No quiero renunciar a la palabra ‘Dios’ para decir el Misterio más hondo de todo lo real, aunque entiendo muy bien a quienes renuncian a ella por ser tan equívoca, la más equívoca de todo el diccionario. Tanto, que si alguien me pregunta: ‘¿Tú crees en Dios?’, no le respondo ni que sí ni que no, sino que depende de lo que entienda por ‘Dios’. Y lo hago por respeto al Misterio, que habita, sí, en la palabra, pero abriéndola al Infinito más allá de los significados de todas las palabras.
El ‘Dios’ que imaginas, ciertamente no existe. Aun cuando asientas al dogma de su existencia y afirmes que es el Creador del mundo y único y trino a la vez, puedes estar seguro: ese ‘Dios’ en quien piensas no existe. No digo que Dios no sea, sino que el ‘Dios’ de tu mente no existe. Lo dijo San Agustín: “Si comprendes, no es Dios”. El ‘Dios’ en quien piensas es siempre un objeto creado por tu mente.
Y si alguien me pregunta: ‘¿Dios es personal?’, le vuelvo a preguntar: ‘¿Qué significa personal para ti?’. Si ‘personal’ expresa la singularidad de cada individuo, lo que a cada uno le hace único y distinto de todo otro individuo de su especie o de otra, entonces ciertamente Dios no es personal. Si personal significa relación de alteridad hecha de amores y desamores, de heridas y perdones, de emociones positivas y negativas, predilecciones y rechazos propios del ego humano, Dios no es personal. Dios no es una persona en relación con otras personas. Es el Misterio de la Relación. Es compasión universal. No es el Tú de un yo, ni el Yo de un tú. Es Amor creador. Es respiro. Es Alma de todo.
Dios no es Alguien. No es un sujeto contrapuesto a un objeto, algo, ni a un sujeto, alguien. Dios no es un ente entre otros entes, ni el Ente Primero, causa exterior de este mundo. Si Dios fuera Alguien, se opondría a otro alguien o a otro algo, no sería la Realidad Absoluta. Pero Dios no se suma con nada, ni se contrapone a nada, ni se cuenta dentro ni fuera de ninguna serie. Dios no se añade ni se resta a nada. Es sin número ni género. ES.
Por eso escribió el joven teólogo Bonhöffer en una cárcel nazi donde fue ahorcado en 1945: “Un Dios que hay no lo hay”. Otros grandes teólogos de su época, tales como Tillich y Robinson, enseñaron lo mismo. Desgraciadamente, su camino no fue seguido por la teología, ni protestante ni católica. Aquellos pioneros entendieron y asumieron el diagnóstico de Nietzsche, quien se había limitado a tomar nota de la muerte no del Misterio, sino del ‘Dios’ arcaico de la moral y del dogma. Aquellos teólogos declararon el fin no de Dios, sino del viejo teísmo nacido hace 5.000 años en la imaginación y en los panteones indoeuropeos y semitas. Revisaron a fondo todo el sistema religioso tradicional, y quisieron expresar su aliento liberador originario en los nuevos paradigmas espirituales, científicos y políticos. La evolución del cristianismo y de las demás religiones en Europa y en el mundo hubiese sido seguramente muy distinta, si las propuestas conceptuales y prácticas de aquellos profetas de los años 50 del siglo pasado hubieran sido adoptadas y secundadas. Pero las iglesias y las religiones se aferraron al ’Dios’ del pasado, y cerraron su futuro.
No hay, pues, ‘Dios’ como hay un sofá en el salón o una prímula o flor de San José en la orilla sombreada del camino o unos ánades reales nadando en el río. Dios no es ninguna forma, aunque no es sino en las formas. Es el Fondo y el Origen permanente de toda forma. No es nada de lo que ‘hay’, sino el Todo de cuanto es. Así lo vieron desde muy antiguo los místicos y místicas de las distintas filosofías y sabidurías, religiosas o no. Dios no es ‘otro’ de nada, ni de ti, ni de mí, ni de la prímula del camino. Dios no es Lo Otro de nada, es ‘Lo no-Otro’, escribió en el siglo XV el teólogo, filósofo y místico, además de cardenal, Nicolás de Cusa. Dios y yo no somos dos. Dios y mundo no son dos. No hay dualidad.
