Este es el título de la ponencia del Dr. Kotaró Suzuki, Director de la Sección Internacional de la Asociación Budista Kosei-kai, el próximo 2 de agosto (martes, a las 9,30, Palacio de la Magdalena) en el curso de teología de la UIMP, que coordina Juan Masiá, SJ. [El texto que reproduce ATRIO es el conjunto de los dos post que aparecen en su blog que El Buda histórico y el Buda eterno (1) y El Buda histórico el Buda eterno (2)].
El mismo día, a las 15:30 se debatirá en la Mesa redonda sobre Religiones abrahámicas y tradiciones religiosas orientales, con la participación de .los doctores/as Margarita Pintos, Anselmo Borges, Juan José Tamayo, Kotaró Suzuki y Chiaki Watanabe.
Descarga aquí el Programa del curso de Teología de la UIMP en PDF.
De cara al próximo curso de teología, entrevistamos sobre el tema de su ponencia al Dr.Suzuki en los próximos posts.
Sr. Suzuki, ¿Qué es el Dharma?
El Dharma es la expresión de la verdad que iluminó al Buda Shakamuni. Vida inmensa, sin forma, más allá de espacio y tiempo, vivificador incesante de todo. La fe percibe su presencia en todo. Observo una hierbecita entre las grietas del pavimento: ¿De dónde le vendrá la fuerza para abrirse paso entre el asfalto? El maestro Saigyo (1118-1190) versificó: “Palpo aquí una presencia latente / No sé quién es. / Pero brotan lágrimas de agradecimiento”. Esta experiencia se expresa orando.
¿Y qué es orar?
Orar es elevar el corazón al Buda para escuchar la voz del Dharma.
¿Se refiere al Buda histórico, Shakamuni?
Siddharta es el nombre propio y Gautama el apellido de Shakamuni, el sabio o muni del clan de los shaka, llamado el Buda, es decir, iluminado por el Dharma, Verdad de Vida ilimitada, que trasciende y llena todo. Se abrieron sus ojos ante el sufrimiento y buscó la liberacion de la ceguera original. Lo expresó predicando las “cuatro verdades sublimes” y los “doce eslabones de la cadena causal”. En resumen: la insustancialidad -nada existe con individualidad independiente-, y la fugacidad -nada inmutable-. En la interconexion (enki) -todo relacionado con todo-, lo eterno, que hace cambiar todo, es una realidad última elusiva, sugerida en la nocion de Dharma.
¿Cómo descubrió esto Shakamuni?
Shakamuni, noble de familia rica, sale de palacio y tropieza con el sufrimiento: un anciano, un enfermo, un difunto y un asceta. Deja casa y familia para entrar por un camino ascético. Mendigando y ayunando, medita la fugacidad de la vida。Pero también en la ascesis hay autoengaño. Descubre la vía media: ni demasiada austeridad, ni comodidad, sino salir de la ignorancia .Bajo el tilo, medita toda la noche hasta que se abren sus ojos a la verdad. Atormentado por Mara, personificación tentadora, supera la prueba, alcanza la paz y se convierte en Buda. Pero no es el final del camino. Ha de ayudar a otras personas; es el tercer cambio en su vida: transmitir el Dharma.
Sr. Suzuki, ¿dónde se encuentra a Buda?
El misterio llamado Buda, Dios o lo Sagrado está en nuestro interior. Montes y ríos, valles y arroyos, todo es cuerpo de Buda, manifestación de su vida. ¿Lo llamaremos Buda, Dios, o Allah? El nombre no importa.
¿Cuál es la experiencia fundamental de Shakamuni?
A Shakamuni le preocupaba librarse del sufrimiento original: vivir, envejecer, enfermar y morir. Liberado de la oscuridad radical (mumyo), descubre la relación de todo con todo y la necesidad de desatarse del deseo desorientado.
¿Cómo predicó Shakamuni este descubrimiento?
Usó “recursos” para transmitirlo. Hasta nuestra manera de hablar de Buda empobrece su realidad. Por eso el Buda usa parábolas y “recursos salvíficos” (en japonés, hôben; en sanscrito, upaya) o maneras de exponer la doctrina, hablando a cada persona según pueda entender. Cualquier expresión de lo sagrado irá acompañada de negación. Hay que vaciarse del apego a sí mismo y a las imágenes con que nos referimos al Dharma. Consciente de la relatividad de todo, Shakamuni siente la necesidad de vaciarse y liberarse de convertir en absoluto lo que no lo es, comenzando por uno mismo. Pero esta Nada o Vacio budista no debe entenderse como nihilismo, ni como un ascetismo mortificador. Tampoco es una negación de la Realidad última. Shakamuni no negó el Brahman, aunque guardaba silencio ante las preguntas metafísicas.
No todas las corrientes budistas lo explican del mismo modo, ¿verdad?
En este punto contrasta la escuela Mahayana y la corriente tradicional Theravada. El budismo Mahayana insiste en la misericordia del Buda eterno y el camino de la compasión del bodisatva, que vive para los demás. El budismo Theravada acentúa la figura del arahat que, mediante el desapego, se libera del sufrimiento y de la cadena del renacer. Pero, incluso en éste, hubo algo semejante a la figura del bodisatva, que no se contenta con su propia salvación, sino vive para la salvación de los demás.
