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Francisco, obispo de Roma

Francisco iLa sorprendente elección de Bergoglio fue anticipada –de la mano de José Manuel Vidal– dos días antes por ATRIO como un deseo que era posible aunque improbable: Jorge Mario Bergoglio, ¿el nuevo Roncalli? Pero al salir el humo blanco tras solo 5 votaciones, yo —que estaba siguiendo la hora de espera en la televisión ide Repubblica.it— estaba convencido, con todos los comentaristas, de que iba a salir Scola, el cardenal dispuesto a seguir con más energía la línea agustiniana restauracionista de Ratzinger. Apostaba incluso que se iba a llamar Benedicto XVII.

De hecho estuve ya buscando su discurso en la última fiesta de San Ambrosio donde defendía como modélico el Edicto de Milán de Constantino en 313. Estaba muy triste y desesperanzado. Y pensaba empezar en ATRIO, con toda la artillería, para criticar ese pontificado de continuidad. Por eso fue una sorprendente y excitante novedad oír el nombre de Bergoglio y el de Francisco. Y trasmití rápidamente mi alegría y renovada esperanza en el post de anoche.

Pero ya matizaba que no  quería ilusionarme hasta el fanatismo y que habría que seguir siendo críticos y destapando cualquier engaño de continuismo que se quisiera encubrir con esa capa de un mito de sencillez.

Han salido ya sombras sobre la  figura de Bergogliu en los medios que no quisiéramos tapar. Sobre ellas ya habíamos hablado anteriormente en dos debates de ATRIO y podemos seguir hablando.

Pero, a pesar de todo ello, la noticia de ayer nos parece positiva y esperanzadora. También Ángelo Roncalli,  Juan XXIII, era un papa tradicionalista en muchos campos y había seguido las normas de Pío XII con exactitud. Si no, no lo hubieran elegido. Su talante de sencillez se vio desde el principio, pero hasta meses después no descubrió sus cartas estratégicas, entre las cuales convocar un Concilio. Tampoco a Francisco podemos exigirle que muestre desde el principio sus cartas de cambio, sino sólo unos signos que muestren la nueva actitud de cambio y su opción fundamental por los nombres. Demos un poco de espacio para que tome esas decisiones estratégicas (hoy no necesariamente un concilio) que muestren cómo se puede cambiar en la Iglesia en pocos años.

Entretanto, bueno será leer este Mensaje Cuaresmal de hace sólo tres semanas. ¿Alguno de los posibles candidatos había hablado tan clara y recientemente de clericalismo hipócrita? ¿Conocían los electores este texto? Seguramente no. Por eso fue posible la sorpresa.

Mensaje Cuaresmal del Sr. Arzobispo

Rasguen su corazón y no sus vestidos.

Mensaje Cuaresmal del Sr. Arzobispo

Rasguen su corazón y no sus vestidos;
vuelvan ahora al Señor su Dios,
porque Él es compasivo y clemente,
lento para la ira, rico en misericordia…
vuelvan ahora al Señor su Dios,
porque Él es compasivo y clemente,
lento para la ira, rico en misericordia…

Poco a poco nos acostumbramos a oír y  a ver, a través de los medios de comunicación, la crónica negra de la sociedad contemporánea, presentada casi con un perverso regocijo, y también nos acostumbramos a tocarla y a sentirla a nuestro alrededor y en nuestra propia carne. El drama está en la calle, en el barrio, en nuestra casa y, por qué no, en nuestro corazón.

Convivimos con la violencia que mata, que destruye familias, aviva guerras y conflictos en tantos países del  mundo. Convivimos con la envidia, el odio, la calumnia, la mundanidad en nuestro corazón.

El sufrimiento de inocentes y pacíficos no deja de abofetearnos; el desprecio a los derechos de las  personas y de los pueblos más frágiles no nos son tan lejanos; el imperio del dinero con sus demoníacos efectos como la droga, la corrupción, la trata de personas – incluso de niños – junto con la miseria material y moral son moneda corriente. La destrucción del trabajo digno, las emigraciones dolorosas y la falta de futuro se unen también a esta sinfonía.

Nuestros errores y pecados como Iglesia tampoco quedan fuera de este gran panorama. Los egoísmos más personales justificados, y no por ello más pequeños, la falta de valores éticos dentro de una sociedad que hace metástasis en las familias, en la  convivencia de los barrios, pueblos y ciudades, nos hablan de nuestra limitación, de nuestra debilidad y de nuestra incapacidad para poder transformar esta lista innumerable de realidades destructoras.

La trampa de la impotencia nos lleva a pensar: ¿Tiene sentido tratar de cambiar todo esto? ¿Podemos hacer algo frente a esta situación? ¿Vale la pena intentarlo si el mundo sigue su danza carnavalesca disfrazando todo por un rato? Sin embargo, cuando se cae la máscara, aparece la verdad y, aunque para muchos suene anacrónico decirlo, vuelve a aparecer el pecado, que hiere nuestra carne con toda su fuerza destructora torciendo los destinos del mundo y de la historia.

