He dudado mucho en volver sobre esta cuestión tan incómoda y dolorosa para mí y para muchos, pero la importancia del asunto, la difusión de ciertos malentendidos y la solicitud de mi entorno más próximo me empujan a ello.
Los malentendidos han sido provocados seguramente por mi propia torpeza, pero en mayor medida, creo, por una clara manipulación de mis afirmaciones. No me extenderé al respecto, pero debo unas aclaraciones. El lunes 25 de enero, en un artículo de opinión (“Comulgando con ruedas de molino”) publicado en NOTICIAS DE GIPUZKOA, el señor Juan Gorostidi Berrondo citaba unas declaraciones mías escritas para este diario a raíz de las conocidas denuncias de abusos sexuales cometidos por un sacerdote de la diócesis de San Sebastián. Tras haber mostrado en primer lugar mi cercanía a las víctimas, había escrito yo un párrafo que comenzaba así: “También me siento muy cerca de JKM…”. El autor del artículo solo recogía este párrafo, pero sin el “también” inicial, con lo cual tergiversaba su sentido, y me presentaba como ejemplo de corporativismo clerical. Serio desliz para un profesor de Taichi, maestro en atención.
El pasado martes por la noche, ETB1 emitió en el programa “UrHanditan” un reportaje sobre el mismo caso de abusos sexuales, reportaje para el cual Xabier Madariaga me había hecho en mi casa una larga entrevista de hora y cuarto, de la que en el reportaje apenas se recogieron diez minutos, como es normal. Pero durante toda la semana anterior, cada día y a todas horas –según me dijeron, pues no veo la tele–, ETB1 estuvo anunciando la emisión del martes con unas imágenes en las que yo decía solamente: “JKM es una víctima, no me cabe duda”. No se sabía ni de dónde ni a qué venían estas palabras, y provocaban estupor en los oyentes y los predisponían a escuchar quién sabe qué otras barbaridades de mi boca el día de la emisión. Quiero pensar que lo hicieron por inconsciencia, no a propósito. Durante la emisión, unos comentarios míos en los que intentaba dejar claro que unos “tocamientos deshonestos”, objeto de la acusación, no entrañan la misma gravedad que una violación fueron sacadas de su contexto y cuidadosamente colocadas justo detrás del dramático relato de una mujer que de niña había sufrido reiterados abusos por parte de otro sacerdote. Mis palabras, sacadas de su contexto y puestas en otro, se convertían así en irresponsable y grosera banalización de los hechos denunciados. Otra barbaridad, pero ¡qué más da! La tele tiene que provocar sensaciones, emociones, no reflexión. Y hay que vender el programa al precio que sea.
No tienen importancia las críticas y detracciones que he recibido por lo que considero una burda manipulación de mis palabras. Importa el dolor de las personas involucradas en los hechos, empezando por las víctimas, y quiero exponer con claridad mi posición al respecto:
- Empezando por las víctimas. Siempre lo he sentido y dicho e insisto una vez más. Los que han sufrido los abusos son los primeros a quienes debemos atención, escucha, reconocimiento, cuidado. Justicia sanadora, la única justicia verdadera. Es la justicia que reclamo para ellos, sentado a su lado en silencio, apenado. Y de todo corazón les pido perdón si algunas palabras mías, además del injusto uso que se ha hecho de ellas, les ha hecho sentir que desdeño su dolor sagrado.
- En cuanto a JKM, lo he dicho, sí, y lo repito abiertamente: También él es una víctima. Víctima de su biología, su psicología, su historia. Víctima de un desmedido revuelo mediático. Víctima ante todo y sobre todo del propio sistema eclesiástico clerical, represor de la sexualidad y obsesionado con ella. Un sistema insano e hipócrita, fuera del tiempo y del evangelio, que se lava las manos imponiendo penas “expiatorias” a sus miembros “pecadores”, mientras sigue enseñando la superioridad y el mérito sagrado del celibato, y sigue reclutando para sus seminarios a jóvenes idealistas inadaptados e inseguros, carne segura de represión, pobres eslabones de la cadena de dolor.
