George R. Porta, 08-enero-2017
Hoy de nuevo es domingo. Una invitación a leer algo, tranquilamente, procurando captar el hilo de pensamiento del autor y encajar toda la variada información que maneja. Este texto de George merece este tipo de lectura y de posterior comentario. Pues encierra más de lo que a primera vista aparenta. AD.
En 1940, el escritor católico Graham Greene, publicó “El Poder y la Gloria” cuyo título está tomado de la doxología que concluye el Padre Nuestro, en la Misa Romana: “…tuyo es el reino, el poder y la gloria…” (Mateo 6, 13b).
Como los seres humanos no podemos dejar de soñar, muchos soñamos lo que después no recordamos (ese es mi caso) y según Freud, Jüng y los más modernos expertos en lo onírico debe ser que mis sueños son tan terribles o tan inmorales que mi subconsciente los reprime. No sé qué escoger… Pero muchas personas sueñan en grande, y algunas, bastantes a juzgar por toda la gente que quiere ser multimillonaria ganándose la lotería, sueñan llegar a “ser como dioses”.
Así las cosas, hace mucho que “el poder y la gloria” ya no se le desean al Dios que alaba la doxología eucarística, sino que muchos los desean para sí y al viejo estilo del Derecho Romano, con derecho de uso, abuso y disfrute.
Los límites de lo real con lo absurdo y de lo realmente sagrado, como la vida, con lo demás se han vuelto borrosos. Así probablemente los veía antes de morir acribillado el pobre cura-mártir a quien, paradójicamente en la novela de Greene, el pecado humanizó…aunque pensándolo bien, quizás no sea tan paradójico porque el pecado humanizó a Adán y a Eva en los relatos genesíacos: Los hizo vulnerables a la muerte y capaces de sentir pena por lo que hacían lo cual era bueno.
Por todo esto me parece que tenga una actualidad impresionante el texto de la atribución de “Mateo” (11, 12) a Jesús, el Galileo de Nazareth: “Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los Cielos sufre violencia y los violentos lo arrebatan” porque hay que ser ciego para no ver que los violentos están arrebatando el reino para sí, quitándoselo a “los desheredados de la tierra” (Fanon) a los pobres, a quienes en otro texto (esta vez de Lucas) le atribuyen a Jesús, el Galileo habérselos prometido (Lucas 6, 17).
Y si nuestra esperanza confiada fuese como un grano de mostaza…si tuviéramos un mínimo de confianza en lo que hemos estado diciendo que creemos… ¡Cuán diferente fuera este Mundo que quizás sea el único posible a pesar de sus defectos y males! (eso cree un buen amigo que es amigo de G. W Leibniz) …
Basta mirar a la profundamente arraigada y vieja corrupción de la Iglesia Católica que Francisco parece querer corregir (¿ignorando a Leibniz?), de modo especial la de la propia curia vaticana. No quiero decir que fuera de la curia, en los medios seculares o laicales no haya corrupción. La desigualdad en las condiciones de vida, la injusticia social por doquiera es evidencia suficiente de que en todas partes cuezan habas. Y desde luego, la corrupción de las colaboraciones que a título de “líderes” establecen ambas la jerarquía y los medios seculares en materia de política, resolución de problemas sociales, modo de ver la vida, establecer valores éticos prioritarios, obtener influencia, conseguir fondos para funcionar y para canalizar ayuda material a los necesitados, etc. Todo ello define un espacio de corrupción.
Hace tiempo, el 21 de abril de 2015, Atrio bondadosamente me publicó algo que escribí sobre Carl Anderson, Gran Maestro de la Orden de los Caballeros de Colón. Han pasado casi dos años y tras ese período de aparente silencio porque Francisco no es Benedicto y menos Juan Pablo II, ni Barack H. Obama es Donald Trump, Carl Anderson ha estado volando bajo los radares, pero solo ha ganado en poder como los huracanes cuando se detienen.
