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Comentario al evangelio del domingo 18-08-2024 

No es fácil coincidir plenamente con otra persona en la vivencia personal de la fe y en la manera de leer la letra de los textos bíblios. ATRIO ha mantenido respetuosamente lecturas como las de Santiago, Salvador, Carmen y tantos otros comentaristas y autores, algunos ateos o posteístas. Pero, sin decantar el rol de moderación, me permito señalar que lo que me gustarían  es que estas breves homilías laicas de una mujer, descartada incluso como diácona en la Iglesia católica, fuese la que se oyese en todas las misas de hoy y mañana. AD.

El vídeo es de solo 2,42 min. Pero si alguien prefiere leer, aquí sigue el texto que nos envía también Olga.

No hemos entendido a Jesús, si la eucaristía no nos compromete con la vida 

 

“Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo”. Discutían entre sí los judíos y decían: “¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?” Jesús les dijo: “En verdad, en verdad les digo, si no comen la carne del hijo del hombre, y no beben su sangre, no tendrán vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron; el que coma este pan vivirá para siempre”. Esto lo dijo enseñando en la sinagoga en Cafarnaúm. (Jn 6, 51-59)

 

        Habíamos anunciado el domingo pasado que al utilizar la expresión “es mi carne para la vida del mundo”,Jesús estaba introduciendo el signo eucarístico. Esta realidad será la que se desarrollará este domingo. Algunos especialistas sostienen que esta unidad es un texto litúrgico que fue introducido posteriormente para que el evangelio fuera mejor recibido. En efecto, en este breve texto se concentra el misterio eucarístico: comer la carne y beber la sangre de Jesús. El texto nos presenta lo que discuten los judíos entre ellos: ¿cómo puede ese hombre darles a comer su carne? Y más complejo aún, “beber su sangre”, que según las prescripciones judías estaba prohibido y, quién lo hiciera, sería condenado a muerte. Por esto es comprensible que este diálogo que, según el mismo texto acontece en la sinagoga de Cafarnaúm, no es fácil y se agudizan los dos niveles de los que hablamos el domingo anterior. Los judíos se toman “al pie de la letra” -diríamos con nuestros términos- lo que Jesús está diciendo y, por su parte, Jesús está hablando del significado del signo de su cuerpo y de su sangre, que supone un salto de fe, un nuevo horizonte, un situarse en la lógica del reino. El evangelista Juan pone en boca de Jesús la expresión “en verdad, en verdad les digo” para mostrar el énfasis que Jesús está dando a su revelación: los que comen y beben su sangre, tendrán vida eterna mientras, los que no lo hagan, no tendrán esa vida. Además, el comer su carne y beber su sangre, engendra esa inhabitación mutua entre Jesús y los que lo reciben, ese permanecer en Él, término tan característico del evangelio de Juan.

        Es el Padre el que envía a Jesús y Jesús comunica lo que su Padre le ha confiado. Una vez más recuerda a los judíos que sus padres murieron porque comieron un pan que no es su carne y su sangre, no era el pan que daba la vida eterna.

        No podemos señalar más aspectos de este breve texto, pero por la referencia eucarística, podríamos decir una palabra sobre nuestra vivencia actual de la eucaristía. Los cristianos respetan la eucaristía, la valoran, defienden la presencia real de Jesús en el pan y el vino eucarístico y acuden a recibirla con devoción y respeto. Pero no sobra recordar que podemos, muchas veces, enfrascarnos en discusiones similares a la de los judíos que hoy nos presenta el texto, referidas a todo lo anterior sin centrarnos en lo fundamental y definitivo del misterio eucarístico. Antes que una devoción individual es una experiencia comunitaria. Antes que un rito litúrgico es signo de la mesa compartida, en la que han de sentarse todos y todas, hijos e hijas del mismo Dios padre/madre. Antes que una obligación por cumplir es un compromiso de justicia por vivir. En verdad, la eucaristía como misterio central de nuestra fe ha de vivirse en la dinámica de esa mutua pertenencia: la eucaristía nos lanza a la vida y la vida es la que se celebra en la eucaristía. Conviene revisar nuestras eucaristías para que ellas revelen a Jesús y nos comuniquen la fuerza para hacer lo que Él hizo, liberándola de un rito intimista y vacío que Dios mismo rechaza y no dice nada a nuestros contemporáneos.

 

Un comentario

  • carmen

    Perdón, Antonio.No sé lo que soy. Sencillamente digo lo que pienso, sin más.El día que aprenda que calladica estoy más guapa, voy a rejuvenecer veinte años.

    A mí también me gusta dar la comunión. La he dado a mis críos hasta en el santuario de la Fuensanta, y varias veces. Con el permiso del sacerdote y la última vez con la reticencia manifiesta de mi directora. Se lo pregunté a un jesuita, muy , muy sabio. De esos que publican muchos libros. Me dijo que si lo hacía por el hecho de compartir y celebrar la reunión, estaba genial.

    No todos pensamos igual. Es cierto. Pero no me gusta que me toleren. No te lo sé explicar. Me gusta que me digan, adelante. Pero…lo más que consigo en según qué ambientes es Tolerancia. Y, no me gusta.Seguro que la inmensa mayoría de los que leen Atrio están en tu línea. No te preocupes.

    Cuidate mucho. 

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