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Dios habla en voz muy baja

Ya hemos presentado a Alexander Grothendieck quien, tras haber conseguido reconocimiento mundial por sus trabajos en matemáticas 1950-1970, haberse revelado contra el sistema por sospechar que los militares se aprovechaban de sus descubrimientos y haberse ejercitado en meditación védica viajando a India, se dedicó a buscar en lo más profundo de su consciencia el sentido de su vida. Y nos dejó textos como este que iremos desgranando en ATRIO. AD. 

        (26 y 28 de junio, 1987) Es una gran satisfacción ver hasta qué punto esta “historia de mi relación con Dios”, que había pensado insertar de pasada y como para tomar conciencia, se ha convertido en la ocasión de un redescubrimiento de mi vida a través de algunos de sus momentos centrales y algunos signos que la han marcado, en los que hasta el momento no me había parado a pensar. La nueva perspectiva me permite abarcar mi vida en su globalidad y con una mirada nueva. A lo largo de la reflexión, veo manifestarse en ella paso a paso un sentido, un secreto designio, ignorados por mí durante toda mi vida y sin embargo oscuramente presentidos.

        Ese designio, y el nuevo sentido que da a mi vida, se han revelado hace muy poco, de finales de octubre a finales de marzo. Y seguramente es una gracia muy especial, que me hayan sido notificados expresamente y de forma tan clara (19). Frisando ya los sesenta años, aún me abría camino a tientas en la noche, sin que nada exterior viniera jamás a confirmarme en la vacilante vía seguida como a mi pesar, por eso ha sido crucial que al fin irrumpiera una luz y que mis tergiversaciones terminaran, para cumplir en esta existencia lo que debo cumplir.

        Y que nadie se imagine que la evocación de mis tergiversaciones de hace poco y de mi infidelidad de antes sea para mí ocasión de lamentos y rechinar de dientes, “¡ah si hubiera esto! ¡ah si hubiera lo otro!”. Es una alegría descubrir lo que ha sido, a la luz de mi presente, y discernir ahí los afanes de un devenir que se esforzaba a tientas, incluso a través de mis abandonos y mi infidelidad a lo mejor de mí mismo. Era necesario que esos frutos maduraran durante años y decenios su carne de amargura y que fueran comidos, para que nutrieran otro fruto en camino que ya germinaba sordamente. Y lo que vale para uno vale para todos, por amarga que sea la cosecha. Nadie escapa a la amargura del sufrimiento que él mismo se ha preparado, ni a la liberación que ésta prepara.

        He pensado en el apóstol Pedro, y en su negación del Cristo que acababa de ser entregado para ser crucificado. Releyendo hace poco ese relato, he sollozado largo tiempo, como si fuera yo el que acabara de renegar y traicionar al que iba a morir abandonado por todos. Sólo la verdad toca así, en lo más profundo del ser, y nos revela a nosotros mismos. Y no hay que lamentar que lo que así toca, como una herida bienhechora que cura, haya sido.

        Muchos son los llamados y pocos los elegidos. Pero los elegidos, me parece, son los que oyen, escuchan y siguen la llamada. Dios elige cuándo y cómo llama – ¿y hay alguien que no haya sido llamado? Pero no es Él quien escoge a los “elegidos”. Es cada uno de nosotros, cuando la voz llama, quien escoge en el ruido o en el silencio, si hace callar la voz o si la sigue. Nos gusta imaginar a Dios dictando Sus mandamientos con la voz del trueno, para que sean grabados, inmutables, en tablas de granito. En verdad, Dios habla en voz baja, y al oído de uno sólo. No ordena ni impone, sino sugiere y anima. Y lo que Él dice es locura para todos los que nos rodean, igual que para nosotros que somos su dócil imagen. Nada a nuestro alrededor ni en nosotros, salvo esa única voz, nos incita a prestarle atención, y todo nos disuade de hacerlo. Por eso es tan raro que escuchemos y más raro aún que hagamos caso. Y seguramente por eso hay tan pocos elegidos.

