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Un caso paradigmático de pederastia y encubrimiento que rozó a Bergoglio

Podría ser un relato más de abusos a un menor por un cura. Pero este caso es bastante especial. Por ser la primera vez que en Argentina la justicia obliga a la iglesia a indemnizar a la víctima de un cura pedófilo, ya fallecido. Y porque en el encubrimiento del cura intervino también la archidiócesis de Buenos Aires, tal vez con conocimiento explícito de su arzobispo Bergoglio. ATRIO toma el relato tal como lo publico Página 12 el lunes 29 de Abril. El hecho, aunque sea verídico –esperamos aportaciones sobre él de los atrieros argentinos–, no nos quita la esperanza de que el papa Francisco reaccione de una manera nueva a lo habitual. Si le llega el conocimiento del caso, sabrá, por encima de sus voceros expertos en culpar al mensajero de odio a la Iglesia, reconocer los hechos, humillarse y pedir perdón a Gabriel, la víctima, en nombre propio y de toda la Iglesia argentina que él presidió cuando ocurrieron los hechos.

“Este fallo me da mucha tranquilidad y consuelo”

El Obispado de Quilmes deberá indemnizar a un joven y a su madre. El cura fue protegido por la Iglesia pese a que confesó que había abusado del muchacho cuando era menor. La madre del chico señaló que “la Iglesia ya no se va a poder mover con la misma impunidad”.

Por Mariana Carbajal

La Cámara de Apelaciones de Quilmes confirmó la sentencia que condenó al Obispado de Quilmes a pagar una indemnización como responsable de los actos de pedofilia que cometió un cura de su diócesis. Se trata de un fallo histórico. Es la primera vez que la Justicia argentina ordena a la Iglesia Católica resarcir a una víctima de abuso sexual por el daño que le causó el aberrante hecho. “Estoy feliz. Esto es lo que buscábamos: Justicia”, dijo a Página/12 Beatriz Varela, la madre del joven, que fue abusado cuando tenía 14 años, y que hace diez años batalla para que el caso no quede impune. Hoy, con 25 años, el muchacho, que siempre fue presentado como Marcos para proteger su identidad, decidió romper el silencio y aceptó hablar con este diario sobre aquel episodio que marcó su vida y cuestionó duramente la actitud que asumió el obispado para encubrir al sacerdote abusador. “Nos querían mostrar como mentirosos. Al no tener pruebas contra nosotros buscaron gente que hablara mal de la moral de mi mamá, para silenciarnos. Este fallo me da mucha tranquilidad y consuelo. Me alegra que pueda servir para que otras víctimas sepan que la Iglesia no se va a poder manejar con la misma impunidad” frente a casos de pedofilia, dijo Gabriel –su verdadero nombre de pila– a Página/12, en declaraciones exclusivas.

