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¿Por qué confrontar al Oriente con el Occidente?

Los martes son días fuertes en ATRIO, donde se incluyen textos que nos hacen pensar. Y por si estaba demasiado aburrido ATRIO, este ciberrinconcito donde no nos contentamos con titulares y “likes” si no que intentamos ahondar, Carlos nos plantea preguntas punzantes sobre espiritual y geopolítica. Soy consciente que tengo pendiente contestar algunas cuestiones concretas y personales. AD.

Esto era antes

No cabe duda del carácter místico de la meditación budista, ni de su honda espiritualidad. Sin embargo, aun conservando aspectos comunes con la mística cristiana, ambas distan mucho de ser similares, o de poder trasvasar sin más sus respectivos métodos de oración, pues no existe técnica espiritual meramente neutra o amorfa y sin contenidos: cuando faltan los contenidos es moda y gimnasia.

Aunque cierta tendencia a la mixtificación termina haciendo del ecumenismo un mero sincretismo, por respeto a la identidad de cada una de las religiones hay que subrayar también las diferencias. Y la diferencia fundamental en este terreno está en que el cristianismo es una religión personal (personalista y comunitaria, profética), y el budismo es  transpersonal, mística, ahistórica. La mística cristiana es una mística de encuentro. En el itinerario místico, desde la simple oración vocal hasta los grados más altos de la contemplación, se va perfeccionando la unión del alma con Dios. Pero, aun en el grado más sublime de la oración transformativa, nunca se esfuman las categorías personales. No existe un monismo. Siempre queda la relación tú-yo expresada en diversas metáforas, como la de esposo-esposa, padre-hijo, amigo, hermano. En el budismo, al contrario, existe un tono muy impersonal. No es una mística de encuentro, sino de vacío. Es curioso ver a los maestros budistas insistir en que, no siendo el budismo una religión revelada, la meditación budista no tiene como fin la búsqueda de un Dios ni la unión con una persona absoluta. Por esta razón ya negaron en la antigüedad la idea del Vedanta, que situaba la unión con Brahmán como término de la meditación, y la del yogasutra, que introducía la figura de Isvara, el dios funcional regulador de interior y exterior. Quizá este silencio antiguo y esta insistencia moderna en no introducir a Dios en el esquema de la meditación no signifique su negación. Pero ya en este silencio, aunque sea metodológico, existe una diferencia entre la meditación budista y cristiana. Si del silencio pasamos a la realidad, ese no querer buscar la unión con alguien hace que la diferencia sea abismal.

Los budistas siguen insistiendo en que su meditación no va en busca de alguien, ni su mística es de comunión, sino de cesación de todo. En ciertas escuelas del mahayana, como en la del tendai, se pretende llegar, por medio de la meditación, a una reintegración en la naturaleza de Buda, que aparece como una naturaleza cósmica. Aunque en este caso el término es más positivo, carece, con todo, de carácter personal. En el zen se habla de la búsqueda de la mente no-surgida o de la faz original. Este vocabulario, que refleja una experiencia, quizás revele la búsqueda de un dios desconocido, a quien por principios filosóficos se pretende excluir. De todas formas, la meditación budista queda a medio camino, realizando sólo los primeros intentos de ese anhelo del hombre por su Dios.

En la meditación, el budista intenta dejar todo y encontrar la nada, el vacío. Un esfuerzo metodológico que se asemeja al del contemplativo cristiano, que renuncia a todo, buscando la nada, pero en función de un encuentro con Alguien-Dios, que lo será todo. Parece que el itinerario místico budista se detiene de nuevo. En el fondo de cualquier tipo de meditación budista yace la idea del no-yo (anatta), que significa ausencia de ser en sí, impermanencia. El zen habla en concreto del muga (no-yo), entendiendo el yo como una de las causas de las ilusiones, lo que exige trabajar buscando la disolución de su idea. En el yoga, la nada tornaba luminosa la conciencia; en muchas escuelas budistas, el vacío rompe los límites de la conciencia y la deja desnuda. El contemplativo cristiano, porque busca una comunión, nunca pierde su yo, aunque lo modifique para identificarlo con otro. En las técnicas y experiencias hacia la interiorización es donde la meditación budista y la cristiana encuentran puntos de contacto y a la vez diferencias radicales. La meditación cristiana rehúye vaciar artificialmente la conciencia, el no-pensar en nada desde el silencio del alma se da una extraversión hacia la realidad divina. La interiorización budista alcanza las profundidades más oscuras y silenciosas del alma; quizás allí encuentra una luz, pero no es una luz personal. Esta iluminación se puede explicar desde un punto de vista sicológico o sapiencial. Se puede hablar de la meditación budista como de interioridad silenciosa, aislada de Dios; de la cristiana, como interioridad recíproca. Al enstasis budista, la meditación cristiana añade el éxtasis, el sentido salir de sí para unirse a Dios.

