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El Cristo cósmico: una espiritualidad del universo

BoffUna de las búsquedas más persistentes entre los científicos que vienen generalmente de las ciencias de la Tierra y de la vida es la de la unidad del Todo. Dicen: «debemos identificar la fórmula que explica todo y así captaremos la mente de Dios». Esta búsqueda tiene como nombre  “la Teoría de la Gran Unificación” o “la Teoría Cuántica de los Campos”, o por el pomposo nombre de “La Teoría de Todo”. Por más  esfuerzos que hayan hecho todos acaban frustrándose o como el gran matemático Stephen Hawking, abandonando, por imposible,  esta pretensión. El universo es por demás complejo para ser aprehendido por una única fórmula.

         Sin embargo, investigando sobre las partículas subatómicas, más de cien, y las energías primordiales, se ha llegado a percibir que todas ellas remiten al llamado «vacío cuántico» que de vacío no tiene nada porque es la plenitud de todas las potencialidades. De ese Fondo sin fondo han surgido todos los seres y todo el universo.  Se representa como un vasto océano, sin márgenes, de energía y de virtualidades. Otros lo llaman  “Fuente Originaria de los Seres” o el “Abismo alimentador de Todo”.

         Curiosamente, uno de los mayores cosmólogos, Brian Swimme, lo denomina lo Inefable y lo Misterioso (The Hidden Heart of the Cosmos, 1996). Pues bien, estas son características que las religiones atribuyen a  la Realidad Última, que es llamada con mil nombres, Tao, Yavé, Alá, Olorum, Dios. El Vacío grávido de Energía si no es  Dios (Dios es siempre mayor) es su mejor metáfora y representación.

         Lo fundamental no es la materia sino ese vacío grávido. Ella es una de las emergencias de esta Fuente Originaria. Thomas Berry, el gran ecólogo/cosmólogo norteamericano, escribió: «Necesitamos sentir que nos carga la misma energía que hizo surgir la Tierra, las estrellas y las galaxias. Esa misma energía hizo surgir todas las formas de vida y la conciencia refleja de los humanos. Ella es la que inspira a los poetas, los pensadores y los artistas de todos los tiempos.  Estamos inmersos en un océano de energía que va más allá de nuestra comprensión. Pero esa energía en última instancia nos pertenece, no por la dominación sino por la invocación» (The Great Work, 1999, 175), es decir, abriéndonos a ella.

Si es así, todo lo que existe es una emergencia de esta energía fontal: las culturas, las religiones, el propio cristianismo e incluso las figuras como Jesús, Moisés, Buda y cada uno de nosotros. Todo venía siendo gestado dentro del proceso cosmogénico en la medida en que surgían órdenes más complejos, cada vez más interiorizados e interconectados con todos los seres. Cuando se da determinado nivel de acumulación de esa energía de fondo, entonces ocurre la emergencia de los hechos históricos y de cada persona singular.

         Quien vio esta gestación de Cristo en el cosmos fue el paleontólogo y místico Teilhard de Chardin (+1955), aquel que reconcilió la fe cristiana con la idea de la evolución ampliada y con la nueva cosmología. El distingue lo «crístico» de lo «cristiano». Lo crístico se presenta como un dato objetivo dentro del proceso de la evolución. Sería aquel eslabón que une todo con todo. Porque estaba dentro de ella pudo irrumpir un día en la historia en la figura de Jesús de Nazaret, aquel por quien todas las cosas tienen su existencia y consistencia, en el decir de San Pablo.

Por eso, cuando lo crístico es reconocido subjetivamente y se transforma en contenido de la conciencia de un grupo, se transforma en «cristiano». Entonces surge el cristianismo histórico, fundado en Jesús, el Cristo, encarnación de lo crístico. De aquí se deriva que sus raíces últimas no se encuentran en la Palestina del siglo primero, sino dentro del proceso de la evolución cósmica.

San Agustín escribiendo a un filósofo pagano (Epistola 102) intuyó esta verdad: «La que ahora recibe el nombre de religión cristiana existía anteriormente y no estuvo ausente en el origen del género humano, hasta que Cristo vino en la carne; fue entonces cuando la verdadera religión que ya existía, empezó a ser llamada cristiana».

