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Supervivientes: tiempos de reconstrucción

 Joaquín García Roca (Ximo), sociólogo y teólogo, acaba de publicar un libro en nuestra colección FRONTERAS de Atrio Llibres, como se publicita ahí al lado, en la columna de la derecha. Paco Gramage conversa con él sobre el libro. El texto original, en valenciano se publica en Grup del Dissabte. AD.

Muchos son los estudios y análisis que se han realizado, a posteriori, sobre la pandemia. Todo se ha visto como lógico. A gran escala el curso de los acontecimientos resulta previsible y con resultado fatal, desde la perspectiva de unas fuerzas muy poderosas a las que parece imposible poderse enfrentar.

Es fácil situarnos ahora en lo inevitable de estos análisis. Pero en medio de una tormenta como esta ocurren muchas cosas; los cálculos pueden fallar y aparece lo inesperado. Una frase atribuida a John Keynes: “Lo inevitable por lo general no sucede, porque prevalece lo imprevisible”.

Ximo García en el libro que termina de publicar, Supervivientes: tiempos de reconstrucción, “se sitúa y nos sitúa” en directo y en vivo, en lo que ha sucedido en la pandemia: en los supervivientes y en lo que se considera más importante, que son los tiempos de reconstrucción; y lo hace desde la proximidad con el grosor de un dolor en todo momento presente; ya en la dedicatoria del libro se manifiesta: a mi hermano Fede y al amigo Toni Inglés, víctimas de la pandemia.

Las reflexiones profundas a que nos tiene acostumbrados y sus preciosas imágenes y relatos, nos pueden ayudar a mantener abiertas pequeñas brechas de lo improbable: “para que cuando la tormenta pase, te pido Dios, apenado, que nos devuelvas mejores”.

En la lectura la del libro no sólo hace una detallada observación de lo sucedido sino también un profundo análisis, pero sobre todo nos invita a que pensemos en ese imprevisible que necesita ser pensado, para descubrir potenciales personales y de regeneración de la solidaridad, para descubrir que lo vulnerado nos señala el camino de una sociedad inclusiva que nos puede salvar. La lectura inspira muchas sugerencias; sobre algunas de ellas voy a conversar con el propio autor, desde el beneficio de la amabilidad que siempre concede Ximo a los amigos.

1.- Cuando pase la tormenta seremos supervivientes de un naufragio colectivo. El naufragio está siendo colectivo pero no sabemos si los supervivientes serán sólo los que en botes de salvavidas lo puedan ser.

Tengo muchas dudas sobre el fin de la pandemia. Como advirtió Albert Camus: “esta porquería de enfermedad… Incluso los que no la tienen, la llevan en el corazón”. Además de esta razón, creo más bien que no habrá un después de la pandemia, ya que cuando disminuya la pandemia sanitaria en los países ricos a causa de la vacunación, quedarán por vacunar dos terceras partes de la población mundial empobrecida. Hoy en día el 75 por cien de vacunas están concentradas en 10 países. Cuando el 70 por cien de las poblaciones ricas estén vacunadas, solo el 10 por cien lo estarán en el resto de la población. Por otra parte, tras la pandemia sanitaria general vendrán epidemias localizadas: se radicalizará la epidemia del hambre, la movilidad de poblaciones tras la estela del capital, la violencia por la frustración. No parece, pues, muy alentadora la situación

Al contrario, es la primera crisis mundial que lleva en su interior un germen de solidaridad basado en el propio interés. Aunque la geografía de la catástrofe se distribuye con desigualdad intensidad a lo largo del mundo, sin embargo el coronavirus trae consigo dos frenos de emergencia: la existencia de un mundo único e interconectado en el que no hay zonas seguras e inseguras, y el estatuto del virus, que circula sin pasaporte ni nacionalidad. Aunque nos empeñemos inútilmente en domesticarlo por su origen: virus chino, virus inglés, virus indio o sudafricano. La crisis financiera se pudo solucionar en unos pocos países, De la actual pandemia, nadie se salva solo, ni siquiera sirven los botes en los que solo caben unos pocos. Por primera vez, no hay salidas individuales, ni estatales, ni continentales. En este sentido es un virus igualitario.

