¿Tienen algo que ver nuestras ideas sobre la felicidad con los problemas sociales y políticos? yo creo que tienen una relación muy estrecha pero sobre ella se reflexiona muy poco y sería muy necesario hacerlo.
El catedrático de Ética López Aranguren, afirma que el hombre ante lo único que no es libre es ante su propia felicidad. Podemos poner la felicidad en los sitios más dispares; el budista radical lo pone en la aniquilación del yo, y el multimillonario en un yate de diez millones de euros. Pero nadie puede renunciar a ella.
La cuestión es ¿dónde encontramos la felicidad? El filósofo romano Lucio Anneo Séneca comienza su breve tratado Acerca de la Vida Feliz con este párrafo: «Todos quieren vivir felizmente, hermano, pero al considerar qué es lo que produce una vida feliz caminan sin rumbo claro. Pues no es fácil conseguir la vida feliz, ya que uno se distancia tanto más de ella cuanto más empeñadamente avanza, si es que se da el caso de haber equivocado el camino»
Este contraste entre el atractivo insoslayable que la felicidad ejerce y la espesa niebla en que se esconde hizo de la búsqueda de la felicidad uno de los temas estrella de la reflexión filosófica, y esa reflexión ha señalado múltiples caminos. Hasta que en la secular búsqueda de la esquiva felicidad irrumpe el hombre burgués con una fórmula humanamente muy burda, pero clara y atractiva: La felicidad se vende, sólo necesitas poder adquisitivo para comprarla. Cuanto más poder adquisitivo tengas, más podrás comprar. Y si tus posibilidades te permiten llegar a las selectas boutiques donde una chaqueta cuesta diez mil euros, entonces entrarás en el paraíso de los triunfadores.
Jeremy Bentham, a principios del XIX, presenta ya una imagen acabada de este modelo humano, del hombre burgués. Para Bentham cada individuo, por su propia naturaleza, trata de llevar al máximo su propio placer, sin ningún límite. Mantiene que «A cada porción de riqueza corresponde una porción de felicidad». Y «El dinero es el instrumento con el que se mide la cantidad de dolor o de placer». De modo que cada uno trata de maximizar su propia riqueza, sin límites. Entonces, la búsqueda del máximo de placer se reduce a la búsqueda del máximo de bienes materiales y/o de poder sobre los otros.
Este afán por la riqueza parte de una base que es cierta: es muy difícil, por no decir imposible, ser feliz viviendo en la miseria. Para poder ser felices todos necesitamos una cantidad razonable de bienes materiales, y para eso hace falta dinero. Lo que ya es cuestionable es que cuanto más dinero tengamos vayamos a ser más felices. Sin embargo la mentalidad burguesa eso no lo cuestiona. El hombre unidimensional, el que describió Marcuse en un libro muy conocido hace unos cuantos años, no tiene otra meta en la vida que el máximo enriquecimiento. Piensa que con él le vendrán todas las satisfacciones y todos los placeres.
Ninguna investigación seria ha confirmado esa teoría. Por el contrario, en el mundo de la psicología múltiples estudios reconocen que los muy pobres disfrutan de escasa felicidad, pero en cuanto una persona alcanza la satisfacción de las necesidades mínimas, el hecho de poseer más dinero le añade poca o nula felicidad. Incluso estudiando la relación entre nivel económico de un país y el grado de satisfacción con la vida, el psicólogo americano Martin Seligman, uno de los creadores de la Psicología Positiva, señala que cuando el producto nacional bruto supera los ocho mil dólares por persona, la correlación desaparece y la riqueza añadida no aporta mayor satisfacción vital.
Donde sí aparece brillantemente resaltada la relación entre consumo y felicidad es en el mundo de la publicidad. Pero también está muy claro que la relación entre verdad y publicidad es prácticamente nula. Lo que ocurre es que la práctica totalidad de los grandes medios de comunicación están financiados por la publicidad y, además, en manos de grandes grupos financieros. Esto lleva a que sometan a la sociedad a un constante bombardeo de mensajes poniendo el consumo como el camino obvio hacia la felicidad.