        Esa voz imperceptible es como un viento suave que pasa por la hierba, y cuando ha pasado parece que no ha pasado nada, todo sigue siendo igual. Los mismos profetas, los místicos, los santos primero lo rechazaron, como una vana quimera o como un sueño loco, antes de atreverse a reconocerlo y de apostar su vida a esa fe temeraria, esa fe loca, desafiando toda “sabiduría”. Si hoy en día a algunos nos parecen grandes, ellos que fueron modelados con el mismo barro que nosotros, es porque se atrevieron, ellos, a ser ellos mismos osando dar crédito al viento que sopla y que pasa, subiendo de las profundidades. Su fe es la que los hace grandes, restituyéndoles ellos mismos a sí mismos. No la fe en un “credo” compartido por todos o pregonado por un afanoso grupo de defensores. Sino la fe en la realidad y el sentido de algo delicado e imperceptible que pasa como la brisa y nos deja solos ante nosotros mismos como si jamás hubiera estado.

        Ésa es, la verdadera “fe en Dios”. Aunque nunca se hubiera pronunciado Su nombre, sin embargo es ella. Es la fe en esa voz baja que nos habla de lo que es, de lo que fue, de lo que será y lo que podría ser y que aguarda – voz de verdad, voz de lo que vemos… Somos y llegamos a ser nosotros mismos solamente cuando escuchamos esa voz, y tenemos fe en ella. Es ella la que actúa en el hombre y le hace avanzar y le anima en el camino de su devenir.

        Esa fe no es más que la fe en nosotros mismos. No en el que nos imaginamos o quisiéramos ser, sino en el que somos en lo más íntimo y en lo más profundo – en aquél que está en camino y al que esa voz llama.

        No obstante a veces la voz se hace potente y clara, habla con fuerza – no la del trueno, sino con la fuerza misma que yace en nosotros, ignorada, y que de repente ella revela. Así es ella en el sueño mensajero, hecho para sacudirnos un sopor (quizás mortal…). Pero esas insospechadas fuerzas se despliegan en vano – pues ¿dónde está el metro certificado que las medirá con su rasero (para que comprobemos que dan la talla…), dónde la balanza que las pesará (y nos da luz verde para admirar…), dónde el cronómetro que les pondrá coto (para limitar los daños…)? Después de todo no son más que sueños, ¿no es cierto? ¿Quién sería tan loco como para escuchar un sueño, e incluso hasta seguirlo?

        Incluso cuando, por algo extraordinario, Él levanta la voz, diríase que Dios hace todo lo que puede para, sobre todo, no presionarnos por muy poquito que sea para que Le escuchemos, ¡mientras que todo nos empuja a taparnos los oídos! Es casi como si Dios mismo participara en la puja: “Oh, sabéis, sobre todo no hay que preocuparse ni sentirse obligado, si Yo te hablo es como si Yo me hablara a mí mismo mascullando algo. Después de todo Yo no soy un personaje importante como Untal que habla en la radio y Untalotro que concede una entrevista y otro Untal más que acaba de publicar un libro muy leído o Éste que afirma con aire perentorio mirando a su alrededor o Aquella de voz aterciopelada que te acaricia como un guante… Ante todo no quisiera hacerles la competencia y por otra parte Yo tengo mucha paciencia y muchísimo tiempo, así que no hay prisa para escucharme, si no es en esta vida será en la siguiente o la de después o dentro de diez mil años, tenemos todo el tiempo…” Con todo eso, ¡es milagroso que el Sin-importancia, el Todo-Paciente, el Insensato, el Ignorado, sea escuchado alguna vez! Sólo puede culparse a Sí mismo, el Señor de toda vida al que gusta tanto esconderse y rodearSe de misterio y hablar la lengua de los sueños y del viento, cuando Él no está en silencio. El mundo entero atruena y ordena y decreta y determina, y promete y amenaza y fulmina y excomulga y machaca sin piedad cuando no masacra sin vergüenza, en nombre de todos los dioses y todas las sacrosantas Iglesias, de todos los reyes “de derecho divino” y todas las Santas Sedes y todos los Santos Padres y todas las altivas patrias, y (last but not least) en nombre de la Ciencia ¡sí Señor! y del Progreso y del Nivel de vida y de la Academia y del Honor del Espíritu Humano, ¡ya lo creo!

