Si se lee con atención el relato del juicio final (Mt 25, 31-46), lo que importa, lo que interesa, lo que Dios tendrá en cuenta, en el juicio último y definitivo de la humanidad, no será la fe, ni la religiosidad, ni la piedad, sino solamente una cosa: el comportamiento que cada cual tuvo con sus semejantes, especialmente con los que peor lo pasan en la vida, o sea, los que pasan hambre, los enfermos, los necesitados, los extranjeros, los que están en la cárcel. Los que se portaron así en este mundo, ésos serán los aprobados por Dios, sin aludir siquiera a si tenían o no tenían creencias religiosas, si era personas piadosas y practicantes, y otras cosas parecidas.
Según cuentan los evangelios, Jesús dio a entender, con frecuencia, que esto es lo que a él le importaba. En este sentido, es elocuente el relato de la curación del criado de un centurión romano (Mt 8, 5-13; Lc 7, 2-10; Jn 4, 43-54). Aquel militar, como todos los militares del Imperio, tenía que hace un juramento de fidelidad al Emperador, al que se consideraba como Dios (“ipse deus”). Por tanto, aquel centurión no tenía las mismas creencias que los israelitas. No tenía las verdaderas creencias, pero tenía una conducta ejemplar, al preocuparse tanto por remediar el sufrimiento de un criado. Y por eso, Jesús dijo: “Os aseguro que en ningún israelita he visto tanta fe” (Mt 8, 10; Lc 7, 9). ¿Qué fe tenía aquel militar pagano? Nosotros diríamos: “una fe equivocada”. Y sin embargo, a juicio de Jesús, por más equivocado que uno ande en la fe, si es buena persona de verdad, eso es más determinante, ante Dios, que todas las creencias, por más ortodoxas que sean. Y si no, ¿cómo se explica que, en la parábola del buen samaritano (Lc 10, 30-37), precisamente el modelo que pone Jesús es el del hereje samaritano, en contraste con el sacerdote y el levita, que eran los modelos de la ortodoxia observante?
No estoy sacando las cosas de quicio. Las “creencias religiosas” dividen a la gente y enfrentan a los creyentes. Por las creencias, se ha perseguido, se ha torturado, se han organizado guerras, se ha matado a los infieles y ahora se ofende y se insulta a quienes no coinciden con las creencias que yo tengo. O sea, por las creencias se hace trizas la ética y se desprecia a los pecadores. Y es que, en definitiva, las creencias son, con frecuencia, el argumento que justifica y legitima la violencia. Por el contrario, la rectitud ética y la bondad con misericordia, eso es lo que nos une, los que rompe los fanatismos y acaba con los integrismos fundamentalistas, que tanto daño nos hacen y generan tanto sufrimiento.
Termino con una pregunta importante en este momento: ¿se puede asegurar que los pueblos más creyentes y observantes son exactamente los pueblos en los que hay menos corrupción, más honradez en el trabajo, más honestidad a la hora de hacer la declaración de la renta, más generosidad en los patronos y más laboriosidad en los trabajadores? Que cada cual veamos, en nuestras conciencias, qué respuesta le damos a esta pregunta inquietante y molesta.
[Publicado en el blog del autor Teología sin censuras ]
Os agradezco de verdad vuestros comentarios, José Ignacio Calleja y Javier Renobales.
A partir del próximo martes espero tener un poco más de tiempo y de sosiego para escribir un poquito más sobre estas cosas importantes.
Un cordial saludo
Porque una grave inhumanidad (apartar a las mujeres y dedicarse a no tener hijos) trae la otra, trae todas las demás.
Justificada una grave inhumanidad, so pretexto de consagrar la vida a Dios -o sea a la ICR-, justificadas todas las inhumanidades.
Maxime si esa inhumanidad se eleva a pretendida santidad …
El estropicio es enorme, el daño es enorme, porque la inhumanidad es enorme, y además se eleva a supuesta santidad …
¡¡qué humanidad puede haber en un Vaticano y en una ICR en cuya estructura por axioma dogmático ni hay mujeres y ni hay hijos!!
Este crimen clama al cielo, o sea, a la sangre humana que corre a raudales por la tierra de este mundo que tenemos hecho unos zorros, lleno de injusticia e inhumanidad.
Claro, si le decimos a granJefe SuSan que lo esencial no es Dios, sino que lo somos nosotros, es decir toda la Humanidad, todas las personas, le descolocamos del todo, pues el va por ahí arrogante diciéndose representante de Dios en la Tierra elegido por Dios.
Tendría que ser el representante de los humanos en la Tierra: para lo cual tendría que ser elegido democráticamente por los humanos …
Anatema. Anatema en una dictadura, en cualquier dictadura.
Se le acaba el negocio al papa, si tiene que ser elegido democráticamente por los humanos, (no por su caterva de Cardenales nombrados a dedo por el papa para ello) … y no tiene que ser elegido, nunca lo ha sido, por Dios, como el papa va diciendo por ahí, que le ha elegido Dios (el famoso Espíritu Santo soplador) para papa, al que atribuye que gobierna la ICR (cuando la verdad es que la gobierna el papa, con sus delegados y curias.
Así que nada de soñar: No hay quien humanice de verdad la ICR, porque no hay quien la democratice.
Bueno, yo no puedo hacer un aporte de la calidad y acierto de los de Pepe Blanco (sigue Pepe, sigue porfa), José Ignacio Calleja y otros comentaristas, y me tengo que limitar a decir mi modesta opinión:
La crisis de las creencias, en la doctrina y dogmática de la ICR, y en la ICR, se producen en mi modesta opinión por la enorme falta de humanidad que hay en esas creencias desde la base de las mismas, desde donde arrancan, y en el funcionamiento de la ICR.
Les falta humanidad a esas creencias porque han sido construidas intelectualmente desde arriba (desde lo celestial o sobrenatural, desde un Dios en las alturas) hacia abajo, hacia lo humano de las personas. Cuando debieron haber sido construidas totalmente al revés: de lo humano hacia arriba y sin necesidad de subir mucho, pues lo esencial está aquí abajo (y somos nosotros), no arriba (donde ubicaron iimaginariamene a Dios).
Las contruyeron desde un Dios celestial que (imaginariamente) se anonada para encarnarse en un hombreDios que es un Dios en una imaginaria Trinidad celestial, un hombreDios concebido sin el calor humano de una pareja humana que se quiere y quiere tener a su hijo humanamente, como los tenemos los humanos (los que los tenemos, que los que hacen la doctrina-magisterio no los tienen, hombres secos).
Un hombreDiosJesús en el que lo más importante es que suponen que es Dios, y eso, y ‘convertir’ el pan y el vino en cuerpo de Dios, es lo esencial de la Fe católica.
¿Qué lo dicen los evangelios? Bueno, pues se equivocan los evangelios, que como toda obra humana, son falibles.
Toda esa falsedad doctrinal no es inocua: produce inhumanidad a raudales.
Cuanto más humano más divino, decía Juan Luis Herrero del Pozo en este foro. Y otros. Y tenían toda la razón del mundo, pues esa frase es cierta al 100%: y no al revés.
El éxito de unas creencias está en la humanidad que rezumen. Dios es amor, pero amor humano, que es el único amor que existe. Por eso Dios es en nosotros: porque amamos. Si Dios ama, ama en nosotros.
Humanizar las creencias (que son praxis, obras son amores) sería por ejemplo:
– Dejar/hacer que los curas se puedan casar,
– Dejar/hacer que las mujeres, de cuya humanidad han privado machistamente a las creencias católicas y al magisterio tan machista, no sean discriminadas ni excluidas del sacramento del orden ni de nada en la ICR,
– democratizar la estructura y el funcionamiento de la ICR,
– colocar las creencias católicas (la FE católica) en plano de igualdad con las demás religiones,
– predicando con el ejemplo que Dios trata a todas las religiones en plano de igualdad, siempre que éstas practiquen el amor humano,
– predicar con el ejemplo que ningún jefe de ninguna religión es el representante de Dios en la Tierra, que ninguno es infalible, pues todos tienen, cuanto más humanos sean, a Dios por igual en ellos.
Sí, Cáritas hace mucha caridad, reparte muchas limosnas entre los necesitados, y esas obras de caridad ya las hacía la Iglesia en anteriores siglos (orfanatos, hospitales, colegios, internados, reparto de regalos y alimentos a los pobres, becas de estudios a los niños pobres que destacaban en resultados… e incluso los seminarios eran la llamada ‘universidad de los pobres’ …etc.
El acertado título que ha puesto Pepe Blanco lo dice todo: el miedo a lo humano
Pepe Blanco, no había visto tu aportación a este hilo. Y sí, es verdad, lo dejé por cansancio, no por desinterés. Me llaman otras tareas. Sólo decirte que con “nuestro humano sentir”, me refería a la vía de conocimiento que es “nuestro sentimiento interno” vs. “la razón lógica”, y expresaba una actitud crítica hacia ambos, porque algunos otros compañeros habían expresado en el hilo, a mi juicio, demasiada confianza en uno frente a la otra.
Por lo demás tengo una gran confianza en el ser humano, a la medida de los seres humanos, no cual si fuéramos “dioses”, y esto es lo que aporto a la teología. Yo, propiamente, no hago teología, en general, sino que brindo presupuestos antropológicos, éticos y sociales a esa reflexión y le pido que no los evite en su “significado humano” por atajos revelados. Al contrario, que muestre la convergencia y coherencia de la fe y la razón integral del ser humano. Creo que es posible por más que no fácil, y siempre, poco convencional.
Te leeré en lo que sigas planteando, pero no prometo seguir el hilo; me llaman algunas urgencias. Sí te adelanto que mi confianza en el ser humano, y lo que ha logrado en la modernidad, requiere una buena crítica “moderna” de esa modernidad. Hoy la moda es dudar del ser humano moderno en versiones “premodernas”: estar de vuelta, sin haber ido. Pero, sí, es verdad, tenemos que ser autocríticos con lo que está dando de sí esta modernidad tecnocrática y economicista. Sin renunciar a la mayoría de edad del ser humano y a su corresponsabilidad en la dignidad de todos, desde los más pobres. Paz y bien.
