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Eli, Eli, lemá sabactaní

Ayer, el papa Francisco presidió toda la celebración del Domingo de Ramos en Roma. Era la mejor respuesta a todos los cuervos que dicen que espezaron a graznar cuano ingresó unos días antes en el hospital. Ver lo que dice A. Llaguno que se atrevió a husmear en Infovaticana la semana pasada. Ya el sábado, regresando al Vaticano, desde su Fiat500, dijo: “¡Sigo aún vivo!”. Y su participación en la semana santa parece que va a ser superior a lo que estaba ya planteado desde hace tiempo. Pero vale la pena ver en su homilía de ayer no un puñetazo en la plaza” sino una humanísima meditación de lo que significó su  lectura actual de la pasión de Mateo de la única palabra que él pone en boca de Jesús desde la cruz. Ahí va, con respeto a lo dicho por Francisco y la forma de decirlo ayer. Son 14 minutos sin paja ni oropeles. AD.


HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO

Plaza de San Pedro
Domingo, 2 de abril de 2023

«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (Mt 27,46). Es la invocación que la Liturgia nos hace repetir hoy en el Salmo responsorial (cf. Sal 22,2) y es la única pronunciada en la cruz por Jesús en el Evangelio que hemos escuchado. Son, pues, las palabras que nos llevan al corazón de la pasión de Cristo, al punto culminante de los sufrimientos que padeció para salvarnos. “¿Por qué me has abandonado?”

El sufrimiento de Jesús fue grande y cada vez que escuchamos el relato de la pasión nos conmueve. Sufrió en el cuerpo: pensemos en las bofetadas, en los golpes, en la flagelación, en la corona de espinas, en el suplicio de la cruz. Sufrió en el alma: la traición de Judas, las negaciones de Pedro, las condenas religiosas y civiles, las burlas de los guardias, los insultos bajo la cruz, el rechazo de muchos, el fracaso de todo, el abandono de los discípulos. Sin embargo, en todo este dolor, a Jesús le quedaba una certeza: la cercanía del Padre. Pero ahora sucede lo impensable; antes de morir grita: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». El abandono de Jesús.

Este es el sufrimiento más lacerante, es el sufrimiento del espíritu; en la hora más trágica, Jesús experimenta el abandono de Dios. Nunca antes había llamado al Padre con el nombre genérico de Dios. Para transmitirnos la fuerza de aquel acontecimiento, el Evangelio indica la frase también en arameo; es la única, entre las pronunciadas por Jesús en la cruz, que nos llega en la lengua original. El acontecimiento real es el abajamiento extremo, es decir, el abandono de su Padre, el abandono de Dios. El Señor llega a sufrir por amor a nosotros, lo que nos es difícil incluso de comprender. Ve el cielo cerrado, experimenta la amarga frontera del vivir, el naufragio de la existencia, el derrumbamiento de toda certeza. Grita el “por qué” de los “por qué”. “Dios mío, ¿por qué?”

Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? El verbo “abandonar” en la Biblia es fuerte; aparece en momentos de extremo dolor: en amores fracasados, negados y traicionados; en hijos rechazados y abortados; en situaciones de repudio, viudez y orfandad; en matrimonios agotados, en exclusiones que privan de vínculos sociales, en la opresión de la injusticia y la soledad de la enfermedad. En fin, en las más dramáticas heridas de las relaciones. Ahí se dice esta palabra: “abandono”. Cristo llevó todo ello a la cruz, tomando sobre sí el pecado del mundo. Y en el momento culminante, el Hijo unigénito y amado experimentó la situación que le era más ajena: el abandono, la lejanía de Dios.

¿Y por qué llegó a ese punto? Por nosotros, no existe otra respuesta. Por nosotros. Hermanos y hermanas, hoy esto no es un espectáculo. Que cada uno, sintiendo el abandono de Jesús, se diga a sí mismo: por mí. Este abandono es el precio que pagó por mí. Se hizo solidario con cada uno de nosotros hasta el extremo, para estar con nosotros hasta las últimas consecuencias. Experimentó el abandono para no dejarnos rehenes de la desolación y estar a nuestro lado para siempre. Lo hizo por ti, por mí, para que cuando tú, yo, o cualquiera se vea entre la espada y la pared, perdido en un callejón sin salida, sumido en el abismo del abandono, absorbido por el torbellino de los tantos “por qué” sin respuesta, pueda tener una esperanza. Él, por ti, por mí. No es el final, porque Jesús ha estado allí y está ahora contigo. Él, que sufrió el alejamiento del abandono para acoger en su amor todos nuestros distanciamientos. Para que cada uno de nosotros pueda decir: en mis caídas ―todos hemos caído tantas veces―, en mi desolación, cuando me siento traicionado o he traicionado a los demás, cuando me siento descartado o he descartado a los demás, cuando me siento abandonado o he abandonado a los demás, pensemos que Él fue abandonado, traicionado, descartado. Y ahí lo encontramos a Él. Cuando me siento errado y perdido, cuando ya no puedo más, Él está conmigo, en mis tantos “por qué” sin respuesta, Él está ahí.

