Esta carta la escribió A. Grothendieck al catedático de matemáticas en la UNEX (Badajoz), José Antonio Navarro González, quien conocía en copia previa y estaba traduciendo ya su libro Recoltes et Semailles. Iba dirigida, en los archivos de AG, al “señor González”, por la costumbre en el extranjero de identificar por el segundo apellido. Responde a dos anteriores enviadas por JANG a Grothendieck quien había dado a conocer el proyecto de su libro que por fin acaba de ser publicado en Gallimard. “Una de las pocas recibidas”, escribe Alexander, que se muestra extremada comunicativo cuando ya por otro era considerado un “bicho raro”, cuando recién apostado por su FE en DIOS, estaba ecribiendo La Llave de los Sueños, acababa de leer la autobiografía de Teresa de Ávila y aún no había recibido los libros de Légaut a su obra y a su vida. AD.
Les Aumettes, 1-6-1987
Querido señor González,
Le agradezco las largas y muy sustanciosas cartas (27-3 y 29-4) y le ruego me disculpe de que haya tardado tanto en responderle. Si lo he hecho es porque esperaba el momento propicio de forma no precipitada. Su carta es tan rica de contenido que necesitaría días para poderla contestar detalladamente y me excuso por anticipado si estará a la altura: acabo de releer ahora su carta, anotándola y me limitaré a insinuar algunos comentarios, ¡demasiado breves por desgracia!, sobre los pasajes que más me han interesado o que parecen exigir una respuesta. Es una de las pocas cartas que me han llegado como respuesta a Recoltes et Semailles que entran con tanta sinceridad y concreción en la substancia de mi reflexión, y también una de las pocas en que la persona que escribe se implica de una manera verdaderamente personal. Eso me ha gustado y satisfecho mucho, confirmándome que, incluso en este tiempo, mi testimonio no es solo “una voz que clama en el desierto”, sino que encuentra resonancia en otros. En eso consiste la mejor recompensa que pueda recibir…
Vuestras reflexiones sobre la soledad. Usted subraya con razón la dificultad psíquica de la creación en solitario: “no hay nada tan angustioso que ver alguna cosa de manera clara y brillante, y constatar que quienes nos rodean no lo vean así”. Esta es la situación que me ha acompañado a lo largo de mi vida, desde mi infancia, tanto en el plano de la creación matemática como en mi itinerario espiritual – con una diferencia solo, que yo he podido asumir esta circunstancia sin angustia. Esto se debe, seguramente, a una seguridad fuertemente enraizada en mi a partir de los cinco primeros años de mi vida. (Lo he expresado en La llave del Yin y el Yang, en la nota “La inocencia”, nº 107). Yo creo que es mucho más difícil, puede que incluso imposible, hacer obra verdaderamente innovadora, sin tal seguridad, es decir, estando preso de la angustia de la duda sobre el valor o validez, lo bien fundada, la importancia, el alcance, el derecho a la existencia, la necesidad… de lo que una voz interior nos sopla como la cosa que debemos hacer y “cómo” hacerla; y lo mismo sobre la duda sobre la percepción delicada (delicada al menos respecto los puros reflejos provenientes del condicionamiento cultural y social) de lo “verdadero” y lo “falso”, de la verdad y de la falsa verdad, de una Fake (toc en francés de 1987). Yo he acabado por reconocer (desde hace menos de un año) en esa “voz interior”, que no habla más que en el silencio y la soledad, la voz de Dios. Saber estar solo es saber escuchar esta voz, es saber escuchar a Dios. Y sin ello, nada grande se puede conseguir, ni en el terreno individual ni en el colectivo – ya sea en el plano intelectual que en el espiritual.
Me ha extrañado el ver cómo la constatación que Usted prueba (como todo el mundo) de encontrarse “solo”, es decir, de prescindir de la aprobación y de la participación de los otros, le conduce a la conclusión de que la soledad no es una condición para la creación verdadera. Es un tácito razonamiento (o racionalización): “Yo no soy capaz de soledad (constatado por mi “yo”) – luego la soledad nada tiene que ver con la creación”. Es dejarse llevar por lo fácil. El camino empinado le conduciría a preguntarse por la naturaleza de esa supuesta incapacidad que tiene por la soledad, es decir, por la autonomía intelectual o espiritual que le permitirían afrontarla. Puedo asegurarle que no estará solo en tal empresa, como tal vez piense: porque Dios le acompañará (aunque su acción quede ignorada).
