Empezaré con una etimología ficticia. A, el alfa griega, significa privación. Y “mors”, del latín, muerte. Por tanto, donde no hay muerte, hay vida: A-MOR. Esta palabra ha movido tierras, ha producido tormentas. Podríamos decir o afirmar que el ser humano además de ser “homo sapiens”, también es “homo demens”. Hay que conjugar las dos vertientes: sentido común y delirio. La historia está llena de casos. Pero el amor no es una idea o creencia, es toda una vivencia, expresada en su base y en su expresión, de corporeización o corporeidad. El amor se siente, vibra, caliente o hierve; apasionado o tierno, violento o afable, abrupto o delicado, enérgico o sensible… Además, humano, de la Humanidad, y se encuentra en cada cultura con una variedad maravillosa. Desde la tribu que enseñan a autoestimularse hasta la otra que lo prohíbe. O hasta la tribu de varios hombres o mujeres hasta la monógama. La variedad se impone según las circunstancias y necesidades de la tribu o el clan. Y en esta pluralidad se expresa también la locura o amores trágicos como amores generosos, de sacrificio.
Desgraciadamente, en nuestra cultura occidental, impregnada de un exceso de neoplatonismo, el amor sensitivo o pulsional se vivía como prohibido para no estorbar el amor divino o las ideas. Pero afortunadamente se está superando. El amor integra la totalidad del “homo sapiens et demens”. Aun así, la experiencia siempre ha sido abierta a pesar de ciertas normas…Y desde hace décadas la importancia del mundo imaginario, de los pensamientos, de las fantasías que enriquecen las relaciones humanas. ¡Y tan simbólicas! Un lenguaje hermoso que hay que pulir, ciertamente. Al mismo tiempo hay que perderle el miedo. Sabemos que el miedo es muy mal consejero, pero tampoco hay que aniquilarlo ni anhelarlo, mejor hacer un buen uso. Un gran trabajo en el mundo de la enseñanza, de todo nivel para ayudar a encaminar toda esta riqueza salvaje para convertirla en humana. Allá por la década de 1980, tuve que reemplazar a lo largo de una hora a un profesor de una clase de 6º de básica, el actual 6º de primaria. ¿Qué hacemos? les pregunté? Y me dijeron: ¿Podemos decir chistes? Ciertamente, que sí, fue mi respuesta. Y mi gran sorpresa, que fue una gran lección, experimenté en directo lo que era el mundo imaginario libidinal de la entrada en la adolescencia. El “magma volcánico” se expresó en aquellos preadolescentes. Y esto lo relaciono con el gran y grave problema de la pornografía al alcance de todos. Es necesario educar. Hay que informar sin miedo… pero al mismo tiempo estar preparado para acompañar a lo largo de esta etapa de los 10 a los 18 años aunque tengan una buena y adecuada información, no hay formación o dominio: El volcán explota y el magma es muy candente.
Y creo que esto puede aplicarse a lo largo de toda la vida. Así como de la comida se ha configurado en una buena gastronomía, es preciso de la pulsión libidinal sexual se forme una buena erótica. El amor siempre expresará vida. Donde hay amor, hay vida. Y podríamos citar novelas, películas, aforismos e hiEstorias de amor como del primer beso. Por cierto, el primer documento arqueológico en arcilla, estirados besándose, es de hace unos 3.800 años en Babilonia. Delicadeza humana.
Y toda esta energía, bien gestionada, para crecer y madurar, comporta o debería comportar el respeto al otro/a en todas sus manifestaciones. Aún por desgracia cuánto trabajo hay que realizar para respetar las diferencias que existen. No entro en ese problema muy actual. Sólo recuerdo el gran respeto ante el mundo femenino. Y si este respeto no está, me atrevo a indicar, que el que no lo tiene es porque tiene miedo a su propia feminidad que niega u odia, por una deformación cultural. Todo lo que molesta de las demás personas, cabe preguntarse: ¿qué refleja de uno mismo? Y esto es muy budista, ¡¡no hace falta recurrir a Freud!!
Y acabo recordando un texto de sabiduría oriental:
Si hablo las lenguas de los hombres, y aun las de los ángeles, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que retiñe. Y si tengo el don de profecía, y entiendo los designios secretos de Dios, y sé todas las cosas; y si tengo la fe necesaria para mover montañas, pero no tengo amor, no soy nada. Y si reparto entre los pobres cuanto poseo, y aun si entrego mi cuerpo para tener de qué enorgullecerme, pero no tengo amor, de nada me sirve.
Tener amor es saber soportar, ser bondadoso; es no tener envidia, de no ser presumido, orgulloso, grosero o egoísta; es no enojarse ni guardar rencor; es no alegrarse de las injusticias, sino de la verdad. Tener amor es sufrirlo todo, creerlo todo, soportarlo todo. El amor nunca dejará de ser. Un día cesarán las profecías, y no se hablará más en lenguas ni será necesaria la ciencia. Porque la ciencia y la profecía son imperfectas y tocarán a su fin cuando venga lo que es perfecto. Cuando yo era niño, hablaba, pensaba y razonaba como un niño; pero al hacerme hombre dejé atrás lo que era propio de un niño. Ahora vemos de manera borrosa, como en un espejo; pero un día lo veremos todo como es en realidad. Mi conocimiento es ahora imperfecto, pero un día lo conoceré todo del mismo modo que Dios me conoce a mí. Hay tres cosas que permanecen: la fe, la esperanza y el amor; pero la más importante es el amor.
El a-mor es mucho más tenaz que la muerte. Y cada ser humano hace su propia historia que es intransferible e irrepetible. No está escrita. Se vive.
Jaume PATUEL PUIG. pedapsicogogo
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