El acceso del Sr. Trump a la Casa Blanca alineó las estrellas para que los EE UU puedan tener su primera dictadura formal: No a la distribución de la gobernanza en tres poderes independientes. No a los mecanismos de verificación interna. En resumen, que ahora los tres poderes constitucionales han quedado bajo el control mayoritario del mismo partido conservador y fascistoide.
Los expertos, en general, han percibido la renuencia del Sr. Trump a que sea disuelta la Oficina de Ética Parlamentaria como una precaución, dada la avalancha de problemas éticos y legales que posiblemente saldrán a relucir en su contra porque el Sr. Trump no creció para ser político y no se cuidó a lo largo del camino.
La jerarquía católica ligada a los centros de poder ha preferido históricamente alinearse con la derecha y, de hecho, organizaciones religiosas poderosas, entre ellas notablemente la Orden de los Caballeros de Colón, probablemente financiaron muchas campañas que han culminado en la distribución política actual.
Los cardenales juran obediencia al Papa que los empurpura y a sus sucesores y renuevan la misma cuando eligen uno nuevo, pero no es menos cierto que los que ahora resisten a Francisco han encontrado precedente legal en el caso de Juan XXII.
El cuestionamiento de la ortodoxia del documento post sinodal sobre la familia de Francisco pudiera cobrar proporciones trágicas si socavara la autoridad pública y política del Papa. Ya Francisco arribó a edad avanzada y el giro de la política y el poder hacia la destrucción de las estructuras establecidas (lo que Benedicto llamó en 2005 la “hermenéutica de la discontinuidad” y la vuelta hacia la derecha radical donde se vea a la izquierda como fallida abrirá puertas a cardenales jóvenes, ambiciosos, más preocupados por “el poder y la gloria” y de la que con gusto se apropiarían. Una especie de renacimiento del “Renacimiento” pontificio.
Benedicto no es un modelo de modestia y humildad como se le representa. Es obvio que impuso su acceso al pontificado cultivándolo sobre todo durante la prolongada chochez de Juan Pablo II, aprovechando la brecha que le abrió la mala salud del posiblemente único real contrincante, Martini el cardenal de Milán.
Además, hizo mucho daño quizás sin proponérselo, nombrando tanto cardenal joven de tendencias conservadoras y de intransigente ortodoxia y, de repente, escondiéndose en su palacete cuando para denunciar a otros no tenía más remedio que denunciarse a sí mismo tras tantos años de encubrir la corrupción y la inmoralidad en el Vaticano y fuera de él.
Por razones de salud y edad Bergoglio no podía ser sino otro papa de transición como lo fue Juan XXIII. Nadie debió sospechar entonces, como tampoco de Juan XXIII, que armaría este rollo reformador.
He dicho en este mismo foro de Atrio otras veces algo que me parece sea comprensible a cualquiera: Por instinto de preservación e inercia las entidades poderosas tratan de elegir los líderes que las perpetúen o las fortalezcan, y no que las eliminen. Yo no invoco la justificación del Espíritu Santo porque prefiero la lógica sociológica. De lo contrario tuviera que considerar que el ES haya tenido muchas veces problemas de atención deficitaria porque se sobran los papados catastróficos y canónicamente erectos.
Entre esos cardenales jóvenes, ambiciosos, y por lo tanto electores y elegibles en el posiblemente próximo cónclaves hay dos norteamericanos, ambos empoderados por Benedicto, ambos “violentos asaltadores del reino”, uno es Raymond Leo Burke, a quien Francisco nombró Patrono de la Soberana Orden de Malta y el otro es Timothy Michael Dolan a quien Benedicto sacó del “profundo sur norteamericano, tradicionalista, racista y arrogante casi por naturaleza” y lo hizo arzobispo de N. York, una de las diócesis más poderosas y ricas de los EE UU y quizás del mundo católico.
- Las Dudas sobre la ortodoxia de “Amoris Lætitia”
- La nobilísima “Orden de Malta” y La Orden de los Caballeros de Colón
- El Encuentro de los Pobres
- El Encuentro de los Poderosos
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