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Mira la Pascua

Cuentan que fueron a anunciarle a un rabino que había llegado el Reino de Dios. El rabino abrió la ventana, se asomó fuera y dijo: “No es verdad, porque no veo que haya cambiado nada”. Lo que veía contradecía la presencia del Reino, y es difícil rebatir lo que ven los ojos. Pero ¿acaso el rabino veía todo?

Otro rabino, abriendo la ventana y asomándose fuera, podría haber dicho: “Es verdad, ya ha llegado. He aquí el Reino. Los campos reverdecen, los pájaros crían, los niños juegan, el corazón se compadece, los pobres se levantan, las heridas sanan, los enemigos se perdonan. Ha llegado el Reino de Dios. Mis propios ojos lo ven”.

Nos gustaría que el segundo rabino tuviera razón, y que el pesimismo del primero no fuera más que un defecto de visión. Sin embargo, y a nuestro pesar, comprendemos de sobra el escepticismo del primero, porque está escrito que, cuando llegue el Reino, desaparecerán las lágrimas. Pero las lágrimas no han desaparecido, y a veces tiene uno la impresión de que, por el contrario, el océano del llanto y de la amargura no hace más que crecer.

Hay demasiado miedo y error, demasiado engaño y robo, demasiada violencia y hambre –la peor guerra es el hambre– para confesar jubilosamente que Dios ES y decir Amén y celebrar la Pascua, celebrar la Vida.

Dadas las dimensiones de la pasión del mundo, la fe del creyente no puede menos de tomarse un tiempo para el duelo, todo el tiempo que haga falta, antes de exclamar al tercer día, como María de Magdala: “¡Rabbuni, Maestro!”.

Al tercer día: no después de cuarenta y ocho horas, sino en cualquier instante –el instante crucial– en que los ojos se abren. En la Biblia hay decenas de hechos que suceden “al tercer día”: es el instante, más allá del tiempo y más acá, en que vemos y palpamos que Dios es el corazón latiente del mundo y que todo es ya distinto de lo que vemos, que el Reino ya se hace presente, que la Pascua amanece, que la vida resucita cada vez que se entrega.

Eso es “el tercer día”, que es cualquier día, pero solo si se ve. La Pascua no ocurrió una vez, hace dos mil años. Ocurre cada vez que renace la vida, y la vida no cesa de renacer ante nuestros ojos.

No hay más que mirar la primavera. Justamente, la Pascua fue en su origen una doble fiesta de primavera: una fiesta de agricultores que celebraban la nueva cosecha, la nueva levadura, el nuevo pan, y otra fiesta de pastores que celebraban la multiplicación de los rebaños y los corderos jugando en las praderas. Luego unieron ambas fiestas, y la fiesta de la naturaleza se convirtió en fiesta de la historia, en sacramento de todas las liberaciones pasadas y futuras.

Cada luna llena de primavera anuncia que la luz ilumina ya la noche, que la liberación se abre paso, se hace pascua a través de la muerte y de sus duelos. La luna nos abre los ojos.

Pero los ojos no siempre ven. Y aun cuando vean, la duda y el duelo nunca pueden desaparecer hasta que se enjugue la última lágrima; la duda y el duelo no solamente preceden, sino que también acompañan y siguen a la confesión del creyente, por más creyente y vidente que sea, o precisamente porque lo es.

La fe verdadera del discípulo, como la de la discípula María, es humilde, y sobria, contenida. “No me retengas. No te quieras adueñar. Atraviesa, camina, sigue. Mira también las lágrimas y acompaña a tus hermanos”.

Sigue mirando las llagas y palpando las heridas, y en el fondo del sepulcro, en el fondo de las heridas… deja que tus ojos miren otros dulces ojos llenos de consuelo que te miran desde más allá del fondo, y deja que el corazón se rinda y descanse y que los labios, inseguros y confiados, digan simplemente: “Señor mío y Dios mío”. Y cree sin ver, o ve precisamente por creer.

Pues es verdad que lo esencial es invisible a los ojos, pero más verdad es aún que nuestros ojos están hechos para ver lo invisible y que solo lo ven cuando el corazón los ilumina desde dentro y desde fuera; sí, desde dentro y desde fuera.

