Este artículo ha sido publicado originalmente en el Blog de Jairo del Agua, uno de los blogs de Religión Digital. Pero lo hemos descubierto y estimado porque nos lo ha remitido desde Perú Franz Wieser, fino analista de temas eclesiales, con esta nota: “Algo está fallando en nuestra Iglesia. En Europa y EE.UU. faltan sacerdotes y el promedio de los activos han pasado los 6o. Se cierran seminarios e sy donde los domingos pasa un ministro de una a otra, escasea la juventud. Muchos llenan su vacío espiritual con religiones orientales. Qué pasa. El artículo adjunto puede ser la respuesta”. Efectivamente el artículo de Jairo, que evita siempre ataques frontales a los responsables, es sumamente crítico con quienes hoy dirigen la Iglesia hacia el gueto, atrincherándose en falso sobrenaturalismo.
La transformación es la clave (Ni nueva, ni vieja, solo evangelización auténtica para el tiempo presente)
Ahora resulta que todos presumen como locos de “nueva evangelización”, incluso los que siguen atrincherados en Trento. El caso es figurar en la cresta de Roma, aunque sea con los viejos cacharros o la principesca apariencia medieval. Algunos grupos católicos son verdaderos expertos en apropiarse no solo del Evangelio, sino de la Iglesia, del Papa y de la mismísima Divinidad. ¡Mal comienzo!
Este predicador de secano -sin agrupar y libre como la luz- intuye que la “nueva evangelización” consiste en volver sinceramente al Evangelio. Lo que no significa vivir como “in illo témpore”, sino caminar entre la AUTENTICIDAD y la ACTUALIDAD, sin hacernos trampas en el solitario, ni romper la baraja, ni marcar las cartas. Y me parece que lo más auténtico, esencial y actual del Evangelio es la vida humana: “He venido para que tengan vida y la tengan abundante” (Jn 10,10). Permitidme meter las manos en harina durante unos minutos, aunque me salga un pan como unas tortas.
“La vida es transformación o no es vida”. De ahí la frase evangélica: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, produce mucho fruto” (Jn 12,24).
El dolorismo (1) (imperante durante mucho tiempo y originado en la antigua interpretación de la cruz como expiación necesaria) ha entendido ese versículo como llamada al sacrificio, a la renuncia, a la necesaria muerte del cristiano. Otros han leído un anuncio de la pasión. Unos y otros se han enredado en el verbo “morir” y han ignorado la llamada a la “transformación” y a la “vida”.
Para mí es evidente que ese texto llama a la vida, NO al enterramiento y la muerte. Solo transformándose día a día -como el grano en el surco- puede el hombre crecer y dar el fruto que está llamado a dar. Para avanzar hay que dar continuos pasos, dejando que muera el anterior, sin apego a los pasos superados, sin retroceder… Solo así se puede hacer un camino, especialmente el camino de la maduración humana. Solo así, en continuada transformación, se puede llegar a ser lo que cada uno es de fondo.
La ascética cristiana -la puesta en orden de la persona- no hay que entenderla como un cortejo de muerte o un yunque de dolores, sino como una sucesión de partos. Algunos más dolorosos que otros, pero todos felices alumbramientos de vida. VIDA que pugna por brotar desde nuestras entrañas preñadas de Dios, aunque algunos no lo sepan, no lo sientan o no se hayan parado a escuchar ese gozoso latido interior. ¡Pobres! Porque vivirán su gravidez como un peso insoportable, como una búsqueda insatisfecha, como una duda acongojada…
La religión debería ser el impulso para la transformación, puesto que la plenitud humana termina en Dios mismo: “Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 5,48). “Nos hiciste, Señor, para ser tuyos y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti” (San Agustín). Quienes la han convertido en rígido inmovilismo, o en seguimiento ciego de otros hombres, o en ritos vacíos, o en repetición de actos sin efecto interior, o en cumplimiento externo, o en espectáculo sin consecuencias, tendrán que dar larga cuenta de su engañosa dominancia. “¡Fariseo ciego, limpia primero el vaso y el plato por dentro, para que también por fuera queden limpios!” (Mt 23,26).
Quienes han convertido el Evangelio en una llamada a la muerte (dicen que a imitación del Crucificado, olvidando que fue el “inmovilismo de la religión” quien lo asesinó) en vez de a la VIDA -que exige una transformación permanente, una respuesta progresiva y una maduración constante- habrán caído en la más terrible de las mentiras: imponer la corrupción de la Palabra de Dios.
El Mensaje es todo lo contrario, es una llamada a la vida “humana”, a la corriente vital que nos inunda desde el fondo. “Mediante el testimonio admirable de tus santos fecundas sin cesar a tu Iglesia con vitalidad siempre nueva” (Prefacio II de los santos).