En el budismo se hace un razonamiento parecido. Existe la budeidad (la capacidad de iluminación) que venía forjándose a lo largo del proceso evolutivo hasta que irrumpió en Sidarta Gautama que se volvió Buda. Este solo pudo manifestarse en la persona de Gautama porque la budeidad estaba antes en el proceso evolutivo. Entonces se volvió Buda como Jesús se volvió Cristo.

Cuando esta comprensión es interiorizada hasta el punto de transformar nuestra percepción de las cosas, de la naturaleza, de la Tierra y del universo, entonces se abre el camino a una experiencia espiritual cósmica, de comunión con todo y con todos. Realizamos por esta vía espiritual lo que los científicos buscaban por la vía de la ciencia: un eslabón que unifica todo y lo atrae hacia delante.

Leonardo Boff es articulista del JB online y escribió El Evangelio del Cristo cósmico, 2010.

<small>Traducción de Mª José Gavito Milano</small>

10 comentarios

  • Pablo Osés

     
    Isidoro
     

     
    Me encanta tu loa de la Inteligencia, astucia incluida, como categoría Suprema del Universo.
     

     
    Me gusta más pensar en la Inteligencia como vía hacia la Bondad, y a la Bondad como meta de la Inteligencia. En vez de la Bondad como una consecuencia de la Inteligencia. Cuando digo Bondad digo Amor.
     

     
    Me gusta menos ese mundo espiritual paralelo, poco protagonista, que sólo guarda y almacena el trabajo espirirual de aquí y nos estimula.
     

     
    Prefiero como evidente que ese mundo espiritual paralelo además y sobre todo sigue creando y amando.
     

  • Isidoro García

    Necesito hacer algunos apuntes aclaratorios en defensa del relato-hipótesis o modelo de la realidad espiritual expuesto ayer.

    El primero, que no es una especulación arbitraria y personal más, sino que está basado en intentar que refleje de verdad la realidad espiritual.

    Hay tres condiciones para que un modelo sea satisfactorio: que contenga la menor cantidad de elementos arbitrarios posible, que concuerde con las observaciones y que realice “predicciones” que no lo desmientan.

    Pero a pesar de los esfuerzos, es inevitable que un modelo sobre algo desconocido siempre nos resulte extraño. Y es un campo propicio a grandes hallazgos y también a grandes errores. Decía Heidegger que “el que piensa a lo grande, yerra a lo grande”.

    Este modelo, concuerda con varias observaciones sobre el mundo espiritual. Por una parte recoge la realidad de la “ausencia” de Dios, que grandes teólogos del siglo XX ya señalaron, como Bonhoeffer. Parece como si Dios no existiese, o no estuviese cerca, o no actuase. Sin embargo la espiritualidad base del siglo XXI, también muchos teólogos señalan que debe basarse en presentir su “sombra”, sus huellas, su presencia.

    Una “presencia”, no en persona, sino en su “obra”, y no solo me refiero a la obra del Universo, (para los deístas), sino en la existencia real de una Organización secreta y oculta, de la que no se ve nada mas que sus efectos en nuestra mente, (el “Espíritu”).

    Por otra parte concuerda con otra observación espiritual. Y es la falacia del “providencialismo”, esquema teórico muy válido para una humanidad infantil, pero que ya en los primeros años de madurez, ya no es sostenible.

    Si Bonhoeffer decía que la ausencia de Dios, nos “está matando”, también nos “mata”, la insistencia en una providencia divina, que la realidad ve ausente en todo momento y lugar que miremos.

    Ya he contado alguna otra vez, el cuento del rito de iniciación a la madurez, que pasó un niño-joven, que iba con su padre a recoger leña al monte con su padre.

    Un día el padre ya no pudo ir, y tuvo que ir solo, con su burro. Y él tenía miedo de que se le cayese la carga del burro, y no pudiese recargarla. Y su padre le dijo: “Si te pasa eso, llamas a gritos a la Necesidad, y vendrá a ayudarte”.   

    Así sucedió, y no vino nadie. Y él se desesperó y lloró, hasta que pasado el tiempo, acabó por ir recargando él solo la leña en el burro. Ese día se hizo un hombre maduro.

    Pues lo mismo nos pasa a la humanidad moderna, respecto a la Necesidad-Dios. Ya es tiempo que maduremos.

    Lo anterior, no era malo, ni era erróneo: era algo muy válido para otra época humana cultural y evolutiva. Los tiempos están cambiando para todos, y hay que adaptarse bajo el riesgo de fosilizarse.