Lo más real es invisible, y nuestros ojos están hechos para verlo con la luz del corazón. O con la luz de la fe, o con la luz de la compasión, o con la luz de la esperanza contra toda esperanza, llámala como quieras. Con nuestros ojos vemos la vida invisible en el tallo que florece, la ternura y la pena en los ojos que nos miran, la magia y el milagro en el solo de la flauta.

Así es como vieron –¿de qué otra forma pudieron ver?– al Resucitado María en el jardín del sepulcro al amanecer, Cleofás y su compañero –o compañera – en la posada de Emaús al atardecer. Jesús resucitado no se les apareció a ellos de manera distinta a como se nos aparece a nosotros.

Lo que pasa es que, en tiempo de Jesús, entre judíos y griegos, abundaban relatos de apariciones de muertos vivos, y así lo cuentan también los evangelios, pero hoy nadie puede creer a la letra tales relatos, tampoco los de los evangelios.

¿Y de qué nos serviría pensar que Jesús –por unas razones que ni siquiera están en los evangelios, sino que hemos fabricado nosotros– se apareciera a ellos de una manera singular, “milagrosa”?

¿A qué llamamos “milagro”? Milagro no es lo extraordinario, menos aún un suceso que rompe las leyes de la naturaleza –que nadie conoce– por voluntad divina –que nadie debe presumir conocer–. No podemos creer en tales milagros.

Pero todo ser es un milagro y, si sabemos mirar, así lo vemos: como una epifanía pascual. Jesús no se apareció a María de Magdala y sus compañeros sino como se aparece la vida y la belleza, el dolor y la ternura, como se aparecen “los ojos deseados que tengo en mis entrañas dibujados”.

Jesús se les aparecía y se nos aparece como se nos aparecen los muertos que amamos en la Memoria y el Corazón de Dios, que son lo mismo. Como se nos aparece Dios, la ternura y la belleza invisible y real, corazón de toda realidad.

El corazón tiene deseos, que no se han de desdeñar, si no queremos que la desesperación nos invada, que todos los milagros desaparezcan y que este mundo maravilloso se vuelva sombrío y penoso. El corazón tiene razones que la razón ha de entender. El corazón tiene luces que han abrir los ojos. Es bueno que los ojos se dejen iluminar por el corazón para ver el Reino, la Pascua, al crucificado vivo, a Dios padeciendo y resucitando en la oscuridad de todas las cruces.

Un día, después de muchos días de duelo, María y sus compañeros vieron que el sepulcro estaba vacío, que todas las losas no bastaban para ahogar el Reinado liberador de Dios que Jesús había anunciado y anticipado en su vida, e incluso en su cruz.

No necesitaron abrir el sepulcro, ni necesitaron que desapareciera de él el cuerpo muerto de Jesús. ¿Cómo iban a abrir un sepulcro, si era profanarlo? ¿Y de qué servía embalsamar un cadáver al tercer día, si ya se estaba corrompiendo?

La fe pascual no tiene nada que ver con tales sucesos físicos. La fe pascual consiste en que el corazón ilumina los ojos hasta ver que Dios es siempre compañía de la vida, sobre todo cuando es crucificada, que la vida se transforma siempre cuando se da, que la Pascua ya es presente, aunque sea como semilla, como levadura, como primera gavilla. Y que “merece la pena morir de vida” (Mercedes Navarro).

Amiga, amigo: te deseo que cada día puedas abrir la ventana y exclamar: “¡Oh! Ya ha llegado el Reino”. Y que, si es de noche, te acuestes tranquilo porque ya ha llegado, y que, si es de día, te pongas en camino para hacerlo llegar.

* * * 

Para orar.

“No te rindas”

 No te rindas, aún estás a tiempo
de alcanzar y comenzar de nuevo,
aceptar tus sombras,
enterrar tus miedos,
liberar el lastre,
retomar el vuelo.
 
No te rindas que la vida es eso,
continuar el viaje,
perseguir tus sueños,
destrabar el tiempo,
correr los escombros,
y destapar el cielo.
 