Así es como el Señor nos salva, desde el interior de nuestros “por qué”. Desde ahí despliega la esperanza que no defrauda. En la cruz, de hecho, aunque se sienta abandonado completamente, no cede a la desesperación ―este es el límite―, sino que reza y se encomienda. Grita su “por qué” con las palabras de un salmo (22,2) y se entrega en las manos del Padre, aun sintiéndolo lejano (cf. Lc 23,46) o no lo siente porque se encuentra abandonado. En el abandono se entrega. En el abandono sigue amando a los suyos que lo habían dejado solo. En el abandono perdona a los que lo crucifican (v. 34). Así es como el abismo de nuestras muchas maldades se hunde en un amor más grande, de modo que toda nuestra separación se transforma en comunión.

Hermanos y hermanas, un amor así, todo para nosotros, hasta el extremo, el amor de Jesús, es capaz de transformar nuestros corazones de piedra en corazones de carne. Es un amor de piedad, de ternura, de compasión. Este es el estilo de Dios: cercanía, compasión y ternura. Así es Dios. Cristo abandonado nos mueve a buscarlo y amarlo en los abandonados. Porque en ellos no sólo hay personas necesitadas, sino que está Él, Jesús abandonado, Aquel que nos salvó descendiendo hasta lo más profundo de nuestra condición humana. Está con cada uno de ellos, abandonados hasta la muerte. Pienso en aquel hombre alemán, indigente, que murió en la columnata de la plaza, solo, abandonado. Ese es Jesús para cada uno de nosotros. Muchos necesitan nuestra cercanía, muchos abandonados. Yo también necesito que Jesús me acaricie y se me acerque, es por eso que voy a buscarlo en los que están abandonados, solos. Él quiere que cuidemos de los hermanos y de las hermanas que más se asemejan a Él, en el momento extremo del dolor y la soledad. Hoy, queridos hermanos y hermanas, hay tantos “cristos abandonados”. Hay pueblos enteros explotados y abandonados a su suerte; hay pobres que viven en los cruces de nuestras calles, con quienes no nos atrevemos a cruzar la mirada; hay emigrantes que ya no son rostros sino números; hay presos rechazados, personas catalogadas como problema. Pero también hay tantos cristos abandonados invisibles, escondidos, que son descartados con guante blanco: niños no nacidos, ancianos que han sido dejados solos ―que tal vez pueden ser tu papá, tu mamá, tu abuelo o tu abuela, abandonados en los institutos geriátricos―, enfermos no visitados, discapacitados ignorados, jóvenes que sienten un gran vacío interior sin que nadie escuche realmente su grito de dolor. Y no encuentran otro camino más que el del suicidio. Los abandonados de hoy. Los cristos de hoy.

Jesús abandonado nos pide que tengamos ojos y corazón para los abandonados. Para nosotros, discípulos del Abandonado, nadie puede ser marginado; nadie puede ser abandonado a su suerte. Porque, recordémoslo, las personas rechazadas y excluidas son iconos vivos de Cristo. Nos recuerdan la locura de su amor, su abandono que nos salva de toda soledad y desolación. Hermanos y hermanas, pidamos hoy la gracia de saber amar a Jesús abandonado y saber amar a Jesús en cada persona abandonada. Pidamos la gracia de saber ver, de saber reconocer al Señor que sigue gritando en ellos. No dejemos que su voz se pierda en el silencio ensordecedor de la indiferencia. Dios no nos ha dejado solos; cuidemos de aquellos que han sido dejados solos. Entonces, sólo entonces, haremos nuestros los deseos y los sentimientos de Aquel que por nosotros «se anonadó a sí mismo» (Flp 2,7). Se anonadó totalmente por nosotros.

