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Religión y sociedad

Castillo

El principio de este artículo de Castillo parece demasiado obvio como para despertar interés en comentaristas de ATRIO que lo tienen claro. Pero al final hay una prpopuesta concreta que nos lleva a un planteamineto más laico e interreligioso. Esperamos saber más de ese ciclo.

¿Estamos seguros de que los países cuya sociedad es más religiosa son igualmente los países en los que la sociedad es más honrada y más ejemplar? La respuesta no es fácil. ¿Dónde está la dificultad?

Para responder a esta cuestión, lo más importante es tener presente que la sociedad se juega mucho, seguramente muchos más de lo que imaginamos, en el tema de la religión. Baste pensar en la frecuente y dramática relación que existe entre religión y violencia: el terrorismo, las guerras, los conflictos en la relaciones sociales, todo esto son sólo algunos de los ejemplos que podemos traer a la memoria para comprender hasta qué punto la religión puede colaborar para el bienestar o la desgracia de los pueblos y de la sociedad. Una sociedad, en la que el hecho religioso está bien orientado y dirigido, suele ser una sociedad en la que se palpa el bienestar. Por el contrario, un sociedad en la que la religión está mal planteada y mal dirigida, será inevitablemente una sociedad en la que se palpa la desigualdad, la corrupción y el sufrimiento.

Así las cosas, viviendo en una sociedad en la que se produce más de lo que necesitamos todos los ciudadanos para vivir bien, ¿cómo se explica el profundo malestar que nos invade y que incluso destroza a tantas familias y a tantos individuos?

Se le suele echar la culpa de casi todos los males a la crisis económica y a la pésima gestión de los políticos. Y no le falta razón a quien dice eso. Pero quien se queda solamente en eso, se queda en la superficie, en lo que ve todo el mundo, es decir, en los efectos de un fenómeno mucho más profundo. Lo más importante, que está ocurriendo ahora mismo, no es la crisis económica. Ni tampoco lo mal que hacen las cosas muchos políticos. La causa del malestar y el desconcierto, en que vivimos, tiene sus raíces en que estamos viviendo un cambio cultural de una profundidad y de unas consecuencias que seguramente no imaginamos.

Para hacerse alguna idea de lo que acabo de indicar, es necesario recordar que el “homo sapiens” tiene cien mil años de antigüedad. De todo ese tiempo, durante más de noventa mil años, los humanos vivieron de forma que no se habían organizado como una “civilización”. Eran tribus de cazadores itinerantes, desinstalados, el “hombre-no-económico”.  A partir de (por lo menos) tres mil quinientos años a. C., nacen las técnicas, y con ellas algunos rasgos conocidos desde la antigüedad: el “hombre-económico”, con las consiguientes desigualdades que la economía genera. Así nació la disociación entre la evolución tecnológica y la evolución social, que, a los largo de los siglos, han avanzado en sentido inverso: la evolución tecnológica como progreso, la evolución social como degradación (M. Daraki).

Hasta que hemos llegado a producir una situación insoportable. Una situación que ya nadie tiene capacidad para poder darle solución. La distancia entre el culmen del desarrollo tecnológico y el fondo de la degradación social es algo tan asombroso y tan insalvable, que un reducido número de individuos (bien contados y conocidos) acumula más riqueza y más poder que casi el 90 % de la población mundial. De ahí que la aspiración fundamental de la humanidad no es ya ni el “honor” (como lo fue en las culturas de la antigüedad), ni el “poder” (a partir del Imperio romano), ni la “riqueza” (desde la revolución industrial del XIX). Lo que hoy más anhela casi todo el mundo es la “dignidad”, que es la igualdad de todos los ciudadanos en los mismos  derechos, los derechos humanos.

¿Es eso hoy posible para todos los habitantes del planeta, no como mera propuesta teórica, sino como realidad efectiva? Sólo una fuerza que nos supere y nos iguale a todos lo haría posible. Me refiero a la religión. Pero no a la religión como “conjunto de creencias y rituales”, sino la religión como “ethos”: la ética de la bondad. A la que aspiramos todos los humanos. ¿No está en esto la clave del éxito mundial que ha alcanzado el papa Francisco en pocos meses? ¿No  irá por aquí la explicación de ese triste (y hasta canalla) personaje que ha surgido, en el último medio siglo, el “político errante”, que ni sabe a dónde va ni a dónde nos lleva?

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3 comentarios

  • George R Porta

    En distintos lugares hay distintas circunstancias y poner las esperanzas en la religión que no ocurre del mismo modo en todos los lugares ni siquiera cuando se trata de la misma secta o grupo o credo, es casi incomprensible.
     
