Al encontrar ese documento de los obispos, Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo – orientaciones doctrinales de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe -, quedé sobrecogido por su talante distópico e inquisidor en contra de toda búsqueda interior autónoma de la persona. Esperaba un presentación sintética del documento y lo que significa. Hoy nos presta Koldo. Pero a todoa pido, si le le dan una ojeada al documento, que den su opinión. ¿Van a conseguir así defender la fe de los españoles? AD.
- “Se han propuesto fomentar el exilio de su cerrado y anacrónico coto. Representan calcadamente el Sanedrín que Jesús se esforzó en ganar para una causa más generosa, altruista y abarcante”
- “Investiguen, reconsideren, rectifiquen. Tamaño gesto no pasaría desapercibido”
- “No durará dos telediarios la Iglesia que, en flagrante contradicción con el mensaje del Nazareno, alienta la separación y fomenta el alejamiento de vías espirituales serias, responsables y necesarias”
El mismo y humano corazón que el Hijo de Dios vino a abrir y desbordar es el que los obispos se empeñan en cerrar. El miedo es el peor consejero. ¿Quién si no él ha redactado el reciente documento, publicado por la Comisión para la Doctrina de la Fe en el que los obispos arremeten contra el “mindfulnes” y la meditación zen? Juzgan sin tapujos que estas prácticas, felizmente ya muy extendidas, son “incompatibles” con la fe cristiana. Critican que “ciertos planteamientos dentro de la Iglesia han podido favorecer la acogida acrítica de métodos de oración y meditación extraños a la fe cristiana”, y “equiparar a Jesús” con otros maestros fundadores de religiones.
La comunidad cristiana se renueva a cada instante. Se colma de vida creativa, de silencio resonante, nunca se acoraza. No hay parroquia alguna que defender, sino hermandad universal a alcanzar, hermandad que empieza con el acercamiento de los credos y sus responsables. El dogma nunca retuvo. La doctrina carga siempre exceso de polilla. La parroquia no se preserva, sino que se ofrenda a la más urgente necesidad humana, la construcción de los lazos de hermandad.
No hay comunión humana que pueda surgir sin un profundo respeto entre los credos y las diferentes formas de concebir lo Inconcebible, sin un acercamiento entre las tradiciones religiosas y espirituales.
Inician en vano esta otra persecución los legatarios del Santo Oficio. Sólo auspiciarán nuevas y más masivas deserciones.
Falta desierto a los jerarcas de la Iglesia, falta fe flexible, acogedora, sin temores, ni fronteras.
¿Algún obispo en su cabal juicio puede llegar a pensar que, Xabier Meloni, Pablo D’Ors o Anna María Schlutter, por poner sólo unos ejemplos de quienes tanto han hecho por profundizar y ampliar la fe cristiana, están en la cola de la entrada del Reino de Dios? ¿Es que el budismo zen de Thích Nhất Hạnh no es puro evangelio, elevado y poético anuncio, renovada y genuina buena nueva? ¿Los miles de europeos, los cientos de españoles, muchos de ellos cristianos, que cada verano peregrinan al gran monasterio de su “shanga” (comunidad) en Plum Vilage (Burdeos) no están movidos por una búsqueda pura y noble?
¿Es que, más allá de unas formas siempre pasajeras, puede haber la más mínima contradicción entre ese anhelo de sincera búsqueda y el evangelio de Jesús?
En nuestro mundo globalizado acorazarse es firmar sentencia de muerte. Los obispos se han propuesto fomentar el exilio de su cerrado y anacrónico coto. Representan calcadamente el Sanedrín que Jesús se esforzó en ganar para una causa más generosa, altruista y abarcante.
No durará dos telediarios la Iglesia que, en flagrante contradicción con el mensaje del Nazareno, alienta la separación y fomenta el alejamiento de vías espirituales serias, responsables y necesarias.
Carecen de futuro quienes se mueven por el miedo y no por el amor, quienes separan en vez de unir.
El creciente arraigo de los heterodoxos que nunca dejaron de ser vivificados por el Espíritu, de los fronterizos que nunca creyeron que la Iglesia fuera coto, sino comunión ancha y amable, inquieta a quienes temen merma de feligresía. Se sentencia la jerarquía a sí misma si condena los caminos de retorno al ser, a la interioridad, si señala con el dedo a los refugios de sincera y más universal espiritualidad que a lo largo de todos los últimos años se vienen abriendo sin su beneplácito.