Es famosa la frase del maestro al principiante: “Si te encuentras al Buda, mátalo, porque no es el Buda, sino la imagen que te has construido sobre él a partir de tu propio yo”. De la experiencia de gratuidad –ser salvado– surge el deseo de que se salven los demás, base de la vocación de reconciliar y pacificar, propia del bodisatva. En japonés, misericordia es jihi; cuyos caracteres corresponden, en sánscrito, a maitri (no agresividad, ternura) y karuna (benevolencia, compasión): abrazo universal integrador.
Hay quienes desde Europa critican esta mentalidad como si fuese relativismo.
Pero comprender y asumir así la pluralidad no es relativismo. En el mandala hay pluralidad, pero unificada; vinculadas pluralidad y unidad sobre el fondo del Vacío y la Nada, clave de la integración. En Occidente se malentiende el budismo interpretándolo como nihilismo o relativismo. Lo principal en el pensamiento de la Nada y el Vacío es vaciarse de sí, perderse para encontrarse. Desde Oriente puede parecer el cristianismo demasiado antropomórfico y, desde Occidente, el budismo puede dar la impresión de ser demasiado impersonal: dos extremos que deben complementarse.
Su fe, ¿se dirige al Buda histórico Shakamuni o al Buda eterno?
Mi fe budista me hace hallar en todas las cosas al Buda eterno, una de cuyas manifestaciones históricas es el Buda Shakamuni. La escuela de Yogacara (s.IV-V, a.D) habla de la sima de la conciencia (araya), de donde brota el mal original. Pero hay un nivel más profundo, la bondad original: es el bushô o naturaleza búdica en nuestro interior, que nos capacita para la iluminacion. Percatarse es ser iluminado y creer, lo que llaman los sutras “encender la luz del Dharma”
En contexto cristiano me preguntarán por la relación entre Buda y Jesús. Shakamuni no es un dios, sino quien despertó a la iluminación. Nuestra estatua de Buda, a la vez que representa al Shakamuni histórico, remite al Buda eterno. Solo es una imagen, no hay que idolatrarla. Shakamuni se extinguió y entró en el nirvana definitivo. Por su imagen elevamos el corazón al Buda eterno invisible, fuente de toda vida, presente en nuestro interior. Está en nosotros, porque estamos en él.
Se comprende así el desarrollo en la historia budista de la doctrina de “los tres cuerpos del Buda”. A saber: Nirmana-kaya, el cuerpo con que se manifiesta en este mundo. Sambhoga-kaya, el cuerpo glorificado de Shakamuni entrado en el Nirvana definitivo. Dharma-kaya, el cuerpo del Buda eterno.
Notemos la relación del Vacío y la Nada con el Dharma. Reitero que no es nihilismo. Más que vacío, es vaciarse: liberarse de toda limitación, del apego a la individualidad y a lo efímero. Lo importante es la vivencia bajo esa expresión. Dialogando con teólogos católicos, los budistas podemos simpatizar mucho, pero cuesta admitir la unicidad de Jesús. Pensamos que puede haber otras manifestaciones del Dharma. En la tradición budista se habla de siete Budas y se dice que es rara la aparición de un Buda en este mundo. Shakamuni no es un dios encarnado. La iluminación le abrió a la verdad, que expresó en su lenguaje como el Dharma. A esa realidad última ¿la llamaremos Buda, Dios, Allah o… incógnita? El nombre es lo de menos. Lo que cuenta es la fe, pero sin que ninguna religión la monopolice.
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Comparto con el pensamiento budista de Suzuki la presencia del Misterio en todas las cosas, pero no su siguiente paso que implica la unidad de ese Misterio, que relaciona todo con todo y con el interior de nosotros mismos. ¿Qué sabe Buda del Misterio para darle una estructura relacional y unificadora de lo real? Para ello es imprescindible dar “credibilidad” a su experiencia personal de iluminación. El Misterio tiene esa estructura porque él lo dice como “iluminado”. Tengo demasiadas preguntas sobre cualquier experiencia de “iluminación” para dar credibilidad a cualquiera de ellas, aunque sea tan importante en la historia como la de Buda Shakamuni.
¿Todo cuanto hay y ocurre es manifestación de la vida de Dios o Buda eterno? “Para mí” esto es imposible. El mundo natural y humano es demasiado agresivo, violento e injusto para poder admitirlo. El contenido de Dios estaría asociado al mal y no es lo mismo el mal que el bien ¡vaya si hay diferencia! El mal no cabe en Dios pues si estuviese en Él la vida de Dios y su manifestación sería terrorífica. Sin mediar ninguna recapitulación o redención de cuanto ha existido y sucedido, sin llevarlo y transformarlo todo hacia su plenitud, la vida humana sería una pura tragedia de sufrimiento, muerte y destrucción, dramática al ser conscientes de ella. La propuesta budista es “salirse” del mundo o de la “rueda de la vida” para liberarse del sufrimiento, quitando al “mundo” todo valor como mera apariencia o deseo. Sin embargo, yo le doy al mundo un valor enorme y lo que quiero es “salvarlo” y no abandonarlo a su suerte y salir de él. “Salvar” el mundo natural y humano no es dejarlo tal cual es o ha sido, sino “recrearlo” en el bien. Y en esta tarea está implicado el hombre y sobre todo Dios. Yo no veo a Dios en todo sino en la acción de rescatarlo, en aquello que está en ese proceso de plenificación, en lo que tiene posibilidades de reconducirse al bien, en el hombre y su entorno vuelto amable que ahora no es, pero tan diverso y maravilloso o más que ahora, cuando todo mal haya cesado. Yo creo en el triunfo final del bien, que el hombre va haciendo junto con Dios cada día poco a poco.