Quienes se han instalado en una religión de petición, en un anestésico de la conciencia, en una dejación de la responsabilidad personal, en el perchero para colgar nuestros problemas del Cielo, han olvidado que la gestión de nuestra vida y del mundo es cosa nuestra y que el Creador ya nos ha volcado todos sus dones: “Multiplicaos, llenad la tierra y dominadla” (Gén 9,7). No se puede tener engañada a la buena gente. Habría que repetir sin miedo: “La petición sin adhesión no sirve para nada”. Lo que calienta no es pedir el sol, sino ponerse bajo sus rayos.
¡Por supuesto que necesitamos apoyarnos en ese Dios amante y amado para vivificarnos! Estar en contacto con Él, dejarnos abrazar y mimar, ser permeables a sus luces y colores, agarrar fuerte su mano cuando resbalamos o el peligro acecha, aceptar lo que no entendemos y nos hace sufrir o dudar… Pero el proceso de transformación, la superación de nuestra animalidad, la metamorfosis para llegar a ser “humanos”, es nuestra tarea de toda la vida.
Se ha hablado tanto de lo “sobrenatural”, se han construido tantas teorías, inventado tantos automatismos, que pensamos en lo “sobrenatural” como la soga de la campana por donde baja la gracia divina cuando tiramos y despertamos a Dios. Se nos ha olvidado que lo “sobrenatural” es lo más “natural” del mundo, ya está en el interior de cada persona desde su nacimiento: “El reino de Dios está dentro de vosotros” (Lc 17,21). Y hemos perdido la noción de que la vida es el proceso de transformación en “humanos”, es decir, en “hijos de Dios”, transcendiendo nuestro soporte material.
Por eso el Hijo se llama a sí mismo “hijo del Hombre” (el Modelo, el Camino de transformación, la Verdad de nuestra realidad, la Vida feliz a la que estamos llamados). La condición de “ser humano” no nos la da el haber nacido de una mujer, ni siquiera el disfrutar de inteligencia. Sino el proceso vital de transformación, la realización concreta e individual de la “imagen y semejanza” (Gen 1,26).
Se ha hablado mucho de “conversión”, que es la rectificación continua de nuestros errores. Pero poco de crecimiento, de “transformación”, que es la finalidad de la vida: llegar a ser nosotros mismos, solo nosotros mismos y plenamente nosotros mismos. Es decir, llegar a realizarnos como el hijo o la hija que el Padre creó, superando nuestros instintos, ambiciones, complejos, falsedades, ambientes y heridas. En suma, levantándonos sobre nuestra inconsciencia, contingencia y animalidad. El hermano mayor del pródigo estaba convertido pero no transformado.
El Evangelio está plagado de llamadas a la “transformación”, más allá de la “conversión”. Citaré algunos ejemplos: Cuando el joven rico afirma: “Todo eso lo he cumplido desde pequeño” (Mt 19,20), está diciendo que ya está convertido. La continuación es: “Anda, vende todo lo que tienes… después ven y sígueme” (Mt 19,21). Que significa: Ven conmigo e imítame, transfórmate y ayúdame a transformar.
Cuando Pedro camina al lado de Jesús y ve que Juan les sigue, pregunta: “¿Señor y éste qué?” (Jn 21,21). La respuesta es similar: “Si yo quiero que éste se quede… ¿a ti qué? Tú sígueme”. La llamada y el seguimiento siempre son personales e individuales, transformantes. Aunque después necesitemos el apoyo de la comunidad para contagiarnos y contagiar.
Cuando Marta -convertida y entregada al servicio del Señor- se queja: “Dile que me ayude” (Lc 10,40), la respuesta es: “María ha escogido la mejor parte”. La impregnación, la transformación, el proceso de desarrollo personal, es la parte esencial. Detrás vendrán inevitablemente los frutos.
Pero no basta con saberlo y desearlo. Hay que poner los medios que nos ayuden en esa transformación. Para mí son básicamente dos: la oración personal y la formación sicológica experiencial. Hay que sumar espiritualidad y sicología (pura actualidad). Es imprescindible saber quiénes somos, de qué estamos hechos y a qué estamos llamados, cuáles son nuestros buenos funcionamientos, cómo decidir lúcida y libremente, etc.
No son los libros, ni las teorías, ni las abstracciones, ni los títulos, ni los éxitos humanos, ni el poder (mundano o eclesiástico) lo que nos hará crecer, ni siquiera el estado civil o religioso. Lo que nos hace desarrollarnos es salir de nuestras inconsciencias, experimentar nuestras capacidades, tocar nuestros dinamismos, hacer luz en nuestra interioridad, explotar el tesoro interior, ahí reside lo auténticamente humano y sagrado. Cuando se llega a perforar ese pozo artesiano, es inevitable que surjan con fuerza las obras.