Una de las notas peculiares de la meditación cristiana es la pasividad, ya que todo acto de fe exige una pasividad radical; cualquier avance no se debe a nuestras fuerzas, sino a la gracia de Dios operante. Sin la gracia no existe meditación, la cual no se puede reducir a un puro mecanismo sicológico. De aquí la actitud de humildad que acompaña al cristiano en su meditación. Humildad, gracia, insuficiencia humana, son nociones que faltan en las descripciones de la meditación budista. El yoga original es pelagianismo; la gracia queda excluida; el budismo es un pelagianismo instintivo. Buda exhorta a los monjes a ser lámpara para ellos mismos, no buscar la luz en otros; el camino budista se recorre por el propio esfuerzo. La diferencia con la meditación cristiana no está en el hecho de que la gracia no llegue a ellos, sino en que los budistas la excluyen en el esquema de la meditación; de aquí que la actitud fundamental y la experiencia final sean diversas de la cristiana.

Por último, la sabiduría denota el estado perfecto que alcanza el monje budista como fruto de su meditación; es un conocimiento intuitivo que ve las cosas como son. Para el cristiano la gnosis sin la caridad sobrenatural es algo vacío. En la descripción que hace san Juan de la Cruz de la contemplación cristiana encontramos resumidas las notas que faltan en la meditación budista: la contemplación es ciencia de amor, la cual es noticia infusa de Dios amorosa, que juntamente va ilustrando y enamorando el alma hasta subirla de grado en grado hasta Dios su Creador.

Esto es lo diferencial Oriente-Occidente, el primero dice y el segundo dice no, aunque decir conlleve decir no a lo que no es sí, y el decir no suponga la negación de lo que es sí. A la hora de la verdad el no es anorexia “vestida blanco”, y el disparo de la tensión arterial. A la hora de la verdad, cada cual con su dinero paga el traje que le cubre y la mansión que habita, el pan que le alimenta y el lecho en donde yace. El Occidente mata de éxito y el Oriente mata de hambre, pero en ambos hemisferios nunca faltan los gorriones tramposos.

 

Pero un tsunami ha borrado ahora las polaridades anteriores

El arte de la guerra de los confucianos supuso un gran varapalo para el humanismo político oriental, en la guerra manda Maquiavelo. Como dice mi amigo Amando de Miguel, uno de los cultismos de moda, en la jerga de los expertos, es bipolarización o, incluso, multipolarización. Pero, en tales casos, se esconde una pequeña traición etimológica. El polo, para los antiguos griegos, es el resultado de atravesar una esfera por un eje. Los dos extremos de esa barra ideal son el norte y el sur; pero, son solo dos. Por eso, bipolar no deja de ser una repetición innecesaria. La metáfora se aplica a la electricidad y la electrónica de una forma desmedida, donde se encuentran “campos” con más de dos polos. Sin embargo, la comparación no debería aplicarse, en buena lógica, a la sociedad o la política. Por tanto, quedémonos con la idea de la “polarización” como los extremos de un eje con dos polos opuestos. Se aplica a la descripción de lo que sucede en el planeta Tierra.

