El libro del Apocalipsis, que narra los enfrentamientos finales de nuestra historia entre las fuerzas de la muerte y las de la vida, nos pinta un caballo de fuego que simboliza la guerra: “al que lo montaba se le concedió desterrar la paz de la tierra para que los hombres se degollaran unos a otros” (6,4). La guerra entre Rusia y Ucrania y la orden del presidente ruso de mantener las armas nucleares en alerta máxima, nos traen a la mente la acción del caballo de fuego, la destrucción de la humanidad, es decir, un Armagedón humano.
Las durísimas sanciones impuestas por la OTAN y por USA a la Federación Rusa pueden llevar al colapso de toda su economía. Ante este desastre nacional no se puede excluir la posibilidad de que el líder ruso no acepte la derrota como si Napoleón (1812) o Hitler (1942) hubiesen tomado el país, cosa que no consiguieron. Entonces cumpliría las amenazas e iniciaría un ataque nuclear. Sólo el arsenal de Rusia puede destruir varias veces toda la vida del planeta. Y una respuesta puede damnificar toda la biosfera sin la cual nuestra vida no podría continuar.
Detrás de esta confrontación Rusia/Ucrania se ocultan fuerzas poderosas en disputa por la hegemonía mundial: Rusia, aliada a China, y los USA. La estrategia de este último es más o menos conocida, orientada por dos ideas-fuerza: “un mundo y un solo imperio” (USA), garantizado por la full-spectrum dominance: la dominación en todos los campos, con 800 bases militares distribuidas por el mundo, pero también con la dominación económica, ideológica y cultural. Tal dominación completa sería la base de la pretensión de “excepcionalidad” de USA, de ser “la nación indispensable y necesaria”, el “ancla de la seguridad global” o el “único poder” (lonely power) realmente mundial.
En esa voluntad imperial, la OTAN, detrás de la cual está Estados Unidos, se ha extendido hasta los límites de Rusia. Sólo faltaba incluir a Ucrania para cerrar el cerco. Misiles colocados en la frontera ucraniana alcanzarían Moscú en minutos. De ahí se entiende la exigencia de Rusia de mantener la neutralidad de Ucrania o en caso contrario sería invadida. Ha sido lo que ha ocurrido con las perversidades que toda guerra produce. Ninguna guerra es justificable porque asesina vidas humanas y va contra el sentido de las cosas, que es la tendencia a mantenerse en la existencia.
China, a su vez, disputa la hegemonía mundial no por la vía militar, aun siendo aliada de Rusia, sino por la vía económica con sus grandes proyectos, como el de la Ruta de la Seda. En este campo está superando a los USA y podría alcanzar la hegemonía mundial con un cierto ideal ético, el de crear “una comunidad de destino común participado por toda la humanidad, con sociedades suficientemente abastecidas”.
Pero no quiero prolongar esta perspectiva bélica, verdaderamente insana hasta el punto de ser suicida. Esta confrontación de potencias revela la inconsciencia de los actores en cuestión acerca de los peligros reales que pesan sobre el planeta que, incluso sin armas nucleares, pueden poner en peligro la vida humana. Recordemos que todos los arsenales de armas de destrucción masiva se mostraron totalmente inútiles y ridículos frente un pequeñísimo virus como el Covid-19.
Esa guerra revela que los responsables del destino humano no han aprendido la lección básica del Covid-19. Este no ha respetado las soberanías ni los límites nacionales. Ha alcanzado al planeta entero. La epidemia pide la instauración de una gobernanza global para un problema global. El reto va mucho más allá de las fronteras nacionales; es construir la Casa Común.
No se han dado cuenta de que el gran problema es el calentamiento global. Ya estamos dentro de él, los eventos fatales de inundaciones de regiones enteras, de huracanes y de escasez de agua dulce, son visibles. Tenemos solamente 9 años para evitar una situación de no retorno. Si hasta 2030 alcanzamos 1,5°C más de calor, seremos incapaces de controlarlo e iremos en dirección a un colapso del sistema-Tierra y de los sistema-vida.
Hemos llegado a los límites de sostenibilidad de la Tierra. Los datos de la Sobrecarga de la Tierra (Earth Overshoot) indican que el 22 de septiembre de 2020 se agotaron los recursos anuales no renovables, necesarios para la vida. El consumismo persistente exije de la Tierra lo que ella ya no puede dar. En respuesta, ella nos envía virus letales, aumenta el calentamiento, desestabiliza los climas y destruye millares de seres vivos.
