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La fe es una relación

Román

Los grandes profetas del Antiguo Testamento nos enseñaron con el testimonio de sus vidas que guardaban una estrecha relación con Yahvé. Un Elías celoso se enfrentó a los profetas de Baal e incitó las iras del pueblo sobre ellos. Luego, asustado por la carga de su conciencia ante la responsabilidad de aquellos hechos, huyó y se escondió. Sólo pudo retornar a él la voz de Dios  cuando hubo comprendido que el Espíritu de Yahvé se encierra en un apacible silbo suave lejos de toda violencia. Aquel episodio y otros fueron pequeños retazos que rasgaban la atmósfera cruenta y un tanto bárbara de aquel estadio histórico para que la revelación del auténtico carácter de divino fuese conocida junto con sus designios.

Para Jeremías, una vida larga de profeta envuelta en aflicciones y persecuciones, la causa de Yahvé lo comprendía todo hasta permanecer soltero (Jer. 16,2). Su vida estéril será el símbolo de la fe sin fruto del pueblo escogido. Sin embargo conoció la tierna compasión divina después de una vida llena de amonestaciones y predicciones de castigo. Partícipe de todos los males sobrevenidos sobre sus compatriotas, sus crisis interiores le prepararon para anunciar la buena noticia de la restauración. Alma tierna, desgarrado interiormente, su oración fue un constante grito de dolor: “¿Para qué haber salido del seno, a ver pena y aflicción, y a consumirse en la vergüenza mis días?”(Jer. 20,18)

La religión de Yahvé es la religión del corazón en un trato personal con Dios, pues se digna venir a habitar en el interior del ser humano:

“Van a llegar días –oráculo de Yahvé– en que yo pactaré con la casa de Israel (y con la casa de Judá) una nueva alianza; no como la alianza que pacté con sus padres, cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto; que ellos rompieron mi alianza, y yo hice estrago en ellos –oráculo de Yahvé–. Sino que ésta será la alianza que yo pacté con la casa de Israel, después de aquellos días –oráculo de Yahvé–: pondré mi Ley en su interior y sobre sus corazones la escribiré, y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Ya no tendrán que adoctrinar más el uno a su prójimo y el otro a su hermano, diciendo: “Conoced a Yahvé”, pues todos ellos me conocerán, del más chico al más grande–oráculo de Yahvé–, cuando perdone su culpa y de su pecado no vuelva a acordarme”.

Con Oseas la relación de Dios con su pueblo tenía el fuerte simbolismo de una vida marital, con las tristes circunstancias de que la esposa se había mostrado infiel. Un esposo celoso que fustiga a la amada para recuperarla de sus amoríos y devolverle los goces de un primer amor. No la ausencia de fe en los aspectos formalmente intelectuales de la religión, sino la idolatría del corazón la causante de las infidelidades.

Ese Dios íntimo es de andar por casa, en una relación que lo comparte todo hablando y comunicándose con la elocuencia del silencio, de la ausencia presente, de un esconderse para el juego amoroso de la búsqueda.

Tiene sin embargo la certeza de que Jesús nos llamó con fuerza desde el amor de su Padre y de que jamás podremos encontrar otro amor tan grande. Vivimos en el misterio de la Piedad gozando de la compañía  de personas que nos aman y a quienes amamos entrañablemente. Ese vivir tan intensamente el amor humano nos hace comprender mejor la naturaleza del amor divino. Quien no ama no conoce a Dios, ya sea dentro de una relación matrimonial, o en el seno de la comunidad eclesial. Nuestra vida cristiana está atravesada por el amor de Dios, por lo que  nuestra respuesta más acertada conlleva una rendición incondicional a Él.

La santidad como resultante de esta fe en Dios, de rendición, es una adquisición de todo el Pueblo de Dios, gratuita, cuando no hemos dado nada a cambio. Ésa es la obra de Jesús en la Cruz. Somos propiedad de Dios. “Con amor eterno yo te amé, desde el seno de tu madre te escogí”. La vida de oración nace no del culto a la divinidad, propio de la religión, sino de la convivencia consciente con el Dios viviente que se nos hace presente. A veces confundimos oración con rezos y éstos últimos con culto. No necesitamos elevarnos, ni buscar en lugares desapercibidos o casi inaccesibles, sino corresponder a su presencia. A veces podemos responder con el silencio en medio de un sentimiento respetuoso, que predispone a la escucha.

