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La Misa: ¿Construir juntos el futuro o rito de sacrificio?

Leandro Sequeiros va siendo ya autor conocido y estimado en ATRIO. Y lo que vendrá… Hoy, que es sábado ¿con más tiempo para la lectura?– le publicamos un texto sobre lo que su maestro inspirador Teilhard de Chardin opinaba sobre el sacerdocio ministerial y la misa. Texto oportunísimo porque acaba de salir una película en sentido totalmente contrario a lo que hace cien años vivía Theilhard, a lo que propuso el Vaticano II y a lo que debería salir de la superación del clericalismo que propone Francisco para el Sínodo 2021-2023. AD.

Teilhard de Chardin en las fronteras del sacerdocio ministerial:

Le prêtre, (8 de julio de 1918)

Por Leandro Sequeiros

La Misa, ¿es más una comida solidaria que un rito de sacrificio? El 22 de abril de 2022 se ha estrenado en España la película-documental “El beso de Dios”, en la que se resalta “La Misa como nunca te la habían contado. Un deslumbrante recorrido a través del sentido bíblico del sacrificio –desde la Creación hasta nosotros- acompañados por anfitriones de lujo: Eduardo Verástegui, el autor súper ventas Scott Hahn, el bicampeón de Fórmula 1 Emerson Fittipaldi, el Barrabás de La Pasión de Cristo Pietro Sarubbi, Raniero Cantalamessa… y por jóvenes ‘besados’ por Dios. Con increíbles imágenes de la naturaleza de Brasil e Islandia; rodado en la Playa de las Catedrales (Lugo) y en Matera (Italia)”.

Pero el sentido que Teilhard de Chardin da a la Misa es diferente. El 8 de julio de 1918, en plena Guerra Mundial, este reflexiona sobre el sentido de su vocación sacerdotal en un mundo de fronteras. ¿Por qué elige este momento? ¿Qué pretende comunicar Teilhard con este ensayo que “no encaja” a primera vista en el contexto de sus reflexiones? ¿Es una reflexión espiritual y teológica sobre la Eucaristía, como parece en una primera lectura? ¿Es una reflexión sobre los sacramentos en un mundo de frontera de creencias? ¿O es una reflexión espiritual y teológica sobre un Universo transfigurado por el esfuerzo místico de la ciencia y el trabajo humano? ¿Se trata de una propuesta sobre el sentido del ministerio sacerdotal cósmico? Son muchas cuestiones que conviene desbrozar a partir del mismo texto, a partir de la experiencia interior de Teilhard y a partir del contexto de sus escritos (ensayos y cartas) de los tiempos de la guerra, entre 1915 y 1919.

El joven jesuita Pierre Teilhard de Chardin (1881-1955) ingresa en la Compañía de Jesús en 1899 y tras sus estudios eclesiásticos de Filosofía y Teología se ordena de sacerdote en 1911. En París comienza su formación científica, pero todo se interrumpe por la Primera Guerra Mundial. Movilizado, pasará varios años como camillero en el frente de batalla. Teilhard no logra terminar su formación en la Compañía, pero le permiten, en plena Guerra Mundial, poder hacer su profesión solemne como jesuita. Parece ser que tuvo dificultades para ello, pues el padre Provincial no quería conceder que se incorporase definitivamente en la Compañía. No le constaba la vocación “sacerdotal” de Pierre. Y este tuvo que explicarse en este texto de 1918, “Le prêtre”, en el que Teilhard describe cómo entendía el ministerio sacerdotal.

Pierre Teilhard y sus primeras experiencias sacerdotales

En este tiempo de Guerra, se produce una conversión interior en el joven camillero jesuita y sacerdote, debido al impacto emocional de la realidad, al que llama el “bautismo de lo real”, según su biógrafo Claude Cuénot. En las trincheras,  Teilhard ejerce de sacerdote con sus compañeros de armas, administrando los sacramentos de la Iglesia a los combatientes y a los heridos.

Sin embargo, en estos años aún no había hechos los llamados “últimos votos” (la incorporación definitiva en la Compañía de Jesús) debido a que tuvo que interrumpir lo que los jesuitas llaman la “Tercera Probación” (un año de espiritualidad al final de la formación) debido al estallido de la guerra.

El 26 de mayo de 1918, unos meses antes de la redacción el 8 de julio de 1918 del texto “Le prêtre”, Pierre Teilhard de Chardin, con ocasión de un permiso militar, hacía su profesión religiosa solemne (que le incorporaba definitivamente en la Orden) en la capilla del noviciado de su provincia jesuita de Lyon, en Sainte-Foy-lés-Lyon (donde se había instalado dos años antes, después del tiempo de destierro en Inglaterra).

Para ser admitido definitivamente como jesuita, el joven sacerdote debe pasar por unas evaluaciones rigurosas por parte de unos jesuitas anónimos designados por el Provincial que deben emitir unos informes secretos. Posiblemente, estos informes pudieron no ser muy favorables a Teilhard que pudo ser conminado a aclarar su postura sobre el sentido para él  del sacerdocio católico y de su práctica.

De vuelta al frente, en la región comprendida entre Compiégne y Soissons, Teilhard redactó el texto de «Le prêtre» (una palabra francesa que no es exactamente “sacerdote”, sino algo más, como veremos: el que ha recibido las órdenes sagradas de manos de un obispo), cuya redacción estaba acabada el 8 de julio.

Una primera lectura del texto de “Le prêtre” puede llevar a la confusión. Contrariamente a lo que sucede en otros ensayos, Teilhard no nos presenta una reflexión teológico-científico-mística sobre el sacramento del Orden Sacerdotal. Y tampoco es ensayo sobre los sacramentos o sobre la pastoral o sobre el carácter sacerdotal de la Compañía de Jesús.