La consecuencia es que las personas dominadas por esta idea son bastante menos felices de lo que podían serlo buscando su felicidad en otros campos, por ejemplo, en unas relaciones humanas ricas y afectuosas. Además esto tiene una enorme importancia social: y es que inevitablemente la idea que tengamos sobre la forma de alcanzar la felicidad va a condicionar nuestra vida de una manera decisiva. Nadie va a actuar de una forma que le aleje de su idea de felicidad. Podrá equivocarse y tomar una senda errónea, pero siempre caminará buscándola. Si no nos liberamos de la idea de la felicidad basada en el consumo, seguiremos bajo un sistema capitalista por mucho que hablemos de cambios o revoluciones.
Mientras no abramos los ojos y nos demos cuenta de la trampa en que nos mete el capitalismo con la idea de un bienestar basado en el consumo, es imposible que logremos construir una sociedad alternativa al capitalismo.
Agradezco al autor traer esta cuestión sobre la felicidad. Un anhelo que no nos deja. Lo tenía pendiente.
Un dicho árabe que traduzco a la letra: Haz para ti mismo un día bello, no esperes la belleza de tu día de nadie. Y añadiría, mantente despierto, abierto.
Y ahora voy a seguir más o menos las indicaciones de una lectura árabe de este año sobre el tema, que os comparto junto con mi experiencia.
La felicidad es universal, al alcance del ser humano, y a la vez algo muy complejo. Ciertamente lejos de dejarse comprar, al querer atraparla y asirla para sí, se aleja, pues es universal y gratuita. Otro modo de percibirla es salirse de ella, quiero decir, ignorarla aun estando en ella. Así como el pez en el agua busca el océano estando ya en él.
La felicidad no quiere decir ausencia de tristeza y dolor, sino saber adaptarse a las circunstancias por muy difíciles e inesperadas que sean, así como a las crisis y al cambio continuo. Exige trabajo interior constante. Armonizar la vida en relación con uno mismo y hará fácil hacerlo con los demás, familia, amigos, compañeros, conocidos, vecinos, personas que se nos cruzan en el camino.
Muy importante. No quedarse en casa. Participar en actividades que saquen lo mejor de cada cual, que nos llenen, en las que disfrutemos interrelacionándonos más y más con los otros.
La sonrisa interna de compañera constante. Al exterior se intercambia y facilita que fluya la alegría como un espejo reflectante. Poner presencia en todo lo que se hace. Estar en lo que se está como lo más natural de nuestro ser.
A pesar de los pesares y dificultades, nada en sus formas permanece, la tristeza, el dolor y la angustia tampoco. Atender a lo que realmente somos, cesa de victimizarnos.
En conclusión, la felicidad de la que se habla, sobra el tener. Hay mayormente satisfacción y confianza en sí mismo. Consciencia. Lo que va empapándose de apertura a los otros, a todo otro, y especialmente de alegría de vivir y gratitud.
Y lo que más nos cuesta comprender a los que tenemos una vida más fácil, pues están bien cubiertas las necesidades primarias, es que la persona que no tiene nada puede con mucha más facilidad sentirse en el océano acogiendo las olas que le son “adversas” como algo natural. Los calificativos y etiquetas y demás apelativos, los “chinchetamos” desde el exterior, incapaces.
La felicidad no “está” en ninguna parte, se “es” feliz construyéndola!
Complicado, pero siempre interesante y de actualidad este tema de la felicidad. Tu contundente afirmación amiga M. Luisa, con la que estoy totalmente de acuerdo, pone a demasiada gente ante la cruda realidad de una historia inacabada. Para construir algo hace falta proyecto, dirección de obra , materiales, herramienta, etc. Así y todo diría que toca hilar muy fino, si uno no quiere encontrarse atrapado en su propia Babel.
Por si esto fuera poco, está la tentación demasiado extendida de intentar construir mirándose al ombligo. No sé, pero la experiencia me dice que esta no parece ser la mejor forma de llegar a buen puerto. Hace muchos años alguien me recordó eso de…..”simpre que la TRISTEZA me invade es por que he vuelto a mirarme, a pensar en mi , a replegarme en mi propio yo…”
Sí amigo Iñaki, la felicidad, como todos los valores, se construye pues ningún valor nos viene dado. Pienso que nuestra vida sin valorar sería imposible.