Sus perplejidades han suscitado en mí este pensamiento: en el plano espiritual, la mayor obra (a mis ojos) que un hombre haya consumado fue la Pasión del Cristo y su muerte en la cruz. (He releído los Evangelios últimamente, por lo que esos textos están bien presentes en mi espíritu). Esta obra fue consumada, y no pudo ser de otra manera, en soledad. E incluso en la más extrema soledad, porque el mismo Dios se retiró, para que todo se cumpliese sin la ayuda de una consolación.
Estoy ahora leyendo el testimonio de Santa Teresa de Ávila sobre su vida (hay una preciosa traducción traducción francesa de las obras de la Santa). Esto confirma de manera muy firme hasta qué punto la experiencia de Dios es una experiencia en soledad, progresando realmente “frente y contra todo”. Se diría que, en el grado más alto de la mística cristiana (según el testimonio escrito de los místicos – yo no tengo esa experiencia) aparece como una repetición de la Pasión de Cristo y de su soledad en el sufrimiento.
Sus comentarios sobre la imagen del “niño” y del “constructor”. Usted califica una de “poco afortunada” y la otra de “errónea”. Me parece que ahí hay un menosprecio (= malentendido) – tales imágenes no son producto de una opción, más o menos desafortunada, metáforas literarias al fin y al cabo, sino que se imponen como evidentes. Yo no podía no hablar de ello, del “niño” o de las “casas”. Al hablar de mi trabajo matemático, por ejemplo. Digamos que mi propio trabajo es diferente de cualquier otro, y que algunos no encuentren resonancia en él, no cambia nada. Por ejemplo, desde la edad de diecisiete años, cuando yo empecé a hacer mates, “hacer mates” ha sido siempre, para mí, hacer casas – casas “espaciosas y acogedoras”. Si para construirlas yo tenía que demoler otras era algo accesorio, de lo que ni yo mismo me daba cuenta. Esto no hace que vuestro enfoque, o vuestro instinto, sea menos valioso: echar abajo todo para dejar “un espacio más bello y claro donde poder moverse más a gusto”. Yo creo comprender lo que Usted quiere decir – y sé bien que cada “casa” nueva está destinada a ser derruida a su vez, para ser englobada en una casa más amplia aún. Su visión se convierte en la visión-límite de la “casa definitiva” infinitamente grande, con un sol en su interior. Pero yo creo que solo Dios puede pensar las Matemáticas sin tener que situarlas en una casa. Por lo que he podido observar, todo matemático trabaja en una (o varias) casa(s) que otros han construido antes que él, en tanto que no sea él quien construye otras nuevas – e incluso en ese caso necesitará una. En mi trabajo yo he trabajado (entre otras) en la casa que Cantor nos había preparado. (Solo una vez yo necesité entrar en los fundamentos de la Matemática, introduciendo la ficción de “Universo”, para estar tranquilo mientras trabajaba con las categorías. Pero con ello introducía un retoque, con motivación meramente utilitaria, a un edificio ya existente y que satisfacía plenamente). Creo por otra parte que lo que digo sobre la Matemática vale igual para toda otra ciencia – me es difícil imaginar de forma diferente a un “edificio” o un conjunto de edificios, formando un caserío o un pueblo, tal vez una ciudad. Es solo quien comienza, solo, quien por tanto “arranca de cero” (ignorando lo que se había hecho antes de él) quien trabaja al aire libre, con el cielo como único techo. Es lo que estoy empezando a hacer en este momento, pero no en mates…
Ha tocado especialmente mis sentimientos lo que Usted expresa sobre la “inocencia” en el trabajo creador. Puede que, si lo mira con atención, vea que este aspecto no está tan alejado de la “soledad” como aparenta. Para mí son indisociables. El niño está solo, solo en el percibir las cosas como él las percibe. Pero tiene comunicación y comunión con la madre. Esta imagen del niño y la madre no es solamente una ficción literaria, sino un arquetipo eterno, que expresa la relación entre el alma y Dios. Pero cuando yo escribí la “Promenade”, yo no me había aún encontrado con Dios, o más bien, yo no sabía que Le conocía y que Lo había encontrado muchas veces. Y yo sustituyo entonces a Dios por “El Mundo”, que es una de sus encarnaciones. (Pero aquí “el Mundo” tiene u sentido muy diferente del que tiene en la tradición mística, que opone “Dios” y “el mundo”…).