¿Qué es un prêtre en las Fronteras, según Teilhard?

Teilhard nos ofrece aquí en “Le prêtre”, una reflexión teológica y espiritual, a veces bajo la forma de oración sincera en primera persona (las invocaciones a Dios o a Cristo son recurrentes) sobre cuatro aspectos relacionados con la interacción entre la mística sacramental (y especialmente de la Eucaristía y más en concreto, sobre la Misa católica). Estos son los cuatro aspectos: la Consagración (la entrega), la Adoración (luz interior), la Comunión (unidad, identificación) y el Apostolado (compromiso con la Vida).

Para Teilhard, el “prêtre” (sacerdote) tiene una función de  Consagración (y no solo en la Misa en la que el pan y el vino que se trans-substancializan en el Cuerpo y Sangre de Cristo: “el círculo infinito de las cosas, ¿no es acaso, la Hostia definitiva que Tú quieres transformar?”), la Adoración (y no solo la adoración que se hace en la Misa – Unde et memores– sino también la adoración del Dios que se diafaniza en la materia: “lo Divino que ilumina, ahora, para mí todas las cosas por dentro”), la Comunión (y no solo el trozo de pan consagrado que se reparte y comparte, sino también la energía del Mundo que se hace todo: “La diminuta Hostia inerte se ha convertido ante mis ojos en algo más vasto que el Mundo”), y al final, el Apostolado (y no solo la acción evangelizadora sacramental del sacerdote, sino también propagar el fuego que Tú me has comunicado: “Yo quisiera ser, Señor, (…) el apóstol, y (si me atrevo a decirlo) el evangelista de tu Cristo en el Universo). Podíamos decir que se trata de las bases de un sacerdocio cósmico.

Tal vez el siguiente texto, incluido en el apartado cuatro (Apostolado) de “Le prêtre”, sintetiza su teología y su espiritualidad:

En la medida de mis fuerzas, precisamente porque soy sacerdote, voy a ser el primero en adquirir conciencia de lo que el Mundo ama, busca, por lo que el Mundo sufre; el primero en buscar, en simpatizar, en sufrir; el primero en dilatar el corazón y en sacrificarme; más ampliamente humano, y más noblemente terrestre que cualquier otro servidor del Mundo”.

El texto concluye con estas palabras encendidas:

¡Gracias, Dios mío, por haberme hecho sacerdote; – debido al impacto de la Guerra! No me atrevo, Señor, hasta tal punto me siento débil, a pedirte la participación en esta Felicidad. Pero la comprendo claramente y la he de proclamar: “Dichosos aquellos que, entre nosotros, en estos días decisivos de la Creación y de la Redención, han sido escogidos para este acto supremo, coronamiento lógico de su sacerdocio: comulgar hasta la muerte con el Cristo que nace y que sufre en el género humano!” (sic, en el original, entre comillas)

¿Encontramos aquí una formulación novedosa, audaz y tal vez heterodoxa del sentido cósmico de su ministerio sacerdotal?

La redacción de un texto complejo

La reflexión íntima sobre el significado de este sacerdocio cósmico en 1918 (que reaparece años más tarde en “La Misa sobre el Mundo” de 1922) llevó tiempo, angustia y oración mística en Pierre Teilhard de Chardin. Escribe, en efecto, a su prima, desde el bosque de Compiégne, el día 9 de julio de 1918:

Ayer te envié un cuaderno que contiene «el Sacerdote» (en la segunda parte del cuaderno; las primeras páginas contienen notas personales, más o menos vagas, que te regalo). Me darás tu opinión. Cuando pueda conseguir otros cuadernos, haré una segunda copia para el Padre Vulliez-Sermet y, sin duda, otra para Guiguitte. (Génesis de un pensamiento, página 255).

Sin duda, la relación con el padre Isidore Vulliez-Sermet (1860-1942), un jesuita muy reconocido en esta época por sus dotes de acompañamiento espiritual y discernimiento, fue esencial para que este texto llegara a ver la luz. Guiguitte es la hermana enferma crónica de Pierre, confidente y referente espiritual.

Las cartas a Margueritte muestran que había un conflicto interior e institucional que Teilhard deseaba solventar. Las alusiones al padre Provincial Claude Chanteur (1865-1949) son frecuentes. Escribe Pierre desde Chavannes-sur-l´Etang (Haut-Rhin), 3 de octubre de 1918:

Anteayer recibí una carta del Padre Chanteur, en la que me habla de «Le prêtre». Esta vez también y a diferencia del P. Vulliez-Sermet, es la inquietud lo que domina en él. Visiblemente, tiene miedo (muy afectuosamente, por lo demás) de verme hundirme en el Panteísmo. Tenía intención de hablarte de esta nueva advertencia que he recibido, para que tú misma no te lances en una dirección un poco peligrosa, al menos delicada(págs. 293 y 294).

Y otra referencia en una carta desde Foussemagne (Haut-Rhin), el 11 de octubre:

La divergencia de apreciaciones del Padre Chanteur y del Padre Vulliez-Sermet, se explica más fácilmente de lo que tú crees: me doy cuenta de que lo delicado, en mis ensayos, no es la corrección brutal de las fórmulas (fácil de salvaguardar), sino su inspiración y su tendencia. Reza para que sea siempre el buen Espíritu quien me anime en todo momento(Génesis de un Pensamiento,  pág. 298).

No sabemos con exactitud por qué, desde el frente de batalla, decide escribir este texto en el que expresa sus sentimientos sobre una presencia sacramental desde el Corazón del mundo.