No te rindas, por favor no cedas,
aunque el frío queme,
aunque el miedo muerda,
aunque el sol se esconda,
y se calle el viento,
aún hay fuego en tu alma
aún hay vida en tus sueños.
 
Porque la vida es tuya y tuyo también el deseo.
Porque lo has querido y porque te quiero.
Porque existe el vino y el amor, es cierto.
Porque no hay heridas que no cure el tiempo.
 
Abrir las puertas,
quitar los cerrojos,
abandonar las murallas que te protegieron,
vivir la vida y aceptar el reto,
recuperar la risa,
ensayar un canto,
bajar la guardia y extender las manos,
desplegar las alas
e intentar de nuevo,
celebrar la vida y retomar los cielos.
 
No te rindas, por favor no cedas,
aunque el frío queme,
aunque el miedo muerda,
aunque el sol se ponga y se calle el viento,
aún hay fuego en tu alma,
aún hay vida en tus sueños
porque cada día es un comienzo nuevo,
porque esta es la hora y el mejor momento.
 
Porque no estás solo, porque yo te quiero
 
Mario Benedetti

21 comentarios

  • Juanel

     
    Luis Troyano, yo no quiero herir susceptibilidades de nadie como he apreciado en tu lacónica contestación. A mí me gusta la diversidad, la maravillosa diversidad humana, sus distintas culturas y expresiones, sus formas diferentes de entender la cosas, sus filosofías, metafísicas y religiones. Cada cual es libre para elegir aquello que más le gusta, le convenga, o le vaya mejor con sus condiciones o caracteres personales.
    Lo que no admito es que una posición sea cual sea intente “imponerse” sobre las demás como la única posible (tal como tú has hecho según he podido entender y de aquí mi comentario tal vez demasiado crítico) y menos aún que se crea en posesión la Verdad porque se cree “iluminado”, haga proselitismo de esa “su” Verdad exponiéndola sin argumentarla para ser aceptada, y si no se acepta piense que es porque considera al que se atreve a tal cosa como alguien no capacitado, hundido en sus errores, o en sus vicios que oscurecen sus ojos.(esto no lo digo por ti porque no puedo saberlo sino porque es una actitud frecuente al tratar de cuestiones religiosas)
    Si tú has elegido la espiritualidad oriental como forma de vida me parece excelente, tanto como otros eligen ser musulmanes o ateos,…. perfecto. Ahora bien, si quieren exponer sus elecciones de modo no proselitista sino para que podamos entenderlas, pues tienen que bajar a la arena del diálogo en igualdad de condiciones con argumentos al menos razonables; ¡cuidado, que no digo que tú no los tengas!, sino que a mí al menos por ahora, me gustan más los míos según lo que nos has comunicado.

  • Luís Troyano

    Juanel:
    Bueno Juanel, pues que con tu pan te lo comas…

  • Juanel

     
    LUIS TROYANO, he leído el link que me propones y no estoy de acuerdo. Yo no niego la espiritualidad, esa forma de ejercicio mental que puede cultivarse de contemplación o mística, que ahonda en la profundidad del Misterio con el silencio de la mente, que en otro tiempo practiqué. Lo considero como un buen ejercicio para la salud física y mental pero no más de lo que es, un ejercicio. Lo que niego es que tengamos un “espíritu” o “alma”, una sustancia especial que nos permita salir de nuestra condición física o biológica y nos lleve a una supuesta realidad transpersonal o a un yo- uno, que nos permita trascender nuestro yo.
     
    Opino que la experiencia de unificación, de la disolución del yo con el entorno, puede ser un instrumento útil si se sabe usar, pero no tiene en mi opinión una entidad “real” externa a nosotros mismos. Y lo considero así porque no hay, al menos hasta ahora, ninguna posibilidad de probarse. Al contrario que la Realidad Física puesto que la experiencia que tenemos de ella sí puede ser probada como algo externo a nosotros, precisamente porque no se deja manipular, se nos da sin ningún ejercicio ni iniciación alguna, sino que simplemente esta ahí, fuera de nosotros y de la que formamos parte.
     
