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Responsabilidad ante el futuro de la especie humana

BoffCon un voto unánime, el 22 de abril de 2009, la ONU dio la bienvenida a la idea, propuesta siempre por las naciones indígenas y siempre relegada, de que la Tierra es Madre. Por lo tanto, se le debe el mismo respeto, la misma veneración y el mismo cuidado que dedicamos a nuestras madres. A partir de ahora, cada 22 de abril no sólo es el Día de la Tierra, sino el Día de la Madre Tierra. Este reconocimiento conlleva importantes consecuencias. La más inmediata es que la Tierra viva es titular de derechos.

Y no sólo ella, sino también  todos los seres orgánicos e inorgánicos que la componen son, cada uno a su manera, también titulares de derechos. Es decir, cada ser tiene un valor intrínseco, como se subraya en la Carta de la Tierra, independientemente del  uso o no uso que hagamos de él. Tiene el derecho de existir y a seguir existiendo en este planeta y a no ser maltratado o eliminado.

Esta aceptación del concepto de Madre Tierra viene a cumplir lo que ya en los años 20 del siglo pasado el geoquímico ruso Vladimir Vernadsky (1983-1945), creador del concepto de la biosfera (el nombre fue acuñado por el geólogo austriaco Eduard Suess (1831-1914) ) llamaba ecología global, en el sentido de la ecología del globo terrestre como un todo. Conocemos la ecología ambiental, la político-social y la mental. Faltaba una ecología global de la Tierra tomada como una compleja unidad total.  Siguiendo al geoquímico ruso, James Lovelock recientemente, con nuevos datos empíricos, ha presentado la hipótesis de Gaia, aceptada en la actualidad como teoría científica: la Tierra aparece efectivamente como un superorganismo vivo que se autorregula, tesis sostenida por la teoría de sistemas, la de la cibernética y por los biólogos chilenos Maturana y Varela.

Vernadsky entendía la biosfera como esa finísima capa que rodea la tierra, una especie de tela sutil indivisible que capta las radiaciones del cosmos y de la propia Tierra y los transforma en energía terrestre altamente activa. Aquí se realiza la vida. En ese todo se encuentra  la multiplicidad de los seres en simbiosis entre sí, siempre interdependientes, de forma que todos se autoayudan para existir, persistir y coevolucionar. La especie humana es una parte de este todo terrestre,  la parte que piensa, ama, interviene y construye civilizaciones.

La especie humana tiene una singularidad en el conjunto de los seres: tiene la responsabilidad ética de cuidar,  mantener las condiciones que garanticen la sostenibilidad del todo.

Como describimos en el artículo anterior, vivimos en gravísimo riesgo de destruir la especie humana y todo el proyecto planetario. Fundamos, como afirman algunos científicos, el Antropoceno, una nueva era geológica con altíisímo poder destructivo, resultado de siglos pasados ​​ de un desajuste perverso del equilibrio del sistema-Tierra. ¿Cómo hacer frente a esta nueva situación que nunca ha ocurrido de manera global?

Personalmente hemos trabajado los paradigmas de la sostenibilidad y el cuidado como una relación de amistad y de cooperación con la naturaleza. A continuación presentamos brevemente un complemento necesario: la ética de la responsabilidad del filósofo alemán Hans Jonas (1903-1993) con su conocido principio de responsabilidad, seguido del Principio de la Vida.

Jonas parte de la triste verificación de que el diseño de la tecno-ciencia ha vuelto a la naturaleza muy vulnerable hasta el punto de no ser imposible la desaparición de la especie humana. De ahí surge la responsabilidad humana, formulada en este imperativo: actua de tal manera que los efectos de tus acciones no destruyan la posibilidad de vida futura.

