Sigo con mi cita de los viernes. Veo que a pesar de que de que sean algo pesados, mis textos son leídos y comentados. De los comentarios al último arranca el presente.
Aparte de algunas reacciones positivas, se me ha advertido de la posible irresponsabilidad al seguir anteponiendo la fe a la razón, de lo peligroso que es escuchar voces en el interior y de que a pesar de mis intentos de libertad interior siga obedeciendo a amos externos como el supuesto Teos o las autoridades de mi Iglesia, de la que no me he separado totalmente, a pesar de sus aberraciones. No voy a contestar a cada comentario. Pero aprovecharé este viernes para exponer cómo veo yo las cosas.
Antes que nada una síntesis sobre el tema: la fe, la religiosa y la simplemente humana, no surge de elaboración intelectual: ciencias, filosofía, teologías, etc… Estas solo pueden ayudar a depurarla y reforzarla. Pero también a reprimirla o autocensurarla. Si he elegido a Légaut y a Grothendieck como compañeros de cordada no es porque llegaron, con el pensamiento matemático, a encontrar la síntesis suprema de Dios. No llegaron a Él con su lógica racional sino con su escucha interior. Solo para la expresión de lo intuido y vivido les pudo servir la experiencia de su trabajo matemático, como a otros puede servir su trabajo filosófico o artístico.
La fe surge en el interior del ser humano, antes de cualquier expresión y elaboración mental.
En los primeros tiempos pudo surgir como asombro de un homo sapiens de la estepa o del desierto, al contemplar los movimientos de los astros –estrellas, sol y luna– o la vida pujante a su alrededor. Por otra parte el ser humano se hizo consciente de su pequeñez frente a todas las fuerzes cósmicas. Y buscó por necesidad ritos para hacérselas propicias, lo mismo que inventaba técnicas de protección y herramientas para cazar. También en su interior intuyó la diferencia entre matar una presa para comer y a otro homo por envidia. Iba formándose su conciencia. Y, seguramente, nació su consciencia, el darse cuenta de que de él dependía hacer el mal o hacer el bien. Posteriormente, nacieron las expresiones de todas esas intuiciones con pinturas en cavernas, palabras habladas y luego escritas, mitos que explicaban el origen de todo. Estos fueron los primeros relatos cosmogénicos en Mesopotamia, Egipto, India o China. Así, en el neolítico surgen, a la vez, civilizaciones e imperios, que institucionalizan literatura y prácticas religiosas para legitimar el poder de los que mandan.
Pero esa utilización de lo religioso para fortalecer el poder establecido no podía evitar que surgieran nuevas experiencia espirituales de lo divino que reformulaban de nuevo lo religioso y llegaban a veces a cambiar las cúspides del poder. De la Historia Universal de Jacques Pirenne y, en concreto, de las dinastías de Egipto aprendí yo mucho hace casi setenta años sobre esa relación entre religión y política que después analizaría la entonces naciente sociología religiosa. Desde los años sesenta del siglo pasado, aunque no con estricto carácter académico, al que renuncié –más por opción personal hacia el trabajo llamado entones “pastoral”– he seguido de cerca todos los progresos de las llamadas historia y sociología religiosas. Creo que pienso y analizo mucho el hecho religioso, usando la razón. Aplicando a mi interior toda la radicalidad del pensamiento crítico (con toda la crítica la religión, con las grades sospechas dee Marx, Nietzsche y Freud,que, sin embargo, ni siquiera hoy he podido arrancar la fe personal en el Misterio de mi vivencia personal. He ido dando cuenta aquí de algunas lecturas recientes. Aparte de lo aportado por Javier Elzo, debo indicar dos obras fundamentales que me han ayudado a pensar y repensar el hecho religioso y el arraigo de la fe en el Dios de Jesús, como apuesta personal razonable, aunque no imponible a otros:
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Una es la obra final de José Gómez Caffarena El enigma y el misterio. Una filosofía de la religión, (2007, Trotta, 700 páginas), que leí muy detenidamente el año 2010. Me alegro de haberle llamado después para agradecer el bien que me había hecho su lectura, pues se emocionó mucho. Poco después moría. Después su discípulo Manuel Fraijó publicó a su vez, también en Trotta, una Filosofía de la Religión en la que dedica un señalado capítulo a su maestro.
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Pero hay otro libro fundamental que estoy esperando y que será publicado, espero que en 2025, en la misma editorial de Trotta. Voy asistiendo desde hace tiempo a su concepción y enorme trabajo de gestación. Le está costando a su autor, que lo piensa como resumen de todos los libros publicados hasta ahora. Se trata, lo habréis adivinado, de Andrés Torres Queiruga, que en esta obra piensa escribir, con plena libertad, sobre cómo repiensa él la persona de Jesús de Nazaret y su mensaje. No sé aún si tiene ya título. Pero lo esperamos con impaciencia. Sin duda, desde hace mucho, Andrés es para mí un compañero de cordada en esta escalada de nuestras vidas.