EL MIEDO A LO HUMANO
Yo sigo a mi bola. Me apetece escribir un poco más sobre esa idea que me parece crucial. Además, pienso que profundizar un poco en ella puede ayudar a entender la crisis de las creencias, en general, y de la iglesia católica en particular.
Parece que está de moda echarle la culpa de la crisis de la iglesia al Concilio Vaticano II. Viendo el asunto desde fuera, que es como yo veo estos asuntos, mi impresión no es que el problema sea que el concilio provocara la crisis, pues pienso que provocar esa crisis era bueno, justo y necesario, el problema fue que, una vez provocada, no supo resolverla adecuadamente.
En este punto, aludiré a la que me parece una de las mejores ideas que le he leído a Rodrigo Olvera (si no me falla la memoria) que, en esencia, venía a decir que la iglesia postconciliar no supo crear una nueva tradición. Y crear esa nueva tradición hubiera sido útil para resolver la crisis provocada.
Ahora bien, cuando hablo de la crisis que provocó el Concilio Vaticano II, me refiero exclusivamente a la crisis eclesiástica: a la crisis de vocaciones sacerdotales, al abandono de muchos curas, a la desintegración de las formas, de los ritos, etc.
A donde quiero llegar es a que creo que hay otra crisis mucho más aguda y profunda que esa crisis eclesiástica: la ruptura paulatina de la sociedad con las iglesias de las cuales tradicionalmente había sido su base y su sustento. Y en esa ruptura, tal como yo lo veo, no tuvo nada que ver el Concilio Vaticano II, sino, precisamente, el lento desprendimiento del miedo a lo humano que se ha operado desde el siglo XIX por parte de la sociedad occidental.
El desarrollo de las más diversas ciencias biológicas y de las disciplinas humanísticas, desde la lingüística a la sociología, pasando por la psicología, el psicoanálisis, la demografía, etc., ha roto definitivamente con el tabú de lo humano incognoscible, con esa desconfianza proverbial hacia lo humano que mencionaba Calleja y que tan propia del cristianismo. Si el ser humano siempre había sido un lobo para el ser humano, ahora es uno de sus más entretenidos objetos de investigación.
Las consecuencias de esta nueva situación, son tan profundas y afectan tanto a toda la vida del ser humano que, sinceramente, pienso que las religiones, tal y como se han venido practicando hasta ahora, solo pueden aspirar a convertirse en museos vivientes, tipo Amish.
(Si el asunto interesa, tal vez pueda aportar algo más, con más calma y más tiempo)
Hola José Ignacio Calleja,
No me dirijo a ti esperando que me contestes. Sé que tienes que estar un poco harto de escribir en este debate. Pero es que has escrito algo que me parece muy sugerente, que cifra muy bien algo que siempre he pensado sobre el cristianismo y, comentarlo sin dirigirme expresamente a ti, a estas alturas del debate, me parecería de mal gusto. Pero, por favor, no te sientas obligado a contestarme.
Refiriéndote a Mª Luisa, escribes:
“Tengo el mismo miedo de nuestro humano sentir que de la razón a palo seco; de todo un poco, como en el El Bulli. Y de ninguno de los caminos que trenzan la experiencia integral del ser humano, me fío definitivamente, ni por separado ni juntos; siempre sé que por todos los caminos hacia Dios, termino ensombreciendo su desvelamiento con mis deseos y afectos.”
Más que deducir, intuyo que en la experiencia integral del ser humano no incluyes su capacidad mística, quizás porque pienses que es una manifestación de la experiencia religiosa tan minoritaria que no vale la pena tenerla en cuenta en las generalizaciones sobre lo humano.
Pero no era eso en lo que quería incidir ahora, sino en el miedo a lo humano que tan claramente formulas. Y es que pienso que, hablando así en general, esa es una de las deficiencias graves del cristianismo: el miedo a lo humano. Un miedo tan pavoroso, que al cristianismo parece no quedarle otra opción que condenar al ser humano, a cada hombre y a cada mujer de carne y hueso, al exilio. Al exilio fuera de sí mismos. Para el cristianismo, la plenitud del ser humano siempre está fuera de él. Por sintetizar simplificando muchísimo: la plenitud de un cristiano está o en las víctimas o en Dios, pero siempre fuera de él.
Se me ocurre pensar que si los teólogos (en general, no me refiero a ti en particular) os atrevierais a aceptar el misterio de lo humano, de cada ser humano, y os embarcarais en la tarea de profundizar en él, olvidandoos por un momentito de la hipótesis de la revelación, es posible que acabarais viendo con otros ojos el misterio de Dios y el misterio de su revelación..
Saludos cordiales
“existimos las personas, hoy, eso es comprobable científicamente”. Dices Javier, pero, perdona esto no es así, yo al igual que José Ignacio descubro la mística que hay en todo lo que expresas, pero si de verdad en lo que decimos queremos llegar a un mínimo de acuerdo, o sólo al menos sea para que nos entendamos, hemos de fijarnos en los planteamientos. Por ejemplo sobre el que he iniciado mi comentario, lo que dices ahí, a mi modo de ver, el hecho de la existencia no es que sea comprobable sino que se trata de una mera constatación.
A la existencia le es indiferente que haya o no verdad. Con ello ya quiero decir que la verdad la contiene la realidad. La comprobación tiene que ver con la realidad y su verdad.
A Dios no se le puede constatar, evidentemente, pero su realidad es experienciable mediante la razón humana que por ser sentiente nos abre a la trascendencia.
La comprobación como método conlleva la búsqueda de la verdad y como tal corresponde a la realidad. No es la existencia, pues, sino la persona en tanto realidad que tomándola como referencia experiencial va en búsqueda de la verdad. Ahí es donde se pone en marcha la razón. Esto creo que es lo que te ha sucedido a ti y a tantos otros/as, tu expresión de fe no te ha llegado sólo a partir de tus incisivas críticas a la iglesia, es decir de algo negativo, sino de lo más positivo y real, de haber tomado en paralelo a cuestas tu realidad.
Si no pudiera ya entrar, os deseo a todos ¡FELIZ NAVIDAD!
Javier, no pensaba seguir, pero te lo debo. No, eso que dices es pura mística, sí, sí, porque la mística es aquello que nos hace ser humanos con nosotros mismos y, sobre todo, con los más débiles y víctimas, en las situaciones más inaceptables. Porque lo que nos tienta es ir de paso, marchar, taparnos los ojos… y cualquiera que nos recuerde que hemos dejado de ser humanos y dignos, sabes lo que recibe… un corte de mangas, o una risa irónica y descreída, o un por qué, cómo lo sabes… Hay que tener mucha “fe” para hacer lo que dices con convicción suma y constancia. Te agradezco esa “fe” tan grande, o sea, FE; e smi lectura, no re ofendas; no te obligo. (El resto del comentario, tan incisivo como acostumbras, una denuncia que te caracteriza. La leo con respeto y me parece que mezcla demasiadas cosas, atinadas unas, y otras, menos, ¡según creo!, pero tampoco pienso que sea el momento de pormenores). Me alegro de tu lección de fe. Insisto, mi lectura. No me gusta lo de los “cristianos anónimos”, es decir, que lo son por los hechos, sin reconocerlo. No va por ahí. Feliz navidad.
José Ignacio,
Yo a Dios lo imagino dentro de las personas; no porque Jesús fuera Dios -que no lo fue- sino porque la idea-sentimiento de Jesús al decir ‘conmigo lo hicisteis’ es de un ser humano que se siente identificado con el que sufre, y sufre con él lo que él sufre. Eso no es nada gratuito ni misterioso, ni siquiera místico, sino pura supervivencia de la vida que somos.
Lo importante es la identificación de los dos seres humanos que se sienten uno dentro del otro. En el amor de pareja, ambas personas se funden entre sí por momentos, y surge una nueva vida, otro humano (por eso los de ‘vida consagrada’ huyen de tener hijos). Lo importante es esa identificación, ese amor, y la consecuencia solidaria que surge, humanizándonos cada vez más. Castillo dice que el amor humano es Dios.
Para mí eso es Dios, esa humanización que depende de nuestras propias fuerzas unidas con las de las personas, no de ninguna imaginaria gracia divina que vendría del bautismo y lavaría el invento del pecado original, ni de las llamadas gracias divinas que se recibirían con los sacramentos católicos (medios salvíficos, los llaman), monopolizados por los jerarcas y sus curas, y exclusivos para su clientela católica de su negocio.
Ser consecuente con esa humanización es demasiado duro, y nada gratuito, pues los necesitados son los más, y necesitan lo que queremos conservar para nosotros. Si hay ausencia del prójimo necesitado, entonces hay ausencia de Dios, por mucha misa de que diga el cura con todo y elevaciones, comuniones y supuestas bendiciones ‘de Dios’.
Entonces como es demasiado duro, para desplazar al prójimo necesitado se inventa el pretexto de colocar a Dios en los templos-iglesias (‘la casa del Señor, los llaman) de los jerarcas y sus curas, colocándolo en el invento del sagrario, en el de la hostia, y en el Cielo del Cristo celeste de Pablo de Tarso, el Cristo de la fe divinizado por hombres por puros intereses humanos (como divinizaban los romanos a sus emperadores).
Con ese Dios de la teología tradicional desplazamos al prójimo del lugar en el que lo puso Jesús con su ‘conmigo lo hicisteis’, y colocamos en su lugar a ese Dios al que nos consagramos, como si eso fuera lo más importante, dedicados a adorar y glorificar y amar muchísimo a Dios y a la ICR que Dios se inventan que fundó, y le rezamos y lo comulgamos y así nos sentimos ‘en gracia de Dios’ y ‘en paz con Dios’ y tenemos mucha fe en Dios (virtud teologal, la llaman, a la fe). Mucho misterio, mucha gratuidad, muchos dones divinos, mucha teología, mucha revelación divina … A ver quien encuentra un pobre en los palacios del Jefe del Estado Vaticano.