Turbulencias espirituales en Pierre Teilhard de Chardin

Tal vez nos ilumine la historia de la redacción de “Le prêtre” las reflexiones que escribe Teilhard entre 1921 y 1946. En estos años, Teilhard mantiene una densa correspondencia con Édouard LeRoy, matemático, filósofo y amigo. Después de su desmovilización el 10 de marzo de 1919, Teilhard emprende sus estudios de Ciencias Naturales en la Universidad de París. Y parece ser que en 1920 se inicia su amistad con LeRoy. Todos los miércoles tenían un coloquio. Pero el destino a China de Teilhard rompió el contacto directo pero no el epistolar.

Algunos años antes de que LeRoy se vea sometido a un juicio inquisitorial y que sus libros sean puestos  en el Índice de libros prohibidos, Teilhard había pasado un período de “turbulencias”. Turbulencias interiores. Que no nacen ahora sino que tienen su origen en “los tiempos de la guerra”, entre 1915 y 1919.

Ya hemos desarrollado en otro lugar[Leandro Sequeiros, Manuel Medina Casado, Maria José Medina, François Euvé (2009) “Las cartas inéditas de Pierre Teilhard de Chardin a Édouard LeRoy: más luces sobre el conflicto entre Filosofía, Ciencia y Teología”. Pensamiento, Madrid, volumen 65, núm. 246, 1077-1098]  la lucha interior del dubitativo Teilhard durante gran parte de su vida. ¿Por qué Teilhard sufre una crisis? Ciertamente, las ideas que Teilhard había comenzado a elaborar durante su formación teológica y a las que había dado forma en sus momentos de descanso entre dos fases de combate, habían provocado ya algunas discusiones entre aquellos que le conocían.

¿Tenía Teilhard muy clara su vocación sacerdotal? Por otra parte, la sensibilidad cósmica de Teilhard, que a algunos (como al padre Provincial) les pudo sonar casi “panteísta”, asociada a una visión evolucionista de las cosas (condenada por la Iglesia en esa época), no podía, en un contexto donde rondaba el recuerdo penoso de la crisis modernista, sino incitar a la prudencia.

La publicación de algunos de sus textos, en una revista como Études, dirigida entonces por Grandmaison, un intelectual de gran categoría que apreciaba a Teilhard hasta el punto de instarle a continuar su reflexión, corría el riesgo de “desconcertar a los juiciosos y plácidos lectores” (carta a Margarita de 23 de diciembre de 1916). A partir de esta época, Teilhard tiene el sentimiento de que le costará mucho ver publicada su obra. Confía esta reflexión premonitoria a su prima:

Con todo esto, no veo cómo mis ideas verán la luz de otra forma que en conversación o por manuscritos clandestinos. Nuestro Señor hará lo que crea conveniente. Estoy decidido a seguir en el camino que me he trazado, por fidelidad hacia mí mismo, para ser verdadero, como dice Tourville” (Carta a Margarita de 23 de diciembre de 1916).

De hecho, a partir de entonces es cuando Teilhard siente dolorosamente la estrechez del mundo eclesiástico, todavía encerrado en el temor al “modernismo”. Esta es una noción que afecta a todo. Era un cómodo epíteto para descalificar a aquéllos cuyas ideas consideran demasiado “avanzadas”. Los años de la guerra parecían haber calmado los ánimos, o más bien, los habían distraído hacia otras preocupaciones que parecían más urgentes que la defensa del dogma. Pero, una vez terminada la guerra, las condenas vuelven a reavivarse.

Pero echemos una mirada a las consecuencias de estos escritos del tiempo de la guerra. Años más tarde, en junio de 1920, es la doctrina llamada de los “ojos de la fe”, título de un célebre artículo de Pierre Rousselot(1878-1915), muerto al principio de la guerra, la que es condenada por una carta del Superior General de los jesuitas, el padre Wladimiro Ledochowski(1886-1942). La condena afecta indirectamente a teólogos próximos a Teilhard, a sus amigos del tiempo de formación, como Pierre Charles, que enseña en Lovaina, Auguste Valensin, que será “exiliado” a Niza y el exegeta Joseph Huby.

Después le llega el “caso” del pecado original. Recordemos que en mayo de 1925, su padre Provincial y amigo, Jean Costa de Beauregard le expresa la decisión tomada por Roma: Teilhard es desplazado de París. Debe renunciar a su enseñanza en el Instituto Católico de París. Debe regresar  a China para la Pascua de Resurrección de 1926. El 16 de mayo de 1925 confiesa a su amigo Augusto Valensin:

“Querido amigo, ayúdeme un poco. He aparentado estar contento, pero interiormente, es algo parecido a la agonía o a la tempestad” (Carta a Augusto Valensin, 16 de mayo de 1925, Cartas íntimas, p. 137)

El mismo día 16 de mayo de 1925, Teilhard escribe en su diario un texto que merece la pena reproducir íntegramente:

 «Ayer, la segunda gran prueba, después de la del 2 de marzo…”Domine ne permittas me separari a te [Señor, no permitas que me separe de ti]”, y no solamente eso,”fac me tibi quam maximum adhaerere [haz que me una a ti lo más posible]” ¿Dónde está ese máximum?…Creer en los acontecimientos sin gozar con ellos: éste es el momento en el que vivo. El porvenir espera al gran Animador al que me debo por una especial vocación. Porque es éste el punto álgido: mi vocación, se trata, no tanto de salvar el esfuerzo humano, sino de transfigurar lo Real. […] Si me apartara o me negara (lo que sería más cómodo…) sería infiel a mi fe de ánimo en la preadhesión. Comprometería además, a los ojos de los NN (y de otros) el verdadero valor religioso de mis ideas: se vería como alejamiento de la Iglesia, como orgullo … Es necesario que yo muestre, con mi ejemplo, que si mis ideas parecen innovadoras, ellas me hacen también tan fiel como nadie en actitud tradicional. Esto es lo que yo creo ver. Pero incluso ahí hay sombras. ¿Cuál es la más sagrada de mis dos vocaciones? ¿La que seguí siendo un chaval de 18 años? ¿O aquella que se ha revelado, como la verdadera esposa en la plenitud de mi vida adulta? Me digo a mí mismo que no hay contradicción, es decir, que si dejo caer mi edificio de búsqueda, seguiría trabajando para predicar un Evangelio de la Investigación. Pero, ¿soy víctima, precisamente, de aquello contra lo que he intentado combatir, el formalismo y el mecanicismo espiritual? Esto es lo que yo  vivo, es decir, no esta idolatría que hace que las órdenes religiosas erijan la fidelidad a sí mismas como primer mandamiento de Dios. Dime que yo no soy infiel a mi ideal en la obediencia…»

Podemos decir que en estos años, Teilhard arrastra una crisis personal que arranca de los años en las trincheras de la Guerra Mundial.

