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Elecciones

      La política en muchísimos países se divide en dos tiempos, antes de las elecciones y después de las elecciones, antes para mentirte, y después para defraudarte, mi vida para vivirla junto a ti. Y en medio del antes y del después, lo de siempre. Cuando llegan las elecciones todo son erecciones, el homo sapiens retrograda al homo erectus. Parece como si en nuestra vida no tuviéramos nada mejor que hacer que introducir por una raja un bicho frío cada cuatro años, y mientras tanto coitus interruptus con la realidad.

      Tal como van las cosas, creo que nunca llegaré a saber por qué se desconfía tanto de los políticos, pero luego se pone tanto y tan circunflejo énfasis, como las cejas de Zapatero, en la papelera de las papeletas. ¿Será que los electores se mienten a sí mismos antes de votar, aunque siempre mantienen una sombra de duda respecto de sus elegidos?, ¿o será que se mienten después a sí mismos, tras la defraudación de la confianza por parte de sus partidos? No entiendo, de veras, el sentido del voto, luego existo, voto a bríos: parecía que íbamos ganando las derechas, pero hemos ganado las izquierdas.

      Por otra parte España, que desafortunadamente ya no se priva de las bandas narcocriminales pegando tiros por las calles (aunque sigue con las bandas criminales de los bancos y las bancas), a pesar de toda esa engañótica, se va resignando a las argucias y trampantojos descarados de las elecciones, tal y como lo describe mi buen amigo Gerardo Mendive: “Un candidato de las fuerzas de izquierda llegó al pueblo de San Ignacio, en Honduras, durante la campaña electoral de 1977. El orador trepó la escalera que hacía las veces de estrado y ante el escaso público proclamó que la izquierda no soborna al pueblo, no vende favores a cambio de votos: –¡Nosotros no damos comida! ¡No damos empleos! ¡No damos dinero! –¿Y qué mierda dan, entonces?, preguntó uno”. Segundo caso. “A un político menor le toca ‘destapar’ al candidato del PRI en Coahuila. Le notifican que será Agustín Villavicencio, presidente municipal de Saltillo. Toma el micrófono y se lanza: “Compañeros. Nada me da tanto gusto como festejar a uno de los mayores aciertos de nuestro partido, una elección inobjetable. Sí, amigos. Agustín Villavicencio es el hombre ideal, infatigable, insobornable, todo él una maquinaria militante, un patriota convencido, un mexicano hasta las cachas. ¿Qué mejor destino para nuestro noble y glorioso Estado que la conducción férrea y el temple viril de Agustín Villavicencio?”. En eso se halla cuando le pasan un papel. “Ya cállate. Cambiaron de opinión en el Centro. El bueno no es éste, el bueno es el senador Gonzalo Díaz”. El político se turba un instante y luego prosigue: “Sí amigos, el PRI es el espacio de los grandes hombres y de las sorpresas siempre gratas. ¿Oyeron todo lo que dije de Agustín? Pues eso no es nada, porque al lado de Gonzalo Díaz es un pobre pendejo. ¡’Ese si es el bueno! ¡Ese sí que es el hombre de Coahuila”. He aquí que una verdad se torna ridícula, al mismo tiempo que una cosa ridícula se torna verdadera. Tercer caso: “Federica Montseny: “¡Federica, Federica –gritaban los jóvenes– el socialismo ha tomado el poder!”. “¡No, les respondía, el poder ha tomado al socialismo!”[1]. Y en esas estamos, queridos tránsfugas. Yo mismo estuve en un mitin en un país lejano donde se repartía una zapatilla a la entrada y otra a la salida: se acabaron las zapatillas de pie derecho y de pie izquierdo, todo valía.

               ¿Cuándo llegará mi día? Como yo no me cuento entre el número de los apolíticos (tan tarado no creo estar aún) no puedo decir que llegará cuando los padres amen a la sociedad entera del mismo modo que aman a sus hijos, pues no pocos padres hacen por sus hijos lo mismo que los políticos con su pueblo, y esto lo sabía muy bien Felipe Trigo, aquel singular médico extremeño que creía ser socialista, pero era anarquista: “Si al hombre se le impide trabajar para sus hijos ¿no se le privará del estímulo del trabajo convirtiéndole en un haragán que no haría nada, o lo menos que pudiese? El hombre se mata hoy trabajando por sus hijos, por darles de comer, por juntarles una fortuna. Tan verdad es eso, y con tal ceguedad y tesón quiere el hombre conseguirlo, que es frecuente ver padres honradísimos emprendiendo negocios de moralidad equívoca con la obsesión del testamento. Considerando este hecho tristísimo, se me ocurre la alegría inmensa de esos padres cuyos hijos sólo con nacer serían partícipes de los bienes de la tierra en igual grado que los hijos de los otros. Es un beneficio innegable la destrucción de la herencia: la redención de esos míseros esclavos que se llaman padres de familia. Vale tanto como concederles la libertad, la facultad de vivir para sí mismo a que tiene derecho el hombre”. Yo a este hombre, más que votarle, le llevaría a hombros.