Yo no comparto pese a todo estas ideas comunes. La intención paradójica, según la propuso el logoterapeuta Víktor Frankl, consiste en hacer las cosas muy mal para perder el miedo a que te salgan mal, algo que no se me da del todo bien, a juzgar por lo ríspido de mis argumentos y los subsiguientes cabreos de mis lectores. Espero que lo mismo ocurra con este artículo sobre el escenario bélico ucraniano, esta preguerra mundial cada vez más parecida a una bellum omnium contra omnes, cuyo pánico ha propiciado la entrada en la OTAN de países que antes no habían visto las orejas  al lobo. Laaas guerras que

Todo es tan complejo en esto de Ucrania, que ni siquiera tengo claro si se trata de una guerra entre Oriente y Occidente, nada de lo  leído me gusta hasta hoy, ni me gusta opinar sobre lo que no peleo en directo, lo que ocurriría si mis amigos, mis hijos o mis nietos –la mayoría de ellos noruegos- muriesen en el campo de batalla.

No soy poco ni mucho ni nada patriota, no se inflama mi yugular ni siquiera cantando Asturias patria querida. Qué despreciable debo de ser para los patriotas machotes, y que poco he estudiado o aprendido para no lograr ensanchar ni un milímetro sus mentes. Quizá por mi impericia como agrimensor no sé por qué un metro para allá es mi patria, a la que debería defender con uñas y dientes contra la suya, situada un metro más allá. Ni siquiera me consuela que los defensores de la paz universal como Emmanuel Kant hayan fracasado antes con mejores argumentos. Qué cobarde debo ser, y qué preconvencional por no anteponer el color de la bandera al color de mi sangre derramada. Qué daltónico axiológicamente al no distinguir los cromatismos más básicos.

Soy mal cristiano, como todos los buenos, quizá por eso no me alisto en las filas prietas de Judas Putideo, el cual no duda en arrastrar al mundo al caos, a la muerte de inocentes, y a la ruina y devastación ecológica, como lo está haciendo para salvar su patrioterismo cular. Tampoco me busquen en las ruinas patrióticas de Judas Ucraneo, cuyo país está poblado de mafias, de mercenarios, de proxenetismo y de gravísimas injusticias estructurales. Que sean ellos los que defiendan a sus muertos, los únicos que pagan el amargo precio de la desolación.

Como no podía ser de otro modo, me vale gorro quién domine, quién lidere o quién venza, a mí esas proclamas no van a convencerme a estas alturas del partido. Para ser más exacto, me parece una vergüenza de lesa humanidad ser liderado y arrastrado  por el gran señor Biden y por sus Estados Unidos de Norteamérica, el país más belicoso e intervencionista desde que terminó su guerra de secesión para abrir interminables secesiones en cualquier país que se le ponga a tiro. Por cierto, ¿dónde quedó la soberanía de las naciones que defendía el derecho internacional? Pero no pasa nada, ¿quién recuerda que sus portaaviones y cañoneras ocuparon la minúscula isla de Granada,   que no era precisamente Ucrania?

Tengo tan mal  olfato para las modas, que no me gustan los atuendos deportivos con barras y estrellas, ni la mística de las matazones diarias con que desahoga el pueblo yanqui su neurosis armada hasta los dientes. Su monumento al Winchester ¿qué es sino el homenaje a la ofensa defensiva, la mismísima guerra santa?

Gracias también a esta guerra, el armamentismo se multiplica exponencialmente, esa gran industria tanática de los fabricantes y comerciantes de las armas, esas cloacas de la historia cuyo lema si vis pacem para bellum (parabellum 9 milímetros para asesinar por la nuca, no sé de que se extraña la gente) contradice absolutamente la siguiente lógica: bomberos, para apagar el fuego llamen a los pirómanos. No sé yo si Aristóteles entendería esa peculiar dialéctica de bomberos con bombas para apagar las llamas voraces, cuya conclusión es siempre  el holocausto del Day after.

Las demás guerras supuestamente pacíficas por las que nos abrimos camino con dificultad en los países que han sido y siguen siendo empobrecidos por los imperios se encuentran igualmente pobladas de cadáveres, que son  presentados como meros daños colaterales. Ni siquiera la paz se libra de las guerras que más cornadas dan, las cornadas del hambre. No hay fronteras entre la paz y la guerra, todas las banderas blancas han enrojecido.

