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¿Cómo va Colombia con el gobierno Petro?

          El año pasado elegimos al presidente actual de Colombia, Gustavo Petro. Digo “elegimos” porque, en realidad, participé activamente en esas elecciones, estuve muy entusiasmada con el programa propuesto por este gobierno y recuerdo la posesión presidencial, también la de Francia Márquez, como vicepresidenta, como un hecho de alegría, de afirmación de una narrativa distinta a la que habíamos manejado hasta ahora en los gobiernos anteriores y como el comienzo de un nuevo momento para Colombia.

          Pasados ya ocho meses de este gobierno, sigo entusiasmada con esta propuesta y, cada vez que puedo, escucho los discursos del presidente o de la vicepresidenta, porque me sigue gustando la visión de país que proponen y creo en la posibilidad de hacerlo realidad. Por supuesto, no tengo la suficiente competencia para hacer una evaluación de lo realizado en este tiempo y, con toda seguridad, muchas afirmaciones se podrán rebatir y hasta tendrán razón los que lo hagan. Pero quiero compartir lo que veo de este tiempo de gobierno y por qué sigo creyendo en sus propuestas. Nunca había visto un gobierno que, acabando de posesionarse, comenzará a buscar caminos para hacer realidad sus propuestas. Me parece que ha habido diligencia, compromiso y decisión por llevar a cabo lo prometido. Pero tampoco había visto un gobierno que fuera tan perseguido, tan calumniado, tan enfrentado, tan atacado. Monseñor Darío Monsalve lo expresó muy bien hace pocos días: “Sí, es el Gobierno más frágil porque tiene a los organismos del Estado en contra de una forma impresionante. Eso no se había visto en la historia del país; una procuraduría y una fiscalía en su contra, tiene a unas fuerzas políticas poderosísimas con gran poder económico y a un andamiaje mediático en contra. Los colombianos tenemos que recurrir a los canales internaciones para conocer un poco más lo que pasa dentro del país porque ya no vemos sino una sola cara de la moneda”. En efecto, personalmente he dejado de ver los canales de televisión con más audiencia e incluso algunos programas de radio que han tenido prestigio, porque el periodismo que ejercen no es objetivo. Es contra el gobierno actual. Pareciera que los periodistas disfrutan de hablar mal del gobierno y no parecen tener otras noticias para desarrollar. Ahora bien, estos medios ahora dicen que se les está violando su libertad o se les quiere poner mordaza. Creo que no es eso, sino la razonable necesidad de decir que los titulares y las noticias que desarrollan solo buscan desacreditar al gobierno y que omiten demasiadas cosas que, en un periodismo honesto, deberían comunicarse para tener todos los elementos de la realidad ante los hechos que se van sucediendo.

          Esto no significa que no quiera escuchar críticas a este gobierno, ni que no reconozca que es un gobierno tan “humano”, como todo lo que está formado por personas de “carne y hueso”. Seguramente más de una propuesta podría tener otras posibilidades que serían mejores. Con toda certeza, más de uno de los que participan del gobierno no responderá a la tarea confiada, no solo porque no sabrá hacerlo, sino también porque los intereses personales nublan los ideales nobles que dijeron apoyar. Por eso no hay que extrañarse de decepciones frente a nombramientos o de traiciones al proyecto trazado. Pero este gobierno va recomponiendo lo que no ha salido bien y, sobre todo, ha dado señales claras de que sí es capaz de dialogar y de lograr consensos.

          No podemos esperar que las cosas cambien de un día para otro porque cualquier transformación social lleva demasiado tiempo. ¿Podrá iniciarse al menos el camino con este gobierno? Por mi parte se está haciendo el esfuerzo, pero como ya dijimos, las oposiciones son mucho más que los apoyos. Además, la presencia de este gobierno no significa que la violencia armada, la desigualdad social, el narcotráfico y tantos otros problemas que hemos vivido por décadas, desaparezcan de la noche a la mañana. Es muy posible que haya problemas que se agudicen más y responder a ellos no será fácil. Pero ninguno de estos problemas comenzó con este gobierno, pero ha de responder a ellos y no siempre podrá acertar como desearíamos.

          Una de las propuestas que me parecen más importantes es la de la “Paz total”. Estamos tan acostumbrados a ser un país con tanta violencia que preferimos seguir en ella que buscar caminos para construir la paz. No parece que hubiéramos aprendido nada de tantas décadas de querer vencer a los enemigos por la fuerza, sin conseguirlo, porque muchos siguen pidiendo que sigamos en esa misma lógica y no se busquen caminos de diálogo, de acuerdos, de reconciliación. Estos valores tan inherentes a la vida cristiana, parece que son defendidos por un gobierno que no ostenta una filiación eclesial y no por el pueblo colombiano que se declara creyente y que, todavía hoy, constituye un número representativo de la población. Precisamente en la visita que los Obispos colombianos están haciendo al Papa en estos días, Francisco les dijo que había que apoyar la paz “venga de donde venga”. Es verdad que la iglesia institucional está apoyando la paz-hay dos obispos en los diálogos con la guerrilla del ELN- pero hay un grueso del pueblo de Dios que parece alegrarse con los tropiezos que este proyecto va teniendo y no apoya para nada los avances. ¡Extraña fe que no apuesta por la paz!