    Por último este modelo camina en la misma dirección en que se ve que camina la historia y la misma evolución del Universo: hacia una humanidad mejor, más perfeccionada y bien organizada, objetivo por lo que luchan mucha gente, creyentes y nos creyentes.

    Hay una idea muy extendida en el mundo de la espiritualidad, (tanto en sus corrientes tradicional como progresista), que sostiene que el bienestar y la prosperidad material, conseguidos con el progreso científico y tecnológico, lleva consigo inevitablemente un empobrecimiento espiritual. Y por ello se oyen muchas voces sobre el avance de una “ciencia sin conciencia”, que esclaviza moralmente a sus beneficiarios.

    Esta corriente es una continuación inconsciente de la corriente masoquista que afirma que la ascética rigurosa es el único camino para tener una vida espiritual. Y que el dolor y el sufrimiento es la una vía para el enriquecimiento espiritual, (Madre Teresa). Grandes maestros se han opuesto a esa visión, pero siempre han ido a contracorriente de las doctrinas tradicionales imperantes.

    La espiritualidad enseña que el uso de la inteligencia, no solo puede sino que es la única manera válida de resolver los problemas de gestión de la vida del humano.

    Hay dos parábolas evangélicas, que tratan explícitamente sobre este tema, y que quizás no por casualidad, han sido muy mal comprendidas y por ello muy ignoradas, incluso por gente religiosa. Una es la parábola del administrador infiel, y la otra la de los talentos.

    La del mayordomo infiel, es para muchos, una fuente de confusión. Viene a decir que un gestor, antes  incluso que bueno, debe ser astuto, inteligente. Es un canto a la inteligencia como suprema fuente de la ética y la moralidad.

    Para gente con una visión chata, estos conceptos serán escandalosos, pero no nos pueden asombrar si consideramos que la Inteligencia es la Esencia de la Divinidad, y la categoría suprema del Universo. La bondad es una consecuencia de la Inteligencia, y una conducta inmoral es fruto de una inteligencia, o patológica o insuficiente.

    Esa es la clave que concilia la supuesta contradicción del consejo evangélico: “Sed inocentes como palomas y astutos como serpientes”.

    En la parábola de los talentos, se incita a que sin miedo y con diligencia, pongamos en funcionamiento los talentos y conocimientos de que dispongamos.

    Parece un canto al activismo y a dar martillazos den o no den en el clavo. Se recrimina al criado que por miedo o pereza se limita a devolver sin arriesgar, los talentos encomendados por el dueño.

    Falta en la parábola, el caso del siervo que invierte con valor y esfuerzo, y pierde parte o todo de lo invertido. El espíritu de la parábola indica que sería más alabado que el siervo no diligente y menos alabado que el diligente y además “astuto”.

    Acababa ayer con la idea de que “no hay mejor práctica que una buena teoría”. Si nos cegamos en una práctica sin un análisis suficiente de la realidad, nos condena a un meritorio pero frustrante esfuerzo.

    Como me decía mi madre de pequeñito: “a un llenar el camino de huellas”.

  • Isidoro García

    Necesito hacer algunos apuntes aclaratorios en defensa del relato-hipótesis o modelo de la realidad espiritual expuesto ayer.

    El primero, que no es una especulación arbitraria y personal más, sino que está basado en intentar que refleje de verdad la realidad espiritual.

    Hay tres condiciones para que un modelo sea satisfactorio: que contenga la menor cantidad de elementos arbitrarios posible, que concuerde con las observaciones y que realice “predicciones” que no lo desmientan.

    Pero a pesar de los esfuerzos, es inevitable que un modelo sobre algo desconocido siempre nos resulte extraño. Y es un campo propicio a grandes hallazgos y también a grandes errores. Decía Heidegger que “el que piensa a lo grande, yerra a lo grande”.

    Este modelo, concuerda con varias observaciones sobre el mundo espiritual. Por una parte recoge la realidad de la “ausencia” de Dios, que grandes teólogos del siglo XX ya señalaron, como Bonhoeffer. Parece como si Dios no existiese, o no estuviese cerca, o no actuase. Sin embargo la espiritualidad base del siglo XXI, también muchos teólogos señalan que debe basarse en presentir su “sombra”, sus huellas, su presencia.