      Sí, yo a este hombre, más que votarle, le llevaría a hombros: “Si son escogidas a voluntad de cada uno, ¿no habrá profesiones que no quiera nadie, como son todas las molestas y las inmundas?, ¿quién, pudiendo ser catedrático, preferiría los bajos oficios de barrer las calles o limpiar las letrinas? Hoy es violento que un pocero de alcantarilla pueda obtener mañana la dignidad del hombre. Pero imposible ¿por qué?, ¿quizás no es un hombre el pocero de hoy?, ¿no es más útil, con su olor a estiércoles, que el perfumado haragán de las tertulias? Enseguida se vería a un limpiador de comunes bañarse, perfumarse y quedarse convertido en un elegante sportman. Entre mi limpiabotas y yo media hoy gran distancia intelectual y de aptitud; pero llévese a un hijo mío y a otro del limpiabotas al mismo colegio desde los dos hasta los veinte años, ¡y quién sabe de parte de cuál de ambos quedará la desventaja, si quedaba en alguno! Lo probable es que no hubiese más genios ni talentos asombrosos, porque lo fuesen todos”[2].

      Sí, yo a este hombre, más que votarle, le llevaría a hombros: “Los administradores públicos serían cargos honorarios, obligatorios para cualquier ciudadano elegido por el sufragio de los demás. La política, si place seguir llamando así a una función meramente administrativa (puesto que la verdadera función política radicaría en los ciudadanos todos reunidos en asambleas magnas), habría dejado de ser un oficio lucrativo, sin perjuicio tal vez de continuar prestando al mismo tiempo los elegidos sus funciones individuales como tales trabajadores. Ser gobernante sería molesto, pero sería un deber cívico”.

      Qué loco debo de estar, madre mía ¡llevarle a hombros entre vítores y palmas, yo que no amo el toreo, más por solidaridad con el toro que por displicencia de la hermosa faena de algunos magníficos toreros! A ver si va a ser que las elecciones son una forma de embestir… ¿He dicho embestir, o investir? No sé bien, pero creo que el toro es más noble en su embestida.

      Sea como fuere, y para que no haya más sangre derramada en el ruedo ibérico, les recuerdo con Charles Péguy: “Y usted, señor, que me asegura que habría que definir muy bien, un poco por vía demostrativa, por vía de razonamiento de razón raciocinante, qué es la mística y qué es la política, yo le respondo: mística republicana la había cuando se moría por la República, política republicana la hay ahora cuando se vive de ella”. Hasta la mejor política resulta siempre el producto de descomposición de una mística. La decadencia comienza el día en que uno habla de mística, y el otro responde desde la política correspondiente.

 

[1] Mendive, G: El mundo actual y sus desafíos. Autoedición, México, 2006.

[2] Trigo: Socialismo individualista. Mérida, 1904.

10 comentarios

  • Carlos Díaz

    Modernizarse

    Javier Peláez censura mi artículo Elecciones por el carácter anacrónico de mis opiniones: “El problema de Carlos Díaz es que un análisis de la política de hoy no se puede hacer con el pensamiento de los años treinta… Esta sociedad es muy distinta… La política es altamente complicada porque vivismos en una sociedad sumamente compleja… Hay que modernizarse, a no ser que estemos para hablar al cuello de nuestra camisa”.

    Esta opinión, que obviamente respeto, me interesa sobremanera, porque ciertamente también yo creo que a estas alturas hablo para el cuello de mi camisa, y que me estoy quedando muy solo. El problema además no es tan sólo mío, sino el de mis maestros difuntos con los que converso todo el día como Quevedo.  Lo que me preocupa es que esta frase de Charles Péguy sea objeto de censura:Y usted, señor, que me asegura que habría que definir muy bien, un poco por vía demostrativa, por vía de razonamiento de razón raciocinante, qué es la mística y qué es la política, yo le respondo: mística republicana la había cuando se moría por la República, política republicana la hay ahora cuando se vive de ella”. Hasta la mejor política resulta siempre el producto de descomposición de una mística. La decadencia comienza el día en que uno habla de mística, y el otro responde desde la política correspondiente”.

