he puesto en este momento en ATRIO, con “temor y temblor” por si no encontraba ni un lector y comentarista al menos que lo entendiese y valorase. Para mí este texto y otros de ese matemático buscador de fórmulas más profundas que expliquen lo humano y lo divino, que entendió tan bien a quien me ayudó a encontrar mi itinerario y mi esqueleto espiritual, enlazan con vivencia muy íntimas que tal no sepa exponer y que me hacen continuar como un cabezón intentando entender al Galileo por dentro y cargar, para lo bueno y lo malo. con esa tradición (y esa intitución, eso es lo peor) que, desde Antioquía, se llama cristiana.

    Vaya! ya me ha salido un parrafazo, a lo Légaut. Pero no lo pienso dividirlo esta vez. Releedlo hasta que entendáis todas las subordinadas.

    • José Ignacio Calleja

      Me sonreí al leer estas líneas que elijo y pensé, “creo que Antonio no tiene el mejor día, el moderador no confía en nosotros”. Escribes, “este texto de Gothendieck que yo he puesto en este momento en ATRIO, con “temor y temblor” por si no encontraba ni un lector y comentarista al menos que lo entendiese y valorase”, (¿?). Y al final, “… Me ha salido un parrafazo… Pero no lo pienso dividir(lo) esta vez. Releedlo hasta que entendáis todas las subordinadas”.

      Está bien, AD, es un derecho que tienes de vez en cuando, por tu trabajo y paciencia. Saludos. Buen día.

  • Isidoro

    Para el cristianismo, el camino de perfección del humano, que es la versión religiosa de la auto realización y maduración personal, consiste en la “Imitación de Cristo”.
     
        Por eso es tan importante y tan difícil conocer la psicología de Jesús, en “su parte humana”, porque en su parte “divina”, es inimitable. (Y por ello, hay que aparcar si Jesús era o llegó a ser “divino”, y ponerlo en un paréntesis, porque si no se hace así, la “imitación” de Jesús, se convierte en un desiderátum que lo lía todo).
     
        Los escritos evangélicos y la tradición histórica de sus contemporáneos, es muy sesgada y contradictoria, y por eso intentar conocer  la verdadera  naturaleza psicológica de Jesús, es un campo propicio para la imaginación bienintencionada.
     
        Cada uno, hace una proyección psicológica de su ideal moral y personal, y se lo atribuye a Jesús. Por eso para unos Jesús era un judío semi-ultra-ortodoxo, para otros era cripto comunista, y para otros de otra manera. Y todos hablan de “su Jesús”.
     
          Pero de lo que si podemos estar seguro, es de que Jesús, era muy suyo: hacia y decía lo que opinaba y consideraba oportuno, y por eso, le rechazaban los suyos y cercanos, porque les parecía un poco “orate”.
     
         Grothendieck señala que aprende en Légaut que Jesús, “si fue grande, no lo fue renegando de ninguna de sus facultades de conocimiento y de juicio ante una tradición (judía) todopoderosa.
           Él confió en ellas igual, que confió en Aquél que se las había dado, para que las usara plenamente, libremente – a su discreción, ¡y por su cuenta y riesgo!”.
     
          Señala su fidelidad total a su ser profundo, y a su Misión, que él crea y sigue”. Misión que es avanzar en el auto conocimiento y la maduración personal, lo que constituye “un trabajo creativo, un trabajo en que todo el hombre está comprometido, y al que seguramente Dios mismo no es ajeno”.
     
           Grothendieck no cree, sino que sabe experiencialmente que “ese mismo “Dios” vive y actúa en mí, igual que vive y actúa en cada ser. Y de que Él está infinitamente más cerca de mí que ningún otro ser que yo haya conocido”.
     
           Y por eso la ascesis religiosa sacramental y ritualista tradicional, le es totalmente ajena y primitiva. Dice, “y en estas condiciones, buscar la mediación de otro, aunque sea la de Jesús, (que dicen, está ahí justo para eso…), y sus buenos oficios cerca de Aquél…”, tiene poco sentido.
     
       Y se apoya en una fe “ciega” en ese instrumento de su naturaleza humana, (que él no sabe concretar fisiológicamente), que le guía y “tengo fe en mi capacidad de distinguir Su voz de toda otra voz”. (La misma fe que tenía Sócrates a su “daimon” interior, que no le había fallado nunca).
     
     
        Grothendieck, señala el camino del espiritual laico, que es paralelo al del espiritual religioso de Legaut, “integrando el ejercicio de la sana razón en la vida de la fe”.
     
        Pero tanto en un camino como en otro, la clave está en la auto realización y maduración personal, que se concreta en un conocimiento de la realidad, lo menos tergiversado posible.
     
         En las alturas de la maduración humana, los caminos convergen, como en la ascensión a una montaña.
     
           Jesús tiene varias parábolas que ilumina esta cuestión. Una es la del mayordomo infiel, tan equívoca y contradictoria, y luego están las de los préstamos del amo, y los talentos.
     
       Imitar a Jesús, que en palabras de Legaut-Gothendieck, “Si fue grande, no lo fue renegando de ninguna de sus facultades de conocimiento y de juicio ante una tradición todopoderosa”.