El fallo acaba de ser dictado por la Sala II de la Cámara de Apelaciones de Quilmes, integrada por los jueces Eleazar Abel Reidel, Horacio Carlos Manzi y Julio Ernesto Cassanello, informó a Página/12 el abogado de la familia, Mauro Pagliuca. Ratifica una sentencia de primera instancia, de diciembre, del Juzgado Civil y Comercial Nº 2 de Quilmes, que condenó al Obispado de Quilmes a pagar una indemnización por daño moral ($ 120 mil) y para pagar el tratamiento psicoterapéutico ($ 7800) de Gabriel. También le otorgó un resarcimiento a su madre, quien hace diez años viene batallando para que haya justicia por el abuso sexual perpetrado por el cura Rubén Pardo contra su hijo. La Justicia determinó un monto de 20 mil pesos por daño moral y 7800 pesos en concepto de tratamiento psicoterapéutico. En total, el obispado deberá desembolsar 155.600 más los intereses por 10 años. Las partes tienen diez días a partir de la notificación para apelar. El abuso sexual ocurrió en la madrugada del 15 de agosto de 2002, tal como informó oportunamente este diario. El religioso reconoció los hechos ante el entonces obispo de Quilmes, Luis Stockler, pero el purpurado apenas le aplicó una “amonestación canónica” por la violación del sexto mandamiento, que dice “no cometerás actos impuros” y luego fue trasladado a otras diócesis, donde se le dio refugio, sin haber sido nunca expulsado de la Iglesia, hasta que murió de sida el 10 de junio de 2005. Llegó a ser alojado en una vivienda de la Vicaría de Flores, del Arzobispado de Buenos Aires, cuyo titular era monseñor Jorge Bergoglio, hoy al frente del Vaticano como Francisco. Este dato figura en la causa penal, que luego fue archivada con el fallecimiento de Pardo. La Iglesia nunca reconoció el hecho como un delito aberrante, sino simplemente como “una debilidad propia de los célibes”. Beatriz Varela, la madre de Gabriel, era una mujer muy creyente y muy comprometida con la Iglesia como toda su familia. Pero la actitud que asumió la jerarquía eclesiástica frente al caso de pedofilia la llevó a alejarse de la institución. Lo mismo le sucedió a Gabriel. “No quiero ser cómplice de una institución que oculta la verdad”, dice el joven, en su charla con este diario. Recuerda que “tenía muchas amistades vinculadas a la Iglesia porque desde chiquito frecuentábamos” ese ambiente, pero se distanció a partir de que denunciara el abuso. “Perdí un montón de amistades. Me sentía solo”, dice. “Mi mamá tomó la decisión de alejarse cuando se dio cuenta de que no reaccionaban frente a la gravedad de lo que me había pasado. Le podía haber pasado a un hijo de ellos, hablábamos de un pedófilo. No se puede creer lo cegados que pueden estar. La gente que conocíamos por la Iglesia no nos acompañó. No se quisieron comprometer para pedir una sanción grave. Y esta actitud, lamentablemente, la tuvo parte de mi familia, también muy creyente, como el hermano de mi mamá y su mamá”, cuenta Gabriel. Es la primera vez que habla con un medio de comunicación sobre el abuso sexual que sufrió una década atrás.

Gabriel, como sus dos hermanos, estudió en colegios religiosos y ayudaba a los párrocos en las misas. Hasta el año pasado, cuando se jubiló, su madre tuvo un cargo docente en el colegio Manuel Belgrano, que depende de la diócesis de Quilmes. Varela fue catequista y participó del Movimiento de los Focolares y de la Obra de María como voluntaria. Su hermano es diácono. Su madre, la abuela de Gabriel –legionaria a cargo de un grupo juvenil de La Legión de María–, se ocupaba de la santería en una capilla de Quilmes y participaba como adherente del Movimiento de los Focolares. Su familia nunca quiso que se denunciara el abuso sexual en la Justicia.

–¿Qué pensás de la actitud que tuvo el Obispado de Quilmes frente al abuso sexual que sufriste? –le preguntó Página/12 a Gabriel.

–Es indignante. Yo era chico. Estaba por cumplir 15 años y no entendía mucho. La vi sufrir a mi vieja. Ella era la que ponía la cara, y fue víctima de maltrato por parte de la Iglesia Católica. La institución quiso encubrir.

Ente las acciones que encaró la madre de Gabriel para dar a conocer el caso entre la feligresía de Berazategui –donde viven–, difundió una carta con el relato de los hechos en distintas parroquias de la zona. “Stockler sacó inmediatamente un comunicado que envió a los medios desmintiendo lo que decía mi mamá. Nos querían dejar como mentirosos. Al no tener pruebas contra nosotros buscaron gente que hablara mal de la moral de mi mamá”, recuerda Gabriel. Ni su abuela quiso repartir esas cartas para no enfrentarse con el cura de la parroquia a la que concurría.

–¿Cómo te afectó el abuso?

–Tuve un intento de suicidio. Fue cuando se había extraviado la causa penal en la Justicia hace un par de años. Era evidente que hacían lo posible para que la causa civil prescribiera. Estuve internado 15 días en una clínica.

