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Escucharse a sí mismo

Como comentario a mi artículo del viernes pasado, Isidoro García Gómez reproducía un texto de González Faus sobre Etty Hillesum, que yo agradecía en mi comentario de ayer. Y hoy, en otro comentario anidado al anterior, vuelve a comentar ese mismo texto. Pero con una calidad discursiva sobre el escucharse a sí mismo que creo debe pasar también a la columna central como una nueva manera de enfocar lo que quiero exponer en la serie empezada por mí que continuará mañana. AD.

El artículo de González-Faus, parece que originalmente se escribió para la Vanguardia, por lo que me imagino que el autor, utilizó un lenguaje laico y no específicamente religioso, para llegar mejor al lector moderno.

Y ahí explica como Etty Hillesum, descubrió dentro de ella, al “Dios de la interioridad”, que nos habla a través del asistente personal neuronal, con que la evolución emergente del Universo, nos ha dotado a todos.

Y también refleja, (quizás no muy claramente), como en nuestra mente se plasma el mito de la confrontación entre Dios y el demonio, en el enfrentamiento interno entre el ego consciente, y el “espíritu” inconsciente.

Posiblemente de ese enfrentamiento interno atávico, surgió el mito del demonio, pues los mitos son la expresión literaria y deformada de una realidad profunda que solo aflora a nuestra conciencia, en forma de imágenes primordiales simbólicas.

El ego consciente, es el conductor de nuestra mente consciente, encargado de mantener y mejorar nuestra autoestima, (tan necesaria para nuestro equilibrio), y el encargado de administrar nuestra cultura, (conocimientos y creencias), mediante el “racionalismo”.

Y al ego, “no le gusta”, que alguien ajeno a él, dicte mediante intuiciones, la dirección de nuestra vida. De ahí, su oposición frontal al “espíritu”.

Y lo hace con todas las artes que puede, buenas y malas, porque no olvidemos, que tanto el ego, como el “espíritu”, son ambos, parte integrante de nuestra mente, y por ello, nos conocen perfectamente.

Pero el ego, en su esfuerzo por mantener nuestra autoestima, esconde y autoengaña, mediante la represión, aquellas cuestiones que no benefician nuestra buena “cualificación humana”.

E intenta apropiarse, mediante el autoengaño sutil y “demoníaco”, de la acción del “espíritu”, e intoxicarla o con pretextos variados para tergiversarla y/o desoírla, o con ideas culturales que desnaturalizan la voz del espíritu, o mediante el fomento de orgullos y soberbias, como si la acción del “espíritu”, fuera una gran virtud propia.

La única virtud el “espiritual”, es la atención y la dedicación a la escucha y buena interpretación de la voz del espíritu.

 

Este tema de la colisión entre la espiritualidad y la religión tradicional, es un capítulo más de la conciliación de opuestos, que hay que superar, cambiando de coordenadas mentales.

Conciliación que nos cuesta tanto esfuerzo realizar y negociar, y que es un tema muy profundo, y va mucho más allá que la duda religiosa.

Pero es necesario integrar dichas partes de la mente, (individualizar, (unificar), lo llama Jung), para evitar la desintegración mental desequilibrante, con efectos muy negativos, tanto si domina la razón, (neurosis con vértigo, sensación de estancamiento y perplejidad), como si domina el subconsciente (psicosis).

Esta conciliación es un tema axial, de nuevos ejes coordenados en los que situar nuestra vida, de referentes, marcos o visiones del mundo que coexisten y compiten entre sí

      En las sociedades tradicionales, la fe religiosa ha venido suministrando un marco de referencia único: a la vez externo (Dios), e íntimo -la fe- y ambos socialmente compartidos. 

        En la sociedad moderna, por el contrario, los distintos marcos compiten entre sí, en un ir y venir entre estructuras competidoras y a menudo contradictorias, en las que cada una sale debilitada por su coexistencia involuntaria con las demás. 

     De ahí el vértigo producido por la incertidumbre y confusión, las expectativas ilusorias y el riesgo de ser manipulados por vendedores de los más variados referentes absolutos.

 

O sea, que cambiar el contenido de nuestra fe religiosa tradicional, no es simplemente cambiar unos términos por otros mas modernos, sino cambiar drásticamente de referentes, donde guardar y organizar nuestros conocimientos y experiencias personales.

No es una cuestión de considera a “Dios”, así o asá, de imaginárselo de una forma o de otra.