Teilhard y la crisis en el ejercicio del sacerdocio

Ya se ha insinuado que la palabra francesa “prêtre” tiene un significado más amplio que la castellana “sacerdote” que hace referencia al sacerdocio del Antiguo Testamento. Podríamos traducirlo como “el hombre que ha recibido las órdenes sagradas”, aunque no ejerza la función, no tenga un cargo pastoral o que haya sido apartado del ejercicio del ministerio.

En una carta a su prima Margarita (28 de mayo de 1915, Génesis de un pensamiento, Taurus 1966, pág. 67) escrita desde el frente de batalla, leemos: “En el fondo, estoy contento de haber pasado por Yprès. Espero haber salido más hombre y más “prêtre”.

La palabra “prêtre, que suelen traducir como sacerdote, en castellano” no aparece en los ensayos de Teilhard entre 1914-1919 hasta 1918 en el texto de “El Sacerdote”. No hemos encontrado ninguna otra referencia a esta palabra. ¿Por qué, tras un significativo silencio, decide Pierre Teilhard de Chardin redactar este ensayo poético-místico sobre la función sacerdotal?

Es verdad que en su ensayo “Cristo en la materia: tres historias a la manera de Benson”, escrito en 1916, había tocado el tema de la eucaristía, e incluso del sacerdocio. Pero no suele ser este un tema demasiado reiterado por Teilhard. Los textos de “El Medio místico” (1917), “La gran Mónada” (1918) y “Nota para la evangelización” (1919)apenas hacen alusión a su condición sacerdotal.

  • “Le prêtre, El Sacerdote” de Pierre Teilhard de Chardin (1918) en el contexto de sus ensayos en tiempo de la guerra

No existe un registro exacto de los manuscritos redactados por Pierre Teilhard de Chardin (1882-1955) durante los tiempos de la Primera Guerra Mundial, la Gran Guerra (1914-1919). Solo conservamos los veinte publicados que han llegado hasta nosotros y que se conservan gracias al cuidado de Margarita Teillard-Chambon, la prima de Pierre. De estos veinte ensayos, tres corresponden al año 1916, cuatro a 1917, ocho a 1918 y cinco a 1919.

“Le prêtre” (“el Sacerdote”), al que nos referimos en este trabajo ocupa en número 12 en la edición francesa de 1965. Fue fechado por el mismo Teilhard el 8 de julio de 1918 y fue escrito en el frente de batalla, entre la localidad de Compiègne y Soissons.

  • La Teología tradicional del sacerdocio como sacramento del Orden

La formación teológica de Teilhard en Ore Place (1909-1912) fue muy tradicional. Este texto, que hemos sacado de internet, es significativo para poder entender la teología del ministerio sacerdotal en las primeras decenas del siglo XX, mucho antes del Vaticano II. Este texto dice así: El sacerdote, hombre de lo sagrado.

Los conceptos más básicos son que el sacerdote es y debe ser homo Dei, hombre de Dios; hombre de lo sagrado; potestad sagrada en la sociedad de los fieles; poder sagrado del orden, para ofrecer el sacrificio y perdonar los pecados, y desempeñaran públicamente, en nombre de Cristo, la función sacerdotal en favor de los hombres, para que los fieles se fundieran en un solo cuerpo»; una misión de naturaleza estrictamente sagrada; el hombre del sacrificio y del perdón de los pecados; el que habla en nombre de Cristo con poder de interpelar a los hombres en nombre de Dios, con poder también de “atar y desatar” en el tribunal de la penitencia…”

Como puede observarse, subyace una teología y una espiritualidad basada en el culto, lo sagrado, la conciencia de ser superiores a los demás, conciencia de haber sido llamado al oficio más elevado. Se consideraban “separados” y “elevados”, que merecen una consideración y un respeto. De igual modo, se profesionalizaba y no se veía bien realizar una tarea “civil” o “laica”. Muy diferente a la teología y a la espiritualidad del ministerio posterior al Concilio Vaticano II.

  • La vocación “sacerdotal” de Pierre Teilhard de Chardin

Pero ¿se identificaba Teilhard con este estereotipo? ¿Tenía Teilhard vocación sacerdotal en el sentido tradicional del término? ¿Intuye y propone otra teología y otra espiritualidad del ministerio?

Hemos dicho más arriba que Pierre Teilhard de Chardin emitió sus votos definitivos en la Compañía de Jesús unos meses antes de la redacción de este ensayo. ¿Podría ser que los que tuvieron que emitir unos “informes” para aceptarlo definitivamente en la Compañía manifestaran reparos sobre la vocación “sacerdotal” de Pierre? ¿Obligaron a Teilhard a manifestar sus sentimientos y sus deseos como sacerdote en la Compañía de Jesús? ¿Cómo influyen sobre él los conflictos con el padre Provincial Claude Chanteur?

En este ensayo nos preguntamos: ¿tuvo Teilhard de Chardin vocación al sacerdocio? ¿A “este” sacerdocio? ¿Qué imaginario sobre la teología, la espiritualidad y la práctica sacerdotal se fue construyendo en la mente y en el corazón de Teilhard?

