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Oyendo las experiencias de los fieles

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Matrimonio y sexualidad: borrón y cuenta nueva
Un llamamiento del mundo teológico y académico

Se nos echa encima el final del año y alguien aún no habrá firmado ninguno de esos documentos que, a través de las diócesis o directamente, tenían que llegar a la secretaría del Sínodo sobre la familia para hacer el documento de trabajo de la sesión de octubre próximo.

Ofrecemos hoy un documento promovido por el John Wijngaards Catholic Research Centre (fundado en 1983 por el teólogo inglés John Wijngaards. con el fin de fomentar  la “formación a una fe adulta”), y redactado por Joseph Selling de la Universidad de Lovaina, tras haber consultado a un nutrido grupo de teólogos. En el enlace anterior, tras el texto del documento en inglés se pueden ver las personas que han colaborado en la redacción, primeros firmantes. Pero se invita a todas a adherirse al mismo. Si alguien, tras leerlo, quiere firmarlo puede (hoy o en los próximos días) acceder directamente a la página de la firma.


OYENDO LAS EXPERIENCIAS DE LOS FIELES

Cuando el Concilio Vaticano II redactó el documento sobre “Dignidad del matrimonio y de la familia y su valorización” (Gaudium et Spes, Parte II, capítulo 1 §§ 47-52), los obispos empezaron a prestar oídos a las personas casadas, dedicando atención a sus experiencias personales. El resultado fue una enseñanza renovada y más realista. Sin embargo, cuando se preparó y celebró el Sínodo de los obispos sobre los deberes de la familia cristiana, en 1980, sólo se invitó a algunos laicos cuidadosamente seleccionados. Estos no levantaron una voz crítica, ignorando pruebas evidentes del hecho de que la enseñanza de la Iglesia en lo tocante al matrimonio y a la sexualidad no respondía a las exigencias de los fieles. El Sínodo derivado de ello no aportó nada útil a nivel pastoral.

Exhortamos ahora a los fieles católicos, y a cualquiera que esté interesado, a que comparta sus propias experiencias con los líderes de la Iglesia y a que exponga sus ideas y preocupaciones. Algunas de las cuestiones que se plantean aquí parecen ser merecedoras de una especial atención.

  • LOS LÍDERES CARECEN DE EXPERIENCIA EN LO TOCANTE A LA VIDA DE LAS PERSONAS CASADAS

El hecho es que la mayor parte de la enseñanza oficial de la Iglesia referente al matrimonio y a la familia la han elaborado y promulgado hombres que carecen de experiencia directa y personal de la vida matrimonial  en el mundo contemporáneo, dado que su voto de celibato excluye cualquier forma de relación sexual. Como resultado, se habla poco y con escasa claridad a las personas que tratan de vivir bien su sexualidad, con el fin de establecer relaciones significativas y prepararse al compromiso serio de una vida de amor que pueda englobar los retos de la paternidad/maternidad.

  • EL MATRIMONIO EXISTE EN MÚLTIPLES FORMAS

El documento divulgado en preparación del Sínodo, Lineamenta, habla del matrimonio como si sólo existiera una forma de él y, por consiguiente, como si todas las familias fueran iguales. Con todo, la experiencia de los fieles revela que esto no es cierto, ni histórica ni geográficamente, dado que, incluso en el interior de una misma cultura y de un mismo período histórico, existe una multiplicidad de formas de relación conyugal y de estructura familiar. Asimismo, en muchos casos, el matrimonio y la familia no constituyen la base de la estructura social tal como muchos documentos de la Iglesia dan a entender, dado que, a menudo, en realidad son víctimas de la pobreza, de la guerra, del materialismo, del abuso de poder y de una Iglesia que parece no comprender los retos que deben afrontar las personas casadas.

  • LA VIDA MATRIMONIAL ES REALMENTE COMPLEJA

Mientras el documento deja la impresión de que la enseñanza actual de la Iglesia es la misma desde la época de Cristo, tiene el fallo de no admitir que sólo en el siglo XII se reconoció el matrimonio como sacramento y que  más o menos, en esa misma época, es cuando adquiere forma canónica la noción de vínculo indisoluble, establecido por consenso y a través de la consumación del acto sexual. Aunque la Iglesia siempre enseñó que “no separe el hombre lo que Dios ha unido” Mateo 19,6; Marcos 10,9),  no ha proporcionado ningún criterio para determinar lo que, de hecho, Dios ha unido. La experiencia ha demostrado que cumplir sencillamente lo que prevé la forma canónica del matrimonio no ofrece la garantía de que se haya asumido un compromiso genuino, informado y sincero.

Cuando resulta evidente –y pueden pasar muchos años- que no existe realmente ningún compromiso conyugal o, peor aún, cuando un compromiso conyugal sincero es traicionado por un partner infiel, a menudo pasa que las personas que afrontan esta tragedia son consideradas culpables o tratadas como pecadoras permanentes, en vez de sentirse confortadas con la clemencia y la comprensión. Si las personas legalmente divorciadas tratan de construir una nueva relación, frecuentemente para ofrecer un ambiente familiar a los propios hijos, la Iglesia institucional, en vez de operar en el sentido de una reconciliación como han hecho la mayoría de nuestros hermanos cristianos, reacciona vedándoles la Eucaristía. Esperar que estas personas lleven una vida de celibato supone una visión severa y recelosa de la sexualidad humana.

