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Limpiar Amnistía Internacional España

Era una época en la que los defensores de los derechos humanos nos manifestábamos una y otra vez a favor del juez Garzón, perseguido, con escándalo mundial, por los más siniestros poderes legales y fácticos de España. Entre sus trampas, compraron con el caramelo de un premio a una dirigente internacional de Amnistía que hizo también, “de paso”, unas declaraciones contra Garzón.  Denuncié el hecho a AI, pero me respondieron por escrito que como ella no venía representando a la organización no podían hacer nada; vamos, ni una declaración en que constara lo dicho. En mi larga vida he soportado muchas cosas, pero no que se rían de mí a quienes pago para que defiendan los derechos humanos, por lo que me di de bajo de esa, ay, curiosa AI.

Pasaron muchos años y visitó España el, -cuantitativa y en algunos aspectos, cualitativamente-, mayor conculcador mundial de los derechos humanos, el dictador chino Xi Ping. Para vergüenza nuestra, sólo AI, y sólo con un frío y poco difundido comunicado, parecía protestar por su recibimiento. De ahí que, como en otras ocasiones, me manifesté con una pancarta que decía “Derechos humanos, China” en la plaza de Cibeles al paso del dictador. Sus secuaces allí apostados y después la misma policía española -tras recibir órdenes por teléfono- intentaron en vano arrancarme la pancarta, pero sí lograron entre todos apartarme algo del lugar, por lo que puse la correspondiente denuncia en el Juzgado de Guardia, indicando que tenía fotos y testigo de los hechos.

Ante el silencio administrativo, dado que AI había sino la única organización que se había movido algo sobre el tema y esperando hubiera mejorado con los años, decidí recurrir a ella. Preparé algo el terreno a finales de 2020 enviándole un donativo de 3.000€ y cuando su director, que resultó ser el mismo de antes, me llamó para agradecerlo, tuve una larga y amistosa conversación, incluido el charlar sobre el origen catalán de nuestro apellido, Beltrán, tema muy significativo como explicaré. También le planteé entonces mi denuncia a Xi Ping. Me dijo que le enviara datos, documentación y fotos, como en efecto hice.  Tras una cierta demora, me contestó por escrito una empleada suya afirmando, textualmente, que no tenían un abogado adecuado para el caso, indicándome que me dirigiera a otro.

Tardé un tiempo en reponerme del shock que tuve al constatar la negativa de AI, empleando encima una excusa tan estúpida, dado el objetivo de la organización y los grandes medios de que dispone (90.000 socios, 14 millones de euros anuales) para denunciar ese doble atropello, máxime, como es natural, el del Xi Ping. En ese tiempo ocurrieron varios hechos que me han ayudado a comprender mejor lo sucedido.

El primero suceso está relacionado con el escándalo montado en torno a la actuación judicial respecto al rapero Pablo Hasél. Muy ajeno a su ambiente concreto, yo sólo conocía que se le perseguía por criticar a la monarquía, a la que yo he denunciado fuerte, pública y constantemente desde que ha sido menos o más factible, hace unos 25-30 años. Los rumores de que ese cantamañanas apoyaba el terrorismo, indicado entonces vagamente sólo por medios de derechas, me parecieron entonces una calumnia, dado que AI apoyaba su “libertad de expresión”. De ahí que, con gran vergüenza e indignación posterior mía con la dirección de AI, cometí el grave error de colaborar mucho con mis pancartas las dos primeras manifestaciones en Madrid en favor de ese indeseable.

Investigando ese increíble y por tanto improbable “error” de AI, y tras no encontrar en tres páginas de Google sobre el currículum de su director, uno me informó que, lejos de ser madrileño -como afirman algunos medios, nació en Méjico. También queda patente en sus numerosos currículos en Google que intenta tapar, con un claro complejo de inferioridad de pésimas consecuencias para quien tiene tanto poder en AI, su poca formación universitaria, exhibiendo una selva de diplomas de tres al cuarto. Por supuesto, peor aún que el ocultar su capacitación profesional ha sido su tenaz empeño en querer ocultar, como también ha hecho, según explica más adelante, con su verdadera nacionalidad.  Su profesión ha sido, prácticamente toda su vida, la de un funcionario de AI en distintos países latinoamericanos primero y después en la central de Londres, recalando después en España donde lleva de director nada menos que veinticinco (25) años. Es decir, se trata de un burócrata en el peor sentido de la palabra, poseedor de secretos y mañas y prácticas varias a las que por su naturaleza se presta de modo especial -no seamos ingenuos- el dirigir una organización como AI. Ya B. Shaw, observaba la necesidad de cambiar a los dirigentes con frecuentes, como a los niños y por la misma razón. El remedio de elegir a cuatro representantes del lugar que dicen los estatutos de AI no puede engañar a nadie serio.

Estos hechos explican su connivencia con la que vino a combatir a Garzón y el que no haya querido ni verme, para que otro Beltrán (el tercero de mis ocho apellidos catalanes) no descubriera lo que tan celosa como por ello significativamente ha intentado ocultar durante tanto tiempo. También explica por qué apoyó a Hasél, ese títere que pedía que ETA matara, citándolos por su nombre, a varios políticos. Bien sabemos cuánto han dado los separatistas para que les hicieran propaganda personajes de distinto tipo, así como la especial inquina retorcida de no pocos mejicanos contra lo español, como ha mostrado hasta el ridículo su actual presidente, Obrador; dividir España para esos viejos resentidos sería, aunque fuera a nivel inconsciente, una ideal “venganza de Moctezuma”. Algo sabe sobre el tema quien ha escrito tres libros contra el racismo en Latinoamérica, especialmente en Méjico, en donde dos veces intentó residenciarse durante el franquismo, sin poderlo por distintas circunstancias políticas; y país al que ha vuelto cuatro veces con estadías de 2-3 meses para hacer por su cuenta campañas de información sanitaria, todo comprobable en su web.

Otro “detalle” significativo de la situación es que, después de más de un mes del sangriento golpe militar en Birmania, todavía, que yo sepa, los socios de AI no nos hemos enterado el desarrollo de cómo va esa gigantesca violación de los derechos humanos desde el cinco de mayo. Menos aún AI se ha molestado España en organizar siquiera una pequeña manifestación, -fuimos 20 personas- cuando el primer golpe.

Un tercer “detalle” es que en el último mes se han registrado oficialmente dos manifestaciones de protesta contra AI ante su sede central en Madrid, escándalo provocado por el quebrantamiento por parte de AI de los derechos humanos laborales de sus mismos empleados. Si la organización no puede ni defender o incluso ni conocer esas injusticias de las que, en definitiva, es la auténtica responsable, es que algo huele muy mal, a podrido, en el reino de AI.

Estos temas tan diferentes en importancia, pero tan convergentes apuntan, a mi parecer, que creo puede ser el de gran parte de quienes realmente desean que AI cumpla mejor el noble fin para el que fue creado, a la necesidad de una profunda renovación democrática que acabe con una burocracia que hoy impide su buen funcionamiento y muestra demasiados indicios de desviación en más de un sentido.

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