    La religión es una realidad institucionalizada de alguna manera en todas partes. Por lo tanto la religión misma constituye otra contradicción de carácter político y económico. Basta mirar las tendencias que se siguen cuando se habla del tema.
     
    Pablo erró cuando dio derecho al que sirve el altar a vivir de ello, sostenido por la comunidad. Seguía posiblemente el modelo de las religiones paganas y de la hebrea, pero no de Jesús, al cual las narraciones evangélicas no dicen cómo ganaba su sostén diario una vez que se convirtió en predicador itinerante.
     
    No es imposible vivir de la pesca diariamente cuando se bordea algún río o algún “mar” y quizás con tal de escucharle, los amigos buenamente compartieran cosas con él por aquello de que valía la pena con tal de escucharle.
     
    No hablo de eso, hablo del “carrerismo” y de las rentas, de los estipendios por los sacramentos o de lo más escandaloso, por ejemplo en los EE UU. Si alguien quiere fotografiar o conservar un video de su casamiento ha de contratar los servicios de la parroquia que es otra fuente de ingreso.
     
    Por otra parte si uno va a pedir ayuda para un pobre que reside en la demarcación de la parroquia, si no está registrado no le pueden servir y si le sirven es por medio de algún grupo como la Sociedad San Vicente de Paúl, y si no la hay, lo cual es voluntad del párroco, pues simplemente ha de ser amigo del diácono. Esto lo digo porque como trabajador social al servicio del propio hospicio católico lo he vivido.
     
    La solución no es la religión, ninguna religión. La solución es el seguimiento de Jesús que es un problema individual y eso requiere el anuncio de Jesús como proyecto de vida comenzando por dar ejemplo de seguimiento quien le anuncia.
     
     
    La propuesta de José Ignacio González Faus es interesante. Muy difícilmente ocurra pero fuera un ejemplo. Dejar de ser un Estado y el Papa su Jefe en el sentido político fuera otra posibilidad. La familia como centro de evangelización fuera otra posibilidad y si alguien quiere ser religioso o religiosa en el sentido de vivir en un convento, San Vicente de Paúl tuvo una percepción muy interesante: Por hábito las ropas que los pobres del lugar vistan, por velo la santa modestia, por capilla la iglesia del lugar, por celda un cuarto de alquiler, por claustro las calles de la ciudad…y si yendo a la misa dominical encontraseis un pobre que os necesite, no sigáis a la misa, servid primero al pobre. Radical, es cierto, pero ¿no lo es Jesús?

  • Antonio Vicedo

     
    Y donde está la verdadera dificultad, Pascual y José Mª, es en la desviación cultural.(Aquí si conviene tener claro la raiz racional y la lingüista: cultivo)
     
    Porque en ello está la causa originaria de los desequilibrios fundamentales de la personalidad y en consecuencia de las estructuraciones en que la persona es como la materia prima imprescindible, desde las relaciones de pareja, hasta las globales a nivel de Humanidad.
     
    Nuestra mente, como las demás capacidades humanas se le ofrecen al ser humano desde el inicio de su existencia como página en blanco, lienzo limpio o camino con múltiples desviaciones por sus correspondientes orientaciones.
     
    No aparecemos en la vida predestinados, y, aunque relativamente, desde nuestra existencia no absoluta, si venimos los humanos con un bagaje natural de racionalidad y libertad capaz de desarrollar nuestra realidad de sujetos en un proceso que, arrancando de cero, se proyecta a lo indefinido, mediante los conocimientos y las prácticas coherentes con ellos.
     
    Es viejo el eslogan de que: Nada es deseado ni querido, si no se tiene de ello previa noción.
     
    Y es en ese proceso de inicios sucesivos de saber, para poder desear hacer, donde radica el problema del acierto o equivocación de la orientación del proceso personalista propio y relacional.
     
    Si el proceso racional y práctico se desenvuelve conforme a la condición natural de nuestro propio ser racional, libre y responsable (Desarrollar esto por uno mismo o mediante la colaboración ajena entrañaría lo que llamamos Educación: e.d. Sacar, desde dentro de un* mism*, el propio y coherente desarrollo) entonces, la cultura (de cultivo) se identificaría con el concepto de auténtica educación, pero, si por el contrario, lo que se intenta por el propio sujeto, o por quienes ejercen influencia irresistible en el inicio ,y puede que también después en gran medida, la frustración de la finalidad de las capacidades fundamentales humanas, abocarán en una mayor frustración de las relaciones estructurales sociales.
     
     
    Nunca, ni el troquelaje de las piezas, ni sus diversos ensamblajes o ajustes, tienen capacidad para convertir en auténtica una materia prima falsificada.
     
