El tema de hoy continua la reflexión de Isidoro en La espiritualidad del hombre normal: la sabiduría. Y esperamos que continúe en otra entrada del próximo martes. A mi parecer son reflexiones que no solo hablan de sabiduría sino que rezuman sabiduría. AD
Corregía Susan Sontag el dicho popular: “Hay pocas imágenes que valgan más que mil palabras”. Pero recientemente ví en “El Confidencial”, una foto que vale por diez mil.
Sobre un camino en el campo, estaba colocado un cartelito señalando una flecha, y con este letrero: “El camino es por aquí. Pero puedes ir por donde quieras”.
Y no nos debía sorprender, y si lo hace es por la confusión general en la que nos encontramos. Porque cualquier carretera implícitamente dice eso: Este es el camino más corto para ir a Barcelona, pero puedes ir por el camino que desees. Cada uno elige su camino, y también es responsable al final de su éxito o su fracaso en la elección.
Todos desde nuestro nacimiento estamos insertos en un proceso de conocimiento de la realidad, y de la forma de vivir dicha realidad. Y agradeceríamos un buen cartel indicador: un buen maestro. Pero es muy difícil encontrarlo. Por ello Ramiro Calle citaba un antiguo consejo que dice: “Si tanta necesidad tienes de maestro, hazte tú mismo, tu maestro”, que se podría parafrasear como: “Si tanta necesidad tienes de un libro, escríbete tú mismo el libro”.
Y por eso en estos temas de cómo afrontar la vida, (en suma de “Sabiduría”), a todos nos vendría bien, ir pergueñándonos poco a poco nuestro propio libro, (el librillo de cada maestrillo), que sea como un plano que nos indique lo más claramente posible nuestro funcionamiento, nuestra situación y nuestras potencialidades.
A una edad determinada, mucha gente ya te tiene su “librillo”, que les satisface suficientemente, y a ellos les felicito cordialmente, y les deseo que lo aprovechen e intenten ser lo más feliz posible con él. Pero luego existimos gente joven aún, o más “retrasadilla”, o simplemente más “culos inquietos”, que nos encontramos insatisfechos de nuestro esquema mental, y buscamos algo más adecuado. A todos ellos un mensaje claro: ¡Nadie mejor que tú, te puede decir lo que te conviene, y cada uno sabe dónde le aprieta su zapato!. Todos nos equivocamos, pero si te equivoques, que no sea con las ideas de otro.
Causas del sufrimiento
Un ordenador cuando tiene un funcionamiento deficiente, es por una de dos tipos de causa. O tiene alguna avería física en alguno de sus componentes, o tiene algún tipo de disfunción en su software, ya por falta de software adecuado, o por degeneración del que teníamos o por la intromisión de algún virus pernicioso.
En el hombre sucede algo similar: sufre por dos tipos de causa. Una es el sufrimiento que nos ocasiona la naturaleza, que debemos asumir con dignidad, estoicismo y la esperanza de que la ciencia podrá ir paliándolo paulatinamente para nuestros hijos y nietos.
Pero hay otra causa que es la más dolorosa porque tenemos la impresión de que podría ser evitable, y es la que nos producen las deficiencias en nuestros esquemas mentales, los frutos de lo que los budistas llaman genéricamente “samsara”, de nuestros errores.
Sufrimos por los errores que hemos cometido y sin embargo uno no deberíamos sufrir por los errores que hemos cometido, sino por los que vamos a cometer en el futuro si no le ponemos remedio.
A) Nuestros condicionantes congénitos.
Este es una parte importante del agua que entra a borbotones en nuestro barco y amenaza con hundirnos. Cada uno de nosotros, trae de fábrica, una serie de características que no nos gustan. Unas son cuestiones de salud, otras son cuestiones de estética, otras son cuestiones de capacidad mental, otras son cuestiones de entorno socioeconómico-cultural. Y para rematarlo encima estamos expuestos al azar, que unas veces hace que nos toque la lotería y otras veces una silla de ruedas para toda la vida.
Algunos terapeutas, que naturalmente viven de ayudar a sus clientes, como en estos capítulos no pueden hacer gran cosa, suelen pasar rápidamente por ellos, aconsejando a sus pacientes que no los den importancia, y para eso suelen utilizar una serie de topicazos blandengues y buenistas como que tenemos que convencernos de “lo valiosos que somos como seres humanos, del gran potencial que llevamos dentro, de que el lugar que ocupamos en el mundo es muy importante, y de que nos tenemos que convencer de que lo que el “destino” nos proporciona en cada momento es lo mejor para nosotros”. (El párrafo anterior está tomado literalmente de los consejos escritos de un reconocido terapeuta).