En nuestra Iglesia se ha dado muchísima importancia al SABER. De hecho estamos dirigidos por “sabios y entendidos”, por “doctores”, por los más intelectuales. Si queremos conseguir esa “nueva evangelización” de que tanto se habla, habrá que priorizar el SER (muy por delante del tener, poder, saber o servir) porque el camino del ser es el camino de Dios, el camino de la realización personal, de la máxima fructificación y eficacia, de la máxima ayuda a los demás. Lo esencial de un árbol no son las ramas, ni siquiera el tronco, sino las raíces vivas y profundas que generarán y alimentarán el resto.
Solo cuando prioricemos la “transformación personal” (en la catequesis, en la liturgia, en la oración, en los sacramentos, en la cadena jerárquica, etc.) habremos iniciado la “nueva evangelización”, habremos encontrado el camino de la máxima eficacia personal y solidaria: “Dad limosna de lo de dentro y lo tendréis todo limpio” (Lc 11,41).
El Evangelio es camino de transformación, de conquista de la plenitud humana, de felicidad por la autorrealización, que en eso consiste la salvación a que todos estamos llamados: “Os he dicho estas cosas para que mi alegría esté dentro de vosotros y vuestra alegría sea completa” (Jn 15,11).
El Evangelio no es un libro que hay que estudiar, ni una doctrina a la que hay que adherirse voluntarista o intelectualmente, ni una fe obligada, ni un deseo de colgarse de Dios y a ver si nos sube… El Evangelio es “un camino que hay que caminar”, un camino de continua transformación, de gozoso descubrimiento interior, de permanente humanización. Eso es lo que significa “venga a nosotros tu reino” (Mt 6,10). No viene por fuera y arriba. Viene por dentro y abajo, transformando, iluminando, pacificando, movilizando y alegrando. “Pues lo que cuenta no es circuncisión o incircuncisión, sino criatura nueva” (Gal 6,15).
Totalmente de acuerdo con José Ignacio Calleja sobre la necesaria atención a la praxis liberadora como complemento a lo expuesto por Jairo, como ayuda para salir de sí mismo y el ensimismamiento.
Totalmente de acuerdo con José Ignacio Calleja sobre la necesaria atención a la praxis liberadora como complemento a lo expuesto por Jairo, como ayuda para salir de sí mismo y el ensimismamiento.
Cuando tiempo atrás, dije aquello de que, incluso quienes somos pertinaces críticos a la religión que se nos ha dado a conocer, no somos conscientes de hasta que punto nos quedamos cortos en la crítica, era pensando precisamente en la perversidad que hallaba en mis indagaciones al ir caminando por ese camino de la vida por el que hay que caminar hacia la búsqueda de la verdad.
Ahora aquí, con lo que me encuentro en esa búsqueda paralela de fondo que nos transmite Jairo del Agua, es no con la perversión sino con la corrupción de la Palabra de Dios que para el caso es lo mismo.
No con cierta sorpresa, descubro que la perspectiva de este escrito está tomada no desde la superficie del ser, sino desde el horizonte mismo de nuestra realidad. Desde ahí es desde donde puede percibirse la transformación realizada, mirando retrospectivamente al ser. Porque una vez lograda esta transformación, el ser humano recobra estructuralmente la realidad que siempre ha estado ahí constituyéndole. Al acortar la perspectiva reducimos nuestra capacidad y por tanto vetamos la posibilidad de llegar a ser lo que realmente somos.
Es en este aletargamiento donde la conciencia queda anestesiada y puesta a disposición de cualquier contenido ideológico. La conciencia entonces opera insensiblemente. La psiquis por un lado y el substrato orgánico que la sostiene por otro.
Cuando el autor nos dice
La religión debería ser el impulso para la transformación, puesto que la plenitud humana termina en Dios mismo: “Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 5,48).
Esta perfección, la religión la ha entendido o la ha querido entender como algo a perfeccionar desde fuera, de ahí la razón de ser que se otorga y su contumaz permanencia institucional. Pero esto, de ningún modo es así, porque el sentido de perfección evangélico se ha de entender con respecto a nuestra realidad y por lo tanto su sentido no tiene la característica de un “deber ser” en el que la libertad se la tomara en un sentido arbitral, de querer o no querer, en relación a este “deber ser”. Sino que, contrariamente, el don de la libertad, está inscrito, es un carácter de la realidad misma para que, como he dicho antes, poder llegar a ser lo que somos. Pero en unidad, por eso insisto siempre en la unidad estructural que nos constituye como fundamento. El peligro está en permanecer divididos internamente.
Es la división de nuestro propio fondo cuya consecuencia es lo que interpreto de las palabras del autor cuando dice
“¡Pobres! porque vivirán su gravidez como un peso insoportable, como una búsqueda insatisfecha, como una duda acongojada… “
Aquí se crea el ámbito por donde se cuelan las ideologías que mantienen la mente satisfecha despegada de su sustrato sensible. Y como consecuencia de ello lo real queda así creible por una mera sensibilización sustrayéndole desde la raíz misma el sentido de su trascender. Por lo que entonces la tarea fundamental de la religión e vuelve inoperante.
Si no hay trascendencia no es posible avanzar en espiritualidad
”.Lo que calienta no es pedir el sol, sino ponerse bajo sus rayos”.