    Una “presencia”, no en persona, sino en su “obra”, y no solo me refiero a la obra del Universo, (para los deístas), sino en la existencia real de una Organización secreta y oculta, de la que no se ve nada mas que sus efectos en nuestra mente, (el “Espíritu”).

    Por otra parte concuerda con otra observación espiritual. Y es la falacia del “providencialismo”, esquema teórico muy válido para una humanidad infantil, pero que ya en los primeros años de madurez, ya no es sostenible.

    Si Bonhoeffer decía que la ausencia de Dios, nos “está matando”, también nos “mata”, la insistencia en una providencia divina, que la realidad ve ausente en todo momento y lugar que miremos.

    Ya he contado alguna otra vez, el cuento del rito de iniciación a la madurez, que pasó un niño-joven, que iba con su padre a recoger leña al monte con su padre.

    Un día el padre ya no pudo ir, y tuvo que ir solo, con su burro. Y él tenía miedo de que se le cayese la carga del burro, y no pudiese recargarla. Y su padre le dijo: “Si te pasa eso, llamas a gritos a la Necesidad, y vendrá a ayudarte”.   

    Así sucedió, y no vino nadie. Y él se desesperó y lloró, hasta que pasado el tiempo, acabó por ir recargando él solo la leña en el burro. Ese día se hizo un hombre maduro.

    Pues lo mismo nos pasa a la humanidad moderna, respecto a la Necesidad-Dios. Ya es tiempo que maduremos.

    Lo anterior, no era malo, ni era erróneo: era algo muy válido para otra época humana cultural y evolutiva. Los tiempos están cambiando para todos, y hay que adaptarse bajo el riesgo de fosilizarse.

    Por último este modelo camina en la misma dirección en que se ve que camina la historia y la misma evolución del Universo: hacia una humanidad mejor, más perfeccionada y bien organizada, objetivo por lo que luchan mucha gente, creyentes y nos creyentes.

    Hay una idea muy extendida en el mundo de la espiritualidad, (tanto en sus corrientes tradicional como progresista), que sostiene que el bienestar y la prosperidad material, conseguidos con el progreso científico y tecnológico, lleva consigo inevitablemente un empobrecimiento espiritual. Y por ello se oyen muchas voces sobre el avance de una “ciencia sin conciencia”, que esclaviza moralmente a sus beneficiarios.

    Esta corriente es una continuación inconsciente de la corriente masoquista que afirma que la ascética rigurosa es el único camino para tener una vida espiritual. Y que el dolor y el sufrimiento es la una vía para el enriquecimiento espiritual, (Madre Teresa). Grandes maestros se han opuesto a esa visión, pero siempre han ido a contracorriente de las doctrinas tradicionales imperantes.

    La espiritualidad enseña que el uso de la inteligencia, no solo puede sino que es la única manera válida de resolver los problemas de gestión de la vida del humano.

    Hay dos parábolas evangélicas, que tratan explícitamente sobre este tema, y que quizás no por casualidad, han sido muy mal comprendidas y por ello muy ignoradas, incluso por gente religiosa. Una es la parábola del administrador infiel, y la otra la de los talentos.

    La del mayordomo infiel, es para muchos, una fuente de confusión. Viene a decir que un gestor, antes  incluso que bueno, debe ser astuto, inteligente. Es un canto a la inteligencia como suprema fuente de la ética y la moralidad.

    Para gente con una visión chata, estos conceptos serán escandalosos, pero no nos pueden asombrar si consideramos que la Inteligencia es la Esencia de la Divinidad, y la categoría suprema del Universo. La bondad es una consecuencia de la Inteligencia, y una conducta inmoral es fruto de una inteligencia, o patológica o insuficiente.

    Esa es la clave que concilia la supuesta contradicción del consejo evangélico: “Sed inocentes como palomas y astutos como serpientes”.

    En la parábola de los talentos, se incita a que sin miedo y con diligencia, pongamos en funcionamiento los talentos y conocimientos de que dispongamos.

    Parece un canto al activismo y a dar martillazos den o no den en el clavo. Se recrimina al criado que por miedo o pereza se limita a devolver sin arriesgar, los talentos encomendados por el dueño.

    Falta en la parábola, el caso del siervo que invierte con valor y esfuerzo, y pierde parte o todo de lo invertido. El espíritu de la parábola indica que sería más alabado que el siervo no diligente y menos alabado que el diligente y además “astuto”.

