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Contra la corrupción

Aun estando en “Sede vacante”, la vida cristiana continúa, porque la Iglesia no es el Papa. Los miembros  del “Grup de Rectors del Dissabte”, ejerciendo nuestra responsabilidad pastoral con lealtad a las preocupaciones de nuestro pueblo y acompañando a quienes sufren injustamente,

Manifestamos nuestro apoyo a las movilizaciones ciudadanas que expresan la indignación por las familias desahuciadas de sus viviendas, la gente joven desempleada y en el límite de las relaciones sociales y las personas abocadas a sobrevivir gracias a los Bancos de Alimentos. Asimismo valoramos el trabajo de fiscales y jueces, periodistas e inspectores públicos que se han comprometido en desvelar la corrupción. Junto a tales profesionales y a tantas hermanas y hermanos conscientes de la realidad, queremos contribuir decididamente, como comunidad cristiana, a moralizar la política y la economía, a vigilar los abusos económicos y sociales y a favorecer alternativas que abran caminos germinales a la solidaridad y señalen capacidades en orden a la realización personal, la organización democrática y el bienestar colectivo. El mundo cristiano (a través, sobre todo, de Cáritas) se ha unido al potencial humanizador despertado por la crisis, que está promoviendo la solidaridad cívica mediante campañas de alimentos, comedores sociales, iniciativas de recogida de ropa, relaciones de ayuda, acciones en defensa de la población inmigrante y del derecho a la salud, la educación, el trabajo y la vivienda. Pero sobre todo, nos sentimos igualmente cercanos a todas las personas que, exigiendo la reconstrucción de los cimientos de la sociedad, apuestan por una nueva economía, una nueva política, una nueva cultura y un nuevo modo de vida.

Apoyamos, con particular convicción, la protesta contra la corrupción política y económica protagonizada, con frecuencia, por las personas que generaron la crisis: especuladoras financieras o banqueras, gestoras de lo público o empresarias, evasoras de impuestos o dilapidadoras de dinero público en gastos privados y superfluos. El grito de la protesta ciudadana es nuestro grito; sus luchas, nuestras luchas; y sus anhelos, nuestros anhelos. En ellos resuena el mandato divino de “no robarás”. Para la conciencia cristiana, donde hay corrupción se crean círculos de muerte producidos por la avaricia, la acumulación, la competitividad. Muere la confianza, se destruyen proyectos de vida, se deteriora la convivencia. La corrupción está desmoralizando la vida pública y se ha convertido en un virus mutante que arrastra instituciones, corrompe conciencias, debilita la convivencia y destruye la democracia.

► En nombre de quienes necesitan el dinero que no les está llegando, por haber sido robado, exigimos la devolución de lo sustraído. En nombre del alumnado que se forma en barracones que no se convertirán en escuelas porque algunos se llevaron el dinero; en nombre de las ciudadanas y los ciudadanos que no pueden rehabilitarse de la drogadicción, de las personas ancianas que ven cerrarse sus residencias, de las paradas que ven reducidas sus prestaciones de supervivencia porque algunos políticos malversaron los recursos públicos; en nombre de las discapacitadas que ven cerrarse sus centros; en nombre de los pueblos del sur que han visto desviarse los fondos de la cooperación, exigimos la devolución de lo robado. En nombre de las familias desahuciadas por los abusos bancarios que llegan a provocar suicidios, exigimos la devolución de lo robado.

► La espiral de la corrupción ha encontrado en la Comunidad Valenciana su epicentro con tal densidad que ha invadido ámbitos tan sensibles como la cooperación, los servicios sociales, la dependencia…, sin detenerse siquiera ante los eventos religiosos. Como miembros de la Diócesis valenciana, sentimos vernos implicados en lo que parece ser uno de los episodios más dolosos de la corrupción: el desvío de fondos públicos en la organización de la visita del Papa a València, que está siendo investigado judicialmente. La responsabilidad ética y pastoral ante esta sombra que se cierne sobre la Iglesia valenciana, nos urge a exigir, sin esperar la resolución judicial, que quienes adquirieron el compromiso de gestionar y controlar los resultados del evento, den cuenta ya de los correspondientes ingresos y gastos; y que, de existir un mínimo atisbo de corrupción, se denuncie públicamente.

La situación actual de corrupción interpela a la Iglesia en su conjunto; no podemos humanizar la crisis si somos parte del problema. El sistema judicial dictará penas, establecerá responsabilidades y decretará restituciones; quienes creemos en el proyecto de Jesús, anunciamos una conversión que, a la vez que abre el futuro personal a los infractores e infractoras, defiende a la comunidad cristiana de su degradación. Como afirma la Doctrina Social de la Iglesia, “ciertos pecados particularmente graves están sancionados con la excomunión, la pena eclesiástica más severa, que impide la recepción de los sacramentos y el ejercicio de ciertos actos eclesiásticos”. No podemos entender que la gente corrupta se exhiba comulgando o acompañando a jerarcas o presidiendo procesiones, cuando se excluye automáticamente de la comunión con la Iglesia, por ejemplo, a la mujer que aborta y a quien colabora con ella, o a quien se divorcia y vuelve a casarse.