Yo veo esa fe tradicional, que coloca a Dios en el centro de la misa católica en lugar de colocar al pobre-víctima, al pueblo crucificado, como un vicio al servicio de la ICR y de sus dirigentes; y en cambio la duda la percibo como una virtud antifundamentalismo y antinegocio eclesial católico.
Así con esa fe tradicional que tiro por el desagüe, el prójimo ya no es yo (pues el ‘conmigo lo hicisteis’ pasa a atribuirse a Dios –lo cual no hizo Jesús-); el prójimo ya no es yo, sino un extraño: y así nos dedicamos a buscar a Dios (Trascendencia) fuera del prójimo: cuando, de estar Dios en algún ‘lugar’, es en el prójimo y en nosotros mismos donde es Dios (la idea la da Jesús con su ‘conmigo lo hicisteis’, refiriéndose con esa frase a dos seres humanos, no a Dios: se refirió a Jesús y a la víctima que sufría necesidad por causa de nuestro egoismo.
No hay ningún misterio ni gratuidad en la ética de Jesús, que consiste en el ‘conmigo lo hicisteis’: es pura descripción de la realidad, cuando un ser humano como fue Jesús siente en sus entrañas y le duele fuerte lo que le hacemos sufrir al pobre-víctima al que Jesús ama, y al que sometemos a toda clase de privaciones hasta dejarlo morir de hambre y miseria.
Esto pura humanidad, que no necesita de divinidad, sino hechos de amor real y efectivo que resuelva la necesidad del prójimo. Para eso no hace falta Dios, ni teología, ni fe, pero sí ética.
Vivamos como si Dios no existiera; si necesitamos creer que existe, dejémosle ser en el prójimo y obremos en consecuencia: eso es durísimo, y no requiere ni de teologías ni de biblias ni breviarios, ni rosarios ni oraciones ni misas, ni siquiera de religiones. Todo eso se puede ir con el agua de la palangana por el desagüe, y nos quedará en la palangana lo más importante: el prójimo y nosotros, la vida humana que busca la felicidad para todos.
Saludos navideños, sí, pero sin que nazca –que no nace- un DiosNiño y menos aún de una Virgen, que bastantes niños necesitados nos rodean en el planeta y necesitan que los redimamos de su vida en la miseria, como para que dediquemos un año más las navidades y año nuevo al consumo y al pensamiento mágico.
Javier, no sé ya qué me sugirió la imagen del “niño que se tira con el agua”. No creo en ninguna de esas intervenciones selectivas y hasta caprichosas de Dios que me dices. No va por ahí la cosa. Me refiero a que la crítica rotunda de la jerarquía de la Iglesia Católica, y sus simplismos, no nos ofusque acerca de que Dios pueda estar mucho más cerca y hondamente implicado en nuestras vidas de lo que piensas; y estoy contigo en que no tenemos ni idea de cómo captar, ¡y menos aún contar!, su presencia y compañía de tan íntimo a nosotros que es. Pero no podemos examinarlo de presencia y compañía según criterios histórico-pragmáticos, y al sentir su ausencia, mandarlo a otro mundo y decirle “ya te veré” allí. Todo es más gratuito, hondo y místico, en el Espíritu de Jesús, pero yo, ¡sin falsa humildad!, de esto poco puedo ofrecerte. Un saludo navideño.
José Ignacio Calleja,
¿Qué es para ti el niño que se bañaba en el agua de la palangana?
Para mí el niño, en el sentido de lo que no hay que tirar con el agua de la palangana ni con nada, es esta vida humana y autónoma, que no depende para nada de Dios y en la que Dios no interviene, esta vida que tenemos, nuestra vida que llamamos a veces terrena, que hacemos en las condiciones en que están las leyes del universo, sin intervenciones de Dios ni de Espíritus ni de Gracias que actúen de ninguna forma en nuestras vidas.
La trascendencia de esta vida es/será la llamada ‘otra vida’ o ‘vida después de la muerte’, si es que hay esa otra vida –lo cual yo creo, pero nadie lo sabe-, es decir, si es que hay Dios y éste quiere hacer que nuestras vidas sean eternas después de la muerte.
Nada de lo cual sabemos: ni si hay Dios, ni lo que querrá hacer con nosotros después de que muramos. Yo confío absolutamente en que hará lo mejor para todos (aunque sea que a mí me haga desparecer para siempre); y confío en que el universo está hecho de la mejor manera que a Dios se le ha ocurrido en el momento inicial en que hizo el universo: y creo que lo hizo de tal forma que Dios no interviene en nuestras vidas, que evolucionan según las leyes de la vida: las del universo.
¿Tú crees que la trascendencia en esta vida es por ejemplo un Espíritu Santo (o sea Dios) que sopla aquí y allá, o un ángel de la guarda que te cuida y vela para que no tengas un accidente de tráfico o no sufras un infarto, o tengas buenas ideas en la construcción de la moral universal o individual, o seas mejor persona? Yo no.
¿O crees que hay un Dios interviniente en tu vida que hace que la misma trascurra por un camino y otro según vaya queriendo hacer Dios en cada momento con tu vida, en función -o no- de lo que haces tú o dejas de hacer? Yo no; ni necesito para nada esa trascendencia, ni creo en ella. Me parece pensamiento mágico.
Así que no he podido tirar ese niño al tirar el agua de la palangana, porque en mi palangana nunca ha habido ese niño, no creo en semejante trascendencia, sino en la que pueda haber después de la muerte. Aquí y ahora, el niño es nuestra propia vida, y eso no lo tiro por el desagüe.
La teología tradicional en todo esto, esa imaginaria intervención en nuestras vidas terrenas y sosteniendo nuestras vidas terrenas y nuestro ser y nuestro amor y nuestra respiración, eso es el agua de la palangana que tiro por el desagüe, porque me parece puro pensamiento mágico.
saludos cordiales
Hola Javier Renobales!
Me dices:
– “En cuanto a la intervención de Dios en la vida humana, quizá tú tengas constancia de algún hecho en el que se demuestre que Dios ha intervenido en ella. Si así fuera, te agradecería que lo explicaras.”-
Te explico lo que puedo:
·················
No sólo tengo un “hecho”,
sino todo lo que le (me y nos) ha pasado y hecho a la Vida humana
es decir la Historia completa del ser humano afanado en vivir en el mundo.
Este supremo y “trascendente” afán de lograr vivir su vida
muestra y demuestra de sobra que:
* No es Dios quien ha intervenido en la vida humana (de cualquiera)
* Sino que es el ser humano (viviendo) quien ha intervenido, interviene e intervendrá en esa función ortopédico-ideal llamada Dios.
El ser humano no puede vivir sin “orientar sus pasos”
(sin ese “sentido vectorial” = dirección dinámica motivante, siente que su vida es un des-vivir-se; que no es vida seguir así; se rechifla y andará jodiendo a todo el mundo que se le acerque ¿no es cierto que conocemos gente así; y nosotros mismos nos sorprendemos a veces en esa actitud cuando andamos “como bola sin manija”?)
Necesita para ello y simultáneamente los cuadrantes que mapeen el territorio, escenario de su protagonismo (los Directores de Teatro o Cine te vuelven loco con su “¡Ud. tiene que ponerse acá y mirando a …!”; y trazan con tiza las trayectorias de c/personaje sobre el piso del escenario)
Dios es una “Función de la Vida humana”
y según varía ésta su Argumento,
variará aquél (Dios).
················
Por ahí anduvo diciendo Ignacio (¡magnífico comentario!)
en torno a la “Trascendencia”:
– “te entiendo, pero no termino de ver el modo de resolver el problema.”-
¿Y si lográramos ponernos en el punto de vista
que la “trascendencia” del ser humano -de cada cual- es
* lo que le ha pasado y pasa
* lo que ha hecho, y hace
* lo que “tiene que hacer” protagónico
en ese escenario argumental?
La “Trascendencia” es su propia vida (yo en el mundo)
¿Y Dios?
Hormona funcional segregada de la vida auto-estimulante.
… o algo parecido … ¿no?
¡Vamos todavía! – Oscar.
Pepe, Javier, María Luisa, y demás, añado un nuevo comentario y reconozco que esto lleva su tiempo; me refiero a Pepe, más bien yo decía que sueles tomar por derivadas de la revelación todas las opiniones de un creyente; y no es así; un creyente puede pensar sin derivar de Dios o de la Palabra cada cuestión que trata. Que haya un humanismo personalista laico, análogo al del Magisterio salvo en la referencia significativa a Dios, es lógico; no en vano, la antropología cristiana no es una frente a las demás, sino una antropología personalista especificada por la fe cristiana. Lógico que se parezcan. Por eso me rompo la cabeza, valga la expresión, para convencer(os) de que la argumentación de fe y la de razón humana tienen que ir a la vez en un creyente, y que evitar la razón humana es un atajo falaz. Por eso puedo entenderme con todos, o no, en términos de razón humana. Igual que tú. Y sí, claro, la vía de introspección, “yo cómo me vivo por dentro, y en qué me sé sujeto activo y pasivo de respeto”, es un camino plenamente filosófico en ética humana. Y si alguien no lo reconoce, me parece muy benigno pensar que eso es “todavía”, pues así murió Hitler, o Franco, o… así mueren clases sociales enteras. Muy arriesgado.
Y sí, es posible, que nuestro reconocimiento de la dignidad propia no lo tengamos claro en su carácter absoluto, (suelto de condición), hasta que no nos encontramos con el otro, sobre todo, el otro más frágil o víctima, y su cara nos recuerda lo que le debemos y su voz nos dice lo que nos reclama. En esta experiencia caemos en cuenta en qué es lo que de ningún modo quisiéramos para nosotros, … Es un discurso “ideal”, desde luego, piensa, en abstracto, que si no te encontrarás con alguien despreciado y lo sintieras de corazón, no tendrías motivos para saber que eso no puede ser. Si no te pasa, porque no tienes la experiencia, y si te pasa, podrías pensar que así son las cosas. Después de tener la experiencia, podrías pensar “que se lo merece”, y volvemos al punto anterior. Pero esto es teorizar demasiado, tal vez.