Con estas dos obras como referencias, estén tranquilos los lectores. No dejo de revisar mis intuiciones espirituales ni mi responsabilidad de actuar lo más posibles para que en el mundo haya paz y fraternidad. No dejo a Dios la solución de los problemas ni invitaré nunca a buscar en la espiritualidad un refugio y un álibi. Y tampoco me dejaré engañar por “voces” que nazcan en mi interior y podrían llevarme a deliriro psicótico. Pero sigo creyendo que es muy necesario buscar en lo más profundo de nosotros para purificar las raíces de la fe, para que no sea sociológica y heredada sino personal y depurada. Por cierto, estoy muy contento de que Salvador Hernández no condene a nadie sino que exprese su fe en lo que dice e interpreta la Iglesia.Como se verá en lo que sigue, yo personalmente discrepe totalmente de esa creencia en la infalibilidad pretendida por los qua han sid líderes en uestra Iglesia común que es mucho más plural. Son visiones casi del todo opuestas, aunque los dos afirmemos fe en el Dios de Jesús. Animaré siempre el delicioso diálogo que mantiene hace tiempo con Carmen en este portal.
La fe personal en sí mismo, en los otros y en Dios sgún Marcel Légaut
Las estructuras religiosas, con sus dogmas y leyes, no puede impedir que el Espíritu sople donde quiera y que, dentro o fuera de sus confines, algunas personas puedan experimentar la presencia viva de Dios. Y, si logran saberse libres para expresar esas experiencias a los demás, sin temor a las reacciones de quienes mandan, es probable que vean sometidos a represión y, si persisten en su “rebeldía”, a la excomunión del grupo. Tal vez a la tortura y la muerte, si la institución religiosa tiene poder para ello. Esta ha sido la historia real de las religiones establecidas como identidad grupal.
Puede uno sentirse afortunado de no haber vivido en otros tiempos, en los que hasta los mayores santos místicos hoy canonizados pasaron por esas pruebas. Y el mayor ejemplo está en Jesús de Nazaret, juzgado, crucificado y muerto por expresar con libertad su mensaje liberador y haber sido fiel a su misión hasta el final. A seguir a Jesús con fidelidad he dedicado mi vida. Aun proviniendo de un ambiente católico de muchas generaciones, fue apareciendo casi desde el principio una contradicción entre lo enseñado y legislado por mi Iglesia católica y lo vivido y pensado por mí. Y tal vez esa fe personal y esa pertenencia católica-universal no habrían persistido en mi si no me hubiera encontrado con Marcel Légaut cuando tenía cuarenta años (1972) y y muchos desengaños a mis espaldas. Primero a través de sus libros. Y desde hace cuarenta con el contacto personal. Sin ese instructor experto y sin hacer cordada con él, tal vez no hubiera salido del rebaño, haciendo carriera aun tragando sapos, o hubiera abandonado del todo la fe.
Y creo que llega el momento de presentar mejor esta persona, que a pesar de los esfuerzos realizados por darle a conocer es un gran desconocido. Para ello voy a reproducir unos fragmentos de lo que yo escribía sobre él, poco después de su muerte. Se trata de artículo mío, publicado en un número de Iglesia Viva, dedicado a Juan de la Cruz (el nº 161, de 1992: San Juan de la Cruz y el resurgir de la mística ) que programamos entre Fernando Urbina y yo: Marcel Légaut: modernidad y vida espiritual
El 6 de Noviembre de 1990 moría en Avignon Marcel Légaut. Tenía noventa años y viajaba solo desde Suiza, donde había tenido su última convivencia con lectores y amigos. Cuando le llegó su hora estaba en pie, esperando un autobús. En el maletín de viaje, el manuscrito de su último libro, que estaba completando y que aparecerá pronto, para el que había escogido con ilusión un título. Me lo revelaba unos años antes, cuando aún era sólo proyecto, con un rayo de picardía en sus ojos: “Modernidad y Vida espiritual”.
Si todo escritor pervive en su obra, quien como Légaut ha escrito libros tan profundamente personales, su vida sigue siendo palabra y llamada. Sus libros son todos de autor, testimonio de lo vivido, no libros académicos con citas eruditas. Los títulos marcan hitos en la búsqueda y el camino seguido. “Trabajo de la fe”, “Plenitud de hombre” con dos partes, “El hombre en busca de su humanidad” e “Introducción a la inteligencia del pasado y el futuro del cristianismo”, “Mutación de la Iglesia y conversión personal”, “Llegar a ser uno mismo” “Creer en la Iglesia del futuro”… Su último título, “Modernidad y Vida espiritual”, expresa lo que más le preocupaba en los últimos años, al darse cuenta de que ese había sido el sentido de su búsqueda a lo largo de casi un siglo. Redescubrir la espiritualidad más auténtica desde la modernidad, dar vida espiritual al hombre de hoy sin que tenga que renunciar a los valores de su modernidad: racionalidad crítica, libertad individual, responsabilidad creadora frente a la sociedad y la cultura.
[…]
Sin dejar de unirse con los clásicos en lo fundamental —y sus convergencias con Juan de la Cruz han sido aquí sólo apuntadas, aunque podrían desarrollarse y documentarse en estudios posteriores— son muy significativas las diferencias, frutos de la cultura moderna que vive Légaut y que impregna su camino espiritual desde los mismos comienzos. Es importante, para comprender estas diferencias con otros escritores espirituales, recordar las coordenadas biográficas de Marcel.