    Los seres humanos específicamente, por naturaleza, tenemos nuestra fuerza o poder, subordinados a la racionalidad y la libertad responsable, a distancia considerable de lo que sucede en nuestra proporción de animalidad, compartida con los seres de la flora y fauna de las selvas y los mares, careciendo del irrenunciable instinto vital total en todos ellos
     
    Por eso nuestra Ley de vida, no puede ser considerada, ni Razón de la fuerza, ni de dominio sobre ningún ser de nuestra propia especie.
     
    Y aquí entra la desviación radical del humanismo, desde ese falso elemento cultural que es: La no aceptación de la verdad real de nuestra IGUAL CONDICIÓN HUMANA.
     
    Una cultura ancestral basada en el intento de mantener comportamientos de predominio sobre los que por naturaleza somos iguales,considerándolos como inferiores, nunca podrá ser humana; y ni siquiera natural como en la flora y fauna, pues, renunciando al reconocimiento específico de nuestra propia condición natural, nunca podremos lograr el equilibrio vital de los seres de las selvas y los mares, por no disponer, como capacidad propia, del instinto que los fuerza al equilibrio.
     
    Y, si esto es así de claro y sencillo en el horizonte humano laico, aparece todavía más clara la fundamental desviación y sus aberrantes consecuencias, cuando se intenta justificar falsamente la desigualdad personal teórica y prácticamente como una representatividad apropiada de Dios y de su poder, como medio y forma estructural religiosa.
     
    La religión en su aspecto cultural, sobre la base de la representatividad del Todopoderoso Dios aquí en la tierra, desde la pareja hasta las estructuras más globales y universales humanas, se convierte en el pésimo factor de corrupción deshumanizadora.
     
    Por eso Jesús se opuso testimonialmente por su HUMANIZACIÓN a las Religiones, desde el modo de su Encarnación y, desde la más radical y sublime HERMANDAD vital suya, nos advirtió de que, en la Humanidad, no hay ni deben haber grandes y pequeños; ni menos, que nadie tenga que vivir a condición de matar a un semejante; entendido el matar, en su sentido más amplio y digno de la vida personal.
     
    La racionalidad humana laica va apuntando, desde hace tiempo hacia esa necesidad de aceptar la verdad de nuestra específica igualdad y sacar de ello las consecuencias de fundamentar y condicionar el ordenamiento político, mediante el proceso social hacia la DEMOCRACIA, asegurando la práctica universal de los DERECHOS y DEBERES HUMANOS FUNDAMENTALES.
     
    Pero a lo más que se ha llegado en algunas partes de la Humanidad es a las OLIG-ARQUIA, PLUTO-CRACIAS y JER-ARQUIAS disfrazadas de demo-cracia o de hermandad comunitaria
     
    Dejando a parte las otras Religiones que han ejercido menor influencia en nuestra cultura y sociabilidad, el Cristianismo, en todas sus variantes no ha dado testimonio estructural, cuantitativo considerable de coherencia evangélica con Jesús, que sigue proclamando con su testimonio y mensaje que la salvación de la HUMANIDAD consiste en que llegue a ser verdadera y realmente HUMANA por la práctica del AMOR como el suyo, que se da entre iguales, o iguala por finalidad propia.
     
    Y por la aceptación relacional que se desprende de: No considerar, ni llamar padre a nadie sobre la tierra, pues uno solo, el Celestial, es PADRE, con la consecuencia de ser toda la HUMANIDAD una real y verdadera HERMANDAD de herman*s tod*s igualmente hij*s del mismo Padre Celestial.
     
    Por eso defendió que: El SÁBADO era para la Humanidad, y no esta para aquel, actitud que le valió la pena capital y muerte en la cruz; suerte que acompañaría a sus siervos y discípulos , en las mismas circunstancias actualizadas; porque no es más aventajado el siervo que su Amo, ni el discípulo más que su Maestro

  • Yo le diría, le pido a Castillo, que estudie a fondo “Religión, seciedad y responsabilidad” Me explico y el me va a entender como andaluz que es: un minúsculo grupito de los más grandes maleantes imputados de esta bendita “Andazulía”, la Nápoles del sur, hicieron todo su bachillerato con unos frailes. ¿Qué les anseñaron? ¿Integridad o devoción a san Fulano de tal? ¡Hay un fallo inmenso en la ética que les enseñaron! ¡Fue un disparate la religiosidad que les inculcaron! El evangelio que nos han inculcado es etéreo cuando se trata del trabajo y de la honradez.-Y hablo así porque fui compañero de varios de los de esta camada de los ERES. De modo que vayamos a la raiz del problema, que está donde está.