En el pensamiento budista, no hay nada de evolución ni de ir haciendo, sino que las cosas son como son según su “oficio”, camino o Dharma. “Ser lo que se es” parece ser su lema. Salirse de ese orden supone sufrimiento, que impide alcanzar el equilibrio, la serenidad. Sin embargo, no hay mejor lema que éste para los que quieren y aspiran a que las cosas sigan en el orden en el que están, (estable o cíclicamente), de mentalidad “conservadora” o “sumisa”, sin nada que oponerle ni siquiera para mejorarlo. Los poderosos, los de las castas altas hindúes estarán encantados con él muy cómodos en los privilegios que de él derivan y disfrutan. ¿Qué pasa con los de abajo? ¿Dónde queda la libertad humana si uno no puede ir haciendo su propio camino sino nada más seguir su dharma prefijado (haciendo lo que se es)?
Saludos cordiales
BREVE CRÍTICA AL PROFETISMO JUDÍO DEL ANTIGUO TESTAMENTO
La relación entre la fe y la razón expuesta parabolicamente por Cristo al ciego de nacimiento (Juan IX, 39), nos enseña la necesidad del raciocinio para hacer juicio justo de nuestras creencias, a fin de disolver las falsas certezas de la fe que nos hacen ciegos a la verdad mediante el discernimiento de los textos bíblicos. Lo cual nos exige criticar el profetismo judío o revelación para indagar la verdad que hay en los textos bíblicos.
Enmarcado la crítica al profetismo judío en el fenómeno espiritual de la trasformación humana, abordado por la doctrina y la teoría de la trascendencia humana conceptualizadas por los filósofos griegos y sabiduría védica, instruida por Buda e ilustrada por Cristo; la cual concuerda con los planteamientos de la filosofía clásica y moderna, y las respuestas que la ciencia ha dado a los planteamientos trascendentales: (psicología, psicoterapia, logoterápia, desarrollo humano, etc.), y utilizando los principios universales del saber filosófico y espiritual como tabla rasa a fin de deslindar y hacer objetivo “que es” o “no es” del mundo del espíritu. Método o criterio que nos ayuda a discernir objetivamente __la verdad o el error en los textos bíblicos analizando los diferentes aspectos y características que integran la triada preteológica: (la fenomenología, la explicación y la aplicación, del encuentro cercano escritos en los textos bíblicos). Vg: la conducta de los profetas mayores (Abraham y Moisés), no es la conducta de los místicos; la directriz del pensamiento de Abraham, es el deseo intenso de llegar a tener una descendencia numerosísima y llegar a ser un país rico como el de Ur, deseo intenso y obsesivo que es opuesto al despego de las cosas materiales que orienta a los místicos; es por ello, que la respuestas del dios de Abraham son alucinaciones contestatarias de los deseos del patriarca, y no tienen nada que ver con el mundo del espíritu.
La directriz del pensamiento de Moisés, es la existencia de Israel entre la naciones a fin de llegar a ser la principal de todas, que es opuesta a la directriz de vida eterna o existencia después de la vida que orienta el pensamiento místico (Vg: la moradas celestiales, la salvación o perdición eterna a causa del bien o mal de nuestras obras en el juicio final de nuestra vida terrenal, abordadas por Cristo); el encuentro cercano descrito por Moisés en la zarza ardiente describe el fuego fatuo, el pie del rayo que pasa por el altar erigido por Moisés en el Monte Horeb, describe un fenómeno meteorológico, el pacto del Sinaí o mito fundacional de Israel como nación entre las naciones por voluntad divina a fin de santificar sus ancestros, su pueblo, su territorio, Jerusalén, el templo y la Torah; descripciones que no corresponden al encuentro cercano expresado por Cristo al experimentar la común unión: “El Padre y Yo, somos una misma cosa”, la cual coincide con la descrita por los místicos iluminados. Las leyes de la guerra dictadas por Moisés en el Deuteronomio causales del despojo, exterminio y sometimiento de las doce tribus cananeas, y del actual genocidio del pueblo palestino, hacen evidente la ideología racista, criminal y genocida serial que sigue el pueblo judío desde tiempos bíblicos hasta hoy en día, conducta opuesta a la doctrina de la no violencia enseñada por Cristo __ Discernimiento que nos aporta las suficientes pruebas objetivas de juicio que nos dan la certeza que el profetismo judío o revelación bíblica, es un semillero del mal OPUESTO A LAS ENSEÑANZAS DE CRISTO, ya que en lugar de sanar y prevenir las enfermedades del alma para desarrollarnos espiritualmente, enerva a sus seguidores provocándoles: alucinaciones, cretinismo, delirios, histeria y paranoia; propiciando la bibliolatría, el fanatismo, la intolerancia, el puritanismo hipócrita, el sectarismo, e impidiendo su desarrollo espiritual.