La valoración por tanto es parte sustantiva del ejercicio de la intelección humana cuando esta intelección se entiende de forma correcta tal como la intento presentar tantas veces aquí alejándola de la idea de una inteligencia en sí misma facultada.
No se trata, pues, de una construcción como producto de un intelectualismo estrecho, sino de un inteleccionismo humanamente amplio que engloba no sólo el elemento cognitivo sino también el emocional- sentiente y el operativo de la voluntad tendente.
Espero que se me entienda! estoy casi segura viniendo de ti. Un abrazo!
Sí ya sé, Iñaki, que desde el punto de vista práctico esta contundente frase “La felicidad no “está” en ninguna parte, se “es” feliz construyéndola” puede, conducir a errores como cuando ahora al releerte percibo que le das un sentido algo alejado del mío, ya que en la construcción de la cual en ella se habla no hay contenido. Fíjate que en la frase digo que la felicidad no está en ninguna parte y por tanto esto significa que aunque se hable de construcción (la construcción de todo valor) ésta carece de contenido y de lugar, en cambio sí que hay proyecto, tenemos proyecto de la felicidad en nuestras intelecciones con la realidad desde la cual le vamos dando forma y la construimos. Todo, menos replegarse en el propio yo, pienso!
Feliz domingo!
Gracias M. Luisa por el regalo de tu tiempo, aclarándome ideas.
Vamos a ver si lo digo bien. El proyecto de felicidad lo tenemos en nuestras intelecciones con la realidad. Estas intelecciones, en su sentido más amplio, engloban el elemento cognitivo, el emocional-sentiente y el operativo de la voluntad tendente. Pues bien, desde esta realidad vamos dando forma y construyendo el gran valor de nuestra felicidad.
El lenguaje es muy técnico para mi así que, si meto la patita, me corriges. Me quedo con que en esto de nuestra felicidad entran en juego la realidad en que vivimos, nuestras emociones, nuestros sentimientos, el ejercicio de nuestra voluntad en una u otra dirección…
Efectivamente, de replegarse nada de nada. La experiencia parece querer decir que, cuanto más te pierdes de vista a ti mismo, tienes la sensación de estar más cerca de la escurridiza felicidad.
Por cierto, lamento que a la buena gente le cueste entrar en un tema tan apasionante como este.
En efecto, Iñaki, ahora sí, fantástico!! cuando pueda igual añado algo más pero no en plan de corregir nada al contrario para enriquecer el tema a raíz de tu aporte.
Debo ser una bicho raro…
Personalmente, donde me siento de verdad gozosa, es, en el trato cercano; la sonrisa, conozca o no a la persona que estoy tratando, la acogida, la cordialidad.
En el resto… no encajo mucho; se que lo piensan, se, que lo soy; pero para mí no tiene importancia.
¿Por qué me comporto así… durante toda mi vida?
¡¡¡No lo se!!!
Pero doy gracias por ello; no estar pensando en tener, comprar, poseer, me hace la vida más fácil; lo que si me preocupa es… comprobar, a cuantas personas, les falta hasta lo más imprescindible… eso si me irrita.
El deseo de unos pocos… causa verdaderos destrozos en el resto; de manera muy especial, en los que de verdad, carecen de lo necesario.
Y eso: ¡¡¡No es “voluntad de “dios”!!!
Eso es, egoísmo puro y duro y un desmedido amor del malo… a uno mismo, porque hace estragos en toda la humanidad.
Doy gracias cada día, por no sentir ese deseo de poseer y ser persona “destacada”… en nada.
mª pilar
Interesantísimo. Acabo de salir no hace aún cuarenta y ocho horas de una intervención quirúrgica de cinco horas largas de duración, y leo filosofía que es un antiséptico tan eficaz como él betadine. Me encuentro con estas notas de Wittgenstein sobre el tema de este trabajo: “Para vivir feliz tengo que estar en concordancia con el mundo. Entonces estoy, por decirlo así, en concordancia con aquella voluntad ajena de la que parezco dependiente”. Después de leer esta opinión he leído tu columna. Te invito a que le saques punta a este enredo, amigo Antonio. Así me ayudas en la convalencia. Cordial saludo.
