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¿Adónde te escondiste, amado…?

Ayer nos regaló ECLESALIA este bello texto de María Teresa Sánchez Carmona. Y nosotros lo difundimos en ATRIO, con su especial aprobación. Incide de nuevo en el tema fe y amor en el que vamos profundizando. María Teresa es una sevillana inquieta y buscadora que ya nos conoce. Esperamos que  colabore cada vez más en este lugar de encuentro y búaqueda en común.

¿ADÓNDE TE ESCONDISTE, AMADO…?

MARÍA TERESA SÁNCHEZ CARMONA, Doctoranda en Ciencias de las Religiones (UCM), teresa_sc@hotmail.com

SEVILLA.

ECLESALIA, 07/05/12.-  ¡He pasado tantos años de mi vida buscando a Dios! Me he dedicado al estudio, a leer libros y textos con el afán de aprender su manera de hablar y actuar en el mundo. He querido conocer su manera de revelarse a los hombres para saber qué esperar de él, para verle llegar en la lejanía y prepararme a acogerle como al hijo que regresa a casa. He querido anticiparme para que me encontrase como yo consideraba que debía encontrarme; adivinar sus intenciones para asumir la actitud que convenía a lo que yo imaginaba que iba a esperar de mí. Lo que yo creía que él querría. Lo que a mí me hubiese gustado ser para él (acaso ante mí misma): revestida de esplendentes valores y virtudes, ocultando con pudor mi verdad desnuda, afanada en ser diferente de quien sencillamente era.

¡Pasé tantos años buscando a Dios! Leí y leí sin llegar a comprender quién era él (acaso porque tampoco hubiera sabido decir quién era yo misma); sin descubrir en qué momento exacto aparecería impetuoso como la tormenta, atronador como el rayo, a revelarme “su” voluntad definitiva sobre mi vida. Y yo, temerosa de emplear mal los talentos que me había dado, de malgastarlos en algo que no fuese “la gran misión para la que me llamaba”, decidí esconderlos bajo la piel y la tierra. Y sucedió que ese Dios que yo esperaba nunca vino. Jamás descendió sobre mí una lengua de fuego, ni escuché un sonido de trompetas rasgando el cielo; jamás un milagro que perturbase la rutina de amaneceres radiantes, el sosegado brillo del cielo estrellado, el cromatismo infinito de la tierra. Jamás el milagro de una zarza ardiendo, de un fuego invasivo… tan sólo el soplo delicado de los años, pasando como una brisa en mitad del desierto.

Decidí entonces emprender la marcha para preguntar a los hombres dónde se hallaba ese Dios escondido. Quise hallarle en el camino, pero sólo encontré personas: personas que salieron a mi encuentro sin que yo lo hubiese previsto; personas a las que amé, y que en ocasiones además también me amaron; personas que me amaron sin yo corresponderles o enterarme siquiera; personas que me descubrieron la fuente de amor oculto en mi pecho; que acariciaron mi corazón con ternura infinita hasta hacerlo de carne; que lo desnudaron de máscaras y pudores para contemplarlo de frente. Vulnerable y expuesta, quedé en ocasiones doliente y temblando en mitad del camino. Algunos pasaron a mi lado con presteza sin alterar el ritmo de su marcha; otros vinieron de improviso y se detuvieron a curarme las heridas con el bálsamo de su presencia; unos pocos cargaron con mi corazón y lo llevaron consigo hasta verlo repuesto; y me dieron un nombre nuevo al pronunciar mi nombre como nunca nadie antes había hecho.

Una y otra vez seguí buscando al Dios de mi vida, y me propuse querer a todas esas personas para demostrarle a Dios cuánto le amaba. Sucedió más bien que me fui enamorando de esas personas, y que fue su amor el que me hizo experimentar la presencia de un Amor más grande, siempre desbordado. Cada uno me fue seduciendo con un lenguaje propio, y vi que aquello era bueno porque podría aprender la mejor manera de amar al Esposo cuando viniese. Y abandoné el miedo a acoger lo inesperado y ofrendarme sin saber muy bien para qué ni cómo: abrí mi corazón a cuanto viniese sin reprimir ni rechazar nada, ya que acaso todo podía derivar en sorpresa y enseñanza. Y empecé a mirar a las personas tal y como eran: comencé por sus sonrisas y sus miradas, por sus pies y sus manos, por su pecho desnudo y su espalda cansada. Su piel tan fina me habló de su tristeza y sus miedos, de sus anhelos y del frío, de llanto y soledad, de lucha y aliento. Y como Dios no aparecía seguí compartiendo el día a día con ellos: mi pan y mi cuerpo, mi amor redescubierto, el suyo siempre sorpresivo, la senda y el tiempo.