13 comentarios

  • Juan A. Vinagre

    Si esas palabras son palabras textuales de Jesús en la cruz (y no un supuesto razonable del evangelista), esa “queja humilde” manifiesta que Jesús sufrió la mayor cruz que podía imaginar: verse solo, abandonado hasta por su mismo Padre Abbá. Sin embargo, ese abandono no le llevó a dudar sino a preguntar “por qué”. (Siempre el Misterio!) Quizá uno de los mayores “abandonos” es no entender nada en los momentos de prueba…  Ese “por qué” en la cruz es signo de que su mente se hallaba en soledad mental y afectiva total. Tormenta interna dentro de una noche oscura.  Pero ese “por qué” no es signo desesperación sino de pregunta humilde, que, pese a ello, mantiene la confianza.

    Por otra parte, ¿no puede ser esta situación una parábola-enseñanza más -en este caso práctica y personal- que quiso darnos a conocer para nuestros momentos de prueba en la fe, y así decirnos que nos mantengamos confiados en la esperanza?  La mayor soledad es, al menos para muchos, la pérdida de la fe…  y de toda esperanza. (Dante?) O visto de otra forma, la mejor compañía de Dios Padre es acompañar a quien vive en soledad -material y espiritual-, aun cuando no seamos conscientes de esa compañía.  ¿Aunque parezca, humanamente, un absurdo, la mejor compañía es aliviar el abandono de muchos, con esperanza?  De nuevo, piénsese en el “Venid, benditos”… que da sentido.

    Y ampliando la reflexión: Por nuestro mal testimonio, como creyentes y como Iglesia-Fraternidad, hoy Jesús -y su Mensaje- ¿no están siendo abandonados de nuevo, sin que tomemos conciencia de que sin Él nos empobrecemos y quedamos en la mayor soledad? ¿Sin que tomemos conciencia de que, al margen de Él, nos quedamos sin sentido o lo empobrecemos tanto que nos quedamos en soledad?

    ¿No nos ilumina el camino del Misterio terminar diciendo, convencidos, -y más en los momentos de tormenta en medio de la noche-:  “yo creo y confío en la Esperanza?

    Nota: Digo al inicio por “un supuesto razonable del evangelista”, aunque pienso que las palabras de Jesús en la cruz, así como la información de lo ocurrido ante los sumos sacerdotes y Pilatos quizá sean más fiables, más textuales, que otros pasajes de los evangelios.  Si José de Arimatea -que presenció la escena ante Anás y Caifás, y no aprobó su sentencia-, se acercó a hablar con Pilatos y consiguió permiso para bajarlo de la cruz y enterrarlo, es muy probable que también hablara con los soldados y se informara de los detalles de la flagelación y de la cruz. Por eso digo que esas palabras de Jesús pueden ser muy fiables.

    • Santiago

      De acuerdo contigo Juan V porque la Iglesia del siglo I era la Iglesia de los testigos confesores y mártires de la fe cristiana que nos legaron la fe como atestigua Lucas, Juan, Pablo, Pedro, Marcos etc con sus pruebas testificales. Las primeras comunidades estaban unidas por la fe en el Resucitado que tuvo una vida pública llena de acontecimientos extraordinarios a la vista de todos. El kérygma primitivo de la Iglesia se repetia una y otra vez en las reuniones litúrgicas con los testigos vivos presentes. Era difícil inventar o tergiversar los hechos del dominio público especialmente cuando memorizar era el método usual de la transmisión de la verdad como lo hacían y lo hacen aún las escuelas rabínicas.

      Por otro lado, no solo José de Arimatea y Nicodemo eran miembros del Sanedrin sino Juan Apóstol era conocido del Sumo ‘Sacerdote y él entró con Jesús en el atrio de Pretorio (Juan 18:15-16) de manera que hubo muchos testimonios directos con los que los evangelistas pudieron reconstruir  los hechos y dichos de Cristo de la manera más veraz y honesta posible. No estamos muy alejados de la verdad histórica.

      Un cordial saludo. Felices Pascuas de Resurrección

      Santiago Hernández

       

      • Juan A. Vinagre

        Amigo Santiago: Aprovecho para desearte a ti y a toda la Comunidad atriera una alegre celebración-recuerdo de la Pascua por excelencia.

