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Un cura republicano en el Madrid asediado

Fue la lectura de la trilogía de Arturo Barea (1897 – 1957) conocida  como “La Forja de un Rebelde[Nota 1]y más concretamente la del tercer tomo titulado “La llama“, en la que el autor da cuenta de su feliz encuentro con el cura republicano Leocadio Lobo, la que me dio las primeras noticias de este cura republicano.  

 

El descubrimiento de un personaje como Leocadio Lobo me sorprendió tanto porque nada sabía de él, cuanto más al ver tan elogiosamente citado a un cura de mano de Arturo Barea, cuando este ya había acumulado muchas y duras experiencias, estaba divorciado y había tomado conciencia critica frente a la Iglesia, y su papel en la Guerra Civil, y frente a la educación religiosa que había experimentado en el Colegio y en casa de sus tíos con los que convivía.

 

LOS TESTIMONIOS DE ARTURO SOBRE LEOCADIO

En tales circunstancias, no duda en afirmar Arturo Barea:  

 El hombre que me ayudó más entonces, como me había ayudado a través de todas las semanas infernales que habían pasado antes, fue un sacerdote católico, y de todos a quienes he encontrado a través de nuestra guerra, es el hombre para quien guardo mi mayor amor y respeto: don Leocadio Lobo”. (2)

Y dirá también:

“(…) Yo sentí inmediatamente la gran atracción de un hombre que había sufrido y aún seguía creyendo en los seres humanos con una fe simple y grande. (…) Sabía, porque yo mismo se lo había contado, que yo no era un católico practicante, sabía que me había divorciado y que vivía con ILsa  “en pecado mortal”  y que intentaba casarme con ella en cuanto el divorcio fuera firme. No le ahorré mis discursos violentos sobre la clerecía política en complicidad con los poderes ocultos, ni mis discursos sobre la ortodoxia estúpida que me habían inculcado en mi edad escolar y me habían obligado a rechazar violentamente, Nada de eso pareció afectarle, ni impresionarle, ni menos aún cambiar su actitud hacia nosotros que era la de un amigo cariñoso y cálido (…) Era una de esas gentes que os dan la impresión de que solo dicen lo que es su verdad interior y no están dispuestos a hacerse cómplices de lo que creen una mentira (…) Su historia era bien conocida en Madrid. (…) eligió una parroquia de obreros, rica en rebelión y blasfemias. No dejaron de blasfemar por él pero le querían porque pertenecía a su pueblo. Al principio de la rebelión había tomado su lado, el lado del Gobierno republicano y había continuado su ministerio”.

Según testimonio del propio Barea lo que más hondo hería al sacerdote Leocadio Lobo, no eran los ataques a la Iglesia y a los curas, por personas brutales y llenas de rencores, sino  “el conocimiento de la culpabilidad de su propia casta, la clerecía, en la existencia de esta brutalidad y en la ignorancia y la miseria abyectas que existían en el fondo de ellos” y saber que “los príncipes de su Iglesia estaban haciendo lo mejor para mantener a su pueblo oprimido que estaban bendiciendo las armas de los generales y los señores y los cañones que bombardeaban Madrid” .

El Gobierno Republicano, nos dice también Barea, encomendó a Leocadio Lobo una tarea compleja: investigar los casos de miseria entre clérigos escondidos a fin de ayudarles. (NOTA 2[Nota 2]).

Barea encuentra en Leocadio Lobo a la persona que puede ayudarle, escucharle y comprenderle: “A mí me hacía falta un hombre a quien pudiera hablar de lo más profundo de mi mente. Don Leocadio era el más humano y el más comprensivo”.

 

UNA OBRA RECIENTE SOBRE LEOCADIO LOBO

 .Ante estos testimonios indagué, por curiosidad, sobre la vida de Leocadio Lobo, encontrando, entre otras informaciones, un trabajo amplio y reciente, en internet, realizado por José Luís González Gullón, de la Universidad de Navarra y del que adjunto enlace, titulado “Leocadio Lobo, un sacerdote Republicano (1887-1959)  [Nota 3]

ENLACE: 

http://dspace.unav.es/dspace/bitstream/10171/7413/1/Leocadio%20Lobo,%20un%20sacerdote%20republicano%20_1887-1959_.pdf   

 