La sobrepoblación mundial asociada a una nefasta desigualdad social, con la gran mayoría de la humanidad viviendo en la pobreza y en la miseria cuando el 1 % de ella controla el 90% de la riqueza y de los bienes y servicios esenciales, pueden conducir a conflictos con incontables víctimas y a la devastación de ecosistemas completos.
Estos, entre otros, son los problemas que deberían preocupar a los jefes de estado, a los CEOs de las grandes corporaciones y a los ciudadanos, pues son los que ponen directamente en peligro el futuro de toda la humanidad. Ante este peligro global es ridícula una guerra por zonas de influencia y de soberanías ya obsoletas.
Lo que nos causa esperanza son esos “Noés” anónimos que brotan en todas partes, a partir de abajo, construyendo sus arcas salvadoras mediante una producción que respeta los límites de la naturaleza, mediante una agro-ecología, comunidades solidarias y democracias socioecológicas participativas, que trabajan a partir de sus mismos territorios. Poseen la fuerza de la semilla, de lo nuevo, y con una mente nueva (la Tierra como Gaia) y un corazón nuevo (lazo de afecto y de cuidado con la naturaleza) garantizan un nuevo futuro, con la conciencia de una responsabilidad universal y una interdependencia global. La guerra de estos es contra el hambre y lo que produce la muerte, y su lucha es por justicia para todos, promoción de la vida y defensa de los más débiles y desvalidos. Así es como debe ser y lo que debe ser tiene intrínsecamente una fuerza invencible.
*Leonardo Boff es eco-teólogo, filósofo y ha escrito: Habitar la Tierra: ¿cuál es el camino para la fraternidad universal?, Vozes 2021.
Traducción de MªJosé Gavito Milano
En este momento, lo más urgente ( salvar vidas) es lo más importante (saber cómo se ha llegado a la invasión rusa a Ucrania). No es el momento para discutir el papel de la OTAN y de los EE.UU en la invasión. Tiempo habrá. Hacerlo ahora es desviar el foco de lo esencial en estos momentos. Me repito: salvar vidas.
Es tan difícil de aceptar esto?
Los retruecanos del Sr. Boff para mantener a salvo su ideología, ya preconcebida son dignos del equilibrista más competente.
La OTAN es la escusa de Putin para la expansión de Rusia, una expansión a la que no ha renunciado desde la caída de la URSS.
Las sanciones impuestas por la UE y USA (en mucha menor medida) y que parten del terror de ver armas nucleares en sus fronteras y tanques rusos destruyendo civiles en Ucrania son mucho más laxas de lo que dice el Sr. Boff, en primer lugar porque Alemania, Austria e Italia, fuertemente dependientes de la energía rusa, ya se han encargado de minimizarlas y en segundo lugar porque Putin, que ha planificado la invasión, ya las tenía descontadas.
Y ni China ni USA han movido un dedo para que Putin haga nada.
La responsabilidad de los actos de una guerra de agresión es exclusiva del agresor y especialmente cuando está, sistemáticamente, incumpliendo sus propios acuerdos.
Putin engañó a Ucrania con la complicidad de la OTAN cuando ésta le regalo sus armas nucleares, a cambio de la seguridad de que no sería invadida, y ahora con la excusa de la autodeterminación de ciertas provincias ucranianas lo que busca ¡¡¡Y NADA MAS!!! es un control geoestratégico de la zona y de los tránsitos de gas y petróleo (y materias primas como trigo o maíz en menor medida) para seguir enriqueciendo su fortuna personal de ¡¡MÁS DE 200.000 MILLONES DE EUROS!! Y sabe que para eso necesita estimular la frustración de sus conciudadanos que pasaron, por su propia estupidez de la ficción de ser una superpotencia con la URSS a la realidad de ser una oligocracia de libro en manos de las mafias y los potentados ahora mismo.
Eso y mantenerse en el poder alimentando su propia megalomanía.
Decir las tonterías y otras hierbas a las que nos tiene acostumbrados la otrora brillante mente del Sr. Boff, trayendo a colación el COVID y otras historias, como si no fuera consciente (que parece que no lo es y eso es una muestra de senilidad) de que sin estos salvajes tiranos estaríamos viviendo en el periodo más próspero de la Historia y que si bien siguen existiendo muchísimas injusticias que los cristianos debemos combatir, incluidas las medioambientales, hay que mantener los progresos y beneficios conquistados.
Es muy triste ver como la ideología puede trufar un pensamiento, otrora brillante.