Y sobre la teología, es que en sencillo no es más que la lectura de la realidad común humana, con sus saberes y experiencias propias, a la luz de la fe, queriendo ver nuevos significados sin negar la realidad en su consistencia propia. Por eso podemos entendernos con cualquier saber humano abierto, es decir, que no niegue la Apertura del ser como posibilidad. Pero sí, aquí reconozco que la teología tiende a escaparse por el atajo de la fe, sin recorrer el de la experiencia human común, y se hace ininteligible y fundamentalista en demasiados casos.
En cuanto a María Luisa, y su definitivo, “pero la trascendencia racionalmente concebida es imposible, es sólo por nuestro humano sentir por lo que podemos dar razón de ella”, ella ya sabe, poco a poco, que lo no comparto al pie de la letra. Tengo el mismo miedo de nuestro humano sentir que de la razón a palo seco; de todo un poco, como en el El Bulli. Y de ninguno de los caminos que trenzan la experiencia integral del ser humano, me fío definitivamente, ni por separado ni juntos; siempre sé que por todos los caminos hacia Dios, termino ensombreciendo su desvelamiento con mis deseos y afectos. De ninguno de esos caminos me fío plenamente, ni juntos ni por separado, y con todos ellos me fío a la medida de los humanos. Quiero ser humano hasta en las certezas, no aspiro a la de los dioses ni en la fe. No puedo creer de otro modo.
Xabier, cuando dices, “¿No afirmamos los cristianos que confiamos absolutamente en Dios? Pues entonces que se note”, esto es referir la propia vida a la Trascendencia, ¿no? Tú te quejas reiteradamente de los abusos a partir de esa teología de la Trascendencia y, a mi juicio, los quieres resolver tirando por la ventana el agua de la palangana, y negar que estaba “le niño”. Ya me entiendes. Yo te entiendo, pero no termino de ver el modo de resolver el problema. A todos, disculpas por no atender a cada detalle, y feliz navidad.
Me parecen muy importantes, Oscar, tus observaciones o derivaciones a propósito de mi comentario de ayer al hablar de la trascendencia. Ahora, yo también diría que en lo expresado en él puede extraerse la misma conclusión a la que tú llegas en tus interrogantes. Es decir, NADA aporta, nada añade el concepto (concepción racional) a la realidad, y así lo muestro en mi empeño montones de veces. Sólo, y negativamente ha aportado seguridad, como tú muy bien dices, con lo cual esta tendencia nuestra (gusto) por la seguridad ha obstaculizado el poder saborear la realidad misma en su trascender.
Se ha echado mano de lo trascendental (un equivoco del que hable hace tiempo) racionalmente concebido ofuscando así la trascendencia y por tanto dificultando el camino de la vida humana en su plenitud
Estando de acuerdo contigo en esta referencia a la vida humana, sin embargo ahí es donde, en mi intento por acercarme a tu pensamiento orteguiano para comprenderte, detecto la insuficiencia que me priva de identificarme plenamente con él.
Es algo que no hace mucho, en otro hilo, di por hecho que habías entendido el sentido que yo le daba a la realidad cuando en formato sintético (no da para más en un comentario) la asocié con aquello a lo que apuntaba haciendo su vida el proyecto de Jesús.
Dicho así, tal vez veas mejor lo que quiero decir porque para realizar un proyecto no basta con tener vitalidad sino, como ayer especificaste “sentir-se” vital, ahí sí estoy de acuerdo contigo porque en este sentirse, el ser humano sin añadir nada que le venga de fuera, actualiza un momento de su realidad con lo cual así, ahora, si está predispuesto para realizar el proyecto.
En fin, Oscar, un pequeño esfuerzo y verás que no andamos muy alejados
Bueno, Oscar Varela,
Ya sabes que lo que digo en estos temas no pasa de ser mi modesta opinión, como suelo decir a menudo. En Atrio me he convencido de que no existe revelación divina.
Tú afirmas que Dios existe; pero no yo no lo sé; aunque creo que existe, no tengo la certeza de que así sea; podría resultar que no hubiera Dios, y tener razón por ejemplo Stephen Hawking cuando dice que la idea de Dios es redundante, pues el universo podría haberse creado a sí mismo.
En cualquier caso el problema importante en esta vida humana no es si hay o deja de haber Dios, sobre todo cuando los problemas acuciantes son además muy graves.
Por aquí los jerarcas dicen que la crisis se debe al olvido de Dios http://www.redescristianas.net/2011/12/14/dios-y-la-crisisjose-maria-castillo-teologo/
Justo la mercancía de vende la ICR, el Dios al que ella representa y que fundó la ICR –o algo así es la falsedad que pretenden-, es justo lo que, por habernos olvidado de él, hemos causado la crisis, según el Jefe de los jerarcas en España . Bueno, al menos yo no me he olvidado de Dios, de modo que según Rouco, la crisis no es culpa mía, je, je.
Me preguntas, Oscar ¿Qué hacer con tanta gente y tantas culturas que tienen creencias diferentes de las que he dicho? Bueno, de la cultura de Rouco no nos libramos por aquí: nos la meten por todas partes.
Yo creo que hay que dialogar desde la humildad, reconociendo que en esto no tenemos certezas, tratando de colocar las creencias en lugar diferente de las certezas, y colocando a las personas por encima de las creencias: porque de las personas y de sus necesidades tenemos certeza, y de las creencias no (incluido Dios, a mi modesto modo de ver).
Para tratar de resolver las necesidades de las personas no necesitamos ninguna revelación divina, ni siquiera a Dios. (el dios de Rouco no va a resolver la crisis).
En cuanto a la intervención de Dios en la vida humana, quizá tú tengas constancia de algún hecho en el que se demuestre que Dios ha intervenido en ella. Si así fuera, te agradecería que lo explicaras.
Vamos pues todavía
Hola M. Luisa!
Dirigiéndote a Ignacio, dices al final:
– “la trascendencia
1º) racionalmente concebida es imposible,
2º) sólo nuestro humano sentir puede dar razón de ella.”-
············
OK!
teniendo en cuenta que:
a) el CONCEPTO (concepción racional)
* ¿qué agrega a la realidad?
– NADA
– ¿Nada?
– NADA … sólo es su momento de seguridad.
¿Acaso parece poco
haber logrado “asfaltar” (asphalés = seguro)
el camino (odós = camino) peligroso de la imaginación creadora?
b) El embarramiento o desbarranco del Camino de la vida humana
estaría en creer que:
1.- (desvío del racionalismo)
* el Asfalto del camino es “Posada”
* y no sólo genial Ortopedia para andar.
2.- (desvío del vitalismo)
* el Asfalto del camino es “Obstáculo” a “sentir-se” vital.
············
¿Quizás, no?
¡Vamos todavía! – Oscar.
Gracias por vuestros comentarios, José Ignacio Calleja y Javier Renobales.
Entiendo, José Ignacio Calleja, que tengas la sensación de haber participado en este hilo más de lo debido. Con frecuencia he tenido esa misma sensación. No te preocupes si no te apetece o no tienes tiempo de contestarme.
A mí me apetece comentar algo de lo que has escrito y, si no lo hago ahora, durante la semana ya no tendré fácil hacerlo.
– Lo primero que creo conveniente observar es que el argumentar desde fuera de cualquier revelación divina no es que sea mi obsesión, es que no podría hacerlo de otra manera, pues no creo en esa hipotética revelación divina, tal y como la ha explicado tradicionalmente la tradición judía y el magisterio cristiano. Y, a veces, conviene ponerlo de manifiesto, cuando lo que se defiende desde el “humanismo” (le llamaré así, para intentar hacerme entender) tiene notables puntos de contacto con lo que se defiende desde el magisterio supuestamente revelado.
– (Por otra parte, pienso que este punto de partida mío, encaja perfectamente con el ideario de Atrio que, cuando inauguraba esta última etapa, nos invitaba a “expresar libremente opiniones fundándolas en razones universalmente aceptables y no en argumentos de autoridad que suponen una determinada forma de creencia”.)
– Personalmente, me cuesta mucho diferenciar entre “razones humanas” y “razones de fe”. Esta afirmación les sorprenderá a quienes deducen de mis comentarios que yo no tengo fe. Claro que la tengo, lo que pasa es que difiere bastante de la que manifiestan muchos de los que participan aquí. Difiere no sólo en su “objeto”, sino también, y sobre todo, en el “concepto” mismo de fe.
– Yo no diría que mi argumento –que sintetizas bien- “soy bueno porque me conviene para sentirme bien, lo sé, es una experiencia cierta” viene de la filosofía. Por lo menos en mi caso, no. Salvo que le llamemos filosofía al intento de analizar la propia conducta y los propios afectos.
– Estoy de acuerdo contigo en que el argumento no será fiable para muchas personas. No lo será para quien no lo haya descubierto por sí mismo. Pero pienso que eso no lo invalida, solamente lo demora (en cada biografía concreta).
– Me resulta difícil imaginar un argumento “más obligatorio con la dignidad ajena y, por ella, con la propia” – aunque yo le daría la vuelta a la relación causa efecto: “más obligatorio con la dignidad propia y, por ella, con la ajena”- que no pase necesariamente por el conocimiento y la aceptación incondicional previa de uno mismo. Excepto que acudamos al convenio social que se manifiesta en la legalidad democrática vigente en cada lugar, en cada momento.