► En el mes en que celebramos el asesinato de Monseñor Romero (24 de marzo), recordamos la carta pastoral en la que afirmaba que “el diálogo nacional es una necesidad” y añadía: “En nombre de Dios y en nombre de este sufrido pueblo cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les pido, les ruego, les ordeno: cese la corrupción y la impunidad”. Todas las comunidades se entregaron en cuerpo y alma a promover el diálogo y la negociación, con lucidez y convicción, en homilías, escritos y conversaciones. Hoy la magnitud del deterioro social y el sufrimiento de multitud de seres humanos y familias exigen alcanzar un auténtico consenso entre todas las fuerzas sociales y políticas, entre los empresarios y los sindicatos, entre las universidades y las comunidades. Con el vigor del profeta y la convicción del testigo, la Iglesia (especialmente la jerarquía) debe promover el consenso, que ahora parece imposible, para recuperar la ejemplaridad ética, para evitar el sufrimiento injusto, para enfocar la política desde la centralidad de los últimos. Es una buena razón para construir el cuerpo eclesial en el Año de la Fe. ¡Qué supondría este Año de la Fe si todas las parroquias, órdenes religiosas e instituciones eclesiales, y cada creyente, nos dedicáramos en cuerpo y alma a predicar el diálogo y el consenso en las cuestiones de las que dependen tantas vidas!

València, 9 de marzo de 2013

Grup de Rectors del Dissabte

Un comentario

  • Antonio Vicedo

    Con que la falsificación del NUESTRO que sigue a la invocación PADRE repetido tantas veces en las eclesiales plegarias, dejara de afectar a la consideración de la universal filiación divina y las celebraciones en vuestros templos cobraran la utenticidad evángelica de atender al hermano que tiene algo contra vosotros, cuando vais con ofrendas hacia el altar, ya empezaría a cuestionarse aquello de que hay que buscar primero el Reino del Padre y su Justicia, porque lo restante vendría detrás.
     
    ¿Cuando tomareis conciencia de que: la eclesialidad valenciana ha sido y es uno de los factores más importantes del desequilibrio humano en este pueblo, (como también lo es en otros), al mantener la falsificación teórico- práctica de la condición igualitaria de todas y cada una de las personas?
     
    La historia y la actualidad denuncian como injusta la religiosidad de nuestro pueblo, por haberlo inclinado a la sumisión por inconsciencia, engaño, interés , o presión circunstancial hacia antivalores de conservadurismo clasista cultural, económico y socio- político, bajo pretextos de voluntariedad divina y de autenticidad religiosa.
     
    Hay que reconocer intentos serios y valientes de afrontar esta denuncia y adoptar prácticas comprometidas de clérigos y seglares contra el proceder del poder eclesiástico valenciano.


    ¿Pero cual ha sido el grado de solidaridad con es*s esforzad*s y arriesgad*s herman*s seglares, religios*s y clérigos en el devenir de los tiempos pasados, recientes y actuales?
     
    ¿No es sospechoso el que, el fáctico eclesial valenciano haya gozado de tanta calma y  haya sido tan bien considerado por los otros fácticos, con cuya sintonía se han cargado de causalidad de la mayor parte  de esa situación que denunciáis y el pueblo llano y débil soporta?
     
    Si se hicieran por parte de esos grupos vuestros que denuncian de palabra o por escritos  acciones coherentes con las que Jesús nos ofreció su testimonio

    ¿Hubiera estado tan tranquila la jerarquía valenciana con ellos y con aquellos a quienes el pueblo acusa de tanto presunto choriceo y nada presuntas irresponsabilidades fraternales?
     
    El pueblo, a pesar de lo relativamente positivo que reciben de Cáritas (Remiendos que crecen menos que los deshilaches y odres viejos que no resisten el vigor de la Justicia del nuevo vino), os va demostrando que no os considera de los suyos, y si no os acusa de asalariados, dada vuestra no boyante vida, casi a nivel de la suya, no os da reconocimiento claro de pastores y sí de cómplices de aquellos Jerarcas claramente señalados como Asalariados por la mayoría del pueblo concienciado.
     
    La advertencia profética de Jesús, saben cumplirla y la cumplen a rajatabla los poderes a los que Él se enfrentó y sigue enfrentándose.
     
    ¿Os dice algo aquello suyo de: -No es el siervo más que su Amo, ni el discípulo más que su Maestro, si a mí me han perseguido, lo mismo harán con vosotros?