Claro que no-dualidad –cuidado con el malentendido– no significa unidad. Así pues, Dios y mundo tampoco son uno. Dios no es la parte de un todo ni la suma de todas las partes, sino el Todo presente en cada parte. No es un ente, sino el Ser de todo ente, el fuego creador que arde en lo profundo de todos los seres, más allá de la forma, del uno y del dos, que pertenecen a lo que se puede contar. Invócalo si quieres como Tú, pero trasciende esa imagen, trasciéndete en ti, en todo.
Una poderosa corriente espiritual de la no-dualidad, tan antigua y universal como la mística, tanto religiosa como no religiosa, recorre hoy el mundo, y creo que es su única salvación contra la imposición violenta de una única forma global y contra la lucha fratricida de las diversas particularidades. La espiritualidad de la no-dualidad es también la única salvación de las tradiciones religiosas, llamadas a liberarse de sus creencias y de sus dioses hechos a imagen humana, y poder así seguir inspirando una praxis liberadora y la comunión de todos los vivientes.
La ciencia nos brinda un conocimiento dual de las partes del Todo por su método basado en el análisis, la medida y la verificación. Necesitamos la ciencia, al servicio del bienestar común. Pero necesitamos aun más la mirada o la conciencia espiritual expandida que nos permite admirar, amar y encarnar en la vida el Misterio más hondo de todos los seres, más íntimo y Real que toda identidad y diferencia.
Ese Misterio o Dios es lo que somos y es nuestra vocación. Es el Bien Común verdadero de todos los seres. Solo nos salvaremos si lo sabemos y si buscamos darle forma política, hacia un Horizonte que trasciende todas las formas.
(Publicado en DEIA y en los Diarios del Grupo NOTICIAS el 18 de febrero de 2018)
“Una poderosa corriente espiritual de la no-dualidad, tan antigua y universal como la mística, tanto religiosa como no religiosa, recorre hoy el mundo, y creo que es su única salvación contra la imposición violenta de una única forma global y contra la lucha fratricida de las diversas particularidades. La espiritualidad de la no-dualidad es también la única salvación de las tradiciones religiosas, llamadas a liberarse de sus creencias y de sus dioses hechos a imagen humana, y poder así seguir inspirando una praxis liberadora y la comunión de todos los vivientes.”
En general, me gusta y mucho el articulo. Pero me centraré en estas palabras que copio.
Completamente de acuerdo con esto que dice Jose Arregi. Mi pregunta es: ¿que hacemos con Jesús?. El Jesús. No de los gnósticos cristianos. Sino el de los cristianos literalistas constantinianos.
El bien lo situamos arriba, el mal abajo. Dos dimensiones. Buscamos un punto intermedio y hacemos un triangulo. Tres dimensiones. Desde el punto intermedio vemos el bien y el mal. Pero estamos equidistantes. No dualidad. Ese punto equidistante y necesariamente lateral. Lo pasamos al otro extremo de esa lateralidad. Cuarta dimensión. Desde el otro extremo de la lateralidad equidistante entre el bien y el mal. Nos vamos al centro. Quinta dimensión. (E iluminación).
Este camino lo deberemos recorrer la humanidad toda en nuestra evolución. Estamos en la tercera dimensión. Si queremos seguir nuestra natural evolución. En primer lugar debemos dejar atrás la dualidad bien y mal, y trascender a la cuarta dimensión.
Deberemos trascender una manera de cristianismo dualista (casi nada…). Fuera historias para simples. Jesús, solo como un referente, mítico… Tal como lo tenían los primeros cristianos. Los gnósticos…
Me resisto a creer que el gnosticismo fuera radicalmente dualista. Para mi el evangelio gnóstico de Tomas rezuma espiritualidad autentica. En cualquier caso.
Si queremos trascender la dualidad. Deberemos trascender el cristianismo que aún hoy conocemos. El del maridaje con el poder romano.
Si cuando decimos Dios queremos decir la Trascendencia misma, lo no asequible a nuestras capacidades mentales, efectivamente estaríamos hablando de EL MISTERIO. A partir de aquí comienza la filosofía a elucubrar sobre el concepto Dios.
