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El señor Trump y la trampa de Tucidides

No habrá un nuevo orden mundial, con más justicia y paz, si permanece el enorme desconocimiento y prejuicios cobre China. En ATRIO contamos como colaborador con una de las personas que más a fondo conocen la historia y la realidad actual de China. Y esperamos seguir contando con él. AD.

     No imaginaba el historiador griego Tucídides  (s.V a.n.e.) que su análisis de las guerras del Peloponeso iba a generar en el siglo XXI una teoría tan manoseada como la llamada “trampa de Tucídides”.  El explica como historiador que el poder emergente de Atenas tenía que chocar con la potencia dominante de Esparta y provocar necesariamente la guerra. Es G. Allison quien recoge esa teoría, como politólogo, casi 2500 años después, y acuña el término “trampa de Tucídides” como la tesis del enfrentamiento bélico inevitable entre toda potencia emergente y la potencia dominante; fundamenta su tesis analizando unas 20 situaciones similares lo largo de la historia, en la mayoría de las cuales se llegó a la guerra. Su conclusión, en 2015, es que la emergencia de China tiene que acabar en el enfrentamiento bélico con Estados Unidos. Y así se está repitiendo con frecuencia en los últimos años, muy recientemente incluso en los medios españoles.

     No comparto la tesis de Allison, entre otras razones, porque China ni lo quiere, ni le interesa, ni encaja en su experiencia histórica como primera potencia durante casi 20 siglos, ni es compatible con sus principios filosóficos y políticos  confuciano-taoístas. No es éste el lugar para desarrollar esta contra-tesis, pero si querría subrayar que el Sr. Trump está incurriendo en la “trampa de Tucídides”, aunque, probablemente, desconozca su significado histórico. De hecho, lleva ya tiempo desarrollando, en desafío abierto, primero la guerra comercial contra China, después la guerra tecnológica y, más recientemente, la guerra política, como expresión de su resistencia activa, de tintes bélicos, a la nueva potencia mundial emergente, que, de hecho, le está mermando su posición dominante, inapelable hasta ahora.

     La guerra “comercial”, o de los aranceles, no ha concluido aún, incluso amenaza con reactivarla como represalia por la pandemia del “virus chino”. Como ocurre en todas las guerras, perjudica a ambas partes y, en cuanto no concluida, falta aún por saber quién será el ganador.

     La guerra tecnológica se ha centrado mediáticamente en desprestigiar e intentar bloquear la expansión de la tecnología 5G “china”, de la empresa privada Huawei, como exponente del avance chino en las nuevas tecnologías. Tampoco hay claro vencedor aún, sobre todo porque la globalización, que tan poco le gusta al Sr.Trump, ha posicionado a China con fuerza, más allá del bloque atlántico y ha abierto brechas en este mismo bloque, que el Sr. Trump considera tan suyo.

     La guerra “política” contra China es mucho más sutil, por cuanto se desarrolla, en gran parte, tras las bambalinas de  fuerzas poco visibles como los bulos o “fake news”, las redes sociales manipuladas, o se camufla bajo think tanks  beligerantes frente a la nueva potencia emergente. Como exponentes de esta guerra “política” ahí están las manifestaciones inacabables de Hong Kong, de tintes anarco liberales y vandálicos y de autorías dudosas, los apoyos al partido secesionista de Taiwan y su política al margen del consenso internacional, o todas las confabulaciones conspiranoicas alrededor del virus “chino”, el laboratorio de Wuhan que lo difundió, o la “alianza” de la OMS con China para camuflar su responsabilidad en la pandemia. Ahora se añade la acusación a China como plataforma activa contra la reelección del Sr. Trump, en una posición claramente electoral y lo que veremos en los próximos meses hasta noviembre, y más.

     Porque esta guerra “política” contra China va a continuar, probablemente se va a recrudecer, en proporción inversa al debilitamiento o fracaso  de la guerra “comercial” y la guerra “tecnológica”, y adquirirá formas más agresivas y cambiantes.