En la juventud el amor se muestra igual que una desbordante primavera haciéndolo todo fácil, incluso la hipoteca de una vida (“hasta que la muerte nos separe”)

¡La voz de mi amado!
Miradlo aquí llega,
saltando por montes,
brincando por lomas
Mi amado es mío y yo de mi amado,
que pasta entre azucenas. (Cantar de los Cantares)

Tras el Concilio, el Pueblo de Dios aprendió a ser contemplativo en medio de la vida de la gente, en una hermandad universal, rompiendo así ese dilema artificial entre una entrega en la acción o la búsqueda del silencio y las soledades del mundo para el encuentro del Amado. Hemos aprendido a discernir de mejor forma el Cuerpo de Cristo ( 1ª Corintios 11,29)

4 comentarios

  • Jorge Alvarado

    Gracias, Don Román, por su Romance tan vero e ben trovato. Muy acertada su lectura de la experiencia del carnicero Elías con el Oreo de YHVH, ese vientecillo suave que invocaba Don Juan de Yépez así: “… ven, austro, que recuerdas los amores / aspira por mi huerto / y corran sus olores / y pacerá el Amado entre las flores”.  Y que no es otro que la mismísima Respiración de Dios, la Espíritu Santa que inspira a quienes conspiran por amor en cualquier parte y partido de este mundo y sus contornos. Permítame corresponder a sus palabras sobre la fe como relación (diría yo sexual) con Dios, copiándole aquí unos versiculos (con acento en la u) que escribí hace muchas lunas:
    Elevación

    “Orar es elevar el corazón a Dios”
    (Del viejo catecismo)

    Al Sólo Uno que no es Uno Solo
    elevo el corazón alicaído
    si el Hálito de Él, la Suave Eolo,
    me alienta de mí mismo hacia el olvido.

    Memoria, voluntad, razón inmolo
    y halado, más que alado, suspendido
    por Ella, entro al lugar donde entro sólo
    – desnudo de poder, de amor vestido –

    después de transmutado el plomo en pluma,
    después que nada resta y todo suma
    al viaje de regreso al lar paterno,

    al casi universal retorno eterno
    al Uno que es Aliento y Voz y Polo,
    al Sólo Uno que no es Uno Solo.

    (Managua, 1992)

  • Las otras religiones contienen semillas del Verbo (semina verbi), en efecto. Esto nos lo enseña el Concilio Vaticano II. Pero Cristo es el único Salvador de la humanidad, el único redentor, la segunda persona de la Trinidad Santísima. Y la Iglesia católica, como nos enseña la Dominus Iesus, es la Iglesia en que subsiste la Iglesia primitiva fundada por Cristo sobre la roca de Pedro.
     
    Con respecto a la teología preconciliar, una de las novedades de la eclesiología del Vaticano II (articulada por teólogos como Congar o H. De Lubac, entre otros, tenidos por herejes y apóstatas entre los sectores del integrismo católico más o menos cismático, sedevacantista o lefebvriano, y pobre de ti si defiendes a teólogos de la talla de los dos citados: te acusaran también, como han hecho conmigo, y con algún que otro amigo, de “hereje, apóstata, rojo, perroflauta, sectario conciliar, enemigo destructor de la Iglesia”, entre otras lindezas) es el cambio de la noción de que la Iglesia católica tal y como la conocemos en la actualidad es la misma primitiva comunidad apostólica fundada por Cristo, por la de que siendo la misma, en efecto, lo es por subsistir en la Iglesia católica actual aquella primitiva comunidad apostólica y eclesial, con los “añadidos y particularidades propios” de 20 siglos de evolución histórica.
     
    Sin embargo, la vocación  de la Iglesia católica es proclamar orbe et orbi las verdades irrenunciables que yo meramente he apuntado.

  • ana rodrigo

    Quienes hemos nacido en una sociedad judeocristiana tenemos la tendencia de hablar de Dios y de la religión desde parámetros judeo cristianos como si fuesen los únicos referentes religiosos.

    Yo pienso que cuando hablemos de estos temas, tendremos que acostumbrarnos a precisar que la tradición judía o la tradición cristiana vivió su experiencia religiosa, y no de forma absoluta y únicamente válida.

    El fenómeno religioso es universal y, si bien, hay religiones más ¨sensatas¨ o más razonables o más humanizantes, no es sano centrarnos en un sólo concepto de Dios extraido de un único pueblo, el judío, además de considerarse asímismo como el pueblo elegido. Qué peligro….!

    Jesús fue un judío de religión y, desde esta religión, fue una persona de esas que, quienes le hemos estudiado y conocido, lo consideramos un hito de realización personal, válido para cualquier ser humano.

    Pero la experiencias de los llamados profetas judíos o de cualquier otro testimonio de experiencia religiosa, habrá que valorarlas en su dimensión humana, y minimizar aspectos divinos, literalmente y directamente revelados desde un emisor divino y un receptor seleccionado o elegido.

    Habrá que universalizar la experiencia religiosa, si bien cada cual tomará como referente aquella religión que le sirva para conseguir esa meta de realización humana sin absolutizaciones y exclusiones ni exclusividades, a la que se le añadirá la vertiente trascendental para que realmente sea experiencia religiosa.

    A partir de aquí, y tratándose de experiencias personasles o colectivas con interrogantes, poco que discutir, las experiencias son experiencias.

  • oscar varela

    Hola Román!
     
    En ese Canto Segundo que citas,
    parece que el Amado
    al venir saltando entre los montes
    se le hubo corrido la corbata
    ¡Cha cha cha chan!
    ¿Lo recibirá así de descuidado la Amada?
     
    Espero el próximo Capítulo de esta novelita de amor.
     
    Gracias – Oscar.