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Marcel Légaut en síntesis

 Teníamos desde hacía unos días este texto de nuestro colaborador Domingo Melero, pero nos alegramos de que se nos haya adelantado ECLESALIA en difundirlo a ambientes muy diversos. Esperamos que la figura de Marcel Légaut, sobre la que volveremos muchas veces en ATRIO, pues fue un pionero de ese seguimiento de Jesús desde la más auténtica secularidad, sea cada vez más conocida. En el enlace que se pone al final y que tenemos entre nuestros preferidos encontrará quien lo visite textos magníficos.

 PENSAR A CUERPO GENTIL

Marcel Légaut en síntesis

DOMINGO MELERO, dmelero@marcellegaut.org

MADRID.

 ECLESALIA, 28/03/11.- Nacido en París en 1900 y doctor en matemáticas por la Escuela Normal Superior, Marcel Légaut enseñó en diversas Facultades, hasta que, en 1940, bajo el impacto de la rápida derrota de Francia, y tras concienciar algunas carencias fundamentales en su vida debidas a su formación (como por ejemplo su falta de carácter para el mando), decidió comenzar una nueva vida, de profesor y campesino a la vez, a 200 km de Lyon.

Tres años más tarde, sus superiores en el Ministerio dejaron de apoyar su iniciativa y entonces abandonó definitivamente la Universidad, colgó los libros y siguió viviendo, junto con su mujer, como pastor de alta montaña, en su granja de Lèsches, a 1200 m. de altura, en los pre-Alpes, en el Alto Diois. Veinte años después de este descenso sin retorno en la escala social, y del consiguiente arraigo en la vida común (de trabajo manual, familia y relaciones), Légaut, sintiéndose como enterrado en vida, emprendió una reflexión a fondo sobre la condición y la existencia del hombre, que recogió en los dos tomos de El cumplimiento humano. Légaut reflexionó sobre su itinerario y el de sus compañeros durante el siglo XX, siglo de grandes convulsiones y mutaciones, incluido el fracaso de las iglesias ante la modernidad, su crisis que aún dura, pero también su posibilidad de salir bien de ella, lo cual sólo ocurrirá si los cristianos retoman todo desde la base, es decir, a partir de su humanidad, sin miedo, es decir, con fe.

A partir de temas de la época, como el testimonio y la pobreza, a los que él les dio la vuelta, su reflexión se centró en la «fe en sí mismo», la fe conyugal y paterna, y la fe en el otro y ante lo real, incluida la asumción de la propia muerte y de la de los más próximos. Todo un itinerario de autoconocimiento en la línea de un «socratismo cristiano» o de un «cristianismo socrático»; camino de descubrir, de forma no ideológica, la fe en Dios, el seguimiento de Jesús y un estilo especial de obrar en el Mundo, a manera de fermento, que incluye un modo especial de estar en el cristianismo, igual como el que cualquier hombre debe descubrir para estar en su propia tradición, tal como Jesús, en medio de Israel.

Casado y padre de seis hijos, Légaut escribió veinte libros, dieciséis de ellos a partir de 1970. Monsieur Portal, su mentor, le había descubierto, de joven, que la honestidad y la independencia intelectuales son esenciales para una vida espiritual auténtica, pues, de lo contrario, ésta está en falso, y es artificial y estéril, tal como puede comprobarse a menudo. Animado por M. Portal (admirable este sacerdote lazarista precursor del ecumenismo, represaliado por la más alta jerarquía romana antes y durante la crisis modernista), Légaut, entre los veinte y los veinticinco años, descartó el camino normal en régimen de cristiandad para una vocación cristiana (sacerdocio y vida religiosa) y escogió, en cambio, el camino de la ciencia.

Fruto de estas primeras decisiones, así como del modo como plasmó el “don total” en su grupo, pero también más allá de él (gracias a criticar el engaño de absolutizar su función de líder célibe en dicho grupo), vinieron las decisiones posteriores, antes mencionadas, a las que siguieron largos años de barbecho intelectual; años, sin embargo, de reflexión, inmerso en el trabajo, la familia y el espesor de lo humano. Hasta que llegó el tiempo de escribir de verdad. Ni filósofo ni teólogo ni psicólogo de oficio, y con el único título de su tenacidad y responsabilidad (otro nombre para su libertad), la vida devolvió a Légaut un antiguo sueño de juventud, casi olvidado: decir libre y sinceramente la vida espiritual; no la que debería ser sino la que es. Fruto de la dura ascesis de la escritura, Légaut nos ofrece, en sus libros, su meditación, su testimonio y su plegaria; dirigidos a sí mismo, a sus amigos y a su Dios: los interlocutores de la comunicación a la que su vida (como toda vida) aspiraba, por razón de su instinto profundo. La autoridad de sus textos no proviene, pues, ni de un mandato institucional ni de una solvencia socialmente garantizada (que justifican separarse y apoyarse en algún claustro o plataforma, académica o de otro tipo), sino del don total de vivir y de pensar a cuerpo gentil, sin autodefensas, inmerso en «las mesmas vivas aguas de la vida», lo cual, aparte de ser infrecuente, es inestimable. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

Para más información: http://www.marcellegaut.org  

Un comentario

  • M. Luisa

    Quiero expresar mi admiración a este gran humanista de quien aprendí mucho y me ayudó  a superarme  en mis horas bajas.