No son las cualidades sensibles del sol las que hemos de hacer nuestras, sino sentir y ponernos bajo sus propiedades reales”
Para avanzar hay que dar continuos pasos, dice el autor, dejando que muera el anterior, sin apego a los pasos superados, sin retroceder… Solo así se puede hacer un camino, especialmente el camino de la maduración humana. Solo así, en continuada transformación, se puede llegar a ser lo que cada uno es de fondo.
GRACIAS
Así es mi querido Oscar, pero Sabemos que todo lo que nace de Dios, no peca sino que se guarda así mismo, y el malo no le toca ( 1 de Juan 5,18). El Espíritu Santo es maestro de la Verdad y la Verdad nos hará libres. “Las cosas de Dios nadie las conoce sino el Espíritu de Dios” (1 Cor.2,11).
Que el Espíritu Santo siga orientando nuestras vidas, que nos haga sensibles al mundo interior para que nos HAGA y actuemos con criterios sobrenaturales. Que Jesús nos de palabras de vida eterna a efecto de ser transparentes y afectuosos. Que nuestros actos lleven el sello del Espíritu de Dios.
Por hoy ya me retiro
Saludos
Gustavo Montesinos Saá.
Gracias Gustavo!
Yo ya he apreciado tu calidad humana (y la de tu familia en las fotos que me enviaste)
Te decía lo de conversaciones “filo-teológicas” sin ventilación internética
porque en cuanto te deslices un milímetro con alguna “dudita”
los “alcahuetes” vaticanos te la van a hacer difícil.
Ya sé que la Jerarquía de Ambato-Ecuador es abierta,
pero están controladas: No son Libres del todo.
Tal vez nos veamos en Bs. As. Y si tengo terminada o “usable”
la casita que estoy haciendo, estará a vuestra disposición.
Abrazo compartido y ¡Vamos todavía! – Oscar.
PS.: Dale saludos al diácono loquito que es Pacolino.
Muy apreciado Oscar:
En primer lugar un privilegio, entablar una conversación contigo. Estoy aprendiendo mucho del maestro y sobre todo del humano. De allí que puedo afirmar que el ser humano sólo puede entenderse, no ya desde el hombre, sino desde un espacio antropológico de varias dimensiones, por cuanto en él deberá figurar no ya sólo un Dios abstracto (el Dios de Aristóteles, o el de los neokantianos), sino un Dios con las tres Personas de la Santísima Trinidad, una de las cuales, la Segunda (precisamente para dar sentido a la vida a los seres humanos, redimiéndoles de su pecado original, fuente de todos sus sufrimientos y desgracias), llegará a unirse hipostáticamente en el hombre a través de Cristo. “He venido para que tengan vida y en abundancia”
……………………
En relación a Buenos Aires (mi esposa está leyendo) y me dice que ha de ser un gusto estar allí. -Si Dios Quiere-.
Y lo referente a tu visita Ecuador te estaremos esperando.
Un privilegio y un saludo al ser humano por excelencia.
Saludos
Gustavo Montesinos Saá
Puede ser Gustavo, puede ser…
… pero para mí no es así.
Por ejemplo, algo grosso. Veamos:
– “¿Acaso Dios que es vida tiene necesidad de leer libros sobre cómo aprender a vivir?“-
¡Claro que NO!
Y te lo digo “dentro” de esa “filosofía” que “suponés” que yo tengo
(la Aritot-Tomista-Hegel-Husserl-Heidegger)
que sí la tengo “aufhebung” (absorbida-depasada) ¿OK?
Dentro de esa “filosofía” no tiene sentido decir que Dios Vive,
en el sentido controlable que del verbo “vivir” tenemos los seres humanos.
¡No” Dios NO VIVE, ni tiene idea de qué sea eso de vivir humano.
Todo ese bochinche se lo enchufaron a Jesús, a presión y más presión “filosófico-dogmática”.
……………
Pero nostros Sí tenemos necesidad de “comprender”;
y uno -no el menor- es “escuchar” la “Transmisión” de las demás-todas Opiniones de los ante-pasados y actuales humanos.
El ser humano HACE; no ACTÚA.
Tiene un “por qué” y un “para qué” “significativo”.
¿Te parece?
·················
Me parece que vos y tu esposa y 2 hijos andarán por Bs. As. en nuestro Invierno.
¿Estoy confundido?
En todo caso, tal vez pueda en 2013 ir por la Univ. de Ambato a hacer algún Taller sobre Pueblos Originarios y charlar más. Tal vez ¿no?
¡Vamos todavía! – Oscar.
Oscar:
La teología no se compone sólo de teorizaciones y de libros sino de vida. De allí que afirmo que muchos de nosotros tenemos la tentación de teorizar y nos estamos olvidando de vivir como el Maestro nos enseñó hacerlo.
