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Camps, Cotino, el crucifijo y la corrupción

El Estatuto de Autonomía, Els Furs y la Biblia;  la Constitución Española, el Estatuto de Autonomía de la Comunidad Valenciana, el Crucifijo y la Biblia juntos en un mismo escenario político. No son dos escenas de épocas olvidadas de nuestra historia nacionalcatólica desde Recaredo a finales del siglo VI, con el triunfo de la ortodoxia católica frente a la heterodoxia arriana, hasta el final de la dictadura franquista, con la alianza entre el dictador y la jerarquía católica, tras el golpe de Estado de Franco que dio lugar a la guerra (in)civil definida por los obispos españoles como Cruzada contra el comunismo y el ateísmo.

Las dos escenas pertenecen a dos actos políticos de hoy: la toma de posesión de Francisco Camps como presidente de la Generalitat de Valencia y la constitución de la VIII Legislatura de las Cortes Valencianas, cuando su presidente Juan Cotino, del Partido Popular, ordenó colocar el crucifijo en la mesa donde los parlamentarios tenían que jurar o prometer sus cargos. Algunos han calificado las escenas de anacrónicas, otros de despropósito, y los más, de esperpento. Estas calificaciones no van descaminadas, ciertamente, y las comparto, pero no tocan el núcleo del problema. Creo que tienen un significado más profundo y admiten otra interpretación más relacionada con la realidad política valenciana y con la corrupción en esa Comunidad.

Por anacrónicas que resulte, la escena es más frecuente de lo que puede parecernos en el actual panorama político español. Ha tenido lugar también en la constitución de algunas Corporaciones municipales y, lo más grave y preocupante, está en plena sintonía con situaciones políticas de claro tinte confesional nacionalcatólico como la toma de posesión de los miembros del Gobierno en la que, sin mandato constitucional alguno, el Rey impone la presencia del Crucifijo y de la Biblia en el juramento o la promesa del presidente y de los ministros del Gobierno de España, o los funerales católicos de Estado. Estamos, por tanto, ante una práctica no reducida a la constitución de uno u otro Parlamento regional o Ayuntamiento, sino instalada en la jefatura del Estado y en uno de los momentos más importantes de toda sociedad democrática, cual es la formación de la formación del Gobierno de la Nación surgido de las urnas en un Estado no confesional.

Estas escenas hieren la sensibilidad política de cuantos ciudadanos y ciudadanas, más allá de las creencias o increencias religiosas, tenemos  una concepción laica del Estado y de sus instituciones. Constituyen, a  su vez,  una falta de  respeto a los sentimientos del resto de los parlamentarios que prometían los cargos, una confesionalización de la vida política valenciana y una burda manipulación de los símbolos religiosos. Y aquí radica, a mi juicio, el problema. ¿Es imaginable que cada parlamentario hubiera colocado sobre la mesa de la promesa o juramento del cargo los símbolos propios de la ideología o del partido al que representan?

La simple presencia del Crucifijo y de la Biblia en la constitución de las Cortes Valencianas y en la toma de posesión de Camps constituye una inversión semántica de los símbolos religiosos, cuyo significado originario libertador se pervierte. La Biblia pasa de ser la “enciclopedia de utopías”, como la llamara Bloch, a legitimadora del orden establecido. El Crucificado, ejecutado por subversivo contra el Imperio romano y por denunciar la injusticia y la corrupción, se convierte en instrumento de legitimación de la corrupción. No se olvide que entre los imputados hay varios parlamentarios del Partido Popular, entre ellos figuras tan política e institucionalmente relevantes como el presidente Francisco Camps, imputado por cohecho en el caso Gürtel, el vicepresidente Vicente Rambla por financiación ilegal del Partido Popular y la alcaldesa de Alicante, implicada en el caso Brugal.

¿Por qué el crucifijo y la Biblia en un acto de tal relevancia política? Al ser católicos confesos y convictos los parlamentarios en cuestión, yo creo que han dado a la presencia de ambos símbolos un carácter penitencial: lavar los pecados de corrupción. Perdonados por el pueblo y absueltos por su religión, pueden comenzar la legislatura limpios de todo pecado y en estado de gracia para, quizá, seguir con las mismas prácticas, que saben serán de nuevo perdonadas y incluso premiadas en esta vida y en la eterna.