Todo lo que escribe en la página segunda de su carta me ha impresionado mucho y me ha animado, al ver que no soy el único entre los hombres que sienta estas cosas. Yo pienso en concreto en los que Usted dice sobre “el extraño y misterioso vínculo entre el verdadero trabajo matemático y una cierta bondad en quien lo hace… vínculo que con frecuencia es aparentemente negado y que es tan difícil sacar a la luz…”. Es esto algo que yo he con frecuencia sentido al escribir Récoltes et Semailles, y por lo que la escritura de esta reflexión ha contribuido a mi maduración espiritual. Pero lo que Usted dice en su carta de manera tan clara y delicada no aparece más que entre líneas en CyS, y yo siento que este vínculo “extraño y misterioso” está aún sin comprender y que será necesario volver sobre él; incluso es una cosa muy importante sobre la que volver y tratar de discernir este vínculo tan claramente como sea posible. Será necesario situar con mucho cuidado, en su justo lugar, estas “aparentes contradicciones” que Usted señala, y que hacen que que el vínculo esencial entre creación intelectual y aventura espiritual quede ignorado por todos. Pero yo puedo asegurarle que el espíritu demencial que reina en la actividad científica (¡y no es e la única!), separándola de su sentido espiritual no durará mucho tiempo y que Usted asistirá y (probablemente) participará en el tránsito de una era en plena descomposición a la que la deberá seguir. (A no ser que Usted muera prematuramente antes – yo no conozco los designios de Dios que le conciernen…).
Pero si usted mismo se ha atrevido a pensar estas cosas (a pesar de “la duda y la angustia de pensar lo que se desea y lo que se es”), hay ahí ya una señal de que esa capacidad que se niega a sí mismo, o este “don de soledad”, está bien vivo en Usted. Pues no es el haberlo discutido con sus amigos o el haberlo leído en sabios libros lo que le hace sentir tales cosas, que la misma voz de la “razón” parece condenar como infundadas y pura ilusión. Pero crecer y afinarse espiritualmente es también aprender a discernir la naturaleza de las diferentes voces que hablan al alma, unas con arrogancia, otr insidiosamente y otras humildemente – y saber a cual hay que escuchar. Ninguno de sus amigos ni ningún libro os enseñará esto. Pero si Usted busca de todo corazón y con coraje, Alguien le ayudará, aun sin que llegue a saberlo.
No crea que el haber constatado un “exceso de vanidad” en Usted, es lo que le ha hecho “crecer cada vez más”. Probablemente no sea mayor que antes, pero antes no se daba cuenta o no le prestaba ninguna importancia. Es la misma vanidad la que hace posible, incluso como reacción, darse cuenta de la propia vanidad – y por eso es una cosa tan rara también. Es grande la tentación de volver a cerrar los ojos y dormirse de nuevo una vez que medio despierta. Pero lo que bloquea el progreso espiritual no son los movimientos de la vanidad o del orgullo que surgen como reflejo, incluso entre los mayores de nosotros (así entre los grandes místicos como Santa Teresa), sino la ceguera complaciente ante esos movimientos. Una tal ceguera para ver la propia vanidad es una ceguera espiritual sin más. Porque no se puede ver espiritualmente algo, incluso las cosas más simples y evidentes, que en un estad de verdad. Pero en este estado, no se puede evitar constatar movimientos de orgullo y de vanidad. Tenga por seguro que si un día no los ve, no es porque habrán desparecido sino porque había decidido cerrar los ojos y porque ha quedado en un estado de estancamiento completo.
Querido señor González, me doy cuenta de que esta carta es ya muy larga y que solo he hecho referencia a la mitad de los temas que yo había marcado al margen para responder. También yo voy a dejar el completar mi respuesta en otra ocasión. Me parece que yo me he hecho eco de las cuestiones más delicadas que plantea en su carta. Sin duda que irá entretanto recibiendo los otros fascículos de ReS y los otros textos (incluido l’Esquisse d’un Programme) que he adjuntado. Con mucho interés espero sus comentarios, tanto sobre esos textos que sobre esta carta.
Agradeciéndole de nuevo su interés y su confianza, quedo como vuestro sincero amigo
Alexandre Grothendieck
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