        Y en ese clamor de todos los poderes y todos los apetitos y todas las violencias, Sólo Uno se calla – y Él ve, y espera. Y cuando por ventura Él habla es en voz tan baja que jamás nadie escucha, como dando a entender a la vez que murmura: oh Yo, sabéis, verdaderamente no merece la pena escucharMe. Además en ese jaleo os cansaría…

        Los caminos de Dios, lo reconozco, son insondables. Tan insondables que no podemos extrañarnos de que el hombre se pierda en ellos e incluso pierda el rastro de Dios y hasta Su recuerdo. Las religiones que, sin duda, Él ha inspirado, se contradicen y se exterminan unas a otras, y los pueblos que antes se proclamaban hijos de una misma Iglesia, no han dejado de masacrarse a placer unos a otros, a lo largo de siglos y al son de los mismos himnos fúnebres celebrando el mismo Nombre, los sacerdotes con casulla en compañía de poetas laureados cantando piadosamente amén “por los que piadosamente han muerto por la patria…”.

        En nuestros días el buen Dios está pasado de moda, pero el macabro circo gira tan deprisa como nunca: los sacerdotes y los poetas siguen haciendo su tarea de sepultureros, bajo el báculo alerta de los generales, los reyes, los presidentes, los papas, mientras que la Ciencia (alias el Honor del Espíritu Humano), siempre tan sublime y tan desinteresada, facilita los grandiosos e impecables medios de las perfeccionadas Megamasacres electrónicas, químicas, biológicas, atómicas y de neutrones para los osarios de hoy y de mañana.

        Sólo Dios se calla. Y cuando Él habla, es en voz tan baja que jamás nadie Le escucha.

[Apartado 36 del libro: La llave de los sueños. pp. 131-135 ]

14 comentarios

  • M. Luisa

    ¡Vaya, cuánto habéis corrido!! Pues yo,  ahora que dispongo de tiempo ahondaré un poco más sobre esta pregunta

    ¿El cristianismo es religión de salvación o de realización?

    A  tenor de la experiencia vivida por el autor hay que inclinarse  radicalmente por lo segundo:  No de Salvación, pues, sino de Realización.

    Con ello se constata que  de los dos modos de planteársenos el problema el primero niega   y el segundo  afirma. Y lo curioso  es comprobar que  es el segundo el que desvelará lo que de negativo contiene el primero.

    Con la  realización (la realización personal) se de-construye el contenido de la la salvación.   No es extraño que en el texto  aparezcan términos muy significativos como el de tergiversación el cual  se lee más de una vez, lo cual, con ello, se entiende que lo que se nos presenta como un acontecimiento, es decir, como algo que nos acontece, que acontece en nosotros, como así lo vive el autor  y que no es otra cosa que  vivir la  experiencia de nuestra propia realización,   se le haya querido  hacer ver, mediante el efecto tergiversador de la salvación lo contrario.   No que sea un suceso que acontece sino que de lo que se trata  es de  un hecho acabado y por tanto susceptible, o mejor, sometido a  predicación.

    La salvación ha sido  una interpretación forzada intencionadamente por la religión para que con la voz de sus  truenos apagase, disuadiera  la escucha,  esa escucha que siempre vuelve y siempre está ahí, como nos dice el autor y que podemos comprobar por nosotr@s mismos.

    Así las cosas, la experiencia de nuestra  realización personal  es justo  lo que  desmiente  el haber apostado  primero por la salvación. Empezar por lo negativo como así lo han hecho las normas y leyes que dicen salvar  no es la mejor manera para que lo esencial de algo se nos muestre.

    • M. Luisa

      …fuera de selección se me quedó este párrafo.

      “Se ha dado a creer no que la salvación sea culmen, sea la cumbre en este acontecer que nos realiza y completa sino que se la ha colocado con intención al principio para así poder ser causa de predicación. Dicho de otra manera como a veces lo he expresado aquí: la salvación no tiene carácter constitutivo sino consecutivo.”

  • M. Luisa

    Los diferentes aspectos que sobre la cuestión de la fe desarrolla Alexander  en el artículo,  hay uno que considero de gran importancia y que se encuentra dentro mismo del enunciado. “Dios habla en voz muy baja”

    Parece que con ese titulo quisiera   prevenir al lector  de  lo que a él mismo le pasó inadvertido. Atrapados por  el ruido no es fácil prestarle  atención a la escucha. Parecería como que para llegar a esa  escucha requerida  habríamos  de tener el coraje suficiente  para  desoír, dejar pasar de largo,  cualquier tergiversación que pudiera,  ruidosamente  proporcionarnos  un contenido de fe servido en bandeja.