2.- ¿Qué piensas sobre quién podrá liderar la reconstrucción? ¿se hará desde la solidaridad de naciones-estado, o desde la bondad que ha proliferado en los barrios, ciudades, campos, niños que mandan vídeos a sus abuelos, jóvenes que no se cansan de esperar?

Los actores de la reconstrucción serán múltiples y plurales y ninguno por sí mismo estará en condiciones de lograrla. De la crisis del 2008 salimos pilotados por los actores económicos y políticos, de la pandemia sanitaria saldremos pilotados por instituciones mundiales como la OMS, la ONU e Instituciones globales como UE, Alianzas asiáticas, africanas y americanas. Los estados nacionales, por el contrario, no están capacitados para abordar un problema global con instrumentos locales, pero sin ellos no habrá reconstrucción posible. La pandemia ha vulnerado los fundamento mimos de la convivencia y, en este caso, la reconstrucción no puede venir sólo desde arriba ni desde las instituciones, sino que requiere la movilización social que incorpore a las ciencias y a la religiones, a los expertos y a los líderes sociales, las humanidades y las espiritualidades y sobre todo las buenas prácticas que la población ha desarrollado en el interior de la catástrofe.

3.- Hoy parece que el poder está fuera del espacio estatal. El Leviatán ya no es el estado, con sujetos conscientes, sino el de una racionalidad matemática en el algoritmo financiero. Parece, pues, que la voluntad política humana ha perdido su eficacia; ante esta constatación, se aprecia que la solución se encuentra, ante todo, en la solidaridad que nace del “paisaje de los gemidos” y los relatos que identificamos en organizaciones psíquicas y sociales, que orientan comportamientos colectivos y prácticas políticas.

No estoy tan seguro de que el poder esté fuera del espacio estatal. Fuera del Estado sólo queda el Mercado. Neutralizar el poder del estado es la pretensión de quienes quieren que el capital no esté controlado por el Estado, o que la libertad circule sin límites. La novedad, sin embargo, hoy es el surgimiento de actores morales arraigados sobre el territorio y con la bondad y la compasión como equipajes. La gestión de la pandemia ha mostrado las potencialidades de los datos, que permitían saber en cada momento el índice de muertos, de ocupación de las UCI, el índice acumulado en décimas, la curva de contagios. Pero también ha mostrado su radical insuficiencia: muertos sin rostros, contagios sin nombres, UCI sin proximidad, duelos sin despedida. Se puede soportar un índice acumulado de 250 por 100.000, pero si eres capaz de acercarte al dolor íntimo de cada persona y de cada familia todo cambia.

4.- Dices que en muchos momentos la pandemia se ha mostrado generadora de ambientes: como ejemplo, la recreación de la casa, no sólo como reparación del desgaste laboral, sino como amparo y recogimiento.

En la pandemia se ha evidenciado el poder destructivo del virus con corona, y también el poder regenerador que nos ha permitido estimar ambientes, prácticas sociales e instituciones. Hemos estimado el valor de la simple vida, sin adornos ni superficialidad, de modo que mientras la muerte es una ley natural, la vida es un milagro permanente. Nos ha hecho estimar la casa hasta el punto de que el tiempo de cuarentena lo dedicamos principalmente a invertir en acondicionar la casa, porque dejó de ser un lugar de descanso y reposición de energía a ser un espacio vital capaz de lo mejor –encuentro con los hijos, con los cónyuges, con uno mismo– y también de lo peor –violencia de género.

5.- Muchos de nosotros, de alguna manera, en esta pandemia hemos sentido una deuda unos con otros: hijos con padres, nietos con abuelos, entre hermanos y amigos, políticos con ciudadanos. Señalas que esta deuda puede generar conciencia crítica, puede ir más allá de una experiencia personal que genere una indignación más profunda.

La pandemia ha creado dos figuras antagónicas, el deudor y el acreedor. El deudor es aquel que se siente agradecido por lo recibido, celebra los lazos sociales y los vínculos afectivos y se indigna por no poder despedirse de sus padres, no poder visitarles, y espera reconstruir los vínculos lo antes posible. El acreedor por el contrario cree que todos le deben algo, solo reconoce derechos e ignora su responsabilidad. Acusa a las Residencias por el trato a los mayores pero no se pregunta si ejerció la necesaria vigilancia o más bien abandonó a los suyos. Confío más en los deudores que en los acreedores. El deudor tiene conciencia crítica y su indignación no le lleva a la queja que paraliza, sino a la acción humilde, radical y compartida.