– También me gustaría comentar, y ahora me dirijo a los dos, José Ignacio y Javier, que desde mi más absoluta ignorancia filosófica y teológica, mi percepción es que la filosofía y la teología, sólo se diferencian en el objeto de su reflexión –cuando se diferencian en eso- y en que la teología admite necesariamente ciertos presupuestos de revelación divina. (Por eso no se suele hablar de teología griega, sino de teosofía griega, y, sin embargo, no se habla de teosofía cristiana, sino de teología cristiana. No necesito decir que, en mi opinión, la “teología” cristiana es tan teosófica como la hindú o la babilónica.)
– No obstante, algunos aspectos de la “teología” cristiana a mí personalmente me han llegado a resultar sugerentes en algunas ocasiones. Eso sí, como una metáfora más disponible para expresar lo inefable.
Saludos cordiales a los dos.
Hola Javier Renobales!
Te mandas decir estas interesantes perlitas:
* no existe, ni ha existido nunca, ninguna revelación divina.
* toda creencia es creación humana, también las creencias religiosas
* que la creencia en la existencia de Dios, la cual yo también tengo.
················
Resumo y ordeno por criterio experiencial de conciencia:
1º) Creencia: es fontanal del ser humano
2º) Dios: existe
3º) Revelación: jamás la activó Dios.
················
¿Qué te parece haya que hacer
con la inmensísima cantidad de Gente y Culturas que:
1º) Creencia: es fontanal del ser divino (don gratuito al ser humano)
2º) Dios: existe aparte interviniendo: crea-sostiene-volunta-hace arcanamente (lo que se le da la gana) …
3º) Revelación: de Dios cuándo dónde y cómo se le dio-da-y-dará-la-gana.?
··············
¿¡Vamos todavía!? – Oscar.
Dices que se ha avanzado, José Ignacio? Por desgracia dudo que sea así, mucho tiempo hace que en este tipo de debates, no se logra dar un paso más allá de lo que, por cierto, paradójicamente desde mi punto de vista, no son sino meras creencias personales que cada cual defiende., sin descartar, eso sí, que se puedan dar posibles coincidencias de opiniones, pero nada más.
Parece ser que con argumentos descalificadores basta, pero esta licencia se la otorgan aquellos en cuyo caso le sean lejanos los que, contrariamente, ubican sus creencias dentro de estas descalificaciones ya que con ellos no tienen que hacer su vida, pero si de verdad les fueran cercanos, ah! amigo la cosa cambiaría. Tales argumentos además de insuficientes les harían entrar en una espiral de discordia y de infelicidad
Precisamente para los que así argumentan, quienes cuya premisa, confiesan, es la felicidad y la convivencia, tales explicaciones no sólo pueden ofender directamente a los que más quieres en sus propias creencias sino que se rehúsa al mismo tiempo hacer uso de la razón, pues como dices, José Ignacio, la bondad ha de ser de la razón que las cosas nos den y no de las buenas razones que se tengan de ellas. Éstas no apuntan sino a meros hechos objetivables, aquellas a hechos reales constitutivos de fundamento
Por otro lado es un error pensar que por haber idealizado históricamente la trascendencia ésta no exista. La prueba de que, en efecto, existe lo muestran de hecho nuestros sentidos al quedar inconclusos frente a la realidad, la cual, ésta inexorablemente los lanza más allá de sus meras objetivaciones. La praxis de Jesús orientada hacia su proyecto es un esfuerzo para superar esta inconclusión.
Por eso es necesario el estudio de la filosofía porque en él se detecta el grave olvido que la misma ha tenido con respecto a los sentidos negándoles toda participación en el proceso del conocimiento. Pero es ahí en donde, a mi modo de ver y así lo he manifestado en no pocas ocasiones, dada la razón humana y el término al que aspira, es ahí, repito, en donde se han podido colar las propuestas ideológicas que por la vía más corta han querido solucionar el tema de la trascendencia. Pero la trascendencia racionalmente concebida es imposible, es sólo por nuestro humano sentir por lo que podemos dar razón de ella.
Un cordial saludo
La experiencia enseña que, si las personas amadas no son felices, si los que nos rodean no son felices, nosotros tampoco lo somos. Porque somos seres solidarios, porque nuestras vidas están entrelazadas inexorablemente para que la vida sea vida humana y evolucione.
Mi felicidad se ve muy mermada (es un hecho experimentado supongo que por cada uno en sí mismo) si las personas que me rodean sufren. Incluso me niego a sentirme feliz, si mis personas muy amadas sufren. Esto tiene que ver con la solidaridad, con la percepción de que somos personas porque (gracias a que) vivimos juntos en comunidad.
La vida en sociedad es imprescindible para ser personas, y por lo tanto la felicidad individual depende de la de los demás: agradecemos, si somos justos, a las demás personas (ojo con enviar este agradecimiento al imaginario Dios) la felicidad, mucha o poca, que vivimos.
Lo que somos se lo debemos en mucho o en todo a los demás; pero esto que les debemos, la religión (¿teología, JI. Calleja?) nos hace que se lo hurtemos al prójimo para atribuirlo a Dios, lo cual no es justo, y además Dios no necesita ese agradecimiento para nada, y el prójimo sí lo necesita.
Este reconocimiento al prójimo es muy necesario para el funcionamiento de una buena ética civil; pero la religión lo perjudica, interesadamente dirigida por los que se han apoderado de las riendas de la religión, los cuales necesitan la teología para ello.
Así ministros de Dios mandan que hay que dar gracias a Dios incluso por la existencia (pues parten de crear la creencia de que la vida y el universo los ha creado Dios, al cual esos dirigentes sedicentes ministros de Dios casualmente se arrogan representar), y acostumbran a la gente desde hace siglos a dar gracias a Dios incluso por la vida: cuando es al prójimo a quien debemos dar las gracias.
Reconocer esto al prójimo realza al prójimo (lo cual dificultaría explotarlo y manipularlo para el negocio) de modo que acostumbran a la gente durante siglos y siglos a dar gracias a Dios por todo, pues cuanto más poder reconozca la gente a Dios y cuanto más crea la gente que depende de Dios, más poder tienen los dirigentes de la religión que se dicen ministros de Dios y más cree la gente que depende de estos ‘ministros’.
Así que constantemente se oye decir eso de ‘gracias a Dios’, cuando algo ha salido bien. Bueno, nos han metido hasta el tuétano esos ministros de Dios que hoy domingo es ‘el día del Señor’, el cual no lo necesita para nada. Cuando todos los días, incluidos los domingos, deben ser ‘el día del prójimo’.
Pepe Blanco, creo que vas por buen camino; a mi modesto entender no existe, ni ha existido nunca, ninguna revelación divina.
Toda creencia es creación humana, también las creencias religiosas, lo mismo las creencias en que se apareció cualquiera de las innumerables Vírgenes que dicen algunos que se han aparecido, que la creencia en la existencia de Dios, la cual yo también tengo.
Gracias José Ignacio Calleja,
No veo ninguna necesidad de referirnos (o de marcar más rotundamente, como dices) en esta vida a una ‘realidad’ trascendente; sí es necesario eso para los que venden ‘estados de gracia de Dios’ y se la pasan mentando a Dios por aquí y a Dios por allá porque se dicen ministros o representantes de Dios, y venden gracias santificantes y cosas así que no existen más que en el imaginario de los que se lo quieran creer, pero que son cosas que, en esta vida, no valen para nada (si acaso para producir algún efecto placebo).
¿De qué vale construir una interminable teología sobre la imaginaria trascendencia (o sea, sobre ‘la otra vida’ en el llamado ‘más allá’ junto al imaginario Dios) si en esta vida eso ni se produce (o sea que no es real, no es realidad en esta vida), ni causa ningún efecto, y distrae –o incluso actúa como opio del pueblo- respecto del problema real (esto sí es la realidad, la verdad aquí y ahora, y no lo imaginario de la vida del más allá) que es el sufrimiento y la infelicidad de todos (de unos más y de otros menos), en esta vida, que es en la que imaginariamente ‘nos ha puesto Dios’, el cual todavía no ‘nos ha puesto en la otra vida’ si la hubiera?
¿No afirmamos los cristianos que confiamos absolutamente en Dios? Pues entonces que se note.
¿A qué viene tanta preocupación y bibliotecas enteras tratando de escudriñar la trascendencia? Es una cuestión que corresponde a Dios cuando muramos, no a nosotros, y menos ahora que estamos vivos. Si Dios existe y quiere contactarnos en esta vida, no tendría más que hacerlo.
¿Sin referencia a la trascendencia no hay teología? Bueno, pues un trasto menos; más fácil el diálogo entre religiones. Menos problemas para entendernos universalmente, cada religión con su diferente teología, separando a unas personas de otras a causa de tanta diferente teología.
¡Mira que haber engañado, a los adolescentes que se inmolan para matar enemigos, suicidándose con explosivos adosados a sus propios cuerpos, engañándolos con teologías que les prometen el paraíso con la huríes y no sé que más cuentos imaginarios!
Lo mismo engañan a los católicos con las indulgencias plenarias con las que ‘se va directamente al cielo’, o con la confesión (si no te confiesas y no comulgas vas al Infierno …) Para esos fructíferos negocios terrenos es para lo que vale darle vueltas a la trascendencia en esta vida.
Por aquí prometen el ciento por uno en el cielo, no sé ya si a los de vida consagrada (a la ICR, claro, que es de la que viven), o a los que dan limosnas a la rica ICR –Santa Madre les hacen llamarla- o a los pobres. Nadie sabemos qué habrá después de la muerte (trascendencia), porque eso es cuestión para después de la muerte, no para ahora.
Creo que la teoría buena es mucho más sencilla que tanto constructo teológico apabullante para dominar a las personas sencillas. Lo difícil es realizar el mensaje de amor. Es mucho más liviano, y fructífero para el negocio eclesial, dedicarse a construir teologías imaginarias sobre la llamada trascendencia y a los consiguientes sacramentos y misas, que dedicarse a conseguir la felicidad real para cuantas más personas en esta vida, objeto éste que es (debiera de ser) el centro de la fe humana, incluida la fe religiosa.
