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Los símbolos y los “rollos” en la espiritualidad: Su mala fama.

IsidoroEl rincón de soñar (2)   

Hace cuarenta años, (ya de casi todo hace cuarenta años), estaban de moda los happenings teatrales, que eran todo un espectáculo de provocación, en que, por ejemplo, sin avisar nada antes, salían a un escenario unos actores se sentaban y no decían nada, dejando pasar el tiempo, provocaNdo la reacción del público que poco a poco se iba calentando y eran ellos los que daban el espectáculo. Era pasar el espectáculo del escenario al patio de butacas. Pero la recaudación se la quedaba la empresa.

Naturalmente, este espectáculo solo funcionaba las primeras veces. Pues cuando se anunciaba un happening ya se sabía más o menos por donde iban los tiros. Por eso la cosa dejó de hacerse.

En la espiritualidad pasa algo similar con el “vacío” o la “vacuidad”. La “Nada” es un término muy ambiguo que puede significar tanto la carencia de ser, como la incognoscibilidad subjetiva de dicho ser.

Si yo soy un escritor y explorador espiritual, y en mi viaje espiritual llego a la conclusión de que ahí arriba no hay nada, o que si lo hay no es cognoscible y no se puede asociar a nada describible, entonces la cosa se quedaría ahí. Pero entonces no tengo nada para escribir un libro.

Pero no hay problema, cuando uno quiera escribir sin decir nada, lo que tiene que hacer es echar mano de una espesa retórica, con cuanta metáfora, falsos símbolos, imágenes y demás se le ocurra a uno. Además cuando uno tiene algo que decir y lo dice, acaba. Pero si no dices nada, puedes seguir y seguir y seguir…

Si “cosifico” la nada, puedo escribir libros y libros y dictar conferencias y conferencias, sobre la nada y sus partes, (que ya son ganas de tocarle sus partes a la nada).

Reconocía Raimundo Panikkar, que la mística seguía siendo muy atrayente por su misma peligrosidad y ambigüedad. Y es que hay mucha gente que se mueve en una clarísima confusión y en la ambigüedad como pez en el agua. Las necesitan y proliferan y engordan en ellas esplendorosamente, son los que hacen suyo el lema que decía alguien de que si no puedes ser lúcido, sé al menos confuso.

Y no les van a faltar oyentes. Por una extraña condición humana estamos capturados por una especie de fascinación, sobre todo por aquello que no entendemos y que se encuentra alejado de nuestro universo sensible.

Pero toda esta confusión alevosa tiene unos efectos devastadores en el lector normal, pues ante tales obscuras descripciones de la  realidad, se le empiezan a quitar, si no las ganas, sí las esperanzas de acercarse a saber algo alguna vez. Si ni siquiera sabemos lo que es la verdad, ¿cómo vamos a encontrarla?

Estas descripciones tan etéreas y abstractas son las que nos desconciertan. Sin embargo cuando bajamos a nivel de suelo, las cosas están mucho más claras, y todos tenemos claro qué es un hombre sabio y un hombre serenamente feliz.

Los auténticos maestros huyen de toda esta especulación confusa. Alan Watts, cuenta una anécdota sobre el tema del gran D.T. Suzuki. Dice así:

En una conferencia un oyente le preguntó:

Doctor Suzuki, cuando usted usa la palabra realidad, ¿se refiere usted a la realidad relativa del mundo físico o a la realidad absoluta del mundo trascendental?

Él cerró los ojos y se sumió en aquella actitud características que sus estudiantes llamaban “hacerse un Suzuki”, en la que nadie sabía si estaba meditando o estaba durmiendo. Tras un minuto más o menos de silencio, abrió sus ojos y dijo:

.

Tony de Mello, también citó esta anécdota, y además otra en la que cuando un visitante le dijo a un maestro que decía cosas absurdas, éste le contestó:

-Nadie está libre de decir cosas absurdas. Lo malo es decirlas de forma solemne.

2 comentarios

  • oscar varela

    Hola Isidoro!

    Interesante e incansable lo tuyo. Gracias!

    Te encargo un trabajito.

    Busca frases de personas célebres que apoyen mi pedreste frase, que priorizaría a las “parecidas” de A. Malreaux, K. Rahner, etc:

    – “El SIGLO XXI será PRÁCTICO o no será”-

    Gracias – ¡Yendo todavía! – Óscar.

  • Román Díaz Ayala

    Estaba teniendo una mañana que se me iba haciendo cada vez más espesa, y me has alegrado el días. ¡Qué Caray!