A la vista de los datos facilitados por el citado trabajo destacamos brevemente lo siguiente: Leocadio hace una pública declaración de su “espíritu liberal y opción republicana”, en un sermón,  en 1932 . En 1935 actúa como testigo en la “solicitud de dispensa” presentada por Xavier Zubiri, pero él no desatendió sus tareas pastorales durante la Republica. Habló en 1937, desde la emisora del Partido Comunista en Madrid. Hizo propaganda de la republica en diversos países de Europa, llegando a ser expulsado o detenido en algún caso. Polemizó por escrito y en diversas formas con el Cardenal Isidro Gomá. Fue suspendido “a divinis” el 5 de diciembre de 1936, aunque él no lo supo hasta 1939, y rehabilitado a petición propia en septiembre de 1947. Fue nombrado por el Gobierno Republicano Delegado de la Junta de Protección del Tesoro Artístico y más tarde Jefe de la Sección de Confesiones y Congregaciones Religiosas. Los últimos veinte años de su vida los vivió, como sacerdote, exiliado en Estados Unidos, donde falleció en el 11 de julio de 1959.

 Compartí estas lecturas con algunos amigos y familiares, entre ellos Antonio Duato y Javier R. Castillo. Antonio me animó a escribir unas líneas de presentación del trabajo de José Luís González Gullón  y Javier me envió un correo rememorando, a la luz del citado trabajo, sus propios recuerdos de en relación con dos de los católicos republicanos, de los varios  que se citan en el trabajo de José Luís Gullón: Enrique Moreno Baez  (página 11, nota 46 y página 18) y Manuel Irujo y Ollo (página 19).  

 

RECUERDOS DE  JAVIER R. CASTILLO.

He aquí un extracto del texto de Javier Castillo, cuyos hechos sitúa, sin poder precisar muy bien las fechas, en el curso 1965-1966

 “Es reconfortante  una lectura así en estos días de tanta orquesta de beatificación. ¿No habrá ninguna monja o buena mujer a la que Leocadio curase o algo por el estilo? ¡ No ¡

Lo mas probable, es que no. Indicio, tal vez, de que dios es de derechas.

Se que no te ha pasado por alto la cita que se hace en el trabajo de Moreno Baez, catedrático de Legua y Literatura española en la Universidad de Santiago en nuestra época.”  También católico a machamartillo y activo republicano en Londres. Leí en algún sitio que cuando estuvo allí, el régimen de Franco tenia un cura de mano, creo recordar que un tal Gabana, para contrarrestar la intervenciones públicas de Moreno y su prestigio. Su hijo Enrique participó con todos nosotros en aquellos años santiagueses de ADEG (Asociación Democrática de Estudiantes Gallegos) Mi recuerdo de él  es de una persona encantadora (…) También su madre: ¡Encantadora Rosa Castillo¡

Se cita  igualmente en el trabajo a D. Manuel Irujo al que conocí en Paris. Fui en aquella ocasión con Fontela. Teníamos una carta de presentación de Ramón Piñeiro. Como no dábamos encontrado la sede del Gobierno vasco, pues estaba en una casa enclavada en un solar, sin número, en la calle, creo recordar de “Singes” (monos), a Fontela no se le ocurrió otra cosa que entrarnos en un bar y al ver unos contertulios al rededor de una mesa, preguntar al camarero si eran españoles.

Como efectivamente sí eran, ni corto ni perezoso se dirigió a ellos y les espetó: ¿ Sois vascos ? Estamos buscando a D. Manuel Irujo.

¡ Bueno ¡  La cara  de desconfianza de los contertulios aún la recuerdo hoy (Hay que situarse en los tiempos de clandestinidad que corrían). Luego uno de ellos hablo con nosotros; le explicamos un poco más quiénes éramos y qué queríamos. Tomó la tarjeta de presentación de Ramón Piñeiro y saliendo del local nos dijo que aguardáramos.