Nunca vi al Dios que esperaba y me dije a mí misma que era por falta de fe. La vida mientras, con fe o sin ella, me fue colmando el vacío de amaneceres y de ocasos, de amistad y soledad sonora, de montañas colosales y finos granos de arena, de ascensos y desalientos, de solidaridad, dolor y sueños; de niños aprendiendo a dar sus primeros pasos, y ancianos saboreando la fruta madura del tiempo. Nunca llegó ese Dios para agarrarme de la muñeca y sacarme de mis infiernos, pero aparecieron personas que apretaron mi mano y me infundieron de nuevo el aliento de vida. Nunca pude mostrarme ante Dios como había querido hacerlo, pero ¡cuántas veces me sorprendió el Amor, encontrándome desprevenida! Me sedujo cada vez como la primera, sin llegar yo nunca a reconocerlo. Me fue enseñando tantas cosas, el Amor, con acentos y caricias siempre nuevos. Lo negué tantas veces, al Amor, por miedo a quemarme y derrochar las fuerzas que reservaba a un querer más sublime. Y permaneció conmigo, el Amor, tantas noches sin luna mientras yo sólo atendía la llegada del alba. Y vino tantas veces a mi encuentro, el Amor, mientras yo proseguía en la espera…

Y al atardecer de la vida, nublada la vista por el velo de los años, sin poder contemplar el horizonte donde tanto había ansiado vislumbrar esa presencia divina, volví mis ojos a los recuerdos que guardaba como un tesoro. Y acariciando la huella que cada rostro había impreso en mi corazón como en un paño, pude al fin reconocerle: “¿acaso no ardía mi corazón en cada etapa del camino?”. Entonces supe, y gusté y saboreé que todo cuanto había pasado era Dios mismo; que todo ese amor partido y compartido, tantas veces muerto y resucitado, era eso que otros llamaban Dios y yo entendía como vida, armonía y energía. Entonces supe del Dios al que no había podido mirar de frente en una imagen unívoca, porque se expresaba en todos los ojos, todas las manos, todas las personas que habían llegado hasta mí como olas de un mismo mar cadencioso. Y en ese vaivén de olas me pareció escuchar al fin un susurro quedo, acompasado a la música que desde siempre había resonado en mi interior con cada latido: “¿me amas?”. Y yo, desnuda de fe, expectativas y proyectos; yo, que nada esperaba ya de la vida, esbocé al fin una sonrisa serena – la más espontánea, acaso la más sincera – y respondí en mi interior: “Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero”. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

“Al final del camino me dirán:

-¿Has vivido? ¿Has amado?

Y yo, sin decir nada,

abriré el corazón lleno de nombres”. (Pedro Casaldáliga)

15 comentarios

  • JESÚS OLLORA OLARTE

    Gracias María Teresa por darnos este escrito tan hermoso y tan sincero y tan profundo que nos da mucha luz sobre la fe y el amor.
    Por muchas circunstancias mi fe ha estado en la frontera entre el creer o no creer. Y entre una religión u otra.
    Pero después de darle muchas vueltas a las cosas, me encuentro con Jesús  y en Mateo, 5-44 leemos algo que es muy difícil y que se mete hasta el tuétano
    5:44 Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen;
    La conclusión es que si no hay amor no hay fe. Y el amor es algo terrible y muy difícil, exige tener un corazón muy grande.
    Ahondando más en el tema del amor, en otro versículo anterior, también de Mateo nos dice :”… .reconcíliate  primero con tu hermano”
    El jueves intentaré escuchar a Juan Mari Uriarte en la conferencia  ‘Espiritualidad de la reconciliación en la coyuntura actual’ y seguro que nos dará más luz
    Salud y paz.
    JESÚS
     

  • Santiago

    Y además de tan bello comienzo, con vivencias relatadas que resultan tan reales e impresionantes, se podría añadir algo más en esa  búsqueda común:
    “Quedéme y olvidéme,
     el rostro recliné sobre el Amado,
     cesó todo y dejéme,
     dejando mi cuidado
     entre las azucenas olvidado”

    gracias…saludos cordiales   de Santiago Hernández

  • oscar varela

    Hola!
     