    En realidad, lo que me importa ni siquiera es Péguy, sino si lo que dice Péguy está pasado, y qué podría venir a sustituirle. Desafortunadamente, cuando me preguntan los periodistas “¿qué es lo que está usted leyendo?” y les respondo que el Nuevo Testamento y el Quijote, me repreguntan decepcionados: “No, algo más moderno”. Y les respondo: “Gwendolyne”. Al fin y al cabo no me salgo de la Iglesia, de la Iglesia de Julio Iglesias ni de la de Pablo Iglesias Jr, que no lee siquiera literatura de cordel. Y como soy tan viejo y lo que más vale son mis anécdotas, al día siguiente de nuestra boda, hace cincuenta y un años, mi esposa y yo pusimos en la calle un puesto de libros militantes de la Editorial Zero/Zyx, cuya venta ambulante estaba prohibida, con el riesgo de terminar en el calabozo de la Puerta del Sol, que conocíamos bien. Hubo suerte aquella vez, pero no tanta. Llega un comprador, ve el folleto clásico de Julián de Zugazagoitia titulado “Pablo Iglesias, de su vida y de su obra”, lo mira, lo remira, paga las 13 pesetas correspondientes, y al llegar a la esquina de la calle de la Princesa, regresa con un reclamo: “Aquí no viene Gwendolyne”, así que le devolvimos el dinero. Yo creo que ese joven de hace medio siglo era un albor del futuro: de la memez de la posmodernez.

    Un abrazo

    Carlos Díaz

    • Javier Peláez

      Oye Carlos que yo leí tu libro de la Razón Dialógica a la Razón Utópica-Profética(o algo así) y me impactó bastante…Pero de política no sabemos mucho,eh…De la actual…Creo que no hay que despreciar tanto las redes sociales,que ciertamente son altamente manipulables(con bots…)cuando sabemos que un 30 por ciento del electorado configura su voto por ahí…Por lo demás,cada época tiene sus màs y sus menos…Yo además no me meto con el pasado antifranquista de las personas lo respeto y lo admiro…Al fin y al cabo la democracia os la debemos a vosotros…A mi me deja estupefacto que alguien vote a esa grupo neofranquista o neotrumpista de VOX…Como si no hubiéramos tenido bastante…Yo lo veía en mi padre qepd,que aún de derechas era un demócrata,era un hombre con miedo,la impronta franquista que le dejó el contubernio de Munich y un expediente de separación de servicio archivado con ocho hijos…Cuando yo me hice insumiso(y eso que él era contrario al servicio militar hasta la médula),le ví el miedo…O a lo mejor era la diferencia de edad:los padres que tienen cierta edad(yo tb fui padre mayor)son más cagones…Pero yo observaba a mi padre y vi que el franquismo dejó mucho miedo…y eso que era de derechas…Yo respeto y admiro el pasado antifranquista de las personas que tenéis más edad que yo…

    • Carmen

      Sabe que sucede? Qué muchos, muchas, muchísimos, muchimísimas personas ya solamente hablamos para el cuello de nuestra camisa.
      Y eso es un problema. Porque quizás tuvimos toda la razón en un determinado momento del tiempo, de la historia, pero el tiempo no se detiene, y la historia, tampoco.

      Un saludo cordial.