Allan Watts – budista zen- decía: «No debemos tratar de explicarnos la vida, debemos vivirla sin buscar más sentido a la danza que el placer de bailar, pensando que todo fluye y que nosotros no somos permanentes.» Yo añadiría: ¿Acaso Dios que es vida tiene necesidad de leer libros sobre cómo aprender a vivir?.
Pienso que Cristo nos quiere hacer entender que la vida no está para ser comprendida, sino para ser vivirla (para disfrutarla).
Comprendo tu formación filosófica. Desde luego, por medio de la escritura y la lectura, tomando como punto de referencia la tradición de pensadores desde Aristóteles hasta Santo Tomás, desde Spinoza a Hegel, esta actividad es la más alta forma de vivir. Sin embargo, tantos libros incluidos la Biblia, colección de libros sobre la vida, no han dado VIDA como la de Aquél que nos amó. De allí que el artículo que me interesó: “la transformación es clave…” Y eso para todo ser humano, cada momento.
Comparto plenamente con Jairo del Agua en el sentido de que “El Evangelio no es un libro que hay que estudiar, ni una doctrina a la que hay que adherirse voluntarista o intelectualmente, ni una fe obligada, ni un deseo de colgarse de Dios y a ver si nos sube… El Evangelio es “un camino que hay que caminar”, un camino de continua transformación, de gozoso descubrimiento interior, de permanente humanización. Eso es lo que significa “venga a nosotros tu reino” (Mt 6,10). No viene por fuera y arriba. Viene por dentro y abajo, transformando, iluminando, pacificando, movilizando y alegrando”…
Saludos
Gustavo Montesinos Saá.
Gracias Héctor!
Si no me equivoco vos tenés a Dios-Padre como “llegada”.
¿Y qué es eso de “Dios-Padre”?
Mi “llegada“, en cambio es eso que vos me decís: “Ir yendo“, “pasar dejando huella“.
Todo lo demás son “presunciones” sin raíces vitales.
Algo parecido -o lo mismo- que dice Galeano de la Utopía.
Algo parecido -o lo mismo- que le respondió Luis Gonzaga al curita que le preguntó que:
¿qué haría si le dijesen que ahora iba a morir?: “pues, seguiría jugando!
¿Podré “seguir yendo”? Gracias – Oscar.
···············
PS.: en cuanto a lo de Lenaers, ya en su Curso expuse que su “invento” (la “Teonomía”)
es puro “flou”; e.d. “nebulosidades” (precisamente viven de y en el aire, sin raíces)
La transformación es la clave… de la evangelización auténtica para el tiempo presente.
Entro más por saludar que por opinar. Pero, puestos a ello, lo que he pensado: es un texto notable este de Jairo (y Atrio); me gusta lo que dice, si bien lo encuentro demasiado “poético” como proyecto. El lenguaje poético es el más hermoso de los lenguajes, pero no siempre es el más adecuado en el análisis. Depende de lo que nos propongamos. Supongo que Jairo ha querido más interpelar que definir un camino.
Cuando precisa, nos da un aspecto clave, “la impregnación, la transformación, el proceso de desarrollo personal, es la parte esencial. Detrás vendrán inevitablemente los frutos. Pero no basta con saberlo y desearlo. Hay que poner los medios que nos ayuden en esa transformación. Para mí son básicamente dos: la oración personal y la formación sicológica experiencial”.
Ahora sabemos qué es transformación y qué medios cree los fundamentales.
Yo participo de este objetivo, pero lo encuentro descompensado de nuestra condición social e histórica, de las relaciones, instituciones y estructuras en que vivimos, y cuya transformación es simultánea a la otra, más personal e interior. Yo creo que por aquí hay algo que a la propuesta la deja alicorta.
n la cultura moderna hay un concepto que nos trae de cabeza, y que al final está presente en todos nuestros debates en Atrio. Es el concepto de praxis como praxis liberadora, integralmente liberadora del ser humano; por tanto, en lo individual y social, y en lo personal en todas sus facetas, sean materiales, sicológicas, espirituales o las que veamos; pero con el deseo de que se “liberación plena”, a la medida de los humanos, por supuesto. (No somos dioses).
Se dice que muchos de nosotros, la mayoría de los modernos, hemos acogido bien la praxis liberadora, como uso crítico de la razón para liberarnos de alienaciones intelectuales, sicológica y morales. Y se dice que pocos de nosotros, los modernos, hemos acogido bien la praxis liberadora en su significado de intelección y transformación justa de las estructuras sociales que nos impiden el uso crítico de la razón y nos siguen teniendo de hecho alienados. En fin, que presumimos de vivir desalienados, teoréticamente, mientras aceptamos estarlo, políticamente.