Hola, Pepe, qué tal. Veamos lo que me sugieres. Yo no he dicho nada de que sea necesaria una revelación para ser moral. Yo creo, porque te leo a menudo, que es una fijación tuya. Digo que se debe ser moral por razones humanas y digo que las razones de fe son otra perspectiva, que no puede contradecir a la anterior. Por tanto, nadie puede apelar a una fe religiosa para saber moralmente lo que otros no saben. El que tiene fe tiene que recorrer el camino de la razón, con todos, y el de la fe para contar cómo eso mismo tiene significado también de fe entre creyentes. Pero “eso mismo”. Y si no lo ve, puede ser que o la fe no lo aclare bien todavía, o que la razón común se pierde todavía, o las dos cosas. El ser humano puede crecer en el conocimiento moral. De hecho, hay ejemplos de que lo ha hecho. No sin retrocesos a la barbarie y con largo trecho por delante.
Tú intentas un camino, te interpreto así, “soy bueno porque me conviene para sentirme bien, lo sé, es una experiencia cierta”. Yo sólo quería probar que nadie puede evitar ser filósofo y, si cree, también alguna teología. La razón que das, y ya que la das, “soy bueno… ”, es muy práctica y sabia, pero no es fiable cuando le quieras convencer a quien no lo acepta. Si alguien no le conviene, y no cree en esa experiencia, no lo aceptará como norma propia, pues no tiene una última razón para decir “debo”. La obligación ética tiene que depender menos del interés privado (me conviene y me va bien), pues nos está claro que siempre me convenga o que nos vaya a convenir a todos; y así caemos en la indifensión ética ante el inmoral. Parece necesario dar con algo más obligatorio con la dignidad ajena y, por ella, con la propia. Y sobre todo, la de los más débiles.
Estoy teorizando, ¡cuidado!, no examinando a nadie; las preguntas, INSISTO, eran para reclamar que no se puede renunciar a la filosofía; y entre creyentes, ni a la filosofía ni a la teología, so pena de que no nos tomen en serio en la cultura moderna más elaborada. (No me atrevo a decir, más importante, pero sí, quizá, más influyente). Y esto nada tiene que ver con la cuestión de si hay o no revelación religiosa, o de que se necesite para ser buenos. No he dicho de esto ni palabra. (Ya he colaborado a este hilo más de lo debido, amigo). Saludos cordiales.
Hola José Ignacio Calleja. Preguntas: “¿Por qué tengo que ser bueno, justo, solidario y pacífico, si tengo más poder que otros y no los temo?”
Una respuesta posible: porque me beneficia. Porque es bueno y útil para mi bienestar y para mi supervivencia.
¿Es más útil perdonar y olvidar que no hacerlo? Por supuesto que sí. Odiar o simplemente malquerer, desgasta mucho. Y no pienso que ese pensamiento sea consecuencia de ninguna revelación divina: nos lo dice nuestra experiencia cotidiana, nuestro día a día relacionándonos con nosotros mismos y con los demás.
En el fondo, creo que sabemos que tenemos que perdonar a los demás el día que descubrimos que tenemos que perdonarnos a nosotros mismos. Y apreciamos a los demás porque somos capaces de apreciarnos, de querernos a nosotros mismos.
Insisto en que no creo que haya en todo ello nada de mágico ni de revelación caída del cielo. Tan solo un poco de intimidad.
Javier, sí, me refería a ti; y gracias; no te ponía un examen, por supuesto, y sin embargo has respondido a las preguntas; y has hecho filosofía moral; toda tu reflexión sobre la felicidad como experiencia personal irrenunciable, es filosofía. Te vale a ti y crees que les vale a todos. Esto quería que se viera… que no se puede decir, a mí me vale, es verdadero; sino a mí me vale y tengo buenas razones para mostrar que hablo de algo universal; parece fácil, – dices -, pero no lo es; tú lo has hecho fácil; un libro de filosofía moral es trabajo explícito de mostrar tus tesis, por ejemplo, y nunca es pérdida de tiempo o enredo, ¡si es bueno! Yo he querido decir que hay que saber dar razón de esa moralidad básica y contarla. No des por supuesto que todo el mundo lo ve. Hay mucho ideólogo suelto por ahí que enseña y extiende que no hay más fin que el que me convenga en cada caso y traducido a “dinero”, caiga quien caiga.
Lo mismo argumentas referido a Jesús, y está muy bien, pero mira que la evidencia de la universalidad de lo que dices no es tan clara: lo mataron inhumanamente otros humanos y detrás de él, por millones, hasta hoy. Luego la convicción sobre la universalidad de esa necesidad de respeto no es tan clara para muchos; en los hechos, no es tan clara; y en la teoría, te aseguro que hay mucha gente que más allá de su familia y amigos no tiene claro lo del respeto absoluto de los otros; conviene tener muy bien fundamentado por qué decimos que faltar a esa convicción humana es inhumano; también si los otros están lejos, o son ilegales; o son malos, …
Para llamarla teología la tengo que referir a una realidad trascendente, y si es cristiana, al Dios de Jesús; es otra lectura de la misma realidad, no la sustituye, la acompaña y tiene su especificidad. Pero, todos los males del catolicismo, los que veas y más, no pienso que son la razón más profunda de nuestro despiste moral; si acaso, entre los católicos, sí; pero yo pienso que la realidad cultural, más allá del catolicismo, está evolucionando de un modo en el que la legítimas mayoría de edad del mundo (secularización-autonomía) pierde en muchos capacidad de ser relativa a la dignidad de la persona; en muchos casos, pero en muchos, hay corrientes culturales entre nosotros que no te admitirían ni poco ni mucho la base moral que has propuesto como evidente y universal; en la práctica, desde luego que no; y hemos dicho que la praxis es principio de verdad teórica; por eso digo que hay que preservar con ganas y razones esa experiencia sobre la dignidad fundamental.
El humanismo que tanto aprecias como hombre de fe, lo veo bien pensado, pero admite que otros creyentes piensen que hay que marcar más rotundamente la dimensión trascendente de la realidad y que piensen que en Jesús esto fue una experiencia religiosa tan única e intensa, que le hizo decir, “Mi Padre y vuestro Padre”, y que ya no pudo separarla de su vida, y que así lo reconocía a cada paso en los más sencillos, y que esto mismo le llevó a la Resurrección. Creo que “creer” así es correcto, y el cuidado debe recaer en no espiritualizarlo, huyendo del mundo, ni petrificarlo, persiguiendo a herejes; o en positivo, en hacerlo carne y vida humana para todos. Tú me entiendes. Yo creo que hemos avanzado en el entendimiento. Saludos cordiales.
José Ignacio Calleja,
Supongo que te refieres a mí cuando dices Xabier, pues no hay ningún Xabier en los comentarios de este hilo.
Creo que no te he preguntado si me respetas, ni si lo has hecho por un convenio o porque te conviene.
Para respetar a los demás como a mí mismo no necesito de filosofías ni teologías, ni tampoco a Dios, pues es algo elemental y evidente: yo necesito que me respeten para ser feliz, por lo cual sé que los demás también lo necesitan, pues son personas como yo, iguales que yo. Esta es una ética básica, buena, sencilla y clara; y creo que es universal.
Al más bruto, si desde que estaba dentro de su madre hasta su madurez de adulto le hubiéramos aplicado con amor esta ética, probablemente necesitaría muy poco (no más que yo), ese que llamamos bruto, de la coerción del derecho penal.
Si apelo a Jesús, es igual de fácil: el mensaje de Jesús es ‘ama a los demás como a ti mismo y como yo os he amado’; es decir, me amo porque lo necesito para ser feliz y por lo tanto me respeto y necesito amar a los demás, necesito su felicidad para ser feliz yo; y a los demás les pasa lo mismo con ellos y conmigo; esto es algo elemental y sencillo, básico.
No es necesario apelar a Jesús para nada (ni para ‘salvarse’ siquiera, es decir, ni para resucitar en ‘la otra vida’, si la hubiera). Yo apelo a Jesús y trato de ser cristiano porque quiero, pero para ser lo más humano y buena persona posible, y para ser lo más feliz que pueda, no es imprescindible ni necesario Jesús.
La respuesta en clave de felicidad la he copiado del excelente (para mí) teólogo católico Castillo, como he dicho (págs. 88 y 89 de ‘Espiritualidad para insatisfechos’ Trotta 2007), pero también es elemental y básica. Y es la respuesta que yo me daba ya antes de leerla en libros de Castillo.
Esta es una buena teoría (y una buena filosofía y una buena teología, si las quieres llamar así): lo difícil es la buena práctica de esa teoría, pues medio mundo malvive entre nosotros con menos de dos euros diarios de media, y por aquí nos come la famosa crisis, que va causando sufrimiento e infelicidad por todas partes para enriquecimiento económico de unos pocos.
Tendríamos todos mucho más fácil estas cuestiones elementales si no nos hubieran lavado el cerebro desde pequeños interesadamente con mentiras como el pecado original, los sacramentos, la redención, la necesidad de la fe católica y de la ICR y sus misas para ‘nuestra salvación’ …etc., cosas que no nos han hecho más que daño y confusión interesada, porque son falsas. Deconstruirlas ahora parece tarea de cíclopes, y no se van a dejar deconstruir el negocio, los jerarcas.
El centro de la fe humana no está en la religión, sino en la felicidad: alcanzar todos lo más posible ésta es alcanzar ‘la salvación’ aquí y ahora.
Una vez muertos, si hay Dios –como así yo creo- , lo que él haga con nosotros será lo mejor para todos, de modo que, confiando así en Dios, no me voy a preocupar ahora de cómo será después de la muerte.