El expediente penal “lo buscaron por dos años”, acota la madre. Había sido archivado cuando murió el cura.

Gabriel retoma la palabra. Vuelve sobre aquel traumático episodio: “Esas vivencias te cambian el carácter. Me hizo más desconfiado. No te digo que vivía con miedo, porque con el tratamiento psicológico y el apoyo de mi familia logré superarlo, pero me sentía desprotegido. Durante largo tiempo tuve pesadillas, no podía dormir. Fue una vivencia muy cruda, muy fuerte. Es algo de lo que me voy a acordar toda la vida. Sentía vergüenza de lo que podían llegar a pensar los demás. Por eso hay mucha gente que no se anima a contar que fue abusada. Con el tratamiento terapéutico te das cuenta, lo superás, entendés que no sos culpable, que estas cosas pasan porque hay gente pervertida”.

El abuso sexual ocurrió en la madrugada del 15 de agosto de 2002 en la Casa de Formación de la Iglesia Católica, de Berazategui, que pertenece al Obispado de Quilmes. La noche anterior, Varela, viuda hacía ya varios años, invitó a su casa al sacerdote Rubén Pardo, de unos 50 años. Quería que les hablara a sus dos hijos varones –de 15 y 14 años– como un consejero espiritual para orientarlos dentro de la fe y la moral. Pardo era conocido de la familia. El religioso tuvo una charla a solas con Gabriel y, como la conversación fue interrumpida por la cena, le preguntó a su madre si podía llevarlo a pasar la noche a la Casa de Formación, donde él vivía y que lindaba con la vivienda de sus anfitriones, para poder continuar el diálogo. Y además, para que lo ayudara en la misa de precepto, del día siguiente, Día de la Asunción de la Virgen, porque el párroco estaba de viaje. Pardo, en aquel momento, hacía reemplazos en las parroquias y era capellán del Hospital Iriarte, de Quilmes. La mujer accedió. Confiaba en Pardo. Porque era un sacerdote. Cuando su hijo había salido de la charla con el cura, le había dicho: “Me habló como si fuera mi papá”.

Para Gabriel fue una noche de terror. Según denunció luego ante la UFI 8 especializada en delitos sexuales del departamento judicial de Quilmes, una vez en la Casa de Formación, cuando ya estaba en el dormitorio del clérigo, Pardo lo invitó a su cama, a lo cual él accedió inocentemente. Pensó que se trataba de un gesto paternal. Pero el religioso abusó sexualmente de él. “Sabía que me estaba violando, pero no podía pensar en qué podía hacer para evitarlo, porque tenía mucho miedo y estaba shockeado”, relató el adolescente ante la Justicia. Gabriel esperó a que Pardo se durmiera y buscó escaparse. Regresó a su casa saltando la medianera del fondo de la Casa de Formación que lindaba con el terreno de su hogar. “Entré llorando a mi casa, asustado, en crisis, y le conté lo que me había pasado a mi mamá. Me escapé cuando el tipo estaba dormido. No sé cómo saqué coraje para escaparme. Tenía mucho miedo. Ni podía pensar en ese momento”, recordó en la entrevista con este diario. Pardo le había dicho que no le contara lo que sucedió a nadie. Gabriel dice que no entendió por qué su mamá no quiso denunciarlo a la policía inmediatamente. “Después entendí: confiaba en que la propia Iglesia lo castigara y le aplicara una pena coherente con lo que había hecho. La amonestación fue un chiste. Incluso lo trasladaron a la Vicaría de Flores y nos enteramos en ese momento de que estaba confesando a chicos en escuelas primarias. Cuando supe eso pensaba: ¿qué lógica aplican: abusó de un menor y lo ponen a confesar menores. Ahí fue cuando mi mamá se animó a hacer la denuncia. Yo estuve de acuerdo. Yo no quería que otros chicos pasaran por lo mismo. Para que se termine la impunidad, por eso acepté”, dice Gabriel.