Si queremos hablar en idioma moderno, y dejar de hablar en latín o en vaticano, y conciliar nuestras contradicciones, entre nuestro marco referencial “sobrenatural”, y la cultura actual científica, conectando así con la gente del futuro próximo, hay que dar la vuelta al calcetín a nuestra organización mental, y volver a empezar como si fuéramos niños.

El ego, como administrador de nuestra cultura racionalista, es un maestro en el gatopardismo de cambiar minucias, para que todo siga igual.

 

Es el mismo proceso de cambio radical que se produjo hace 2.000 años, entre Juan, (el último profeta de la antigua Ley), y Jesús, (el nuevo anunciador de una nueva era). Un cambio tan radical, que no fue comprendido en su tiempo, y hoy después de 2.000 años, aún no lo acabamos de interiorizar.

 

La enormidad de la figura de Jung, es que esbozó científicamente, quizás al principio torpemente, pero de forma significativa y lúcida, la teorización y “racionalización” científica del esoterismo, la “magia” y la espiritualidad tanto religiosa como laica.

Nos abrió a la comprensión racional del significado de las imágenes primordiales y los arquetipos organizacionales, que nos fluyen del inconsciente colectivo, y que constelan todo el arte, (desde el plástico, al musical, a la poesía lingüística), al pensamiento.

Una comprensión que nos es vital para poder afrontar lúcidamente, los grandes retos que tenemos que resolver en este milenio.

 

 

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4 comentarios

  • ana rodrigo

    Antonio, has hecho muy bien en reproducir este comentario de Isidoro. Precisamente, esta mañana lo había leído con toda atención en tu post, me dio que pensar mucho y no sabía cómo enfocar mi comentario. Lo escribí pensando en el responder del comentario de Isidoro, me entró una enorme inseguridad, volví a leerlo, pero en vez de ponerlo como contestación al suyo, lo puse aparte. me refiero: a ana rodrigo 17/10/2024, 19:44 pm..  

    Es lo que se me ocurrió, bueno no fue ocurrencia porque, sin llegar a tus conocimientos, Isidoro, sí pienso con el mayor interés y voy simplificando al máximo aquello que yo necesito en este momento y me da paz. Me decía Antonio D. ayer: ”A Ana, que ha mostrado sus pensamientos-sentimientos le sugiero que olvide en su interior ese peso que tiene de su religiosidad heredada”, y eso es lo que estoy haciendo. Mi vida tiene sentido en sí misma y así la vivo, no quiero añadirle nada, del tipo que sea, que me agobie mental ni síquicamente, ya he vivió bastante ruido a lo largo de mi vida. Me siento muy a gusto con las conclusiones a las que he llegado. 

    Gracias, Isidoro, por tus aportaciones tan valiosas 

    • oscar varela

      ¡Hola Isidoro!

      Te leo:
      “cambio radical que se produjo hace 2.000 años, entre
      – Juan, (el último profeta de la antigua Ley), y
      – Jesús, (el nuevo anunciador de una nueva era).
      que no fue comprendido en su tiempo.”
      ………………..

      Tengo entendido que -acá en ATRIO-
      Salvador Santos viene mostrando con 156 Artículos,
      que sí, que fue comprendido por unas personas
      que adhirieron a un Proyecto de vida,
      sin ningún “proceso de racionalización”.

      Parece que más que “escucharse a sí mismos
      escuchaban sus necesidades y las compartían”,
      dando a entender que el Proyecto al que adherían
      es una “cooperación de necesitados”.

      ¿O crees que no fue así?
      ………………

      Lo que Jung y Freud (y sus actualizadores)
      [¡bienvenidos!]
      nos “develan” (levantan velos) son
      los costos de ese “proceso de racionalización”,
      develando al mismo tiempo que
      no somos racionales, sino que la tal “razón
      es un deber o cuenta pendiente
      (¡urgente! porque ¡se cae!)
      que no sabemos si es realizable siquiera.

      Gracias

      • Isidoro García

        El verdadero proyecto de Jesús, solo lo sabía Jesús personalmente, y sigue siendo el gran misterio del cristianismo.

        Un misterio casi imposible de descifrar hoy día, con los pocos, contradictorios y tergiversados indicios históricos de que disponemos, en unos evangelios, escritos cuarenta años después, y en un contexto distinto al original.

        Pero se sabe de la dispersión y pluralidad de las opiniones que había desde el 30 d. C. hasta que 150 años después se impuso a la fuerza una uniformidad, a base de imponer una visión. Uniformidad que se vio debilitada otros doscientos años después, y así hasta hoy.