- El dolor, eso es lo que importa. El dolor, primero, de quien ha sufrido abusos; el dolor, también, de quien los ha cometido. No creo ni en la culpa ni en el castigo ni en la absolución penitencial. Ni me creo mejor que nadie. No excuso nada, ni a nadie ni a mí mismo. Quiero pasar de la culpa y de la absolución penal a la responsabilidad que me haga sentirme solidario del otro, de cada uno con su historia y su drama intransferible. Quiero ponerme en el lugar de todas las víctimas, de cada una en singular. Querría escuchar sin prisa la historia de cada una de ellas hasta sentirla como mía y ofrecerle algún alivio.
- No tengo duda de que los abusos sexuales hay que denunciarlos, y así lo he expresado cada vez que he sido preguntado sobre esto. Pero no cualquier forma de denuncia me parece adecuada, humana, sana. ¿Era necesario difundir a los cuatro vientos, como se ha hecho, el nombre propio y la foto del abusador de nuestro caso para el reconocimiento del dolor y la sanación de las víctimas en primer lugar, pero también del victimario? A eso llamo justicia, la que nos hace justos, sanos, buenos. ¿Era preciso infligirle el daño irreparable que se le ha infligido para que las víctimas se sientan reconocidas, curadas, en paz? Yo creo que no. Pienso que al hacerlo así, por propia iniciativa o por asesoramiento ajeno, han dificultado un auténtico proceso de sanación. Dos días después de los hechos que comento supimos que “un fotógrafo” de San Sebastián había sido acusado ante el juez de abusos sexuales. No conozco su nombre, y me alegro, y no creo que ello obstaculice la curación de sus víctimas, sino al contrario.
- Por eso me sorprende que nuestra sociedad, tan desarrollada, tan liberal y permisiva, siga todavía tan aferrada a la lógica inhumana, patológica, de culpa y castigo, de “el que la hace la paga”. ¿A quién le beneficia? Todo el mundo se cree inocente y todo el mundo busca culpables, y cuando cree haberlo encontrado lo lapida sin piedad. No hemos adelantado en humanidad.
- Tampoco la institución eclesial ha adelantado en humanidad, y es doblemente grave, pues ella se presenta como maestra de la verdad y modelo de la virtud. No sé si la pederastia está más extendida entre clérigos y religiosos que en las instituciones civiles, pero en su caso resulta doblemente condenable. Y doblemente condenable me parece también que el obispo, como ha sucedido en nuestra diócesis, lo denuncie solo cuando ya era inevitable, y lo haga en una nota de prensa, sacudiéndose toda responsabilidad. Me cuesta mucho creer que no conociera el problema hace siete años, cuando tomó posesión del cargo episcopal, y que entonces nombrara vicario general a quien ahora acusa públicamente y le impone “penas expiatorias”. ¿Dónde están la verdad y la misericordia evangélicas?
Revolución de la misericordia es lo que necesitamos, y es lo que la Iglesia, si quiere ser de Jesús, debiera anunciar y promover. Erradicar de los corazones y de las estructuras, empezando por las suyas, la lógica del castigo. Y decir a cada persona herida: “Levántate y camina. Cree en ti, vete en paz, vive en paz”. Todo lo demás sobra.
(Publicado en DEIA y en los diarios del GRUPO NOTICIAS el 19-02-2016)
No olvidemos que el obispo Munilla viene siendo criticado en todas las reuniones de los arciprestazgos de Gipuzkoa desde que llegó. El pasa de todo y de todos, teniendo relación con “sus” sacerdotes importados de fuera, incluso de Latinoamérica, integristas como él, y el runrún entre los cristianos de base y sacerdotes que ejercían antes de su llegada, es que con el caso de este presunto pederasta ha ejercido una vendetta contra el clero vasco que no lo acepta. Por lo que en absoluto ha tenido una actitud ejemplarizante de denuncia de un delito o de defensa de unas víctimas.
Sospecho que el comunicante George R Porta no vive en Guipuzcoa. El tratamiento que han dado los medios a este tema ha sido una auténtica salvajada, porque se han ido publicando noticias y datos un día sí y otro también al menos durante 2 semanas , porque eran noticias en primera página y con fotos de “el cura” de tamaño poster y a poder ser vestido de pontifical.