La Cuaresma se nos presenta como grito de verdad y de esperanza cierta que nos viene a responder que sí, que es posible no maquillarnos y dibujar sonrisas de plástico como si nada pasara. Sí, es posible que todo sea nuevo y distinto porque Dios sigue siendo “rico en bondad y misericordia, siempre dispuesto a perdonar” y nos anima a empezar una y otra vez… Somos invitados a reconocer que algo no va bien en nosotros mismos, en la sociedad o en la Iglesia, a cambiar, a dar un viraje, a convertirnos.

En este día, son fuertes y desafiantes las palabras del profeta Joel: Rasguen el corazón, no los vestidos: conviértanse al Señor su Dios. Son una invitación a todo pueblo, nadie está excluido.

Rasguen el corazón y no los vestidos de una penitencia artificial sin garantías de futuro.

Rasguen el corazón y no los vestidos de un ayuno formal y de cumpli-miento que nos sigue manteniendo satisfechos.

Rasguen el corazón y no los vestidos de una oración superficial y egoísta que no llega a las entrañas de la propia vida para dejarla tocar por Dios.

Rasguen los corazones para decir con el salmista: “hemos pecado”. “La herida del alma es el pecado: ¡Oh pobre herido, reconoce a tu Médico! Muéstrale las llagas de tus culpas…

Rasguen los corazones para sentir ese eco de tantas vidas desgarradas y que la indiferencia no nos deje inertes.

Rasguen los corazones para poder amar con el amor con que somos amados, consolar con el consuelo que somos consolados y compartir lo que hemos recibido.

Este tiempo litúrgico que inicia hoy la Iglesia no es sólo para nosotros, sino también para la transformación de nuestra familia, de nuestra comunidad, de nuestra Iglesia, de nuestra Patria, del mundo entero…

Como Iglesia en Buenos Aires que marcha hacia la Pascua y que cree que el Reino de Dios es posible necesitamos que, de nuestros corazones desgarrados por el deseo de conversión y por el amor, brote la gracia y el gesto eficaz que alivie el dolor de tantos hermanos que caminan junto a nosotros. «Ningún acto de virtud puede ser grande si de él no se sigue también provecho para los otros… Así pues, por más que te pases el día en ayunas, por más que duermas sobre el duro suelo, y comas ceniza, y suspires continuamente, si no haces bien a otros, no haces nada grande». (San Juan Crisóstomo)

Este año de la fe que transitamos es también la oportunidad que Dios nos regala para crecer y madurar en el encuentro con el Señor que se hace visible en el rostro sufriente de tantos chicos sin futuro, en la manos temblorosas de los ancianos olvidados y en las rodillas vacilantes de tantas familias que siguen poniéndole el pecho a la vida sin encontrar quien los sostenga.

Les deseo una santa Cuaresma, penitencial y fecunda Cuaresma y, por favor, les pido que recen por mí. Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide.

Paternalmente

Card. Jorge Mario Bergoglio s.j.

4 comentarios

  • PEDRO

    UNA PENA QUE ATRIO CENSURE MIS COMENTARIOS A FAVOR DEL PAPA FRANCISCO CON REPORTAJES DE PERSONAS IRREFUTABLES DE ARGENTINA. ME PARECIA QUE TANTA APERTURA TERMARÍA EN FASCISMO Y BUENO SON LO MISMO QUE CRITICAN VERDAD???????

  • javier m. arana

    No se preocupe Papa Francisco. Su cruz parece de latón, o plata carcomida. La de Cristo era de madera. Tosca. Pero valía mucho más que el oro. Le entiendo. Continúe con esa Cruz. Todos le entenderán.

  • María

    Antonio, los italianos estaban tan convencidos de que saldría Scola, que apenas pronunciado el Habemus Papam , la Conferencia Episcopal Italiana se apresuró a enviarle una nota de felicitación. Luego tuvieron que rectificar, claro.

    A mi me gustó lo que vi ayer, el nombre que eligió, la manera de presentarse y de dirigirse a la gente hablando con naturalidad, sin gestos estudiados, y siempre como obispo de Roma, marcando en todo la diferencia con los dos papas anteriores.  Desde luego, continuista no va a ser.

    Pero hay que esperar a ver qué quiere y puede hacer. Que se cuide, porque a mi no se me olvida Juan Pablo I y su “muerte súbita”.

  • José Ignacio Ardid

    ¡Paz a todos!

    Esperar que haya cambios radicales en algunos aspectos de la moral sexual es complicado, teniendo en cuenta ciertas aportaciones curiales y, también, del nuevo Papa; sin embargo, el hecho de que venga del otro lado del charco y que esté avalado por gente honesta en que va a poner su esfuerzo en favor de la dignidad de los pobres y de todos es algo digno de esperanza.

    Algunos ya teníamos claro que íbamos a echar por tierra muchas ilusiones, esperemos acontecimientos antes de animarnos en exceso o de desesperanos totalmente.

    Saludos,