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Yo desobedezco. ¿Y tú?

esther-VivasDesobedecer. No queda otra. Frente a leyes y políticas injustas, la única opción es la desobediencia. Así lo comparten cada vez más sectores de la sociedad. “La desobediencia es el verdadero fundamento de la libertad” señalaba Henry D. Thoreau, y más aún cuando, como ahora, las leyes se hacen día tras días más inaceptables y cuando el propio poder incurre en ilegalidades permanentes para protegerse.

Ocupar plazas, bancos, supermercados, hospitales, inmuebles…, no pagar el euro por receta, los peajes, el aumento de las tarifas del transporte público… se ha convertido en algo cotidiano. Y no sólo para quienes llevan a cabo dichas acciones, sino, también, para una mayoría social que, desde sus casas, apoya estas prácticas y se identifica con ellas.

La corrupción, la impunidad, las puertas giratorias entre lo público y lo privado, y el expolio colectivo que estamos sufriendo se daba ya antes del inicio de la gran crisis, pero ésta ha puesto blanco sobre negro la cruda realidad y la desposesión masiva a la que nos somete la oligarquía financiera. Antes se podía mirar para otro lado o incluso sentirse ilusoriamente partícipe de la “fiesta” del capital, ahora resulta imposible. Las cortinas de humo se han desvanecido y el sistema se muestra tal cual, sin tapujos.

Hay quienes preguntan para qué sirvió el 15M, que si mucho ruido y pocas nueces. Pero la deslegitimación tan grande que sufre hoy el Régimen surgido de la transición, los partidos políticos convencionales y las instituciones no es sólo “mérito” de aquellos que nos han conducido a la presente situación de bancarrota sino, y muy especialmente, de esa marea indignada que a partir del 15 de mayo del 2011 ocupó, sin pedir permiso, el espacio público. El malestar cristalizó entonces en forma de un desafío sin precedentes a “políticos y banqueros”. Y a partir de allí, la “democracia”, la Constitución, la Monarquía… han visto su legitimidad erosionada. Atrás quedan los tiempos en los que estas instituciones eran prácticamente incuestionables.

La ocupación de plazas fue en si mismo un acto de desobediencia civil masivo, en el que los de abajo se reconocieron como mayoría social y retaron a los de arriba. Desde entonces, la desobediencia nos acompaña. No es que no existiera antes, simplemente se ha multiplicado y su audiencia amplificado. Cuando desahucian diariamente a 532 personas, mientras entre tres y seis millones de viviendas permanecen vacías, ocupar domicilios para darles un uso social se convierte en un derecho, ilegal pero legítimo. Cuando un millón de personas son estafadas por las preferentes, se bloquean y se ocupan bancos para exigir que los ahorros de toda una vida, ahora robados, sean devueltos. Cuando nos recortan en sanidad y educación, ocupamos, entonces, hospitales, ambulatorios y escuelas en defensa de lo público.

El “no pago” se ha extendido, también, como modo de protesta. No pago el transporte público tras el aumento abusivo de tarifas, no pago en Catalunya el “atraco” de los peajes, no pago el “repago” del euro por receta o la propuesta ahora de no pagar en Barcelona el aumento de la tasa del agua… No pagamos porque hemos pagado demasiado, mientras unos pocos no han pagado nada y saquean nuestros bolsillos para saldar sus deudas privadas.

A pesar de que el Gobierno intenta criminalizar la protesta, no le está resultando nada fácil, porque la “mayoría silenciosa”, a la que el presidente Mariano Rajoy agradecía su silencio tras la acción del 25S Rodea el Congreso, está más de acuerdo con aquellos que se indignan y desobedecen que con quienes ajustan y recortan. Así lo han señalado las encuestas de varios medios de comunicación, poco susceptibles de ser considerados “antisistema”. Quizá las movilizaciones han perdido masividad, pero el malestar persiste y una mayoría social se reconoce en ellas.

La desobediencia, como bien ha demostrado la historia, ha permitido conseguir avances en su momento inimaginables. ¿Qué sería del derecho a voto de las mujeres sin las sufragistas, de los derechos civiles en Estados Unidos sin Rosa Parks o de la abolición del Servicio Militar Obligatorio aquí sin los insumisos?. Nada de todo esto se hubiese conseguido. Hoy, como ayer, el futuro es de quienes creen en el nosotros y desobedecen.

*Artículo publicado en Público, 25/01/2013.

Un comentario

  • Antonio Vicedo

    Pero la desobediencia ha de ser radical desde aquello que más quieren que admitamos y en consecuencia actuemos.
     
    El mandato cultural del Sistema es que nos sintamos clasificados personalmente y clasifiquemos todo aquello que a las personas pertenece. ¿Como se explica sinó  la mentalidad que mostramos al indignarnos más de los recortes que sufrimos porque tenemos, que del ninguneo que otr*s, desde tanto, han soportado y soportan?
     
    ¿Nos estará pasando lo que a los bebes que lloran en faltándoles la teta, pero se callan y duermen cuando de ella se han saciado, aunque sigan llorando quienes no han podido ser amamantados?
     
    La Historia es maestra de verdad y vida y, desde sus hondonadas, nos avisa que esto de las crisis se ha remediado ni siquiera a medias, sin cambiar odres viejos ni suplir los remiendos por traje de paño nuevo.
     
    Nuestra adultez ciudadana está todavía en ciernes y nos lleva el espíritu de  competencia individualista o grupal de los mios=nuestros, sin llegar a lo solidario del común conjunto humano.
    Buscamos la interesada ventaja mia o de los míos y la justificamos falsamente apoyados en que por nuestras capacidades  o teneres merecemos más que los que de ellas carecen, aunque más las necesiten.
    ¿Cuanto vale el trabajo de unos que nada valdría sin el trabajo de esos otros, considerados como nada? ¿Se está planteando esto, ni siquiera para cuando la crisis amaine?
     
    ¿No nos hacen anhelar que nos preparemos para ser más competentes cuando estas carencias amainen? ¿Y a costa de que se nutrirá el resultado de esa futura competencia?
    ¿De verdad que se piensa en que la economía productiva futura ponga su renta eficazmente en manos de una verdadera Justicia Distributiva a nivel de Humanidad?
    ¿O ni siquiera nos estamos planteando mentalizarnos en espíritu cooperativista para la producción, consumo y servicios, como corresponde a una sociedad de iguales en valor, dignidad y finalidad para  una verdadera y humana hermandad?
     
    Bienes y posibilidades de vida sobran en la Tierra para el conjunto humano, pero la Naturaleza debe estar que rabia de ver que, por falsas clasificaciones en nuestra humana especie y por absurdas estructuras de poder que de ello se siguen y mantienen, miles de millones de seres humanos sufren carencias y mueren, por la maldita acumulación de poderes y complicidades  a casi todos los niveles de convivencia.
    ¿Pensamos seriamente desde nuestro indignado cabreo desunido qué vamos a poder hacer con ese poder acumulado en paraisos fiscales y defendido con complicidades progresivas, que llegan hasta el oligopolio de la legalidad y disponibilidad atómica en la ONU?
    Tengámoslo muy claro: ese poder no  se mantiene a nivel global, más que con una economia global de escalonada y complice ESCLAVITUD INSOLIDARIA.