Me permito remitir a un libro mío disponiblñe en la red, donde expongo extensamente estas ideas:
BREVE JUICIO SUMARIO AL JUDEO-CRISTIANISMO EN DEFENSA DEL ESTADO, LAIGLESIA Y LA-SOCIEDAD
¿Sentirnos instalados en lo real es un momento formalmente anterior a la presencia, lo que implica la necesidad de hacérnosla presente y por tanto nombrarla? ¿Estar en la realidad es un momento que compartimos con toda la humanidad? Esto en mi opinión presupone la existencia de una estructura formal anterior a nuestro estar siendo y sintiendo, y por supuesto también anterior a cualquier proceso intelectivo e independiente de la “presencia” o ausencia humana en la realidad. No acierto a ver el sentido, ni el contenido, ni el significado, de esa estructura formal en ausencia del hombre. A mi me parece más bien un constructo humano que intenta intelectivamente especular sobre lo que lo real es (si “es” o “no es” ambas cosas o ninguna es otro problema). Presupone que tiene que tener estructura a la que añade el calificativo de “formal” como si se tratara de reglas del lenguaje o lógicas. Ciertamente la Realidad Física tiene estructura cuya red vamos poco a poco desentrañando a base del esfuerzo de la Ciencia experimental, pero ¿podemos extenderla a la Realidad Omnicomprensiva o Última, entonces considerada simplemente como más de lo mismo (físico)? ¿Cómo podemos saberlo?, si no es solo físico como es mi opinión ¿basta el conocimiento experencial que aprehende y asume? Sin embargo, lo experencial es subjetivo y se presenta en el conjunto humano presente e histórico con enorme diversidad. La experiencia sintiente de uno no es sin más asimilable o semejante y menos igual a la de otro, sobre todo cuando las diferencias culturales los separan mucho entre sí. En estas condiciones ¿dónde queda la estructura común de lo real, si no es en la experiencia sintiente de tan solo unos cuantos que la comparten? Yo ni sé ni creo que esa estructura formal exista previamente, por tanto no pertenezco a esos cuantos. Pienso que ni la estructura del lenguaje es previa al habla, ni la de la lógica al pensamiento, ni la estructura física es previa a los procesos que dan lugar a las cosas. Por ello supongo que lo real tampoco puede tener estructura formal previa a la formación de los entes reales, que son los que sostienen y dan lugar a la estructura que tienen al formarse o hacerse pero no antes.
Saludos cordiales
El nombrar la realidad, tal como dice Oscar, pienso que es algo que se hace del todo imprescindible para, precisamente hacérnosla presente en las diferentes religiones y culturas. Pero según vengo expresando desde hace tiempo, hay un momento formalmente anterior al de esta presencia el cual no es sino aquel momento en el que nos sentirnos físicamente instalados en la realidad. Este momento es el que compartimos toda la humanidad. Sin este momento previo del “estar” en la realidad no se impondría la necesidad de hacérnosla “presente” para nombrarla. Por tanto son dos momentos analíticos de un solo acto, el acto intelectivo humano por excelencia.
Y si el primer momento es un momento de mera aprehensión pero real, el segundo momento de presencia es un momento intelectivo-perceptivo en donde ya el logos interviene ahí según cada cultura.
Lo negativo de todo ello es el hecho de que, como la tradición filosófica sobre el conocimiento especialmente la occidental sólo ha reparado en el modo eidético, ha obviado de la presencia, es decir, del Nombre lo real cuando en lo real por ser en el Mundo lo respectivo es lo que facilitaría el Encuentro entre culturas y religiones.
El problema de nombrar la Realidad Última en mi opinión, es que con el nombre se asocia una definición o contenido. Si la nombramos como Dios, Alá, Buda, Yahvé, …… llevan tras de sí un significado diverso y un contenido cargado de historia. Comparo el cabreo de Oscar al decir que todo es lo mismo. Las diferencias son demasiado profundas para que puedan referirse a lo mismo. Sin embargo, desde todos los nombres asignados se dice que es inalcanzable, que ninguna imagen puede describirla y cualquiera de ellas hay que borrarla. Pero de esta incognoscibilidad, impercepción e inaprehensión no puede deducirse que estemos hablando o haciendo referencia a la misma Realidad y menos que esa Realidad sea ÚNICA. Lo único que a mi modo de ver cabe es el silencio y por consiguiente innombrado, sin contenido ni imagen. Sabemos que está ahí tras todas y cada una de las cosas, pero no nos es posible concretarla, ni siquiera por analogía cabe nominarla como Espíritu y su imagen el viento, a menos que sea pura tautología sin significado ni determinación.
Saludos cordiales
Claro Oscar
Pero aquí el problema es que ni los organtunanes ni los ángeles se matan entre ellos por nombrar de forma diferente la misma realidad. En ese sentido y contexto es la expresión “el nombre no importa”. No en sentido absoluto. Sino en ese contexto. Para el autor, detrás de los nombres Buda, Cristo, Alá hay una sóla realidad. No todas las personas piensan lo mismo. Si el autor está en lo correcto y estamos en contacto con la misma realidad, por qué habría yo de imponer a otros la forma de nombrarla?
De otro modo, si la importancia no sólo de nombrar (que nadie niega) sino el nombre mismo se absolutiza, implica entonces decir que sí se justifica pelearse por llamar Jehová a Yavhé. Sí, el mundo no se construye para el ser humano sin nombrarlo. Pero los nombres nombrados conviene no idolatrarlos.
Usando lo que dices de los crímenes. Si hablamos y nombramos las mismas atrocidades (pero sobre todo, si actuamos práximamente respecto de ellas) no importa si las nombramos delitos de lesa humanidad como hacen algunos, o si las nombramos crímenes contra la humanidad como hacen otros.
Saludos
Hola!
Gracias rodrigo!