    Es fácil entrever que tal enfoque responde a lo que con respecto a la fe ha sucedido en el pasado y sigue sucediendo en el presente. Inmersos en los efectos del ruido desconocemos lo que puede dar de sí  la riqueza de la escucha.  Y aunque exactamente ese no fue el caso del Alexander   ni de Légout pues  el mundo de las matemáticas no sólo  les vacunó  contra esa  fe ciega de bulto y ruidosa a la vez,  sino que su dedicación a tal materia lo predispuso como además  nos dice él, para lo que habría que venir. Se lo leo, por ejemplo, en esta frase: “No obstante a veces la voz se hace potente y clara, habla con fuerza – no la del trueno, sino con la fuerza misma que yace en nosotros, ignorada, y que de repente ella revela”.

    Yo no sé si seré oportuna, pero dado ese amable reconocimiento ayer por parte de  Ana, a quien le mando un saludo, quiero aprovechar la ocasión que me brinda el autor para aclarar un poco  a lo  que a menudo menciono sobre la complejidad y su contraria, la simplicidad,  que, a fin de cuentas, es lo que subyace como contrapeso en todo el artículo.

    A veces, sin éxito alguno, lo he intentado  explicar  mediante el rechazo del nexo causal pero en esta ocasión dado que el juego está entre el oír  y el  escuchar   creo que me será útil  seguir por esa línea.

    La escucha ya se ve, el propio autor la sitúa como lo más difícil, hay que dar un rodeo para llegar a ella, no está al alcance  y por tanto digamos que cae fuera de todo nexo causal. No así le sucede al hecho mismo de oír como producto de un efecto que nos brindan los sentidos.

    Entonces, si con ello, con ese efecto se obtiene aquello que nos satisface, es decir, en el caso que nos ocupa, se obtiene, por ejemplo,  el aporte de seguridades que nos brinda  aquella fe servida a gritos y en bandeja, cómo  esperar entonces que podamos  preconcebir distinta  forma  de presentársenos  ella?

    La cuestión parecería terminar  ahí,  puesto que se piensa equivocadamente que son los efectos los que dan cumplimiento a nuestros sentidos, es decir, que tienen ellos la última palabra,  pero no! No son los efectos sino el  “afectar” mismo de ellos lo que los abre a la escucha. Y por tanto es en ese segundo movimiento que  ya no es causal sino  abierto al caracter  funcional de los  sentidos  humanos donde éstos pierden toda sencillez y naturalidad.

  • ana rodrigo

     

     
    A partir de que nadie ha visto y escuchado a Dios, es decir, que nadie lo conoce, ni a lo largo de los tiempos, ni antes ni ahora, cada cual cuenta, transmite o comparte sus ideas, sus experiencias o sus subjetividades, sobre todo esto último como puede. En este mismo espacio voy a resaltar varios ejemplos.
     
     En primer lugar, propio artículo del autor, más lo que dice Giordano sobre las crencias que nos han enseñado, lo que dice George sobre la esquizofrenia y, sin olvidar lo que dice Oscar o María Pilar, y gracias a Antonio por ofrecernos esta lectura. Finalmente, copio dos párrafos, uno de Asun y otro de M. Luisa:
     
     “El espacio ya no es nuestro, se está en él.  Nos penetra haciéndonos parte de un Todo interconectado e inseparable.  La Consciencia actúa a través nuestro. No hace falta que hable.  Son toques de consciencia, vienen, van, se multiplican, y de pronto, desaparecen y aparecen de nuevo en el silencio. Sus huellas y efectos permanecen”.  Asun
     
    “¿el Cristianismo es realmente una religión de Salvación o de Realización?”. M. Luisa
     
    Yo lo único que tengo claro es lo que dice Giordano, lo que ni es ni puede ser dios e el ámbito de la fe que nos propone la Iglesia Católica de dogmas y creencias absurdas. A la que, sin embargo, le agradezco que nos haya conservado y ofrecido los Evangelios.
     