    Acababa ayer con la idea de que “no hay mejor práctica que una buena teoría”. Si nos cegamos en una práctica sin un análisis suficiente de la realidad, nos condena a un meritorio pero frustrante esfuerzo.

    Como me decía mi madre de pequeñito: “a un llenar el camino de huellas”.

  • Isidoro García

    Amigo Palo Osés: Tu comentario y el anterior de Oscar, me dan el pretexto de soltar un pequeño rollo sobre el “Cristo Cósmico”. Perdón por el rollo. Y a los escépticos y muy amigos de lo concreto: paciencia.
     
    Hablar del “Cristo Cósmico”, es hablar de esoterismo, o sea de lo desconocido. Y muchos dirán que si una cosa no la conocemos, lo mejor es no decir nada de ella. Y llevan razón.
    Pero hay una llave de oro del esoterismo que es la Tabla Esmeralda, de los filósofos herméticos alejandrinos, y atribuida a revelación del mismo Hermes Trismegisto, que se expresa así: “Lo de abajo es como lo de arriba, y lo de arriba es como lo de abajo, para obrar el milagro de que todo es una sola cosa”.
     
    Y también Dionisio Areopagita nos enseña que “Por la materia podemos elevarnos hasta los arquetipos inmateriales”.
    Y también nos ayuda a hacernos una idea la teoría de las correspondencias del visionario del siglo XVIII, Swedenborg, que podría enunciarse diciendo que todo en el orden natural y humano tiene una correspondencia con el orden espiritual. Y ésto es válido tanto para la naturaleza y la humanidad consideradas en su conjunto como para cada cosa natural y humana considerada en su realidad singular. (Wikipedia).
    Según todo ello, hablar de la estructura de lo “superior”, se puede hacer, mirándola en el espejo de la estructura de las organizaciones modernas. Por eso la mejor teología esotérica, de cómo sería la Organización de la humanidad, cuando poco a poco alcance una fase superior de evolución, se enseña en las Escuelas de Administración de Empresas.
     
     Esto explicaría muy bien la teología evangélica de la construcción humana del Reino de Dios.
       El Reino de Dios, se construye aquí abajo, por los humanos vivos de cada época, y sus avances van teniendo un reflejo paralelo, en una organización “superior”, escondida y oculta, constituído por los espíritus de los humanos muertos, todos dirigidos por una dirección colectiva encabezada por el “Cristo”.
       Dicha organización espiritual paralela, es denominada también con el nombre de su Dirección: “Cristo”. De ahí, lo de la “Cristogénesis” de Teilhard, como proceso de “creación” del Cristo. Y de ahí el misterio cristiano de que todos acabaremos formando parte, como componentes, de “Cristo”. (Yo soy “Cristo”, como cada célula de mi pierna “es” Isidoro García).
       De una forma misteriosa, se cumple una ley del Universo de autonomía y respeto por todos los seres del Universo, de tal forma que la metamorfosis de la especie humana, la realizarán exclusivamente los propios humanos.
       Según esa “teología” crística, la capacidad de creatividad, y de realización de una humanidad nueva, está única y exclusivamente aquí, en nosotros mientras estamos vivos. Y el mundo espiritual paralelo, guardan y almacenan el saber humano, y al tiempo nos estimulan en nuestro esfuerzo. En eso constituiría la labor del “Espíritu”, una labor pasiva, estimuladora y consoladora. Por eso el Espíritu no es responsable de las múltiples y constantes desviaciones cognitivas que vamos cometiendo todos en el camino.
        Y por eso es doctrina tradicional, que los del “cielo”, nos necesitan a nosotros. No pueden avanzar mas allá de lo que avancemos nosotros. La jugada siempre se juega aquí, y en el “Cristo”, o humanidad oculta y paralela, están ansiosos de nuestros avances.
    No somos nosotros los que debemos esperar ayuda directa de ellos, sino al revés son ellos los que nos miran expectantes a ver si nos ponemos al tema. Por eso el “peor pecado”, es perder el tiempo y no ser conscientes de nuestra misión.
        Pero torpemente, lenta muy lentamente, la humanidad, “Eppur si muove” = y  sin embargo, se mueve, y vamos poco a poco avanzando en medio del caos y la obscuridad. Todo indica que el final está próximo.
       De la laboriosidad y el acierto de nuestro trabajo en la construcción del Reino, dependerá el tiempo del proceso, y se puede aumentar o disminuir el nivel del sufrimiento de la Humanidad caminante.
     
