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La solución de la crisis no está en alinearse con los USA

        El proceso actual de globalización revela, a mi modo de ver, dos tendencias básicas: la globalización monopolar hegemonizada por Estados Unidos, respaldados por las grandes corporaciones económico-financieras. Marcada por la homogeneización de todo. Dicho en un lenguaje pedestre, sería una hamburguerización del mundo: la misma hamburguer con la misma fórmula, consumida en USA, en Rusia, en Japón, en China y en Brasil.

        La otra tendencia es multipolar, prevé varios polos de poder, con distintos centros decisorios pero todos dentro de la misma Casa Común, una, compleja, amenazada de ruina. China hegemoniza esta tendencia.

        Predomina la monopolar. El “America first” de Trump significa “solo América”. Sólo ella, dicen, tiene intereses globales y se arroga el derecho de intervenir allí donde esos intereses están amenazados o pueden ser extendidos, ya sea mediante guerras directas o delegadas, como Trump pretendía con Brasil ante la crisis en Venezuela, sin considerar los contratos y leyes internacionales.

        La estrategia de EEUU, radicalizada después del atentado a las Torres Gemelas, es garantizar su hegemonía mundial mediante los medios de destrucción masiva en primer lugar (pueden matar a todo el mundo) y después por la economía capitalista y por la ideología (Hollywood desempeña un gran papel en eso), que es una forma de guerra blanda (guerra híbrida) pero efectiva para conquistar mentes y corazones por la vía simbólica y por el imaginario, bajo el supuesto signo de la democracia y de los derechos humanos.

        Pero el gran medio de dominación es la economía de carácter capitalista neoliberal. Esta tiene que ser impuesta a todo el mundo (China se dejó ganar por ella para fortalecerse económicamente). Esto se hace a través de las grandes corporaciones globalizadas y sus aliados nacionales. Esta es la gran arma, pues la otra, la bélica, funciona como disuasión y como un espantapájaros, pues puede destruir a todos, inclusive a quien la usa.

        Quien gane la carrera de la innovación tecnológica, especialmente la militar pero también la económica, conseguirá la hegemonía mundial.

        ¿Qué tiene que ver todo esto con la actual situación política y económica de Brasil? Tiene todo que ver. Con el presidente Jair Bolsonaro se hizo una opción clara por la alineación irrestricta y sin contrapartida con las estrategias de hegemonía mundial de EEUU.

        En los altos niveles militares y en las elites adineradas se esgrime el siguiente argumento: no tenemos ninguna posibilidad de ser una gran nación, aunque tengamos todas las condiciones objetivas para ello. Llegamos atrasados y no participamos del pequeño grupo que decide los caminos del mundo. Hemos sido colonia y se nos impone una recolonización para abastecer de materias primas naturales (commodities) a los países avanzados. Es forzoso incorporarse al más fuerte, en este caso los Estados Unidos, como socios agregados con las ventajas económicas concedidas al selecto grupo transnacionalizado que da sustentación a esta opción. Aquí faltó una inteligencia más soberana para buscar un camino propio en relación dialéctica con las grandes potencias actuales.

        Las grandes mayorías pobres no cuentan. Son ceros económicos. Producen poco y no consumen casi nada. De la dependencia pasan a la prescindencia.

        ¿Cuál es el cambio que ha ocurrido en Brasil en los últimos años? La cúpula superior del ejército, los generales que tienen tropa a su mando (estos son los que cuentan) habrían abrazado esta tesis. Habrían dejado en segundo plano un proyecto de nación autónoma. La seguridad de la cual son responsables estaría garantizada ahora por EEUU con su aparato militar y sus más de 800 bases militares repartidas por todo el mundo. Esta adhesión implica también incorporar la economía de cariz liberal (entre nosotros ultraliberal) y la democracia representativa, aunque sea de baja intensidad.

        Con el actual Presidente, Brasil ha sido ocupado por los militares. El ex capitán, hecho jefe de Estado, es la cabeza visible de este proyecto, implantado abruptamente en Brasil. Para esta diligencia se hace necesario debilitar todo lo que nos hace un país-nación: la industria debe entrar en un ritmo lento y ser sustituida por las importaciones; las instituciones con signos democráticos y nacionalistas, mantenidas, pero hechas ineficientes; las universidades públicas, desmontadas, para dar lugar a las privadas y asociadas a las grandes empresas, pues éstas necesitan cuadros formados en ellas para poder funcionar.

        Las pequeñas peleas internas entre el astrólogo de Virginia y los militares son irrelevantes. Ambos tienen el mismo proyecto básico de adhesión a los Estados Unidos y al neoliberalismo pero con una diferencia. Los olavistas son toscos, rudos, con un lenguaje vulgar. Los militares acuden con aires de educación y de civismo queriendo inspirar confianza, pero tienen el mismo proyecto de base. También la misma adhesión a los EEUU. Resignados, admiten que en la nueva guerra fría entre EEUU y China tenemos que optar por EEUU o ser tragados por China, renunciando así a un camino soberano en medio de las tensiones entre las grandes potencias.

        Veo dos vías, entre otras, de enfrentamiento:

        La vía ecológica: todos estamos dentro del antropoceno, era en la que el ser humano está desestabilizando aceleradamente todo el sistema-vida y el sistema-Tierra. Los sabios y científicos nos advierten que, si no cambiamos, podremos conocer un desastre ecológico social que puede destruir gran parte de la biosfera y de nuestra civilización. Así el propio sistema capitalista y su cultura perderían sus bases de sustentación. Los supervivientes tendrían que pensar en un plan Marshall global para rescatar lo que quedara de la civilización y restaurar la vitalidad de la Madre Tierra.