Como este camino filosófico está reservado a un minúsculo y casi diminuto porcentaje de personas, se comprende que, ante este siempre Misterio, los hombres (siempre han sido hombres) hayan bajado el concepto Dios a hacerlo persona, eso sí, con todos los atributos de poder infinito, bondad infinita, perdón infinito, etc. etc., pero persona, al fin y al cabo. Y al decir que es Padre, lo hemos acercado tanto a nuestra comprensión que, un Misterio tal inasequible, lo hemos cosificado a nuestra medida, alguien que colme nuestros deseos de plenitud. Incluso con la limitación de que, al concebirlo como padre, hemos cosificado incluso el género. Por eso decía Maly Daly que “si Dios es hombre, el hombre es dios”, con todo lo que eso supone al excluir el femenino. Cuestión ésta a la que muchísima gente no le da importancia, a pesar de ser de una transcendencia teológica y social tremenda. Has el punto que son hombres los que han creado a Dios y los que nos han transmitido y siguen transmitiéndonos su santa voluntad a través de normas, moral, leyes, ritos, obligaciones, etc. etc.
Las religiones se han convertido en el nexo entre nuestros deseos y el Misterio. Pero, al tener a Dios cosificado en nuestras manos, el Misterio es objeto de manipulación, hasta el punto de que cada religión ha hecho un Dios a su medida, con todas las mejores virtudes que pueda imaginar una inteligencia humana, pero también con unos poderes y miserias de terribles consecuencias, como sus enfados, su partidismo y preferencias por un pueblo, sus irritaciones y sus venganzas. De aquí nace el misterio la encarnación del Mesías, que vendría al mundo a satisfacer a un Dios irritado pagando por “nuestros pecados ¿¿??) con su propia vida.
Total, que, si un altísimo porcentaje de la población mundial es creyente en algún dios-cosificado, nos demuestra precisamente la inaccesibilidad a Dios-Misterio. Y las religiones cubrirán ese vacío con toda esa caterva de dogmas y creencias, en ocasiones, tan inhumanas, como el uso de la violencia para convertir a los infieles.
Así pues, ¿qué significado tiene hoy la cuestión de evangelizar el mundo?
Por lo menos este Papa lo que trata es de humanizar el mundo a través de los valores evangélicos. Creo que, dejando de lado el concepto Dios y su misterio, no se puede hacer mucho más.
Ha dicho una frase compuesta de tres palabras: DIOS ES AMOR, existe en el AMOR, transforma la muerte y la materia en Amor. Dios no puede sino dar Amor.
VERDAD del TODO, que “abraza y abarca” cuanto ES y Existe, en ese AMOR que ES la Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo, un TODO único, que atrae hacia sí, “abre” el corazón hacia su Misterio, y se revela a todo hombre y mujer, creados según la SEMEJANZA E IMAGEN DE SU AMOR.
Creo en Dios-Padre, “rostro de AMOR”, cuya VERDAD y SER es Jesucristo, VERBO nacido en el Misterio de Dios, PRINCIPIO y FIN de cuanto existe, llamado a alcanzar la PARUSÍA de los tiempos, que aguardan el Reino del AMOR.
Creo en el ESPÍRITU SANTO, en su pálpito de VIDA y de cuanto aletea y se mueve, alienta la Creación del Universo entero.
Espíritu de Luz, en medio de las oscuridades, transformando nuestra incertidumbre, miedos y dudas, en ESPERANZA colmada de ALEGRÍA DICHOSA.
En la “Trinidad del Amor”, este Misterio no permanece ni es algo estático, TODO SU AMOR CREA y RENACE constantemente, como “semilla” convertida en fruto de VIDA, HOMBRE y MUJER.
“YO SOY”, no ocupa espacio ni tiempo, ni tiene forma, ES AMOR Y “GRACIA” su Misterio.
Jesús CAMINO, VERDAD Y VIDA, Él que trasciende el Misterio profundo del INSONDABLE y nos conduce al encuentro pleno de su AMOR.
Cada segundo de esta vida, nos acerca a esa VERDAD que ES el DIOS-AMOR.
Creo que no voy sola, siento el Espíritu de Jesús habitar en mí, me acompaña al encuentro del AMOR, por quien SOY Y VIVO.
Amor que se ha manifestado en esta vida, mostrando su “rostro” compasivo de Misericordia, en la humanidad de Jesús. Me sobran todos los dioses, fetiches, ídolos. Me sobran las razones teológicas, ciencias filosóficas; yo creo en la SABIDURÍA que no impone ni pregunta, pide respuestas y exige evidencias. Creo en la razón que se entrega confiada, como un niño en brazos de su Padre-Madre. Tan sólo necesito el AMOR que me habita, ayuda y acompaña, dando sentido a mi VIDA, llenando mi existencia de su VERDAD.