Pero como a las personas que sufrimos por nuestras deficiencias, todas esas frasecitas no nos sirven para nada, y seguimos tragando agua, nos aconsejan métodos para autosugestionarnos y autoconvencernos de que en realidad no hay ningún agua. Y lo hacen mediante una sarta de mentiras piadosas, para cerrar en falso nuestras heridas, y que fabriquen más pus mental.
Sé que el problema es muy difícil, y más aún que no todos los problemas tienen auténtica solución. Pero si existe alguna solución a estos dolores psicológicos, no pasa por engañarnos a nosotros mismos, sino por conseguir de alguna manera una aceptación digna y serena de nuestra “triste” realidad.
La difícil solución pasa por la dignidad, la serenidad y por la alegría. Alegrarse, dice Savater, “consiste en afirmar, aceptar y aligerar la existencia humana. La aceptación de la vida, es asumir su precio de dolor, frustración, injusticia, y, lo más indigerible de todo, la muerte inseparable de ella. Afirmar alegremente la vida es darla por buena, aunque ello no equivalga considerar buenos cada uno de los episodios y factores que incidentalmente concurren en ella.
La alegría aligera la situación humana de su peso desesperante, fomentando la libertad frente a lo fatal. Porque nunca la verdad es triste, lo que es triste es creer en falsedades”.
Y una de las falsedades que debemos desterrar de nuestra mente, es que “todos somos iguales”. Una cosa es que en esencia, todos somos humanos, y que tenemos los mismos derechos civiles que los demás y otra cosa es no aceptar, que cada uno viene a este mundo con unos condicionantes distintos que los demás.
Y lo malo además es que queremos ser todos iguales por arriba, y no nos fijamos en los que están peor que nosotros. Miramos con envidia al guapo actor de cine, nunca nos comparamos con el señor que está en una cama de un hospital.
El psiquiatra Rojas-Marcos señalaba que estamos en una era de la depresión, que está elevándose a niveles alarmantes en las sociedades occidentales. Una de las principales enfermedades que sufren los habitantes de las grandes ciudades es el stress, que se debe a la “lucha interna por la perfección de una imagen ideal”, que se provoca a través del bombardeo por los medios de comunicación”.
A este respecto Cioran señalaba que la mayoría de los suicidios se producen por exceso de optimismo. Un pesimista generalmente no se suicida, porque como parte del punto de vista de que todo el mundo es malo, las cosas buenas que le acaecen le sorprenden positivamente. Es el que tiene grandes ilusiones irrealizables el que se desespera.
La regla de oro que deberíamos seguir es como siempre la délfica: “¡Conócete a ti mismo!”, con un aditamento adicional, que sería: “¡Y no te metas en charcos, si vas descalzo!”. Esta regla no nos va a hacer crecer, o a hacer que nos persigan las mujeres, (a no ser que seas un ladrón de bolsos), pero al menos nos evitará muchos sinsabores y problemas.
Esto es compatible con utilizar razonablemente todos los recursos que la medicina, la estética y hasta la ortopedia nos puedan proporcionar. Pero si una persona pretende parecer físicamente a toda costa la hermana o hermano menor de su hija/o, es que la cosa no la ha resuelto bien.
B) Nuestros esquemas mentales erróneos
El psicólogo Jean Piaget, investigó empíricamente la génesis de la inteligencia, desde el momento del nacimiento. Y comprobó que del recién nacido al gran científico, no hay saltos cualitativos, sino solo hay niveles cada vez más perfectos de adaptación de sus esquemas mentales subjetivos a la realidad.
Pero en ese proceso paulatino de formación de nuestro esquema mental de la realidad, se van introduciendo errores, a través de la enseñanza, de incorporación de errores de los esquemas de nuestros padres, y de la sociedad en general.
Señalaba Savater que la función de la filosofía no consiste tanto en responder a grandes preguntas, sino en rechazar ciertas respuestas, dogmas, supersticiones, trivialidades, imposiciones del poder, etc. Nietzsche decía que existen muchas metáforas desgastadas, que han llegado a ser firmes, canónicas y vinculantes, y de las que ya nos hemos olvidado que son solo ilusiones.