    Decir que la religión del siglo XXI o será mística o no será, es una suposición digamos profética que no tiene base alguna para ser cierta. Sólo expresa un “deseo” del que la suscribe. Por supuesto que ningún místico cristiano o no, pierde el tiempo ejercitando su espiritualidad pues es una forma de oración, si ésta significa un retomar consciente de nuestra dirección hacia los asuntos de Dios, que puede hacerse tanto pública como privadamente. Pero afirmar con contundencia que es el único modo posible, pues en mi opinión carece de sentido.
     
    El egocentrismo es un asunto que concierne más al sentido ético de la persona que a la cosmovisión que tenga o deje de tener. Importa muy poco lo que crea o deje de creer, cuando se presenta el momento de implicarse con los demás, prestarles ayuda cuando lo necesitan, ponerse en el lugar del otro por empatía emocional y con activa actitud de servicio, tener la disponibilidad abierta al amor, indignado contra las situaciones injustas y contra las instituciones que las sostienen,…… pues todo ello se puede hacer desde creencias muy diversas o incluso contrapuestas.
     
    La espiritualidad oriental que está de moda porque Euroamérica lo ha descubierto recientemente, no es ninguna solución a los problemas que tenemos entre manos de un mundo injusto. En Oriente la espiritualidad tiene muchos siglos de historia, y por esto pregunto ¿los países del oriente son más justos que los de nuestro entorno?, ¿tienen un sentido ético mayor, con una mejor distribución de la riqueza que en Euroamérica?, ¿no existen castas en la India de rabiosa injusticia siendo el país con el mayor indice de espiritualidad en el mundo?

  • Luís Troyano

    Juanel:
     
    “Pregunto: ¿qué significa trascender el yo integrado? Yo no creo que tal cosa pueda hacerse y ni siquiera que haya un método eficaz para conseguirlo.”
     
    Puedo asegurarte de que existen mil tecnologías para trascender el ego. Después de integrar la sombra psicológica en tu pensamiento, se impone eliminar la separación, mente cuerpo, y entonces estas mas cerca aún para esa trascendencia del ego, integrandolo tambien en un nivel de conciencia mas “espacioso”.
     
    Si no están descarriados, le puedes preguntar, que hacen los cartujos, los franciscanos, etc.
    O puedes leer los libros del católico Willigis Jäger, y tendrás muchas explicaciones. (Pinchando en el enlace, puedes acceder a una entrevista suya).
     
    http://espiritualidadypolitica.blogspot.com/2008/04/entevista-willigis-jger-telogo.html

  • Juanel

     
    A ver si consigo explicarme desde mi óptica materialista-cientista. (Ésta es sólo un esquema mental, una forma de ver las cosas, una cosmovisión, y no aplicable a lo socioeconómico o ético, porque a mí ni me gusta tener más de lo que necesito pues no soy nada consumista, ni aprecio el dinero sino sólo como instrumento, y nunca trato de retenerlo para mí porque no le encuentro ningún interés.)
    Admito que en nuestras capacidades intelectivas y emocionales, (heredadas de nuestro ancestros primates y ampliadas en nuestra especie) hay luces y sombras. Y estoy de acuerdo con Luis Troyano cuando dice que las sombras provienen de nuestro ego consciente y de otras fuentes inconscientes, y que un buen ejercicio es el integrar y asumir tanto las luces como las sombras para nuestro propio equilibrio y armonía. Añades que una vez integrado hay que trascenderlo para que surja el “Sol” en nosotros y sea algo así como “luz” para los demás. ¿He interpretado bien tus palabras?
    Pregunto: ¿qué significa trascender el yo integrado? Yo no creo que tal cosa pueda hacerse y ni siquiera que haya un método eficaz para conseguirlo. Lo que sí creo que puede hacerse es tener y cuidar la fe-esperanza de que algún día eso nos ocurrirá precisamente por lo que estamos celebrando, la Pascua, la resurrección de Jesús. Pero trascender ….. , eso significaría traer el futuro al presente y esto lo podrá hacer Dios incluso Jesús, pero no nosotros, aún no.
    Para mí tener una rica vida interior no significa trascendencia, (entendida ésta como un ir más allá de nosotros mismos y de nuestra condición biológica, social y humana), sino la adquisición de una disponibilidad y atención mayor hacia los asuntos del Reino que son los de Dios, porque potencia nuestro ánimo y nos hace más fuertes en nuestro esfuerzo y empeño hacia ese objetivo, como consecuencia de nuestras elecciones. Todo muy humano y nada trascendente.
    Saludos cordiales