Una tarea nada despreciable de los DDHH es la de PONER NOMBRE
a los delitos de aquellos que los cercenan.
La vida humana va haciendo su Mundo deseado,
poniendo nombre a lo in-nombrado hasta ese entonces.
Sólo así hay Mundo posible.
Ni el Orangután ni el Ángel
PONEN NOMBRE.
Divina tarea humana por excelencia.
¡Vamos todavía! – Oscar.
O sea, Oscar, que si tú le nombras dulce de leche y yo lo nombro cajeta, es una cuestión tan importante que justifica enojarse o (como han hecho otras personas) levantar barreras a causa del nombre?
Claro que otra cosa fuera si el dulce de leche no fuera lo mismo que la cajeta… o si Alá, Dios o Buda no fueran los mismo (tesis de la Dominus Iesus, entre otras)
Hay muchas otras variantes. La primera vez que salí con una muy querida amiga argentina, que visitaba por primera vez la ciudad de México, después de recorrer el Centro Histórico me dijo que se moría de antojo de un choclo. En México, choclo es un tipo particular de zapato. Por más que intentamos, no pudimos hacernos una idea común de qué se le antojaba. Ella simplemente no atinaba a explicarme. Sólo me decía que estaba hecho de maíz. Dándonos por vencidos, y con hambre después de un par de horas caminando, le invité un elote asado. Ajá. Te imaginarás la risa que teníamos cuando teniéndolo en la mano me dijo: “boludo, ésto es un choclo”
Será que las religiones están intentando cantar un gato con explicaciones y se pierden entre empanadas, canelones y ravioles?
http://www.youtube.com/watch?v=PHvCKKX_a0I
Saludos
P.D. Dónde encontramos a Cantalicio Luna?
P.D. 2 Quien da la voz de Aura?
No conviene enojarse
porque uno se olvida siempre
lo más importante que debería decir, esto:
Todo Acto solemne en la vida humana
¿no comienza declarando
EN NOMBRE de qué o de quién se hace?
P.e.: EN EL NOMBRE DEL PADRE, Y DEL HIJO Y DEL ESPÍRITU SANTO.
Hola!
¿me puedo enojar un poco?
Es frecuente leer u oír frases como ésta:
– “El nombre no importa“-
¿les parece que no importa?
Tal vez haya gente que no les importe el nombre de lo que traten,
y a pesar de ello sean buenas personas.
Puesta aparte esa gente
los demás que repiten la fracesita
“El nombre no importa“,
me suenan a fiacunes, menefreguistas o pura beatería.
Bueno ¡ya se me pasó el enojo!
Entonces agrego: puede ser que sea yo el que no entienda.
¡Vamos todavía! – Oscar.
Hola Jordi Morrós!
El excelso fundamento de la ÉTICA, Ortega lo trata en el Artículo que puse antes, que es del año 1925.
Pero ya lo tiene tratado en uno de 1917.
Lo recorto y maquillo para hacerlo “presentable” en el estilo Blogg.
En cuanto a lo que dices de resultarte “sugerente” ¡nada mejor dicho!
Para Ortega el Escritor es el Oficio de seducción:
Si se quiere que alguien acceda a una verdad
no hay que dársela, sino sugerírsela para que él llegue a des-cubrirla por sí mismo.
¡Vamos todavía! – Oscar.
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1.- VIENTO – ESPÍRITU:
No en vano ha sido el viento siempre para la imaginación humana símbolo de la divinidad, del puro espíritu. En la Biblia suele Dios presentarse bajo la especie de un vendaval, y Ariel, el ángel de las ideas, camina precedido de ráfagas. Mientras por materia entendemos lo inerte, buscamos con el concepto de espíritu el principio que triunfa de la materia, que la mueve y agita, que la informa y la transforma y en todo instante pugna contra su poder negativo, contra su trágica pasividad.
Y, en efecto, hallamos en el viento una criatura que, con un mínimo de materia, posee un máximo de movilidad: su ser es su movimiento, su perpetuo sostenerse a sí mismo, trascender de sí mismo, derramarse más allá de sí mismo. No es casi cuerpo, es todo acción: su esencia es su inquietud. Y esto es, de uno u otro modo, en definitiva, el espíritu: sobre la mole muerta del universo una inquietud y un temblor.
2.- EL ESCORIAL – EL GRECO – SAN MAURICIO (y Don Juan):
Si queremos hallar dentro del monasterio algo digno de este furioso viento que barre La Lonja y sacude los árboles, tenemos que penetrar en las salas Capitulares y detenernos ante el San Mauricio del Greco.
Sabido es que el pintor cretense envió este lienzo a Felipe II para optar en un concurso a la dignidad de real pintor. La obra no satisfizo, y el Greco continuó hasta la muerte hincado en Toledo.
La escena que representa es de las más exaltadas que refiere la leyenda áurea. La legión tebana, compuesta de 6.666 soldados, se niega a reconocer los dioses paganos. El emperador ordena entonces que sea diezmada. Cumplida la sentencia decimal, segadas las juveniles gargantas, cargado el aire con la acritud de la sangre que humea, Mauricio reúne a sus legionarios y les dice estas sencillas palabras: «Os felicito al veros prestos a morir por Cristo—sigamos a nuestros compañeros en el martirio».
Este momento, la vibración esencial de estas palabras, constituyen el tema del Greco. Es un grupo de hombres ensimismados, y, sin embargo, en profunda conversación y comunicación. Parece que ha descendido cada cual al fondo de sí mismo y ha encontrado allí a los demás.