     El Sr. Trump incurre, además, en la trampa de Tucídides, porque, como  antiglobalista beligerante, ignora la realidad del mundo actual, ya multipolar, en el que otras potencias emergentes piden paso a participar en la gobernanza global, como India, Rusia, Brasil, Indonesia,…Pero, sobre todo, quiere ignorar o debilitar a su principal socio atlantista, la Unión Europea, que, aunque no renuncia a su anclaje atlántico, da muestras inequívocas, aunque aún balbucientes, de querer anclarse también en el bloque asiático. Como declara su alto representante y Vicepresidente, Josep Borrell, en la  entrevista  que realiza ECFR, el mayor think tank europeo, existe “un área  de colaboración muy fuerte entre Estados Unidos, China y la Unión Europea” y, por otra parte China tiene ya “un papel muy protagonista…y representa para la Unión Europea una oportunidad y un reto”.

     Así lo describe más ampliamente el largo documento de la Comisión Europea, de marzo 2019: “Unión Europea-China, una visión estratégica”, en el que, aceptando la rivalidad estratégica entre ambas potencias por sus diferentes modelos políticos, desarrolla un amplio abanico de ámbitos de colaboración y cooperación –las dos palabras más reiteradas en todo el documento-, como el multilateralismo, la posición conjunta frente al proteccionismo, las amplísimas relaciones comerciales, la inversión directa e inversa, la cooperación en la gobernanza global frente a la hegemonía… sin negar la competencia real, como dos grandes potencias con intereses propios.

     Y el Sr. Trump incurre en la trampa de Tucídides porque  ignora, seguramente,  la gran cercanía que existe entre la filosofía confuciana y la filosofía de la Ilustración europea, que puede facilitar en gran medida, a medio-largo plazo, el diálogo entre estas dos grandes potencias, más allá de las distancias que hoy las separan.

     Volviendo a Tucídides, en sus “Guerras del Peloponeso” describe cómo la nueva potencia, Atenas, se impone y, con ella se abre una nueva época de grandes cambios, que serán la cuna de la cultura griega y embrión de la civilización occidental. Como Allison analiza, el surgimiento de nuevas potencias facilita, en ocasiones  grandes cambios y avances para la humanidad

15 comentarios

  • Para Oscar Varela: explico la cercania entre filosofía confuciana y filosofía de la Ilustración europea en mis libros: es muy largo.Te ofrezco alguno de ellos en pdf si me das tu email. el mio es mmunoz.2@telfonica.net. Y vale pata otro amigos interesados. Sólo un dato: a Kant sus colegas le llamaban “el chino” por su admiración de China y su civilización. Un abrazo

    • oscar varela

      Gracias Marcelo!

      1- Ya le mandé Correo (olgoscar05@yahoo.com.ar)

      2- Ortega y Gasset escribió 2 Artículos sobre China.
      Hubo deseado viajar.

      3- El pensamiento más potente de Ortega se encuentra en su reflexión sobre la idea de “principio” en Leibniz.

      Abrazo!

  • javier mateo arana

    No se si estoy equivocado…pero por lo que veo, China se va haciendo presente por ese mundo, Africa, Am. Latina…sin la violencia que usa EE.UU, que invade matando.  Puede ser que Confucio, muy presente en la filosofía existencial del chino, explique ciertas cosas que para nosotros occidentales se nos antoja “de otro mundo”. De heco son cosas de otro muundo más humanista y más “espiritual”..

  • oscar varela

    Hola!

    Leo:

    -” la gran cercanía que existe entre la filosofía confuciana y la filosofía de la Ilustración europea“-

    REQUERIMIENTO

    El Sr. Muñoz o alguien que sepa de esa “cercanía

    ¿podría darme las pistas o ideas de qué se trataría?

    ¡Gracias!

  • Carmen

    Superinteresante el artículo.

    De alguna manera toca tangencialmente lo que pienso. O se dejan atrás ideas ya caducas o no sé avanzará. No creo que China sea modelos absoluto de nada. Ni Rusia. Ni EEUU, ni Europa…

    Habrá que ser ecléctico. Habrá que idear modelos nuevos, que ni idea los que puedan ser.

    En cuanto a la guerra, ya estamos en ella. Solamente que no se libra en un frente convencional.  Es una guerra diferente. Al menos así pienso.