Menos mal que estas grandes gestas son para defender la civilización occidental, qué descanso. ¿Civilización? ¿La civilización bélica a porrazos? ¿Civilización occidental contra civilización oriental? Yo bien, gracias. ¿Civilización cristiana?  ¿Qué civilización cristiana, la de la iglesia cristiana ortodoxa rusa aliada del patético nuevo zar, el Gran Putin? ¿Será porque un heterodoxo irredento como yo  odia fóbicamente y sin razón alguna a la ortodoxia, sobre todo si es “religiosa”?

Por todas partes veo plañideras en favor de Ucrania tomando el vermú en las tarrazas de pueblos y ciudades, tertulianos ardorosamente apasionados sobre la bondad de los malos y la maldad de los buenos, doxa tóxica insuperable para los que estamos delicados de salud.  Seguramente digo estas cosas, como decía al principio, con la perversa intención paradójica de quien pone sus sucias manos sobre Mozart para luego disfrutarle mejor.  Lo de radical-pesimista ya me lo sé, además me hace gracia.

Hay días en que uno vive muerto, y otros en que uno muere vivo. Hay días que se alían con la vida, y otros que se alían con  la muerte. No otra cosa es la expresa confrontación de los ejércitos aliados de los Estados Unidos de América, la OTAN y la Unión Europea (estos muy disminuidos) con las tropas rusas. Qué a gusto se van a quedar las hormigas y las ratas, las otras ratas. En el límite, entre los dos bandos: la sufrida Ucrania. Sería la III Guerra Mundial, si Dios no lo remedia; en realidad, la primera de magnitud. Verdadera violencia de género, el género humano contra el género humano, Kramer contra Kramer. Violencia de género por doquier: “Muere un oso en Palencia tras pelear con una osa y caer por un precipicio” (7 de julio de 2022).

En esta película ¿los buenos son los orientales, o los occidentales? Ambos bandos ¿corresponden, en principio, con el Oriente y el Occidente, por difusos que sean los términos geográficos? ¿No debería Rusia debería ser considerada como una nación europea a todos los efectos? Por otra parte, resulta imposible trazar un meridiano que separe los países de los dos hemisferios culturales o ideológicos. Ante una hipotética conflagración planetaria, un país como Nueva Zelanda se situaría del lado occidental y otro como Cuba se inclinaría por el bloque oriental. Ahí, se ve que lo de Oriente y Occidente son etiquetas imprecisas. La adscripción a uno u otro bando será, en muchos países, una afinidad ideológica más que una participación en las operaciones bélicas.

La nueva clave no está en el resurgimiento de China como gran potencia no solo militar, sino económica y científica pretendiendo sustituir la actual hegemonía de los Estados Unidos de América. Las potencias hegemónicas de cada bando serían Rusia y China (por el oriental) y los Estados Unidos de América, el Reino Unido (con la Commonwealth) y la Unión Europea (por el occidental). Podría darse la paradoja geográfica de que Japón o la India se pusieran del lado occidental, más que nada, por no dejarse dominar por China, tan cercana y a la vez tan lejana. No existen ya cerca ni lejos para los misiles de cabeza nuclear, los tenemos debajo de la cama, Los cohetes no tienen patria, y sin embargo los patriotas des-orientados del Oriente son tan cafres como los patriotas embarrados y estrellados del Occidente. Qué asco de patriotas.

Aunque no estalle la guerra, o tarde en hacerlo todavía, da  lo mismo: la gente no es capaz de procesar mentalmente ese escenario, ni de procesarlo conceptualmente. El instinto lleva a la gran mayoría a ignorar la gravedad del cambio climático, ¿cómo podría esperarse otra cosa del cambio de paradigmas en la oposición entre los dos teóricos hemisferios sigue adelante?

Llama la atención  una extraña coincidencia con la I Guerra Mundial. Durante la primavera de 1918, en las postrimerías del conflicto, los combatientes padecieron el estallido de la pandemia de gripe, que se apellidó española sin mucha lógica. En el caso actual, la pandemia del virus chino se enseñorea en la frontera de Rusia y Ucrania. Ignoro a qué se debe la curiosa propincuidad de algunos virus y los conflictos internacionales.