          En conclusión, sigo creyendo que los caminos trazados por este gobierno van en sintonía con la fe que profeso porque buscan cambios estructurales que garanticen los derechos de todos -y no solo de una minoría privilegiada- y lo veo trabajando en ello. No me extraña ni un poquito que haya tanta oposición. Me incomodan muchísimo los medios de comunicación que instalan en el imaginario social tanta cizaña frente a este gobierno. Me duelen los creyentes que, no logran reconocer lo bueno que este gobierno está tratando de realizar y se empeñan en destruirlo para seguir “con más de lo mismo”: gobiernos que solo defienden los derechos de los poderosos y justifican muy hábilmente la situación de pobreza estructural que tienen que vivir la mayoría.

          No es un apoyo ciego a un gobierno sino un apoyo razonable al primer gobierno que me habla de defender a los pobres, buscando cómo garantizar sus derechos, cómo poner a la persona por encima del lucro, cómo tener una mirada integral con la creación, proponiendo detener su explotación irracional, un gobierno que apuesta por la paz, en definitiva, un gobierno capaz de recordarme que es posible soñar con una Colombia donde la vida, la justicia y la paz sean posibles. Seguimos manteniendo la esperanza de que “vivir sabroso” puede ser posible.

2 comentarios

  • Juan A. Vinagre

    No estoy suficientemente al tanto de lo que pasa en Colombia, pero en lo que conozco no me sorprende esa oposición sistemática y cerril. El poder -en cualquier lugar- no admite controles ni límites…  (A lo sumo, admite maquillajes…)  Quiere seguir siendo el amo.  Por eso domina casi todos los medios de información (incluso las Copes…), de los que se sirve para decir que su sistema no tiene alternativa -o él o el caos-, y así poder desacreditar al que denuncia, como si estuviera haciendo un bien…

    Tu artículo, Olga, no solo tiene el valor de denunciar ese tipo obsceno de oposición, sino que también me parece muy realista… En determinadas circunstancias, ir de prisa puede ser suicida…  (en la sociedad y en la Iglesia)  Y más sabiendo que muchos llamados “cristianos” tienen una mentalidad colonizada por el poder tradicional, y botan a ese poder, en contra de sus principios teóricos cristianos…   Esa mentalidad colonizada, con su voto compagina Dios y dinero. (Muchos parece que no son capaces de ver esa grave contradicción)  Por eso, ¡qué bueno que un servidor del Reino, como Darío Monsalve,  se haya pronunciado tan claramente!  A éstos es necesario reforzar su espíritu con la oración y agradecer públicamente su compromiso.  (Los poderes, “cristianos” o no, le pasarán factura…)

    En suma, la derecha política que se dice “cristiana” no lo es (hablo en general), si trata de compaginar Dios y dinero. Un gobierno que trate de corregir estructuras elitistas del sistema, y de eliminar privilegios, está más cerca del Reino anunciado por Jesús que uno neo-liberal, por mucho que éste vaya a misa…  Lo triste es que este lenguaje no lo entienden muchos que frecuentan las iglesias…   Hablando de este tema, vienen a la memoria las palabras de Mounier. “Yo soy de izquierdas porque soy cristiano” (no por ser comunista etc.),  observando que se puede ser cristiano, militando en otros partidos, si esos partidos tienen un programa social solidario, y una acción coherente. Cosa nada fácil.  La fragilidad humana, cuando es tentada por el poder, se deja fácilmente seducir. Por eso, este bravo intento de G. Petro es de alabar…  Puede ser el principio de una esperanza de vida menos salvaje, más humana.  De nuevo decirte, Olga, y desear que tu visión realista y solidaria se extienda y sirva de fermento.

  • ana rodrigo

    Yo no suelo hablar de política en atrio, pero en este caso comparto contigo, querida Olga, tu lamento, porque no se da sólo en tu país, sino que es ampliamente extendida la política del populismo, de la superficialidad, de la simplicidad, que conlleva el promover gobiernos autoritarios. Lo estamos viendo en muchos países: falta reflexión y profundización en aquellas personas responsables de la comunicación. Y en el pueblo votante falta más de lo mismo, con mucha prisa en cambiar cuestiones, en ocasiones muy graves, pero muy arraigadas.

    Es España hemos tenido una moción de censura al gobierno, desde la extrema derecha, vergonzosa, de marcha atrás, sin propuestas y pidiendo solamente derribar al gobierno, cosa que hace todos los días el partido mayoritario de la oposición.

    Las democracias en el mundo no están en el mejor momento y debemos de luchar por su buena salud dentro de las discrepancias y diferentes ideologías democráticas.