Saludos cordiales
Al preguntar tan brúscamente, Xabier, eso de “si te respeto por un convenio o porque me conviene”, o si tengo razones claras para convencer a otros, y EXIGIRLES que me respeten a mí y a todos, éste el problema, exigir éticamente, veo que necesito “filosofar” un poco; y si soy creyente, veo que necesito , a la vez,”hacer un poco de teología”. Darles un fundamento que se pueda contar con buenas razones. Si no tengo ganas o tiempo, se lo encomiendo a otros, leo sus obras, y hago mi síntesis. Por tanto, la pregunta no era personal, cómo lo resuelves para ti, sino si puedes exigirlo de todos y mostrarles por qué. Y si apelas a Jesús, por qué a él y por qué vale para los demás.
No intento enredar a nadie. De hecho, tú has adelantado una respuesta en clave de felicidad y equilibrio sicológico. Puedes encontrarte con gente cuya felicidad esté en acumular poder y dominar, y, entonces, por qué te puedes oponer con uñas y dientes. Hablo, en general, del ser humano en cualquier lugar, no de tu caso. (Por cierto, yo no me arriesgaría a pensar que nunca he dominado a nadie; a lo mejor, viene mi hermano, y me sorprende. Creo que no y no lo quisiera, pero…).
Quiero que se piense que, al rechazar la teología o la filosofía en general, se está obrando con precipitación. No digo que lo haces tú, sino para cualquiera que lo dijera. Podemos decir, “ahora no es el momento, urge actuar”; esto es cuestión de oportunidad; pero, en general, siempre que haya una buena práctica, hay una buena teoría. Una buena teología y una buena filosofía nos ayudan a superar muchas dificultades personales y culturales.
Como todo lo humano, tiene sus peligros; y el pasado merece su fortísima crítica; pero el hecho es que si no tienes claridad y fundamento compartido de la ética, no hay modo de exigirla al bruto más que con el derecho penal. Aspiro a aclarar más y más ese fundamento moral de la vida en común, y, a mostrar que la fe en Jesús lo respalda sin sustituirlo. Saludos cordiales.
Preguntas José Ignacio Calleja ¿por qué tengo que respetar a todos los otros y siempre, en sus DD.HH? ¿Por un trato, por qué me conviene? Y ¿si puedo más que ellos, o lo me lo quiero jugar todo, hasta la vida por dominarlos?
Yo nunca he dominado a nadie, así que poca experiencia puedo tener en lo que a dominar a otras personas se refiere.
Imagino que en una ICR poderosa los que tienen poder, o sea los jerarcas dirigentes (que no son todos los obispos, pues no todos son dirigentes de la ICR, por ejemplo Calsaldáliga), están acostumbrados a dominar a sus súbitos de su Jefe del Estado Vaticano monarca absoluto, y también a sus curas (por eso Jose Arregi se ha tenido que ir, por el poder de dominación de Munilla, poder que le viene del papa Ratzinger que lo ha impuesto en Gipuzkoa) .
Pero la respuesta a tu pregunta sigue siendo obvia, a mi modesto modo de ver, sin necesidad de licenciaturas de teologías ni filosofías: vista la podredumbre nauseabunda que consiguen con la dominación a otras personas, es evidente que por ahí no se consigue ninguna felicidad, ni para los dominados, ni para los dominadores, salvo que estén psíquicamente enfermos y confundan su situación de dominadores (o de dominados) con alguna felicidad por mínima que hayan creído experimentar con la dominación.
La infelicidad o desdicha de la persona dominada impide cualquier sensación de felicidad en el dominador, si éste es psíquicamente sano. La esencia de la persona humana, para que sea feliz, esde libertad, no sensación deestar sometida o dominada. Es la pura regla de oro, muy anterior a Jesús.
Jo, José Ignacio Calleja,
preguntas ¿por qué tengo que ser bueno, justo, solidario y pacífico, si tengo más poder que otros y no los temo?
Mira, yo no tengo casi poder, y me sobran temores (algunos te darían risa, si los vieras), pero la respuesta a tu pregunta, sin tener estudios de filosofía ni teología, ni de ética ni de moral, y con una inteligencia tirando con suerte desde abajo a media, me parece obvia:
porque soy mucho más feliz siendo -si lo consigo, en la medida que lo consiga- bueno, justo, solidario y pacífico, que si no lo soy, y son más felices los que rodean -de cuya felicidad depende la mía, pues sin sociedad humana no soy humano-, si consigo ser bueno, justo, solidario y pacífico.
Te copio, Pepe Blanco, esta preciosa frase de Castillo: El centro de la fe no está en la religión, sino en la felicidad.
Entiendo que podemos entender de ella que el mensaje de Jesús es de amor porque es amando al prójimo como a nosotros y como Jesús nos amó, como conseguimos la felicidad del prójimo y la nuestra propia. Idea sencilla, mensaje sencillo (mientras no lo oscurezcan con dogmas y teologías tradicionales de la ICR oficial que ha monopolizado el mensaje de Jesús y a Jesús mismo, divinizándolo incluso para beneficio y poder de la ICR).
En esa acción para conseguir la felicidad de todos no puede quedar nadie fuera, pues mientras quede una sola persona fuera, el pastor (o sea nosotros) debe salir a conseguir esa ‘oveja perdida’, y luchar para conseguir su felicidad.
Idea y mensaje sencillos, pero difícilísmo de realizar, el mensaje.
Recordemos además que Castillo dice con toda razón que el amor humano es Dios.
De dónde se puede concluir que, si no crees en Dios, no hay problema: basta con que creas en el amor humano, con lo que los ateos no se pierden nada de nada por el hecho de no creer que hay Dios.
Diculpas por la prisa y las erratas.
Estoy siguiendo este hilo y lo que voy a decir vale aquí, y en el de “otra teología es posible y necesaria”. Aprentemente, si renegamos de la teología neoescolástica, la voy a llamar así, por escolar, formal, idealista y dogmática, ¡incluso a teología, pero cada caso es distinto, como se verá!, parece que podemos ir directos al Evangelio y verlo brillar nítido y concreto. Y sí, tiene su verdad esto, pero tomemos el sencíllisimo “amarás a tu projimo como a ti mismo” y “como yo os he amado”; la primera pegunta es ¿por qué tengo que amar yo a mi prójimo?, y sigo, y si no me conviene, y si me hizo daño, y si es contrario a mi idea nacional, o religiosa, o eclesial, … Podemos imaginar mil supuestos. Lo que quiero decir con esto es que la teología, en sus versiones liberadoras y populares, (también tiene sus peligros formalistas), y tiene su complicación, pero es necesaria para “pensarnos y ser honestos con la realidad” Por eso las teologías de liberación han añadido que la praxis liberadora, la que asume la realidad, es interior a la experiencia del que hace teología, y no sólo consecuencia; intentando así asumir el mundo de los pobres y dejarse conducir por sus preguntas y experiencias. Evidentemente, el mundo no es perfecto y sólo lo asumimos críticamente. ¡Viva la dialéctica! Ahora podíamos seguir pensado en “asunción crítica desde qué criterios y por qué”. Y otro dirá que desde el ser humano más débil, y otro seguirá diciendo que por qué…
O sea, que renunciar a la teología, entre los creyentes, lo único que nos permite es ir directamente a la filosofía, y comprobar que las complicaciones teóricas son parecidas. ¡Cuidado, el teólogo y el cristiano no renuncian a la filosofía, sino que recorren el camino de la fe y de la razón, queriendo ver su coherencia y convergencia. Si renuncian, o toman el atajo de la fe para imponer interpretaciones a la razón, falsean los dos caminos!
Ahora bien, la filosofía no tiene una sola respuesta sobre el ser humano y la vida, y sobre su actuar, no tiene una sola respuesta sobre qué es obrar humanamente. Por eso hay que seguir reflexionando y viendo qué es amarse, qué es respetarse, ¡aquí y ahora!, qué es ser justos, qué es la paz, qué son los DD.HH., qué sentido tienen al hablar de las víctimas, y si lo tiene al hablar de los verdugos y explotadores, …
Y al comienzo de todo, la pregunta de apertura, y que ya he mantado, ¿por qué tengo que ser bueno, justo, solidario y pacífico, si tengo más poder que otros y no los temo? Tenemos un sentido común humano para resolver esto, pero no podemso dejar de reconocer que estas cuestiones tienen que tener alguna respuesta razonable y compartida, pues, si no, el edificio antropológico y moral está construido sobre arena. A poco que vengan mal dadas las cosas, o nos traicionen los amigos, o nos llueva la riqueza fácil, o nos irriten los enemigos, o nos quedemos en minoría moral, … ya no sabré perserverar éticamente “de pie”, ni contar a otros por qué.
Cuando las teologías de la liberarión, y las filosofías de la liberación, dicen que el primer reto moral de la vida es “libera al empobrecido”, la pregunta siguiente es “por qué”. Y la respuesta de que Jesús lo hizo y lo dijo, vale lo que vale ésta otra: y eso por qué importa, quién es él para tomarlo por referencia. Y ¿no teminó en la cruz? Y ¿por qué tengo que atender a un crucificado? Y, ¿por qué tengo darle valor su práctica samaritana? … Y vuelta al comienzo, y ¿por qué tengo que respetar a todos los otros y siempre, en sus DD.HH? ¿Por un trato, por qué me conviene? Y ¿si puedo más que ellos, o lo me lo quiero jugar todo, hasta la vida por dominarlos?
No podemos evitar el pensamiento teológico, los creyentes, y filosófico, todos. Sí podemos exigirnos rigor y humanidad. Y podemos decir que no todos nos vamos a dedicarnos a estas cuestiones con la misma intensidad, eso es cierto, pero están ahí y son irrenunciables. Por eso hay teología y hay filosofía. Paz y bien.
Pepe Blanco, gracias por las ideas que me das. Espero que hayas superado con éxito, o al menos hayas tenido satisfacción suficiente al hacerlas, las pruebas que has pasado.
No me atrevo a afirmar si Jesús sabía o no leer y escribir. Los interesados en divinizar a Jesús imagino que intentarán sostener que sí sabía. Pero si el NT, que le pone tan bien a Jesús, no dice que sí sabía …! … Es probable que sea cierta tu hipótesis de que no sabía.