Tamañas perversiones no hubieran sucedido si el Gobierno hubiera llevado al Parlamento la Ley de Libertad Religiosa y de Conciencia, que era el buque insignia legislativo del PSOE y en la que ha venido trabajando un grupo de expertos durante toda la legislatura. La no presentación de la Ley en esta legislatura ha llenado de alegría al Partido Popular, al Vaticano y, por supuesto, a los obispos españoles, pero ha defraudado a los votantes de izquierda y a la ciudadanía en general, deseosa de que de una vez por todas desaparezca la confusión.

Además de la protesta por la corrupción, la discriminatoria ley electoral, la escasa representación de la democracia representativa y la falta de democracia económica, los Indignados tenemos otro motivo más para reaccionar: el uso de los símbolos religiosos en el espacio público y en la vida política española y su abuso para justificar lo ética, religiosa y políticamente injustificable. Esta sí que es una profanación.

[Original enviado por elautor. Publicado ayer en El Correo]

5 comentarios

  • Jesús

    No hay problema.
    Si no hablan (por intereses) los obispos, llamados a denunciar el uso diabólico de los signos, como el crucificado; si no denuncian el expolio continuo a sus feligreses que realizan estos simuladores de lo religioso, lo harán las piedras, o las burras, o….  ¡LOS BANCOS!
    Quién iba a decirlo. Son los bancos los que ya no les quieren. Y no quieren las facturas (supongo con reconocimiento de deuda) que emiten los peperos valencianos. Se les va acabando el chollo y lo que no han hecho sus votantes (autoengañados), lo hacen los que de verdad mandan:
    http://www.levante-emv.com/comunitat-valenciana/2011/07/02/bancos-cortan-consell-lineas-credito-paga-proveedores/821057.html

  • ana rodrigo

    No olvidemos la vehemente oposición de los obispos y del PP a la asignatura de Educación para La Ciudadanía, ¿por qué?, porque a través de esta asignatura se les enseña a los niños y niñas a ser ciudadanos y no súbditos de cualquier poder, sea ideológico, religioso o político. La ciudadanía se consigue cuando los individuos se sientan libres para pensar, para decidir y para actuar. Y esto supone adultez.
     
    Creo que España lleva un considerable retraso con respecto a los países de nuestro entorno en autonomía laica, aconfesionalidad, o formación ciudadana.

  • Asun

    Si los políticos no dan el paso de adultez,  haciendo manifiesta la aconfesionalidad del Estado, dudo mucho que estén dispuestos a otorgar plena confianza al ciudadano para que libremente elija a sus representantes y tenga poder y control sobre el diputado  de su distrito o área de circunscripción, porque serían incoherentes con la fe católica que desconoce y se resiste a practicar la democracia participativa responsable. Estamos condenados a no auto-concedernos la mayoría de edad, a seguir siendo ciudadanos escindidos entre lo que somos capaces de pensar por nosotros mismos y lo que nos inducen que pensemos,  sin poder alcanzar la integridad y la unificación en el ser y en el actuar humano, cuando los mismos políticos se refugian públicamente en aparentar y ser lo que entienden que es debido ser  como manda lo sagrado. Pero aquí no dimite nadie tampoco, como es de esperar de una actitud humana responsable, coherente  y adulta.

  • ana rodrigo

    Efectivamente, Sarri, las aguas fluyen contaminadas y revueltas, y, ya se sabe, “a río revuelto, ganancia de pescadores”. Queda mucha mojigatería aún en España, el PP lo sabe, y juega sus cartas. Sabe que muchos y muchas de sus votantes ven un crucifijo y pierden el “sentío”, es decir, pierden su capacidad de raciocinio.
     
    Si nos quejamos de que falta cultura y formación religiosa, no digamos sobre cultura y formación democrático-política, y si lo mezclas todo, sale un cóctel explosivo. Es decir se sigue votando a gente corrupta (presuntamente, pero que huele que echa pa tras), pero ver a Camps con cara de san Antón en una romería, mola mucho.
     
    Es tan lamentable este tema, que no tengo ni fuerzas para afrontarlo si no es con ironía, nos queda poco margen discursivo a la argumentación de lo que debería ser un país moderno, serio, con una población formada en la capacidad de análisis y reflexión. ¡Tenemos unas tragaderas…!
     

  • Sarrionandia

    Más claro, agua!
    Pero resulta que, a estas alturas, las aguas fluyen contaminadas.