No existen demasiados datos para poder aventuras algunas hipótesis para responder a estas preguntas. Hemos intentado indagar en los datos que han llegado hasta nosotros sobre la vocación sacerdotal del joven jesuita Pierre Teilhard de Chardin. ¿Quería ser sacerdote al ingresar en la Compañía de Jesús? ¿Cómo se fue fraguando su vocación?

No tenemos demasiados datos ni estudios fundamentados sobre la evolución de la espiritualidad y del pensamiento de Teilhard en los años de formación. Una fuente fiable es su propia descripción en “El Corazón de la Materia”. Es curioso que en 1913, dos años después de su ordenación como sacerdote, escribe desde París (Cuénot, pág. 35): “Para no laicizarme demasiado voy cada quince días con los pequeños vidrieros de Le Bourget. (…) La primera vez fue para la misa de medianoche [posiblemente la misa del Gallo] (…) Estoy muy contento de haber aceptado este pequeño ministerio”.

Parece ser que los estudios teológicos académicos tradicionales no apasionaron demasiado al joven jesuita Teilhard. Prueba de ello es que tuvo sus vías de escape, ya que logró en estos años permiso del padre Rector para poder realizar excursiones naturalistas con el padre Félix Pelletier, licenciado en Química y Mineralogía. Ambos entraron en contacto con Dawson y se involucraron en el famoso fraude del hombre de Piltdown.

Fue en Ore Place donde Teilhard conoció a un belga, el futuro  padre Pierre Charles, que será posteriormente profesor de Teología en el escolasticado jesuita de Lovaina. Aunque su estructura mental era rígidamente neotomista, Charles tuvo capacidad para reformular con un lenguaje más moderno algunas de las tesis clásica de Teología. Teilhard manifestó muchas veces su admiración por Pierre Charles. Teilhard enviaba a Charles las cuartillas mecanografiadas que iba pergeñando y apoyó a Pierre en sus ideas en El Medio Divino.

Según Cuénot (página 38), aun cuando tuvo que permanecer durante mucho tiempo empapado de escolástica, Pierre Teilhard supera pronto las categorías y los métodos inherentes a la síntesis tomista. Entre sus maestros, no admiraba más que al padre Leoncio de Grandmaison, al que llamaba “el divino Leoncio”.

Un indicio que puede iluminarnos algo sobre Teilhard es que algo se mueve en su interior: entre los días 24 de agosto y el 4 de septiembre de 1912, recién terminada la Teología, fue enviado por sus superiores a la Semana de etnografía religiosa de Lovaina (tal vez por influjo de Pierre Charles) y en el joven crece su fervor por la paleontología humana. Su capacidad de relación le facilita crear una red de contactos que serán de gran utilidad para su futuro.

Según él mismo reconoce, en los años de Teología en Hastings, sur de Inglaterra (1908 – 1912), “fue cuando poco a poco, (…) como una presencia –fue creciendo en mí- hasta invadir por completo mi cielo interior, la conciencia de una Deriva profunda, ontológica y total del Universo en torno a mí”.

Enumera algunas pistas de aquella conciencia de Deriva. También indica cómo por aquellos años diez del siglo XX al “haber leído en aquel tiempo, ávidamente, L´Evolutión Créatrice” de su compatriota Henri Bergson (1859 – 1941).

Afirma, yendo más lejos:

“yo siempre había admirado dócilmente hasta entonces (…) una heterogeneidad de fondo entre Materia y Espíritu, Cuerpo y Alma, Inconsciente y Consciente: dos ‘sustancias’ de naturaleza distinta, dos ‘especies’ de Ser incomprensiblemente asociadas en el Compuesto vivo, respecto de las cuales era preciso mantener a cualquier precio, se me aseguraba, que la primera (mi divina Materia) no era sino la humilde sierva (por no decir la adversaria) de la segunda, encontrándose ésta (es decir, el Espíritu) reducida a mis ojos, por este mismo hecho, a no ser más que una Sombra que había que venerar por principio, pero por la cual (emotiva e intelectualmente hablando) yo no experimentaba en realidad ningún interés vivo. Júzguese en consecuencia, mi impresión interior de liberación y júbilo cuando, con mis primeros pasos, aún vacilantes, por un Universo ‘evolutivo’ constataba que el dualismo en el que se me había mantenido hasta entonces se disipaba como la niebla ante el sol naciente. Materia y Espíritu, no dos cosas, sino dos estados, dos rostros de una misma Trama cósmica, según se la vea, o se la prolongue…”.

Esta larga cita es muy ilustrativa de la problemática de fondo que mantuvo Teilhard, problemática incluso de una parte del catolicismo universal, hasta llegar al nuevo cambio de ritmo que supusieron las nuevas espiritualidades dimanadas pocos años después, a su vez, de una lectura pastoral y generosa de algunos documentos del Concilio ecuménico Vaticano II.

Sigue Teilhard escribiendo fluido y contento de recordar aquellos descubrimientos tan decisivos en su visión biológico-filosófica. Concluye este primer capítulo reafirmándose en “dos inmensas Unidades vivientes”, “unidades de dimensiones planetarias”: una, “la envoltura viva de la Tierra, la Biosfera”; otra, “-para cuya perspectiva definitiva no le faltaba a mi espíritu sino el gran impacto de la Guerra- (1914-1918), la Humanidad totalizada: la Noosfera”.