Cuando regreso su cara ya era otra . Nos obligó asentarnos con el y con el resto de contertulios; tomamos café y “amigos de toda la ida”. Irujo fue cariñosisimo con nosotros, nos facilitó hablar con Monzon y el Lendakari (Leizaola) y hasta hablamos  en directo por radio Paris. Recuerdo que en mi intervención recalqué que las protestas de la Universidad (de Compostela) no obedecían a los comunistas -como no obedecían-, que yo mismo era católico. ([Nota 4]

  En lo que respecta al tema de fondo ¿Qué te voy a comentar? ¿ El drama humano ?  El enamorado al que la amada da continuamente calabazas. Mi abuela, analfabeta funcional, siempre decía: “O señor cura é moi listo; Dios xa é outra cousa. (…)

 

 NOTAS:


[1] Nota 1 – La trilogía “La Forja de un Rebelde” de Arturo Barea (1897-1957), se compone de tres tomos publicados por primera vez en inglés, en Londres: “La Forja” (Forge: 1941), “La Ruta” (The Track: 1943) y “La Llama (The Clash”1946). La primera edición en castellano se hizo en 1951 en Buenos Aires (Editorial Losada), pero en España su difusión y lectura estaba prohibida y solo pudo ser leída subrepticiamente, pues circuló de forma clandestina. Recientemente, en 2010, se ha publicado una edición efectuada por Random House Mondadori S.A. “La forja de un rebelde”, se ha traducido a, al menos, diez idiomas con índices de venta muy elevados

 

[2] Nota 2 – Según señala José Luis González Gullón en su trabajo“Leocadio Lobo, un sacerdote Republicano (1887-1959), pagina 12, “el 95,1 % de los asesinatos de sacerdotes en Madrid se produjo durante el segundo semestre de 1936. Fueron los meses del terror rojo, de las checas y las sacas, meses sin legalidad alguna, en los que cabía duda sobre la actitud de un Gobierno que, aunque estaba desbordado por los acontecimientos y no alentó los crímenes, permitió o al menos no deploró públicamente el asesinato de clérigos, los asaltos a las iglesias y la suspensión del culto religioso. En cambio a partir de enero de 1937, los asesinatos de eclesiásticos fueron extraordinarios y se produjeron habitualmente después de haber seguido una causa jurídica”.

 

[3] NOTA 3 – Arturo Barea, nacido en Badajoz el 20 de septiembre de 1897, era diez años más joven que Leocadio, nacido el 9 de diciembre de 1887 en Batres, cerca de Madrid y, aparte de ser ambos republicanos, tenían la experiencia de haber servido y luchado en el ejercito en Marruecos, aunque en momentos distintos, según se deduce de la información comparada sobre ambos Arturo Barea fue llamado a filas en 1920, sirviendo en Marruecos como sargento. Leocadio Lobo se había incorporado al ejército en 1911, sirviendo también en Marruecos, donde fue herido.

 

[4] NOTA 4 – El movimiento universitario de aquellos años no era movido por una consigna comunista tal como pretendía mostrar la propaganda franquista.

 

6 comentarios

  • ELOY

    Amigo cadarso:
    En términos generales estoy de acuerdo con lo que dices.

    Ello no es obstáculo para señalar a aquellas personas, sean del bando que sean, que han mostrado ejemplaridad en la defensa de determinados valores, más allá de intereses propios y de egoísmos. O de las que se pueda creer que interesa hablar por simple honestidad con la historia y la verdad. La secuencia de hechos por la que llegué a Leocadio Lobo se describe en el propio artículo.
    Creo que el ejemplo precisamente es Arturo Barea, que siendo anticlerical no dudó en mostrar su admiración por Leocadio Lobo, que era cura,  e incluso dice que recibió de él la recomendación precisamente de ser fiel a la verdad en sus escritos, tal como hace en “La llama”: 
     Arturo Barea reproduce, entre las nebulosas del recuerdo, las palabras que le dirigió de una u otra forma Leocadio Lobo: 
    “(…) Es así como yo recuerdo lo que él me dijo: (…) Habla y escribe lo que tú creas que sabes, lo que has visto y pensado, cuéntalo honradamente con toda tu verdad. No hagas programas en los que no crees y no mientas. Di lo que has pensado y lo que has visto y deja a los demás que, oyéndote o leyéndote, se sientan arrastrados a decir su verdad también. Y entonces dejarás de sufrir ese dolor de que te quejas. (…)”
    Fue la actitud de Arturo Barea, por constituir ejemplo no acostumbrado,  la que llamó mi atención. Por eso intenté informarme sobre Leocadio, sin ninguna otra pretensión. 
    Creo que es lo que tú mismo  h. cadarso, pretendes  cuando al final de tu comentario dices: “Tendremos que seguir investigando…Joxe Arregi, por qué no estudias un poco el caso de ese tu hermano en religión?”.
     