Se lamentaba San Juan de la Cruz: “¡Qué malo es para el alma no llegarse a conocer”. Y es que como nos explica Aldous Huxley: “Si la mayoría de nosotros nos ignoramos, ello es porque el conocimiento de uno mismo es doloroso, y preferimos los placeres de la ilusión. Y las consecuencias de esa ignorancia son malas, tanto en el orden utilitario como en el trascendental. Pues nos lleva a una conducta irrealista que ocasiona toda clase de trastornos para todos los interesados”.
Rabindranath Tagore ya nos señala que interpretamos mal el mundo y luego nos quejamos de que éste nos engaña. Por eso sufrimos más a causa de nuestra imaginación que de la realidad.
A esto se añade la existencia de pulsiones inconscientes fruto de carencias psicológicas y cicatrices de heridas mal curadas causadas por situaciones traumáticas del pasado especialmente de la infancia que es la época en que somos más “plásticos” y sensibles.
Es necesario reflexionar sobre nuestras creencias y mitos culturales y en su caso sustituirlos por otros más adecuados a la realidad del ser humano, que hoy vamos poco a poco conociendo, proceso que es muy difícil.
El problema es que nuestra escala de valores es una estructura de modelos culturales, éticos y religiosos, que examina y enjuicia todo, y está compuesta por multitud de ideas recibidas de la sociedad, familia, escuela, medios de comunicación, lecturas, muchas de ellas en la infancia o adolescencia, y se incorporan a nuestra “conciencia”, sin ningún filtro crítico por parte de un individuo, inmaduro y en formación.
Además muchas de esas falsas creencias sobre el funcionamiento de nuestra mente y del mundo que nos rodea, se graban profundamente en nuestra base de creencias, porque de alguna manera minimizan, atenúan o incluso evitan el dolor y la ansiedad que nos producen ciertas cuestiones, fruto de nuestros traumas y heridas psicológicas mal cerradas que hemos ido acumulando en nuestro proceso de desarrollo.
Esas falsas creencias balsámicas son las más difíciles de sustituir, pues cumplen una labor muy importante en nuestros procesos mentales, y por ello tienen una gran potencia psíquica. De ahí que a veces se ha dicho que era preferible una superstición útil que una verdad científica inalcanzable o incluso generadora de inseguridad y ansiedad. Y por eso muchos filósofos se han preguntado si era bueno para el hombre saberlo “todo”.
Bertrand Russell comentaba muy acertadamente que el ser humano no nace estúpido, nace ignorante, se hace estúpido con la educación. Y lo mismo opinaba Albert Einstein cuando decía que el sentido común es una colección de prejuicios adquiridos a los dieciocho años.
Esta estructura de modelos culturales, contiene muchas contradicciones internas, y lo que es peor, muchas contradicciones con otros esquemas también almacenados en nuestra cosmovisión subconsciente, compuesta por enseñanzas y experiencias del niño en desarrollo, cuyo conjunto es lo que se suele denominar como “carácter” personal.
Y todas estas deficiencias dan lugar a grandes divergencias entre nuestras ilusiones de vida y nuestra realidad, lo que nos llena de frustraciones.
Gracias. Un gran escrito. Suerte.. anque el otro decía:” A la inteligencia le llaman suerte”.
Gracias, por el artículo a Isidoro, y por los comentarios que se han hecho a todos. Tal y como han ido surgiendo en la lectura de todo ello, os comparto esto:
La experiencia me dice que mucha carga de sufrimiento viene en catalogar en bueno o malo los incidentes en la vida. Es decir, pararse en ello dando preferencia al pensamiento circular que lo provoca separando y etiquetando.
El dicho de todos somos iguales no lo veo equivocado, en el sentido de que todos como humanos más que perfectos somos completos en luces y sombras. Las diferencias de las capas superficiales con repercusiones trágicas, las va marcando el poder de algunos pocos sobre las voluntades de los muchos.
Dejemos la cosa en ser realistas alineándonos con lo que va surgiendo con pies en tierra, aunque nos tambaleemos pendularmente.
De la ignorancia de quienes somos, unos y otras, sacan provecho los espabilados, y aquí introduzco un mare magnum, que se me antoja incontrolable, que conocen muy bien su funcionamiento e influencia desde la misma infancia del ser humano, con el fin de sacar beneficios a costa de lo que sea, deslumbrándonos, y , lamentablemente, sin solución de continuidad.