Nace en 1900, y sus años coinciden por tanto con los del siglo. Hacia 1919, cuando ingresa en la Escuela Normal Superior de París —centro del laicismo cultural francés— conoce a Mons. Portal, que ha formado unos años antes un grupo de estudiantes, con el fin de compaginar cristianismo y cultura. Portal es un sacerdote paúl que ha estado en el corazón de todo el movimiento modernista y ecuménico del fin de siglo. León XIII aprobó su relación con el anglicano Lord Halifax y la fundación en París de una avanzada revista ecuménica, “Revista anglo-romana”, en la que colaboraba Loisy. Se mantuvo en el sacerdocio tras la crisis del movimiento modernista promovida por Pio X, aunque conservando una relación de amistad con los excomulgados o secularizados. A los jóvenes de la Escuela Normal no les habló nunca de aquellas “batallitas”, que Légaut tuvo que descubrir mucho después en el libro de Poulat. Pero les estaba transmitiendo lo mejor del intento modernista: la recepción personal de la revelación de Jesús, por la lectura directa del Nuevo Testamento y el comentario comunitario.
Portal muere de repente en 1926, pero el grupo continuará sobre todo gracias al empeño del joven profesor de matemáticas Légaut. Por aquella comunidad cristiana, “Tala”, en un medio laico, pasaba con frecuencia y dirigía retiros Teilhard de Chardin. Légaut pudo así conocer, discutir, asimilar y tal vez depurar, antes de su publicación, libros de tanto impacto posterior como “El fenómeno humano” y “El medio divino”.
La guerra mundial supone, como para tantos intelectuales de su generación, una crisis existencial. Dedicado hasta entonces a la enseñanza de las matemáticas y al apostolado entre estudiantes y jóvenes profesores, el joven teniente célibe descubre, mezclado en las trincheras con obreros y campesinos, la poca solidez humana que tiene su vida de intelectual y espiritual. Poco a poco irá optando y escogiendo un nuevo marco para su vida. A los 41 años se casa con Marguerite Rossignol y ambos eligen como hogar una finca de montaña, cerca de los Alpes, que ellos mismos trabajarán. Pronto se le hace imposible seguir con las clases en Lyon. Sus seis hijos y el trabajo rural le ocupan el tiempo. El sigue su obra espiritual y va comentando sus nuevas experiencias con los amigos del grupo que vienen de vez en cuando a verle. Entre ellos, personas de la talla de Gabriel Marcel. Pero tarda más de veinte años en publicar el primer libro de la nueva serie que recogerá su nuevo camino, bajo los títulos que antes he enunciado.
Para Légaut la vida espiritual debe surgir de las experiencias fuertes que constituyen la persona humana como tal. Y tres son para él las experiencias básicas que forman al hombre como persona: el amor, la paternidad y la muerte. La experiencia del amor y de la paternidad, que salvo excepciones se desarrollara en la densa aventura que es el amor conyugal y la familia, invitará a la persona a ascender con realismo y base firme hacia ese saber recibir la presencia del otro como don, saber estar y ser plenamente para el otro con respeto de su ser, pues al otro no se le puede poseer. El amor y la paternidad, que tienen una base instintiva, invitan constantemente a una obra espiritual por la que el hombre se acerca a Dios y se hace creador, aun aceptando su carencia de ser experimentada crudamente en la evidencia de los propios límites y en la anticipación lúcida de la propia muerte.
[…]
El humanismo de la espiritualidad de Légaut no es por tanto un dato a explicar, como en otros autores espirituales, donde está implícito porque la cultura de su tiempo no se lo permitía explicitar. Como también es evidente el lugar primordial que ocupa en él la libertad individual. En la medida en que el hombre trabaja y profundiza en su humanidad, en el fondo de su conciencia, tiene que decidir y crear su propia vida, respondiendo lo más que pueda a las exigencias interiores que sólo él puede oír. Ahí se encuentra el hombre en la más absoluta soledad y nadie le puede ayudar desde fuera. Ahí, en la atenta escucha de lo más profundo de sí y en el creador ejercicio de su libertad, se encuentra con Dios, que sólo le acompaña, pero no le libra de esa irrenunciable tarea de optar. Las normas y reglamentos han podido servir propedéuticamente en otras épocas. Ha podido en otra época considerarse la obediencia a la ley como virtud. A medida que avanza la obra espiritual —el camino interior dirían otros— la obediencia tiene que dejar paso a la fidelidad, lo mismo que en otro aspecto la doctrina tiene que procurar que surja la fe. Lo que va a conducir al hombre espiritual, maduro en adelante, va a ser la fe y la fidelidad. Fe en el misterio insondable de sí mismo, del otro y de Dios, y fidelidad al sentido y misión de la propia vida, que se descubre en los acontecimientos, la memoria de lo vivido, las presencias interpelantes —sobre todo la de Jesús— y la escucha interior. Ya no son suficientes la doctrina y la obediencia, sumisamente aceptadas, a riesgo de decaer del vigor espiritual en la rutina. Sólo por este camino la mística sigue el camino de madurez humana seguido por Jesús, y sólo así es presentable al hombre moderno occidental.
¿Quién dará seguridad al hombre espiritual, al místico dirían otros, de que esa opciones tomadas conducen su vida hacia su plenitud de ser y de verdad, hacia la misión única con la que Dios espera que el hombre colabore en la construcción del mundo y del Reino? Ninguna autoridad exterior puede tener la última palabra, ninguna evidencia interior puede destruir totalmente la duda de si se está acertando. El hombre debe ir aprendiendo a convivir con esa incertidumbre que por otra parte le hace siempre buscar, revisar, escuchar más profundamente.