    Ana Rodrigo, gracias. Los Poemas son de un desconocido entrerriano – argentino:
    Juan Laurentino ORTIZ (“juanele”, para sus adictos). Hace unos años fui invitado
    a participar de un Cenáculo selecto de juanelianos.
     
    Yo: muy lejos de ser Poeta. Lo que no me descalifica de llevarla infartada dentro mío.
    Poeta es nuestro ventrílocuo, que dice lo que ya sabemos sin poder decirlo.
    Poeta es un plagiante de nuestras intimidades lírcas.
    ·············
    1º) Teresa nos ha seducido llevándonos a su mundo;
    Y me complace decirle:
     
    ¡QUE   BIEN   ESTOY   AQUI…!
     
    ¡Qué bien estoy aquí,
    a lo largo tendido
    del “perezoso”, al lado de tu sueño:
    tu blancura, otro quieto resplandor bajo la luna!
     
    Las  estrellas  están
    dulcemente solemnes
    en un encantamiento de ojos lentos,
    y el cielo dice un gris apenas azulado.
     
    La noche murmura como una arboleda
    invisible.
    Música de grillos,
    sutilmente agria,
    tan numerosa que  es  urdimbre tenue.
     
    Un pájaro canta:
    ¡oh, agua del escondido río
    que gorgotea en la noche,
    soledad  cristalina  corrida  de  frescores!
     
    ¡Cómo estará el río!
    Sombra obscura de sauces sobre el agua argentada,
    quieta como otro cielo engastado y más íntimo,
    un rumor que es apenas en follajes azules,
    y el canto del cachilo que al paisaje confía
    un delgado secreto de brisa y de agua insomnes.
    ···························
    2º) Hoy hemos terminado la Casita que fui construyendo con mis manos.
    Como nos decimos con Salvador Santos: “bajo el árbol y  junto al Canalito”
    Porque así es esta casita, que tal vez sirva para Intercambio cultural.
     
    ¡OH,    VIVIR   AQUI!
     
    ¡ Oh.   vivir   aquí,
    en esta  casita,
    tan a orilla  del agua,
    entre esos sauces como  colgaduras fantásticas
    y esos ceibos enormes todos rojos de flores!
     
    Una  penumbra  verde  la  funde  en  la  arboleda.
     
    Así fuera una vida dulcemente perdida
    en tanta gracia de agua, de árbol, flor y pájaro,
    de modo que ya nunca tuviese voz humana
    y se expresase ella por sólo melodías
    íntimas de corrientes, de follajes, de aromas,
    de color, de gorjeos transparentes y libres…
    ·······························
    3º) Volviendo a la convocatoria del balanceo cordial y divino de Teresa:
    DIOS  SE  DESNUDA  EN LA   LLUVIA…
     
    Dios se desnuda en la lluvia
    como una caricia
    innumerable.
    Cantan los pájaros entre la lluvia.
    Las plantas bailan de alegría mojada.
     
    La tierra             
    como una hembra                                               
    se disuelve en los dedos penetrantes
    con una palidez de mil ojos desmayados.
     
    Camino bajo la lluvia, todo mojado, cantando,
    hacia mirajes que huyen en un rumoroso sueño.
     
    Lluvia, lluvia!
    Desnudez del dios
    primaveral,
    que baja danzando,  danzando,
    a fecundar la amada
    toda abierta de espera, quebrada ya de ardor
    amarillo y largo.
    ························

  • ana rodrigo

    Gracias a ti, Mª Teresa, sacar tu alma al sol, ha sido como un soplo de aire fresco. ¡Nos hace tanta falta compartir estas experiencias para renovar energías! Somos legión quienes estamos en el empeño de crear ámbitos donde la vida sea amable para cada ser humano, donde podamos soportar la desazón del vivir diario. Pero ruidos externos e internos, propios y/o ajenos, con frecuencia ahogan y asfixian ese mundo interior con tantas posibilidades.
     
     Gracias a ti una vez más, por haberme hecho partícipe de tu emoción. Bienvenida, y un abrazo.

  • MAR Medina


    ¿A dónde te escondiste, amado? Toda la vida es una búsqueda de respuesta, a la vez que un camino de regreso a casa.