¿Qué mensaje subyace en el texto de Le Prêtre (el Sacerdote)

El texto de “El sacerdote” está fechado el 8 de Julio de 1918. Puede sorprender su contenido. Lejos de presentar una síntesis de su teología del sacerdocio ministerial católico o de su espiritualidad, es un canto encendido y místico en forma de plegaria glosando la celebración litúrgica de la Misa romana. Desde este punto de vista, Teilhard parece seguir la teología “sagrada” del sacerdocio, centrada en la celebración de la Eucaristía. El texto está estructurado en cuatro epígrafes que corresponden a la parte estrictamente eucarística de la misa tradicional: La consagración, la adoración, la Comunión y el apostolado. Pero ya se ha comentado más arriba que estos tres conceptos de la liturgia de la Misa romana apuntan hacia las cuatro actitudes espirituales que orientan la perspectiva teilhardiana sobre la teología del “prêtre”, o ministerio sacerdotal cristiano.Pero recorramos algunos de los sentimientos, perspectivas y planteamientos más novedosos de Teilhard que integran su gran proyecto cosmovisional dentro de la teología del sacerdocio:

  • LA CONSAGRACIÓN.

Este apartado esté presidido por un texto de la misa romana: cuando en la liturgia eucarística el sacerdote extiende sus manos sobre el pan y el vino para ser consagrados. Esta oración eucarística de la antigua liturgia romana se inicia con las palabras Te igitur. Pero en el fondo, Teilhard desea mostrar que la primera de las dimensiones integradoras de su visión del sacerdocio es la consagración, la entrega total y exclusiva a una misión teológica, espiritual y mística:

Ya que hoy no tengo, Señor, yo que soy vuestro Sacerdote, ni pan, ni vino, ni altar, voy a extender mis manos sobre la totalidad del Universo, y tomar su inmensidad como materia de mi sacrificio. El círculo infinito de las cosas, ¿no es, acaso, la Hostia definitiva que Tú quieres transformar? El crisol efervescente en que se mezclan y hierven las actividades de toda sustancia viviente y cósmica. ¿No es el cáliz doloroso que Tú deseas santificar?Una vez más, gracias al sacerdote, el poder plasmador del Verbo se ha detenido sobre el Mundo, para vencer su nada, su malignidad, su vanidad, su desorden. Hacia Cristo convergen todas las mónadas inmortales. Pero cada mónada, a su vez, es el centro parcial del Cosmos entero, cuyo tejido la sostiene, al mismo tiempo que se apoya sobre ella (…)El pan sacramental está hecho de granos apretados y triturados. Su pasta ha sido largamente amasada. Tus manos, Jesús, le han partido antes de santificarle (…) El Universo cruje; se escinde dolorosamente en el corazón de cada mónada, a medida que nace y crece la Carne de Cristo. Como la Creación que la Encarnación rescata y sobrepasa, ésta misma, tan deseada, es una operación temible; se hace con Sangre.

  • LA ADORACIÓN

La segunda dimensión de esta teología y espiritualidad del sacerdocio cristiano es “la adoración”, el reconocimiento reverente de la dualidad asimétrica entre Dios y la Humanidad que se acercan por medio del “prêtre”.

Como una llama interior; aquí libre, viva y luminosa, allí oscurecida, pero todavía encendida bajo la ceniza que desecha; ahora lo Divino ilumina para mí todas las cosas por dentro (…).Me arrodillo, Señor, ante el Universo convertido secretamente, bajo la influencia de la Hostia, en tu Cuerpo adorable y en tu divina Sangre. Me prostro en su presencia, o mejor, mucho mejor, me recojo en ella. ¡El Mundo está lleno de Ti!…Oh, Cristo-Universal, verdadero fundamento del Mundo, que encuentras tu consumación en la plenitud de todo cuanto tu poder ha hecho surgir de la Nada, yo te adoro, y me absorbo en la conciencia de tu plenitud universalmente derramada. (…)Vida y Muerte, unidad y pluralidad, elemento y totalidad, posesión y búsqueda, ser y devenir, tal es el Pleroma del Mundo y de Cristo.

  • LA COMUNIÓN

Cuando en tercer lugar, Teilhard habla de “comunión”, no se refiere solo a la recepción del Cuerpo y Sangre de Cristo bajo la forma del pan y del vino consagrados. Es una concepción más amplia de la comunión, la Unión común de todas las cosas reales que se asocian místicamente al Cuerpo cósmico de Cristo.

Si alguna vez había imaginado que era yo quien tomaba el Pan consagrado y quien se alimentaba con él, ¡en qué luz veo ahora que es él, por el contrario, quien se apodera de mí y tira de mí hacia él! La diminuta Hostia inerte se ha convertido ante mis ojos en algo tan vasto como el Mundo, tan devorante como una hoguera. Me domina absolutamente. Quiere volver a cerrarse sobre mí. Una inagotable y universal Comunión es la culminación de la consagración universal.(…) El Océano de energías, incontrolables para nuestra debilidad, en cuyo seno flotamos, sin ser apenas capaces de orientarnos, ni de bordearle un poco; está aquí convertido en la bienhechora capa de agua de tu acción creadora. La parte de lo que hay «in nobis sine nobis», tan grande en mí, que mi libertad parece sumergida en ella, la siento como cálida, animada, cargada de la virtud organizadora de tu Cuerpo, Jesús.(…)¡Que el pasajero y limitado contacto con las especies sacramentales me introduzca en una comunión universal y perpetua con Cristo, con su voluntad omni-agente, con su Cuerpo místico ilimitado…!

  • EL APOSTOLADO

El cuarto aspecto de la nueva teología y espiritualidad del sacerdote Teilhard tiene como epígrafe y proyecto “el Apostolado”, la presencia emancipadora del Universo..