  • Rosa Maria Piquer

    Artículo precioso, como todos los de Arregi. Y gracias por el poema de Bendetti. !Buena Pascua a todos! Quien no la encuentra, es que no sabe mirar…

  • eugenio

    Siempre lo llenas de poesía y ternura, cuando comprendes, que podemos estar con el corazón entristecido, por lo que nos quieren contar…
     

  • Luís Troyano

    Juanel:
    “Tenemos un Sol en nuestro interior, que no es “un” Sol, que es “el” Sol. Y que podría hacernos seres luminosos.

    Pero nosotros ocultamos su luz y calor, con unas nubes, -que si son nuestras exclusivamente-. Las nubes de nuestro ego. Así tenemos penumbra en “nuestra casa”, una luz distorsionada por nuestras oscuridades.”
    Esto lo puse en mi muro de Facebook, espero que te sirva como me sirve a mi.
    El yo se divide en mascara (el yo social que nos fabricamos) y en la sombra de este yo. Cuando logramos descubrir e integrar la sombra o insconsciente, aún tenemos trabajo por hacer, es trscender ese yo integrado ahora que es mascara con su sombra. Entonces si eres luz, con la luz que nos alumbra a todos. Pero no temas, siempre reconoces tu nombre y apellidos…
    Un cordial saludo

  • Asun

     
    Hola Juanel,
     
    Veo que intentas comprender, y así lo vas traduciendo desde tu concepción de las cosas,  pero se trata más de sentir y experimentar lo que en mi intervención anterior y sobre todo en el párrafo final “balbuceo”.  Cuando desaparece la identificación con la mente, esa vocecita en la cabeza,  y con la biografía con nombre, victimismos y méritos entre otras cosas,  que creemos que somos, empieza a vislumbrarse la identidad compartida, la  conciencia de unidad sin separaciones  en la que ya todos somos y todo es.
     
    Parece que nos vamos del tema del hilo. Sin embargo desde el yo universal, la Pascua no cesa, nos mira y sonríe desde el interior. Se refleja en todo,  y resurge en todo.
     
     Buenas noches. Hasta otro día.

  • Juanel

     
    Hola Asun
    Gracias por la información y tu cariñoso saludo. Vamos a lo que me comentas. ¿Yo universal? ¿Qué significa? Intento salir de mis esquemas demasiado materialistas -cientistas para lograr entenderte desde los tuyos a ver si consigo empatizar. Mi yo, el de mi mujer, el tuyo, el de tu marido, el de todos y cada uno que se relacionan o no con nosotros ¿es sólo un yo? ¿una y única identidad compartida? ¿cómo? Admito que tenemos todos cosas comunes, es decir, que compartimos todo/as el contenido de lo humano, que formamos una sola humanidad, pero deducir de aquí que formamos un único yo ¿no te parece exagerar las cosas? Es que tú misma lo dices, tu marido tiene una forma “particular” de lógica, de expresarse, que a veces choca contigo, como nos pasa a nosotros yo y mi mujer, y ciertamente en el fondo, en lo importante, coincidimos. Pero esta coincidencia no borra nuestra particularidad ni individualidad.
    Dejar al otro, en particular a quien uno ama, espacio suficiente es algo fundamental para que el amor sea de los buenos y duraderos. Es verdad, según mi punto de vista, que hay que dejar que el amor sea, es decir, con el amor lo único que podemos hacer es acumular leña en buen estado, la mejor posible, para que cuando salte la chispa, que no depende de nosotros, se encienda y cuando esto ocurre ir añadiendo más leña con cuidado para que dure. También en el amor la separación entre uno y otro se desvanece porque yo entiendo mi vida con mi mujer y en mi mujer y a ella le pasa lo mismo. Admito que esa dilución “parcial” de uno en el otro se podría dar con todos los otros humanos, porque todos, bueno “casi” todos, podemos amar (no con respecto a la realidad porque no entiendo cómo ésta nos pueda amar); cierto que todos nos podríamos amar, pero aún no. Yo creo que la humanidad al final de la historia en su plenitud algún día lo alcanzará y nos amaremos todos entre sí sin exclusiones de ninguna clase. Pero aún así unidos en el amor, no lo veo como dilución de identidades, sino como una inmensa diversidad de personas cada una con su identidad y su yo, con sus características y experiencias propias, que enriquece al conjunto de la comunidad humana, precisamente por que sabrán por amor compartirlo.
    Vuelvo a la pregunta inicial ¿cómo entiendes tú el “yo universal” y qué contenido tendría?
    Saludos cordiales y cariñosos

