Buena aportación de Leandro que agradecemos como siiempre. No se limita decir banalidades sobre lo costoso de “la rentrée” posvacacional. Él analiza bien las metas que nos aguardan en el futuro y, sobre todo, propone una tarea que resaltamos:: acompañar desde ahora los trabajos de la Las jornadas de Acción y la Cumbre que se celebrarán en la sede la ONU de Nueva York dentro justo de un mes. AD.
“Desconectar”. Así, entre comillas. Y “desconectar” en tiempo de vacaciones. Da la impresión de que esta es la respuesta que más se repite en los medios de comunicación social y en las redes sociales cuando se pregunta a los ciudadanos por qué se van de vacaciones. “Mi familia y yo queremos desconectar”.
Desconectar y salud mental
Los expertos en salud mental insisten en la necesidad (y no solo oportunidad) de “desconectar” nuestras vidas, nuestras mentes, nuestras angustias y preocupaciones durante unos días al año. Todos tenemos la sensación (más o menos acentuada) de que nuestra vida diaria está “conectada” a una máquina implacable que nos priva de libertad y nos obliga cada día a hacer lo que no nos gusta.
Pero los expertos en salud mental insisten en que se trata de “desconectar”, no de “huir de la realidad”. Las vacaciones no son solo un refugio temporal contra un mundo que percibimos hostil, violento, polarizado, agresivo contra la naturaleza y los seres inocentes. Un mundo en el que Gaza, Sudán y Ucrania son guerras que otros han montado por oscuros intereses y de las que muchos no quieren que les “agüen” las vacaciones en familia.
“La insoportable levedad del ser”
Milos Kundera hablaba en su famosa novela de “la insoportable levedad del ser” de la grandeza y miseria de la condición humana en la línea de los existencialistas franceses y alemanes. Heidegger repetía que estamos “arrojados” al mundo y abocados a morir. Durante siglos, en Europa, los rebeldes al orden establecido eran condenados de por vida a Galeras: a ser remeros encadenados a los buques de los poderosos. Orwell habla de una sociedad esclava de los poderosos en su novela 1984. La serie de películas de Matrix podría ser una versión de la era digital del proceso de vivir “conectados” e ilusoriamente “desconectados”.
Toda época de vacaciones tiene una realidad: se termina. Y hay que volver a la vida ordinaria. Pero – desde nuestro de vista – es necesario no sentir que uno “vuelve a conectarse” a la máquina infernal de la rutina, de los escenarios rechazables, de las miserias cotidianas que nos condenan a vivir perpetuamente esclavos. Volver de vacaciones no debería ser “reconectar”. No se trata de volver a revivir la “insoportable levedad del ser”, tanto desde nuestra vida personal como social.
“Resetear” nuestra profundidad humana
Deberíamos tener la madurez humana suficiente para saber los métodos para “resetear” nuestra mente (inteligencia y corazón) y para poder (o al menos intentarlo) vivir nuestra vida de siempre desde otros registros existenciales. Es necesario regresar, tras las vacaciones, a la vida de siempre, a la familia de siempre, al barrio de siempre, al trabajo de siempre, a la ciudad de siempre, al país de siempre, pero DESDE otras categorías mentales positivas.
Desgraciadamente, en una sociedad en la que la cultura de la banalidad, – de las relaciones humanas líquidas, del ande yo caliente y ríase la gente, del individualismo y de la desconfianza, sobre todo hacia el que no es de los míos, de la polarización y de la huida del compromiso, de la incapacidad de convivir en un mundo multicultural-, es muy difícil el cambio personal y la justicia global.
Pero no se trata, de regreso de vacaciones, de volver a una prisión tras unos días de libertad. Volver a la vida diaria no implica que regresemos a un mundo ajeno tras haber disfrutado unos días de huir de la realidad. “Resetear” la mente y el corazón supone asumir, integrar, y resaltar los aspectos positivos de la vida humana. No se trata de volver depresivo y a regañadientes a un mundo y a un trabajo que no nos gusta.
No existe pastilla roja y pastilla azul: este es el único mundo posible
No existe una pastilla roja y otra azul como en Matrix. No podemos elegir vivir en la “nube”. Tenemos que aprender a asumir la vida, la realidad. Si podemos hacer actuar desde el fondo de nuestra mente y de nuestro corazón la capacidad revitalizadora de vivir lo mismo (familia, trabajo, política), pero de otra manera. No se trata de vivir el sueño de Alicia en el País de la Maravillas. No se trata de drogarse con evasiones y autoengaños. Sino que invitamos a esto, a lo que hemos llamado “resetear”: la reestructuración cognitiva y emocional de nuestras fibras humanas más profundas que nos permiten organizar interiormente nuestra propia vida de otra manera más auténtica.