    A mí me resulta razonable pensar algo parecido a lo que dice Asun, somos partículas del Cosmos, estamos en él, y a este concepto, tan inconmensurable, puedo llamarlo Dios- Diosa, porque está fuera del alcance, incluso de la ciencia que creo que nunca sabrá cual fue el principio del principio del principio, el hacedor o la hacedora de tanta maravilla.
    Después, está nuestra capacidad de pensar y razonar, nuestra subjetividad, nuestras necesidades, nuestra subjetividad, nuestras experiencias íntimas, y, a partir de todo esto, cada cual se crea y se beneficia de su “Dios”.

    La pregunta que formula M. Luisa me parece muy interesante, especialmente para quienes tenemos como referencia a Jesús, que fue un ser humano que llegó a realizarse como persona a partir de unos valores espirituales y de una conducta ejemplar. Y ante Jesús caben pocas especulaciones una vez que hemos llegado a la esencia de su vida y mensaje.

    Paz y bien para todas las personas y para la comunidad atriera en especial.

     

  • M. Luisa

    A mí que me gusta siempre encontrar en la gran variedad de artículos aquel    hilo conductor que los va uniendo y entresacando lo bueno o lo significativo de todos ellos en una misma matriz,  percibo en éste  que la distinción que hace entre aquella “fe” establecida  por  un “credo” o la fe surgida del interior de uno mismo,   me recuerda  la  distinción que vengo proponiendo   al hacernos la pregunta siguiente   ¿el Cristianismo es realmente una religión de Salvación o de Realización?

    Ante esta disyuntiva siempre he dado a entender que opto por lo segundo. El cristianismo consiste en ser  realización de lo Humano.

    El sentido que  la  conversión tiene en el cristianismo nos la da a entender si nos fijamos en el término   “restituir” que hace entrar, en su reflexión, el autor cuya significación no es otra  que la de encontrarse uno mismo con lo que ya era.   Esa fe, dice el autor,  no es más que la fe en nosotros mismos.

    No obstante  esta fe en nosotros mismos no está dada de la noche a la mañana, implica todo un camino, un itinerario (M.Lègout) como tantas veces hemos hecho alusión aquí, un camino en el que la posibilidad de ella, de la fe, nos la dará,    durante el seguimiento, la escucha,  no el mero hecho de ir oyendo  nuestro ego en él que nunca dejará  de acompañarnos.

    En cualquier caso, dada mi pretensión de hallar elementos enlazables, como dije al comienzo, ahí entraríamos en el descubierto  que se nos ofreció en un artículo de S. Santos donde también él, en ese camino, nos  hablaba  de distinguir  entre  acompañamiento o  seguimiento   lo cual, para mí, queda claro que tanto allí como aquí se trataría de lo segundo…

  • Carmen

    Pues a mí me ha dado la impresión de que este señor quiere atrapar a dios. Y eso es imposible. Se escapa como agua entre los dedos.

    Bueno, eso creo. Vaya usted a saber.

  • George R Porta

    La cuestión de si una divinidad ajena o foránea con respecto a la realidad que experienciamos cae fuera del ámbito de la ciencia y no puede depender de ninguna forma o clase de evidencia verificable. Más aún, es una cuestión ajena a la razón aún si Grothendieck considerara que dicha cuestión fuera objeto, en cualquier medida o alguna medida del razonamiento.

    La experiencia que puede ser concebida por el sujeto de ella, en cambio, pertenece al ámbito del afecto, es decir, al ámbito en el cual se puede considerar que la intensidad de la experiencia de la necesidad de trascender lo evidente o posiblemente evidente como para que pueda ser persuasiva, por un lado y, por otro, de la necesidad de sentirse persuadido/a para reducir la angustia del vacío de todo otro sentido posible de la existencia, a niveles tolerables. Si me refiriera al campo de la psicología clínica, el espacio donde se permanece fuera del inmediato peligro de autodestrucción incurriendo en grandiosidad o rechazo de sí es el espacio en el cual se puede imaginar a la Bondad (no al Amor) como máxima fuente o estado de felicidad.

    En ese espacio pude haberse sentido Grothendieck cuando imaginaba su voz interior como quizás la voz suave y dulce de la divinidad. Eso solo parece posible cuando todos los filtros aprendidos científica o culturalmente pueden ser eliminados y la desnudez intelectual a la que hay que llegar, me imagino, es la que otorga esta especie de autonomía interior tan grande que implica un grado profundo de disponibilidad como para poder renunciar a toda otra forma de certidumbre que requiera la posibilidad de la verificación independiente u objetiva.