  • Asun

    A ver si hay más suerte.
     
    Hola de nuevo, Juanel.
     
    Busca el 30 de marzo en  el que hay un artículo de Antonio Duato agradeciendo la ayuda económica y sobre cómo hacerlo en Atrio. Encontrarás de todo, las cantidades que suelen hacerse por término medio también.
     
    Aquí en Atrio, como ya  sabes, hay  todo tipo de opinión basado en el mutuo respeto, aunque a veces parece desencajarse. Pero vale la pena apostar por este encuentro de amigos que aprendemos, no se sabe cuánto, los unos de los otros.
     
    Me gusta que seas franco y transparente. Permíteme que yo intente serlo también.
    El hecho de afirmar que nos viene dado, no incluye que lo reconozcamos en nosotros y menos en los demás. Lo dado no es posible verlo a través de un yo superficial, que no ve más allá de lo epidérmico, pero sí del yo particular que se sabe no ser sólo eso, el nombre y la biografía. Adentrándonos aún más en quien somos de fondo, desenvolviendo turbantes  que no paran de enmarañar y confundir  a la mente,  nos encontramos casi de golpe con la verdadera identidad que somos, lo que somos y que ya es, aunque no despierte a nuestra consciencia.  Es el yo universal  que no es de nadie en particular, sino de todos. Esta identidad compartida en la que todos somos, no hace distinta a tu mujer, que en su yo particular seguramente lo es de ti y de los demás, como mi marido, persona muy considerada con los demás, pero  de una lógica  que le particulariza y en lo que a menudo chocamos en las formas, en las maneras de expresarnos uno y otro, pero sorprendentemente quitando las envolturas mentales  coincidimos de fondo.
     
    Parece contradictorio, pero cuanto más dejas al otro ser quien es, aún siendo muy diferente, más te encuentras con él y en él en quien eres sin separaciones ni fisuras. ¿Por qué será? Se ha llamado siempre amor, entrega, disponibilidad…, como si de mérito propio se tratara,  sin embargo, la diferencia estriba en que no es uno el que ama y se desprende,  sino que deja que el amor sea, desde la identidad compartida en la que el yo particular solo es cauce de lo que ya se es en lo más hondo. La separación con todo lo real la impone la mente, bloqueándose y no traspasando el umbral de la Unidad en la que somos y todo Es.
     
    Gracias, Juanel. Hasta siempre.

  • Asun

    No sé qué pasa que envío y envío un comentario aquí y no entra.

    Gracias.

  • Juanel

     
    Hola Asun
    He estado estos meses enredado en otros foros especialmente en el foro de “terra” en donde en el apartado sobre “religiones” o en el del “más allá”, está plagado de ateos muy beligerantes. Todo un reto para mí. Hice algún tiempo atrás una intentona de entrar otra vez en Atrio y no sé que pasó pero mis escritos fueron suspendidos. Intenté conectar incluso colaborar económicamente y no he acerté a hacerlo cosa que me mosqueó bastante y me retiré prudentemente. En estos días lo he vuelto a intentar y ¡zas!, mis escritos vuelven a ser publicados y yo contento. No sé con cuanto colabora la gente que lo hace como media y me gustaría saberlo pues no tengo ni idea, o si les vale cualquier cantidad. Otros foros se sostienen por la publicidad pero comprendo la política de Atrio de abstenerse. Me he puesto en contacto pero no he recibido contestación al menos por ahora.
     
