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Razón común democrática

La humanidad comparte una razón común, como ya proclamaba Heráclito, que debería ser guía común democrática. Esta razón común general se encarna en un sentido común, que a su vez debería ser su guía concreta de carácter interpersonal y práctico. Sin embargo, la humanidad se disputa la razón y se la apropia particularmente, en un ejercicio dogmático de posesión egoísta y beligerante de la propia razón particular, así reconvertida en general y con pretensiones de falsa universalidad.

     Ahora bien, la razón es común y la verdad es de todos, de todos los que ejercen la razón común y no solo la suya propia, de todos los que se abren a una verdad no partida sino compartida. Decía el viejo Hegel que la verdad no es la parte sino el todo, pero añadamos que un todo no totalitario sino abierto y democrático. La razón común y la verdad de todos inaugura el sentido democrático de nuestra coexistencia interhumana. Como decía Picasso, si hubiera una sola verdad, no se podrían hacer cien lienzos sobre un mismo tema.

     La democracia funda una razón interracional que da cuenta de las diferentes razones, así como una verdad interveritativa que da cuenta de las diferentes verdades. Y todo ello para tratar de lograr un sentido común de coapertenencia humanitaria. Por eso la democracia no es absolutista sino relacional, no es subjetiva sino intersubjetiva, no es monológica sino dialógica. Su criterio es un criterio de humanidad: nada humano me es ajeno, así pues nada inhumano me es propio o apropiado.

     La razón es plural y la verdad también, por eso tiene su razón y su verdad de plomo incluso el fascismo sobre todo en su crítica radical al comunismo, lo mismo que el comunismo tiene su razón y su verdad de plomo sobre todo en su crítica radical al fascismo. En sí mismos empero fascismo y comunismo representan dos extremos o extremosidades de una razón y verdad mediadora y democrática, la cual cohabita la mediación de los contrarios y su remediación humanitaria.

     Y es que la esencia de la democracia es coexistencial, y consiste en la compartición de los contrarios: igualdad y libertad. Por eso no pueden cohabitar una igualdad que niegue la libertad ni una libertad que reniegue de la igualdad. Izquierdas y derechas deben cohabitar democráticamente, lo mismo que el socialismo y el liberalismo, el nacionalismo o lo local y el internacionalismo o lo global, el puritanismo religioso o eclesiástico y la libertad civil, secular o pagana. La dialéctica democrática es una dUaléctica o coimplicación de contrarios, no absolutos sino correlacionales.

     Así que la democracia constituye un todo abierto y relacional. La absolutización de una parte o partido por el todo conduce al totalitarismo, el cual revierte la razón y la verdad en patrimonio particular, mientras que la democracia es una fratria o fratrimonio radical y universal. Pues la razón es común y la verdad de todos, cuya resolución solo puede hacerse valer democrática y dialogalmente a través de un parlamento deliberativo y no conminativo, regido por el sentido común humanitario. Ahora bien, la auténtica democracia no trata tanto de una totalización cuantitativa de todo y de todos, cuanto de una asunción cualitativa y concreta de el singular y lo singular, así articulado y amparado.

    

3 comentarios

  • ana rodrigo

    Como teoría me parece angelical, pero los humanos no solemos ajustarnos a reglas tan fraternas. Ojalá viésemos a nuestra clase política dialogar sin mentiras, ataques personales, manipulaciones de toda índole, y no, como lo que estamos viendo, que parecen tirachinas compitiendo a ver quién le saca el ojo o le dobla la cerviz al “contrario”. Es una lucha por el poder, y no hay más explicaciones en lo que estamos viendo en las llamadas democracias. Se dice que la democracia es el menos malo de los sistemas de gobierno, pero de ahí, a lo que dice el autor, hay un trecho insalvable, dada la condición humana de nuestra especie calificada de inteligente.

  • oscar varela

    Hola!

    Gracias!

    Se trata de otro SUDOKU

    habitual en don Andrés.

  • Rodrigo Olvera

    El efecto práctico de esta interpretación de la razón y de la democracia es que resultaría antidemocrático el prohibir a los partidos neonazis, como se ha hecho en Alemania; y sería una exigencia democrática que dar cohabitación institucional a las propuestas misóginas y xenófobas de VOX.

    No. No me convence.