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¿Un Sínodo para eso?

Arregi

Es un honor para ATRIO que Arregi siga enviándonos, quincenalmente ahora, sus artículos. Ninguno dejaremos de publicarlo y le agradecemos todos, incluso cuando, como en el de hoy, su valoración de un sínodos con una encuesta inicial y dos etapas no coincida con lo que aquí otros hemos expresado. Por eso mismo es más valioso aún este artículo de hoy.¡Gracias, José! AD.

Hace un mes finalizó en Roma la primera fase del Sínodo católico sobre la familia, que abrió un año de reflexión eclesial hasta octubre del 2015. Entonces tendrá lugar el Sínodo General propiamente dicho. Seguimos, pues, en sínodo, palabra griega que significa “camino en compañía”. Eso es ser Iglesia: ser compañeros de camino, seguir a Jesús juntos y libres. Eso es la vida: un viaje compartido.

“Que cada uno hable con libertad, y escuche con humildad”, dijo el papa Francisco en la víspera de la inauguración. Así sea. Así quiero hacer, pues lo que vale para los obispos ha de valer para todos los que somos Iglesia, compañeros de viaje.

Fueron 253 partícipes, la mayoría obispos, venidos de todo el mundo, alojados en Roma durante más de dos semanas. ¿Era necesario? ¿No bastaban el correo electrónico, la videoconferencia o las reuniones online? Tantos obispos célibes hablando de la familia, perorando sobre cuestiones que la inmensa mayoría de la gente, incluidos católicos y curas de siempre, resolvieron hace tiempo… ¿Merecía la pena?

De ningún modo diré que la familia sea un asunto menor. Ella nos engendra y moldea. Merecería la pena reunir en el Vaticano no solo a 200 obispos, sino a miles de hombres y mujeres de todos los pueblos y culturas, y gastar lo que fuera para poner remedio a las grandes heridas que la aquejan: el paro y la pobreza, la falta de vivienda, la violencia y la desigualdad de género, el miedo al futuro, el fracaso del amor…

Pero no fueron ésos los temas que más interesaron a los padres sinodales. Ni se oyeron apenas voces para reclamar una seria reflexión eclesial sobre los profundos cambios culturales que están afectando a las estructurales tradicionales de la familia. Ningún apunte crítico sobre la cuestión del “género”, es decir, la construcción social de roles del varón y de la mujer. Ninguna alusión a la desvinculación entre relación sexual y procreación, hecho nuevo y transcendental en la historia de la humanidad. Ninguna referencia al gravísimo problema demográfico, y sí duros juicios condenatorios de la “mentalidad antinatalista”. Ningún atisbo de reconocimiento de la santidad y del valor sacramental del amor homosexual. Ninguna insinuación de un posible replanteamiento de la doctrina tradicional de la indisolubilidad del matrimonio. Ninguna sugerencia sobre la necesidad de revisar la doctrina de la Humanae Vitae de Pablo VI (1968), que prohíbe bajo pecado mortal toda medida o método anticonceptivo que no sea la continencia sexual (condenan todo lo que no sea “natural”, pero toman pastillas “no naturales” para la gripe o el colesterol). Y  ni rastro de autocrítica en  nada.

A pesar de todo, muchos han saludado esta primera fase sinodal y el documento emanado de ella como el preludio de una explosión primaveral, como el inicio imparable de una profunda transformación doctrinal. ¡Ojalá lo sea, y esté yo equivocado, y se me conceda la gracia de verlo! Pero hoy no lo veo.

Preveo, sí, que el papa Francisco, tras el Sínodo General del año próximo, dé tres tímidos pasos, a saber: 1) Invitación a acoger con misericordia a los homosexuales (como si fueran enfermos o pecadores); 2) Posibilidad de que algunos divorciados con nueva pareja puedan comulgar, a condición –humillante condición– de que se confiesen culpables de su fracaso matrimonial y se comprometan a no reincidir (Jesús no humilló a nadie de esta manera); 3) Agilización y abaratamiento del proceso de nulidad matrimonial (un artificio para no reconocer algo muy simple: que dondequiera que  haya amor hay sacramento de Dios, y que solo hay sacramento mientras hay amor). Eso será todo. ¿Hacía falta tanta alforja para ese viaje? Ésos son problemas de obispos, no de la gente. La gente sufre por otros motivos. Escuchen a la gente, escuchen a la vida.