Incluso la manera, por parte del obispado, de ir desgranando casos ha sido, para mi gusto, bastante mejorable. ¿Cada vez que haya una nueva denuncia (quién puede decir que no haya más casos) se va a hacer pública dando, otra vez, nombres, cargos, fotos etc etc etc????
Yo diría que ha habido algo de ensañamiento.
Gracias a Joxe Arregi porque no se ha escondido y porque ha puesto el acento en la necesidad de tratar el tema con humanidad que es lo que ha faltado. También quiero dar las gracias a los monitores que en el programa de etb fueron entrevistados. A pesar de que el programa trataba el tema con morbo diría yo, y que el presentador con sus preguntas y sobre todo con su mirada “a lo Ana Pastor” creo que trataba de crear un clima “de acusación”, creo que no entraron en el juego.
Estoy muy de acuerdo con el articulo de Arregui y bastante en desacuerdo con el de R.Porta.Los contenidos de prensa(fotos incluidas) ,extensión de la noticia y reiteración de los mismos incluyendo a la televisión me han parecido desproporcionados y en ocasiones tendenciosos.No se ha resaltado convenientemente que la familia de la primera victima renuncio a la legislación civil y se conformo con la canonica,que por otra parte,para mi es la que debe de prevalecer.
Leyendo el artículo he de decir que no tiene justificación ni explicación manipular la información expresada por el articulista para acusarle de lo que sea. La información se divulga suficientemente completa o no se divulga. El Sr. Juan Gorostidi Berrondo hizo mal y quien le prestó el espacio de prensa lo mismo. ETB1 hizo mal fraccionando la entrevista al articulista de este hilo. Eso no admite discusión.
Por otra parte, quizás el Sr. Arregui debe considerar si en la misma página con el propósito de aparecer como persona justa, debe abogar por ambos la víctima y el victimario. Mirando a su artículo él mismo coloca en el No. 1 su opinión acerca de las víctimas y su sufrimiento. Solo después de haber esclarecido esos sentimientos que deben ser sinceros, menciona en el No. 2 al victimario y sus sentimientos por él.
Defender al victimario porque sea víctima a su vez, no es practicar justicia o ser justo. O se trata de las víctimas o se trata del victimario. No se pueden igualar aunque el victimario haya sufrido victimización a su vez porque eso ofende adicionalmente a las víctimas del mismo.
Es muy difícil que este cura pederasta haya ido de casa en casa, por decirlo de algún modo, proclamando que era pederasta. Si actuó en secreto debió saber que actuaba mal y si supo que actuaba mal, debió preocuparse por ello, no seguir actuando mal a escondidas.
Los sacerdotes, los curas, pasan años de seminario que les debe formar en varias disciplinas. Una de ellas es la Biblia que contiene o constituye un código moral. También en Derecho Canónico, que estipula lo necesario para preservar la obligatoriedad del celibato. Además el seminario da amplias oportunidades para confesar faltas o buscar ayuda psicológica o espiritual con respecto a las dificultades que los seminaristas experimenten. La doctrina actual sobre la homosexualidad es más o menos la misma que ha habido por más de 50 o 60 años o más, aunque haya sido paliada un pelín, pero en esencia por mucho tiempo la Iglesia ha condenado la vida o la práctica homosexual. No se puede comparar esa ventaja de una educación y una preparación extensa del cura pederasta con la falta de preparación o vulnerabilidad de sus víctimas.
Quizás el Sr. Arregui pudiera reconocer que sea irrespetuoso hablar en términos neutrales de la víctima y del victimario porque en las circunstancias de la victimización no estuvieron en igualdad de condiciones. Una relación basada en el poder o la autoridad siempre pone una culpabilidad extra en quien teniendo autoridad o poder lo ejerce para coaccionar a otra persona vulnerable a su poder o autoridad.
Quizás el Sr. Arregui debe casi agradecer a quien le acusó públicamente que le haya llamado la atención para que pida perdón o disculpas a las víctimas de ese cura pederasta por haber hablado en favor de ambos en la misma página, a solo unas letras de distancia porque hay una distancia inmensa entre el victimario y su víctima siempre por imprudente que haya sido la víctima si ella misma se pudo en peligro o por mucho que haya sufrido el victimario al punto de causar su criminalidad.
En última instancia es una cuestión de misericordia y justicia, de compasión y racionalidad, de sensibilidad y prudencia.