    Y la única forma de firmar la paz y que no muera gente de hambre, o que destruyamos entre todos nuestro planeta sin necesidad de armas nucleares, es el diálogo, el razonamiento, abrir la cabeza a nuevas ideas. Cambiar eso que llaman escala de valores. Y ahí entra mi obsesión con la iglesia cristiana en general y la católica en particular. Podría hacer un papel muy, muy, muyyyyy importante, como lo ha hecho a lo largo de la historia. Pero tiene que cambiar profundamente. Abandonar esa idea de poseedora de la Verdad Absoluta.

    Pero bueno. Me canso un montonazo de repetir una vez y otra y ooootra lo mismo.  Y que se me tache de anticlerical. Es que la palabra misma es como para borrarla del diccionario.

    Pues hala. Adelante los clericales.

    De verdad que…uf. Tenía razón aquel señor. Qué cansinos somos los anticlericales. Somos unos irracionales que solamente queremos acabar con  La Verdad Absoluta .

    Mira…

    O sea…

     

  • oscar varela

    Hola!
     
    En torno a la contienda EEUU y CHINA
     
    El hecho que más grave presión ejerce hoy sobre las economías mundiales es la “globalización”. La pandemia viral, el desastre ecológico son, entre otras, sus consecuencias “globales”.
     
    La guerra –magistralmente definida por el viejo cardenal Borja en el Consejo Supremo de Castilla cuando en 1640 el Rey de España se encontró con la forzosidad de tener que declarar la guerra a Francia-, “la guerra es el remedio de las cosas que no tienen remedio”.
     
    Desde hace años vivimos bajo la terrible amenaza de una inmensa guerra. Chomsky está convencido de ello y nos viene alertando, aun post-pandemia viral. Vemos que esta última la ha traído a la superficie. Pero ¿es factible “la guerra” en este mundo de hoy, global? ¿No hay más “remedio”?
    (Nota para tranquilizar la belicosidad de Honorio: los “remedios” son “técnicas” a descubrir)
     
    Tal amenaza hace que los Estados se vean forzados a su preparación. Pero interesaría más llamar la atención sobre la posibilidad contraria. Es ya sorprendente no solo la perduración de esa amenaza de guerra, sino que, mirando al porvenir, no entrevemos cuándo ni cómo esa ame­naza va a cumplirse, de suerte que lo que en verdad vemos es solo una prolongación indefinida de la amenaza como tal.
     
    Esto lleva a algunos, que no son pocos, a pensar que esa guerra inminente no acontecerá nunca, y ello no por azar o accidente, sino por la razón más sustantiva, a saber: porque la guerra se ha hecho imposible a sí misma. Las nuevas armas son de tal potencia que con ellas la guerra deja de ser guerra y se convierte en total destrucción. Esto no es sino la otra posibilidad con que hay que contar.
     
    LA MUERTE DE LA GUERRA SERÍA ALGO COM­PLETAMENTE NUEVO EN LA HISTORIA HUMANA.
     
    Y cualesquiera sean los grados de su probabilidad, convendría que se fuese meditando sobre ella porque se trataría de una situación sin precedentes cuyas consecuencias no se han repre­sentado todavía los hombres.
     
    Imaginemos por un momento que esa posibilidad se convirtiese un día de estos en una notoria realidad. El júbilo de las gentes sería enorme. Por uno de sus lados, la guerra ha sido siempre una de las mayores pesadillas que han atormentado la existencia humana y he aquí que, súbitamente, esa forma terrible del destino se desvanecía. La contienda permanente entre pacifistas y belicistas quedaría eliminada.
     
    Esa sería la ocasión excelente para reflexionar un poco sobre lo que la guerra ha sido en la existencia, humana. Y entonces aparecería a nuestros ojos con plena claridad que la guerra no es una herencia de la vida animal —los animales no son guerreros— ni un instinto morboso que en nuestra especie hubiese surgido, sino que la guerra fue un invento humano. De este invento, como de casi todos los inventos, se ha abusado empleándolo muchas veces con trágica frivolidad. Pero el abuso es siempre el parásito de algo que tenía sentido, aunque en este caso el sentido fuese terrible.
     
    La guerra, contemplada en su conjunto, como el hecho enorme que ha torturado la historia humana, ha sido, en efecto, un recurso extremo, y porque ha habido siempre conflictos entre los pueblos, que no admitían una auténtica solución, tuvieron los humanos que inventar el instrumento inhumano de la contienda.
     