Todo esto requiere más matices, pero me lo ha recordado la propuesta de transformación de Jairo, pues la encuentro plena de sentido en el primer recorrido de praxis liberadora y menos lograda en el segundo. Y aunque todo esto puede ser teórico, no lo es tanto, desde luego, y la referencia a Jesús, “seguir a Jesús, ser como él, recorrer su camino”… tampoco creo que lo resuelve del todo. Creo sinceramente que hay que definirse, más en los hecho que en la palabra, desde luego, sobre qué concepto de praxis liberadora acogemos al pensar, actuar y ser; o de otro modo, a qué alienaciones pretendemos responder, cómo y desde quiénes.
(Evidentemente, el siguiente problema, o a la vez, es definir lo de “liberadora” en torno al ser humano, de todo y a todo ser humano, particularmente de los pobres y más débiles, y de manera duradera, con las generaciones futuras, y en comunidad de vida con todo lo creado. Y puesto que se hace en cristiano, la particularidad que a ello imprime la fe en Jesús. Pero éste es otro tema).
Espero haber aportado algo en el terreno de dar con el camino, no tanto en los contenidos, de esa nueva evangelización. Paz y bien a Jairo y a todos.
Hola Gustavo!
1º) – “De tanto profundizar, de tanto especular, nos hemos olvidado de vivir. “-
¿Cómo puede decir “seriamente” eso un Dr. Profe en la Univ. Pontificia de Ambato-Ecuador?
¿No vives vos y tu Flia. de eso? ¿No lo haces bien? ¿Por qué ha de estar mal, entonces?
El “Teorizar” (hacer ciencia especulativa, profundizar, etc.) es uno de los dignos y necesarios Quehaceres de la Vida humana.
2º) -“nos hemos olvidado de que Jesús no quiere ser adorado,alabado, sino ser vivido.“-
¿Qué es eso de que “Jesús quiere ser vivido?
Si alguna vez lo aprendí, festejo el habérmelo olvidado.
A lo que el ser humano puede aspirar es a “VIVIR SU VIDA”;
la única que tiene y ante quien habrá de dar cuenta de qué ha hecho con ella, con la que “tenía que hacer”, a la que estaba llamado (vocado) a realizar.
Jesús es válido tanto en cuanto él ha hecho SU Vida.
Ni yo puedo hacer la de él
Ni él puede hacer la mía.
La Vida humana de cada cual (no hay otra que la de cada cual)
se realiza “en soledad”
aunque no en “solitario”;
sino todo lo contrario “en su mundo o circunstancia”
¿Te parece que puede haber algo de esto?
¡Voy todavía! – Oscar.
Yo no he llegado, tú sigues diciendo, “vamos Oscar”, tampoco has llegado, Jesús dice: “el Padre y yo somos una misma cosa”. Lo más humano de Jesús es que él tuvo que andar como tú y yo. Su unión con el Padre no fue algo que se lo dio Dios un día, saliéndose de su ser infinito para ponerse a crear un hombre de la misma naturaleza que Dios. Sólo podemos balbucear que Jesús ha llegado haciéndose cada vez más humano. Y eso le acercaba a Dios.
Creo que Lenaers, (le has mencionado estos días) nos decía algo así: Si Jesús de Nazaret viniera hoy y tuviéramos que describir desde nuestra experiencia lo que describieron sus inmediatos seguidores, nosotros tendríamos que encontrar expresiones distintas a las que ellos utilizaron. No hablaríamos del Cordero de Dios, ni de la Palabra, ni del Logos, ni del Hijo de Dios.
O sea que el lenguaje que nos pone en contacto con Jesús no nos vale y tenemos que traducirlo, reinventarlo, de ahí que digamos cosas que no suenan como “Jesús ha llegado”. Y no suenan porque el sentido que hemos dado al evangelio de Juan “el verbo se hizo carne” es que Jesús era Dios desde que lo engendró su madre. El Jesús bueno porque es Dios supone que no le quedaba más remedio que ser bueno. No nos vale. El Jesús bueno porque llegó acercarse a Dios más que ninguno de nosotros, ese Jesús si me vale, yo también puedo acercarme a Dios. Me cuesta más aceptar a este Jesús que al otro. El que me humaniza me obliga a hacer lo mismo con los demás.
Jesús llegó porque eso es lo que deducimos de todo lo que sabemos de él: se fue acercando al Padre en la medida en que se iba humanizando hasta el punto de darnos el mayor ejemplo que se puede dar de humanización. Las bienaventuranzas, la justicia, la sal, la levadura, vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres. El ejemplo de Jesús ha arrastrado a millones de personas que han seguido su ejemplo. Llego a una entrega total a los demás. Al llegar al límite seguía unido al Padre.
Un Abrazo,
Héctor
Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, produce mucho fruto” (Jn 12,24). (En el grano se distingue: el germen,las harinas y la piel)
Esta bella imagen que Jesús habría sacado de su experiencia laboral en etapas de sementera en algún campito familiar, no puede reflejar esa muerte que condiciona totalmente al grano como en el caso de una corrupción integral por la que la realidad total del grano, incluido el germen queda excluido de la vida.