Sigo caminando en SILENCIO, en medio de este “desierto”, es tiempo de Cuaresma.
Miren Josune.
Seguramente estará llena de herejías.
Pero por esa línea debería de ir la nueva teología. Claro, que mire usted quién se lo está diciendo… Una nadie, que diría Galeano
Un saludo cordial.
Este artículo es filosøfico- teológico.
Pero cuando baja a la tierra, es fantástico.
Arregi tiene una cristología preciosa
El problema teológico básico, es que se nombra con un mismo nombre, “Dios”, dos realidades muy distintas, realidades que no son incompatibles mutuamente, sino que pueden ser dos realidades simultáneas.
El “Dios” filosófico, no-dualista, proveniente del neoplatonismo, y el “Dios” teísta, más inmanente y cercano, no son dos realidades incompatibles.
El primero, puede existir o no, pero si existe es plenamente deísta, ausente, solo estaría presente, (si lo está), a través de su creación el Universo. Imaginar una comunicación con Él, no tiene sentido, es irrisorio. Sería más fácil que una ameba nos escribiera un mensaje al móvil.
El segundo, el Dios del Universo, sería teísta, intervendría en la historia humana, pero por respeto a nuestra autonomía y dignidad, solo a través de un humano, Jesús, y de una organización de relaciones con la humanidad, (que llamamos Espíritu Santo), y que por ello, adquirirían categoría “divina”.
Si nos quedamos solo con una interpretación no-dualista del Dios-Misterio ajeno a la humanidad, y eliminamos el Dios teísta inmanente, (del Universo), se nos va el cristianismo por el sumidero. ¿Qué papel tiene entonces Jesús?. ¿Solo el de humano sabio conocedor de los Misterios del Universo?.
Y aparte de eso, ese planteamiento es del t0do estéril. Querer enganchar nuestra vida, a un Misterio incognoscible, es algo que acaba con uno, en el manicomio o en la desesperanza.
Querer, en palabras de Arregui, “encarnar en la vida, el misterio más hondo de todos los seres”, a palo seco, sin intermediaciones cognitivas que lo faciliten, es algo inalcanzable para el común de los mortales.
Un complicado teorema matemático, se puede enunciar de golpe, a palo seco, y habrá cuatro que lo entiendan. Lo normal, es explicarlo como una larga cadena de razonamientos, conocimientos y premisas, que haga comprensible dicho teorema para una mayoría.
Hay que tener cuidado con los atajos, que solo son practicables para las piernas de cuatro atletas superdotados. Y una religión solo apta para cuatro “místicos”, es algo poco válido, son elucubraciones de teólogo o mejor dicho de teoparlante.
Las religiones tradicionales, siguen siendo muy válidas, como acercamiento al Misterio, si las liberamos de toda la ganga cognitiva acumulada con el tiempo.
Pretender eliminarlas, por su “suciedad cognitiva”, es como la paloma de Machado, que pretendía que sería preferible volar mejor sin aire, para evitar el rozamiento.
Para eso mejor creer en nuestra orfandad y soledad total, sin soportes exteriores, (que es lo que son las religiones), y ya nos las apañaremos solos, con ese software psicológico, con el que nos ha provisto la evolución de la especie, que nos permite intuir y vislumbrar aunque imperfectamente el Misterio.
Ese software dentro de nuestra naturaleza humana heredada, (que alguno pueden denominar como el “alma”), sería esa “mirada o la conciencia espiritual expandida que nos permite admirar, amar y encarnar en la vida el Misterio más hondo de todos los seres, más íntimo y Real que toda identidad y diferencia, y que tanto necesitamos”, (Arregui).
Cuando poco a poco vayamos desplegando ese software psicológico interno, fuente de tantas intuiciones sabias, poco a poco y de forma natural, iremos avanzando en ese acercamiento al Misterio. El hecho de que proliferen por todo el mundo, múltiples corrientes de pensamiento e intuiciones en esa línea, es prueba evidente de ese proceso de activamiento generalizado de ese “software” interno.
Los tiempos están cambiando. Y todo señala que se acerca el fin de los tiempos.
Con el concepto que expresa Arregui del Dios-Uno-Misterio, (concepto que filosóficamente creo impecable), el “Padre” al que se refiere Jesús, que le guía y le enseña, ¿puede ser ese mismo “Dios”?.
¿Hasta cuando seguiremos mezclando niveles ontológico claramente incompatibles que son la madre de todas las contradicciones?.