  • Javier Peláez

    El problema de Carlos Díaz es que un análisis de la política de hoy no se puede hacer con el pensamiento de los años treinta,ni por lo que ocurre con el PRI… Esta sociedad es muy distinta…No tengo nada contra Peguy ,menos contra Montseny con la que mi tio abuelo materno exiliado y enterrado en Panamá dió un mitín en Valencia…No tengo nada y menos sobre lo que dijo de los socialistas que a mí no me engañaron ni en el 82…La política hoy está mediada por la televisión y por el espectáculo…Cada época tiene sus ambivalencias…De la política no cabe esperar grandes cosas,pero hombre una sociedad un poco más humana….Este pasado jueves celebré el primer pleito de indemnización por faltas de medidas de seguridad de personal sanitario durante el confinamiento,no se celebró,se suspendió…Como uno tarda en conocer las cosas,cuál fue mi estupor al descubrir que la CMadrid a la que representó ha suscrito un seguro que excluye el Covid como riesgo cubierto….Yo sé que estas cosas no importan al gran público, incluso entre los abogados hay quien lo justifica diciendo “pero qué compañía de seguros iba a asegurar el Covid”. Y yo pregunto,tanto aplaudir a las ocho,llega la mayor tragedia de nuestra vida y los mangarrianes que nos gobiernan ,no son capaces de buscar entre el mucho dinero que dilapidan(y os lo digo que lo dilapidan porque yo tengo pleitos de muchos millones de euros de las concesionarias privadas,no lo digo por darme importancia porque yo soy un triste funcionario,un mandao) un dinero para suscribir una póliza que cubra a su personal ante la mayor tragedia de nuestra vida…Estas cosas son las que llamó yo meter una puñalada en toda regla al personal sanitario…Yo sé que esto es materialismo,pero yo hace mucho que soy materialista… Evidentemente de todas estas cosas y de las muchas que habla Jesús Maraña en sus artículos o estos chicos de CuidaMadrid no hablan los mamarrachos de las tertulias…Tb le daré la razón a Carlos Diaz que los partidos muchas cosas no las arreglan o porque no las conocen o porque tienen otras preocupaciones o porque se tienen que dedicar a desmentir cosas absurdas o porque los medios de comunicación se dedican a desviar la atención con campañas difamatorias bien porque viven de determinados políticos,bien porque hay una evidente confusión entre medios y partidos,bien porque la política tiene algo de forofismo político que impide tener una ética común….La política es hoy altamente complicada porque vivimos en una sociedad sumamente compleja…Dudo yo que Federica Montseny o cualquier otro pensador de los años 30 usará hoy los mismos métodos de análisis…El Taibo se ha modernizado habla de decrecimiento…Hay que modernizarse…a no ser que estemos para hablar al cuello de nuestra camisa…

    • Carmen

      Es que las personas que hemos vivido antes de todo esto del mundo globalizado, del estallido de internet, que ha cambiado las reglas de juego, de las redes sociales porque parece que son las que mandan , no entendemos de qué va esta nueva realidad. Nuestra cabeza es sencillamente otra.

      Al leer el artículo de Nacho Dueñas he pensado algo parecido. Sencillamente estamos desbordados. No entendemos. La gente que ha nacido a partir de los 90, como muy tarde, son los únicos que quizás puedan encontrar un camino para organizar está sociedad nueva que ya está aquí.

      Y lo de las redes sociales eso es brutal, porque como solamente se buscan votos, las leen con avidez para conocer el percal, lo que piensa la gente y en función de eso toman decisiones. Y por supuesto para ganarse lo que antes se llamaba opinión pública y ahora se le llama Las Redes.

      Es un mundo absolutamente nuevo en el que la mirada antigua no sé yo si es válida.

      • Carmen

        Ayer oí decir que Pablo Iglesias va a dejar la política para meterse en un proyecto de televisión o no sé qué exactamente.
        Dejar la política? Pensé. Busca Poder y sabe dónde encontrarlo.
        En fin.

        • Javier Peláez

          Bien,pero yo soy mayor y no miro con altivez lo que no entiendo…Intento entenderlo…

          • Carmen

            Altivez? No seré yo…
            Intento comprender pero, o sea, imposible. Porque no alcanzo a entender la magnitud del cambio en el que estamos inmersos. Algo puedo intuir, pero no entender.
            LO único que deseo es que las generaciones que tengan que actuar, acierten. Colaboraré en lo que pueda. Pero mi momento de actuar directamente ha pasado. Si acaso un poquito de refilón…
            Buen día.

  • Juan A. Vinagre Oviedo

    Esa cita de Péguy me gusta, Carlos. Me parece muy oportuna en todo tiempo. Una cosa es la “mística” de la política, que es capaz de sacrificarse por ella (por mejorar la cosa pública), y otra la miseria de la política, que trata de vivir de ella. De vivir y de enriquecerse… ¿Recuerdan las palabras de un político: Yo entro en la política para hacerme rico? Sobran los comentarios… Solo añadir que mientras el “respetable votante” no castigue y vote mejor…

  • Alfonso

    Ya se lo he dicho a Antonio. Hoy no puedo aguantarme y te lo digo a ti: cada uno de los párrafos que nos escribes es una perita dulce.

    Gracias, Carlos.