Forman un grupo de conspiradores: conspiran su propia desaparición. Yo llamo a este cuadro la «invitación a la muerte», y en la mano de San Mauricio, que vibra persuasiva, en tanto que sus palabras convencen a sus amigos de que deben morir, encuentro resumido todo un tratado de ética. Esa mano y la mano de nuestro Don Juan, poniendo su vida a una carta bajo la luz de un candil en algún garito ominoso, tienen secreta afinidad, que bien merecía ser meditada.
Mauricio está aquí en la cima de su propia existencia, ha tomado en vilo su propia vida y la va a regalar. ¿Creéis que a esta voluntad pueda corresponder una actitud consuetudinaria?
Los gestos son reacciones a lo que se ve y se oye, al paisaje en torno. No caigamos en el error de suponer que Mauricio el Tebano veía el mismo paisaje que nosotros. Al contrario, partiendo de su actitud como de una cifra henchida de sentido, debemos reconstruir el mundo que a su alma se presenta.
La actitud de San Mauricio es la actitud ética por excelencia.
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3.- ¿QUÉ ES QUERER?:
La bondad o maldad de que habla la ética es siempre la bondad o maldad de una volición, de un querer. No las cosas son buenas o malas, sino nuestro querer o nuestro no querer.
Ahora bien; noten qué dos significados más distintos puede tener la palabra querer. En el uso ordinario de la vida, cuando decimos querer algo, no pretendemos decir que si quedásemos solos en el mundo ese algo y nosotros estaríamos satisfechos. No: nuestro querer ese algo consiste en que nos parece necesario para otra cosa, la cual queremos a su vez para otra. De estas cadenas de voliciones, en que un querer sirve a otro querer, se compone el tejido de nuestra habitual existencia: Con una porción de nuestro ánimo prestamos un servicio a otra porción de él, y así sucesivamente. Tal modo de querer —de querer para, de querer utilitario— convierte nuestra morada íntima en una casa de contratación.
Mas ¿qué semejanza puede existir entre ese querer lo uno para lo otro con aquel en que queremos algo por ello mismo, sin finalidad ninguna? Nuestro querer negociante, nuestra voluntad a la inglesa —y digo esto porque el utilitarismo es la moral inglesa—, había colocado las cosas todas en cadenas interminables donde cada eslabón es un medio para el próximo, y, por tanto, tiene el valor relativo del lugar que ocupa en la cadena.
Mas este querer de nueva y más pura índole arranca de esa cadena una cosa y, solitaria, sin ponerla en relación con nada, lujosa y superfluamente, por ella misma la afirma. Frente a esta actitud de nuestra voluntad todas las demás actitudes adquieren un sentido meramente económico donde las cosas se desean como medios.
El querer ético, en cambio, hace de las cosas fines, conclusiones, últimas fronteras de la vida, postrimerías. Termina en nosotros el vaivén de la contratación, deja de ser nuestro espíritu una pluralidad de individuos elementales cada cual con su pequeño afán egoísta que es preciso contentar. Entra en ejercicio lo más profundo de nuestra personalidad, y reuniendo todos nuestros poderes dispersos, haciéndonos, por caso raro, solidarios con nosotros mismos, siendo entonces y sólo entonces verdaderamente nosotros, nos ligamos al objeto querido sin reservas ni temores. De suerte que no nos parecería soportable vivir nosotros en un mundo donde el objeto querido no existiera; nos veríamos como fantasmas de nosotros mismos, como infieles a nosotros mismos.
Por esto, San Mauricio toma su propia vida y la de sus legionarios y la arroja lejos de sí. Precisamente porque conservándola no sería su vida. Para ascender a sí mismo, para ser fiel a sí mismo, necesita volcarse íntegro en la muerte. Siempre en la voluntad de morir se busca una resurrección. Y el mismo acto en que se renuncia a la propia vida significa la suprema afirmación de la personalidad: es un volver de la periferia a nuestro centro espiritual.
La mayor parte de los hombres no hacemos sino querer en el sentido económico de la palabra: resbalamos de objeto en objeto, de acto en acto, sin tener el valor de exigir a ninguna cosa que se ofrezca como fin a nosotros. Hay un talento del querer, como lo hay del pensar, y son pocos los capaces de descubrir por encima de las utilidades sociales que rigen nuestros movimientos que nos imponen esta o aquella actitud, su querer personalísimo. Solemos llamar vivir a sentirnos empujados por las cosas en lugar de conducirnos con nuestra propia mano.
Por tal razón yo veo la característica del acto moral en la plenitud con que es querido.
Cuando todo nuestro ser quiere algo —sin reservas, sin temores, integralmente— cumplimos con nuestro deber, porque es el mayor deber de la fidelidad con nosotros mismos. Una sociedad donde cada individuo tuviera la potencia de ser fiel a sí, sería una sociedad perfecta. ¿Qué significa lo que llamamos hombre íntegro sino un hombre que es enteramente él y no un zurcido de compromisos de caprichos, de concesiones a los demás, a la tradición, al perjuicio?
En este sentido me parece Don Juan una figura de altísima moralidad. Notad qué lealmente va Don Juan por el mundo en busca de algo que absorba por completo su capacidad de amar: se afana incansablemente en la pesquisa de un fin. Mas no lo encuentra: su pensamiento es escéptico aun cuando es su pecho heroico. Nada le parece superior a lo demás: nada vale más, todo es igual.