        La interpretación del amigo Salvador, es su interpretación personal, muy bonita y literaria, y afín a sus ideas político-sociales, pero nada más.

         

        Yo, personalmente, tengo otra, tan válida o no, como la de Salvador. Yo creo, que el proyecto de Jesús, era la evolución-sustitución del judaísmo de la Ley y el Templo, por una “religión” espiritual, personal e íntima con “Dios”, sin intermediarios con Dios, ni jerarquías, ni organizaciones. Y nada más reglada y organizada que la religión judía, con sus mas de trescientos mandamientos.

         

        Lo que pasa, es que siendo judío Jesús, por los cuatro costados, no podía hacer una ruptura tan brutal, con el estatus quo del momento, porque casi nadie le habría seguido. Solo lo podía lograr, si era constituido como Mesías triunfante, pues el Mesías, era el único que tenía poder refundacional de la Ley y de todo, como Moisés.

        Y por eso, en los primeros cincuenta años después de su muerte, la comunidad de judíos cristianos, (creyentes en que Jesús era el Mesías designado por Dios), esperaban fervientemente la Parusía, o vuelta de Jesús triunfante, que empezaría a poner en marcha su proyecto. Hasta entonces, ellos esperaban su llegada.

        Al final, no llegó esa vuelta triunfante, y las generaciones sucesivas, expulsados de las sinagogas por los fariseos, recrearon una nueva religión, escisión del judaísmo, con Jesús como Mesías, que llegaría al final de los tiempos, y adaptada a su nuevo hábitat greco-romano, y ya no judío.

        Era la evolución que necesitaban, los judíos de la diáspora, y que ya había sido ya preconizada por Filón de Alejandría, contemporáneo de Jesús.

         

        Lo de que los primeros seguidores de Jesús y la generación siguiente, crearon una especie cooperativa de necesitados, es una idea utópica que traspone al pasado, ideas de los tiempos actuales, lo que supone una traición histórica, aunque nos puede dar una grata confirmación religiosa, de nuestra ideología política personal, pero nada más.

        Yo no se por qué ese interés tan fuerte de muchos de confirmar la ideología política personal, (por lo demás, muy digna), con la religión. En el fondo es una subordinación de la religión hacia la política, (ambas actividades muy dignas, pero muy distintas). Solo se explicaría por dudas ideológicas políticas internas y profundas.

        Se ha mitificado ideológicamente, (y no solo la progresía, pues los Quicos, también lo hacen), la vida de los primeros cristianos.

        Yo no creo que realmente la solidaridad entre los primeros cristianos, fuera mayor, que la que posiblemente habría entre las comunidades de estoicos y epicúreos, que tenían la sobriedad por bandera, (a pesar de las maledicencias cristianas sobre los epicúreos). Buena gente hay en todas partes. Y Pablo habla de que el esclavo obedezca a su amo, y no parece que fundó ningún sindicato reivindicativo.

        Fundamos nuestra vida en unos mitos que nos son  muy gratos, en nuestra imaginación idealizada, y necesitamos sostenellos y no enmendallos.

         

        Respecto a tus dudas sobre el proceso de racionalización de todas las cosas, hay que tener en cuenta, que el primer paso de la razón, es que comprenda su verdadero papel en el proceso existencial humano, trascendental como instrumento, pero subordinada a las directrices sobre la dirección a seguir, de la mente subconsciente, y sobre todo de su componente superior, el Inconsciente Colectivo.

        Y eso no se consigue si no escuchamos la voz interior, que todos tenemos dentro, y que nos incita a cuestionar los condicionamientos comportamentales y cognitivos, que la cultura vigente en cada momento histórico, nos conculca y adoctrina desde niños, y que el ego racional, nos incita a respetar. (El ideal del Yo, contrapuesto al Yo ideal, del “espíritu” -Inconsc. Colectivo).

        Cada cultura, es una forma determinada de ver el mundo. Y esa voz interior que debemos oír, lo que nos incita es a ver el mundo de otra manera distinta, que puede ser más correcta y por ello eficaz.

        Para ello nos hace intuir marcos de referencia distintos, mientras que la razón solo sabe moverse en un marco, el del momento vigente. La razón amamanta pero no engorda al niño. Es una magnífica sierva pero una pésima innovadora.

        El discurso de Jung, no tiene nada que ver con el anti-racionalismo, sino contra el racionalismo que quiere monopolizar la dirección de nuestra mente. Jung, habla de superación de contrarios, a base de la negociación interna, para convencer al ego, de que es mejor para la persona oír la voz interior, y que cada uno se dedique en su labor.

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