[…]
Légaut distingue muy bien lo universal de lo general. Lo universal se descubre o se nos revela, surgiendo de lo profundo del hombre, en la medida que éste va llegando a su autenticidad de ser. Jesús es universal. General en cambio es una forma o doctrina que, tal vez por saberla surgida de un hecho universal, se intenta hacer válida para todos los hombres y épocas. La pretensión de poseer una verdad o religión general es el origen del fundamentalismo. El verdadero ecumenismo, que une tanto la fidelidad a la propia tradición como el respeto y escucha del otro, sólo será posible en el cristiano que viva el valor universal de Cristo, aun sabiendo que las fórmulas e instituciones cristianas no son sencillamente generalizables.
Para quien quiera leer el texto completo de mi artículo en PDF de Iglesia Viva (he omitida dos terceras partes del mismo), dejo aquí el enlace: https://iviva.org/revistas/161/161-08%20DUATO.pdf
Y antes de acabar, un párrafo solo de Alexander Grothendieck, en el que cita a Légaut y lo que represent para él:
Durante estos últimos días también he tenido la alegría de empezar a conocer el libro “El hombre en busca de su humanidad”, de Marcel Légaut, y reconozco en el autor a un verdadero “hermano mayor” espiritual. Este excelente libro, de inspiración cristiana, testimonia una autonomía interior y una lucidez excepcionales, a la vez que una experiencia de la vida espiritual y una profunda visión religiosa que estoy lejos de haber alcanzado. En la situación actual, para un pensador religioso de esa clase que ha alcanzado tal autonomía espiritual, no puede haber lugar en ninguna religión establecida405 – identificada con una doctrina intangible, conservada y representada por una estructura jerárquica, que se presenta como autoridad espiritual
En los místicos cristianos que había conocido con anterioridad, me extrañó y desconcertó su docilidad incondicional frente a la Iglesia. Claramente ésta representaba para ellos la autoridad suprema e intangible. Al dirigirse a ellos, Dios no tenía más remedio que amoldarse a ella escrupulosamente, so pena de ser tomado por el Maligno intentando engañar al fiel y perderlo para siempre. He tenido la gran fortuna de encontrar al fin uno de ellos cuya fe en Dios, y la experiencia personal de Dios que la nutre, están por delante de la obediencia a una Iglesia o a una doctrina. (La llave de los sueños o Diálogo con el buen Dios, Notas 12, pg. 337)
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La,fe personal tiene un aspecto dinámico.
Tal fuerza, poder de transformación no está sólo en la trasmisión del mensaje (predicación, enseñanza) sino que realiza, comunica, una salvación, transforma al receptor, es cómo una comunicación de vida, hace distinto al creyente. Y a su percepción de la verdad. Debido a esto se le pide tachar de dogmático, fanático o que va de sobrado
Tal es el sentido rotundo de nuestra fe, que no la producimos, sino que acontece.
Para Antonio Llaguno.
Haces afirmaciones y alguna observación interesante, lamentablemente no me interpretas bien.
Cierto que te transcribo citando a Halik. ” la fe es una apertura al Misterio .Pero yo lo escribí basándome en mi experiencia personal y las de personas de mi círculo con las que tengo relación.y esa experiencia es tal como yo la describo.coincidimos en que experimentamos lo mismo y en que le damos la misma valoracion
Pensé que tratabas de interpretar lo que Halik quería decir. Mis disculpas.
Obviamente sobre tu experiencia personal y la de tus próximos, no tengo gran cosa que añadir, si tu dices que es así así será.
No sé si en esta, ocasión he conseguido poner mi repuesta bajo tu comentario, pues escribo desde un móvil que nunca me lo permite.
Una puntualizacion: tienes que observar que Lutero y con él toda la Reforma y así hasta los protestantes de hoy en día tienen una concepción jurídica de la,Redención ( se les atragantaba San Pablo) por cierto, cada vez que se quiere hacer una revisión de la enseñanza cristiana, es San Pablo el chivo expiatorio. Lutero vivía atormentado por su propia condenación.
Haces bien en resaltar que no sólo los cristianos son creyentes. El creyente cristiano es el creyente que cree en Cristo y queda absorto (abrumado) en su divinidad. Existen muchos creyentes que no creen en Cristo, y no son falsos creyentes, por ejemplo un fiel musulman para no ir más lejos. Pero eso tú lo sabes, pues es doctrina paulina.
Antonio (Llaguno): la fe es una apertura al Misterio.
No cabe ni se puede concebir como un hecho de razón, lo que es deducible o aprehensible por la mente humana, de ahí que algunos intervinientes hablen de esta fe explicandose en términos tales que identifican de una intuición, cuando realmente quieren decir que nace del espíritu como si no pasara por la mente, sino después, tan a posteriori en búsqueda de su racionalización. La fe realmente es razonable, ¿ pero en qué se apoya? Pues, en la Persona que se nos revela en nuestro interior. “Yo la llevaré al desierto y la hablaré en su corazón “
Yo no se si Halik cuando dice que la fe es una apertura al misterio quiere decir que “nace del espíritu como si no pasara por la mente, sino después”. El contexto en que hace esa afirmación no va por ahí, desde luego.
El contexto de tal afirmación va por la necesidad del creyente (No necesariamente del cristiano sino de cualquier creyente con cualquier fe) es la de vivir en un “no saber” en la falta de certeza.