Pero sería incomprensivo tomarle por un hombre frívolo. Lleva siempre en la mano su propia vida, y como todo le parece del mismo valor, consecuente con su corazón, está dispuesto a ponerla sobre cualquier cosa, por ejemplo, sobre este caballo de copas. Tal es la tragedia de Don Juan: el héroe sin finalidad.
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[parte de MUERTYE Y RESURRECCIÓN – Ortega y Gasset (OCT2,249-154)]
Dentro de unas horas empiezo un sesshin de 6 días, y esta lectura ha sido particularmente sugerente para alguien como yo que en principio no soy de confesión budista.
Felicito a Oscar Varela por el texto de Ortega y Gasset que desconocía por completo, y que me ha parecido bastante sugerente.
Así a bote pronto sólo me sugiere la necesidad de tomar conciencia de no tener una visión exclusivista y enfrentada de las diversas tradiciones religiosas por un lado, y no caer en sincretismos mixtificadores por el otro.
Hola M.Luisa!
Dices:
– “El ser, en esta interpretación,
* no transcurre temporalmente
sino que
* es, él mismo, tempóreo.”-
Esto mismo fue lo que no pudo decir el Existencialismo (Heidegger)
Y no lo pudo decir porque no lo pudo pensar;
terminó haciéndose un lío con la cabeza en la cabeza:
sin poder pasar a las manos constructoras de humanidad.
———–
Sólo unos galleguitos celtíberos trajeron lo nuevo.
¡Tú ya lo sabes!
¡Vamos todavía! – Oscar.
Al leer este escrito se me ha vuelto hacer presente como certero lo que en otro hilo comenté sobre la diferencia que existe, a la hora de pensar la realidad, entre los occidentales y los orientales.
Lo que para Occidente con respecto a la realidad ha consistido en separación, para Oriente ha radicado en ser sólo distanciamiento.
La separación implica adición, intermediación y tiempo para desembocar finalmente en mera unión
En el distanciamiento la unidad es primaria y mantenida, no precisa intermediación sólo la medianía de la realidad en el “estar siendo” que ya mencioné entonces. Pero este siendo gerundial como yo entiendo que el entrevistado Sr. Suzuki lo expresa, no es proceso ni momento de un proceso, sino que es una estructura del ser mismo de lo real, sería por tanto la “temporeidad”.
El ser, pues en esta interpretación no transcurre temporalmente sino que es él mismo tempóreo.
Es sólo una reflexión
Y si le ponemos imagen y traducción?
Y si le ponemos imagen y traducción?
Hola Sarri!
No deja de tener cierta razón tu Comentario.
Haga lo que haga el ser humano
aunque crea hacer algo i-rracional
alguna razón tiene.
Si es la suya
Esa es su Dahrma ¿no?
¡Vamos todavía! – Oscar.
月の雪あをあを闇をそめにけり
Hola!
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– “El dharma no es una teoría sino: no más que de una sospecha y un modo de sentir que tiene treinta siglos de existencia. En ella está resumida la vetustísima sabiduría de todo el continente asiático, su experiencia gigante del mundo y de la vida.
Con la idea del dharma yo quería tan sólo insinuar que es un error considerar la moral como un sistema de prohibiciones y deberes genéricos, el mismo para todos los individuos. Eso es una abstracción. Son muy pocas, si hay algunas, las acciones que están absolutamente mal o absolutamente bien. La vida es tan rica en situaciones diferentes, que no cabe encerrarla dentro de un único perfil moral.
En la Paradoja del comediante sugiere paradójicamente Diderot que la moral consiste, más bien, en una serie de inmoralidades profesionales. El obispo vende sus bulas, y hace muy bien. El comerciante engaña al parroquiano, y hace también perfectamente. La inmoralidad comenzaría cuando el comerciante vendiese bulas y el obispo se corriese en el peso.
Esta broma de Diderot oculta bajo su exceso una gran verdad. Noten ustedes que a cada profesión le parecen inmorales los usos de la vecina. Al intelectual, por ejemplo, le parece inmoral el político, porque sus palabras son inexactas, insinceras y contradictorias. El intelectual tiene su misión enunciativa, verbal; cuando ha escrito o pronunciado palabras que expresan algo con precisión, con gracia y con lógica, ha hecho cuanto tenía que hacer; la realización no le interesa. En cambio, el político aspira únicamente a realizar sus pensamientos, no a decirlos. Es, pues, su obligación no decir lo que piensa, no dar al viento su intimidad; su mandamiento no es lírico. La mentira, dentro, al menos, de ciertos largos límites, es para él un deber.
La misma discrepancia existe entre las clases sociales. Para una mujer de la pequeña burguesía, son ustedes, las damas elegantes, una representación del demonio. La petite bourgeoise cree que la mujer ha venido al mundo para estarse en casa y no fumar. Tiene una moral hecha casi por entero de prohibiciones, y su gran virtud consiste, principalmente, en lo que no hace. Y así ha acontecido siempre. Entre las tumbas de la vieja Roma republicana se conservan muchas donde, bajo un nombre femenino, están escritos estos vocablos de alabanza: Domiseda, lanifica. «Ha vivido sentada en su casa y ha hilado».
—¡No me sabía tan escasamente romana! —interrumpió la ninfa del naufragio—. Porque, en efecto, reducir a eso la vida es para mí el colmo de la inmoralidad.