Jonas trabaja también con otra categoría que debe entenderse bien para no provocar un punto muerto: el terror y el miedo (Furcht). El miedo tiene aquí un significado elemental, el miedo que nos lleva instintivamente a preservar la vida y la de  toda la especie.   Existe el temor de que efectivamente se desencadene un proceso  imparable de destrucción en masa, con los medios que no teníamos miedo de construir y que, ahora, tenemos fundado temor de que en realidad pueden destruirnos a todos. De ahí nace la responsabilidad ante las nuevas tecno-ciencias como la biotecnología y la nanotecnología, cuya capacidad de destrucción es inconcebible. Tenemos realmente que responsabilizarnos del futuro de la humanidad  por miedo y más aún por amor a nuestra propia vida.

Leonardo Boff es autor de Del Iceberg al Arca de Noé, Mar de Ideas 2011.

6 comentarios

  • olga larrazabal

    Buena Pepe, pero supongo que habrá jerarquías en el asunto de la vida.  Por de pronto, la vida parece ser una tendencia de la materia estructurada, y habría que ser Dios para destruirla.  Hasta en los peores tiempos de la tierra, cuando casi todo se extinguió, loas bacterias y levaduras microscópicas siguieron rampantes, y todo volvió a empezar.  Por eso decir que se es Pro Vida es como decir soy Pro Fuerza de la Gravedad, soy Pro Carta Periódica de los Elementos, soy Pro Hoyos Negros…..Creo  que hay que especificar y jerarquizar para poder meterle el diente.  Y a veces la conservación del sistema vida actual de la tierra tal como está, necesita que una especie  en lo particular reduzca su voracidad y su natalidad, e incluso su largo de vida.  Porque la realidad es paradojal, no funciona en blancos (pepes) y negros.

  • Lo que creo entenderle al hermano Leonardo Boff, es que los humanos estamos a punto de darnos en La Madre…Tierra, aun cuando a largo plazo. Ya hay signos, con esos fenómenos meteorológicos, mismos que siempre se han presentado, pero ahora con mayor fuerza y virulencia, sin que ignoremos el entorno de vulnerabilidad en puertos, márgenes de ríos y zonas superpobladas. Pienso que el hermano Boff, o el señor Boff, si se prefiere así expresarlo, está lo suficientemente informado para hacer tales afirmaciones, tales como los derivados de la tecnociencia, “la biotecnología y la nanotecnología, cuya capacidad de destrucción es inconcebible”. Y para advertirlo, recurre al lenguaje digamos literario y a nociones tan novedosas para muchos de nosotros, como los derechos de seres orgánicos, o inorgánicos. No sé si un acantilado, la falda de un monte, sean objeto de derechos cuando se derrumban con la violencia de los explosivos, para hacer una represa. Y si la misma represa tendrá el derecho de alterar radicalmente el entorno para beneficio sólo de una región, o de una entidad. En todo caso, da junto con otros muchos (los pensadores de VOICES, revista del círculo de pensadores cristianos,por ejemplo, o los informes desde el Club de Roma, hasta los del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático)  la voz de alarma sobre lo que puede venir, o cómo paliarlo, o evitarlo. Las palabras o expresiones fuertes, cierto que perturban. Arriba usé la expresión darse en la Madre…Tierra. En México, una expresión fuerte, es darle en la madre  a otro, o darse en la madre uno. Creo que vale la metáfora, aunque provoque algo de miedito. Quienes estamos fuera de los círculos académicos especializados, sean científicos o pensadores religiosos, pero como legos aprendemos de ellos, estamos obligados a divulgar, a nuestra manera, sus ocupaciones y pre-ocupaciones. Vemos que todo esto tiene sus raíces históricas, algunas de largo alcance, en el pasado; pero también sus implicaciones actuales de toda índole. Cosa difícil ciertamente. Pero ni uno solo descompuso el mundo, ni uno solo lo va arreglar. Esto ciertamente, es un “juicio universal”, uns crisis universal, una oportunidad universal, un kairos, momento oportuno, dicen ustedes los especialistas en estos temas, desde la perspectiva religiosa. Momento oportuno para rediseñar nuestro Mundo. Ofrezco una disculpa por incursionar en su círculo, pero son tiempos de “hablar”. Decimos en México: hay tiempo de lanzar cohetes y tiempo de recoger las varas. Y parece que en esto hay cierta reminiscencia bíblica. Debo finalmente aclarar que le digo hermano a Leonardo Boff, porque entiendo que aun cuando ahora en el ámbito laico, su espíritu me parece franciscano. En todo caso, mis opiniones, sin falsas modestias, son de un laico, no especialista, preo-ocupado por lo que nos pasa. Y aun cuando no estoy en condiciones de predicar y tal vez lo que digo provoque una sonrisa, hubo Alguien que dijo, o por lo menos los textos se lo atribuyen: hombres de poca fe, cuando los pescadores sufrían dificultades en aquel mar chiquito. A lo mejor podría decírnoslo a nosotros, en este mar grandote, planetario. Mis respetos por los, las de este sitio ATRIO, al que llegué a través de Servicios Koinonía, y al cual visito frecuentemente.