Estudia en la UBA la carrera de licenciatura en Relaciones del Trabajo. Desde diciembre, cuando dejó un empleo en un banco, está buscando un trabajo vinculado con sus estudios. La sentencia de la Cámara de Apelaciones le dio gran alegría. Pero sobre todo le dio “tranquilidad” y “consuelo porque se hizo justicia”. “Pienso que puede servir para que otras víctimas se animen a hablar. Me da tranquilidad pensar que la Iglesia no se va a poder manejar con la misma impunidad.”

9 comentarios

  • roman diaz ayala

     
    El mal ya está hecho.
    Poco importa, quiénes y cuántos hayan intervenido en la ejecución de los abusos, y sus posibles encubridores, las omisiones de quienes podrían haber intervenido en reparación y callaron mirando para otro lado.
    Llueve sobre mojado, haciendo la lista más larga y dando la imagen de una lacra que afecta a todo un colectivo muy extenso por muchas partes del globo. alli donde hay un clero de la Iglesia Católica.
    Sin embargo, lo considero todo tan distinto y tan distante cuando en medio de la diana se pone al obispo de Roma, el jefe espiritual de los católicos y católicas. ¿Por qué nos tine que preocupar hasta el punto de creer que con el prestigio del actual papa se esfuman todas nuestras esperanzas de renovación?
    Si el actual obispo de Roma es inocente de toda culpa; malo, porque eso no oculta tanto horror. No hay alternativas
    Algunos venimos gritando muy alto desde hace varios años, décadas, que el rumbo de la Iglesia Católica no era el del Concilio y que habían apagado la llama del Espíritu Santo. ( La Jerarquía corporativamente, el papa, un hombre de labios impueros, en medio de una clase ¿dirigente? de labios impuros.
    Y sin embargo, somos Pueblo de Dios, no renunciamos a seguir siendo el Pueblo de los Santos de Dios, y nos hemos propuesto reformarnos a nosotros mismos, para seguir siendo fieles a Aquel que nos llamó.
    ¡Ánimo¡, Tenemos una gran tarea por delante, con Francisco o sin Francisco, pero siempre con Jesús
    roman

  • ana rodrigo

    Pienso que hay varias posturas colectivas ante este Papa, Francisco.
     
    La de quienes deseamos y pedimos que el Papa se pronuncie sobre las sospechas y las acusaciones y, si tiene que pedir perdón, que lo haga. Muchas grandes personas en la historia han cometido errores, como el mismo Pablo de Tarso que presenció el asesinato de Esteban y le pareció bien, según se escribió en el libro de Los Hechos, cuando cambió, fue un genio en muchos aspectos.
     
    La postura de quienes le disculpan, o no se creen lo que se dice en su contra, y, sin mirar atrás, miran al futuro, confiando con que puede cambiar muchas cosas. “Borrón y cuenta nueva”
     
    El grupo de quienes han canonizado a Juan Pablo II que estuvo a punto de canonizar a Maciel, o “adoran” a Benedicto XVI a pesar de que sabía u ocultó casi todos los casos de pederastia y estás dispuestos a ver en Bergoglio como el Papa enviado por Dios al que no hay que pedirle cuentas.
     
    Y, finalmente, el grupo más próximo a la Curia y al inmovilismo interesado, que están preparando la estrategia para quitárselo de en medio, pero no por su biografía y sus errores pasados, sino porque sus posibles cambios puedan remover su seguridad.
     
    Lo tiene difícil el Papa Francisco ante tantas presiones.

  • ana rodrigo

    De acuerdo completamente con lo que dices, Vicedo. Debería dar ese paso urgentemente.

  • Antonio Vicedo

    No dice el evangelio si Pedro rezó mucho o poco después de su flaqueza y cobardía en la noche de las negaciones, lo que sí afirman es que no lo escondió y. con su amargo lloro, dio a entender a su entorno su profundo arrepentimiento por haber negado conocer a Jesús, siendo mentira y ofensa contra la amistad con la que Jesús lo había tratado.