(…) Veo tu Carne prolongarse en el Universo entero y fundirse con él, de forma que se extraen todos sus elementos utilizables. No hay un átomo que no proporcione su tributo a tu Totalidad, aunque sea antes de quedar eliminado. (…) Todo sacerdote, por el hecho de serlo, ha consagrado su vida a una tarea de salvación universal. Si es consciente de su dignidad, ya no puede vivir para sí, sino para el Mundo, a ejemplo de Aquel, a quien representa por la unción que ha recibido.(…) Yo quisiera ser, Señor, por lo que toca a mis humildísimas posibilidades, el apóstol, y (si me atrevo a decirlo) el evangelista de tu Cristo en el Universo. (…) He aquí porqué, mis votos, mi sacerdocio, los he revestido (ahí radica mi fuerza y mi dicha) en un espíritu de aceptación y de divinización de las Potencias de la Tierra. Acabo, Dios mío, de ofrecer mi sacrificio «sobre todas las cosas». Y en verdad, mi anhelo y mi plegaria se han extendido al Cosmos entero, del que Tú eres la plenitud, oh Jesús.(…) Desbordando el pan y el vino, que la Iglesia ha puesto en vuestras manos, vuestra influencia está prevista para extenderse sobre la inmensa hostia humana, que espera a que alguien pase, para santificarla. Tenéis el poder -por vuestra ordenación- de consagrar, de manera real, en la carne y la sangre de Cristo, los sufrimientos que os rodean, y en los que vuestro carácter os exige participar.(…) Jamás habéis sido más sacerdotes que ahora, mezclados y sumergidos como os encontráis, en la aflicción y en la sangre de una generación; jamás más activos; jamás más directamente situados en la línea de vuestra vocación.¡Gracias, Dios mío, por haberme hecho sacerdote; desde la Guerra!No me atrevo, Señor, hasta tal punto me siento débil, a pediros la participación en esta Felicidad. Pero la comprendo claramente y la he de proclamar: «¡Dichosos aquellos que, entre nosotros, en estos días decisivos de la Creación y de la Redención, han sido escogidos para este acto supremo, coronamiento lógico de su sacerdocio: comulgar hasta la muerte con el Cristo que nace y que sufre en el género humano! »

Y este texto lo firma el 8 de julio de 1918.

Conclusión: el sacerdocio de Teilhard: acompañar a los que buscan y que sigan buscandoUnos meses más tarde de este escrito, en una carta de Pierre Teilhard de Chardin a su prima Margarita de 5 de enero de 1919, escribe:

“tengo confianza en que Nuestro Señor me guía. – Lo que cada vez me resulta más evidente es que no sabré llevar el Evangelio más que “a los que buscan”, y solamente predicándoles que “sigan buscando”. Esto se lo diré formalmente a mis superiores y a los que tienen alguna influencia sobre el curso exterior de mi destino”. Este texto – que muchos seguidores de Teilhard hemos citado – se muestra la síntesis de la misión sacerdotal de Teilhard. No es tanto decir misa y administrar sacramentos, sino que inserto en un cosmos que evoluciona muy aprisa y provoca desorientación en la Noosfera, Pierre se siente llamado a ser brújula y acompañante en el camino de búsqueda de sentido en un mundo plural.Años más tarde, en 1923, Teilhard se encuentra en el desierto de Ordos, en Mongolia. Allí sin pan ni vino para celebrar la misa, rememora el texto de “Le prêtre” (que debía saber de memoria) y le da nueva forma. Nace así otro de sus textos sublimes:

La Misa sobre el Mundo”.

3 comentarios

  • Isidoro García

    Leyendo a Teilhard, a mí me destaca su gran conexión cósmica, su sensibilidad cósmica, que es la base de todo su pensamiento espiritual.

    Y esto me recuerda, una idea que me gustaría exponer, para comprender esta característica de Teilhard. Para eso hay que hablar de los tres grandes Valores Universales: Verdad, Belleza y Bondad.

    El psicólogo-filósofo experto en cuestiones morales, Jonathan Haidt, (https://evolucionyneurociencias.blogspot.com/2012/12/la-elevacion-una-nueva-emocion.html), ha descubierto una séptima emoción básica de la naturaleza humana, (junto a las seis emociones clásicas: la ira, el miedo, la alegría, la tristeza, el asco y la sorpresa).

    Y la ha denominado la “elevación”, (contrapuesta al “asco”), y que por decirlo de alguna manera es la tendencia a la “trascendencia” humana, que se traduce en el cultivo de los tres grandes valores arquetípicos: Conocimiento y Verdad, Bondad y Simpatía, y Belleza y Alegría.

    Parecería fácil comprender la naturaleza de esos tres grandes valores. La Verdad, sería el conocimiento de la realidad, y la Bondad, sería la toma de decisiones operativas del humano, de forma oportuna y prudente.

    Pero el valor – instinto de Belleza, es algo más complicado de entender bien. No se trata de un instinto estético, como el nombre podría dar a entender, sino más bien de un instinto de Armonía con el Cosmos, un sintonizar con la Armonía del Universo, con la Maravilla de su coordinación para hacer de todo, uno: el “Unus mundus”.

    (El teólogo Alberto Roldán, dice sobre la teología de Tillich:

    ¿Cómo entender la expresión de Juan cuando dice, con referencia al Logos, que era la “luz verdadera, la que alumbra a todo ser humano”, (Jn 1,9), y que los padres de la Iglesia, como Justino Mártir, interpretaban que se refería a los filósofos griegos?.

    -¿Cómo entender pasajes en los cuales se desliza la idea de que Dios se ha manifestado a toda la humanidad de diversas maneras?

    -¿Tiene vigencia o no el concepto que Pablo recoge de los poetas griegos como cuando dice que “en él vivimos, nos movemos y existimos, (Hch. 17.28)). (Todo ello va sobre el unus mundus).

     

    Una sintonización y resonancia con las leyes y fuerzas que generan el mainstream del Universo, que son lo que los taoístas denominan como el “Tao”, o en versión religiosa, “Dios”.