  • LAS ORIENTACIONES DE LA IGLESIA CARECEN DE SENSIBILIDAD

Normalmente, a quienes están interesados en mantener relaciones conyugales se les ofrece escasa orientación sobre el modo de proceder en este importante momento de maduración. La preparación al matrimonio se centra a menudo en la indicación de evitar cualquier relación sexual antes del intercambio público de promesas y de renunciar al uso de contraceptivos, con independencia de cuales sean las consecuencias para la pareja. Las personas que viven una relación y quizás conviven con el propio/la propia partner son consideradas unilateralmente inmaduras, egoístas, no dispuestas a asumir compromisos serios y que no  respetas la autoridad. En vez de prestarles asistencia en lo que podría ser un viaje hacia una relación definitiva, la Iglesia las condena como si estuvieran viviendo de modo inmoral.

  • FALTA EL APOYO PASTORAL A LOS JÓVENES

Nos encontramos frente a una cosificación y a una explotación de la sexualidad sin precedentes, especialmente a través de la comunicación global. Si la Iglesia ha sido veloz para condenar lo que considera inmoral, ofrece poca ayuda concreta a millones de personas –sobre todo los jóvenes- respecto al modo de afrontar tales presiones y desarrollar una comprensión sana, amorosa, positiva y alegre de la sexualidad. Mientras existen muchas reglas referentes a qué (no) hacer, no se ofrece prácticamente ningún instrumento a las personas para ayudarles a navegar en estas complejas y, a menudo,  turbulentas aguas, para afrontar la gestión equilibrada de la propia sexualidad.

  • PROSIGUE LA DISCRIMINACIÓN DE LAS PERSONAS HOMOSEXUALES

Si bien la Iglesia ha hecho algún progreso al aceptar el hecho de que no todas las personas sienten inclinación por una unión heterosexual estable, sin embargo ha hecho muy poco para fomentar la aceptación de personas con orientaciones sexuales alternativas como dignos miembros de la iglesia y de la sociedad. La tarea de educar a los fieles en el respeto de cada persona que no corresponda a sus expectativas personales, en particular cuando tales personas están viviendo de manera honesta, todavía sigue pendiente de aplicación en la mayor parte de las parroquias católicas.

  • DEBERÍA ESTAR PERMITIDA LA CONTRACEPCIÓN RESPONSABLE

En los últimos 45 años, el liderazgo de la Iglesia se ha  aferrado a una enseñanza sobre la paternidad/maternidad que excluye prácticamente casi todos los medios de regulación de la fertilidad. Tras el intento por parte de la Gaudium et Spes de superar la perspectiva canónica del matrimonio como una institución dirigida primordialmente a la procreación y a la educación de los hijos, el autor de la Humanae Vitae, ignorando la indicación  de su mismo comité consultivo en el sentido de avanzar con la enseñanza del control de la natalidad, ha reafirmado la noción según la cual una “apertura a la procreación” debe estar garantizada en cada acto sexual conyugal. Los líderes de la Iglesia deben comprender que ha llegado la hora de reformar dicha enseñanza.

Debería dejarse a la conciencia de cada pareja la posibilidad de encontrar un  modo responsable de regular la fertilidad que resulte apropiado para la situación específica de cada uno. Si algunos modos de evitar la concepción se pueden considerar no ideales, estos sin embargo no deberían ser definidos como “intrínsecamente malos”. Dicha terminología confunde en vez de aclarar. El uso de una contracepción responsable no debería ser considerado materia para el sacramento de la reconciliación.

  • RESULTAN CRUCIALES LAS INDICACIONES DE LOS LAICOS SOBRE LA VIDA MATRIMONIAL

Por último, las enseñanzas oficiales sobre el matrimonio y la sexualidad, basadas en nociones abstractas y superadas de la ley natural –o por lo menos en conceptos de sexualidad humana carentes de fundamento científico-, en su mayor parte resultan incomprensibles para la mayoría de los fieles. Quienes enseñan no sólo deben comprender la materia, sino también entender a quienes tratan de enseñar. Creemos que se ha hecho una consulta insuficiente de todos estos fieles, en representación de un amplio abanico de experiencias y de reflexiones, para no mencionar una cantidad considerable de conocimientos de quien posee competencias profesionales. Creemos que sea necesario tomar en serio los datos de la experiencia humana en la formación de las orientaciones pastorales.

Traducción para ATRIO.org de María Ángeles Pérez.

2 comentarios

  • Jesús

    De verdad: presiento estos “giros eclesiales” como un intento de seguir haciendo creer a las mujeres y hombres de buena voluntad que ellos son imprescindibles para la salvación de los demás. Se quieren interponer entre el creyente y Dios o su hermano.
    Lo que están es intentando salvar su propia estructura y que los demás se sigan sometiendo a su autoridad. Mientras se les haga caso y se les pague los impuestos (la x), van a seguir a la suya.
    No termino de ver a Jesucristo conviviendo en sus iglesias, leyendo sus declaraciones u obedeciéndoles.
    No sé si se les tiene que tomar en cuenta en las decisones vitales.

  • marian

    Creo sinceramente que no es la Iglesia quien debe insminscuirse en  la vida sexual de las personas. Simplemente deberian recordar que, como en cualquier otra actividad humana,  no podemos relacionarnos con nuestros semejantes como si fueran “objetos de usar y tirar”. Es tan obvio, que no sé como tenemos que recordarlo cada día.