        Me alegra que al menos en algunos temas estemos de acuerdo, Santiago, aunque en otros nuestra visión de las cosas sea distinta.  Como cada uno mira e interpreta desde su perspectiva -desde su paradigma-, lo lógico es que haya diferencias, con tal de que no afecten a lo esencial del mensaje del Reino.  Y lo esencial es el amor y la unión en el amor. Digo el amor y la unión en el amor SOLIDARIO. Lo demás -según la bendita parábola del “Venid, benditos”, (incluidas las teorías-doctrinas cristológicas… etc.) Jesús no lo considera tan necesario, NI SIQUIERA CONOCERLO A ÉL. Quienes tratan amable, generosa y solidariamente a los demás, empezando por los más necesitados, le aman a Él, que se identifica con el que sufre…, aunque no lo vean. Esta doctrina, tan flexible y abierta, es genial. Es pura creatividad espiritual. Por eso, yo recurriría menos a la confesión de testigos posteriores ( y aún del tiempo de Jesús, que no le entendían, pese a las clases particulares recibidas.)  En Hechos se comprueba. Y digo esto, porque me parece muy peligroso atribuir a Jesús TODO lo que los evangelios (o la Tradición) ponen en sus labios.  Pienso -con otros-, que muchas palabras atribuidas a Jesús son palabras del autor de cada evangelio -o epístola-, que interpreta según su formación y su mentalidad viejo-testamentaria. Y esto, a mi juicio (y de otros) es importante destacarlo, a fin de no atribuir a Jesús algunas contradicciones que se observan en los evangelios y en la tradición.  Es verdad que, cuando Jesús hablaba, se adaptaba… para hacerse entender.  Pero la esencia de su Mensaje permanece -y debe permanecer- limpia, sin contaminaciones viejo-testamentarias o tradicionalistas…   Jesús de Nazaret era una persona muy inteligente, madura, coherente, flexible y equilibrada. Así lo demostró en los momentos más duros de su vida.  Por eso, considero importante distinguir bien las interpretaciones de cada autor y la esencia del mensaje del Reino. Del Reino del Dios de Jesús de Nazaret, cuya palabra no pasa. Y esas palabras que no pasan deben ser el mejor criterio de discernimiento.

        • Santiago

          Claro que lo que es importante es la esencia del Evangelio pero las palabras son importantes porque pueden cambiar el sentido y es el contenido lo que interesa. No se puede ser literalista textual y sacar del contexto de la esencia el significado de las palabras.

          Pero Cristo “envíó” a Sus Apóstoles a predicar Su Palabra a todas las gentes”enseñándoles a guardar cuantas cosas os ordené”…Porque Jesús no vino a recomendar solamente el amor fraternal en general sino a dar cumplimiento al Amor del Padre que se manifiesta concretamente en nosotros en la pureza del corazón y la santidad de la vida tratando de imitar a Cristo que es reflejo de ese Amor. Es por eso que sin la gracia no podemos amar de la manera que Dios quiere y es por la gracia -y sólo cooperando con ella- que podemos seguir a Cristo hasta el final y evitar caer en la adicción al mal. Y es por eso que existen los sacramentos de Cristo para mantenernos en Su Amor, lo único que nos salvará porque nosotros por “si mismos” no podemos mantenernos en el bien. O estamos con El y lo que enseñó o contra El y Su doctrina. Y Su doctrina El ordenó predicarla a Sus discípulos.

          Es por tanto el consenso de la Iglesia y de su carisma en Cristo, el que a pesar de los defectos de sus miembros pudo preservar la esencia del Evangelio que es la Buena Nueva de Jesús. Sin los testigos que manifestaron la verdad de la FE en Cristo ofreciendo la sustancia de la doctrina de Jesús, se hubiera disuelto la figura y enseñanza de Jesús a través de los siglos y cada cual se haría un Cristo a su manera y antojo, atribuyéndole lo que nos acomoda y eso es lo que muchas veces estamos viendo ahora cuando se hacen tantas reconstrucciones de Jesús que fracasan al sacarlas de su verdadero contexto histórico y teológico inventado un Cristo que se acomode a nuestra mentalidad moderna.

          Pero el carisma de la Iglesia de Cristo surgió cuando Jesús promete a Su Iglesia el Espíritu Santo que procede del Padre y del Hijo: “mas cuando viniere el Espíritu de la verdad, El os guiará en el camino de la  Verdad integral” (Juan 16:13)

          Esta  “verdad integral” es la esencia de la doctrina de Cristo que es lo que quiso Cristo que recibiéramos para salvarnos. De otra manera era inútil la venida de Cristo aquí  puesto que aún los paganos practicaban el amor fraternal entre ellos. Pero en El se trata del amor de caridad que es el que procede de Dios y que nos hace hijos por adopción. Las cualidades humanas de Jesús coexistían en la unión hipostática con su divinidad en la Persona del Hijo. Por eso El no fue un profeta más sino el Ungido de Dios, el Hijo, el Masías esperado de todos.