Le sobra razón al fundador de los “Amigos del desierto”, Pablo D’Ors, cuando afirma que «el prestigio de la meditación se ha construido sobre el desprestigio de la religión». No hace falta que suene ninguna campana fuera cuando toca retornar al interior.
En el hondo recogimiento se disuelven las fes y sus eventuales colores. Nada puede atajar la búsqueda de lo verdadero, se atenga o no a unos cánones impuestos.
Investiguen, reconsideren, rectifiquen los prelados. Tamaño gesto, humilde y generoso, no pasaría desapercibido.
Artaza 5 de Septiembre de 2019
He leído con interés este artículo de Koldo Aldai porque recientemente he tenido acceso al documento Orientaciones Doctrinales sobre la oración cristiana “Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo” de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe de la CEE, del que leí esencialmente lo que se refería al zen, como practicante en la Escuela Zen del Triple Tesoro Zendo Betania, fundada por Ana María Schlüter Rodés y de la que es Maestra Zen.
El contenido del documento me dejó perpleja por varios motivos.
En primer lugar el desconocimiento que muestra de lo que es zen, porque afirmaciones tales como, “La técnica zen consiste en observar los movimientos de la propia mente con el fin de pacificar a la persona y llevarla a la unión con su propio ser” o “la meta de la meditación zen es ese estado de quietud y de paz que se alcanza aceptando los acontecimientos y las circunstancias como vienen, renunciando a cualquier compromiso por cambiar el mundo y la realidad” o “Además, frecuentemente el zen elimina la diferencia entre el propio yo y lo que está fuera, entre lo sagrado y lo profano, entre lo divino y lo creado. Una energía difusa anima toda la realidad visible e invisible que a veces adquiere fisonomía panteísta”, carecen de toda veracidad.
Aquí tengo que decir que el zen no es un método ni una técnica sino una práctica que no tiene nada que ver con lo descrito por los obispos, surgida en el seno del budismo cuando fructificó en China, que, según la frase atribuida al Bodhidharma, primer patriarca de China, Zen es: “Una transmisión especial fuera de toda doctrina, no se basa en palabras ni letras. Apunta directamente al corazón humano y lleva a ver la realidad y vivir despierto ”. No hay doctrina en el zen y ayuda a experimentar la Realidad en todo cuanto existe, la misma Realidad que los místicos cristianos experimentaron y a la que, según su tradición, podían llamar Dios y que en el budismo, que no habla de Dios, llaman Vacío.
Nada de lo dicho en este documento sobre el zen es verídico, parece una caricatura, o que hubieran acudido a esas fuentes pseudo-espirituales que precisamente critican tanto los obispos como las escuelas Zen serias.
Por último, me parece lamentable que personas de la talla que se espera de quienes se dicen pastores y guías espirituales, tengan tan poca seriedad y respeto hacia tradiciones milenarias que el mismo Concilio Vaticano II animó a preservar y promover: “reconozcan, guarden y promuevan aquellos bienes espirituales y morales, así como valores socio-culturales, que en ellos [los adeptos de otras religiones] existen” (Nostra aetate, 2)
Me entristece todo esto, quizá los obispos deberían analizar la responsabilidad que hechos o posturas como la suya tienen en esa “fuga” de fieles a otras tradiciones que tanto lamentan, además de que quizá les falte algo de humildad; por más que lo anhelen, su tiempo de poder omnipotente se ha terminado, porque no es verdad su afirmación: “La Iglesia, consciente de que el corazón del hombre no encontrará descanso más que en el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que es el único que puede satisfacer su sed de eternidad, tiene el deber de proponer el mensaje cristiano en todos los tiempos”.
La humanidad ha desarrollado distintas culturas, en el seno de las cuales han surgido cosmovisiones y religiones diversas, y todas ellas acceden a lo que les trasciende y a la divinidad con sus características culturales… Desde mi corazón cristiano, por pertenecer al seno de la cultura en que nací y fui educada, no puedo compartir esa aseveración de que Dios Padre de nuestro Señor Jesucristo es el único que puede satisfacer su sed de eternidad. No, esa afirmación es parcial y falsa, y con ese presupuesto no puede desarrollarse el diálogo interreligioso que es tan necesario en este mundo plural, diverso y sagrado.