El creyente, y esto se da muy frecuentemente en los católicos o protestantes más literalistas y dogmáticos (Por ser diplomático y para no llamarles inquisidores talibanes), lo que busca en muchas ocasiones es esa seguridad que le aportan las certezas, los dogmas, los ritos; como una suerte de “pases mágicos” que le confortan y le hacen tener una sensación de seguridad que no tiene cuando se enfrenta al “silencio de Dios”.
Yo estoy muy de acuerdo con ello. Incluso voy un paso más allá. Cuando nos enfrentamos a otras discipinas que no tienen por qué aceptar la posibilidad de una trascendencia religiosa, como es la ciencia positiva u otras como la filosofía atea o incluso la economía, el creyente se encuentra en una posición de inferioridad puesto que no sólo el razonamiento sino incluso el lenguaje, es rechazado por el interlocutor como supersticioso y falto de rigor… y tengo que reconocer que cuando me enfrento a algunos dogmas sagradísimos como la Virginidad de María o la Transubstanciación, sencillamente no me extraña.
Es por eso que si el conjunto de los que tenemos fe, profesemos o no una religión, queremos sobrevivir (Intelectualmente al menos) en el mundo moderno, debemos acostumbrarnos a que esa fe esté desprovista de esas certezas “mágicas” que la acompañan cuando pasamos de la fe a la religión.
En concreto y tratando de tu respuesta, yo no puedo asguirar que mi fe provenga del Espíritu, porque nunca he dialogado, al menos conscientemente, con Él. Y si te refieres a “mi propio espíritu” tampoco tengo un diálogo fluido con él. Nunca me ha hablado y nunca se presentó formalmente; no se donde vive y no hablo su idioma (Esto es lo que te diría un ateo).
Por eso hablo de “mi interior” de “mi reflexión PERSONAL” y de “mi silencio”
Eso sí sé lo que es. Si hablo su idioma. Sí sé donde vive, donde está. Y un ateo no puede negar la mayor. Podrá darle o no valor pero eso no me importa, porque el valor se lo doy yo mismo y no me impide el diálogo con él, y aprender de su experiencia, puesto que yo también tendré que valorar sus argumentos.
Por eso son tan importantes para mi esas voces que Antonio oye y yo también.
La subjetividad de los reformadores protestantes es ahistórica, y no puede ser de otra manera, pues veían a la Iglesia prostituirse en su praxis y en su doctrina. Su vuelta,al Evangelio más que al mensaje volvía a llegar a conocer cómo era y cómo se comportaba la primera comunidad de cristianos reflejada en el Nuevo Testamento A pesar de las,enormes diferencias entre Lutero y su Iglesia Reformada, y sus inmediatos seguidores fundadores de otras iglesias., nunca se plantearon sus propuestas como respuesta al ateísmo, al planteamiento de la existencia y naturaleza de Dios, como el humano actual.
Su búsqueda era cómo llegar a la verdadera doctrina salvífica.Pero esta fe personal se plantea si estamos rn la razón verdadera de las cosas, o si en realidad no necesitamos salvación., si esta posible salvación es un fon divino, o di se adquiere por nuestros propios méritos. Son seudo interrogantes sin respuestas.
USO – Gracias!
Lo que me impide a mí aceptar el concepto de fe personal tal como se viene cultivando aquí, consiste en que expresa una total desconfianza, primero en el portador del mensaje y luego en el contenido del mensaje en sí, o alternativamente según quién se exprese.
Ese substrato clerical que rezuma Atrio empeora las cosas. No es lo mismo haber tenido una trayectoria totalmente laica que haber estado comprometido como agente de lo pastoral.
La cuestión se tiene que haber convertido en graves problemas de conciencia.
Mientras no se aclaren ambos conceptos ¿ el portador o el contenido? Estaremos inmersos en un mar de incertidumbres. Los protestantes lo resuelven rápido, colocan la fe e una pura subjetividad.
La fe personal adquirió un nuevo sentido en los programas y manuales para el catecumenado, inmerso en la Pastoral de las diferentes diócesis tras el Concilio. Tienen especial relieve los editados por la Diócesis de Huelva. Los kikos utilizaron este método y lo aplicaron a sus enseñanzas particulares.
Se trataba entonces de buscar nuevos caminos para la pastoral que sustituyera la acostumbrada Pastoral Sacramental, donde los ritos prevalecian, sobre una enseñanza o instrucción de la fe .Empezaban las primeras deserciones en la frecuencia a los sacramentos producto del desarraigo urbano ( inmigración interior) y el contacto con otras corrientes de pensamiento, ya sea por la emigración de temporeros hacia Europa,ya por un nivel de instrucción o más acceso a la lectura.
El otro día, Antonio me escribió para recomendarme un par de libros y si me veía capaz de hacer una reseña de ellos.
Uno de ellos fue un descubrimiento para mi, porque encontré un teólogo desconocido por mi parte, que daba sentido a muchas de las intuiciones que yo siempre he tenido pero con un rigor teológico que yo, al no ser profesional del tema, no puedo tener. No obstante acepté el reto y trataré de hacer esa reseña porque me parece un verdadero descubrimeinto.
Se trata de Tomas Halik, checo, y que ha sido respaldado y prmocionado por los tres últimos papas, habiendo sido nombrado, ni más ni menos que por Benedicto (El gran enemigo del relativismo) como Prelado de Honor del Papa.
Pero ¿Por qué saco a colación esto aquí? Porque viene al pelo. Porque en ese libro (“La tarde del cristianismo”, Ed. Herder) Halik, lo que diferencia es entre religión y fe.
