Acá un breve perfil de mi vida, bastante original.
Nací en las faldas de los Alpes, Tirol del Sur, provincia autónoma anexada a Italia.
Durante de mi niñez estalló la primera guerra mundial. Debido a la situación económica de mi familia nos tocaba a los 3 hijos servir a campesino (Pastorcitos, ayuda en el campo), para ganarnos alguito. Un tiempo ahí comenzaron mis dudas sobre la imagen del sacerdocio y el sentido del celibato en particular. Hijo del espíritu del Vaticano II, me pregunté: ¿Qué queda de la Buena Nueva en pueblos donde llegas 2 o 3 veces el año sin tu testimonio de vida que sustente tu prédica? Métete como pastor en medio del rebaño con tu ejemplo, adelante como guía, o detrás dejándose llevar por el sano instinto del pueblo, como dijo el papa Francisco. Admito, también el celibato como “conditio sine qua non”, me resultaba cada vez menos evangélico. Firmemente decidido de no abandonar mi vocación genuina de misionero, me decidí a solicitar al Pablo VI a que me repusiera en el estado de laico. Al final, la respuesta fue positiva.
Bajé a la costa, con mi VW a Lima para aventurarme en una nueva, desconocida situación, en un País extranjero, sin nada. Un huaico me cerró el paso en medio camino, dándome una última oportunidad para pensar mi propósito: Una doble vida jamás. Jesús te tomo por tu palabra “Busquen por encima de todo el Reino de Dios, y todo lo demás se les dará por añadidura”.
Y se cumplió a creces: La congregación me proporcionó estadía un una de sus parroquias en Lima. El padre hizo todo para cambiar de opinión. Conocí amigos, entre ellos un párroco que me ofreció alquiler gratis hasta encontrar algún trabajo adecuado. Pasados unos meses me contrató el Colegio Paruano-Alemán para la primaria. Un obispo de la teología de liberación me dio personalmente permiso de enseñar Religión en todos los niveles de educación. A parte de Religión enseñé alemán como segundo idioma, matemáticas y arte.
Me casé. En tres años compré mi casa a crédito, nos nacieron 3 hijos (dos mujeres y un varón), todos ya con su propio nido, seis nietos en parejas (hombre, mujer). A parte integraba activamente el Movimiento Nacional “Diálogo y Vida”, y un tiempo como secretario la “Federación Latinoamericana por un ministerio eclesial renovado”
Después de 37 años de profesor en el dicho Colegio y en el Instituto Goethe, paralelamente horas bíblicas en nuestro barrio, vino mi liberación completa: 12 años de pensionista que me dio la oportunidad de emplear toda mi energía y mi tiempo. Mi “púlpito”, aparte de haber logrado el “olor de ovejas”, resultó la computadora, conforme lo publicó una revista de mi terruño Tirol.
Lo que más me fortalecía en todo este tiempo de misionero libre, era el continuo apoyo de mi pueblo natal y la comprensión de mi madre: “Franz – me escribía en una carta – te confío, tú sabrás lo que haces”.
O Dios, tú me has dado mucho más de lo que me atrevía esperar. Ya tengo 82 años y me siento bien gracias a la colaboración de mi esposa Zulema y el cuidado que presta a mi salud, ventajas que no tienen muchos curas soltaros en avanzada edad.
“pecador, sí – corrupto, no” (Papa Francisco).
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