        La vía política: una masiva manifestación popular, un tsunami de gente en las calles, protestando y rechazando ese modelo anti-pueblo y anti-vida. Los generales se sentirían atrapados por las acusaciones de anti-patriotismo, provocando una división interna entre los que apoyan a las calles y los que se resisten. Los políticos lentamente irían adhiriéndose porque no verían otra alternativa. De esta forma podría surgir un movimiento alternativo y contrario al orden vigente.

        Podría haber mucha violencia en ambos lados. No sería descartable una intervención norteamericana, ya que sus intereses son globales, especialmente teniendo como objetivo la Amazonia. Queda por saber si Rusia y China tolerarían esta intervención. Lo peor que podría suceder sería crear una especie de Siria en nuestro territorio. El escenario es sombrío pero no imposible, se sabe que hay halcones en los órganos de seguridad que no descartan esa posibilidad.

        A nosotros nos cabe secundar la vía política con los riesgos que implica. No perdamos la oportunidad de confiar en nuestras virtualidades, especialmente en lo que concierne a la riqueza ecológica, y de tener importancia en la determinación del futuro de la humanidad y del planeta vivo, la Tierra.

        Lo más importante es presentar una alternativa viable de otro tipo de Brasil, soberano, con una democracia participativa, justo, abierto al mundo y dispuesto, por su capital natural, a ser la mesa puesta para las hambrunas del mundo entero.

        *Leonardo Boff es ecoteólogo, filósofo y escritor.

        Traducción de Mª José Gavito Milano

       

       

2 comentarios

  • George R Porta

    Leo: «La estrategia de EEUU, radicalizada después del atentado a las Torres Gemelas, es garantizar su hegemonía mundial mediante los medios de destrucción masiva en primer lugar (pueden matar a todo el mundo) y después por la economía capitalista y por la ideología (Hollywood desempeña un gran papel en eso), que es una forma de guerra blanda (guerra híbrida) pero efectiva para conquistar mentes y corazones por la vía simbólica y por el imaginario, bajo el supuesto signo de la democracia y de los derechos humanos.»

    El error de Boff es que cree que la radicalización de la estrategia expansiva estadounidense se deba al segundo bombardeo del World Trade Center de N. York. Se debe, en realidad, a que la formación británica que recibieron los fundadores del país y de la ideología que sustenta su política en relación con las naciones vecinas, hizo que el país surgiera de una ideología imperialista, la del Imperio protestante británico y su odio a la Europa papista que aún subsiste (Brexit).

    Tan expansivo como W. Churchill era F. D. Roosevelt y ninguno de los dos tuvo escrúpulos al dejar que Stalin entrara primero en Berlín y expandiera sus fronteras para apoderarse de un montón de naciones que no habían otorgado el consentimiento para ser controladas desde Moscú.

    Latinoamérica sabe de estas ambiciones expansionistas.

    Cuba, en particular, cuando se desangraban los insurrectos cubanos en la guerra del 95, esperando por la prometida y cacareada ayuda estadounidense, secretamente el presidente norteamericano trataba de comprar a la corona, sobornarla en realidad, para que saliera de su bancarrota a cambio de Cuba, P. Rico, Filipinas y otras islas, mientras mantenía en la oscuridad a los patriotas cubanos, los cuales tampoco eran ángeles, pero se exponían a morir no empujaban a otros a la muerte. Cuando la guerra terminó, la reina española tuvo que imponer su criterio en la medida que pudo una perdedora para exigir y obtener que los cubanos al menos pudieran presenciar a distancia el tratado de paz firmado en Versalles. A eso siguió la ocupación que se apropió de mucha tierra y dejó la cabeza de playa de Guantánamo y la espada de Damocles de la Enmienda Platt.

    Nada de esto es noticia y quizás si los países que aún conservan alguna autonomía o pueden ejercer su soberanía se agruparan como han intentado, pero liberándose primero de la corrupción interna que devora desde dentro de ellos mismos, quizás entonces repito, sea posible negociar una paz duradera y todavía salvar el planeta.

    Eso sí, quizás hablo de otra utopía y por lo tanto de algo que quizás no puede tener futuro.

  • George R Porta

    Estoy de acuerdo, sin reservas, con la idea de que la polaridad política en el contexto de la compleja realidad social y sus poliédricas apariencias de hoy día no pueda ser impedida. También creo que los USA no ofrecen nada a los países que se decidan a ejercer su soberanía, porque el precio de la alianza siempre, siempre, ha sido el de someterse a la expoliación y la transculturación desventajosa.

    Tengo dificultad al comprender cómo Boff puede concebir una entidad multipolar que tolere que uno de sus componentes ejerza hegemonía sobre el todo.

    Buscando una explicación simple del término, recurrí al DRAE y esto es lo que dice al respecto de «hegemonía, Del gr. ἡγεμονία hēgemonía ‘dirección, jefatura’. 1. f. Supremacía que un Estado ejerce sobre otros. 2. f. Supremacía de cualquier tipo.»

    Quizás se repita la historia de aquellos «Países no Alineados» que fallaron pero que quizás puedan intentar de nuevo ofrecer una alternativa.