6.- Refieres que el marco teleológico postula una salida de excepcionalidad a las crisis mediante un proceso lineal, ascendente, que conduce irreversiblemente a un estadio superior de la conciencia, de la vida, de la sociedad. A partir de aquí se puede deducir que las intervenciones políticas son préstamos para reforzar que vamos mejor, así como también se justifican como daños colaterales la gravedad de las muertes o las mismas guerras. ¿Es la creación un proceso ascendente que siempre va a más y mejor?

Viví en primera línea la visión teleológica en el interior del Mitch y del terremoto que asoló Centroamérica. La protagonizaron las Asociaciones de Empresarios y comerciantes y las instituciones económicas. Ante la destrucción del país, decían que la catástrofe seria buena para el país porque permitiría reconstruir las casas, rehacer las carreteras, destruir las casas precarias. Porque el país siempre va adelante, según postula el gran mito de la modernidad por el cual siempre se va a más y a mejor. Su última expresión propone que el hombre puede llegar a ser dios – homo deus- La pandemia ha destruido el mito, y ha mostrado la fragilidad del ser humano, la vulnerabilidad de sus contextos, y la inconsistencia de sus estructuras sociales y políticas. Las personas muertas y el sufrimiento infinito causado por el virus no es un eslabón en la cadena ascendente del progreso; es sólo y simplemente una catástrofe. El optimismo propio de la maximización se ha convertido en descreimiento, incertidumbre y anhelo de una salvación que no será el resultado de ir a más y a mejor, sino de un proceso abierto, y como tu dices al comienzo de la conversación, imprevisible.

7.- El sentimiento religioso tradicionalmente se ha representado vinculado a situaciones de contingencia y en la pandemia estos rumores de sacralidad han emigrado, –con códigos laicos o religiosos-, hacia acciones solidarias y de bondad. Esto mismo lo expresas de manera preciosa cuando dices: la providencia de Dios son las manos largas de mujeres y hombres buenos.

El sentimiento religioso ha surfeado en distintas experiencias personales y contextos sociales. Son vehículos sometidos al tiempo, al lenguaje y a la cultura. En épocas metafísica, el sentimiento anidaba en la experiencia de la contingencia y la finitud.

En tiempos del romanticismo, giró hacia la experiencia oceánica. La religión no nacía en la experiencia del desierto sino en la experiencia de belleza, de plenitud, de felicidad. Entre guerras rodeado de escombro el ser humano era simbólicamente activo, abierto a la alteridad capaz de crear símbolos, imaginación creadora. En tiempos del existencialismo, se rastraron todos las forma de apertura en el aquí y en el ahora. En la pandemia se han desbordado los lugares tradicionales de la experiencia religiosa unidas a la contingencia, a la vulnerabilidad y se ha abierto el lugar de la bondad, de la solidaridad, de la ayuda y del cuidado como espacios sagrados.

8.- Sobre la relación entre sufrimiento evitable y la justicia ideal planteas un tema que puede marcar la ruta de la nueva normalidad: si se hace a través de acciones basadas en un enfoque ideal, reglas perfectas, o se puede plantear desde realizaciones concretas que mitiguen las injusticias.

En las puertas de las Residencias se oye el grito que reclama justicia para con sus mayores, justicia reclaman los pueblos que no tienen acceso a la vacunación, justicia imploran los que vieron morir en los pasillos de los hospitales por falta de recursos. Siempre que se plantea la necesidad de un cambio se abre la encrucijada entre el mejoramiento, que pretende evitar las injusticias manifiestas, y la revolución que pretenden alcanzar una sociedad perfecta. El porvenir de lo vulnerado vivirá esta tensión y sin renunciar a la justicia ideal como horizonte, da prioridad a la injusticia evitable, aunque tenga que soportar muchas dudas sobre si conduce o no a una sociedad perfectamente justa.