  • Rodrigo Olvera

    perdón, el corrector automático mi puso virus titulares de derechos humanos, cuando en todo caso serán virus titulares de derechos virales

  • Rodrigo Olvera

    La frase que citas Pepe es indefendible (bueno, siempre es posible defender con un poco de doble discurso).
     
    Si Boff tiene razón, entonces por ejemnplo en el tema del aborto hay que dar la razón a los movimientos pro-vida: desde el momento de la fecundación ese ser orgánico (y ya no nos metamos si tiene alma o no tiene alma, si es persona o no es persona, etc) es titular de derechos.  Por supuesto, los virus al ser titulares de derechos deben ser protegidos contra su aniquilamiento para salvar humanos (pero qué antropocentrismo matar miles de virus titulares de derechos humanos para que yo no sienta dolor de cabeza por una gripe). Más aún, Boff ahora dice que los seres inorgánicos son titulares de derechos: me pregunto si estaré incurriendo en tratos crueles y tortura por golpear demasiado fuerte las teclas de mi ordenador (cada tecla es un ser inorgánico titular de derechos, ¿no?).
     
     

  • ana rodrigo

    Ay, Pepiño, es que no te puedes aguantar… Ciertamente que lo que dices es una posible interpretación parcial (ya hasta gracioso) del texto. Pero yo voy a intentar dar alguna otra.
     
    Que el desarrollo que perseguimos todos los países no es compatible con un largo futuro del Planeta, ahí está. Qué la capacidad tecno-científica que tiene el ser humano en sus manos actualmente es capaz de aniquilar la vida en la Tierra, tampoco se puede negar.
     
    A partir de estas dos verdades objetivas,  podemos adoptar dos posturas: una, ponernos en plan apocalíptico como si se fuese acabar el mundo ya mismo,  y/o prever las consecuencias de las locuras de las que somos capaces los seres humanos.
     
    Pienso que Boff, en los largos años que anda metido en este tema, ofrece sus reflexiones para que no bajemos la guardia a nivel social y no tomarnos a broma la fragilidad de la vida en la Tierra, y en especial la vida humana.

  • pepe blanco

    Este hombre, ¿por qué no pensará dos veces las cosas que escribe, antes de publicarlas?
     
    Hoy nos alegra la jornada con esta insólita declaración: “Y no sólo ella [el planeta Tierra], sino también  todos los seres orgánicos e inorgánicos que la componen son, cada uno a su manera, también titulares de derechos“.
     
    Pues nada, majo, que has dejado encantados al virus del SIDA y al de la viruela. Y al bacilo de Koch, y a la bacteria de la salmonella. Y a tantos otros seres vivos pequeñitos que han sufrido la tortura y el ataque feroz de la tecnociencia humana. Si es que los seres humanos somos unos desaprensivos.
     
    Supongo que lo próximo será incluir en el preámbulo de la Constitución de Bolivia la prohibición expresa de la fabricación y uso de los antibióticos, por atentar gravísimamente contra los derechos de los microbios.