Es mucho más lo que les une que lo que les separa, la misma máscara de Jano bifronte uno de cuyos rostros llora y el otro ríe, y aún peor: el mismo rostro qu ríe es el mismo rostro que  llora, cuyos usuarios se metamorfosean, hoy es Pedro I el Grande y mañana Gengis Kahn. Donde las metamorfosis no tienen lugar es en el sustrato popular, pues quienes pagan el precio de las confrontaciones son siempre los más débiles. Los gobernantes: “Un buque de Salvamento Marítimo choca contra un yate en Tarragona y lo hunde”  (El País, 107 de julio de 2022). Unidos por lo  que es separa, marineros, los del bote pequeño al agua. Qué buenos son para los poderosos los holocaustos, todo se quema pero ellos siguen incombustibles. Nosotros, simios dolicocéfalos de frente huidiza y de pensamiento no menos huidizo, seguimos arrojando la piedra y escondiendo la mano.

¿Acaso no el Oriente no era el comunismo, la peste china de Mao, de los gemeres rojos, de Stalin el megavirus político que había que aplastar como fuera `para salva la civilización cristiana y Occidental? ¿Y no se ha sumado al Oriente lejano el Oriente próximo de Irán y el remoto de Corea del Norte. No es la diferencia Marxismo-capitalismo lo que divide a los pueblos y les lleva a punto de hacer saltar por los aires el planeta. Bahía Cochinos El marxismo ha muerto, pero sus herederos siguen con las mismas ínfulas hegemónicas. Oriente-Occidente.

Si la loba no amamanta a los lobeznos se acaba el mundo para ellos, así que los lobeznos amamantarán a la loba. Jamás lo comprenderán los analistas geoestratégicos. Me molesta esa manía de sacar conclusiones moralizantes. Frases como hemos vivido equivocados, hemos de cambiar nuestra manera de existir, la culpa la tienen los abusos del egoísmo o la falta del respeto a la ecología no van a entenderlas jamás sus colegas, los ministros de economía, los presidentes ejecutivos, los directores de cosas públicas, los dirigentes de empresas, los expertos en todología, los filósofos reyes. Estamos pendientes de su juego, y por supuesto a prodigarles nuestros más cálidos aplausos a las ocho en punto de la tarde.

Al decir esto no faltará quien piense que no quiero entrar al trapo de la antinomia Oriente-Occidente. Efectivamente, no quiero entrar al trapo que no me atrapa. Este toro está más enamorao de la luna que de cornear a su lidiador. Del toreo me duele también la sangre del toro. Al fin y al cabo quien analice la realidad desde su partie pris apriórico desde esa contraposición no entenderá que el espacio, rodo espacio, destrógiro o levógiro, está poblado por seres humanos, la madre del cordero. También podría ser que –analfabeto- no comprenda nada de las diferencias interculturales Este-Oeste. Como fuere, no llevo en mi mochila el bastón de mariscal. No trabajo en ningún Centro geoestratégico, si pudiera me los cargaría todos.

Y volvamos a Ramiro de Maeztu, del           que nunca nos debimos haber separado, que vivió en Cuba entre 1891 y 1894 a donde llegó adolescente, y que al deshacerse la fortuna paterna pesó azúcar, pintó chimeneas y paredes al sol, empujó carros de masa cocida, cobró recibos por las calles de La Habana, y desempeñó mil oficios, entre ellos el de lector en una fábrica de cigarros de La Habana, testifica: “Yo leía para un grupo de obreros asturianos y gallegos que no sabían leer, en la Habana, hará unos veintiocho años, y luego he sabido de cortijos andaluces y extremeños y de viviendas obreras en varias capitales donde se leía hace veinte años a la luz de candiles de aceite con la misma efusión con  que yo me había persuadido de que el leer aquellos textos bastaba para sacudirse las cadenas para verse trasportados a la edad de oro en un paisaje de hadas, maravillas y sueños”[1]. “En las horas que duraba la lectura no se oía ni una tos, ni un crujido. Los cuatrocientos hombres que había en el salón oían todo el tiempo con el aliento reprimido. Era en La Habana, en pleno trópico, y el público se componía de negros, de mulatos, de criollos, de españoles; muchos, no sabían ni leer siquiera. ¿Qué obra podía emocionar tan intensamente a aquellos hombres? Hedda Gabler, el maravilloso drama de Ibsen. Durante horas vivieron aquellos hombres la vida de aquella mujer demasiado enérgica para soportar la respetabilidad y el aburrimiento y demasiado cobarde para aventurarse a la bohemia y a la incertidumbre… nunca disfrutó Ibsen en Cristianía de público más devoto y recogido”[2].