    Gracias Maria Teresa, y a vosotros amigos de Atrio por compartir tan sinceramente vuestro sentir. Hermoso poema, amigo Oscar.

    Un abrazo de corazón para todos

  • Teresa Sánchez

    Si me lo permitís, quería dar las gracias de un modo especial por esos versos… que me han llegado a lo profundo. Justo ayer le decía a un amigo que para mí la poesía es lo más precioso que existe: es una manera de ser, de estar en el mundo; una mirada que abre horizontes en el infinito y disuelve toda distancia; un “dar lugar” a lo maravilloso en la lengua del corazón… La poesía es un siempre estar yendo a lo ignoto, y un volver hacia nosotros mismos; es un desnudarse por entero en el blanco y su silencio; es la música callada, la sed, las alas…
    Yo estudio poesía, me dedico a ella, me dejo mecer por ella, leer por ella… por eso, GRACIAS  por el precioso regalo.

  • Teresa

    Queridos, QUERIDOS TODOS: X. Gundín, Olga, Oscar, Gabriel, Mª Pilar, Ana, Carmen… “de lo que rebosa el corazón hablan los labios”,por eso os nombro a cada uno: vuestros nombres en mi corazón emocionado.
    No tengo palabras para agradeceros la cálida acogida, el derroche de cariño: lo que decís y lo que no se dice pero queda en el aire como una sutil fragancia. Os escribo con los ojos brillantes, emocionada después de haber leído vuestros comentarios. ¿Qué puedo decir? no es ya cuestión de fe: es que el Amor viene y sorprende y pasa y traspasa de un modo tan desbordado, tan evidente, tan encarnado… que es imposible no abandonarse por completo a su abrazo. Al vuestro. Verdaderamente, todo cobra sentido por LO SENTIDO.
    Gracias por la calidez de vuestras miradas. Parece que los horizontes se abren y se expanden ante los ojos que saben y quieren contemplar… pero ciertamente es el COMPARTIR lo que hace el espacio amable y habitado.  Vosotros habéis aparecido hoy en mi camino para iluminarlo y habitarlo, sin más, como una dádiva inmerecida. Sentía pudor de desnudar así mis emociones, de sacar a la luz “lo escondido”, porque la sensibilidad nos expone… ¡pero cuánto he recibido a cambio! Con vuestras palabras me habéis regalado una música para el corazón, una mirada transparente, un gesto de ternura, una caricia para el alma, unas gotitas de eternidad.
    Sólo puedo daros las GRACIAS infinitamente, entrañablemente (desde las entrañas donde brotan las cosas que de verdad emocionan). Es una alegría saber que hay personas que se mueven y conmueven con este mismo sentir. La experiencia de los demás no nos exime de nuestra propia búsqueda… pero teje caminos nuevos en el horizonte que van de mirada a mirada, de corazón a corazón. Gracias por abrirme las puertas de este ATRIO, por tender lazos de diálogo y encuentro, por salirme al encuentro… GRACIAS.

  • Carmen (Almendralejo)

    Querida Mª Teresa  Sánchez Carmona ¿ADÓNDE TE ESCONDISTE, AMADO…?
    Realmente sencilla, verdadera y emotiva la carta de amor, llena de Fe, y llena los sentimientos que te fueron inundando…
    Sentir y Amar es el sentimiento que nos identifica con toda la creación, amar lo más próximo nos permite encontrar el amor más allá de esta proximidad, y no solo eso es que si ante de todo esto no hemos sentido ese mismo amor hacía nosotras es nulo intentar dar o darnos…
    Cuando María de Betania vierte el frasco de nardo en los pies desnudo y cansado de Jesús, el supo cuanto amor llevaba esa mujer dentro de ella, supo que acariciar de esa forma como ella lo hizo no era casual ni algo fortuito, ella había vertido ya muchos frasco de nardos en muchos otros pies cansados, que no supieron apreciar ese amor desmesurado y entregado de ella.
    Me identifico contigo en ese descubrimiento personal y revelador en tu vida, porque también tuve ese mismo descubrimiento en la mía, nunca más he sentido ese vacío interior o necesidad de otra vida mejor, futura celestial porque sé que ya y ahora es y está en mi.
    Gracias por cuanto dices, porque me haces sentir más acompañada no sabía de ti, ahora sé de ti y de cómo cada persona podemos ser de igual forma liberadas en ese mismo amor.
     