Cuídese.
Un abrazo
Su estimada señora
carmen
Le digo un secreto? La felicidad está formada por momentos felices. Va a saltitos.
Si fuese de ciencias le diría que es una variable discreta, como el número de hermanos, o tienes tres o tienes cuatro.
La felicidad no es una variable continua, como la longitud, puedes tener dos metros, dos metros y medio, 2,6 metros…
Pero como usted es de letras, no creo que entienda la diferencia.
Quien considere la felicidad como una variable continua, no tiene ni idea de matemáticas.
Querido Alberto, te deseo una pronta recuperación y buena salud. Un abrazo grande.
Deseo que pronto se recupere… pero veo con gozo, que está constantemente en marcha… aún después de una larga intervención, siga adelante, le esperamos.
Un abrazo grande y entrañable.
mª pilar
He tratado de encontrar al santo patrón de la convalecencia y he cosechado un fracaso rotundo, aunque he aprendido que quizá valga San Rafael, que, al parecer, acabó con una peste de Córdoba. Así que le ruego a San Rafael exista o no, que te ponga en modo saludable tan pronto como pueda.
Según las viejas de mi pueblo, el demonio le decía a Lutero: “Cuídate, que me haces mucha falta”. Y como el diablo sabe más por viejo que por diablo, de él aprendo y te repito: “Cuídate, que nos haces mucha falta”.
La cruz de Caravaca no falla. Pero tiene que ser regalada por alguien que te desea el bien y bendecida. No cambia el curso natural de las cosas, pero suceden de la mejor forma posible. No falla. Se tiene que poner con un trocito de fixo en la cama del enfermo, o llevarla encima cuando ya estás mejor, en la cartera o donde sea.
La gente sonríe cuando la regalo, pero…
De nuevo, Alberto, deseo que pronto estemos restablecidos. Eso puede ser también estar en concordancia con el mundo. Cualquiera sabe. Hay mucho por hacer y el mundo va a la suya. ¿O no? Y el mundo va la la nuestra.
Buenas noches. Buen descanso.
Para empezar, desearte buena convalecencia y un final feliz, amigo Alberto.
Volviendo al comentario de Zugasti, diría que estoy más con Aranguren y Séneca que con Wittgenstein. La felicidad resulta muy escurridiza porque, por lo general, siempre queremos más. En este sentido, depender de algo o de alguien para alcanzarla, diría que es un problema. A mi madurita edad, me inclino a pensar que basar la felicidad en todolo relativo al TENER, no tiene pinta de ser el mejor camino. La realidad terca y testaruda nos repite que tengamos lo que tengamos, siempre nos sigue faltando algo.
En el mundo mundial seguro que hay muchísima gente que se creería la persona más feliz, teniendo lo que tenemos cualquier persona de clase media europea. ¡Qué felicidad!. Pues resulta que igual no es tanta¿?. No sé si lo peor o lo mejor es que acabarían dándose cuenta que por ese camino se avanza, pero no se llega demasiado lejos.
Zugasti sugiere un cambio de rumbo: el de las relaciones humanas ricas y afectuosas. Puede ser!. Dan envidia las buenas gentes capaces de disfrutar al límite, precisamente del placer de ayudar a los demás, en la medida de sus más o menos modestas posibilidades. La felicidad que parecen encontrarse en su caminar debe de tener, por ejemplo, la ventaja de estar liberada de toda dependencia externa, sea de la fiebre consumiista o de una obligada concordancia con el mundo.
No sé hasta que punto, una conclusión de este tipo, tiene la suficiente fiabilidad. Sobre todo, cuando llega de alguien que está entrando en una etapa vital en la que bastante tienes con… dar la menor lata posible en tu entorno y procurar no aburrir al personal con el consejo del cojo…no corras que es peor.
Saludos para todos.