    Apoyados en el Evangelio,  también constatamos que Jesús, si bien de forma implícita, tampoco se anduvo con contemplaciones a la hora de tantearle a Pedro la verdad de su arrepentimiento, exigiéndole declaración preferente de amor  por tres veces, hasta que su presunción primera de valentía y seguridad, no mantenida en la triple negación, la puso en manos de Jesús,  apelando a que Él veía su actitud profunda interior.

    Puede que la cobardía o debilidad de un comportamiento pasado no ajustado a la responsabilidad de intolerancia respecto a la verdad de la realidad delictiva, pueda ser superada, con arrepentimiento y compromiso de aceptación plena de la verdad, pero lo que no queda superado es cualquier otro intento de esconder o negar la verdad inexcusable.

    Lo de las actitudes jerárquicas (Un provincial de la Compañía de J. ya estaba en ese escalón jerárquico) haciendo valer su poder eclesial para amparar clérigos (Dado que lo hicieran)  no  procurando comprometerse a favor de cualquier herman*., ya es, desde la fe cristiana, una negación práctica del reconocimiento del Jesús  que se identifica con sus más pequeñ*s herman*s en quienes termina siendo víctima.

    Y esto, cuando se da en Argentina, como antes en España y otros sitios, con claros atentados contra quienes luchan por la Justicia y la defensa de la dignidad personal de los sin voz, ni poder, es una deuda de fidelidad o cobarde negación, semejante a la de Pedro en aquella noche.

    El buen pastor, como Jesús, va delante de su rebaño y afronta el primer y más grave riesgo ante el ataque al rebaño de cualquier alimaña.

    El asalariado se cubre detrás del rebaño, anteponiendo su seguridad a la de aquel, que recibe de inmediato el ataque depredador, mientras, en tanto asalariado, no le siguen las ovejas.

    Francisco, actual Pedro, lo tiene claro y sencillo como el apostol.

    Y, si no es capaz de imitarlo en reconocer, llorar y sinceramente amar a Jesús negado en las víctimas, que vaya pensando en hacerle pronto compañía al emérito en Santa Marta, pero  como segundo  emérito de la serie.

    La pregunta de Jesús: ¿Me amas más que estos?, está en el aire, como también lo de :-No es el siervo más que su Amo …; Y la credencial: COMO el Padre me envió, ASÍ os envío yo a vosotros.

  • ana rodrigo

    Hoy ha dicho el Papa:
    “Esto me ofrece la ocasión para dirigir mi pensamiento a quienes han sufrido y sufren a causa de los abusos. Querría asegurarles que están presentes en mi rezo
    “Pero querría decir también con fuerza que todos debemos comprometernos con claridad y valentía para que toda persona, especialmente los niños, que están entre las categorías más vulnerables, sea siempre defendida y atendida“,
     
    Yo quiero creer a Francisco, pues una cosa es que no se defienda de las acusaciones y otra cosa es que estas expresiones sean el colmo de la hipocresía en un cargo de tipo moral universalmente tan relevante como ser Papa. No me alcanza a encontrar qué podría hacer o decir ante las acusaciones, si no es que aclare las cosas. Me temo que, en el caso de que él no haya tenido nada que ver ni siquiera, por supuesto, indirectamente con las acusaciones, ocurrirá eso de “calumnia, que algo queda”
     
    De cualquier forma, hoy debería haber dado el paso de condena explícita y rotunda, y de calificar a los abusadores como delincuentes. Ahí, creo que se ha quedado muy corto. Con el rezo no se resuelve el sufrimiento de las víctimas. Y la pederastia ha sido y sigue siendo muy grave cuantitativamente y moralmente como para hablar con tibieza del tema.

  • Antonio Duato

    Virginia:

    En el reportaje y entrevista se dice que “Llegó a ser alojado en una vivienda de la Vicaría de Flores, del Arzobispado de Buenos Aires, cuyo titular era monseñor Jorge Bergoglio, hoy al frente del Vaticano como Francisco. Este dato figura en la causa penal, que luego fue archivada con el fallecimiento de Pardo.”