Porque la fe es exclusivamente algo personal, de hecho, Halik tiene un par de definiciones o características de lo que es la fe muy interesantes. Halik afirma que la fe es “una apertura al misterio que nos anima a confiar a pesar de no tener todas las respuestas” y más tarde asegura que el conocimeinto de Dios solo es posible a través del “No saber” y nos anima a vivir con esa incertidumbre o falta de certezas (Tal y como entiende el concepto de certeza el hombre y la mujer del siglo XXI).
Por eso dice que para llegar a Dios nos es muy util el silencio, la ausencia de estímulos externos y la mirada hacia el interior de cada uno.
Pero además, afirma que Dios es relación, es comunidad (Con la trinidad como referencia) por lo que ese conocimiento de Dios solo puede ser “real” si lo hacemos comunitario es decir si lo ponemos en “comun-unión” con nuestro prójimo, con nuestra comunidad, con quienes nos rodean.
Obviamente, toda la retahila de dogmas y de preceptos o de celebraciones y sacramentos, con lo que tienen que ver es con la religión, es decir con una expresión reglada y organizada de una fe común, que cada uno de enosotros puede asumir… o no.
Halik afirma que el futuro del cristianismo (Y de casi cualquier fe que quiera pervivir en el mundo que se acerca) transitará por esa convivencia ecuménica con otras fes y creencias con las que compartimos experiencias y mundo.
Por supuesto, que para eso, hay que escuchar la propia experiencia personal, en primer lugar; porque quien no se acepta a simmismo, no puede aceptar lo que los demás le aporten. Al menos no puede hacerlo libremente sino de una forma forzada, sometida.
En este sentido, yo no me preocuparía de “esas voces” que Antonio (Y otro Antonio, es decir yo) escucha dentro de si. Dios nos habla al oido y los grandes místicos (Y algún que otro santo) tambiñen escucharon esas voces, tambien descubrieron lo que Dios les tenía que decir.
Muy al contrario, dialogaría con ellas y las pondría en común.
El mismo Cristo tuvo que hacerlo. Hay una escena muy llamativa en “La última tentación de Cristo” doinde se ve a Jesús luchando contra ellas hasta que las acepta. Y en mi modestísima opinión, esa escena “si non e vera e ben trovata”
Gracias Antonio Ll por tu interesante comentario. Creo que es apropiada la definición de fe de esa ”apertura ante el Misterio” que nos ofrece la fe..que nos guía e ilumina con más certeza que la “luz del mediodía”…
Sin embargo, creo también que esa fe tiene un sustrato racional puesto que NO es pura fantasía de los dioses greco-romanos, sino que el intelecto asiente y la voluntad consiente ante lo que es posible..por supuesto en grados de “credibilidad”.
Por eso La Iglesia incoada por Cristo es un camino -no un fin- por su exposición y guarda de La Palabra, Su Liturgia y Sacramentos y Su Pastoral para que la fe pueda transitar segura de llegar a la meta: la unión con el Amor de Dios. Cristo nos conduce por Su mejor camino. Y lo tenemos todos los cristianos “a la mano”.
Un saludo cordial
Santiago Hernández
Cuando el inicio de la,Guerra Fría, casi enseguida después de la IIGM, el régimen político de España dejó de ser una preocupación, pues el mundo y su hegemonía se articulaba en dos bloques dejando dividida a Europa en dos mitades por lo que se vino rn llamar el Telón de Acero. España geográfica y políticamente estaba fuera del ámbito soviético. En España empezaba el Tardofranquismo, con los Planes de Desarrollo del Ministro López Rodó, la apertura comercial, la ONU, las bases de EEUU,el turismo, y los planes de consolidación del régimen Y con ello cierta apertura social que se fue haciendo más progresiva. Las comunidades protestantes que habían sobrevivido recibían las visitas y la “estancias” de misioneros y pastores que las revitalizaban.En esas circunstancias y en diálogo con la población en su léxico utilizaban el concepto de fe personal en contraposición a la fe muerta o sistema de creencias ajenas a la Biblia que practicaban los católicos. No sé si observan el paralelismo con el uso que hicieron luego los católicos con el concepto según los grupos se iban revitalizado y creando comunidades, lo que se daba en las zonas urbanas y en los barrios populares, influidos por el ambiente social y político. Se tiñó de “compromiso personal” en nuestro argot.
¿Pero qué es lo que se hereda? Se pregunta Román. En realidad, lo que se hereda, (de ahí que no haya necesidad de buscar), es la realidad del mensaje, no su literalidad predicativa. Y el mensaje es lo que, por ser real, trasciende en el proceso histórico incurso en la realidad del mundo. Si acaso las elucubraciones, como dice Román, vendrían facilitadas por la ambigüedad que ofrecen los juicios en la predicación donde él sitúa la fe… de momento lo he de dejar aquí.
En los primeros años de la década de los 60 empezaba a correr por nuestros círculos la expresión “fe sociológica” , porque viviamos con inquietud en la búsqueda de otra espiritualidad que llenase nuestras ansias de más autenticidad.
En aquel momento histórico se descubria el aspecto vivencial de la fe más como una experiencia, que su aspecto conceptual y ritualizado. Parecía que la sociología venia en nuestra ayuda, con un adjetivo que dejaba ver a las claras que en nuestra sociedad se practicaba una fe basada en un conjunto de creencias heredadas, un substrato cultural, que se expresaba en ritos, alejada de la praxis, las exigencias éticas del Evangelio y que rn nada transformaba el corazón humano.