Lo sencillo del mensaje de Jesús lo digo porque consiste en amar al prójimo como a uno mismo (y como Jesús nos amó, ya que Jesús enseñaba con su ejemplo). Con eso ya se ama a Dios –el que crea en Dios, como es mi caso, y entiendo que también el tuyo-. Ese es todo el mensaje.
No dijo que para realizar ese mensaje fuera necesario construir una ICR y mejorarla como si ésta fuera ínstrumento imprescindible para realizar su mensaje de amor; ni siquiera dijo que fuera imprescindible creer que existe Dios para poder realizar su mensaje de amor, para traer el Reino del amor (que Jesús llamó Reino de Dios).
Pues el Reino de Dios es el Reino del amor, o sea la puesta en práctica a tope de ese mensaje. Esa puesta en práctica es difícil, pero la formulación del mensaje es sencilla. Es un mensaje de humanización a tope
Por ejemplo, Castillo dice: “el proyecto central de la fe cristiana se tiene que centrar en la lucha contra la inhumanidad que todos llevamos dentro. … sólo así podremos ser cada día más profundamente creyentes”.
Claro, la fe tradicional, la de la ICR oficial, esa sí es complicada y necesita dogmas y interminables teologías, pero eso es sólo porque se sale del mensaje de Jesús y se pone al servicio de la construcción de la ICR, y de su JesúsDios, su Cristo de la fe.
Nosotros hablamos de Jesús y su mensaje, no del Cristo de la fe de la ICR, que ése es necesario para mantener la ICR oficial.
· Solicitaba Honorio Cadarso (h.cadarso) a Castillo el 07-Diciembre-2011 – 20:35 pm, que expusiera cómo entendía el significado del llamado mandamiento, en el decálogo de la ICR, de ‘no tomar su (de Dios) santo nombre en vano’.
Sería muchísimo mejor que yo pudiera aportar la opinión de Castillo al respecto, pero no la he encontrado, así que digo la mía. Creo que lo que pretende ese llamado mandamiento es que no manipulemos a Dios, que no utilicemos su nombre para nuestro interés o nuestra conveniencia, pues hacerlo es en vano, no sirve más que para engañar.
Cuando alguna persona atribuye algo a Dios, por ejemplo cuando usa los términos ‘palabra de Dios’, ‘la ley de Dios’, ‘la voluntad de Dios’, ‘la Obra de Dios’ (Opus Dei), ‘la llamada de Dios’ (vocación), ‘concesión de Dios’, ‘gracias a Dios’,’representante de Dios’, ‘ministro de Dios’, ‘os doy la bendición de Dios’, ‘invoco a Dios’, ‘pueblo escogido por Dios’, ‘Iglesia de Dios’, ‘la casa de Dios’, ‘Oh Dios, concédeme la victoria’ (u otras exitosas JMJ) …etc., está usando el nombre de Dios en vano, porque está manipulando a Dios pretendiendo ponerlo al servicio de las intenciones del que así utiliza el nombre de Dios.
Lo cual es totalmente en vano.
Muchas gracias, Javier Renobales, por tu respuesta a mi pregunta.
Una de las hipótesis que formulas, me parece creíble. Jesús no escribió nada porque total, para qué, si el mundo se iba a acabar en un plis plas.
La otra hipótesis que lanzas, Jesús no escribió nada porque total, para qué, si su mensaje era muy sencillo. Eso, ya no lo veo tan claro, pues no me parece que su mensaje sea tan sencillo.
A mí se me ocurren más hipótesis:
– Jesús no escribió nada porque no sabía leer ni escribir, o bien lo hacía con dificultad.
– Jesús no escribió nada porque su microcosmos era bastante pueblerino y, además, no tenía ningún afán cosmopolita (Palestina es muy pequeñaja. Además, supongo que entonces la población sería más bien pequeña. Más o menos, como el pueblo de muchos de nosotros y los alrededores).
– Jesús no escribió nada porque sabía que escribir para salvar es una necedad.
Un abrazo
Muchas gracias, José Ignacio, tu opinión para mí es muy valiosa.
Buenas noches.
Cuando digo, “no te entiendo bien”, estoy reconociendo que soy yo quien no lo entiende; me faltan las claves para comprender esa filosofía integral del ser, y me pierdo en la duda; si pensara que lo que leo no tiene sentido, se lo diría; pero no es eso; no tengo las claves para interpretarlo con certeza; y poco a poco, cuando me aclaro, sí veo que tengo una comprensión del ser humano más condicionado por la cultura que lo que otros u otras lo ven.
Condicionado, no predeterminado. Tengo para mí que en esos condicionamientos culturales, familiares y personales, pensamos, valoramos, entendemos y elegimos. Algo así como si, al límite, no pudiéramos saltar sobre nuestra propia sombra. Condicionados, no determinados; por tanto, hay margen para la libertad interior y para cambiar nuestras opciones y actitudes fundamentales; hay margen para erradicar prejuicios que nos dividen de antemano y dividen la realidad en realidades estancas. Saludos.
Y tanto que pensé que me serviría esta frase tuya José Ignacio!! “la experiencia integral del ser humano”. Veía en ella la posibilidad de que, con ese término integral que media entre la experiencia y el ser humano se comprendiera lo que por otras vías, aquí en Atrio, me ha sido imposible dar a entender y no sin alguna que otra ironía.
Cómo voy yo a separar la realidad, como me dices, José Ignacio, si todo mi empeño aquí desde siempre ha sido defender la tesis según la cual en tanto humanos la realidad antecede al ser, justo y precisamente porque en esa primacía la realidad es formalmente unidad, es lo que posibilita la vuelta hacia la verdad, su división es posterior y ésta corre a cargo del juicio.
Todo lo expresado anteriormente por Asun, como profundidad, identidad, más allá del yo, ahondamiento, etc., es lo que en mi perspectiva integra la realidad cuando de ella hablo al referirme al ser humano.
Bien, con estas breves líneas y si a caso una relectura de pasajes puntuales de algunos de mis comentario anteriores espero que me comprendas un poco.
Un cordial saludo
Asun, lo que has escrito a mi me parece mas que de un ángel de una Diosa Humana y muy Sabia…
Ay si pudiéramos, si pudiéramos quitar barreras…,
Buena tarde y un abrazo a todas y todos en esta otra Navidad-Solsticio que podemos seguir viendo y viviendo todavía.
Josefina
No considero responsable de sus errores, ni mucho menos aun inmoral, a alguien que ha sido sorprendido o engañado en su buena fe.
Pero el problema empezaría a existir cuando, avisado del equívoco y aportadas evidencias y argumentos, el interesado, que en el fondo algo ya sospechaba: algo se olía; en lugar de entrar al análisis que se le propone para desenmascarar y sanear el problema, o bien lo elude, o, peor aun, opta por descalificar al mensajero que le trae la mala noticia. A partir de aquí, ya sí que hay responsabilidad y sí que hay algo de, cuando menos: amoralidad, y/o falta de ética.
Y si esto sucede cuando se está tratando de profundizar en el análisis sobre la determinancia o no de las creencias sobre la ética, lo que hay, además, es una tremenda contradicción. La misma que hay cuando el planteamiento se entiende con claridad en el terreno de lo religioso, pero nos negamos a entenderlo en el de lo político. La misma complicidad que achacamos a la jerarquía religiosa cuando oculta y protege a los pederastas existentes entre sus filas, es la misma, la misma, la misma, que la de quienes se niegan a reconocer la de los políticos corruptos entre las suyas. Y sólo hay un componente que lo agravaría todavía más, que es que se niegue la existencia de contradicción para salvar la política propia, pero luego se incurra en ella sin pudor alguno para atacar la de nuestro oponente. El encadenamiento –el contagio- de faltas de éticas, una tras otra, es apabullante.
Creo que la comprensión de este proceso forma parte de la tarea a realizar para sanear a la sociedad de la corrupción moral de que el Zapaterismo la ha contagiado y para iniciar la regeneración democrática del país. Lo terrible y lo irresponsable sería, con el infantil argumento del: “Y tú más”, seguir sintiéndonos dispensados de sanear los errores propios, sólo porque somos capaces de hacer mucho ruido con los ajenos, mientras dejamos que el país y su sociedad se vayan por el váter abajo.
Acudiendo de nuevo al símil de las enfermedades; es tan suicida como, en lugar de escuchar al médico, acusarle y descalificarle por la crueldad del diagnóstico y la dureza del tratamiento. No hay nada que atenace y enajene más que el miedo. ¡Hay que ver a lo que lleva la sumisión a unas creencias!
Menudo esfuerzo, Asún; ahora que me acostaba, lo veo. Sí, está claro; sólo que yo lo comparto como un ideal que perseguimos; pero, lo que dices, más me parece de un ángel que de un ser humano; yo siempre digo que todo lo somos a la medida de los humanos y no de los dioses; claro está, hay formas y formas de realizar nuestra humanidad, y éticamente las difencias son muy grandes. Así que no todo es igual.
Pero sí, disculpa mi realismo antropológico, creo que el tuyo es un planteamiento demasiado idealista. Incluso respecto de Jesús, tengo para mí, con lo que he podido leer y estudiar, ¡no soy especialista!, que se exagera en cuanto a la independencia de Jesús de su cultura-creencias. Tengo para mí que todo fue extraordinario, pero a la medida de los humanos. De “tejas abajo”, a la medida de los humanos en condicionamientos mínimos de la cultura propia. A veces pienso que la metafísicia religiosa sobre Jesús es sustituida por la metafísica humanista sobre él, pero siempre desbordando el modo como los humanos podemos ser santos o profetas o genios. Incluido, Jesús. Podemos ser todo esto, pero a la medida de un ser humano.
No pierdo una pizca de utopía por esto, ¡creo!, sino de quimera. O tal vez, ¿sí? En todo caso, tenemos que ver por nosotros mismos y sernos fieles. Un cordial saludo.