Dije en alguna ocasión que el dolor es inevitable, otra cosa es el sufrimiento, el maná de esta sociedad la nuestra, que aparece por todos los flancos y retroalimentamos, como lo único que es real y somos. Pero también es verdad, que hay que sufrir para encontrar su salida, a no ser, que se nos haya educado en otro modo de ver y vivir.
Me parece que al enumerar las causas del sufrimiento y reducirlas a las dos que menciona, se olvida de al menos una que influye en muchos millones de personas: el estar sometidas a la agresión, a la explotación, a la tortura, a la esclavitud, a la barbarie. Aunque es un tema tratado en otros muchos artículos, me parece que como mínimo debería ser mencionado.
Pues ¿qué quieren que les diga? A mí el estoicismo hace mucho que no me convence como filosofía de vida. Más aún, hace tiempo que creo que la influencia del movimiento estoico en el cristuanismo desfiguró el mensaje de Jesús y todavía sufrimos las consecuencias en el siglo XXI
Abrazos y esperanzas y alegrías
Y podríamos agregar algo que aprendí y que debiera estar escrito en todos los comienzos y es que : “Lo importante, es el camino” ya que como dijo el poeta “Se hace camino al andar” y podríamos decir también “Se hace vida al vivir” Y esta es la experiencia que cada uno tiene a su disposición, hecho del cual a veces no somos conscientes. Y esta inconsciencia nos lleva a vivir tramos de nuestra vida un poco como anestesiados, como si estuviéramos haciendo teatro porque la cultura que nos rodea nos da un rol en el cual nos metemos sin saber como, hasta que un día nos damos cuenta de que lo que vivimos no es un ensayo general para llegar a alguna meta, ni un sueño, sino que es la obra en vivo y el tiempo pasado ya no tiene vuelta. Y ahí solamente cuando comenzamos a tomar las riendas de nuestro vivir, recién estamos viviendo, recién estamos experimentando el camino con sus altos y bajos.
Es muy importante la lista de autoridades que Isidoro ha colocado en su bando y casi que pido perdón anticipadamente para opinar porque su análisis es bastante amplio y las autoridades mencionadas son respetables.
El argumento mismo, en cambio, me hace temer que, en cierto modo, haciéndonos a nosotros mismo responsables de nuestra felicidad o infelicidad (de nuestra sabiduría o carencia de ella), muy bien que pudiéramos estar culpando a la víctima de ser causa de su sufrir.
Leo lo siguiente en el artículo de este hilo: “[Nuestros condicionantes congénitos]…este es una parte importante del agua que entra a borbotones en nuestro barco y amenaza con hundirnos. Cada uno de nosotros, trae de fábrica, una serie de características que no nos gustan.”
¿No parece que lo original nuestro que será condicionado después deba ser diferente de aquello que lo condicionará? Lo original nuestro equivale al complejo de material y forma que el vivir irá modificando, pero no puede ser al mismo tiempo aquello que lo modificará y aún no ha ocurrido.
Los condicionantes exógenos, se aprenderán solo después, y nos harán penar sobre todo cuando aprendemos a compararnos, competir y a “reconocer” que “quizá otras vasijas sean más felices por ser diferentes”.
Los condicionamientos que nos pueden llevar por la calle de la amargura probablemente son aprendidos (cuando y como nos son impartidos, si en efecto nos lo son). Así aprendemos a desear, aceptar, forzar sobre nosotros (o, al contrario, a temer, rechazar o resistir).
Durante un poco más de la primera década de vida, la mayoría podemos hacer poco para cambiar la situación que vivimos (somos, sentimos, nuestra circunstancia) porque durante ese tiempo somos demasiado vulnerables e indefensos. La naturaleza misma se encarga de demorar la organización de nuestro aparato pensante, juicioso, y en cambio acelera la organización y funcionamiento de la base fisiológica de nuestras “pasiones” y con ellos nos pone en desventaja.
Hay desigualdad en el Mundo que habitamos y del que somos parte activa y la hay en todas direcciones y a todos los niveles. Eso desde luego impide que algunos/as personas puedan descubrir que haya otros caminos y otros modos de andar por ellos, además de aquel camino y aquel andar en el que y con el cual nacieron, pero ni siquiera los condicionamientos exógenos serán obligatoria o necesariamente los mismos ni operarán del mismo modo en todos los casos. No menciono las desigualdades entre los propios encargados de impartirnos el aprendizaje.