Fue un camino inicial de purificación que nos ayudó a ser más receptivos y entusiastas con lo que venia del Concilio que se estaba celebrando (1963-1965)
Muchas gracias, Antonio por tu detallado escrito, que has compartido con todos nosotros. Conozco a muchos de los autores que citas y yo tambien recurro a ellos cuando “los necesito”. Por el simple hecho de participar en este coloquio voy a añadir algo. Me refiero al último número de Concilium (nº 407) dedicado a la Oración: Nuevos textos, nuevas formas.
Se me ocurre que es bueno reservar un margen para improvisar y dar un toque personal a la fé, respetndo el trasfondo “oficial” pero añadiendo aspectos propios coincidentes con la personalidad de cada cual. Matices inspiradores de nuevas conclusiones o nuevos ecos de la Sagrada Escritura trasladables a deseos de mejorar el mundo. Sin olvidar que en un momento historico como el actual, habrá que contrarrestar la desesperanza.
La fe cristiana es forzosamente hereditaria, porque es profética, producto de una predicación, la trasmision de un mensaje de una Persona y unos hechos salvadores. Dice el apóstol que la fe viene por el oír.. En otro momento dice que es por la locura de la cruz, de su predicación. Profetas, enviados, embajadores, son los ministros de la Nueva Alianza Volver a los rudimentos de la búsqueda de la fe es como despreciar la fuente de agua viva y hacerse una cisterna ¡ A ver si llueve¡
¿Qué es fe personal? Para mí no es más que otro eufemismo con el que adornamos cierto tipo de creencia . Cierto que nos permite elucubrar incluso con categorías filosófico-teológica, porque la circunscribimos a “de una naturaleza tal” que por necesidad tiene que ser otra y distinta a la nuestra. Una mentalidad panteísta no puede concebir la divinidad en estos términos. Cabe el panteismo en el posteismo porque a Dios se le objetiva como un constructo , una proyección, humana, para regocijo de quienes han coqueteado con un ateísmo científico como el marxista.
La fe personal, cabe en una mentalidad de New age, porque resalta la actitud del individuo ( solo ante el peligro ) frente a la masa, el común de los mortales privados de iluminación Pero en términos cristianos no puede ser sometido a variantes adulterativas. ” Me amarás con toda tu mente, con todas tus fuerzas, con todo tu corazón ” esa creencia de una persona cristiana tiene mucho de aceptación y todo de seguimiento en un Dios que se revela. No le llaméis Señor sin hacer lo que El os dice. A eso se debe que hay quienes han empezado en no llamar Señor a Jesús el Cristo de Dios. Lo hace más fácil.
Entiendo por fe personal el acto voluntario y libre con que entrego plena y confidamente todo mi ser al Misterio Supremo que llamo Dios. Él está en mí, en los demás y en todo. Por eso esa fe es en mi, en los otros y en el Otro en quien tdos somos.
Y distingo entre este acto personal de fe y la fe sociológica, que a veces es heredada y que por lo general cada persona llega un momento en que tiene que situarse entre:
–aferrarse a todo lo propuesto por su comunidad religiosa (¿cuál entre tantas?) como catecismo o dogma (optar por “el rebaño”) ,
–discernir por si mismo (acompañado de algunos creyentes que lo ha hecho ya) entre lo que implica esa fe esencialmente (ahondar, purificar y afianzar la fe) y lo que son plasmaciones histórica de contenidos que pueden ser propeudéticas, pero no esenciales (P.e.: la existencia del purgatorio, las indulgencia, la construcción monárquica de la Iglesia…).
-o declararse no creyente en Dios, como realidad viva por la que uno compromete su vida, siguiendo a Jesús si uno lo ha tomado como jefe de cordada para llegar a Dios o siguiendo otro camino que le indica su conciencia personal.
¿No te parece, Román, que valdría la pena continuar este diálogo a fondo sobre lo que tú y yo hemos hablado muchas veces, coincidiendo a veces y discrepando otras?
Rosalia De Castro: “Es feliz el que soñando muere. Desgraciado el que muera sin soñar”
Para dar un poco más de continuidad a mi comentario de ayer, anoto hoy como punto de reflexión mi total acuerdo con este enunciado: “La fe surge en el interior del ser humano, antes de cualquier expresión y elaboración mental” Sí, pero, como digo, entonces ¿por qué se alude a la intuición?, si como unidad de conciencia, la intuición, ha dejado ya atrás ese primer momento en donde la partida se juega solo en el propio sentir humano? Este sentir impresivo aun careciendo de conciencia es por ser humano ya de por sí intelectivo y, por tanto, un momento de nuestro sentir abierto a la realidad. Ese es el momento de depositar toda nuestra confianza-
-Ahí es donde, en caso de necesidad depurativa, habrá que recurrir siempre, antes de acudir a cualquier otra secundaria instancia. Desde luego nunca a ninguna elaboración intelectual sea del ámbito que sea. De las ciencias, de la filosofía o de la teología. ¿Por qué? Porque de ser así se volvería a caer con todo lo que tiene que ver con la intuición y con su contenido, es decir, con aquello que por su objetividad estimulante nos deja fuera de la propia impresión de realidad- -Por eso, a mi juicio, el trabajo espiritual tiene su origen en esta fundamentación primordial en la que cada cual, pueda orientar en ella, su propia experiencia personal.