     

  • h.cadarso

    Ya puestos, amigo Eloy, deberíamos dar una vuelta de tuerca más y de una vez por siempre dejar de lado el mencionar o alardear de que Leocadio, o Antonio Bombín, o este o aquel, eran de los nuestros, de los eclesiásticos…y en vez de hacer apología de nuestra iglesia celebrar las buenas acciones de estos con las mismas alabanzas que las de todos los demás que lucharon por el pueblo, que murieron por la libertad y la justicia…
    Siempre se cumplirá aquello de que “ni son todos los que están, ni están todos los que son”, y en este caso seguirá siendo verdad que gestos como los de Leocadio o Antonio Bombín, el franciscano de Anguciana en la Rioja, no se prodigaron precisamente entre los eclesiásticos. Y que la línea que separa a los seguidores de Jesús de sus perseguidores no la marca el bautismo ni las prácticas religiosas, no, sino la fidelidad en seguir el gran mandamiento del amor al prójimo.
    Hubo muchos fusilados entre el clero y órdenes religiosas masculinas y femeninas, especialmente en el lado republicano. Todos seguramente reprobables y condenables. Pero importa destacar que muy pocos servidores de la iglesia fueron fusilados, como Bombín, por haber luchado en defensa de los derechos del pueblo.  Tal vez se ejercitaban en obras caritativas, pero muy pocos de ellos “militaban” activamente en la defensa de los derechos del pueblo. Que es lo que habría hecho falta entonces, y hace falta ahora.
    Porque Benedicto XVI ya nos exhorta para que hagamos limosnas y caridad y beneficencia; pero no sé si le he oído o leído alguna vez que demos la cara por los derechos de los más débiles…

  • ELOY

    Gracias h. cadarso y Gabriel Sánchez por vuestros comentarios.
     
    El tema es complejo porque el análisis objetivo de lo sucedido, en el período 1936-1939, requiere precisamente desembarazarse de “clichés” establecidos, de lugares comunes, de simplificaciones de la realidad.  

    Dice con razón h cadarso:  “(…)  la historia de aquellos  años no nos la han contado como realmente fue, (…)”.
     
    Ello nos obliga a mejorar nuestros conocimientos para formar criterio más allá, incluso,  de las experiencias directas y concretas que cada uno podamos tener y que han de integrarse en un relato general.
     
    Para hablar de Leocadio Lobo parece indispensable leer las 40 páginas que, con apreciable esfuerzo de investigación, le dedica José Luís Gonzáles Gullón en su trabajo  “Leocadio Lobo: Un sacerdote republicano (1887-1959), cuyo enlace se ha adjuntado en el artículo de cabecera.
     
     Son 40 páginas que nos hacen ver la dificultad del empeño en el que estaba Leocadio, los obstáculos que tuvo que superar,  su convicción y entereza, y ,  como bien supo apreciar Arturo Barea su lucha interior, sus batallas consigo mismo.
     
    Recalcan Gabriel y h. cadarso la existencia de otros religiosos a favor del la República.   En el citado trabajo aparecen algunos , pero seguro que hubo otros muchos anónimos.
     
    En el estudio de J. L. González Gullón aparecen algunos de esos curas republicanos, aunque dice:

    (…) en el caso del clero  – exceptuando el caso de Euzkadi y Cataluña – fueron pocos los curas que mostraron públicamente   su adhesión a la causa republicana durante la Guerra Civil . Precisamente su singularidad hizo que nombres como Leocadio Lobo, José Manuel Gallegos Rocafull, Maximiliano Arboleda, Enrique Vázquez camarasa, Jerónimo García Gallego o Hugo Moreno López apareciesen con frecuencia en la prensa.(…)”
     
    A decir de J. L. González Gullón,: “(…) Hubo también católicos, y entre ellos estuvo Leocadio Lobo, que entendieron que era precisamente su fe la que les obligaba a permanecer fieles a la República porque debían respetar el poder constituido y porque no podían aceptar la ideología de los militares sublevados (…)”.
     