          Gracias Juan V por tu comentario en el que coincido en mucho de lo que expresa. No importa si diferimos en algunos puntos. Nuestra fe común nos acerca.

          Tambien para ti deseo un Feliz tiempo de Pascua de Resurrección

          Un abrazo

          Santiago Hernández

          • Juan A. Vinagre

            Gracias a ti, Santiago hermano. Aunque me sorprende que afirmes algunas cosas, a mi juicio, poco fundadas -y les des un valor sacralizado definitivo-, permite que diga que más que unidos en la fe (que en lo sustancial también), estamos -debemos estar-unidos en el mandamiento del amor; amor que está sobre las ideas y creencias.   En el Mensaje del Reino lo que une es el amor, amor práctico, fraterno, no la teoría-interpretación teológica, siempre revisable-matizable, por ser humana; y esto por muy respetable que sea. ¿Las palabras de Jesús: “el Espíritu os irá enseñando la verdad completa” han de interpretarse  y limitarse solo al siglo I  o  han de ser aplicables para todos los tiempos?  (Hoy sabemos que a lo largo de la historia no siempre hemos interpretado bien el Mensaje del Reino…)  En suma, el depósito evangélico fundamental -“depositum amoris et spei-“, es Jesús como enviado por el Padre para anunciarnos el Reino. Para esto vino al mundo, para anunciarnos el amor fraterno como enseña, el poder como un servicio, y la esperanza en Dios Padre. El testimonio de la Resurrección es una prueba.   Teniendo en cuenta que a  este amor-servicio  van unidas muchas otras cosas, que tanto la Tradición como la Iglesia históricas no siempre respetaron… Más: contradijeron con frecuencia.       La Pascua es una buena fecha para repasar la historia, para repensarla, para limpiar a fondo y discernir mejor lo divino de lo humano (desmitificar?) y para renacer…  Es decir, para volver al Evangelio de Jesús.

            Amigo Santiago; lo que digo aquí, lo digo para mí en primer lugar, y también por si a alguien más le interesa. Solo expreso una opinión revisable, matizable, mejorable. Un abrazo

          • Santiago

            Exactamente Juan V ha habido muchos errores, defectos y pecados dentro de las filas de este Pueblo de Dios.
            Por esto seguramente sudó sangre abundante Jesús en Su agonía en el Huerto, tanta que “en grumos”caían hasta el suelo como relata Lucas..porque vería que para muchos Su sacrificio era inútil y sentiría el Señor el desprecio de muchos, el rechazo de otros, y la indiferencia de la muchedumbre..y segura que Su desamparo fue extremo al cargar con todos los males y pecados de nosotros los humanos ya que tanto  los ángeles antes de la Creación,y nosotros después de ella, tuvieron y tenemos la capacidad de decir que NO a Dios de manera rotunda y definitiva..Y este sería un dolor lacerante en el Corazón de Cristo que moria por Amor..un amor no completamente correspondido.

            Como dices, debemos repensar el compromiso del Evangelio en el amor…un amor no solo de palabra como dices sino efectivo: “si guardáreis mis mandamientos permaneceréis en Mi amor; como Yo he guardado los mandamientos de Mi Padre, y permanezco en Su Amor” (Juan 15:10)..

            Si alguno no permanece en Mi, es arrojado fuera como el sarmiento y se seca; y los recogen y arrojan al fuego, y arden (Juan 15: 6)

            Es vivir ”en la gracia del amor de Dios” y es así éste, el único medio para salvarnos.. 

            Un saludo cordial

            Santiago Hernández

        • Santiago

          Hacia lo último debe decir “Mesías”. Vale.SH

  • Santiago

    El abandono de Dios en la Cruz es pasajero, el verbo está en un simple pasado “¿Por qué Me abandonaste? …pero este “abandonado” es también el Resucitado, el que triunfó sobre la muerte para que todos pudiéramos resucitar en El..Hay esperanza..

    Por eso, siempre está el rescate..Dios nos rescata: “No temas -dice Yavé- porque Yo te he rescatado, Yo te llamé por tu nombre y tu me perteneces” (Isaías 43:1-7)

    El Hijo del hombre no vino a ser servido sino a servir y a dar Su vida como rescate por muchos” (Mateo 20:28; Mc 10:45)

    Un saludo cordial

    Santiago Hernández

  • George R Porta

    Lamento advertir y pido qjue me lo disculpe quien lea lo que escribo que, por mi torpeza, omití en la cita literal de Benedicto en el prólogo a «Jesús de Nazareth, tomo I,» las siguientes palabras «ese diálogo» debiendo leerse la frase incluyéndolas:

    «…soy consciente de que ese diálogo en el que se entreveran…»

    Queda claro de que esto de escribir dictando al ordenador no se me da bien, pero por otra parte agradeciendo que aún tenga suficiente habilidad para advertir, al menos, algunos de mis fallos al escribir.