Quienes hemos compartido tareas de sementera, yendo muchas veces con aflicción a los campos para esconder en la tierra las semillas testigos de apetitos insatisfechos e incluso de algún grado de hambruna, sabemos que esa muerte no es más que un acto de entrega de la parte que el grano “tiene”, y no es el germen que esconde la vida para el futuro, a cuyo servicio se pone totalmente para que inicie su proceso vital regenerador.
Jesús remacha esta idea en sus actitudes y mensajes cuando habla de “metanoia”, cambio de mentalidad,(traducida pésimamente como penitencia durante mucho tiempo en la Iglesia); de nuevo nacimiento; de entregar todo, incluso la propia vida mortal, como prueba definitiva de amor real, a nuestro propio ser o al de l*s demás.
Para Él no tiene valor, ni sentido, el sufrimiento inútil, la muerte total, la destrucción de la vida.
Es el sujeto, el quien que algo tiene, el que debe prevalecer sobre la muerte de aquello que se tiene, si ha de servir a la vida propia o ajena. Este es el sentido de unir muerte y caer en la tierra, a nivel de pobreza, cuando habla de germinación del grano con finalidad de cosecha.
Lo otro es puro maniqueísmo, más o menos conscientemente asumido. y provocado por quien se aprovecha y complace en el sufrimiento y la muerte ajenos.
El testimonio y mensaje de Jesús es puro AMOR, ENTREGA del que es VIDA, para que TOD*S vivamos en plenitud la vida humana ya aquí en su ambiente y clima natural, sin que esto presuponga negar o impedir una óptima PLENITUD eterna.
Por eso la cruz, como valoración del sacrificio, separada de ese AMOR LIBRE por propia entrega, no es más que un instrumento de tortura y muerte, no sólo inútil, sino expresión de máxima INJUSTICIA.
Las primeras comunidades de DISCIPUL*S, víctimas de distintas formas de crucifixión por su compromiso de amor, nunca admitieron la cruz como símbolo de su fe.
Después, cuando el ardid poderoso del emperador, identificó cruz y victoria, los jerarcas de la Iglesia, ya no tan preocupados del amor mutuo real y universal, no pudieron, ni supieron darse cuenta de la semejanza real y formal entre la cruz y la espada, ambos trataron de asegurar con rllas sus tronos y absoluto poder.
Y esto no fue lo peor, porque no se hubiera podido mantener tal contubernio sin intentar, y casi conseguir, que el discipulado de Jesús aceptara como complacencia divina la adicción al sacrificio propio, desarrollándose (¿por influjo herético del maniqueismo?) la espiritualidad del sufrimiento por el dolor o la renuncia a los placeres humanos lícitos.
Como, si Jesús no hubiera advertido que el desorden no nace, ni está en la carne, sino en la intención que la provoca hacia los “ab.usos”; el más radical, el que se hace con l*s hermanit*s más débiles y pequeñ*s.
Y, como en esas aún estamos, si la Iglesia quiere garantizar su misión, idéntica a la que Jesús recibió del Padre, tiene que desposeerse de lo que no es vida, para poder ser vida y ofrecer su servicio y testimonio a la HUMANIDAD ACTUAL como VIDA, porque de lo que entraña sacrificios y muerte ya se encargan demasiado otros.
De tanto profundizar, de tanto especular, nos hemos olvidado de vivir. A lo largo de los siglos, a Jesús lo hemos ido encerrando entre unos muros maravillosos: románicos, góticos, renacentistas.
A Jesús lo hemos aislado de la vida para convertirlo en puro objeto de culto. Y nos hemos olvidado de que Jesús no quiere ser adorado,alabado, sino ser vivido. (He venido para que tengan vida y en abundancia).
Saludos
Gustavo Montesinos Saá
Me quedo con la frase inicial. “Ni nueva ni vieja”, solamente volver al evangelio, dejarse transformar por el evangelio. Nos sobran explicaciones que sólo nos enredan en palabras. Lo que nos hace falta son hechos en sintonía con el evangelio. Si todavía queda un respeto por la Iglesia, se debe a su acción social aquí y más aún en territorios difíciles. Jesús pasó haciendo el bien, curando, liberando de miedos y tradiciones opresivas. Jesús no fundó una institución; impulsó un movimiento. Las instituciones inmovilizan. Lo movimientos están en continua adaptación al medio ambiente. Permanece su espíritu, cambian sus formas concretas.
Me alegra que Oscar haga referencia al libro de Leaners, Otro cristianismo es posible.
¿Sabemos todos que ese curso completo, -con los capítulos del libro que se publicaban semanalmente con las introducciones hechas por Juan Luis Herrero del Pozo y los comentarios de muchos- están muy asequibles a través de la pestaña “CURSOS Y TALLERES” que se encuentra en menú horizontal arriba de todo de la portada de ATRIO?
También se encuentran allí otros cursos y talleres muy interesantes: Teología del pluralismo religioso de Vigil, Taller Secularidad y Fe de Juan Luis Herrero, El alma y su destino de Vito Mancuso, Introducción a Marcel Légaut... Son todos hitos permanente en esta búsqueda colectiva que propone ATRIO sin cesar.