    Esta resonancia con el Cosmos, nos genera un estado “místico” de Felicidad natural, que a su vez nos genera Alegría de vivir, y energía cósmica.

    Se trata un poco como la “gasolina” del espíritu, la fuerza que nos impulsa a vivir.

    Realmente la Belleza-Armonía, nos conecta con esas Leyes, que mueven un Universo maravilloso y admirable, y nos sumerge en el mainstream de la energía cósmica que impulsa indefectiblemente el Cosmos.

    Por eso está muy relacionada con la energía vital, y con la libido psicológica. Y de ahí su relación con la Alegría de vivir, con la Vitalidad tan necesaria para afrontar nuestro propio proceso de maduración y despliegue de muestra plena naturaleza.

    Por todo ello, la mal llamada “Belleza”, mejor la “Armonía cósmica”, es el Valor superior de los tres. Porque el Conocimiento de la Verdad, se adquiere, si estamos en conexión y sintonización con el Cosmos y su realidad.

    Y la Bondad, el discernimiento adecuado, lo mismo, se adquiere de esa sintonía con las fuerzas cósmicas y con el conocimiento de la Verdad.

    La sintonía y conexión con las fuerzas cósmicas, con el fundamento del Mundo, al que denomina el Cristo cósmico, es la fuente de la que mana el Arquetipo sapiencial de los tres grandes Valores. Por ello en el fondo no hay mas que un único Valor de Sabiduría: la conexión con ese fundamento del Mundo, (para los laicos), y el Cristo-cósmico, (para los cristianos).

    Por eso su “Himno a la Materia”, no es otra cosa que el Himno al Cosmos, que para un panenteísta, significa el Canto a la huella de Dios, o a la puerta por la que se llega a conocer a Dios: El Cristo, para un cristiano.

     

  • Isidoro García

    La referencia de soslayo, del asunto de la falsificación de Piltdown, no viene al caso, mas que como síntoma de malas artes dialécticas y endeblez de razones argumentales, (que no tienen que ver con una buena locuacidad y palabrería fina, que esas se concede: malas artes de mal abogado).

    Porque aquí no se ventila la santidad de Teilhard, sino su pensamiento intelectual y teológico.

    Porque, o en ese asunto Teilhard, pecó de cándido y fue engañado e inocente, lo cual cuadra bastante con su trayectoria posterior, o en el caso hipotético de ser culpable, sería un “pecado” o torpeza personal, de las que nadie estamos libres, (por lo menos yo).

    ¡A ver quién tiene narices de tirar la primera piedra!.

    (Respecto al artículo, proseguiré…)

     

  • La lectura del texto, padre Sequeiros, me ha despertado numerosas cuestiones. Pese a sus esfuerzos denodados, los de usted, sigo sintiéndome más cercano a la postura de Gould sobre la participación activa de Teilhard en el embeleco delictivo de Piltdown. Con el provincial jesuita creo que Teilhard es un panteísta de libro. Lo biológico-filosófico que usted menciona no es más que una mescolanza de conceptos en Teilhard necesitados no ya de una navaja de Occkam sino de un cursillo introductorio de metaciencia. Por útimo, las lamentaciones de Teilhard tras su expulsión del Instituto de París resultan muy parecidas a las de Congar cuando fue obligado a dejar sus clases de Le Saulchoir: se sienten ambos heridos en lo más noble de lo que ellos creen su misión. Obedecen, pero no pueden menos de denunciar, en epístolas familiares, lo que ellos certeramente ven como un acto de injusticia.

    Así, las cosas, ahondemos un poco más.

    Una cosa es la ciencia, otra la filosofía y otra la teología. Desde el punto de vista metodológico es obvia la distinción. No lo ha sido desde el punto de vista histórico. Lo ví con nitidez cuando preparaba mi tesis doctoral en filosofía sobre el concepto de especie, basándome en buena medida en lo aprendido en la carrera de biológicas: concepto de especie microbiana, genética, sistemática, paleontológica… Uno de los grandes avances de la filosofía se produjeron con los presocráticos, que secularizaron los mitos. Recuerde el libro canónico “Del mito al logos”.

    Resumiré, por no alargarme. Teilhard es hijo de un tiempo que vivía con especial entusiasmo las ideas modernistas, evolucionistas aplicadas a la teología. Con el miedo en el cuerpo del Santo Oficio, que veía la desnaturalización de la fe y la tradición en esos flirteos. Son tiempos de la evolución del dogma de Marín Sola y del evolucionismo místico del Padre Arintero, por citar dos autores patrios. A todos les llegó algún aviso de Roma. Pero de los mencionados sólo Teilhard confundió el mundo espiritual con el mundo material. Eintein y cualquier físico de las reuniones de Solvay se hubieran reído a doble carrillo de las ideas de Teilhard sobre la energía. La famosa ecuación einsteiniana desmiente cualquier mixtura, que tanto daño ha hecho a la Iglesia.

    La cúpula de la Iglesia ha estado a veces expuesta a esa tentación. Hemos de agradecerle a uno de Solvay, Lemaïtre, que parara los pies a Pío XII para que no confundiera el big bang inicial del Universo con el acto creador. (Los últimos hallazgos sobre la masa de la partícula W son un argumento más.) Cuánta razón tenía otro jesuita insigne, Roberto Belarmino: “la Escritura nos dice cómo se va a los cielos, no cómo van los cielos”. Y cuán falto de ella parece otro jesuita insigne hoy en la sede de Pedro con sus tautologías sobre ecología integral y demás ocurrencias que a un naturalista como usted le debe parecer, a mí, al menos, que fui alumno de Margalef, me lo parece. No es una referencia caprichosa. También a Bergoglio le gusta Teilhard.

    No es mi opinión que debamos sustituir la apostasía generalizada con la prostitución de la doctrina revelada.