 [1] Maeztu, R: Autobiografía. Recuerdos cubanos. Editora Nacional, Madrid, 1962, p. 81.

[2] Ibi, pp. 168-171.

 

3 comentarios

  • carlos diaz

    Querido  don Luis, ¿por qué adopta usted ese tono conmigo?

    • Luis Troyano Cobo

      Perdone don Carlos. En verdad no tengo nada contra Vd. salvo alguna disidencia encuanto a opiniones. Me he “pasado al frenar”. Disculpe.

  • Luis Troyano Cobo

    Hay un dicho africano que resume magistralmente lo que ocurre en Ucrania:

    ” Cuando dos elefantes se pelean, es el verde de la Tierra lo que padece”. No hay buenos o malos en el caso de Ucrania, hay culpables, unos mas que otros. La OTAN ha propiciado un polvorín y Putin ha encendido la mecha. ¿A pagar?, el pueblo llano, que siempre pagamos todos los desastres de los “que saben,” los “expertos” encaramados en el poder.
    *******************

    Según Ken Wilber “Dios” es un YO, UN TU, y un ELLO. Efectivamente si concibes la divinidad como un TU la devoción hacia lo que no tiene nombre, ni nunca lo ha tenido, te puede llevar al “Dios” YO TU y ELLO también. Este es el caso de los místicos cristianos como Juan De la Cruz o Teresa de Ávila que volaron mas alto que la devoción al Dios TU de la religión y por este motivo tuvieron problemas con “la Iglesia, cuerpo de Cristo”.
    Antropológicamente los humanos somos distintos culturalmente y psicológicamente pero con un común denominador que nos engloba a todos. O la mística es valida para el común denominador humano. O es una fantasía perniciosamente engañosa. O sea Juan de la Cruz y el Buda se abrazarían fraternalmente con mutuo respeto.
    Una cosa es misticismo transformativo y otra la religión que sea. El budismo a pesar de sus impurezas conserva todavía un camino abierto para el buscador sincero que pretenda evolucionar personalmente a mejor en todos los aspectos. Y “le da sopas con honda” al cristianismo religioso de raíz romana, que ha sido una institución de hierro asfixiadora de la autentica espiritualidad la que es trasformativa.
    (Giordano Bruno, Cataros, Beguinas y Begardos, Juan de la Cruz, Teresa de Ávila; Miguel de Molinos las “brujas” y la lista seguiría…) Todo este disparate, esta locura, comienza con el cristianismo de raíz romana. Ha habido místicos que se han elevado espiritualmente y efectivamente. Pero…, a pesar de la religión. “Que había que profesar…”
    Empezó mal la Iglesia romana .Empezó sobre los cadáveres de los gnósticos cristianos ha seguido mal y aun sigue dándole a la matraca…

    “Ama y haz lo que quieras”. Pero el amor no es la moral. Es un sentimiento resultante de un cultivo personal. Gracias al cristianismo de raíz romana. El Occidente desde antes y hasta ahora. Está en “barbecho” de este cultivo y así nos va. Ya lo decía Gandhi. “Los cristianos son como cantos rodados, el exterior suavizado pero el interior de dura piedra”.

    (En mi blog, sigo con mi “herejía…”)

    http://artesaniaydemas.blogspot.com/

    (A Carlos Diaz le recomiendo que si desea hablar con propiedad sobre religión y misticismo, que primero se empape de la obra de Ken Wilber.)