Pues sí. Un diálogo super entretenido y desde hace años. Para mí la clave está en, además de su paciencia infinita, que no es lo menos importante, está en que hablamos de igual a igual. Pese a decir que tiene La Verdad, nos tratamos como iguales, que es lo que en realidad somos.
Puede haber algo más estupendo que hablar con una persona que piense exactamente lo contrario que tú y mantener el diálogo años?
Es una experiencia estupenda. Porque nadie es mejor que nadie. Se tenga o no la Verdad. Y eso lo sabemos los dos. Aunque muchas veces hemos dejado de hablar porque resultaba cansino, decían…tanto dios, tanto Dios…
Como si el concepto de Dios en una religión fuese una causa menor.
Por cierto, lo de cuidado con las voooces y cuidado con los sueeeeños, era bromica. No me preocupa para nada tu cabeza. Me preocupa más la mía.
Cuídate. Ahora está entrando el frío.
Previamente, antes de comentar sobre la presente reflexión, quiero anticipar, para evitar confusiones que nunca me ha pasado por la cabeza, pensar que tanto Legaut como Grothendieck, llegasen a tal nivel de profundización de otro modo que no fuese mediante su propia escucha interior. No lo he pensado en absoluto ni de M.L. que conozco su Obra ni tampoco de A.G. de quien solo conozco que era un gran matemático-
-Lo natural es pensar que ambos llegasen a ese nivel tan profundo habiendo partido de la razón matemática, pero esto no significa que durante el proceso de profundización se mantuvieran en la asepsia de sensibilidad que caracteriza a la matemática. Más bien creo lo contrario que fue esta, la sensibilidad y no la intuición la que les salió al paso. Legóut lo muestra palmariamente, AG mediante la interpretación.
USO-Gracias!
Antonio, te leo:
“se me ha advertido de la posible irresponsabilidad … de lo peligroso que es escuchar voces en el interior… No voy a contestar a cada comentario. Pero aprovecharé este viernes para exponer cómo veo yo las cosas.”
¡Qué vivo! Así es fácil declararse “hombre de DIÁLOGO”, saltándose concretas preguntas.
La “irresponsabilidad’ habla de exponer “sueños” “oír voces” que sean rectores de conductas sin el más mínimo CONTROL.
Te recuerdo que por algo se llama ese tipo de control: AUDITORÍA.
Pero, en cambio, te veo seguir lo que te propusiste sin dar bolilla a los que se toman el laburito de comprenderte.
Agradezco lo que “haces”; no lo que “dices” en solitario.
Amigo A. Duato: Antes de nada decirte que comparto totalmente lo que dices, así como el proceso espiritual que describes tanto en ti como en Légaut, en Grothendieck y tantos otros -alguno he conocido de cerca-, incluido Juan de la Cruz y sus noches…
Las noches pueden ser una prueba terrible para la fe y para quien las sufre -insisto que he conocido alguno, teólogo, de cerca, cristiano muy convencido y de vida ejemplar-… Solo añadir -siempre según mi parecer- que ante el inmenso Misterio de Dios, del Dios Trascendente -si no es Trascendente no es Dios, aunque también sea inmanente-, la fe en algún momento se antepone inevitablemente a la razón; Y esto, a mi juicio, es muy lógico, muy lógico. A lo trascendente no puedo acceder directamente con la razón. Lo irresponsable sería -siempre en mi opinión- pretender acceder a Dios con la razón. La razón ayuda, pero no puede más que llegar al umbral de lo Trascendente e intuir…
Juan de la Cruz llegará a decir: ¡Qué bien sé yo la Fonte que mana y corre, aunque es de noche…! Y no puede decir más que “qué bien sé yo…” Ese “qué bien sé yo…” no es la conclusión de un silogismo, sino la conclusión de una experiencia que trasciende y se hace más clara que la luz del mediodía….
-Con ello quiero decir que comparto la idea de quienes hablan de un “Instinto de fe, de creer”, como también puede hablarse de un “instinto ético”, instintos que van emergiendo y purificándose al ritmo de nuestro proceso evolutivo madurativo. Por eso no deben sorprendernos las inmadureces en nuestras doctrinas y relatos de fe. Los humanos siempre llevamos con nosotros nuestra inmadurez lógica, social y espiritual. Esto no deberíamos olvidarlo, si queremos mantenernos dentro de un marco racionalmente aceptable. Lo que no quiere decir “silencio”.
-De ahí ese concepto de obediencia (Clemente Romano y otros…) que nunca se equivoca, aunque la orden no sea correcta… Aquí caben las palabras de Pedro: Es preciso obedecer a Dios (y a la propia conciencia bien formada, humilde) antes que a los hombres… De ahí la fe y los valores auténticamente humanos…, de ahí la prioridad del amor que humaniza… De ahí la necesaria relativización de muchas de nuestras verdades humanas, y de ahí también la apertura a un ecumenismo sano, sereno, que propicia encuentros en torno a lo esencial, que es el hombre y la mujer… En la atención al hombre y la mujer, empezando por quienes más nos necesitan, se encuentra a Dios Padre. Ojalá que aprendamos a ser UNO en la diversidad, en esa diversidad que enriquece y humaniza y relativiza cosas… Dentro de la diversidad abierta y acogedora se encuentra el amor que une y humaniza.