    Considero interesante la intervención, el 20 de septiembre de 1937 en los micrófonos de la emisora del Partido Comunista en Madrid. (páginas 12 y 13 del trabajo de J .L. González Gullón). En elle Leocadio Lobo expresó claramente la raíz religiosa de su exigencia republicana: “(…) Confieso y afirmo que antes que nada soy hijo del pueblo, que amo al pueblo con todo mi corazón, que con él y en él estoy dispuesto a dar mi vida. La religión católica que profeso me manada amarle, porque la religión no es de castas ni de clases “.  Además acuso a los sublevados de ser los únicos responsables de la Guerra y denunció , en palabras de J. L. G. Gullón;  “que hubiesen amalgamado los valores propios de la nación española y del catolicismo con la violencia, el fascismo y el recurso a tropas musulmanas. Y afirmaba Lobo: “ Que todo siga igual era la suprema aspiración de los confortablemente instalados en la vida, a quienes poco o nada preocupaba la existencia de los desheredados.  (página 13, obra citada)
     
    La dificultad o complejdad de alcanzar una visión objetiva de aquellos años de guerra civil se refleja hoy en un artículo en EL PAÍS  de Jorge M. Reverte, titulado “De holocaustos y matanzas”. Adjunto enlace:

    http://www.elpais.com/articulo/opinion/holocaustos/matanzas/elpepiopi/20110511elpepiopi_12/Tes

  • Gabriel Sánchez

    Parece que no muchos quieren hacer memoria…Pues bien, la memoria, rescatada de la historia de los pueblos, es la unica que les permite avanzar, POR LOS CURAS REPUBLICANOS… Y POR SU MEMORIA…Gabriel

  • Gabriel Sánchez

    Que los hubo, los hubo…y muchas veces, como hizo alguna jerarquia sudamericana, los entregaron a los verdugos, su mismos “hermanos”… por esto es bueno hacer memoria, nos desinstala de nuestros esquemas y sobretodo, nos hace palpitar la historia la de verdad aquella que  Quijano, la sangre y la carne de la historia…Gabriel

  • h.cadarso

      Eloy:  Los de la Rioja han escrito un libro con la lista de todos los 2000 fusilados y represaliados por los franquistas durante y después de la guerra civil, tanto en la misma Rioja como luego en los campos de concentración nazis…
      Y va y, a mitad de dicho libro que han escrito los de la Rioja, en la lista de fusilados del pueblo de Anguciana, aparece un fraile franciscano llamado no sé cuántos Bombín. Lo metieron en un lote de media docena de anarquistas y otros rojos que se llevaron a fusilar una noche al puente que levantara sobre el Ebro Santo Domingo de la Calzada o algún santo medieval. Como uno más del lote, sin ninguna distinción, un rojo como otro cualquiera, que por cierto lo era, militaba con los partidos y sindicatos de izquierda como uno más…
      Al pobre, los de su comunidad y los de su Orden Franciscana me lo tenían medio procesado y casi condenado, exclaustrado y reducido al estado laical, pero seguía siendo fraile y de los más fervorosos y ejemplares de su comunidad. San No sé cuántos Bombín! ruega por nosotros!
      También te puedo contar del Pastor de la iglesia evangélica luterana de Pradejón, que atendía a su comunidad cristiana y se había implicado hasta las orejas en las luchas por los derechos de los pobres. A él también lo fusilaron; otro bendito de Dios, cristiano fervoroso. Que por cierto tenía íntima amistad con un anarquista Velloso de Calahorra, otro místico de esos que viven una religiosidad a su manera, que luego me tocó aprender las razones de la clase obrera, cuando yo era todavía joven e ignorante, de una sobrina suya, María Velloso, una gran dirigente de la HoAc en los años 50 y 60.
      O sea, Eloy amigo, que uno no sabe exactamente si la iglesia de Jesús era la que formaban rojos como el franciscano de Anguciana Bombín y el pastor protestante de Pradejón y los anarquistas místicos que pululaban por toda la península; o más bien Jesús estaba con los Caifás y Anases que bendecían cañones y llevaban pistolas al cinto y correajes y camisas azules y a ratos se vestían para decir la misa a las beatas del pueblo…
      Y que la historia de aquellos años no nos la han contado como realmente fue, Eloy. Tendremos que seguir investigando…Joxe Arregi, por qué no estudias un poco el caso de ese tu hermano en religión?