    Flores es una vicaría de las cuatro en las que está dividida la diócesis (o archidiócesis) de Buenos Aires, bajo la jurisdicción directa de Bergoglio en 2002. No dice el reportaje cuánto tiempo estuvo en esa parroquia y si fue allí donde se le permitió seguir tratando a chavales y por qué. Que aclaren eso, pero que no acusen a la prensa de publicar datos que están en la causa que se archivó.

    Hoy ha dicho Francisco que las víctimas de los abusos están muy presentes en sus oraciones. ¡Qué bueno sería que para Gabriel, una víctima concreta y cercana, tuviera algo más que una oración íntima y anónima. Yo lo espero así, por el bien de Francisco y de la Iglesia.

    Para empezar que no permita ahora el papa que la diócesis de Quilmes recurra la sentencia, a no ser que tenga pruebas clarísimas que debería exponer públicamente en detalle.

  • Virginia Fernández

    Obispado de Quilmes, dice la noticia. Quilmes no es Buenos Aires, aunque esté cerca. Bergoglio fue arzobispo de Buenos Aires. Sencillamente, quizá conoció la denuncia de la víctima, pero quien tenía que resolverlo era el propio. Acusar al entonces Cardenal Bergoglio de encubridor es injusto a mi parecer. Las cosas no funcionan así en las Conferencias Episcopales, el Presidente de la Conferencia no interviene en el gobierno de las Diócesis.

  • ana rodrigo

    Este relato, no sólo pone en evidencia el hecho de que la pederastia clerical era, y es, más generalizada de lo que suponemos, sino que nos expone una terrible galería de fotogramas de los distintos eslabones de la barbarie: la madre confiada, el cura que se aprovecha de esa confianza, el abuso descarado sobre el menor, el “arrepentimiento” del pederasta, sus protectores, la negación pública del hecho, el humillar a la madre en el interrogatorio, y la intención de humillar a la familia dejándolos por mentirosos, el miedo del resto de la familia de hacer público el delito de un delincuente ajeno a ella misma, el refugio que le buscan sus tutores en vez de poner al delincuente en manos de los jueces, las secuelas del chaval, el importar más la imagen de la iglesia que la desgracia del niño…. ¿es posible poder encadenar más barbarie?
     
    Aquí Francisco, Papa, debe dar la cara, debe dar razones de su comportamiento y, en el caso de que supiese lo que ocurrió, pedir perdón por la parte que le toca.
     
    No sé, pero me temo que, entre las sospechas que se ciernen por su actuación en la dictadura y ahora casos como éste, va a quedar con las manos atadas para tomar otro tipo de decisiones. Pienso que es urgente aclarar o escampar tantos nubarrones si quiere tener una cierta credibilidad. Son demasiadas sospechas sobre un Papa recién nombrado.
     
    También es cierto que, una vez, desatadas tantas sombras, va a ser difícil que se le crea cualquier explicación, y, si en esas explicaciones pide perdón por la cuota que le toque, va a quedar tocado. Por mi parte, pesimismo…
     
    De cualquier forma, es un caso raro. Primero porque el colegio cardenalicio que lo eligió no supiese todas estas cosas que eran públicas, lo que demuestra que viven en otro mundo… Y, segundo, no estamos acostumbrados a que a un Papa, recién elegido, le caigan tantas acusaciones y sospechas.
     
    Desde el principio me manifesté escéptica, y ahora, con todas estas cosas, me temo lo peor. La Curia estará al acecho ante cualquier cambio que modifique su estatus, y las esperanzas en él se van a ir diluyendo.

  • Celso Alcaina

    195.400 pesos son 19.540 euros. Una ganga por abusar de un niño. Sobre todo, si lo paga la diócesis. El corruptor es insolvente. Bergoglio “reza” por las víctimas de abusos.