En un mundo en el que las religiones generan cada vez más desafección debido a su falta de creatividad para sembrar semillas de esperanza en las mentes (inteligencia y corazón) y muchos hombres y mujeres buscan sustitutos del sentido de la vida en conductas y evasiones banales, urge un pensamiento colectivo creativo.
Poder social transformador de la espiritualidad
¿Cómo las experiencias espirituales pueden ser generadoras de conductas solidarias, concienciadoras, emancipadoras? ¿Cómo hacer para que las religiones en la era de la cultura postsecular puedan ser fermento de cambio humanizador y generadoras de iniciativas que pongan fin a la desigualdad, a la depredación ambiental, al grito de la Tierra y al grito de los pobres? ¿Cómo intentar que los cristianos, seguidores de Cristo, superemos y olvidemos las menudencias internas y elaboremos juntos un programa conjunto que de respuestas a los graves problemas estructurales de un mundo cimentado en la religión del dinero?
Aquí se nos ofrece una oportunidad:
Del 20 al 23 del próximo septiembre, en la sede de Nueva York de las Naciones Unidas, tendrá lugar la que se ha llamado “Pacto para el Futuro”. Esta Cumbre es un evento de alto nivel que reúne a los dirigentes mundiales para forjar un nuevo consenso internacional a fin de mejorar el presente y salvaguardar el futuro. Entre los dirigentes mundiales convocados está el Papa Francisco que, seguramente, delegará en el cardenal Parolin.
Una ocasión excelente para mostrar que la Encíclica Laudato Si (2015) y la Exhortación Leaudate Deum (2023) van mucho más allá de las cortas miras de la Agenda 2030. Desde este punto de vista, la cooperación mundial eficaz es cada vez más importante para nuestra supervivencia, como seres humanos, como sociedad y como seres vivos, pero esta es difícil de conseguir en un entorno de desconfianza con estructuras obsoletas que ya no reflejan las realidades políticas y económicas actuales.
Todos podemos hacer algo a través de la sociedad civil. Y los cristianos a través de las redes sociales de Iglesia.
Entiendo el doble significado que L. Sequeiros le da al término “desconectar” en ese artículo, dado que en otros donde la trascendencia es el hilo conductor, no podría haberla. Lo dice usted mismo que no se trata de “huir de la realidad”. No obstante, me pregunto, no tanto por las preocupaciones del día a día, sino por lo que en la vida podamos en algún momento sentir la realidad de la angustia, esta, no por irnos de vacaciones, iba a desaparecer. Por más que los expertos en salud mental insistan en esta necesidad, lo realmente angustioso si se presentase en nuestras vidas habría que hacerle frente. Otra cosa distinta sería si la angustia no fuera real, es decir, sin sentido, entonces sí habría que escuchar a los psicólogos. Muchas gracias y un cordial saludo!
USO – GRACIAS
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Un breve comentario a propósito de la oportuna reflexión de Leandro. Necesitamos desconectar -en vacaciones y en otras ocasiones del año- por salud mental, para desintoxicarnos -el Poder con sus medios intoxica con frecuencia-. El Poder es el padre de las mentiras. Necesitamos desconectar para poder discernir mejor y para mantener-reforzar la libertad de pensar y de buscar información digna de tal nombre, para ser libres por dentro. En el intimior -si no está contaminada- se encuentra la sede de la mejor libertad. La levedad del ser humano se cura -o se reduce- con una buena dosis de información veraz y de reflexión no condicionada. La levedad de nuestro ser se cura con una buena dosis de sentido humanitario, solidario. Se cura con una buena dosis de valores que fortalecen y no pasan. La levedad de nuestro ser se fortalece con una buena dosis de humanización solidaria. Crecer en humanidad es transformar nuestra levedad en cierta fortaleza (digo “cierta” por realismo, la levedad siempre estará con nosotros.) Pero esa “cierta fortaleza” puede ser suficiente para ser fermento de transformación, que derribe ídolos de barro y haga posible un mundo nuevo mejor. Esta es mi utopía ahora que acabo de repasar la Utopía de T. Moro. La levedad de nuestro ser se trata madurando por dentro como personas.
LUNES