Un saludo cordial.
Asunción Razquin Medina
Muchas gracias, Susi. No sabes cuánto me ha alegrado leerte.
Según iba leyendo hace días el texto, sentí eso mismo. Y me dije porqué he de pasar mi tiempo leyendo lo de siempre ¿? No aporta nada. Pero sí el hecho de ser valiente y hacer ver tanto prejuicio. Esto es lo que hay, y como tú misma, muchas otras personas lo ven desde diferentes ángulos. La mayoría de edad llegó hace tiempo, desde el momento en que se respeta y valora lo diferente.
Un abrazo atriero de bienvenida. Besos.
Claro. Me van a decir que es un disparate. Y qué hago hablando de fe cuando no sé ni qué es. Probablemente sean ciertas esas dos observaciones, pero del título del artículo quitaría las palabras flexible y acogedora. Pero claro…
Querida Carmen
Me gusta tu corrección del título.
Yo lo cambiaría a: Los obispos le sobran a la fe.
😉
El doctor Guerra Campos, obispo que fue de Cuenca y consiliario jefe de los movimientos laicos a los que arrojó a las tinieblas exteriores, en “Confesiones de un creyente no crédulo”, escribió: “Hipócrates no pasaría hoy de un 0 en un examen de anatomía. ¿Cómo es posible sin embargo que la Iglesia siga hoy con el mismo lenguaje y las mismas creencias que hace cientos y miles de años?”. A los señores obispos españoles actuales, les viene al solideo lo que le dijo a monseñor Cirarda, elentinces obispo de Canarias, monseñor Pildain y Zapiain antes de votar en el Concilio Vaticano II la disposición sobre libertad religiosa :”Utinam ruta cúpula Sancti Petri super nos”. (+/-, ojalá caiga la cúpula de la basílica De San Pedro sobre nosotros, por aprobar esto, se entiende). Lo malo es que no les cae.
Debe decir UTINAM RUAT…..”
Amigo Alberto, creo que el libro de citas no es del obispo José Guerra Campos, sino de su hermano Manuel, médico en Santa Uxia de Ribeira o Aguiño (A Coruña), no recuerdo muy bien en cual de las dos poblaciones que están muy próximas.
Todavía vi este verano ese libro en una librería de Ribeira.
Sobre el libro, leo el siguiente comentario:
<< Desde la convicción de que la fe cristiana es humanizadora, Manuel Guerra Campos reclama en esta Confesión una profunda renovación de toda la Iglesia, para hacer posible que los hombres y mujeres del siglo XXI vean en Jesucristo el prototipo de personas querido por Dios.
En la publicidad de su libro editado por "Verbo Divino", leo:
<>
Digo que leo lo siguiente en dica editorial:
“Manuel Guerra Campos fue médico de profesión, y teólogo por vocación.
Hombre culto e inteligente, lector infatigable de teología contemporánea, catequista en la parroquia de la Ribeira (A Coruña, España), expuso, invitado por el teólogo Andrés Torre Queiruga, su diagnóstico de la Iglesia como aportación a la renovación de la misma en La confesión de un creyente no crédulo, obra sencilla pero de gran profundidad que tuvo desde su publicación en 1998 una gran acogida por parte de un gran número de creyentes no crédulos.”
La fe que da vida no se define en las oficinas del Vaticano, tampoco en los episcopados celosos de sus privilegios y estatutos de autoridad, sino en el cotidiano de la vida de cada uno. Yo respeto la religión de cada uno, pero el culto que le gusta mas a Dios es el del amor solidario con los mas necesitados a quienes abrimos nuestro corazón. Buen dia a todos y a todas
Empiezo a leer el documento. Primera frase “La sed de Dios acompaña a todos y cada uno de los seres humanos durante su existencia“.
Mienten desde la primer frase, ¿para qué seguir?
Pero es que además ha decaído tanto el nivel intelectual de esta casta, que ni siquiera se dan cuenta que con esta frase contradicen la larga tradición de enseñanza espiritual cristiana, que desde la época Patrística ha reconocido la existencia del fenómeno de la acedia, que puede describirse justamente como ausencia de sed de Dios.