—¡Claro está! La misión cósmica de usted es rigorosamente contraria. Siente usted dentro de sí, con idéntica religiosidad, un mandamiento de inquietud, de ensayo y creación.
Tampoco yo puedo tener simpatía por la norma vital del burgués, que piensa obrar bien cuando se limita a cuidar su pequeño negocio, conservar la paz de su espíritu, rehuir toda ampliación de sus ideas, repetir hoy lo de ayer en torno a la camilla y voir autour de soi croìtre dans la maison / sous les paisibles lois d’une agréable mere / de petits citoyens dont on croit être père.
—Ahora sí que francamente inmoraliza usted, amigo mío.
—No; yo no pretendo que el burgués abandone su moral; sólo pediría que me deje a mí la mía.
Esta coexistencia de mandamientos diversísimos es la que expresa el hinduismo con el dharma. Dentro de la religión hindú caben todas las creencias, todas las doctrinas; el hinduismo no es dogmático. Sólo hay una cosa cuya aceptación exige: el cumplimiento de los deberes rituales. Cada casta tiene un repertorio de acciones permitidas y obligadas, un dharma, a que es forzoso ajustarse, porque constituye la ley última del universo. Cada individuo puede llegar a la perfección dentro de su dharma, y no puede llegar a ella por ningún otro camino.
El brahmán tiene su moral de meditación y de ascetismo, como el ksatriya o guerrero tiene la suya de fiereza y combate. Los dioses mismos están sometidos a un rigoroso régimen; tienen que portarse como dioses.
Lo ilícito es cometer la transgresión de un dharma y pasarse al ajeno, como no sea por vía de sacrificio. El acto indebido acarrea inexorablemente la reencarnación en una especie inferior. No se diga que no es ésta una moral rigorosa.
Desde el comienzo de los tiempos, como realidad última del universo, como lo único que da a éste consistencia indestructible, se hallan prescritos los deberes rituales de cada tipo humano. El dios Brahma enseñó la gigantesca lista de normas vitales a los demás dioses, y la expuso en cien mil capítulos, según se nos refiere en el Mahabharata.
En vez de instaurar un solo perfil de corrección moral, anulando la riqueza del cosmos, el hindú respeta y acepta la maravillosa pluralidad del mundo, y en principio, como indica Weber, admite una moral para el ladrón y la prostituta. En cambio, no permite el menor desliz dentro de cada estatuto moral.
Uno de los hombres más santos, el rey Vipashcit, fue condenado a graves castigos infernales porque se olvidó de dormir con una de sus mujeres cierta noche en que se hubiera logrado concepción.
No hay escape posible. El viejo poema lo dice bellamente: «Como entre mil vacas el ternero encuentra a su madre, así el pecado cometido una vez persigue eternamente a su autor».
Pues bien, amigo mío: el dharma de usted es jugar al golf, como el mío es un dharma de escritura y conversación. Cuando le veo a usted en su aspecto saludable y juvenil, vestido sin falla, cimbrear el palo de golf, me parece usted un ser perfecto, que honra y decora el Universo. Pero si yo me viera con el mismo atuendo y en idéntica postura, me parecería a mí mismo una objeción contra el buen orden del cosmos.
—Es usted un doctrinario— exclamó entonces el fauno que acababa de recibir mis alabanzas.
—Yo creía ser todo lo contrario. ¿No significa la idea del dharma un sublime empirismo de la moral? Lo que yo sostengo es que no hay acto alguno indiferente, y que lo bueno en un hombre es malo en otro. Tal vez fuera mejor contrarrestar el patetismo contemporáneo en que suele embotarse toda discusión sobre ética por la más elegante tibieza con que los antiguos en lugar de «lo moral» —palabra tremenda— solían decir «lo decente», quod decet, lo que va bien, lo correcto. Pues bien; yo creo que no sólo cada oficio, sino cada individuo, tiene su decencia intransferible y personal, su repertorio ideal de acciones y gestos debidos.
[parte de CONVERSACIÓN EN EL «GOLF» O LA IDEA DEL «DHARMA» – Ortega y Gasset OCT2,403-409)]
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El conjunto de las dos exposiciones del Dr. Suzuki me ha parecido una excelente presentación y resumen de Budismo. Encuentro más facil captar los valores y principios de un buen budista que comprender lo que es el Dharma, y su relación con Buda.
Es alentador que desde múltiples perspectivas -psicología, filosofía, espiritualidad…- se llega a una misma conclusión, que el Dr. Suzuki expresa así: “El misterio llamado Buda, Dios o lo Sagrado está en nuestro interior”. Ahí encontramos la energía para ser mejores y orientar nuestra acción.
El programa de ese curso que Juan Masiá dirigirá en la UIMP de Santander, del 1 al 5 de agosto, tan interdisciplinar y rico en temas, con profesores tan bien seleccionados-as, invita a apuntarse. Animo a que, si estáis libres en esas fechas, os informéis en la Secretaría del centro santanderino de lo asequible que es, tanto económicamente como por las facilidades de alojamiento que ofrecen, allí mismo o en residencias universitarias. Hace unos días todavía había plazas.
Es una buena noticia que, una vez más, se realicen en la universidad pública cursos y seminarios donde cabe la teología junto a otras ciencias y humanidades, una teología liberada de la institución. Ejemplo que tendría que seguir universidades como la de Murcia, donde la teología llega de la mano de una determinada orden y de una determinada tendencia, la oficial.