  • George R Porta

    Quizás sea que debo investigar, leer más al respecto, pero hasta donde sé (y se trata de un tema que hace tiempo exploro), muy pocas veces se subraya en homilías o en el magisterio más formal, que Jesús no hablase solo en su undécima hora en la cruz dey por sí mismo, sino en nombre y desde la humanidad que comparte, porque hay innumerables razones para aducir que si Dios existe como le hemos imaginado en la teología católica y cristiana-no-católica, ciertamente parece que nos haya abandonado.

    Si fundados en el Amor que creemos comprender al afirmar con I Juan 4, 8, que Dios sea Amor, que haya creado todo por amor y por lo tanto con 1 Pedro 4, 8. 10, que estamos llamados (obligados) a dispensar nuestro amor en la forma de servicio, parece muy fuerte la necesidad de pensar que Dios debiera ser ejemplo de lo que nos exije y mirando al estado del Mundo, desde siempre (incluso del Mundo que tenían a la vista aquellos primeros escritores sagrados que durante el exilio de Israel emprendieron el proyecto de escribir la Biblia, y después los autores de los varios documentos que el Canon católico reconoce como objeto de revelación e inspiración) se hace imperativo considerar el tema.

    Algunos aducen que los sufrimientos tengan un propósito, siguiendo de más cerca o lejos, la tesis anselmiana expuesta en Cur Deus Homo, lo cual puede ser tan cuestionable incluso para alguien como Benedicto XVI que prefirió acometer de nuevo el tema cristológico aclarando que su opinión (Jesús de Nazaret, Obras Completas, Tomo VI-2, BAC, unos 44 años después de haberse ocupado directamente de la tesis de Anselmo de Canterbury en su Introducción al Cristianismo (1968), un ensayo cuya recepción pudiera ser comparable con la que en su momento tendría el de Karl Rahner en 1976 (Mi edición es posterior: Curso Fundamental sobre la Fe, Munich, Herder, 1998, p. 337) que no necesariamente se ocupa de la «teoría» de Anselmo arribando al mismo lugar teológico que Ratzinger.

    Y otra cuestión importante. En Jesús de Nazareth (Op. Cit., Prólogo, p. 11), Benedicto afirma que el tema cristológico fundamental nunca podrá arribar a una conclusión definitiva y le reproduzco literalmente:

    «…soy consciente de que, en el que se entreveran el pasado, el presente y el futuro, nunca puede terminar y de que toda interpretación queda por detrás de la grandeza del texto bíblico.» 

  • Santiago

    Muy profunda es esta homilía y es que refleja el amor de Dios “hasta el extremo”,y  es en el abandono como Dios nos salva, y en la entrega…cuando ya nos rendimos a El…en un Dios que asume nuestras iniquidades para convertirnos al Amor…para transformarnos y alejarnos de todo mal, del pecado, en un profundo arrepentimiento..

    Como dice Francisco Jesús empezó a rezar el Salmo 22 que es un salmo mesiánico y así en el versículo 17: …”me cerca una turba de malvados; han taladrado mis manos y mis pies…18: “Y puedo contar todos mis huesos” 19: “se han repartido mis vestidos y echan suertes sobre mi túnica”…

    Pero no todo es desolación, ya que el Salmo 22 termina en la esperanza, y en Jesús- Dios -Yavé hay esperanza y hay salvación:

    Vers 28: “Se acordarán y se convertirán a Yavé todos los confines de la tierra y se postrarán delante de El todas las familias de las gentes…29: Porque de Yavé es el reino Y El reinará en el mundo”…

    En Jesús está la conversión

    Un saludo cordial

    Santiago Hernández

  • George R Porta

    Extraordinaria exhortación a contemplar a Jesús de Nazareth en posiblemente su mayor momento de humanidad, cuando se siente llegar a la más profunda sima del sufrimiento.

  • Antonio Llaguno

    Sin paja ni oropeles, sí. Pero muy hermosa y clara la homilía.

    Algo está cambiando.

    Despacito. Como que no se nota, pero está cambiando.