Cada pueblo, cada nación tiene sus propios mitos, cuentos, doctrinas o ideologías para explicar su historia. De ello resulta el imaginario colectivo. Y cada persona se los hace suyos, pero adaptados a la propia forma de ser en una historia personal de forma inconsciente. Pero conviene siempre que uno se haga la autocrítica, el autoanálisis o la reflexión introspectiva sin ninguna clase de angustia, de miedo y sobre todo con sinceridad. Todo esto es muy fácil escribir y decir. Al menos tendría que ser un indicador de cómo debiéramos caminar para madurar, progresar, crecer, humanizarnos y con otros términos religiosos, como salvarnos. Pero, eso sí, un discurso que no sea esquizofrénico, es decir, lejos y ajeno a la realidad. Dicho de otra forma “hacer castillos en el aire”, cuando la gente prefiere “Más vale pájaro en mano que ciento volando”.
Pues bien, las coordenadas actuales sociales nos llevan poder revisar, otra vez, los mitos. En este caso, EL COMPLEJO DE TELÉMACO. Brevemente: Telémaco es el hijo de Penélope y Ulises. Ulises, el padre, se va a la guerra. Es el rey de Ítaca.
Los deja solos. Telémaco es pequeño. La madre le habla siempre de su padre. Y Telémaco, el hijo, la escucha. Va la playa cada día a ver si hay alguna señal de la vuelta de su padre. Lo necesita. El padre es el orden, la ley de la palabra, la madre, Penélope, se apoye en él. Es una buena luchadora contra los perversos del palacio. La quieren seducir. Estos quieren apoderarse del poder y poner la Ley del código, del derecho. La ley de la fuerza, de los intereses. No hay testimonios de la ley sino sátrapas. La evaporación del padre es funesta y fatal. Esto lo vive el hijo en su propia piel. Telémaco quiere y espera al padre en quien confía y cree que pondrá orden. No quiere ni la lucha contra el padre (Edipo) ni su anulación en tanto que hijo (antiedipo) ni quiere contemplarse como el hijo ideal que no necesita a nadie (Narciso). Quiere un padre que ponga orden, pero no autoritariamente sino con testimonio. La ley de la palabra. Un día, a la puerta del palacio, llega un hombre pobre. Es maltratado por la guardia. Al principio, nadie lo reconoce. Pero con su actuación, la madre y el hijo ven al esposo y al padre. Y hacen equipo los tres contra los pretendientes. No ha vuelto como un héroe porque todos hubiesen ido a recibirlo. Las discordias hubiesen sido más punzantes. Padre, madre e hijo, Ulises, Penélope, Telémaco, vuelven al palacio. El orden o la ley de la palabra va a ser más fuerte que la ley del derecho, de la fuerza. Va a predominar el testimonio. Y el hijo será el heredero de esa forma de gobierno.
El título me lo ha inspirado un libro escrito por un psicoanalista italiano Massimo Recalcati: Il complesso di Telemaco. El subtítulo es muy significativo: Genitori e figli dopo il tramonto del padre (padres e hijos después del ocaso -decadencia, disolución, desaparición- del padre).
Efectivamente, las coordenadas sociales actuales nos están pidiendo, después de una situación aguada, superficial, de desorden, de dictaduras, de autoritarismos a todo nivel, otra clase de autoridad o de ley. Ha emergido una nueva consciencia que no excluye la autoridad. Recordando siempre que autoridad viene del latín auctoritas que significa hacer crecer, progresa, avanzar. Sí que excluye, repugna y vomita los autoritarismos personales de líderes ineptos, déspotas, sin diálogo, corruptos. Todos aquellos que estaban en la corte mientras Ulises se hallaba lejos, en la guerra. El hijo no tenía un punto de referencia, pero lo buscaba. La nueva consciencia pide una “auctoritas”, una ley de la palabra. Un líder con testimonio. Hacen falta líderes hoy en día.
O vamos cada día a la playa para ver si algo llega del padre. Y siempre algo llega. O sino la confusión entre generaciones no llevará a una vida satisfactoria. No creo que los términos de “papi y mami”, tan extendidos hoy en día entre padres jóvenes puedan expresar esta referencia tan necesaria para los hijos. Los hijos como las hijas no quieren colegas. Los hijos y más la adolescencia, como las rebeliones, gritan en voz alta: No solo queremos sino que también necesitamos la ley de la palabra, no de la imposición del derecho. La ley de poder de la razón, no la ley de la razón del poder. Una autoridad con testimonio.
Y como es lógico a fuer de evidente, es preciso comenzar con uno/a mismo/a. Camino de madurez o de la equilibrada gestión de las pulsiones. Elaborar una sensibilidad ante las dificultadles ajenas. El gran respecto a los posicionamientos diferentes siempre que no manifiesten preponderancia, despotismo o una falta total de diálogo, de comprensión, de empatía. La tolerancia tiene un límite razonable y justo. Posicionamientos que no se apoyen en la ley del derecho, fruto de un momento dado y producto de mentes humanas. La ley o la fuerza del derecho, en minúscula, es temporal y de discernimiento. Y avanzando aún más, un profundo sentido de universalidad sin perder la particularidad o la singularidad.
El complejo de Telémaco nos puede ayudar pedagógicamente a resituarnos mejor en una época de confusión y desorientación, en una sociedad líquida. Una frase de Einstein puede venir en nuestra ayuda: El mundo no será destruido por los que hacen el mal,
sino por aquellos que nada más se quedan mirando.” Y de aquí es preciso que cada uno en su metro cuadrado donde vive y se relacione pueda hacer todo lo que pueda. Una mirada o visón global con una acción local o concreta. Y de ahí el refrán: Después de un día, viene otro.
Jaume PATUEL i PUIG
Pedapsicogog i psicoanalista
http://lacomunidad.elpais.com/jaumepatuel
jpatuel@copc.cat
Quise decir: “para la acción”
“El mundo no será destruido por los que hacen el mal,
sino por aquellos que nada más se quedan mirando.”
Una frase para la reflexión y parar la acción.