    Vamos a lo que me preguntas: ¿de dónde viene ese saber real….? ¿No nos viene ya dado..? Pues Asun yo creo que no, que no nos viene dado. ¡Ojalá fuese así! Si todos naciéramos con la impronta ética sellada en nuestro “corazón” heredada, digamos en los genes, nuestro mundo humano sería completamente diferente al que tenemos.
     
    Dices que se trata de despertar y que el mundo sea como es me imagino que lo deduces de que no todo el mundo despierta. Pero hasta en el despertar que propones tengo dificultades, porque lo concretas en “tomar conciencia de ser lo que se es, la no- dualidad,…porque soy el otro”. No mira no, yo te aprecio porque sé que compartimos mucho, pero yo no puedo ser tú, ni tú yo. Incluso te diría que mi mujer y yo, que tenemos una complicidad y un amor fantástico de los buenos desde hace más de 35 años y creciendo, y sin embargo, ni ella soy yo ni yo ella. Y si yo no puedo ser ella a quien amo más que a mí mismo, ¿cómo puedo ser una misma cosa con los otros, con las flores del campo, con el agua de los manantiales, con la estrella Vega o con la realidad del Cosmos?
     
    Saludos cordiales y un abrazo. Gracias por acordarte de mí después de tanto tiempo.

  • Asun

    Hola Juanel:
     
    Tras leer y detenerme en el último párrafo de tu comentario, me pregunto:
    ¿De dónde viene este saber real que no estamos solos en la lucha por la justicia y la igualdad? ¿No está ya dado en lo profundo de uno mismo, sin ser de uno mismo?

    El corazón es la metáfora y conexión,  y su limpieza,  el motor que nos introduce en la dimensión más profunda de lo Real. Se trata de despertar a ello y ser lo que se es en ello, no-dualidad. La confianza  va inundando todo de sentido, en el no desfallecer desapareciendo y resurgiendo de la nada,  muriendo el ego que nos separa y enfrenta, en que el anhelo de justicia y de amor,  porque soy el otro, se puede hacer  realidad en la vida concreta, aquí y ahora.
     
    Un abrazo y buenos días a todos.

  • Marcelo Dalmazo

    Gracias José. Que nuestros ojos se “acomoden” para poder ver la vida que sigue luchando por brotar, que sigue peleando por surgir… Gracias por agrandar la mirada. Y gracias por el poema de Mario Benedetti, vecino de orilla y hermano mayor para decir las cosas que nos pasan.

  • Gabriel Sánchez

    Resurrección…Vida que vence a la muerte…dar el paso de la Muerte a la vida… Aquí van dos enlaces…


    Pascua…los muertos que el poder entierra, siempre vuelven… Parte del homenaje de los ocho compañeros caídos en la 20…especialmente para el querido hermano Pepe… Gabriel
     

  • mªpilar garcía

    ¡¡¡Gracias José Arregui!!!

    Siempre abrazas el corazón, que sin tregua sigue buscando.

    Siempre vistes de “gala” (natural, creada) los momentos más fuertes de nuestro caminar.

    Siempre lo llenas de poesía y ternura, cuando comprendes, que podemos estar con el corazón entristecido, por lo que nos quieren contar…
     

    Siempre abarcas todo el contenido “base” del Mensaje liberador de Jesús, sin añadidos que atan, esclavizan, no dejando crecer a las personas que de verdad lo ansían.

    Siempre nos muestras el camino limpio de deshechos que se van dejando por los caminos; por no  recoger  todo lo inservible, y hacernos así responsables de nuestras acciones.

    Siempre nos regalas “sentidas” palabras para entrar en lo más íntimo de nuestro ser, y encontrarnos con esa ¡Mirada! que nos arrulla y empuja suavemente a caminar siempre mirando el verdadero dolor de tantos corazones atenazados.