La Vida sigue pujando en el pequeño corazón latiente de los hombres y mujeres de hoy, creyentes o no. El Espíritu y el Amor habitan en los matrimonios que los obispos llaman “irregulares”, en los diferentes tipos de familias con sus alegrías y angustias de cada día, en las personas que fracasaron en su amor y rehacen su vida con otra pareja. Ellos no fueron ni serán llamados al Sínodo, pero la Vida los guía.

(Publicado el 16-11-2014 en DEIA y los Diarios del Grupo Noticias)

5 comentarios

  • Pascual

    Arregi va a por todas, sí señor, y con toda la razón del mundo, y Honorio le aplaude; y yo también, aunque hay un punto en el no entro “porque yo no soy quien”, pero que el Sínodo ha costado un dinero es cosa evidente, y que ese dinera sale siempre del mismo lugar es también sabido. Po eso digo que Arregi va a por todas, porque no solo dice del Sínodo “para qué” sino del gasto, “qué barbaridad”, y veo que el meollo está en que la Iglesia, el rebaño no es tal sino una descomunal multinacional en la que se juega muchísimo con el “sofisma”. ¡Con que razón Óscar interpreta su tango!

  • olga larrazabal

    Según la descripción es como si se hiciera un Sínodo sobre enfermedades  humanas constituido exclusivamente por Sociólogos y Antropólogos  que gozan de buena salud.

  • h.cadarso

    Hola, Arregi, Haya, Vicedo. Lo tuyo, Joxe, incide en puntos en los que coincidimos casi todos, y lo expresas muy bien. Pero en mi opinión, y creo que la de Gonzalo Haya, valdría la pena intentar entretejer entre todos un documento que pudiese ser presentado allí donde convenga, hasta en Roma, hasta en manos del Papa Francisco.
    Y se me ocurre que tendríamos que limar nuestro lenguaje y renunciar a objetivos utópicos, y ensayar un intento de proponer al santo Sínodo metas alcanzables, asequibles, asimilables. Y que fuese un trabajo en equipo.
    Yo estoy haciendo una nueva redacción en esa perspectiva, partiendo del texto que redacté y que veréis más arriba en Atrio. . Cuando la tenga lista se la mandaré a Duato, y le pediré que os la haga llegar para que la enriquezcáis, la corrijáis si procede, para lo que queráis. Creo que la redacción definitiva podría correr a cargo de Gonzalo Haya. Y por supuesto invito a todos a enviar sus propuestas con objetivos asequibles, asimilables, digeribles por los egregios aparatos digestivos de Sus Señorías los Padres Sinodales. ¿O.K.?

  • Gonzalo Haya

    La botella está medio y medio vacía. La mecha todavía humea.

  • Antonio Vicedo

    José, mejor, y mas detalladamente,  has conseguido exponer esta crítica tuya a lo del Sinodo, que también yo he puesto bajo sospecha de dar golpes de ciegos, si en la etapa anual que falta de viaje (Sinodo), no nos apeamos de la cabalgadura junto al malherido, y seguimos el rodeo de aquellos para asegurarse lo del Templo, marginando a los malheridos de las cunetas de los caminos.
     
    Gracias por el ánimo que  ofrece esta responsable crítica tuya, intentando hacer camino (Sinodo), siquiera sea hasta la posada, pero con la asistencia de urgencia que paralice hemorragias y minimice estertores de dolor por el mal trato recibido  en en el expolio de humanismo, desde unas normativas desencarnadas, que muestran poca coherentes  con el gran acontecimiento SAMARITANO de la Encarnación de Jesús.
     
    En ella se concretó la Buena NOTICIA para la entera Humanidad , porque tiene posibilidad de llegar a ser HUMANA como proyecto amoroso del  ABBA.
     
    ¿Llega a quedar claro en el Sínodo, que la Humanidad, con todo lo que conlleva, tiene preferencia al Sábado con su bagaje sagrado?