    En ese ámbito desear el bien de otra persona se convierte en oración o en súplica como cuando se hace una declaración abierta bajo el título «A Quien Pueda Interesar». Quien la suscribe no retiene ninguna preocupación acerca de si llegará a algún destino o destinatario, al mismo tiempo confiando que si llega será tomada en cuenta a todo efecto su declaración.

    Esto que hipotetizo no está muy lejos de la imaginación abstracta del matemático cuando piensa en términos algebraicos y siente la comunicabilidad y la validez de su lenguaje simbólico en relación directa con la realidad material. Un ejemplo fuera llamar «ab» a un segmento de recta o considerar que un cierto segmento de recta en realidad pertenece a una curva, o que el término «límite» constituya un número que a su vez no necesita ser real o entero y a su vez nunca deja de ser numérico. Claro que se puede tomar con espíritu de broma o a la ligera este modo de pensar y sentir de Grothendieck. también se puede descartar por abstracto o por no ser expresado en un lenguaje más inteligible.

    Literalmente hablando, algunas frases que en el artículo son atribuídas a Grothendieck las he escuchado de la boca de sujetos que el psiquiatra diagnosticó como esquizofrénicos y a quienes se las robó por medios neuroquímicos porque parecían angustiosas o peligrosamente amenazantes contra el propio individuo o contra otros.

    Pero también existe quien puede ser, comparado conmigo u otro sujeto que pase por normal o lo sea, capaz de estas encumbradas o profundas abstracciones y, por el hecho de que me sean inaccesibles, no tengo derecho, me parece, ni a arrebatárselas, ni a negarlas y mucho menos a tomármelas a la ligera. Más bien me queda, ante ellas, la opción de intentar ser humilde y aceptar que me superan, como al salmista (138/139), por los cuatro costados, pero que eso no las hace ni imposibles ni inciertas. Gracias, de nuevo, Antonio por traer a Grothendieck al foro de Atrio.

  • Asun Poudereux

    Otra mirada.

    La “libertad” que pretendemos tener los humanos nos permite hablar de lo que llamamos Dios. Ignorando que  la libertad solo se deja encontrar  cuando en los caminos que tomamos,  por creernos poseerla,  nos dejan vacíos de sentido y a la vez lo que tanto anhelamos,  se hace más evidente y puja con urgencia, puesto que  es lo que de fondo somos, paz interior, plenitud, amor.                                                                    
    La humildad y la gratitud sinceras se dan la mano en silencio descubriéndose en el amor , donde la “libertad humana” queda fundida. 

    El espacio ya no es nuestro, se está en él.  Nos penetra haciéndonos  parte de un Todo interconectado e inseparable.  La Consciencia actúa a través nuestro. No hace falta que hable.  Son toques de consciencia, vienen, van, se multiplican, y de pronto, desaparecen y aparecen de nuevo en el silencio. Sus huellas y efectos permanecen.  

    El miedo pierde de vez en cuando vigor. Va adaptándose también, no tiene dónde ir. Se le acaricia y nunca es apartado. 

  • Alberto Revuelta

    Opiniones a considerar. Jung, en De mysterium consuncionis, “La realidad trascente del mundo de dentro y fuera de nosotros…..es tan cierta como nuestra propia existencia”.

    Jajar, en Liberty Bar, de Georges Simenon, dice: “Este bar de variedades – y de streeptise – es como la casa de Dios. Las cosas se aceptan como son”.

    Tractatus lógico-philosophicus. 6.36. Si hubiese una ley de causalidad podría enunciarse así: hay leyes naturales. Pero tal cosa no puede decirse: se muestra.

     

  • GIORDANO BRUNO

    Me lo ha puesto en bandeja. ¿El?.o ¿Ella?. ¿Todavía pensar en El como Padre, y no como Madre?.