    MARIA DE MAGDALA
     
    YA NO SÉ AMOR
     
    Quien de los dos duerme,
    de quien son los ojos
     que a la luz en su luz acuna
    y duerme.
     
     Ya no sé amor, que cuerpo herido
     espera,
    si es el tuyo, o es mío quien aguarda
     las suturas de las caricias.
     ya no sé amor cuál de las dos
     alma es quien espera,
     más ama… desea
     
    anhela ese abrazo ungido
    ¡Amor ya no sé, quien mueres
     sin haber fenecido!
     Ya no sé amor de quién
     es este corazón que arde
     mal herido en esta triste
    tu espera
     
    ¿Dime?
     
    Dónde se esconde la fragancia
     y los aroma para guardar
     este mi quejido
     sentenciado en mi piel
    y a tu epidermis despierta
     y desterrada desde la hora
     tercia…
     
    Qué foso abrió
    tu espacio, sin que
    el mío te acompañara
     si ambos son los dueños
    de este clamor de amor
     en la ausencia en espera.
     
    Ya no sé Amor, quien colmó
    este frasco sutil que amorosamente
     se nos quiebra.
     
    ¡Que ojo! ponen
    esta luz en la noche
    tan incierta,
     ¿Quién inhabilita este muro
    del lamento y la tristeza?
     Y de la sepultura
     
    ¿Quién amo, quién demolió
    la piedra?
    ¿Quién nos prohibió en esta
     tú muerte y mi destierro
    de la vida… y no supo ver mi amor
     que sobre la muerte
    está escrito este nuestro amor
     y este poema.
     Carmen H.R
     7.7.2003

  • ana rodrigo

    Oscar, conocíamos algunas facetas de tu persona y de tu personalidad, pero ésta que nos muestras hoy, no. Ves como todas las cosas buenas se pegan y se contagian, ¡Qué bonito y qué bien. Un besote.

  • mª pilar garcía

    ¡¡¡Gracias Mª Teresa!!!
     
    Mirada-experiencia vivida, que nos llena de esperanza.
     
    Hay caminos para:
     
    ¡¡¡Seguir yendo todavía!!! (de Oscar)
    mª pilar

  • Gabriel Sánchez

     Bueno leer esto nos hace respirar hondo y nos recuerda que Dios esta aquí.- Gabriel

  • oscar varela

    María Teresa en su Escrito.
     
    ELLA
     
    Ella anuda hilos entre los hombres
    y lleva de aquí para allá la mariposa profunda
    -ala del paisaje y del alma de un país, con su polen…

    Ella hace sensible el clima de los días, con su color y su
    perfume…
    a su pesar, muchas veces, como bajo un destino.
    Testimonio involuntario, ella,
    de un cierto estado de espíritu, de un cierto estado de las cosas,
    en que la circunstancia da su hálito. ..

    Pero se dirige siempre a un testigo invisible,
    jugando naturalmente con la tierra y el ángel,
    el infinito a su lado y el presente en el confín…

    Mas es el don absoluto, y la ternura,
    ella que es también el término supremo y la última esencia
    con las melodías de los sentidos y los símbolos y las visiones y
    los latidos
    para el encuentro en los abismos…

    Mas tiene cargo de almas, y es la comunicación,
    el traspaso del ser, “como se da una flor”, en el nivel de los
    niños,
    más allá de sí misma, en el olvido puro de ella misma…

    Y no busca nunca, no, ella…
    espera, espera toda desnuda, con la lámpara en la mano,
    en el centro mismo de la noche…

  • olga Larrazabal

    Querida Mª Teresa:  Me encantó.

  • ana rodrigo

    Viviendo en un mundo en el que se respira crispación, descontento, agresividad, incertidumbre, miedos de toda índole, leer un escrito como éste es como cambiar de planeta, como irse a un lugar en el que el fluir de la vida echa sus raíces en una actitud interior fecunda, enriquecedora, llena de una espiritualidad que oxigena el alma por ósmosis y oxigena al entorno. Mirar con amor y dejar la ira, mirar al otro como interpelante de “qué hago yo en esta vida”, abrir el alma y dejarse invadir de armonía y paz, en fin esto es lo que yo he percibido mientras leía este fantástico texto. Casi le hace la competencia poética al propio San Juan de la Cruz. ¡Qué gusto y qué maravilla! Gracias Mª Teresa.

  • X. Gundín

    Dice Vd. mucho y lo escribe bien, Mª Teresa.