    Mas he aquí que ahora se presenta la posibilidad de que ese instrumento se haya anulado a sí mismo, que la guerra sea impo­sible. ¿Cómo van a resolverse los conflictos que hasta ahora no tenían y que aun hoy no tienen solución? Es evidente que la huma­nidad se encontraría, en esta hipótesis, urgentemente comprometida a movilizar los cerebros para inventar principios que sustituyan a la guerra, soluciones para lo que hasta ahora no tenía solución.
    Por eso, no bastaría, en el caso de esta posibilidad, con sentir júbilo. Hay obligación de ver con perfecta claridad el tremendo problema que surge tras de la posible muerte de la guerra.
     
    Y no se trata de un tema académico que despierte la fruición in­telectual de temperamentos teóricos. Porque en cierto modo y grado, es una realidad que está ya ahí. Pues no hace falta decidir si la guerra es ya imposible. Basta con advertir lo que parece incuestionable, a saber: que es ella tan difícil que prácticamente no se admite por ningún país la resolución de suscitarla.
     
    Y esto trae consigo lo que se debe temer más: a que se habitúen las naciones a no resolver los problemas, a que estos se perpetúen y a que la amenaza de guerra continúe indefinidamente gravitando sobre la vida colectiva. No hay cosa que pueda afectar e interesar más a los hombres que directamente conducen el proceso de la producción sino esa perpetuación de los problemas fundamentales, tanto económicos como políticos, que sufren actual­mente nuestros pueblos.
     
    Trátase, por tanto, de un grandioso proyecto. La paz —no esta o aquella pequeña paz como tantas que la historia conoce, sino la paz como forma estable, acaso definitiva, de convivencia entre los pueblos— no es un puro deseo, es una cosa y, por tanto, como tal ne­cesita ser fabricada. Para ello es menester encontrar nuevos y radicales principios del derecho. ¿Por qué no hemos de esperar que lo consigamos?

  • Honorio Cadarso

    Vale, Rodrigo, el último enfrentamiento, que lo has pasado por encima,, ha sido el de ChangKaiChek y Mao, y luego de los actuales dirigentes con Mao que eliminaron el modelo soviético y han impuesto este otro con la economía de mercado. En todo caso, importa definir quién ha sido en cada guerra el agresor y quién el agredido…que tampoco lo haces.

    Pero está claro que hoy  una guerra USA-China no resulta viable, y la agresividad no la exhibe China sino USA.

    Y que el texto de Marcelo Muñoz plantea muchos más temas y pronósticos que valdría la pena estudiar y debatir..Me apunto a la sugerencia del segundo participante en el debate; es bueno bajar de las alturas de Ortega y Gasset y hablar de lo que pasa en nuestro planeta.

     

     

  • Gonzoalo Haya

    Es muy de agraddecer que entren nuevas corrientes de aire fresco que aporten experiencias de ottras regiones, aunque no conozcamos sus entresijos.

  • Rodrigo Olvera

    Cuando el clan Shang empezó a emerger como potencia regional y el clan Xia a declinar, el proceso llevó a un enfrentamiento bélico que terminó con la reducción de los sobrevivientes dinásticos Xia a un pequeño feudo de los Shang. Claro, históricamente se ha considerado a la dinastía Xia – y por tanto al enfrentamiento con los Shang- como mitológica, aunque recientes descubrimientos han reabierto el debate.

    Cuando el clan Zhou empezó a emerger y el can Shang a declinar, el proceso llevó a un enfrentamiento bélico que se decidió a favor de los Zhou en la batalla de Muye; reduciendo al clan Shang a un feudo de los Zhou.

    Cuando el clan Shen empezó a emerger y el clan Zhou (para diferenciación se les ubica como los Zhou Occidentales) a declinar, el proceso llevó a un enfrentamiento bélico que tuvo como punto culminante el ataque sobre la corte de los Zhou en Haojing. En este caso el proceso no convirtió a la potencia declinante en feudo de la emergente: el clan Zhou trasladó su corte a Chengzhou (a partir de entonces se les identifica como Zhou Orientales), y el territorio quedó dividido entre pequeños estados donde no hay una hegemonía clara. A este periodo de la historia china se le conoce como el periodo de Los Estados Combatientes. Sí, los enfrentamientos bélicos eran el medio principal de buscar emerger como potencia.  Finalmente el estado Qin emerge como potencia, sometiendo mediante conflicto bélico al resto de Estados.