    Cuando en el siglo XIX el científico Ernst von Baer descubrió el ciclo menstrual femenino, la iglesia se calló, ni suavemente, ni a gritos, que aquel descubrimiento tiraba por tierra sus mentiras, y siguió tan silenciosa, como al parecer, habla ese Señor -¡¡Señor!!!, por supuesto. Y ese hecho, que hubiera podido dar lugar a una reunión URGENTE de todos los capitostes vaticanos para explicar a los “carboneros” que se habían tragado por siglos una fe más muerta que ellos, expertos en homúnculos implantado por un “espíritu santo” preñando a una virgen, prometida por sus padres a otros padres, y aquello les pareció ¡¡¡un milagro!!! ¡¡¡Buen mago, si señor, ¡¡¡como un rayo de sol pasa por un cristal sin romperlo ni mancharlo!!! Ese Dios, tan silencioso, cuyo acto, aqui en la tierra, a eso lo llamamos INCESTO. Hijos, hijas si, todos HIJOS SUYOS…..¿Como se puede dejar embarazada, a una mujer prometida, y que ademas ES TU HIJA¡¡¡¡ Y por si fuera poco, el hijo de ese incesto es cristo, coeterno con semejante Padre¡¡¡.

    Y todo por no admitir que, Dios, tiene tanto de hombre como de mujer y que no hacen falta tantos cuentos enrevesados que nos metieron en la conciencia desde el primer aliento….los sucesores de Nicea y sus lumbreras.Lean, lean ese credo que fabricaron ahitos de banquetes del Emperador, que lo único que quería, era una religión, para tener cogidos a todos en el redil.(los templos). Constantino decía,:Yo tambien soy obispo. Yo para los asuntos externos y  vosotros para los internos. O sea Yo la espada, y vosotros la cruz.

     

  • Antonio Duato

    Sé que a muchos extrañará la manera cómo Alexander se relaciona con su “buen Dios”, tan íntima y tan respetuosa pues ha optado (razonadamente) por poner en Mayúscula todos los Nombres y pronombres que se refieran a Él. Él mismo se extraña de que eso haya ocurrido en una persona con “padres ateos, unión libre, anarcos, marginales por elección“.

    Solo unos nueve meses antes se fue produciendo ese descubrimiento que él analiza con detalla en los apartados anteriores (22 a 35, pp. 58-131 del libro citado). En octubre del 86 descubre a un Soñador que es él mismo y no es él a la vez y, después en diciembre de ese año, solo 6 meses antes de escribir este capítulo, se da cuenta que el Soñador es Dios, a quien él había puesto como impulsor de todo al principio (AG dice que desde los 16 años fue ideológicamente deísta, por simple razón) pero que nunca imaginó pudiera tener relación con él o con ningún ser humano.

    Para poner todo esto en orden y encontrar el sentido de la fe en sí mismo como primer paso de la fe en Dios, le sirvió mucho el descubrir lo trabajado por otro matemático, Marcel Légaut, con un itinerario muy similar pero viniendo de origen distinto. En el siguiente apartado nº 37 que también publicaremos aquí, el mismo Alexander se extraña de lo diferente que era la procedencia de Légaut: “la familia decididamente católica, matrimonio por la iglesia ‘y todo eso’… La convergencia de itinerarios me choca tanto más como algo verdaderamente extraordinario, casi milagroso, providencial. Ese sentimiento de lo ‘providencial’ me embargó desde que comencé a leer la ‘Comprensión del cristianismo’ (si se me perdona la abreviatura del título prohibitivo)”.

    Le verdad es que Légaut, por talante y estilo, era mucho más reacio a pronunciar el nombre de Dios. En su primer libro El hombre en busca de su humanidad solo emplea esa palabra alguna vez al final de todo. Tal vez porque provenía precisamente de una cultura de saturación de erferencias a Dios.

  • M* Pilar García Martínez de Aguirre

    Todo se nos ha dado al nacer… Y hay que descubrirlo y optar…

    Está grabado en nuestra entraña…

    Que se defina por un camino u otro, solo depende de nuestra decisión y por donde seguiremos avanzando.

    Ser una persona de ¡Bienl! … O ser atrapada/do por el poder y las riquzas y todo cuanto esto encierra.

    m* pilar

  • oscar varela

    Rrrrrriiiiinnnngggg Rrrrrriiiiinnnngggg Rrrrrriiiiinnnngggg

    (suena el teléfono)

    -¡Hola! -¡Hola! -¡Hola! –

    (no se escucha nada – muy muy muy bajito)