  • Isidoro

    El psicólogo-filósofo experto en cuestiones morales, Jonathan Haidt, (https://evolucionyneurociencias.blogspot.com/2012/12/la-elevacion-una-nueva-emocion.html), ha descubierto una séptima emoción básica de la naturaleza humana, (junto a las seis emociones clásicas, la ira, el miedo, la alegría, la tristeza, el asco y la sorpresa).

    Y la ha denominado la “elevación”, contrapuesta al “asco”, y que por decirlo de alguna manera es la tendencia a la “trascendencia” humana, al cultivo de los tres grandes valores arquetípicos: Conocimiento y Verdad, Bondad y Simpatía, y Belleza y Alegría.

    Estas virtudes humanas, son cultivadas por el humano, en mayor o menor grado, de forma natural. Pero a los que hemos crecido en un ambiente católico desde la mas tierna infancia, nos han convencido de que para cultivar esas virtudes era necesario hacerlo con los métodos y tutela de la Iglesia Católica. (Fuera de la Iglesia no hay camino…)

    Todo el que no estaba en la Organización era sospechoso de egoísta, hedonista y cosas peores. (Recuerdo aún lo que me dijo un compañero de estudios que me propuso entrar en el Opus, y yo le dije que prefería seguir mi camino espiritual por mi cuenta, (dentro de la Iglesia en ese momento). Me dijo: “Lobo que caza solo, no avanza mucho…”.

    Y es verdad que he dado bastantes tumbos, y perdido mucho tiempo en la búsqueda individual, pero considero que las gallinas que entran por las que salen. Cada uno tiene un camino, y todos valen si se hacen bien.

    En ese camino descubrí que en la sociedad laica, florecía lo de la ampliación de conciencia, la auto realización personal de Maslow y Rogers, la individuación de Jung, etc. etc.

    Muchos caminos de ascesis personal, que desde ambientes religiosos se etiquetaban y descalificaban de “Nueva era”, algo propio de locatis, pirados y trastornados, (que haberlos, haylos, como en todas partes).

    Y ahora me entero por el psiquiatra Pablo Malo, que Jonathan Haidt, descubre que dentro de nosotros, existe en los arquetipos sapienciales trascendentes de Jung, unos mecanismos emocionales universales, que son los que nos impulsan a ese tipo de búsqueda de perfeccionamiento humano, y por ende moral.

    Esto cuadra con toda la teoría de la evolución personal de la conciencia individual, de Gebser, que se va traduciendo en una evolución de la conciencia human global.

     

    Todo esto, experiencialmente es lo que descubre Alexander Grothendieck, extrañándose de como dos personas como Marcel Légaut, y él mismo, puedan buscar ambos la autorrealización humana, uno en el seno de la Iglesia, y otro fuera de ella.

    Como provenimos de ambientes religiosos desde la infancia, se nos hace extraño, que pueda haber caminos tan diferentes aparentemente. De todas maneras, dentro de la disciplina de la Iglesia, también existen personas con diferentes grados de autorrealización personal.

    Yo suelo citar, muy apropósito, frases de grandes santos, y grandes personajes eclesiásticos no sospechosos, en los que “parece”, que se salen del “catecismo” no en lo dogmático, sino en lo cultural, filosófico y “espiritual” clásico y manido.

    Los “santos” suelen escandalizar bastante a los creyentes de a pie, y son muy mal entendidos, exactamente igual que dice Maslow de las personas autorrealizadas. Y por eso muchos “santos” han tenido en vida, problemas eclesiásticos.

    Para autorrealizarse hay que definir nuestra propia moral, (comportamiento adecuado), creación que hay que hacer eliminando errores cognitivos, y conociendo adecuadamente la realidad. Y eso escandaliza al “burgués”.

    Un pájaro posado en una rama, no tiene miedo de que se rompa la rama, porque su confianza se basa en sus alas, no en la rama. (Confianza en sí mismos).

    Aunque también hay que decir que estar algo autorrealizado, no garantiza el no cometer errores. Ya se sabe que la cuestión es equivocarse, y equivocarse, y equivocarse…, pero cada vez menos, y menos y menos.

    Decía Abraham Maslow, que “en realidad, las personas autorrealizadas tienen tanto que enseñarnos, que a veces, casi parecen pertenecer a una especie diferente de seres humanos”. Y por eso Alexander Grothendieck habla de “mutantes”.

    De hecho Ken Wilber habla del estadio del centauro, que engloba integración personal, autorrealización, autenticidad existencial e individuación.

    • mª pilar

      Me ha gustado mucho su explicación sobre como somos…o podemos ser…en nuestro caminar.

      Dada mi sencilla preparación, he llegado:

      ¡Desde Jesús!

      Ha un estado sencillo y lleno de ¡Vida!
      Sin temores, sin rémoras, sin ataduras “eclesiales”…dado que he sido formada en la iglesia…y poco a poco, y desde el silencio interior, escuchando el proyecto de Jesús, y gracias a las extraordinarias personas que han pasado por mi vida; en estos momentos…ya hace tiempo…que lo único que me duele en mi ser todo, es:

      El dolor que las personas están padeciendo en este mundo…desde hace ya ni sé.

      Dolor, que lo causamos los seres humanos, especialmente aquell@s que han asentado su vivir en el tener y el poseer…a cualquier precio…y ahí, entra de lleno las vidas humanas; porque para ellas, no tienen ningún valor.

      Lo demás está en paz, y en espera de llegar al final del camino con serenidad y gozo.