    (Como los escépticos y “activistas” pueden ver, el disponer de una hipótesis-relato sobre nuestro papel en el Cosmos, además de otorgarnos un buen sentido de la vida, es estimulante para la acción y el conocimiento de la verdad. Porque no hay nada más práctico que una buena teoría).
     

  • Pablo Osés

     
    Recojo la alusión de Isidoro a un gran proyecto de metamorfosis de la humanidad hacia una especie mas evolucionada.
     

     
    ¿Como será la humanidad dentro de 10 000 años?. Bien porque haya evitado una dramática extinción por el calentamiento del clima o porque los restos de esa extinción hayan vuelto a hacer humanidad.
     

     
    Seguro que sabrá más, mucho más que ahora, pero probablemente aún serán mayores unas nuevas incógnitas.
     

     
    Prefiero pensar como mejor futuro que amará más, mucho más que ahora, hasta por lo menos quitar todas las peleas, usurpaciones y conseguir distribuir igualitariamente. Concibo como muy posible una sociedad con amor intenso y admiración de todos hacia todos sus miembros. Una metamorfosis muy posible y muy válida este amor universal hecho realidad. ¿Cristo cósmico humano?
     

  • oscar varela

    Hola!

    Ya señalé el acierto del método de Isidoro “distinguir para unir (comprender)”

    Acá lo aplica:

    – “Hay tres formas de ver al “Cristo Cósmico”.

    * Una es desde el plano cosmológico-cuántico, (que es la que hace Boff),

    * otra desde el plano científico-evolucionista-teológico, que fue la de Teilhard, y

    * una tercera desde el plano histórico-esotérico”-

    ……………………..

    Sin negar las dos primeras (Boff y Teihard) Isidoro prefiere “una hipótesis-relato”:

    – “de que no estamos solos en el gran proyecto de metamorfosis de la humanidad hacia una especie más evolucionada”-

    Lo que podría aclararnos Isidoro es a qué se refiere esa “hipótesis-relato”:

    Primero: si a “que no estamos solos”, o

    Segundo:  a que haya “el gran proyecto de metamorfosis de la humanidad hacia una especie más evolucionada”-

    De lo Primero: no me cabe duda su efecto dinámico favorable;

    De lo Segundo: me cabe la duda de un efecto morfino-eutanásico (genocidio “espiritual”)

    ¡Voy todavía! – Óscar.

  • Asun Poudereux

     

    Gracias por vuestros comentarios.
    El problema  de siempre es situarse en opuestos irreconciliables  que impiden ir más allá o acá de las posiciones preestablecidas, y,  por supuesto, también,   cuando se intenta precisamente poner nombres y dar sentido con palabras y conceptos lo que es intuido y percibido como Espacio-Fondo  ilimitado y vacío, también llamado Consciencia,  de  un universo de formas interconectadas y en imprevisible continuo cambio.
    El hombre crea la religión y la creencia,  en realidad, toda creencia,  delimitando lo ilimitable, alejándose mentalmente, porque es la mente pensante su vehículo, (siendo tan solo  una pequeña parte en él),  de aquello que le constituye y contiene en un todo con todo, que ya está y es en él,  aun cuando  su búsqueda esté volcada hacia su exterior concebido en separación y a pesar de su ignorancia e inconsciencia.
    Lo que todo acoge en interconexión y evolución continua  y constante,  puede ser vivido como la tierna y profunda parábola del ” Padre misericordioso”,  que,  ya siendo  consciente de la vida y realidad que es y somos, no pone límites de inclusión a su apertura,  contrastando con la inconsciencia de su entorno próximo y  también con la de las interpretaciones,  que han ido dándose  de los diferentes lectores pensantes, en la que cada cual se ha venido replegando y reduciendo  a moralidad con la subsiguiente  oposición de dos mundos  enfrentados  y  resituándolos una y otra vez como reflejo e inspiración única en la vida cotidiana. 
    Aun cuando esta inercia es y sigue estando muy presente en el mundo,  en que vivimos  desviviéndolo  y destruimos destruyéndonos,  a veces,  y ocasionalmente en toda vida,  puede más el anhelo interior de coherencia y apertura,  que  solo un salto de  visión  mucho más amplia, abierta e integradora  del todo en la parte y la parte en todo,  y  a través de un no fácil continuo  proceso abierto de transformación y reestructuración  en profundidad,  ( si es que uno  consigue desprenderse  de la dualidad, cosmovisión,  en la que habitualmente se ha circunscrito y le viene bombardeada por todos los flancos), fluye  la percepción y comprensión desde la Consciencia  de la mismidad  en la que  toda vida, forma y materia,  en su inmensa y rica diversidad,   ya es,  está  siendo y surgiendo en interrelación y conexión  constantes.
    Antes de publicar lo anterior,  al leer este artículo, que os animo a hacerlo:” Yo y la No-dualidad” de Carlos F. Barberá, 30-septiembre-2016, añado esto último:
    En la medida que una persona se identifica con las demás, se ve y reconoce en ellas,  a pesar de ser radicalmente diferentes en ideas,  formas  y gestos,  y deja serlo de modo natural,  es capaz  de ponerse y sentirse en su lugar, cualquiera que sea,  y tratándola  con amor es como se trata  a sí misma y hablándola así se habla a sí misma, porque no existe separación en lo que les  constituye  y  lo que comparten de fondo.