    A partir de la emergencia del estado Qin, queda unificado el territorio en un sólo Estado, el imperio chino; de modo que los cambios de dinastías ya no son declive y emergencia de estados independientes, sino declive y emergencia de factores reales de poder dentro del imperio chino, con algunas excepciones.

    Al finalizar la dinastía Han, se crearon tres estados independientes (Wei, Wu y Shu-Han). A este periodo se le conoce  como el periodo de Los Tres Reinos. La disputa por la preponderancia se definió mediante una sucesión de conflictos bélicos entre dichos estados. Primero el reino Wei destruyó al reino  Shu. Luego, los Jin se hicieron con el reino Wei. Finalmente el reino Wei -ahora dominado por el clan Jin – conquistó al reino Wu. Así se dió la reunificación de China bajo la dinastía Jin

    Durante la dinastía Jin, los pueblos nómadas del norte empezaron a emerger como estados. El proceso llevó a enfrentamientos bélicos entre el imperio Chino y tales estados emergentes.  El proceso se definió con la emergencia como potencia regional del pueblo Tuoba, pero sin lograr el someetimiento de la dinastía Jin. “China” queda dividida en dos estados, uno al norte y otro al sur. Varias dinastías se suceden tanto en el norte como en el sur

    Al emerger como potencia el norte (en ese momento, bajo la dinastía Sui) y declinar el sur (en ese momento bajo la dinastía Chen) el proceso llevó a un enfrentamiento bélico, que culminó con la unificación de “China” bajo la dinastía Sui.

    Al colapsar la dinastía Tang, el territorio se divide en diez reinos independientes al sur y un reino al norte pero con tanta inestabilidad que se suceden cinco dinastías en un breve periodo. Los enfrentamientos bélicos entre los diez reinos del sur por obtener la hegemonía posibilitó la reunificación mediante enfrentamientos bélicos, reunificación que da origen a la dinastía Song

    Al emerger como potencia el pueblo mongol, el proceso llevó a un enfrentamiento bélico con el pueblo chino (unificado bajo la dinastía Song), que culminó con la conquista de China por los mongoles, quienes establecieron la dinastía  Yuan

    Al emerger como potencia regional el pueblo Yurchen en Manchuria y declinar como potencia el imperio chino, en ese momento bajo la dinastía Ming, el proceso llevó a un enfrentamiento bélico que se decidió a favor de los manchúes, quienes se apropian del imperio chino promulgando la dinastía Qing.

    Durante la dinastía Qing emergen como potencias regionales los países occidentales llegados a la región. El proceso llevó a un enfrentamiento bélico (conocido como La guerra del Opio) que se definió a favor de las potencias occidentales; las cuales no se apropiaron del imperio sino en términos prácticos mantuvieron a la dinastía Qing como soberanos títeres. Hasta que llegó la revolución que creó la República.

     

    Este largo recuento histórico de emergencia y declive de potencias regionales no permite estar de acuerdo con la afirmación de Marcelo de que un enfrentamiento bélico entre China y Estados Unidos es imposible, porque no encaja con la experiencia histórica china. Durante la mayor parte de los hechos de este recuento, la cosmovisión predominante fue el ruismo (llamado confucionismo), aunque hubo periodos de preponderancia del legalismo, y otros periodos de preponderancia de un sincretismo entre ruismo, budismo y taoismo denominado neo-confucionismo. Lo menciono porque este hecho no permite estar de acuerdo en que una guerra entre Estados Unidos y China es imposible, por no ser compatible con los valores filosóficos y políticos del confucionismo-taoismo; pues ni el confucionismo ni el taoismo ni el neoconfucionismo evitaron que las potencias regionales emergentes usaran la guerra para imponerse y proclamar la creación de nuevos reinos independientes y/o nuevas dinastías.

     

    Sí que estoy de acuerdo con Marcelo en que la tesis de que es inevitable el enfrentamiento bélico es falaz. Pero, me parece, es igual de falaz proclamar que tal enfrentamiento es imposible por la experiencia histórica china y los valores confucionistas-taoístas.

     

    Abrazos y esperanzas