Muy bueno el artículo.
La respuesta es como dice Silvio Rodríguez en su canción: “El Problema” …el problema siguiendo sembrar AMOR. Único camino!
Hola!
Leo:
“Eso es lo que significa “venga a nosotros tu reino” (Mt 6,10). No viene por fuera y arriba.
Viene por dentro y abajo, transformando, iluminando, pacificando, movilizando y alegrando.”-
Me parece ser lo que Atrio nos brindó en el jesuita Lenaers: su “Teonomía”,
como aggiornamento de Heteronomía y Autonomía.
NOTA: recordemos que no por nada Lenaers empieza su librito tratando el Asunto de los Términos del Lenguaje.
Estas cosas que acá nos recuerda Jairo son de calvo pasado
(por activa, por pasiva y por perifrástica -pasivo con sentido activo-).
Para mi modo “profano” de pensar, son un interesante pero inútil Clavo
contra una Pared imaginaria,
que le permite no clavar nada más que un fantasma “religioso-espiritual”.
………………
Esta sospecha –de la que Héctor tal vez logre espantarme-
me lleva a preguntarle a Héctor:
1.- ¿Qué querés decir –en concreto- con que “Jesús ha llegado”?
2.- ¿A dónde ha llegado Jesús?
Por ahora lo dejo ahicito nomás;
porque tengo que ¡Ir todavía! ¿Ok? – Oscar.
“El Padre y yo somos una sola cosa” (Juan 10,22-30): ¿y si esto fuera una invitación más que una definición teológica? Si fuera que Jesús nos está invitando a llegar a donde él ya ha llegado: “¿por qué no lo intentáis vosotros también?”. Camina, también tú puedes llegar, “toma tus camilla y anda”
Es como si nos estuviera mostrando el proceso de que habla Jairo: transformación para ser más humanos y no para asustarnos con la Divinidad, con la naturaleza divina que le hemos atribuido. Todos podemos llegar como él a ser una cosa con Dios, transformarnos humanamente en aquel en quien vivimos nos movemos y existimos, le podemos llamar Padre, seremos como él hijos de Dios. Lo sobrenatural sería entonces lo más natural del mundo.
Sería re-descubrir y asumir sin miedos nuestra libertad. Cuanto más libres más seremos como Jesús transformándonos y transformando lo que nos rodea, las estructuras anquilosadas que nos quitan la libertad, el seguir buscando y adentrándonos en la realidad que desde sí misma nos llama cada día a seguir adelante.
Saludos a todos Héctor
Vida es cambio.
Cambian las células y cambian las ideas (en quien piensa, no en quien repite)
Cuando hay que explicar (¿traducir?) toda la terminología religiosa utilizada desde siempre como vocablos-concepto del fundamento de la religión, una, yo, saco la conclusión de que estamos hablando en algo parecido al sánscrito o cualquier otro idioma muerto o arcaico u obsoleto.
Imaginémonos que en una conversación o lectura necesitásemos continuamente o de un diccionario especializado en idiomas antiguos o de un especialista que entienda ese idioma. Pues eso es lo que le ocurre a las sociedades modernas, que como no entienden qué quiere decir toda la terminología religiosa al uso, se aburren, y se van.
Y quienes se quedan, se resignan a que cuando ellos, los clérigos-ministros de Dios, dicen lo que dicen, por algo será: credulidad, magia, falta de cultura religiosa, etc. etc.. Esa es la percepción que yo tengo de la gente que acude a la misa dominical u otros oficios religiosos. Por ejemplo, cuando el cura de mi pueblo predica sobre la asunción (fecha que coincide con mi estancia anual en mi pueblo) de la virgen en cuerpo y alma al cielo, nadie se pregunta cómo puede haber ocurrido semejante fenómeno de la naturaleza. María virgen a pesar de ser madre, inmaculada en su concepción evitándole no sé qué pecado, llena de gracia porque Dios tuvo ese antojo, y, por todos estos “méritos” su cuerpo no podía corromperse en la tierra, y así, la materia asciende a un cielo antimateria, es decir espiritual. Y todo el mundo se queda tan agusto en medio de tantas cosas raras, nunca he escuchado a nadie hacerse una pregunta sobre la prédica, tampoco les preocupa, las cosas son así y punto.
Es el equivalente a lo que Dice Jairo del agua, cuando hay que explicar tantas cosas raras a la gente porque no las entiende, quizá lo que haya que hacer es cambiar el “idioma” y no tratar de tontos a los y las creyentes. Quizá de eso se debiera de tratar cuando se habla de “nueva evangelización”, hablarle a la gente hoy con lenguaje de hoy. Efectivamente otra teología es necesaria.
Qué gozada!!
…de momento, sólo esto, supongo que ya diré más cosas según vaya haciendo una lectura reposada