9- En el libro se supera el optimismo ingenuo de una humanidad que camina en línea ascendente, pero también se habla de un aquí y ahora que nos marca una naturaleza de la que dependemos y debemos cuidar, con arraigos y fabulaciones que nos conectan, donde encuentras signos de esperanza; preciosa es la imagen de la centralidad de la vida y la dignidad de lo viviente.

En la pandemia se han desvelado gérmenes de esperanza, que necesitamos para la reconstrucción. Ha permitido, según subraya Francisco rescatar y valorizar a tantos compañeros y compañeras de viaje que, en el miedo, reaccionaron donando la propia vida, y comprendieron que nadie se salva solo. Ha introducido la lógica colaborativa entre los actores, que se ha mostrado más eficaz que la oposición en la que se gana la partida cuando el otro pierde. Ha generado esperanzas saber que sin la participación activa de las poblaciones ningún problema tiene solución; las personas vulneradas no sólo tienen problemas sino también soluciones. Abre espacios de esperanza saberse en situación permanente de aprendizaje sin que se puedan exigir certezas absolutas ni principios innegociables. Ofrecer certezas cuando solo hay incertidumbre produce frustración colectiva. En un momento en que la economía, la política y la cultura parecen haberle declarado la guerra a la vida natural y social, la vida se hermana con el cuidado y los héroes de nuestro tiempo han sido los profesionales del cuidado que han sostenido nuestras vidas, y la legión de personas, amadores y soñadores, que hicieron de sus vidas un servicio de donación y gratuidad.

Un comentario

  • Juan A. Vinagre Oviedo

    Solo expresar un secillo agradecimiento a las reflexiones que Ximo nos ofrece. Y que comparto. El tema merece atención y al menos de cuando en cuando volver sobre él, pues se trata del hombre vulnerable, egoísta y solidario, lúcido y también más torpe de lo que parece… Y que, por ello, merece que dé otro rumbo a la vida, aunque le cueste emprender ese viaje que, al fin, nos lleve a un Mundo Nuevo y nos haga renacer… Pero renacer de verdad, no solo limitarnos a meros maquillajes…, que es lo que  algunas -quizá muchas- veces hemos hecho, tras mirarnos en el espejo de la historia… (Muchas veces el poder ha repensado la historia para corregir errores que hicieron perder el poder, no para transformar y crear una sociedad más justa y solidaria.)   Tal vez sean las grandes catástrofes las que nos ayuden a entrar en razón y nos impulsen a pensar con más detención, a revisarnos y a plantearnos la necesidad de cambios en profundidad… Nuestro rumbo, como sociedad, va equivocado desde hace siglos, milenios… ¿Aprenderemos de ésta o necesitamos nuevas catásttrofes?  Escribiendo estas líneas me viene a la memoria una observación de Harari: ¡Ojo al homo sapiens…!  Observación que podría precisarse más, quizá mejor, así: ¡Ojo al homo sapiens poderoso, que no quiere bajarse del pedestal… del poder! Y por tanto no quiere cambios…

    En suma, frente a los ciegos auto-endiosamientos. esta pandemia nos pone una vez más en evidencia que somos muy vulnerables y que nuestro poder -como nuestra existencia- es demasiado limitado, efímero. Lo que debería despertar nuestra conciencia solidaria, así como también la convicción de que en estos casos solo nos salvamos juntos, ayudándonos, y no cada uno por su cuenta. Por eso, es necesario reforzar nuestra conciencia crítica, sí, a fin de no recaer en el mismo vicio-error de levantar murallas defensivas, protectoras, que nos protejan de los vulnerables “infectados”, que son los marginados de siempre…   Esa conciencia crítica -no malévola- que debe llevarnos a desconfiar, debe también llevarnos a valorar al homo sapiens… Cuanto más sapiens sea más desarrollará su sentido de protección solidaria. Por eso, cabe la esperanza en que un día el sapiens sea más sapiens…, porque es capaz de serlo.  Y, rectificando, renazca algo mejor… Un Mundo Nuevo, éticamente más sano.

    (Esta es la reflexión que me hago. Creo que, aunque sea ya tópica, es bueno de cuando en cuando volver a ella, porque la olvidamos, o marginamos, demasiado pronto.)