    ¡¡¡Gracias José A. Hermano!!!

    mª pilar

  • Juanel

     
    Muy bonito, muy poético, que nos eleva el ánimo tantas veces necesario. Pero yo como el primer rabino, el Reino aún no está aquí y es precisamente por esto por lo que no podemos claudicar. Luchamos porque la diferencia entre lo que hay y nuestra esperanza aún es muy grande. Mayor pesimismo me parece ver las cosas como que el sufrimiento, la exclusión, la desigualdad….. la cruz crece (“el océano del llanto y la amargura no hace más que crecer”) en lugar de disminuir. NO ES VERDAD. Lo que crece es la información que tenemos de ella y esto es bueno, pues es el primer paso para disminuir la injusticia es conocerla. Por eso nos abruma y cada vez más pero es no significa que aumente. Antes de la Era de la información, que sólo acabamos de iniciar, la injusticia nos era desconocida y por tanto ocurría en silencio e impune.
    José Arregui nos anima a ver el Reino donde no lo hay. Llegará, pero aún no. Y no podemos “abrir los ojos” para deformar ilusoriamente lo que vemos. Cierto que ya hay mucho del Reino hecho, de acuerdo, y hay que mirarlo con satisfacción de lo conseguido, pero esto no puede nublar la visión más “realista o escéptica” de lo que queda por hacer. Me gusta la frase “no me retengas, no te quieras adueñar. Atraviesa, camina, sigue. Mira también las lágrimas y acompaña a tus hermanos”.
    Ahora bien si el deseo del corazón de María de Magdala y del nuestro es lo único que abre los ojos a la resurrección de Jesús y a la nuestra, entonces no hay ninguna raíz ni base sólida para la fe en ella. Por el contrario si hay la posibilidad real de que la historia humana de acá, en este mundo sin intervenciones milagrosas, termine en el triunfo del bien, en la realidad del Reino en la historia, que vamos realizado generación tras generación porque Dios está profundamente implicado en ello funcionando como garantía, entonces nuestra lucha por la justicia no es vana. No sólo no es vana sino que le da pleno sentido a la historia. Y sabemos que Dios está profundamente implicado precisamente por la resurrección de Jesús, consecuencia de su vida y muerte.

  • Carmen (Almendralejo)

    Dicen que nadie sabe quien es hasta que no tiene consciencia de escuchar su nombre…
    María supo quien era ella cuando Jesús la llamó por su nombre, María
    Dicen que los labios siempre reconoce a la boca de la persona amada, María supo el sabor de aquellos labios, la cadencia de su voz, y el latir del pulso…
    Dicen que cuando se ama, “nadie” puede apartarnos, de la persona amada, porque ella queda adherida a nuestra piel…
    DICEN…
     
    Que estoy loca, que hablo sola,
    que tu amor es un espejismo, dicen…
     
    Dicen que todo es un invento, que tu
    boca no dejó en la mía su último beso,
    dicen…
     
    Que eres cristo bajo el palio del madero,
    dicen, dicen y dicen porque del madero
    ellos te pendieron,
    no enloquecieron de dolor, cuando las colinas
    se hacen plateadas,
    dicen que estoy loca, porque camino
    descalza al rayar el alba,
    dicen que las piedras que hablo
    con las piedras, dicen…
     
    Dicen que estoy loca, porque
    escuché mi nombre en tú boca, dicen…
    que quien de amor mueres, la vida
    encuentra dicen,
    dicen el corazón llora
    con lágrimas de rimas
    cuando de nostalgia agoniza
    dicen que tú muerte fue para salvar
    la mía dicen…
     
    Dicen que estoy loca, si grito
    a los cuatros viento que eres
    el amor de mi vida, dicen, dicen
    que estoy loca…
    ¡Deja! amor que digan
    porque sin ti nada me queda,
    tan solo buscarte.
     

  • Asun

    Gracias, Jose Arregui, por el anhelo entrañable que nos transmites para que los nuestros no cedan:
     
    “como se aparecen “los ojos deseados que tengo en mis entrañas dibujados””
     
    Un fuerte abrazo.

  • Sarrionandia

    Pascua es primaveral y florida. Aunque en el hemisferio sur la sintamos otoñal y marchita, dada nuestra opuesta climatología. Cierto que en el latir diario se experimenta esa paso de lo florido a lo marchito y viceversa. El mejor ejercicio espiritual sería arraigarse entre las flores a la espera de los frutos. Pero siendo nuestro corazón tan variable o más que el mismo clima nos conviene pasar rápido y seguro de los otoños a las primaveras para disfrutar esperanzadoramente de copiosas cosechas de íntima felicidad.