     

  • Isidoro García

    Hay tres formas de ver al “Cristo Cósmico”. Una es desde el plano cosmológico-cuántico, (que es la que hace Boff), otra desde el plano científico-evolucionista-teológico, que fue la de Teilhard, y una tercera desde el plano histórico-esotérico.

    Ya dice el refrán, cada loco con su tema, que se puede traducir como cada quisque con su perspectiva preferida/obsesiva.

    El plano cosmológico-cuántico, como todos los acercamientos a lo inefable, a lo innombrable, a lo desconocido, nos lleva a un planteamiento meramente abstracto e inmanejable por nuestra mente, lo que le hace solo ser aprovechable poéticamente y por ello válido para escribir artículos pero muy poco útil en la vida.

    El acercamiento evolucionario-teológico de Teilhard, intentó integrar el concepto del “Cristo”, con la teología de la época, lo que ya supone un gran avance para su época, (catolicismo anterior al Concilio), pero las presiones y autocensuras del pie forzado doctrinal, lo hicieron muy críptico y poco claro, lo que le quitó fuerza expansiva a su nuevo enfoque. (Estaba cien años adelantado a su época).

    El enfoque del Cristo cósmico, histórico-esotérico, sería muy útil para integrar en nuestras cosmovisiones, nuestro papel en la vida, en la historia, en el Universo. Eso es necesario y esencial para disponer de un sentido de la vida, que alumbre todo nuestro devenir.

    Las crisis del hombre es una crisis existencial. Se puede resumir en la frase zarzuelera, punto-cumbre de la filosofía existencial, (no por casualidad Nietzsche era un fan de la zarzuela española): “¡Hace tiempo que vengo al taller y no se a lo que vengo!”.

    De una forma o de otra, esa frase resume la crisis del hombre.

    Y en este tema, una hipótesis-relato sobre la historia desconocida de la humanidad en el Cosmos próximo, y la participación de cada persona en esa historia, puede otorgarnos el necesario oxígeno, para venir al taller cada día y saber que podemos ser de utilidad en él.

    Una hipótesis-relato, (compatible con lo que paulatinamente vamos sabiendo de la realidad del Cosmos), que nos enseñe que no estamos solos en el gran proyecto de metamorfosis de la humanidad hacia una especie mas evolucionada.

    Que aunque somos nosotros los que tenemos que llevar a cabo dicha metamorfosis, contamos con la simpatía del Universo, y con ciertos medios de apoyo y estímulo para la realización de esa ardua tarea. A muchos eso no le servirá para nada, (porque son muy “machotes”, o muy ilusos, según los casos), pero a muchos nos puede dar un sentido a nuestra vida para seguir adelante cada día, lo que no es poco.

  • oscar varela

    Hola!

    IDEALISMO puro y duro esto de Leonardo.

    Gente buena que hace bien, pero no comprende bien (se han quedado en la Selva Negra heideggeriana heredada de Husserl).

    Y, por lo tanto, solo consuela misericordiosamente al empobrecido; lo cual no es de des-preciar, pero …

    ¡Voy todavía! – Óscar.

  • Gonzalo Haya

    Nos cuesta superar la plástica y entrañable imagen de Dios como Padre del hijo pródigo, pero esta nueva imagen de Dios coordina mejor nuestra fe con nuestra cultura actual.